Elizabeth Barrett Browning: poemas, libros, biografía


Elizabeth Barret Browning: poemas, libros, biografía:




La vida de Elizabeth Barret Browning (1806-1861) no tiene paralelos con la de otros poetas de su época; y su personalidad, aunque ampliamente comentada por los cronistas, aún permanece cubierta de brumas y extrañas ficciones.

Lo único cierto es que Elizabeth Barrett Browning fue una de las grandes poetisas de la literatura inglesa y protagonista de una de las historias de amor más destacadas de la era victoriana junto a Robert Browning.

Estos son los mejores poemas de Elizabeth Barrett Browning en nuestra biblioteca.



Elizabeth Barrett Browning: poemas:


Elizabeth Barrett Browning: antologías, libros, biografías:
  • Adecuación (Adequacy)
  • A George Sand (To George Sand)
  • Alegría impartida por el corazón (Cheerfulness Taught By Reason)
  • Amor y matrimonio (Love and Marriage)
  • Aurora Leigh (Aurora Leigh)
  • Cambio sobre el cambio (Change Upon Change)
  • Caminata a orillas del mar (A Sea-Side Walk)
  • Cartas de Elizabeth Barrett Browning (Letters of Elizabeth Barrett Browning)
  • Cartas de Elizabeth Barrett Browning y Robert Browning (Letters of Robert Browning and Elizabeth Barrett)
  • Consolación (Consolation)
  • Coro de espíritus del Edén (Chorus of Eden Spirits)
  • De profundis (De Profundis)
  • Descontento (Discontent)
  • Dolor en el placer (Pain In Pleasure)
  • Dos poemas (Two Poems)
  • El drama del exilio y otros poemas (A Drama of Exile and other Poems)
  • El hilado de un año (A Year's Spinning)
  • Elizabeth Barrett Browning: cartas a su hermana (Elizabeth Barrett Browning: Letters to Her Sister)
  • El misterio de la vida humana (Human Life’s Mystery)
  • El serafín y otros poemas (The Seraphim and Other Poems)
  • Exageración (Exaggeration)
  • Insuficiencia (Insufficiency)
  • La batalla de Maratón: poema (The Battle of Marathon: A Poem)
  • La esposa de Lord Walter (Lord Walter's Wife)
  • La rosa y el zafiro (The Rose and Zephyr)
  • Las deficiencias de una mujer (A Woman's Shortcomings)
  • Las ventanas de Casa Guidi (Casa Guidi Windows)
  • Llanto por los niños (The Cry of the Children)
  • Lo irreparable (Irreparableness)
  • Los gemelos (The Twins)
  • Los poetas cristianos griegos y los poetas ingleses (The Greek Christian Poets and the English Poets)
  • Los requerimientos de un hombre (A Man's Requirements)
  • Madre y poeta (Mother and Poet)
  • Maldición para una nación (A Curse For A Nation)
  • Mi corazón y yo (My Heart and I)
  • Nuevos poemas de Elizabeth Barrett Browning y Robert Browning (New Poems by Robert Browning and Elizabeth Barrett Browning)
  • Pasado y futuro (Past and Future)
  • Poemas (Poems)
  • Poemas ante el Congreso (Poems Before Congress)
  • Primeros poemas de Elizabeth Barrett Browning (The Earlier Poems of Elizabeth Barrett Browning)
  • Prometeo encadenado (Prometheus Bound)
  • Retrato de Wordsworth (On A Portrait Of Wordsworth)
  • Solo un rizo (Only a Curl)
  • Sonetos del portugués (Sonnets from the Portugese)
  • Stanzas a la muerte de Lord Byron (Stanzas on the Death of Lord Byron)
  • Últimos poemas (Last Poems)
  • Una rosa muerta (A Dead Rose)
  • Una súplica por las escuelas Ragged de Londres (A Plea for the Ragged Schools of London)
  • Un ensayo sobre la mente (A Essay on Mind)
  • Un instrumento musical (A Musical Instrument)
  • Un niño duerme (A Child Asleep)
  • Veintidós cartas inéditas de Elizabeth Barrett Browning (Twenty-Two Unpublished Letters of Elizabeth Barrett Browning)


Como muchas mujeres de la época, Elizabeth Barrett Browning fue educada en el hogar. Allí, bajo la atenta mirada de Hugh Stuart Boyd, un vecino de la familia, logró dominar la literatura clásica antes de cumplir los 14 años.


En esos primeros años de adolescencia Elizabeth Barrett Browning contrajo una extraña enfermedad pulmonar. Muchos coinciden en que se trató de tuberculosis, pero no todos se ponen de acuerdo en este punto, ya que otros historiadores afirman que el mal que la aquejaba era una lesión en la columna vertebral producida por una caída.

Lo cierto es que su familia consideró que sus facultadas estaban limitadas. Se la recluyó en el hogar, y desde entonces fue tratada como una inválida.

El escenario donde Elizabeth Barrett Browning pasaba sus días era abrumadoramente silencioso; los muros de la casa se cerraban a su alrededor, los criados, bajo las estrictas órdenes del padre, sólo tenían permitido susurrar para no alterar los nervios de la joven.

