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Lovecraft, Hazel Heald, y una cena a la luz de las velas.


Lovecraft, Hazel Heald, y una cena a la luz de las velas.




¿Quién dijo que el flaco de Providence no podía apreciar y disfrutar un poco de romance? Bueno, a decir verdad, él mismo; pero eso no impidió que tuviera su cena a la luz de las velas con una mujer sobre la que no se sabe casi nada [ver: Lovecraft y Winifred Jackson: ¿una historia de amor?]

En algún momento de la primavera de 1932, surgió una nueva y prometedora clienta para los trabajos de revisión de H.P. Lovecraft, no porque mostrara algún talento especial para convertirse en escritora por derecho propio, sino porque le daría trabajo con regularidad. Su nombre era Hazel Heald (1896-1961), una mujer de la que no se sabe casi nada. Nació y aparentemente pasó la mayor parte de su vida en Somerville, Massachusetts y, hasta donde sé, no publicó nada aparte de los cinco relatos que Lovecraft revisó [o escribió] para ella [ver: Relatos de Lovecraft escritos en colaboración]

Hazel Heald comenzó su correspondencia y colaboración con Lovecraft en 1932. No solo fue una relación a distancia, sino que llegaron a conocerse en persona a través de C. M. Eddy Jr. Según este, Hazel Heald se enamoró perdidamente de Lovecraft, pero sus insinuaciones fueron ignoradas por el flaco de Providence [ver: En la cama de Lovecraft]

A diferencia de Zealia Bishop y Sonia Greene [ver: Lovecraft y Sonia: una historia de amor], Hazel Heald no escribió sus memorias sobre Lovecraft, por lo que no está claro cómo se puso en contacto con él y cómo eran sus relaciones profesionales o personales. Muriel Eddy [si es que podemos confiar en ella en este punto] informa que Hazel Heald se había unido a un club de escritores establecido por los Eddy, y que C.M. Jr. la contactó con Lovecraft. Años después, Murial Eddy sostuvo que Hazel Heald le confió un vago interés romántico en Lovecraft; y que hasta logró persuadir al flaco de Providence para que fuera a su casa en Somerville en una ocasión, cuando organizó una cena a la luz de las velas para él.

No podemos estar seguros de la veracidad de esa afirmación, dada la aparente falta de inconsistencia de Muriel Eddy en otros asuntos; de hecho, lo único que sugiere algún tipo de participación romántica entre Hazel Heald y Lovecraft [unilateral, desde luego] es una mención en una carta a Duane W. Rimel a fines de 1934, en la que Lovecraft comenta sobre la desaparición del gato de Hazel Heald, el cual habría ingerido algún tipo de alimento en mal estado. «Una especie de frenesí se apoderó del animal y salió corriendo de la casa, para no ser visto nunca más», comenta Lovecraft, quien era un verdadero amante de los gatos [ver: Lovecraft, los gatos y un paseo por Ulthar]

El comentario del gato no es superficial. Sugiere que la correspondencia entre ambos no era estrictamente sobre asuntos comerciales; pero, por otro lado, tampoco lo eran sus cartas a Zealia Bishop, de quien nadie sospecha que estuviese enamorada de Lovecraft. En cualquir caso, Lovecraft estaba programando reunirse con Hazel Heald en Somerville, luego regresar de un viaje a Quebec a principios de septiembre. Esta reunión, por supuesto, pudo haber sido de índole profesional. El hecho de que Lovecraft se refiera a ella como «Señora Heald» sugiere que estaba divorciada o que era viuda.

