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El «Efecto Milton» y la simpatía por el diablo


El «Efecto Milton» y la simpatía por el diablo.




Aceptémoslo: nos gustan los Villanos en la ficción. No cualquier Villano, desde luego, sino aquellos con los que podemos relacionarnos; o mejor dicho, aquellos donde resuena algo de nosotros mismos (ver: ¿Quién es el villano de la película).

Esta Simpatía por el Diablo no siempre existió. Hubo un hacedor, y un primer Villano icónico que forjó a todos los que vendrían luego: el Satanás de Milton en El Paraíso Perdido (Paradise Lost)

La principal característica de este Villano al que podemos admirar es que no es completamente malvado. Para Milton, esto se representa el splendor primiero, es decir, la chispa divina, angélica, que aun resplandece en Satanás luego de ser expulsado del cielo.

Su atractivo no está perdido. No es el monstruo de lengua bífida y aspecto desagradable de la Edad Media. Su luz no está enteramente perdida.


...él, por encima del resto, se erigió como una torre; su forma aún no había perdido todo su brillo original, ni parecía menos bello que un arcángel, como cuando el sol que amanece mira a través del brumoso aire horizontal, despojado de sus rayos, o desde detrás de la luna en tenues eclipses crepusculares sobre las naciones, dejando perplejos a los monarcas. Oscurecido así, brillaba; pero en su rostro se veían las profundas cicatrices del Trueno, pero, bajo las cejas de intrépido coraje y orgullo, esperaba su venganza.


La tristeza por la derrota ante los ejércitos celestiales solo ha ensombrecido su esplendor. Pero el Satanás de Milton es obstinado. Ni siquiera la humillación de la derrota ha logrado atenuar el fuego rebelde que arde en su interior:


... sus ojos siniestros, que fueron testigos de una gran aflicción y consternación, observan con un orgullo obstinado y un odio firme.


Este es el Efecto Milton, a través del cual nos rendimos ante el magnetismo del Villano, su rebeldía, su nobleza, ante su entereza frente una batalla que sabe que no puede ganar, pero que acomete de todos modos. Porque también hay una gloria en el intento de una gran empresa, a pesar de la derrota (ver: La atracción por lo Macabro en la ficción).

Milton le confiere a la figura de Satanás todo el encanto de un rebelde indómito (ver: Antihéroes en la ficción, el cine y la vida) que no se encuentra en los mitos bíblicos, y que acaso se aproxima mucho más al mito griego de Prometeo. Con Milton, el Maligno definitivamente asume un aspecto de belleza caída, de esplendor ensombrecido por la tristeza y la muerte; es un ser majestuoso entre las ruinas.

De este modo, el Adversario se vuelve extrañamente bello, pero no como un engaño, una ilusión vacía, sino en términos de una belleza maldita que se volverá un atributo permanente en él.

Los últimos vestigios de la lúgubre figura del demonio medieval, han desaparecido. Un nuevo Villano ha nacido.

J.R.R. Tolkien conocía perfectamente bien el Efecto Milton, razón por la cual evita que el lector conozca en profundidad a Sauron (ver: ¿Cómo era el aspecto de Sauron en realidad?). Poco es lo que sabemos de él, solo que sus intenciones son maliciosas, y que es un ser oscuro, sin rastros de su antigua gloria y esplendor. De este modo, podemos sentir curiosidad por Sauron, pero nunca admiración.

El Satanás de Milton también es un Villano opuesto al Horror Cósmico, con sus colosales seres interdimensionales que están más allá de nuestra comprensión, que no comparten ningún sentimiento humano (ver: Horror Cósmico: qué es, cómo funciona, y por qué el tamaño sí importa). El Satanás de Milton, por el contrario, siente dolor, tristeza, odio, sufrimiento, rencor, y todo un abanico de emociones con las cuales podemos relacionarnos mucho más fácilmente que con la inalterable bondad divina.

El grito de rebelión del Satanás de Milton no es una inversión de valores, es decir, una glorificación del mal. El Adversario, aquí, expresa como ningún otro personaje hasta entonces las complejidades y ambigüedades de la naturaleza humana.

Schiller, con mucha más sabiduría, lo resume de este modo:

Automáticamente nos ponemos del lado del perdedor; un artificio mediante el cual Milton, el panegirista del infierno, transforma por un momento incluso al más suave de los lectores en un ángel caído.


