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«Sredni Vashtar»: Saki; relato y análisis.


«Sredni Vashtar»: Saki; relato y análisis.




Sredni Vashtar (Sredni Vashtar) es un relato fantástico del escritor británico SakiHector Hugh Munro (1870-1916)—, publicado originalmente en la edición del 28 de mayo de 1910 de la revista Westminster Gazette y luego reeditado en la antología de 1911: Las crónicas de Clovis (The Chronicles of Clovis). Posteriormente reaparecería en Cuentos para contar en la oscuridad (Tales To Be Told in The Dark).

Sredni Vashtar, uno de los mejores cuentos de Saki, relata la historia de Conradin, un niño de diez años [a quien el médico le ha dado solo cinco años más de vida], controlado y manipulado por su tutora legal, la señora De Ropp, en todos los aspectos de su vida.

Sredni Vashtar de Saki es una historia sobre el deseo, y cómo a veces estos se vuelven realidad cuando menos lo esperas. En este caso, sin embargo, el deseo Conradin es mucho más oscuro que el de un niño promedio: venganza [ver: Georgie vs. Pennywise: el sótano arquetípico]

La historia comienza con la descripción de cómo la señora De Ropp abusa psicológicamente de Conradin. Todo lo que él disfruta en su reclusión en el hogar, ella se lo quita. La señora De Ropp no tiene sentimientos de afecto por Conradin, y lo deja suficientemente claro con sus acciones. De hecho, ella parece obtener una gratificación sádica en sus crueldades, con la excusa de que está haciéndolo «por su propio bien». Por ejemplo, cuando decide vender a la mascota de Conradin [su único amigo en el mundo], una gallina, luego trata de compensarlo con algo tan trivial como una tostada.

En este contexto, Conradin cultiva un profundo resentimiento hacia su tutora legal. La odia visceralmente, sin embargo, es importente ante ella, de modo que la única manera de satisfacer ese odio es usar su imaginación... ¡Y vaya que Conradin tiene imaginación!

Conradin no recurre a amigos imaginarios. Inventa un dios, al que llama: Sredni Vashtar.

En realidad, se trata de un hurón que el muchacho descubre encerrado en el cobertizo, donde pasa buena parte de su tiempo. Conradin le confiere el poder de un dios. Lo adora, organiza rituales y ceremonias secretas, de modo que cuando la señora De Ropp descubre que algo extraño está ocurriendo en el cobertizo, no nos sorprende que Conradin le rece a su dios para que le otorgue un deseo. Este deseo no se formula explícitamente. Conradin asume que, si Sredni Vashtar es un dios, no necesita precisiones. Podemos imaginar que el deseo de Conradin se cumple cuando la señora De Ropp muere de forma espantosa en el cobertizo.

Es interesante que Conradin elija adorar a la única cosa por la que tiene miedo y respeto. El hurón, que está encerrado en una jaula, no es nada amistoso. Conradin le tiene miedo. Afortunadamente, no puede llegar a él y se mantiene a una distancia segura. Esta criatura se convierte en su objeto de obsesión y admiración. Tanto es así que Conradin comienza a adorarlo con rituales y ofrendas. A pesar de que es consciente de lo que está haciendo [usando su imaginación], hacia el final de la historia decide borrar la frontera entre la realidad y la imaginación. «Haz una cosa por mí, Sredni Vashtar», reza Conradin. Y el dios escucha.

Sredni Vashtar de Saki nos obliga a preguntarnos: ¿cuál es la forma más eficiente de evadir la realidad? ¿Leer un buen libro? ¿Escuchar música que nos transporte a un lugar diferente? Eso puede ser útil cuando la realidad de la que tratamos de evadirnos no es tan atroz como la de un niño de diez años diagnosticado con una enfermedad terminal, quien además es abusado psicológicamente por la persona que debería cuidarlo.

En este sentido, la única vía de escape para Conradin es su imaginación, pero la suya no es una imaginación ordinaria. De hecho, Saki nos invita a considerar la posibilidad de que la imaginación no tiene nada que ver con la evasión de la realidad, sino que se trata de una dimensión mucho más vívida de la realidad misma [ver: Los cuentos de hadas y una Teoría sobre la Imaginación]

Saki tiene una larga tradición utilizando animales y niños en situaciones de desamparo en sus relatos. En su obra, los animales generalmente son presentados como superiores a los humanos [adultos], pero afines a los niños. De hecho, los adultos suelen ser deshumanizados [como la cruel señora De Ropp] y los animales elevados a una categoría superior a la humana. Al describir a Conradin en detalle, y luego permitirle triunfar en su deseo de venganza, Saki obliga al lector a cuestionar la jerarquía aceptada [en ocasiones, con ligereza] que sitúa a las personas por encima de los animales.

Sredni Vashtar es un excelente ejemplo de cómo Saki combina los elementos dispares de lo humano y lo animal y desbarata su aparente oposición [esto también puede verse en Gabriel Ernesto (Gabriel-Ernest) y Tobermory (Tobermory)]. Es por eso que el hurón deificado [Sredni Vashtar] parece comprender los deseos de Conradin.

Como defensa contra el [mal]trato que les dan los adultos, los niños protagonistas de Saki a menudo tienen un gusto singular por las fantasías oscuras. Estos impulsos imaginativos, generalmente de venganza contra los adultos, tienden a expresarse a través de los animales que poseen, y a quienes recurren en busca de consuelo en un entorno desolado. En Sredni Vashtar, Saki demuestra una situación de parentesco y colusión entre animales y niños, muy lejos de la estrategia simplista de enfrentar a animales feroces contra niños indefensos. Aquí, el niño [Conradin] se identifica con la vulnerabilidad del animal [el hurón está encerrado en una jaula, como él en la casa de la señora De Ropp], una cualidad que paradójicamente concuerda con su potencial letal.