Sin duda, los trabajos de «revisión» de Lovecraft fueron pagados [irregularmente] por Hazel Heald, a pesar de que esas historias tardaron años en publicarse. En sus cartas, Lovecraft no se queja de ningún atraso en los pagos, como sí lo hizo con Zealia Bishop. En cualquier caso, el flaco de Providence siguió refiriéndose a Hazel Heald en tiempo presente, como clienta, hasta el verano de 1935, aunque no parece que haya trabajado mucho para ella después del verano de 1933 [ver: Relatos de los Mitos de Cthulhu escritos en colaboración]

En ese punto, la carrera de Lovecraft no avanzaba precisamente bien. Solo publicó un relato en 1932 [Los sueños en la casa de la bruja (The Dreams on the Witch-House)], y ninguno en la primera mitad de 1933 [excluyendo la colaboración A través de las puertas de la llave de plata (Through the Gates of the Silver Key)]. No está claro cuántos ingresos le aportó el trabajo para Hazel Heald, pero el siguiente comentario de Lovecraft a Donald Wandrei menciona que, a mediados de febrero de 1933, «mi tía [Annie] y yo tuvimos un coloquio desesperado sobre las finanzas familiares». El hecho de que Lovecraft y Annie no pudieran costear el alquiler [$10 por semana] dice mucho sobre las penurias económicas que estaban atravesando.

En una carta de Hazel Heald a August Derleth, fechada el 31 de marzo de 1937, poco después de la muerte de Lovecraft, podemos leer lo siguiente:


[Lamento mucho no haber guardado sus cartas, pero mudarme de un lugar a otro lo hizo imposible. Como algunas de ellas eran personales, no quería que estuvieran cerca para que otros las leyeran, quizás, después de que deje esta vida terrenal. A veces se dejan cartas que parecen sagradas para los propietarios, pero otros las ven bajo una luz diferente.]


Hazel Heald, decíamos, la clienta más importante de H. P. Lovecraft. Entre 1932 y 1937, cinco relatos aparecieron bajo el nombre de Hazel Heald: El hombre de piedra (The Man of Stone), Horror en el museo (The Horror in the Museum), Muerte alada (Winged Death), Más allá de los eones (Out of the Æons), y Horror en el cementerio (The Horror in the Burying-Ground). El último se publicó aproximadamente un mes después de la muerte de Lovecraft. A pesar de todo eso, se sabe relativamente poco sobre la correspondencia entre ambos. Lovecraft no parece haber guardado sus cartas y ella no guardó las suyas, en este caso, debido a que «algunas de ellas eran personales».

Es una pista austera, pero nos permite concluir que, al menos desde el lado de Hazel Heald, la correspondencia entre ambos no solo era de índole profesional, sino también personal.

Muriel C. Eddy [en unas memorias muy cuestionables, tituladas: El caballero de Angell Street (The Gentleman from Angell Street)], recuerda lo siguiente:


[En ese mismo año, 1932, formé mi propio club de escritores de Nueva Inglaterra, y uno de mis miembros, una divorciada, estaba muy ansiosa por triunfar. Me envió un manuscrito original con una trama muy aceptable, pero contada de manera poco convincente y aficionada. Dejé que Lovecraft lo leyera cuando vino a nuestra casa en Pearl Street, y estuvo de acuerdo en que tenía posibilidades. Le escribí de vuelta a Hazel Heald y le conté que H.P.L. (agregando que él también estaba divorciado) podría revisarle el manuscrito de El hombre de piedra ¡Ella estaba encantada!.]


A propósito de este primer encuentro, Hazel Heald comenta a August Derleth en una carta fechada el 25 de marzo de 1937:


[Yo era una principiante y tuve la suerte de encontrar HPL, que sin duda era el mejor que se podía encontrar. Era un crítico severo, pero yo sabía que si él me ayudaba, el editor seguramente aceptaría mis relatos. Por ejemplo, tuve que reescribir Más allá de los eones seis veces antes de que Lovecraft estuviera completamente satisfecho.]


En esa primera etapa de 1932, Hazel Heald tenía 36 años, estaba divorciada y trabajaba como empleada [otros sostienen que era contadora], pero su verdadera aspiración era ser escritora. Si Lovecraft siguió su modus operandi para los clientes de revisión, sus cartas iniciales habrían involucrado muchas notas, una discusión gentil de tarifas y términos, y sugerencias sobre dónde y cómo comercializar la historia.