Percy Shelley va todavía más lejos:

Nada puede exceder la energía y la magnificencia del carácter de Satanás como se expresa en El Paraíso Perdido. Es un error suponer que este alguna vez pudo haber sido destinado a la personificación popular del mal. El diablo de Milton, como ser moral, es tan superior a su Dios como quien persevera en algún propósito que ha concebido como excelente, a pesar de la adversidad y la tortura.


Pero si el Satanás de Milton es un rebelde que inicia una guerra que no puede ganar, sabiendo que será vencido, entonces Dios asume la figura de un ser frío, seguro del triunfo, quien además de no arriesgar nada, vuelca toda su superioridad sobre su enemigo, sin siquiera reconocer el valor en él.

El Efecto Milton es un asunto delicado en la ficción. Identificarnos con el Villano, con aquel que sabemos que será el Perdedor, es algo que hacemos naturalmente cuando las condiciones son apropiadas. De algún modo, reaccionamos ante el Villano de manera opuesta al Dios de Milton: con compasión, admiración, y el secreto deseo (a veces manifiesto) de que triunfe algún día.




Taller gótico. I Mitología.


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«El Paraíso perdido»: John Milton; poema épico y análisis


«El Paraíso perdido»: John Milton; poema épico y análisis.




El Paraíso perdido (Paradise Lost) es un largo poema épico del escritor inglés John Milton (1608-1674), publicado en 1667; donde el autor desarrolla el punto central del mito bíblico.

Al principio, El Paraíso perdido nos ubica en el infierno, poco tiempo después del final de las Guerras Celestiales, cuando Satanás y sus seguidores fueron precipitados al abismo. La mayoría de los demonios se encuentran totalmente abatidos por la derrota ante los ángeles leales a Dios. Sin embargo, Satanás, el héroe insurgente, se alza como una voz atronadora en el páramo sombrío, estimulando a sus hermanos en la rebelión (ver: El «Efecto Milton» y la simpatía por el diablo).

Mediante un discurso impresionante, lleno de astucia y de sabiduría, Satanás consigue levantar la moral de su ejército vencido. Ante la imposibilidad de un enfrentamiento directo con Dios y sus ángeles, especialmente el arcángel Miguel, quien lo derrotó en un combate singular, el príncipe de las tinieblas decide vengarse golpeando a los seres más queridos por el creador: Adán y Eva.

De este modo, Satanás llega al Paraíso. Dios lo observa, naturalmente. Y Cristo, mucho antes de saber que debería encarnar en la tierra, también posa sus ojos sobre él.

En aquel paisaje de delicias, Satanás aprende la lengua de Adán y consigue averiguar la prohibición que pesa sobre el Árbol del Bien y del Mal, también conocido como Árbol del Conocimiento. En este punto, John Milton imagina a un Satanás sobrecogido, totalmente perplejo por la creación, y especialmente por la delicada belleza de Adán y Eva.

El cielo no permanece inactivo. El arcángel Rafael llega al Paraíso con noticias importantes: debe advertir a los primeros seres humanos de la llegada de Satanás. Aquí la historia del ángel caído es narrada extensamente.

El Paraíso perdido se vuelve lentamente en una epopeya poética que trasciende los límites de lo majestuoso: Por fin, Satanás encuentra a Eva, sola, y la seduce, la invita a saborear la prohibición con estas palabras terribles:


¿Qué nos prohíbe conocer? ¿Nos prohíbe el bien, nos prohíbe ser sabios? ¿Ha muerto, por ventura, la serpiente? Ha comido, y vive, conoce, habla, razona, discierne, cuando hasta aquí era irracional. ¿No habrá sido inventada la muerte más que para nosotros? ¿O será que el alimento intelectual que se nos niega esté reservado a las bestias? ¿Qué es, pues, lo que temo? ¿Acaso sé lo que debo hacer en la ignorancia en que me encuentro del bien y del mal, de Dios o de la muerte, de la ley o del castigo? Aquí crece el remedio de todo; ese fruto divino, de aspecto agradable, que halaga el apetito, y cuya virtud comunica la sabiduría. ¿Quién me impide que lo tome y alimente a la vez el cuerpo y el alma?


Con sus más de diez mil versos blancos, El Paraíso perdido es algo más que un poema épico, y ciertamente más que un desafío a las leyes de la métrica que imperaban en tiempos de John Milton. Es, en definitiva, el máximo exponente de la poesía heróica, cuya vasta tradición se extiende hasta un pasado increíblemente remoto, y cuyos ecos resuenan en la eternidad.