Sredni Vashtar avanzó.
Sus pensamientos son rojos y sus dientes son blancos.
Sus enemigos clamaron por la paz, pero él les trajo la muerte.
Sredni Vashtar el Hermoso.


De este modo, Saki crea una versión bárbara del código infantil. La plegaria de Conradin, nacida de una fe forjada en su imaginación, eleva a un simple hurón a un objeto de reverencia pagana, a quien adora «con un ceremonial místico y elaborado (...) Flores rojas y bayas escarlatas fueron ofrecidas en su santuario, porque él era un dios». La señora De Ropp [representante del adulto promedio, carente de imaginación] intenta deshacerse del animal. En este punto, Saki realmente logra convencer al lector de que la muerte sangrienta de la señora De Ropp es un castigo justificado por su crueldad sostenida. No derramamos ni una lágrima por ella [ver: La maternidad fallida en «Drácula»]

Sredni Vashtar es la representación por excelencia de la desesperación del universo privado de un niño. Conradin no podría estar más alejado de ser un villano. ¿Cómo podría serlo un niño en ese contexto? Por otro lado, Saki sugiere que, a través de la imaginación, los niños pueden trascender su soledad. El cobertizo es el santuario de Conradin, un lugar puro, alejado de los maltratos de la señora De Ropp; un lugar exclusivo donde su triste realidad queda excluida. En el momento en el que la señora De Ropp decide profanar este sitio sagrado, está condenada.

El mensaje final de Sredni Vashtar de Saki es tan brillante como conmovedor: a pesar del constante castigo y las privaciones, un niño puede retener su independencia mental, aunque sea fugazmente, a través de momentos robados de fantasía privada, de imaginación, encarnada físicamente en algo tan indescifrable para un adulto como un hurón o un cobertizo sucio.

Con respecto al nombre de esta especie de dios totémico no hay mucho para decir. Ni el narrador ni el niño dan indicios de su significado, y mucho menos lo explican. Sin embargo, podemos hacer algunas deducciones. Sredniy es un adjetivo ruso que significa «medio» [Saki trabajó como corresponsal en Rusia]; y shreyas, en sánscrito, significa «bendición» [de la raiz shraddh, «fe», «creer»]. Vasha, significa «poder». En este sentido, Sredni Vashtar, podría significar «poder de la fe». Siempre es tentador sobreinterpretar estos nombres exóticos. Tal vez Saki lo eligió por su sonoridad, incluso como una onomatopeya [sredni = shred, «desgarrar», «triturar»].




Sredni Vashtar.
Sredni Vashtar, Saki (1870-1916)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)


Conradin tenía diez años cuando el médico expresó su opinión profesional de que no viviría otros cinco. El médico era sedoso y amanerado, y explicó poco, pero su opinión fue respaldada por la señora De Ropp, que explicaba para casi todo. La señora De Ropp era prima y tutora de Conradin, y a sus ojos representaba esas tres quintas partes del mundo que son necesarias, desagradables y reales; los otros dos quintos, en perpetuo antagonismo con los anteriores, se resumían en él mismo y en su imaginación.

Supuso que Conradin sucumbiría a la presión dominante de las cosas necesarias y tediosas, como las enfermedades, las restricciones y el aburrimiento prolongado. Sin su imaginación, que se desenfrenaba bajo el acicate de la soledad, habría sucumbido hace mucho tiempo.

La señora De Ropp nunca, en sus momentos más honestos, se habría confesado a sí misma que no le gustaba Conradin, aunque podría haber sido vagamente consciente de que frustrarlo «por su bien» era un deber que no encontraba particularmente molesto. Conradin la odiaba con una sinceridad desesperada que era perfectamente capaz de disimular. Los pocos placeres que podía idear para sí mismo ganaban un gusto adicional por la probabilidad de que desagradaran a su tutora, y del reino de su imaginación ella estaba excluida: una cosa inmunda que no debería encontrar entrada.

En el jardín aburrido y triste, dominado por tantas ventanas listas para abrirse con un mensaje de no hacer esto o aquello, o un recordatorio de que las medicinas estaban listas, encontró poca atracción. Los pocos árboles frutales que contenía estaban celosamente apartados, como si fueran especímenes raros que florecían en un desierto árido.

En un rincón olvidado, sin embargo, casi escondido detrás de unos arbustos lúgubres, había un cobertizo de herramientas en desuso de respetables proporciones, y dentro Conradin encontró un refugio, algo que se convirtió para él en una sala de juegos y una catedral. Lo había poblado con una legión de fantasmas familiares, evocados a partir de fragmentos de historia y de su propio cerebro, pero también se jactaba de dos reclusos de carne y hueso. En un rincón vivía una gallina Houdan de plumaje andrajoso, a la que el niño prodigaba un cariño que apenas tenía otra salida.

Más atrás, en la penumbra, había un gran cobertizo, dividido en dos compartimentos, uno de los cuales estaba rematado con barrotes de hierro. Esta era la morada de un gran hurón que un simpático carnicero había introducido de contrabando, con jaula y todo, en sus aposentos, a cambio de un tesoro oculto de plata pequeña.

Conradin estaba terriblemente asustado por la ágil bestia de afilados colmillos, pero era su posesión más preciada. Su sola presencia en el cobertizo era una alegría secreta y espantosa, que debía ocultarse escrupulosamente del conocimiento de la Mujer, como llamaba en privado a su prima.

Y un día, Dios de dónde lo sacó, le dio a la bestia un nombre maravilloso, y desde ese momento se convirtió en un dios y una religión.