Habiendo estado sujeto a los caprichos de Farnsworth Wright, editor de Weird Tales, no sería sorprendente que Lovecraft inicialmente recomendara otras revistas pulp que podrían pagar más, y más rápidamente. Hazel Heald se vio muy beneficiada por la experiencia de Lovecraft en el ámbito pulp, y las primeras historias en las que trabajaron juntos no parecen haber sido enviadas directamente a Weird Tales. El hombre de piedra apareció en Wonder Stories, y Muerte alada en Strange Tales of Mystery & Terror.

W. Paul Cook, un corresponsal de Lovecraft, escribió en 1940 un artículo titulado: In Memoriam: Howard Phillips Lovecraft: recuerdos, apreciaciones, estimaciones (In Memoriam: Howard Phillips Lovecraft: Recollections, Appreciations, Estimates), donde nos vuelve a poner inadvertidamente tras la pista de la relación entre Lovecraft y Hazel Heald:


[El martes siguiente por la mañana, bien temprano, antes de que me fuera a trabajar, Howard regresó de Quebec (Lovecraft visitó Montreal y Quebec entre el 2 y el 6 de septiembre de 1932). Nunca antes, ni desde entonces, he visto tal espectáculo: pliegues de piel colgando de un esqueleto, ojos hundidos en cuencas como agujeros quemados en una manta; las manos y los delicados y sensibles dedos del artista no eran más que garras. El hombre estaba muerto excepto por sus nervios. Esa noche tenía una cita para cenar en Somerville con una mujer a la que estaba revisando.]


Por supuesto, la cita para cenar era con Hazel Heald. Muriel Eddy [insisto, cuyo testimonio no es completamente confiable] nos da su versión de los hechos:


[Ella lo invitó a su casa para la cena del domingo y dispuso en el menú todo lo que más le gustaba a H.P.L. Comieron a la luz de las velas, y él estaba muy intrigado por su consideración al no invitar a más personas. Solía decir que podía pensar mejor cuando no había demasiada gente alrededor. Con mucho tacto, le explicó a Hazel que su relato, aunque muy bueno, necesitaba algunos retoques aquí y allí, algo para estimular la imaginación del lector. ¿Le permitiría que lo hiciera por ella? Lo consideraría un honor y un privilegio. Ella estuvo de acuerdo.]


Muriel Eddy debió equivocarse en las fechas, porque El hombre de piedra ya había sido revisado y enviado a Wonder Stories para septiembre de 1932. Por supuesto, bien podrían haber discutido otras revisiones posteriores, pero esta inexactitud cronológica tiñe un poco el comentario general, sobre todo el dato de que «comieron a la luz de las velas». Quizás sucedió así, quizás no. Simplemente no podemos saberlo.

Hazel Heald describió este proceso de revisión con Lovecraft en una carta a August Derleth, fechada el 30 de septiembre 1944:


[Me hizo reescribir muchas veces. Ciertamente fui esclava de esa historia, ¡la primera! Pero a todas mis historias posteriores las revisó de la misma manera. ¡Estaba tan eufórico cuando eran aceptadas!. Los de la revista dijeron que tendría que enviarles una fotografía mía. Luego, cuando salió la revista, ¡había una caricatura mía que ni siquiera mi madre reconocería! Me sentí tan herida de que los lectores pensaran así en mí, y HPL fue una buena opción para aliviar ese dolor. Dijo que nadie, jamás, se reconoció a sí mismo por el dibujo de aquel artista. También me aconsejó que buscara un abogado para el pago de mi cheque.]


Si bien Lovecraft no habla en sus cartas de la cita con Hazel Heald [y menos que esta haya sido «a la luz de las velas»], ni de ninguna reunión específica con ella, en una sugiere que hizo al menos una visita a su rincón de Massachusetts:


[Me interesó el relato de Paul Cook sobre la visita de Lovecraft a Boston, y cómo lo hizo descansar antes de venir a mi casa. Ciertamente no se mostró cansado y comió muy bien, aunque Cook dijo que le dio una buena comida antes de venir. Me pregunto si pensó que se moriría de hambre en mi casa. Parecía divertirse mucho. Poco después vino de nuevo y visitamos todos los museos juntos. Ahí fue donde concibí la idea de Más allá de los eones.]