El Paraíso perdido.
Paradise Lost, John Milton (1608-1674)
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  • http://biblioteca.org.ar/libros/656292.pdf




Poemas góticos. I Poemas de John Milton.


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John Milton: poemas, ensayos, obras, libros


John Milton: poemas, ensayos, obras, libros.




John Milton (1608-1674) fue uno de los grandes ensayistas y poetas ingleses de todos los tiempos, igualado únicamente por William Shakespeare. La influencia de John Milton en la literatura, y especialmente en la poesía del romanticismo, fue notable. El paraíso perdido (Paradise Lost), su mejor poema, es también una una referencia obligatoria para todos los amantes de la poesía.

En esta sección de El Espejo Gótico daremos cuenta de los mejores poemas de John Milton; así también como de algunas obras y libros fundamentales.




John Milton: poemas, ensayos, obras:
  • El «Efecto Milton» y la simpatía por el diablo.
  • El paraíso perdido (Paradise Lost)
  • Areopagítica (Areopagitica)
  • Animadversiones, sobre el prelático episcopado (Animadversions, Of Prelatical Episcopacy)
  • Apología de Smectymnuus (Apology for Smectymnuus)
  • Arcades (Arcades)
  • Arte de la lógica (Artis logicae plenior institutio)
  • Carta para un amigo (A Letter to a Friend)
  • Colasterion (Colasterion)
  • Colección de Poemas de Mr. John Milton, en inglés y en latín (Poems of Mr John Milton, Both English and Latin)
  • Comus (Comus)
  • Cuando considero cómo se agota mi luz (When I Consider How My Light is Spent)
  • Defensa (Defensio)
  • Defensa de mí mismo (Defensio Pro Se)
  • Doctrina y disciplina del divorcio (Doctrine and Discipline of Divorce)
  • El alegre (L'Allegro)
  • El ejercicio de la magistratura y el reinado (The Tenure of Kings and Magistrates)
  • El juicio sobre el divorcio de Martín Bucer (Judgement of Martin Bucer Concerning Divorce)
  • El paraíso recobrado (Paradise Regained)
  • El pensativo (Il Penseroso)
  • Epitaphium Damonis (Epitaphium Damonis)
  • Historia de Bretaña (History of Britain)
  • Iconoclasta (Eikonoklastes)
  • La doctrina cristiana (De Doctrina Christiana)
  • La razón del gobierno de la Iglesia (The Reason for Church Government)
  • Lo más lógico es remover a los castristas de la Iglesia (The Likeliest Means to Remove Hirelings from the Church)
  • Lycidas (Lycidas)
  • Oratorio pro Arte (Oratorio pro Arte)
  • Poemas, sobre distintas ocasiones (Poems, Upon Several Occasions)
  • Primera defensa (Defensio pro populo Anglicano)
  • Reformas de la disciplina de la Iglesia en Inglaterra (Of Reformation touching Church Discipline in England)
  • Sanson Agonista (Sanson Agonista)
  • Segunda defensa (Defensio Secunda)
  • Sobre la educación (Of Education)
  • Sobre la mañana del nacimiento de Cristo (On the Morning of Christ's Nativity)
  • Sobre la Reformación (Of Reformation)
  • Sobre la última masacre en Piedmont (On the Late Massacre in Piedmont)
  • Sobre la verdadera religión (Of True Religion)
  • Sobre Shakespeare (On Shakespeare)
  • Sobre su ceguera (On His Blindness)
  • Sobre su esposa muerta (On His Dead Wife)
  • Tetrachordon (Tetrachordon)
  • Tiempo (Time)
  • Tratado del poder civil en causas eclesiásticas (A Treatise of Civil Power)
  • Una música solemne (At a Solemn Musick)
  • Un tratado sobre el poder civil (A Treatise of Civil Power)




Autores en El Espejo Gótico. I Autores con historia.


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Gustavo Doré: wallpapers e ilustraciones


Gustavo Doré: wallpapers e ilustraciones.




En nuestra galería de ilustradores fantásticos no podía estar ausente Gustavo Doré (1832-1883) y sus magníficas ilustraciones clásicas, entre ellas: la Divina comedia, Lord Byron, El paraíso perdido de John Milton, William Shakespeare, Thomas Hood, Alfred Tennyson; y tal vez la más importante de todas: El cuervo de Edgar Allan Poe ilustrado por Gustavo Doré.

A continuación compartimos algunas excelentes ilustraciones y wallpapers de Gustavo Doré.





















Wallpapers góticos. I Imágenes góticas.