La Mujer se entregaba a la fe una vez a la semana en una iglesia cercana y se llevaba a Conradin con ella, pero para él el servicio religioso era un rito extraño en la Casa de Rimmon. Todos los jueves, en el oscuro y mohoso silencio del cobertizo de las herramientas, adoraba con místico y elaborado ceremonial ante la cabaña de madera donde moraba Sredni Vashtar, el gran hurón.

En su santuario se ofrendaban flores rojas de estación y bayas escarlata en invierno, porque él era un dios que ponía un especial énfasis en el lado feroz e impaciente de las cosas, en oposición a la religión de la Mujer. Y en los grandes festivales esparcía nuez moscada en polvo frente a su conejera, siendo una característica importante de la ofrenda que la nuez moscada debía ser robada.

Estos festivales eran de ocurrencia irregular, y se designaban principalmente para celebrar algún evento pasajero. En una ocasión, cuando la señora De Ropp sufrió un dolor de agudo muelas durante tres días, Conradin mantuvo el festival durante los tres días completos y casi logró convencerse de que Sredni Vashtar era personalmente responsable del dolor de muelas. Si la enfermedad hubiera durado un día más, se habría repartido la provisión de nuez moscada.

La gallina Houdan nunca fue atraída al culto de Sredni Vashtar. Conradin había decidido hacía que ella era anabaptista. No pretendía tener el más remoto conocimiento de lo que era un anabaptista, pero en privado esperaba que fuera elegante y no muy respetable. La señora De Ropp era el modelo básico en el que se basaba y odiaba toda respetabilidad.

Al cabo de un rato, el ensimismamiento de Conradin en el cobertizo de las herramientas empezó a llamar la atención de su tutora.

—No es bueno para él andar holgazaneando allí bajo cualquier clima —decidió de inmediato, y una mañana anunció que la gallina Houdan había sido vendida y se la habían llevado durante la noche.

Con sus ojos miopes miró fijamente a Conradin, esperando un estallido de ira y tristeza, que estaba dispuesta a reprender con un torrente de excelentes preceptos y razonamientos. Pero Conradin no dijo nada: no había nada que decir.

Tal vez algo en su rostro pálido y firme le produjo un estremecimiento momentáneo, porque en el té de esa tarde había tostadas en la mesa, un manjar que ella solía prohibir con el argumento de que era malo para él.

—Pensé que te gustaban las tostadas —exclamó ella, con aire ofendido, al observar que él no las tocaba.

—A veces —dijo Conradin.

En el cobertizo, esa noche, hubo una innovación en la adoración del dios del aparador. Conradin solía cantar sus alabanzas, esa noche pidió una bendición.

—Haz una cosa por mí, Sredni Vashtar.

No se especificó la cosa. Como Sredni Vashtar era un dios, se suponía que lo sabía. Y ahogando un sollozo mientras miraba ese otro rincón vacío, Conradin volvió al mundo que tanto odiaba.

Y todas las noches, en la bienvenida oscuridad de su dormitorio, y todas las tardes en la penumbra del cobertizo de herramientas, resonaba la amarga letanía de Conradin:

—Haz una cosa por mí, Sredni Vashtar.

La señora De Ropp notó que las visitas al cobertizo no cesaban y un día hizo un nuevo viaje de inspección.

—¿Qué guardas en esa conejera cerrada? —preguntó—. Creo que son conejillos de Indias. Haré que se los lleven a todos.

Conradin cerró los labios con fuerza, pero la mujer registró su dormitorio hasta que encontró la llave cuidadosamente escondida, y de inmediato bajó al cobertizo para completar su descubrimiento. Era una tarde fría y le habían pedido a Conradin que se quedara en la casa. Desde la ventana más lejana del comedor se veía apenas la puerta del cobertizo más allá de la esquina de los arbustos, y allí se apostó Conradin.

Vio entrar a la Mujer, y luego la imaginó abriendo la puerta de la conejera sagrada y asomándose con sus ojos miopes al grueso lecho de paja donde yacía escondido su dios. Quizá pincharía la paja en su torpe impaciencia. Conradin respiró fervientemente su oración por última vez. Pero él sabía, mientras oraba, que no creía.

Sabía que la Mujer saldría pronto con esa sonrisa fruncida que él tanto detestaba, y que en una o dos horas el jardinero se llevaría a su maravilloso dios, un dios que ya no era más que un simple hurón en una jaula.

Y sabía que la Mujer triunfaría siempre como triunfaba ahora, y que él se volvería cada vez más enfermizo bajo su sabiduría superior, dominante y molesta, hasta que un día nada le importaría mucho más, y el médico tendría razón.

En la miseria de su derrota, comenzó a cantar en voz alta y desafiante el himno de su ídolo amenazado:


Sredni Vashtar avanzó.
Sus pensamientos son rojos y sus dientes son blancos.
Sus enemigos clamaron por la paz, pero él les trajo la muerte.
Sredni Vashtar el Hermoso.


Y luego, de repente, dejó de cantar y se acercó al cristal de la ventana.

La puerta del cobertizo seguía entreabierta como la habían dejado, y los minutos pasaban. Fueron minutos largos, pero sin embargo se deslizaron. Observó a los estorninos correr y volar en pequeños grupos por el césped; los contaba una y otra vez, con un ojo siempre en esa puerta batiente. Una criada de rostro agrio entró para poner la mesa para el té, y Conradin seguía de pie, esperando y observando.

La esperanza se había deslizado unas pulgadas en su corazón, y ahora una mirada de triunfo comenzó a brillar en sus ojos que solo habían conocido la melancólica paciencia de la derrota. En voz baja, con un furtivo júbilo, comenzó una vez más el himno de la victoria y la devastación.