Cenas a la luz de las velas, agradables paseos por los museos locales... Un momento. ¡Museos! No está claro qué museos pudieron haber visitado Lovecraft y Hazel Heald, o cuándo pudo haber ocurrido esto, aunque el Museo de Bellas Artes de Boston como el Museo Semítico de Cambridge, Massachusetts, ambos con grandes colecciones de artefactos egipcios y momias, podrían haber inspirado al ficticio Museo Cabot en otra colaboración entre ambos: Horror en el museo [ver: Una noche en el museo: análisis de «Horror en el museo»]

En todo caso, Más allá de los eones pudo haberse concebido durante aquella cena a principios de septiembre, pero Horror en el museo se terminó en octubre de ese año. Para Lovecraft, sin embargo, no fue una revisión. Se atribuye la escritura de toda la historia en una carta a Clark Ashton Smith fechada el 28 de octubre de 1932:


[Acabo de escribir un cuento fantasma para una clienta de una manera que equivale virtualmente a la composición original: sobre un museo de cera o una cámara de los horrores donde existe el rumor de que no todos los fabulosos monstruos que se muestran son artificiales. He incluido a Tsathoggua entre las blasfemias (el dato de la inclusión de Tsathoggua se debe a que esta monstruosidad de los Mitos de Cthulhu era una invención de Clark Ashton Smith)]


Farnsworth Wright aceptó Horror en el museo en noviembre de 1932, pero en febrero de 1933 surgió un problema: Wonder Stories todavía no le había pagado a Hazel Heald por El hombre de piedra. En este punto, Lovecraft había escrito al menos tres historias con o para Heald. Una había sido aceptada y publicada, una rechazada, y otra aceptada y pendiente de publicación; pero no sabemos si Hazel Heald le había pagado a Lovecraft por alguna de ellas hasta este momento. Sin sus cartas, no tenemos los detalles exactos de su acuerdo comercial. Sin embargo, la falta de pago de Wonder Stories no pudo haber ayudado al aspecto comercial de su relación [ver: Relatos de Lovecraft escritos con mujeres]

Aún así, Lovecraft parece haber confiado en Hazel Heald, porque cuando Horror en el museo se publicó, inmediatamente siguió trabajando en Más allá de los eones, el cual también fue aceptado por Weird Tales [ver: El Círculo de Lovecraft y la aristocracia de «Weird Tales»]. Así lo comenta Lovecraft en una carta a Robert E. Howard fechada el 24 de julio de 1933:


[Me alegro de que hayas disfrutado de las historias de la Casa de la Bruja y el Museo. Otro cuento que revisé para la autora del Museo, y que Wright aceptó, trae a von Juntz y su libro negro casi como el tema central. Se trata de una momia hallada en la cripta de un ciclópeo templo de piedra de fabulosa antigüedad; volcánicamente levantado del mar. (el libro de von Juntz al que se refiere Lovecraft es el Unaussprechlichen Kulten, creado por Robert E. Howard]


Weird Tales pagaba solo cuando el relato se publicaba, y en la década de 1930, cuando la depresión empeoró, el pago a menudo se realizaba mucho después de la publicación. Parece bastante probable que, en este punto, Hazel Heald se atrasara en el pago de las revisiones de Lovecraft, pero, tal vez, el flaco de Providence encontró una manera de compensar esa demora al hacer que ella pasara dos manuscritos suyos a máquina, algo que él detestaba hacer:


[HPL me ayudó a cambio de tipear su cuento Sueños en la Casa de la Bruja. También redacté La cosa en el umbral. Su letra me resultaba familiar, por lo que me era mucho más fácil transcribirla que para alguien extraño. Hazel Heald a August Derleth, 31 de marzo de 1937]


Por sugerencia de Lovecraft, Hazel Heald se puso en contacto con un abogado de Nueva York para demandar a Wonder Stories por su dinero, y lo obtuvo en noviembre de 1933. Aunque Lovecraft no lo menciona, Muerte alada debió haber sido aceptado por Weird Tales poco después [apareció en la edición de marzo de 1934]. Este parece haber sido el final [del aspecto profesional, al menos] de la relación entre Hazel Heald y Lovecraft:


[Muerte alada fue otro cuento fantasma. Todo lo que la honesta señora Heald me dio para empezar fue una idea turbia acerca de que alguien mata a alguien con insectos. Luego consiguió que un amigo médico le informara un poco sobre los insectos venenosos de África, y decidió darle un toque africano a la historia. Eso era todo lo que tenía para continuar. La trama, con la idea de la personalidad transferida y el enviado de la muerte que regresa, es completamente mía. No vale la pena hacer este tipo de trabajos, cuando uno podría tener las mismas posibilidades de obtener el pago completo con una pieza nominalmente escrita por uno. Todavía me queda una obra más de Heald.]


En la anterior carta de Lovecraft a Clark Ashton Smith [9 de marzo de 1934] el flaco de Providence no parece demasiado satisfecho. Como él mismo lo afirma, ¿qué sentido tenía reescribir toda una historia con elementos propios para que otro se lleve el crédito, y el magro pago, cuándo él mismo podría escribirla y enviarla por su cuenta? No se me ocurren muchos motivos, salvo que Lovecraft se sintiera comprometido con Hazel Heald de un modo más que profesional. No quiero decir que hayan salido o algo así, pero una amistad incipiente podría ser una explicación [ver: Una noche en el burdel con Lovecraft]

«Todavía me queda una obra más de Heald», dice Lovecraft, y esta es probablemente Más allá de los enomes, que Farnsworth Wright aceptaría pero mantendría sin publicar [y sin pagar] hasta 1935. Aún así, aunque Lovecraft abandonó la escritura fantasma y los trabajos de revisión en 1934, sus relatos con Hazel Heald tuvieron algo de vida útil más allá de las revistas pulp. Horror en el museo, al menos, fue reimpreso en un par de antologías [ver: Lovecraft como escritor fantasma]

En lo que respecta a Más allá de los eones, Lovecraft comentó lo siguiente en una carta a Clark Ashton Smith [26 de marzo de 1935]:


[Con respecto a Más allá de los eones, debería atribuirme algo más que una participación. ¡Escribí toda la maldita cosa! La historia original de la momia del museo enviada para revisión era tan pésima (algunas tonterías sobre un minero peruano atrapado bajo tierra) que tuve que descartarla por completo y preparar una nueva historia. Todo lo que sobrevive del bosquejo inicial de Heald (¡la digna Señora H. nunca se molestó en escribir ningún texto real) es la idea básica de un cerebro vivo descubierto en una momia antigua. Es realmente tonto intentar trabajos tan extensos, cuando con la misma cantidad de trabajo uno podría escribir una reconocida historia propia. Esta es la última colaboración del tipo que intentaré; de hecho, he hecho oídos sordos a todas las sugerencias adicionales de Sultan Malik, la señora Heald, el chico Bloch y otros.]


Sólo podemos especular sobre las cartas de Lovecraft y Hazel Heald entre 1934 y 1937. Su nombre está notablemente ausente de su lista de corresponsales de 1934, a quienes él les enviaba postales de sus viajes [ver: ¡Vamos a Arkham!: Lovecraft y sus paisajes]. Sin embargo, sabemos que ella le escribió mientras Lovecraft estaba en Florida en 1934 [gracias a un sobre que sobrevivió], por lo que es probable que siguieran en contacto. La mejor evidencia de que esa relación [al menos por correspondencia] se prolongó en el tiempo es una carta de Lovecraft a John Weir, un fan de Weird Tales que deseaba lanzar un nuevo fanzine y le pidió al flaco de Providence que le recomendara algunos autores:


[Lo siento, no puedo desenterrar más material en este momento; estoy revolcándome en una maraña de tareas y tambaleándome bajo lo que parece una variante de gripe. Me alegro de que haya recibido al menos algo de material de los que recomendé. Ahora que lo pienso, es posible que obtenga una historia corta de la señora Hazel Heald. Pregúntele por En el Golfo de N'Logh o algún otro cuento que no haya aterrizado profesionalmente.]