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"Proverbios del infierno": William Blake; poema y análisis


"Proverbios del infierno": William Blake; poema y análisis.




Proverbios del infierno (Proverbs of Hell) es un fragmento de la colección de poemas del ilustrador y poeta inglés William Blake: El matrimonio del cielo y el infierno (The Marriage of Heaven and Hell), compuestos en los últimos años del siglo XVIII.

El título de esta obra, por cierto, uno de los más destacados poemas de William Blake, hace referencia al trabajo teológico de Emanuel Swedenborg: El cielo y el infierno (De Caelo et Ejus Mirabilibus et de inferno, ex Auditis et Visis), donde el místico asegura haber sido invitado a recorrer las maravillas del cielo y las tremendas desdichas y tormentos del infierno.

La estructura propuesta por Swedenborg contradice la visión cósmica del pensamiento de William Blake, poco inclinado a aceptar las estructuras convencionales de la moral reinante.

Contrario a las visiones de John MiltonEl paraíso perdido (Paradise Lost)— y DanteLa divina comedia—, la concepción del infierno de William Blake no apunta hacia un siniestro lugar de castigo, sino a una fuente arcana de fuerzas primordiales, de energías en estado puro, en cierta forma, dionisíacas, opuestas a la autoridad represiva del Cielo.

Esa es la naturaleza de los Proverbios del infierno: una manifestación de sabiduría que objeta y rechaza el autoritarismo regulador de Dios bajo la forma de extraordinarios y provocativos proverbios.



Proverbios del infierno.
Proverbs of Hell, William Blake (1757-1827)

La cólera del león es la sabiduría de Dios.

La desnudez de la mujer es obra de Dios.

El exceso de pena ríe; el exceso de dicha llora.

El rugir de los leones, el aullido de los lobos, el oleaje furioso del mar huracanado y la espada destructora son porciones de la eternidad demasiado grandes para que las aprecie el ojo humano.

El zorro condena a la trampa, no a sí mismo.

El júbilo impregna; las penas procrean.

Que el hombre vista la melena del león y la mujer el vellón de la oveja.

Para el pájaro el nido, para la araña su tela, para el hombre la amistad.

El egoísta y sonriente necio y el necio que frunce malhumorado el ceño han de considerarse sabios, que podrían ser cetros.

Lo que hoy está probado, en su momento era sólo algo imaginado.

La rata, el ratón, el zorro y el conejo vigilan las raíces; el león, el tigre, el caballo y el elefante vigilan los frutos.

La cisterna contiene; el manantial rebosa.

Un pensamiento llena la inmensidad.

Presto has de estar para decir lo que piensas que así el ruin te evitará.

Todo lo que es posible creerse es imagen de la verdad.

Nunca el águila malgastó tanto su tiempo como cuando se avino a aprender del cuervo.

El zorro provee para sí mismo; pero Dios provee para el león.

Piensa por la mañana, actúa a mediodía, come al anochecer y duerme por la noche.

Quien ha sufrido tus imposiciones, te conoce.

Como el arado sigue a las palabras, Dios recompensa las plegarias.

Los tigres de la ira son más razonables que los caballos de la instrucción.

Del agua estancada espera veneno.

No sabrás lo que es bastante hasta saber lo que es más que suficiente.

¡Escucha los reproches de los tontos! ¡Forman un título regio! Los ojos del fuego, las narices del aire, la boca del agua las barbas de la tierra.

El débil en coraje es fuerte en astucia.

El manzano nunca pregunta al haya cómo ha de crecer tal como el león no interroga al caballo sobre cómo atrapar la presa.

Quien recibe agradecido da copiosas cosechas.

Si otros no hubiesen sido tontos, tendríamos que serlo nosotros.

El alma de la dulce delicia no puede mancillarse. ver un águila ves una porción de genio. ¡Alza la cabeza!

Tal como la oruga elige las hojas mejores para depositar en ellas sus huevos, el sacerdote reserva su anatema para las mejores dichas.

Crear una florecilla es labor de eras.

La condena estimula, la bendición relaja.

El mejor vino es el más añejo; la mejor agua, la más nueva.

¡Las oraciones no aran!

¡Los elogios no cosechan!

La cabeza es lo Sublime; el corazón, lo patético; los genitales, la Belleza; manos y pies son la Proporción.

Como el aire es al ave o el mar al pez es el desdén para el despreciable.

El cuervo quisiera que todo fuese negro; el buho, que todo fuese blanco.