Y pronto sus ojos fueron recompensados: a través de esa puerta salió una bestia alta, baja, amarilla y marrón, con ojos parpadeantes ante la luz del día menguante, y oscuras manchas húmedas alrededor del pelaje de las mandíbulas y la garganta.

Conradin cayó de rodillas.

El gran hurón se abrió paso hasta un pequeño arroyo al pie del jardín, bebió un momento, luego cruzó un pequeño puente de tablones y se perdió de vista entre los arbustos. Así se fue Sredni Vashtar.

—El té está listo —dijo la criada de rostro agrio—. ¿Dónde está la señora?

—Bajó al cobertizo hace algún tiempo —dijo Conradin.

Y mientras la doncella iba a llamar a su señora para el té, Conradin sacó un tenedor para tostar del cajón del aparador y procedió a tostarse un trozo de pan. Mientras lo tostaba y untaba con mucha manteca y el lento goce de comerla, Conradin escuchaba los ruidos y silencios que caían en rápidos espasmos más allá de la puerta del comedor.

Los fuertes gritos tontos de la criada, el coro de respuesta de las exclamaciones de asombro de la región de la cocina, los pasos apresurados y las embajadas atropelladas en busca de ayuda externa, y luego, después de una pausa, los sollozos asustados y el paso arrastrado de aquellos que llevan una carga pesada dentro de la casa.

—¿Quién se lo dirá al pobre niño? ¡No creo ser capaz! —exclamó una voz chillona.

Y, mientras debatían el asunto, Conradin se preparó otra tostada.

Saki (1870-1916)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)




Relatos góticos. I Relatos de Saki.


Más literatura gótica:
El análisis, traducción al español y resumen del cuento de Saki: Sredni Vashtar (Sredni Vashtar), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

«Las crónicas de Clovis»: Saki; libro y análisis


«Las crónicas de Clovis»: Saki; libro y análisis.




Las crónicas de Clovis (The Chronicles of Clovis) es una colección de relatos fantásticos del escritor británico Saki —seudónimo de H.H. Munro (1870-1916)—, publicada en 1911.

Las crónicas de Clovis, segunda colección publicada por el autor, reune algunos de los cuentos de Saki más conocidos, la mayoría de ellos asociados a la traición del relato de terror y la literatura gótica.




Las crónicas de Clovis.
The Chronicles of Clovis, Saki (1870-1916)
  • El tatuaje (The Background)
  • La música de la colina (The Music on the Hill)
  • Los sabuesos del destino (The Hounds of Fate)
  • Sredni Vashtar (Sredni Vashtar)
  • Adrian (Adrian)
  • El camino a la lechería (The Way to the Dairy)
  • El emparejamiento (The Match-Maker)
  • El huevo de Pascua (The Easter Egg)
  • El pecado secreto de Septimus Brope (The Secret Sin of Septimus Brope)
  • El tigre de la señora Packletide (Mrs. Packletide's Tiger)
  • Esmé (Esmé)
  • Filboid Studge (Filboid Studge)
  • Herman el irascible (Herman the Irascible)
  • La broma de Arlington Stringham (The Jesting of Arlington Stringham)
  • La búsqueda (The Quest)
  • La conversación de Tarrington (The Talking-Out of Tarrington)
  • La cura de la inquietud (The Unrest-Cure)
  • La estampida de lady Bastable (The Stampeding of Lady Bastable)
  • La guirnalda (The Chaplet)
  • La historia de San Vespalus (The Story of St. Vespaluus)
  • La ofrenda de paz (The Peace Offering)
  • La paz de Mowsle Barton (The Peace of Mowsle Barton)
  • La recesión (The Recessional)
  • La remodelación de Groby Lington (The Remoulding of Groby Lington)
  • Ministros de Gracia ('Ministers of Grace')
  • Tobermory (Tobermory)
  • Una cuestión de sentimiento (A Matter of Sentiment)
  • Wratislav (Wratislav)




Antologías. I Libros de Saki.


El análisis y resumen del libro de Saki: Las crónicas de Clovis (The Chronicles of Clovis), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

«Reginald en Rusia y otros bocetos»: Saki; libro y análisis


«Reginald en Rusia y otros bocetos»: Saki; libro y análisis.




Reginald en Rusia y otros bocetos (Reginald in Russia and Other Sketches) es una colección de relatos fantásticos del escritor británico H.H. Munro —más conocido como Saki (1870-1916)—, publicado en 1910.

En Reginald en Rusia y otros bocetos, primer libro publicado del autor, podemos encontrar algunos de los mejores relatos de Saki, buena parte de los cuales se inscriben en la tradición del relato de terror.




Reginald en Rusia y otros bocetos.
Reginald in Russia and Other Sketches, Saki (1870-1916)
  • El alma de Laploshka (The Soul of Laploshka)
  • Gabriel Ernesto (Gabriel-Ernest)
  • La reticencia de Lady Anne (The Reticence of Lady Anne)
  • Corrientes cruzadas (Cross Currents)
  • El estratega (The Strategist)
  • El feudo de sangre del sapo de agua (The Blood-Feud of Toad-Water)
  • El ratón (The Mouse)
  • El Sanjak perdido (The Lost Sanjak)
  • El santo y el gnomo (The Saint and the Goblin)
  • Judkin de las parcelas (Judkin of the Parcels)
  • La bolsa (The Bag)
  • La docena del panadero (The Baker's Dozen)
  • Reginald en Rusia (Reginald in Russia)
  • Una joven catástrofe turca (A Young Turkish Catastrophe)




Antologías. I Libros de Saki.


El análisis y resumen del libro de Saki: Reginald en Rusia y otros bocetos (Reginald in Russia and Other Sketches), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

Estremecedoras últimas palabras de 10 grandes autores


Estremecedoras últimas palabras de 10 grandes autores.