«Algún otro cuento» es donde las cosas se ponen interesantes. En sus cartas a August Derleth, Hazel Heald menciona tres cuentos: En el Golfo de N'Logh (In the Gulf of N'Logh), La guarida de la muerte fungosa (Lair of Fungous Death) y Un heredero del Mesozoico (An Heir of the Mesozoic). Este último llegó a John Weir y fue publicado en aquel fanzine, llamado Fantasmagoria. ¿Alguna de estas historias fueron «revisadas» [es decir, reescritas completamente] por Lovecraft? No lo sabemos, pero su mera existencia plantea una duda razonable, ya que Hazel Heald no volvió a publicar absolutamente nada después de la muerte de Lovecraft [ver: El horror hereditario y la enfermedad de Lovecraft]

Lovecraft murió el 15 de marzo de 1937. No queda claro cuándo Hazel Heald se enteró de su fallecimiento, pero una carta suya se publicó en la edición de junio de 1937 de Weird Tales:


[Quiero expresar mi dolor por el fallecimiento de H. P. Lovecraft. De hecho, era su amiga, así como muchos otros aquí. Para nosotros, que realmente lo conocimos, es una pena que no haya palabras para expresar esta tristeza. La suya fue la mano amiga que me inició en el juego de los escritores y me dio el valor para seguir adelante en las dificultades más graves. Pero debemos intentar pensar que solo está lejos, en uno de sus viajes más largos, y que algún día nos volveremos a encontrar con él en el Gran Más Allá.]


Dos meses después, en la edición de agosto de 1937 de Weird Tales, se publicó otra carta de Hazel Heald:


[Rara vez se encontró un cerebro como el de H. P. Lovecraft, asombroso en su inteligencia. Siempre buscaba más conocimientos, obteniendo tras interminables horas de estudio una comprensión más rica y completa de las personas y de la vida. Siendo un gran viajero, se deleitaba con el estudio de las ciudades antiguas y su tradición oculta, y caminaba muchas millas para inspeccionar algún lugar histórico. Era un verdadero amigo de todos los que lo conocían, siempre dispuesto a dar su valioso tiempo para ayudar a algún pobre autor en apuros. Era muy aficionado a los animales, especialmente a los gatos, un interés que se refleja en varios de sus cuentos. Salía de su camino para acariciar a algún gato callejero abandonado y darle una palabra amistosa. Era un ferviente amante de la arquitectura y de todas las bellas artes, y un día en un museo con él fue un tiempo bien empleado. Trabajó hasta altas horas de la noche entregando al mundo obras maestras, sacrificando su salud. Lovecraft fue un regalo para el mundo que nunca podrá ser reemplazado: un amigo de la humanidad.]


Poco se sabe de la vida posterior de Hazel Heald. Sus cartas a August Derleth decaen después de 1937, pero se reanudan a principios de la década de 1940, cuando Derleth buscaba obtener permiso para volver a publicar sus historias entre los relatos de revisión de Lovecraft [ver: August Derleth: el creador de los Mitos de Cthulhu]

Ella continuó intentando seguir una carrera literaria, mencionando sus muchos esfuerzos para seguir publicando en distintas revistas pulp, siempre sin éxito. Eventualmente debió abandonar sus sueños y obtuvo un empleo regular como ama de llaves.

¿Qué significó Lovecraft para Hazel Heald?

La poca correspondencia que sobrevive de Hazel Heald se debe enteramente a su conexión con Lovecraft, de una forma u otra; de hecho, es posible que nunca la hubiésemos recordado en El Espejo Gótico si no fuera por su relación con Lovecraft. La propia Hazel Heald seguramente sabía que esa conexión era la responsable de la poca atención que recibió de fanáticos como John Weir y editores como August Derleth. A diferencia de Zealia Bishop o Adolphe de Castro, Hazel Heald no contaba con los recursos económicos para considerar seriamente la autoedición. Solo vendió un par de manuscritos a un fan de Lovecraft, y eso fue todo.