La exuberancia es belleza.

Si el león recibiese consejos del zorro, sería astuto.

El perfeccionamiento traza caminos rectos; pero los torcidos y sin perfeccionar son los caminos del genio.

Mejor matar a un niño en su cuna que alimentar deseos que no se llevan a la práctica.

Donde no está el hombre, la naturaleza es estéril.

La verdad nunca puede decirse de modo que sea comprendida sin ser creída.

¡Basta! o demasiado.

Los antiguos poetas animaban todos los objetos sensibles con dioses o genios. Les prestaban nombres de bosques, ríos, montañas, lagos ciudades, naciones y de todo lo que sus dilatados y numerosos sentidos podían percibir, y en particular estudiaban el genio de cada ciudad o país y los colocaban bajo el patrocinio de su divinidad mental. Hasta que se formó un sistema del cual algunos se aprovecharon para esclavizar al vulgo pretendiendo comprender o abstraer las divinidades mentales de sus objetos. Así comenzó el sacerdocio. Que escogió formas de culto tomándolas de cuentos poéticos. Hasta que por fin sentenciaron que eran los dioses quienes habían ordenado aquello. Así los hombres olvidaron que todas las deidades residen en el pecho humano.




Más poemas de William Blake. I Poemas góticos.


Más poesía gótica:
El resumen del libro de William Blake: Proverbios del infierno (Proverbs of Hell) fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

¡Pan no ha muerto!


¡Pan no ha muerto!




Pan era el dios de los bosques, de los rebaños y los pastores. Habitaba en hondas grutas, deambulaba alégremente por valles y montañas, y se divertía cazando y bailando con sus adoradas ninfas.

Por su propia naturaleza ambigua, Pan era un espíritu tan sensible como disoluto. Su profundo amor por la música lo llevó a crear la flauta del pastor, la cual ejecutaba con majestuoso virtuosismo.

Al igual que muchas otras deidades de la naturaleza, Pan era reverenciado y temido por aquellos cuyas ocupaciones los obligaban a atravesar los bosques de noche. El viajero, temeroso ante la majestad nocturna, sintiéndose pequeño y vulnerable bajo el sombrío ulular del viento entre las hojas, caminaba intentando dominar la inquietud que le devoraba las entrañas.

A veces, el sonido de una rama quebrada provocaba en el caminante un terror negro e informe, que los griegos llamaron Pánico.

El nombre de Pan significa, literalmente, "todo" , y tal vez por eso llegó a ser considerado como un símbolo del universo y la esencia misma de la naturaleza. Más tarde, durante la Edad Media, se lo recordó como una representación de todos los dioses y acaso del paganismo en su conjunto.

John Milton, en su bellísima descripción de la Creación, alude así a Pan como personificación de la naturaleza:

El Universal Pan
danzando con las Gracias y las Horas
conduce la Eterna Primavera.




Y hablando de la morada de Eva, añade:


...en una Sombría cúpula
más sagrada o retirada, pensada pero fingida,
Pan nunca duerme, ni ninfas ni faunos merodean.




Pan fue uno de los dioses griegos más asociados a la música. Adoraba particularmente las melodías rústicas y campestres, en las cuales se destacaba por su gran simpleza y a la vez por su penetrante sensibilidad.

Veamos ahora porqué se le atribuye a Pan la creación de la Flauta del Pastor, mejor conocida como Siringa.

Existía una ninfa llamada Siringa, muy adorada por los sátiros y otros espíritus del bosque; pero ella, cómo fiel devota de Artemis, se mantenía casta y alejada de las pasiones.

Cierto día, cuando regresaba de cazar, Siringa se encontró inesperadamente con Pan. Apenas el dios posó su mirada en sus bellas formas, la ninfa huyó sin detenerse ante ruegos ni galantes palabras. Pan la persiguió hasta alcanzarla en la orilla de un río. Ella clamó por la ayuda de sus amigas, las ninfas acuáticas, quienes oyeron el clamor y acudieron.

Cuando Pan, encendido por el deseo, rodeó con los brazos la cintura de Siringa, descubrió que en realidad se aferraba a un manojo de cañas que crecen en el litoral.

Pan emitió entonces un largo y hondo suspiro. El aire fluyó a través de las cañas como una sombría melodía. Triste y derrotado, unió con infinito cariño los delicados brotes, y llamó a su creación Siringa, en honor a su inasible amada.