Resulta difícil imaginar que cualquiera de nosotros, en su lecho de muerte, tuviese el deseo o la voluntad de pronunciar una frase para la posteridad. Por otro lado, también se presenta el problema de la sincronicidad. Uno puede creer que está a punto de morir y, entre balbuceos y esputos sanguinolentos, formular una frase demoledora, y luego tener la mala fortuna de vivir uno o dos días más, o un mes, con lo cual el efecto quedaría bastante deslucido.

A propósito, hay quien recomienda que, al momento de sentir que la muerte se aproxima, es conveniente decir unas últimas palabras concebidas con anterioridad, y luego abstenerse de realizar mayores comentarios.

Pero lo cierto es que algunos sujetos son condenadamente originales, incluso en presencia de la muerte. A continuación, repasamos las mejores últimas palabras de 10 grandes autores.




10- Jane Austen (1775-1817)


Sin un diagnóstico claro (aunque hoy se cree que padecía la enfermedad de Addison), y presa de terribles dolores renales, Jane Austen, autora de Orgullo y prejuicio (Pride and Prejudice), agonizaba en la ciudad de Winchester. Cuando su hermana, Cassandra, se acercó a su lecho de muerte para preguntarle si quería algo, Jane Austen dijo sus últimas palabras:


Nada más que la muerte.
(Nothing, but death)



9- Lord Byron (1788-1824)


La muerte de Lord Byron se produjo gracias al aporte de médicos inescrupulosos. Un simple resfrío, mientras andaba a caballo, fue atendido con la aplicación de sanguijuelas en la frente, lo cual era bastante normal; pero como la fiebre no menguaba, se le colocaron docenas y docenas de sanguijuelas más en todo el cuerpo. Fue así que Lord Byron perdió varios litros de sangre y falleció en menos de veinticuatro horas. Sus últimas palabras, un tanto lacónicas, fueron las siguientes:


Ahora iré a dormir. Buenas noches.
(Now I shall go to sleep. Goodnight)



8- Elizabeth Barrett Browning (1806–1861)


Elizabeth Barrett Browning, la gran poetisa victoriana, sufrió desde muy joven una fuerte afección pulmonar. Si bien existen muchas especulaciones al respecto, la mayoría coincide en que padecía tuberculosis. Pasó gran parte de 1861 postrada. El 29 de junio de ese mismo año pronunció sus últimas palabras cuando su esposo, el poeta Robert Browning, se acercó a su cama para preguntarle cómo se sentía:


Hermosa.
(Beautiful)



7- Saki (1870-1916)


Saki —seudónimo de H.H. Munro— fue un notable autor de cuentos macabros. A pesar de que no estaba obligado, por su edad, de todos modos se alistó entre los Fusileros Reales, donde ejerció el cargo de sargento, y luchó en la Primera Guerra Mundial. El 13 de noviembre de 1916, durante la batalla de Beaumont Hamel, gritó sus últimas palabras a un compañero de trinchera, justo antes de ser alcanzado en la cabeza por la bala de un francotirador:


¡Apaga ese maldito cigarrillo!
(Put that bloody cigarette out)



6- Thomas Carlyle (1795-1881)


Thomas Carlyle fue un fantástico erudito escocés, autor del Sartor Resartus y otras obras inmortales. Su temperamento, de acuerdo a quienes lo conocieron, fue notablemente agrio, quizás debido a la úlcera estomacal que lo acompañó a lo largo de toda su vida adulta. El 5 de febrero de 1881, mientras se encontraba en su lecho de muerte en la ciudad de Londres, Thomas Carlyle pronunció sus últimas palabras; muy afines a su espíritu crítico:


Entonces, esto es la muerte. Bien.
(So, this is death. Well)



5- J.M. Barrie (1860–1937)


J.M. Barrie, autor de Peter Pan, contrajo de una devastadora neumonía que finalmente acabaría con su vida. Antes de unirse a la alegre tribu de los Niños Perdidos, ya postrado, el 19 de junio de 1937 le susurró sus últimas palabras a su amiga y secretaria personal, la escritora Cynthia Asquith:


No puedo dormir.
(I can’t sleep)



4- Franz Kafka (1883–1924)


Presa de los horribles sufrimientos de la tuberculosis de laringe, que lo obligaban a alimentarse principalmente de líquidos, Franz Kafka fue internado de urgencia en una clínica de la ciudad de Praga. El 3 de junio de 1924, atravesado por el dolor, exclamó sus últimas palabras al doctor que lo atendía, reclamándole una dosis letal de morfina:


¡Máteme, o de lo contrario será usted un asesino!
(Töte mich, oder du bist ein Mörder!)



3- Emily Dickinson (1830–1886)


Emily Dickinson pasó los últimos meses de su vida en cama debido a una afección hepática. En el proceso sufrió alucinaciones de todo tipo, la mayoría, horrendas, aunque de hecho enfrentó a la muerte con una entereza notable. Exactamente a las seis de la tarde del 15 de mayo de 1886, con el último aliento, susurró sus últimas palabras a su hermano, Austin:


Déjanos entrar; la niebla está subiendo.
(Let us go in; the fog is rising)



2- O. Henry (1862–1910)


O. Henry —seudónimo de William Sydney Porter— fue uno de los grandes escritores norteamericanos de su tiempo. Sufría de alcoholismo, diabetes, y finalmente de cirrosis, la cual finalmente lo llevaría a la tumba. Sus últimas palabras, pronunciadas en un hospital de la ciudad de Nueva York, evidencian su impresionante talento para escribir finales estremecedores:


Enciendan las luces, no quiero ir a casa en la oscuridad.
(Turn up the lights, I don’t want to go home in the dark)



1- Voltaire (1694–1778)


Voltaire —seudónimo del filósofo francés François-Marie Arouet— vivió una vida larga y plena, irreverente, en muchos casos, y también polémica, pero brillante desde todo punto de vista. En 1778, a los ochenta y tres años de edad, regresó a la ciudad de París. El 30 de mayo de ese mismo año comenzó a sentirse mal, y su estado de salud empeoró rápidamente. Sus allegados, temiendo por su alma inmortal, mandaron a llamar a un sacerdote.