[Me interesó mucho el artículo de Sonia Davis sobre Lovecraft, pero creo que él fue representado falsamente. Colaboró en varias historias conmigo, y siempre lo encontré generoso, considerado y no la persona egoísta que ella representa. Era todo un hombre y no estaba «atado a las faldas de sus tías». Lo vi varias veces, visitamos museos y después cenó en mi casa. Nunca habló mal de su matrimonio, solo dijo que simplemente no había funcionado. Nunca se burló de nadie y, aunque era un tipo muy nervioso, era fácil hablar con él sobre cualquier tema. Se detenía en la calle y acariciaba a cualquier gato callejero que veía.

Atentamente, Sra. Hazel Heald.]




H.P. Lovecraft. I Mitos de Cthulhu.


Más literatura gótica:
El artículo: Lovecraft, Hazel Heald, y una cena a la luz de las velas fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

Hazel Heald: cuentos destacados


Hazel Heald: cuentos destacados.




Hazel Heald (1896-1961) es una destacada escritora norteamericana dentro del relato pulp. En este contexto, los cuentos de Hazel Heald más reconocidos son aquellos que escribió junto a H.P. Lovecraft, los cuales se inscriben en el ciclo literario de los Mitos de Cthulhu.

Aquí iremos recorriendo todos los cuentos de Hazel Heald.




Cuentos de Hazel Heald.




Autores en El Espejo Gótico. I Autores con historia.


El artículo: Hazel Heald: cuentos destacados fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

Hazel Heald: relatos de terror


Hazel Heald: relatos de terror.




Hazel Heald (1896-1961) es una escritora norteamericana dedicada principalmente al relato de terror. En este sentido, los relatos de Hazel Heald adquirieron cierta relevancia en el ámbito de Weird Tales, y del relato pulp en general, tras haber colaborado activamente con H.P. Lovecraft y los Mitos de Cthulhu.

En esta sección iremos repasando todos los relatos de Hazel Heald.




Relatos de Hazel Heald.




Autores en El Espejo Gótico. I Autores con historia.


El artículo: Hazel Heald: relatos de terror fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

«Los durmientes y los muertos»: August Derleth; libro y relatos.


«Los durmientes y los muertos»: August Derleth; libro y relatos.




Los durmientes y los muertos (The Sleeping And The Dead) es una colección de relatos de terror editada en 1964 por el autor y antologista norteamericano August Derleth, amigo personal de H.P. Lovecraft y fundador de la mítica editorial Arkham House.

La antología agrupa 15 cuentos de terror clásicos de la primera mitad del siglo XX.






Los durmientes y los muertos.
The Sleeping And The Dead.




Antologías. I Relatos góticos.


El análisis y resumen del libro de August Derleth: Los durmientes y los muertos (The Sleeping and the Dead) fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

Ciclo Averoigne: Clark Ashton Smith


Ciclo Averoigne: Clark Ashton Smith.




El Ciclo Averoigne es una serie de relatos fantásticos del escritor norteamericano Clark Ashton Smith, amigo personal de H.P. Lovecraft y colaborador de los Mitos de Cthulhu.

Averoigne es una provincia apócrifa de la Francia medieval, basada en una región histórica: Auvernia. Según este magnífico ciclo, Averoigne estuvo habitada por una tribu de galos llamados Averones. No son, de hecho, un pueblo histórico, sino una invensión de Clark Ashton Smith, aunque sus conflictos podrían haber estar inspirados en sucesos históricos reales.

Los Averones fueron arrasados por el Imperio Romano, que absorbió la región y la mantuvo bajo su dominio durante varios siglos. Con la caída de Roma y el ascenso del cristianismo, Averoigne fue poblada por inglesias, camposantos y monasterios, construídos sobre las ruinas de sus antiguos templos druídicos. No obstante, los viejos dioses parece resistir el avance del monoteísmo. Incluso en las catacumbas de la catedral de Vyonnes, terminada en el 1138 d.C.; los cansados dioses sobreviven a través de cultos prohibidos y sociedades secretas que buscan perpetuar sus tradiciones.