Casi podría decirse que en esas condiciones era muy difícil no considerarse enferma.

El carácter de Elizabeth Barrett Browning era de una mansedumbre sobrecogedora. Pronto se resignó a su condición solitaria y jamás cuestionó las imaginarias limitaciones impuestas por los médicos.

Su padre, un hombre pragmático y lleno de sabios ideales sobre lo que debía o no hacer una mujer, era una presencia omnisciente en la casa.

Creía que el deber de su hija era resignarse y prohibió que recibiese visitas por temor a que despertasen en ella nuevas dolencias.

Así fue que Elizabeth Barrett Browning se convirtió en una prisionera, en una fantasmagoría cuyo único regocijo consistía en audaces expediciones a la biblioteca de su padre, dónde su espíritu se saciaba de dolorosos estíos azules y profundas bóvedas nocturnas.

La figura de Elizabeth Barrett Browning comenzó a crecer en aquella biblioteca: su inteligencia prodigiosa y su gran curiosidad la llevaron a extraviarse y reencontrarse en la literatura. No sabemos cuando oyó por primera vez el llamado de la poesía, pero sí sabemos que en alguna perdida entre viejos volúmenes, con su pálida piel acariciada por la luz de una tibia lámpara, Elizabeth Barrett Browning urdió sus primeras fantasías.

En 1844 las visiones de Elizabeth Barrett Browning fueron conjuradas en una hermosa antología en dos partes, titulada sencillamente: Poemas (Poems).

Robert Browning, de quien ya hemos hablado, leyó los poemas de Elizabeth Barrett y quedó profundamente conmovido por su dulzura y musicalidad.

Presa de aquella romántica impresión, el poeta le escribió una bellísima carta, de la cual sólo citaremos una línea, acaso la que marcaría la vida de ambos para siempre:

Adoro sus versos con todo mi corazón, querida miss Barrett, así como la amo a usted.

Así comenzó una de las relaciones epistolares más románticas e intrincadas de la historia.

Ambos utilizaban una infinidad de términos oscuros en sus cartas, con constantes citas a los clásicos griegos. Poco a poco fueron creando un lenguaje común, propio de todos los enamorados, salvo que en este caso se trataba de la lengua de los poetas.

Cierta tarde, Elizabeth Barrett se dispuso cómodamente a leer una nueva carta de su platónico amante. En ella, Robert Browning le comunicó su firme intención de conocerla.

Ella reaccionó con gran angustia, ya que siempre se había visto ajena al cortejo masculino. En una apresurada carta Elizabeth Barrett le respondió que el encuentro sería imposible, asegurando que los médicos le tenían prohibido cualquier encuentro social, y más aun si éste era con un desconocido.

Pero Robert Browning no cedió.

Con una astucia que sólo proveen la desesperación y el amor, le respondió que entendía la posición de los médicos, es decir, que evitara el contacto con desconocidos, pero que seguramente no se opondrían a que salga a pasear con su prometido.

No había manera de negarse a semejante propuesta.

Elizabeth Barrett y Robert Browning acordaron en salir a pasear en coche: solos, sin damas de compañía ni molestos criados que viniesen a importunar aquel primer momento de intimidad.

Por lo que comentan sus biógrafos, tampoco su padre estuvo al tanto del encuentro. Como es sabido, ciertas cadenas pierden eficacia ante el amor.

Imaginamos la angustia y la ansiedad de Elizabeth Barrett minutos antes de encontrarse con su amado. Hacía años que no salía a la calle, y realmente temía sufrir una indisposición en un momento tan inoportuno.

Primero caminaron algunos metros en silencio, luego ella posó una mano sobre un árbol y verificó que el aire fresco no la perjudicaba.

Esa misma tarde acordaron en escaparse.

Se casaron en secreto y a los pocos días huyeron a Italia.

Su padre nunca perdonó lo que consideraba una traición. Cada carta que Elizabeth Barrett le enviaba era prolijamente quemada. Su orgullo no cedió en ningún momento, ni siquiera cuando los padecimientos de su hija se agravaron peligrosamente.

La pareja participó activamente en la vida social de Italia, y ambos apoyaron fervientemente su lucha contra Austria.

Vivieron en una felicidad que no tuvo precedentes en sus vidas. Florencia les brindó un refugio paradisíaco, y allí pasaron los quince años de matrimonio que compartieron.

A comienzos de 1861, las dolencias de Elizabeth Barrett Browning fueron intensificándose y a mediados de ese año su voluntad finalmente se quebró.

Su cuerpo fue enterrado en el cementerio protestante de Florencia pero su alma siguió agitándose en los versos de su marido, Robert Browning, y aun persiste, brillante e incansable, en los corazones de quienes nos hemos sentido acompañados por sus poemas.




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El resumen, análisis y traducción al español de todos los poemas de Elizabeth Barrett Browning fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

1 comentarios:

Unknown dijo...

Tu cultura me subyuga,amigo de las letras.



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