Voltaire, que rechazaba la fe pero defendía la tolerancia por encima de todas las cosas, aceptó la visita; según algunos, por simple cortesía, otros, porque el filósofo no dejaba pasar ninguna ocasión para emitir sentencias demoledoras. Cuando el sacerdote le preguntó si estaba dispuesto a aceptar a Dios en su corazón y renunciar a Satanás, Voltaire respondió lo siguiente, minutos antes de morir:


Oh, no, este no es momento para hacer nuevos enemigos.
(Oh non, ce n'est pas le moment de se faire de nouveaux ennemis)




Autores con historia. I Taller de literatura.


Más literatura gótica:
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10 mejores relatos de terror del hombre vs. naturaleza


10 mejores relatos de terror del hombre vs. naturaleza.




Durante el romanticismo se llegó a ese equilibrio en la fuerza, o en la percepción, que tanto Yoda como los griegos recomendaban. Hasta entonces, la naturaleza era esencialmente aterradora. Con los románticos se convirtió en hermosa; aunque jamás dejó de ser concebida como algo hostil. De ahí el castigo, o la venganza, de la industrialización.

Muchas cosas pueden ocurrir si damos un paseo por la naturaleza en bruto, desnuda de artificios cívicos. Podemos perdernos, claro, descubrir que estamos solos; o lo que es aún peor, acompañados por la lógica de lo salvaje, que justifica los actos más inconfesables de la supervivencia.

Lo salvaje, además, estimula nuestras emociones primarias, instintos básicos de paranoia, de miedo, de desesperación frente a la hostilidad de la naturaleza. De eso se trata justamente los relatos de terror de lo salvaje, o Wilderness Horror Stories: historias donde el principal ingrediente es el hombre en términos de sujeto social inmerso en la naturaleza en estado puro: hermosa pero indomable.

El escenario salvaje puede variar, desde un bosque a una selva, un desierto, una cueva, una montaña o una isla emplazada en ignotas mareas; el resultado es siempre el mismo: el ser humano de pie, o de rodillas, frente a la vasta y sobrecogedora sabiduría de la naturaleza.



10- El campo (The Field, lord Dunsany)

En El campo, lord Dunsany desarrolla uno de los aspectos más sobrecogedores de la naturaleza: su capacidad para absorber el horror y la devastación provocadas por el hombre.

En este caso, el protagonista se obsesiona con un hermoso campo que no parece tener nada fuera de lo común; sin embargo, cierta atmósfera indefinible le sugiere que algo ominoso se esconde debajo.

La prudencia nos sugiere omitir qué clase de horror se oculta allí. Baste decir que las atrocidades cometidas por el hombre nunca desaparecen del todo; sobreviven, incluso en las flores y el verde de la campiña.



9- El juego más peligroso (The Most Dangerous Game, Richard Connell)


Excelente ejemplo del hombre acostumbrado a someter a la naturaleza pero que repentinamente es sometido por las reglas que él mismo estableció.

El juego mas peligroso relata la historia de un cazador de Nueva York habituado a realizar metódicos exterminios en distintos rincones del mundo. Cierto día, producto de un naufragio, arriba a una aislada pero hermosa isla en el Mar Caribe donde finalmente deberá asumir el rol de presa cuando otro cretino, esta vez un aristócrata cosaco, decide cazarlo como a un animal.

A la luz de este resumen, fácilmente podríamos creer que no se trata de un relato de hombre vs. naturaleza, sin embargo caeríamos en una suposición errónea.



8- El gran dios Pan (The Great God Pan, Arthur Machen)


Una excepción, que no será la última, en esta lista de relatos de terror de hombre vs. naturaleza. El gran dios Pan es una novela, no un relato corto.

Esta impresionante obra de Arthur Machen fue denunciada como algo blasfemo, repugnante, brutal, en parte debido a su estilo decadente, pero sobre todo como causa de la extraña sensualidad que se desprenden de sus páginas.

La novela desarrolla el símbolo del dios Pan adorado en los mitos griegos: una entidad absoluta, salvaje, perversa, sinónimo de todo lo natural y, en consecuencia, de lo pagano.



7- La música en la colina (The Music on the Hill, Saki)


Saki, seudónimo de H.H. Munro, establece aquí el viejo juego de contrastes entre la cálida vida en sociedad con la existencia miserable en la espesura.

La música en la colina relata la historia de un encuentro fatal entre el hombre y la naturaleza; esta vez representada en las letales astas de un ciervo. En cierta forma, el relato insiste sobre las teorías de Arthur Machen, validando aquel grito desesperado del romanticismo: ¡Pan no ha muerto!

Saki revela aquí la verdadera esencia del culto a Pan: todo aquel que entra en su templo, la naturaleza, se convierte inmediatamente en un devoto adorador. Sólo es necesario que las condiciones sean apropiadas para retornar a los viejos y macabros cultos de antaño.



6- Genius Loci (Genius Loci, Clark Ashton Smith)


Relato pulp de la más exquisita cosecha.

Aquí, Clark Ashton Smith, colaborador de los mitos de Cthulhu y amigo personal de H.P. Lovecraft, desarrolla el concepto de Genius Loci, algo así como el alma del lugar; una idea muy arraigada en la Antigua Roma, cuya propuesta principal deduce que la sensación de opresión, cuando no directamente de hostilidad, que sentimos en los sitios salvajes, proceden de una entidad inmemorial que ocupa esos espacios y nos perfora con su mirada.