Así nos relata John Keats el terrible dolor de Pan:

Pobre Ninfa (pobre Pan); como lloró él
al no encontrar nada más que un
encantador suspiro de viento
que susurraba a media voz
a lo largo del río
lleno de dulce desolación, balsámico dolor.



Una de las cualidades más hermosas de los mitos en general, y de los mitos griegos en particular, es el hecho de vislumbrar detrás de las operaciones de la naturaleza la acción sutil de una deidad.

La exuberante imaginación de los griegos pobló todas las regiones de la Tierra y el mar con divinidades fabulosas, seres fantásticos que participaban activamente en el devenir humano. En ocasiones, la sutileza de éstos dioses era ensombrecida por la grandeza de los mitos Olímpicos, sin embargo, los diminutos Señores de la Naturaleza estaban siempre presentes en los corazones de la gente de campo; cómo las Hamadríades, aquellas dulces y efímeras criaturas que perecían con los árboles que habían sido su morada, y en los cuales habían nacido, convirtiendo en un acto de impiedad destruir un árbol sin plantar otro.

A veces, cuando cierta melancolía nos induce a sentirnos poetas, nos arrepentimos del cambio de radical que ha sufrido nuestra mentalidad respecto a la naturaleza.

Ver a un dios operando en cada flor, imaginar que detrás de cada roca, de cada grano de arena, habita un pequeño inmortal, austero y oficioso, es ciertamente más conmovedor que hablar de leyes y procesos naturales.

Cuando éstas ideas nos invaden sentimos que el corazón ha pagado el precio por todo todo lo que la razón ha ganado.

El poeta William Wordsworth expresa magníficamente este sentimiento de pérdida:

Gran Dios, preferiría ser un pagano,
educado el el credo desechado.
Así me sentiría menos triste,
en éste sombrío y delicioso prado.



Existe una antigua tradición cristiana que cuenta que cuando el ángel anunció a los pastores de Belén el nacimiento de Cristo, un profundo lamento se oyó por todas las islas de Grecia. Se dice que en ese instante se produjo la muerte de Pan, que toda la realeza del Olimpo fue desterrada, y las diversas deidades y criaturas fantásticas fueron sentenciadas a vagar por la fría oscuridad del olvido.

La poetisa Elizabeth Barret Browning confirma esa secreta certidumbre:

Por tu Belleza que confiesa
que alguna belleza principal te ha Conquistado,
por nuestras grandes y Heróicas ideas,
por tu falsedad ante la Verdad,
no lloraremos, y la tierra Nombrará
un heredero para las aureolas de los Dioses,
Y Pan ha Muerto.

La Tierra ha olvidado las míticas fantasías
que Cantaba en su juventud,
y aquellos Hermosos cuentos
pierden su Belleza al lado de la verdad.
¡El carro de Apolo ya no correrá más!
¡Contemplad, poetas, al sol!
Y Pan ha Muerto.



Pero acaso no todo esté perdido para los antiguos dioses.

Ciertamente perdieron sus antiguos cultos. Ya nadie les otorga ofrendas. Los altares yacen en ruinas. Todo lo que una vez fue grande y hermoso hoy está sepultado. Sin embargo, algunos sutiles pensadores han vislumbrado una posibilidad diferente.

Los viejos y cansados dioses paganos han abandonado los templos, pero no han muerto.

Ya no recorren los etéreos palacios con la nobleza de antaño. la sangre y las promesas de devoción los horrorizan. Ahora vagan libres de toda responsabilidad. Las plegarias no los convocan, los ruegos son ignorados. Pero su ausencia es solo aparente, jamás podrían abandonar a sus amados mortales. Se ocultan ante las multitudes pero acompañan en secreto a los espíritus tristes y melancólicos. Los arropan mientras éstos se hunden en las páginas de algún libro olvidado. Los cobijan ante el desamparo de la existencia moderna. Aborrecen la Ambrosía. Ahora se alimentan de sueños. Entregaron las llaves de la fe al cristianismo para ascender al único Olimpo verdaderamente indestructible: la poesía.

¿Quién es Peter Pan, y sobre todo sus niños perdidos, sino el viejo dios Pan que pastorea con su corte por tierras donde nunca jamás podrán ser alcanzados por las flechas de la razón?

Sobre las solitarias Montañas y las sonoras Costas,
se escuchaba un Lastimero llanto.
Es el Genio que entre Suspiros
abandona sus Valles de álamos Blancos,
y las Ninfas,
envueltas en guirnaldas de Flores,
entre los arbustos lloran.


John Milton (1608-1674)






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