Estremecedoras últimas palabras de 10 grandes autores


Estremecedoras últimas palabras de 10 grandes autores.




Resulta difícil imaginar que cualquiera de nosotros, en su lecho de muerte, tuviese el deseo o la voluntad de pronunciar una frase para la posteridad. Por otro lado, también se presenta el problema de la sincronicidad. Uno puede creer que está a punto de morir y, entre balbuceos y esputos sanguinolentos, formular una frase demoledora, y luego tener la mala fortuna de vivir uno o dos días más, o un mes, con lo cual el efecto quedaría bastante deslucido.

A propósito, hay quien recomienda que, al momento de sentir que la muerte se aproxima, es conveniente decir unas últimas palabras concebidas con anterioridad, y luego abstenerse de realizar mayores comentarios.

Pero lo cierto es que algunos sujetos son condenadamente originales, incluso en presencia de la muerte. A continuación, repasamos las mejores últimas palabras de 10 grandes autores.




10- Jane Austen (1775-1817)


Sin un diagnóstico claro (aunque hoy se cree que padecía la enfermedad de Addison), y presa de terribles dolores renales, Jane Austen, autora de Orgullo y prejuicio (Pride and Prejudice), agonizaba en la ciudad de Winchester. Cuando su hermana, Cassandra, se acercó a su lecho de muerte para preguntarle si quería algo, Jane Austen dijo sus últimas palabras:


Nada más que la muerte.
(Nothing, but death)



9- Lord Byron (1788-1824)


La muerte de Lord Byron se produjo gracias al aporte de médicos inescrupulosos. Un simple resfrío, mientras andaba a caballo, fue atendido con la aplicación de sanguijuelas en la frente, lo cual era bastante normal; pero como la fiebre no menguaba, se le colocaron docenas y docenas de sanguijuelas más en todo el cuerpo. Fue así que Lord Byron perdió varios litros de sangre y falleció en menos de veinticuatro horas. Sus últimas palabras, un tanto lacónicas, fueron las siguientes:


Ahora iré a dormir. Buenas noches.
(Now I shall go to sleep. Goodnight)



8- Elizabeth Barrett Browning (1806–1861)


Elizabeth Barrett Browning, la gran poetisa victoriana, sufrió desde muy joven una fuerte afección pulmonar. Si bien existen muchas especulaciones al respecto, la mayoría coincide en que padecía tuberculosis. Pasó gran parte de 1861 postrada. El 29 de junio de ese mismo año pronunció sus últimas palabras cuando su esposo, el poeta Robert Browning, se acercó a su cama para preguntarle cómo se sentía:


Hermosa.
(Beautiful)



7- Saki (1870-1916)


Saki —seudónimo de H.H. Munro— fue un notable autor de cuentos macabros. A pesar de que no estaba obligado, por su edad, de todos modos se alistó entre los Fusileros Reales, donde ejerció el cargo de sargento, y luchó en la Primera Guerra Mundial. El 13 de noviembre de 1916, durante la batalla de Beaumont Hamel, gritó sus últimas palabras a un compañero de trinchera, justo antes de ser alcanzado en la cabeza por la bala de un francotirador:


¡Apaga ese maldito cigarrillo!
(Put that bloody cigarette out)



6- Thomas Carlyle (1795-1881)


Thomas Carlyle fue un fantástico erudito escocés, autor del Sartor Resartus y otras obras inmortales. Su temperamento, de acuerdo a quienes lo conocieron, fue notablemente agrio, quizás debido a la úlcera estomacal que lo acompañó a lo largo de toda su vida adulta. El 5 de febrero de 1881, mientras se encontraba en su lecho de muerte en la ciudad de Londres, Thomas Carlyle pronunció sus últimas palabras; muy afines a su espíritu crítico:


Entonces, esto es la muerte. Bien.
(So, this is death. Well)



5- J.M. Barrie (1860–1937)


J.M. Barrie, autor de Peter Pan, contrajo de una devastadora neumonía que finalmente acabaría con su vida. Antes de unirse a la alegre tribu de los Niños Perdidos, ya postrado, el 19 de junio de 1937 le susurró sus últimas palabras a su amiga y secretaria personal, la escritora Cynthia Asquith:


No puedo dormir.
(I can’t sleep)



4- Franz Kafka (1883–1924)


Presa de los horribles sufrimientos de la tuberculosis de laringe, que lo obligaban a alimentarse principalmente de líquidos, Franz Kafka fue internado de urgencia en una clínica de la ciudad de Praga. El 3 de junio de 1924, atravesado por el dolor, exclamó sus últimas palabras al doctor que lo atendía, reclamándole una dosis letal de morfina:


¡Máteme, o de lo contrario será usted un asesino!
(Töte mich, oder du bist ein Mörder!)



3- Emily Dickinson (1830–1886)


Emily Dickinson pasó los últimos meses de su vida en cama debido a una afección hepática. En el proceso sufrió alucinaciones de todo tipo, la mayoría, horrendas, aunque de hecho enfrentó a la muerte con una entereza notable. Exactamente a las seis de la tarde del 15 de mayo de 1886, con el último aliento, susurró sus últimas palabras a su hermano, Austin:


Déjanos entrar; la niebla está subiendo.
(Let us go in; the fog is rising)



2- O. Henry (1862–1910)


O. Henry —seudónimo de William Sydney Porter— fue uno de los grandes escritores norteamericanos de su tiempo. Sufría de alcoholismo, diabetes, y finalmente de cirrosis, la cual finalmente lo llevaría a la tumba. Sus últimas palabras, pronunciadas en un hospital de la ciudad de Nueva York, evidencian su impresionante talento para escribir finales estremecedores:


Enciendan las luces, no quiero ir a casa en la oscuridad.
(Turn up the lights, I don’t want to go home in the dark)



1- Voltaire (1694–1778)


Voltaire —seudónimo del filósofo francés François-Marie Arouet— vivió una vida larga y plena, irreverente, en muchos casos, y también polémica, pero brillante desde todo punto de vista. En 1778, a los ochenta y tres años de edad, regresó a la ciudad de París. El 30 de mayo de ese mismo año comenzó a sentirse mal, y su estado de salud empeoró rápidamente. Sus allegados, temiendo por su alma inmortal, mandaron a llamar a un sacerdote.

Voltaire, que rechazaba la fe pero defendía la tolerancia por encima de todas las cosas, aceptó la visita; según algunos, por simple cortesía, otros, porque el filósofo no dejaba pasar ninguna ocasión para emitir sentencias demoledoras. Cuando el sacerdote le preguntó si estaba dispuesto a aceptar a Dios en su corazón y renunciar a Satanás, Voltaire respondió lo siguiente, minutos antes de morir:


Oh, no, este no es momento para hacer nuevos enemigos.
(Oh non, ce n'est pas le moment de se faire de nouveaux ennemis)




Autores con historia. I Taller de literatura.


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