De este modo, Clark Ashton Smith explica de manera realmente genial el por qué de esas sensaciones vagas que proceden al extraviarnos en la naturaleza. Todo ese cáliz de impresiones confluyen en la intima certeza de que, en medio de lo salvaje, siempre somos intrusos.



5- El Señor de las Moscas (Lord of the Flies, William Golding)


Otra excepción en la lista de relatos del hombre contra la naturaleza, y al igual que en el caso de Arthur Machen, plenamente justificada.

El Señor de las Moscas relata la historia de un grupo de niños exploradores que, luego de un accidente, quedan varados en medio de la selva, muy cerca de la costa. En pocos días, los últimos resabios cívicos desaparecen, también la camaradería y la solidaridad. Se instaura entonces un régimen primario, un orden brutal donde los más fuertes gobiernan con despótica autoridad, convirtiéndose en despiadados devotos del Señor de las Moscas, básicamente la cabeza de un jabalí que han cazado y que, debido al calor, es invadida por el zumbido de las moscas.

La novela es, en resumen, un excelente ejemplo de cómo nuestras construcciones sociales pueden derrumbarse en apenas pocos días perdidos en la naturaleza.



4- El hombre muerto (Horacio Quiroga)


Tal vez uno de los mejores relatos de terror de Horacio Quiroga.

El hombre muerto relata la historia de un trabajador de la selva del noroeste argentino; duro, taciturno, templado por el esfuerzo de largas jornadas bajo el sol abrasador, que imprevistamente sufre un accidente a escasos metros de su casa.

A pesar de la cercanía con la vida, está solo, y a merced de la naturaleza y los sutiles horrores que le reserva a quienes se atreven a agonizar en sus dominios.



3- El Wendigo (The Wendigo, Algernon Blackwood)


Entramos en la zona caliente de nuestra lista de mejores relatos de terror del hombre vs. naturaleza, y en ese ámbito se destaca, sobre todo, Algernon Blackwood.

El Wendigo recupera una vieja leyendas de los pueblos algonquinos, que luego sería reciclada por la ciencia bajo la figura de psicosis del wendigo: síndrome que emerge al estar perdido en la naturaleza y cuyo síntoma característico es el deseo de comer carne humana.

En el caso de El Wendigo de Algernon Blackwood, se trata de una entidad que representa a la naturaleza, y especialmente a los bosques que se extienden desde Alaska a la región de los grandes lagos: una fuerza oscura, desconocida, pero también presente en el corazón humano.



2- Para encender una hoguera (To Build a Fire, Jack London)


Probablemente uno de los relatos cortos más conocidos y justamente alabados de Jack London; alguien que entendía a la perfección que la batalla entre el hombre y la naturaleza no siempre se desarrolla a través de grandes epopeyas.

De hecho, algo tan simple como encender una hoguera en un medio ambiente salvaje, gélido, puede interpretar a la perfección la esencia de ese conflicto inmemorial.



1- Los sauces (The Willows, Algernon Blackwood)


Aprovechando que toda lista es necesariamente un ejercicio subjetivo, añado otra opinión personal, que algunos bien podrían calificar de exagerada: Los sauces no sólo es el mejor relato de terror del hombre contra la naturaleza, sino que es el mejor relato de terror de la historia.

Algernon Blackwood consigue una sucesión de efectos demoledores apelando a elementos simples pero que repentinamente se tornan siniestros: niebla, sauces y un par de amigos que atraviesan esos paisajes de locura y oscuridad llevándose consigo algo más que miedo.

La verdadera naturaleza de las entidades conocidas como Los Sauces nunca es aclarada por Algernon Blackwood; a veces aparecen como seres malévolos y traicioneros, otras como criaturas místicas, casi divinas. Tal vez por eso definan mejor que ninguna otra pieza literaria la ambigua pero fatal belleza de lo salvaje.




Antologías de terror. I Libros extraños y lecturas extraordinarias.


Más literatura gótica:
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«Extraños cuentos de la oscuridad»: libro y relatos.


«Extraños cuentos de la oscuridad»: libro y relatos.




Extraños cuentos de la oscuridad (Strange Tales Of The Dark) es una colección de relatos de terror recopilados por Peter Hainging, publicada originalmente en 1977 bajo el título: Belladona: extraños cuentos de la oscuridad (Deadly Nightshade: Strange Tales Of The Dark).

Se trata de una antología de cuentos de terror protagonizados por chicos, cuyo motivo central es el miedo a la oscuridad y las extrañas y elusivas criaturas que la habitan.






Extraños cuentos de la oscuridad.
Strange Tales of the Dark.




Antologías. I Relatos góticos.


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Relatos de horror y misterio


Relatos de horror y misterio.




Relatos de horror y misterio (Tales Of Horror and Mystery) es una colección de relatos de terror editada en 1993.

Todos los cuentos de terror que participan de la antología se dividen en dos secciones: relatos de horror y relatos de misterio. Entre ambos nos ofrecen lo más exquisito del género fantástico.






Relatos de horror y misterio.
Tales Of Horror and Mystery.
  • Corazones perdidos (Lost Hearts, M.R. James)
  • El corazón delator (The Tell-Tale Heart, E.A. Poe)
  • El guardavías (The Signalman, Charles Dickens)
  • El hombre de mármol (Man-Size In Marble, Edith Nesbit)
  • El horla (Le Horla, Guy de Maupassant)
  • La dueña (The Landlady, Roald Dahl)
  • La huella de la momia (Theophile Gautier)
  • La máscara de la muerte roja (The Masque Of The Red Death, E.A. Poe)
  • La mujer del sueño (The Dream Woman, Wilkie Collins)
  • La pata del mono (The Monkey's Paw, W.W. Jacobs)
  • Laura (Laura, Saki)
  • A través de la puerta (Through the Door, Ruth Ainsworth)
  • El acertijo (The Riddle, Walter De La Mare)
  • El autoestopista (The Hitch-Hiker, Roald Dahl)
  • El caso del cigarro robado (The Stolen Cigar Case, Bret Harte)
  • El cuarto rojo (The Red Room, H.G. Wells)
  • El cuento del joven marinero (The Sailor Boy’s Tale, Karen Blixen)
  • El espejo de plata (The Silver Mirror, Arthur Conan Doyle)
  • El extraño (The Stranger, Ambrose Bierce)
  • El fantasma de la torre del reloj (The Clock Tower Ghost, Gene Kemp)
  • El filo (The Blade, Joan Aiken)
  • El gato amarillo (The Yellow Cat, Michael Joseph)
  • El hijo del cisne (The Swan Child, Joan Aiken)
  • El pozo (The Well, W.W. Jacobs)
  • El remolque embrujado (The Haunted Trailer, Robert Arthur)
  • La mano marrón (The Brown Hand, Arthur Conan Doyle)
  • La mansión misteriosa (Honore De Balzac)
  • Malas compañías (Bad Company, Walter De La Mare)
  • Una especie de canto de cisne (A Kind of Swan Song, Helen Cresswell)




Antologías. I Relatos góticos.


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El gran libro de los cuentos de fantasmas.


El gran libro de los cuentos de fantasmas.




El gran libro de los cuentos de fantasmas (The Mammoth Book of Ghost Stories) es una colección de relatos de fantasmas publicada en 1990.

Todos los cuentos de fantasmas que integran la antología ofrecen una mirada distinta sobre el mundo de los espíritus, fantasmas y almas en pena, de la mano de grandes autores del género.





El gran libro de los cuentos de fantasmas.
The Mammoth Book of Ghost Stories.




Antologías. I Relatos de fantasmas.


El análisis y resumen del libro: El gran libro de los cuentos de fantasmas (The Mammoth Book of Ghost Stories) fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

Los mejores relatos de terror de Saki.


Los mejores relatos de terror de Saki.




La obra de H.H. Munro, mejor conocido como Saki (1870-1916) recrea a través de la ironía y lo macabro una sociedad victoriana que se acerca bastante a un universo improbable en donde todo es paradójicamente posible. Saki es uno de los grandes maestros del relato corto. Sus personajes están elegantemente delineados, así como la trama en la que se desarrollan. Quizás sea esa austeridad la que mejor define —por contraste— las maneras articuladas de la época que le tocó retratar.

Antes de pasar a los mejores relatos de terror de Saki, los dejamos con un comentario de Jorge Luis Borges acerca de las cualidades de este magnífico escritor:


«Con una suerte de pudor, Saki da un tono de trivialidad a relatos cuya íntima trama es amarga y cruel. Esa delicadeza, esa levedad, esa ausencia de énfasis puede recordar las deliciosas comedias de Wilde.»




Los mejores relatos de terror de Saki.




Relatos de Saki. I Relatos góticos.


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20 cuentos de fantasmas poco conocidos


20 cuentos de fantasmas poco conocidos.




Historias de fantasmas (Ghost Stories) agrupa una serie de 20 cuentos de fantasmas poco conocidos; así como otros recopilados en innumerables antologías.

La selección queda justificada con la inclusión de algunas rarezas dignas de mención.







20 cuentos de fantasmas poco conocidos.
Ghost Stories.
  • Corazones perdidos (Lost Hearts, M.R. James)
  • ¿Fué un sueño? (Guy de Maupassant)
  • La Abadía de Thurnley (Thurnley Abbey, Perceval Landon)
  • La bestia con cinco dedos (The Beast with Five Fingers, William Fryer Harvey)
  • La pata de mono (The Monkey's Paw, W.W. Jacobs)
  • Señora Lunt (Mrs. Lunt, Hugh Walpole)
  • Abandonado en la oscuridad (Left in the Dark, John Gordon)
  • El abogado y el fantasma (The Lawyer and the Ghost, Charles Dickens)
  • El emisario (The Emissary, Ray Bradbury)
  • El espejo de John Pettigrew (John Pettigrew's Mirror, Ruth Manning-Sanders)
  • El flautista a las puertas del alba (The Piper at the Gates of Dawn, Kenneth Grahame)
  • El llamado en la puerta de Manor (Franz Kafka)
  • El pequeño perro amarillo (The Little Yellow Dog, Mary Williams)
  • El perro de Shepherd (The Shepherd's Dog, Joan Marsh)
  • La bruja del ayer (Yesterday's Witch, Gahan Wilson)
  • Los lirios (The Lilies, Alison Prince)
  • No está en casa (Not At Home, Jean Richardson)
  • Señorita Montaña (Miss Mountain, Philippa Pearce)
  • Sredni Vashtar (Sredni Vashtar, Saki)
  • Una legión va marchando (A Legion Marching By, John Hynam)
  • Un par de manos (A Pair of Hands, Arthur Quiller-Couch)




Antologías. I Relatos de fantasmas.


El análisis y resumen del libro: Historias de fantasmas (Ghost Stories) fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com



Lo más visto esta semana en El Espejo Gótico:

Análisis de «Christabel» de Samuel Coleridge.
Poema de Elizabeth Akers Allen.
Relato de Carl Jacobi.


Poema de Amy Lowell.
Poema de Dora Sigerson Shorter.
Poema de Thomas Lovell Beddoes.