Clark Ashton Smith describe con lujo de detalles esta misteriosa región de Francia, rodeada por un denso y oscuro bosque infestado de criaturas sobrenaturales, como vampiros, hombres lobo, brujas y demonios; que a su vez está atravesado por el río Isole, en cuyas márgenes aparecen ruinas y poblados olvidados, como Moulins, Les Hiboux, La Frenâie, Château des Fausseflammes, la fortaleza de Ylourgne, Touraine, Santa Zenobia y Périgon.




Relatos del Ciclo de Averoigne: Clark Ashton Smith:
  • Cita en Averoigne (A Rendezvous in Averoigne)
  • El escultor de gárgolas (The Maker of Gargoyles)
  • El final de la historia (The End Of The Story)
  • El oráculo de Sadoqua (The Oracle of Sadoqua, en colaboración con Ron Hilger)
  • El sátiro (The Satyr)
  • La hechicera de Sylaire (The Enchantress of Sylaire)
  • La santidad de Azedarac (The Holiness of Azedarac)
  • Más allá de los eones (Out of the Aeons, H.P. Lovecraft y Hazel Heald)
  • El carnicero de Vyones (The Butcher of Vyones, Michael Minnis)
  • El coloso de Ylourgne (The Colossus Of Ylourgne)
  • El paso de Belzévuthe (The Passing of Belzévuthe, Simon Whitechapel)
  • El simposio de la gárgola (Symposium of the Gargoyle, Simon Whitechapel)
  • Gros Vert (Gros Vert, Michael Minnis)
  • La bestia de Averoigne (The Beast of Averoigne)
  • La exhumación de Venus (The Disinterment of Venus)
  • La maldición de Azédarac (The Doom of Azédarac, en colaboración con Ron Hilger)
  • La madre de los sapos (Mother of Toads)
  • Las circunstancias de los gatos espectrales (The Circumstances of Ghostly Cats, Michael Minnis)
  • Las mandrágoras (The Mandrakes)




Relatos de Clark Ashton Smith. I Antologías.


El artículo: Relatos del Ciclo de Averoigne de Clark Ashton Smith fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

Libros de James Churchward, el viajero de Mu.


Libros de James Churchward, el viajero de Mu.




James Churchward (1851-1936) fue un ingeniero, inventor, investigador y ocultista británico dedicado excluyentemente a los mitos y leyendas sobre continentes perdidos; entre ellos, la Atlántida, Akkakor, Agartha, Rutas y sobre todo Mu.

Su obsesión con estos mitos comenzó durante su estadía en la India y Sri Lanka, donde aprovechó su tiempo libre de la administración de plantaciones de té para dedicarlos a estudiar especialmente la historia de Mu.

James Churchward no era uno de esos visionarios que caen seducidos ante la primera historia local sobre ciudades subterráneas y continentes fantásticos. De hecho, fue un hombre que dedicó gran parte de su vida a cuestiones donde existe poco margen para la especulación. Patentó varios tipos de aleaciones de acero, y fue el encargado de acorazar una porción considerable de la flota británica durante la Primera Guerra Mundial.

En el libro: El continente perdido de Mu (The Lost Continent of Mu), James Churchward sostiene que Mu se extendía desde Hawai hasta las islas Fiji, y que su población ascendía a la cifra asombrosa de 64.000.000 de habitabtes, llamados Naacals. Esta civilización perdida habría florecido hace unos 50.000 años, con una tecnología notablemente avanzada, que tras la catástrofe que la precipitó a las profundidades del océano Pacífico fue dispersada por emisarios y sacerdotes en las colonias que los Naacals tenían a lo largo del mundo, entre ellas, los pueblos Mayas, la India, Babilonia, Persia y Egipto.

En cierta forma, James Churchward define a las grandes civilizaciones del pasado como colonias remanentes del poderío náutico de Mu.

Ahora bien, ¿cómo se puede sostener semejantes afirmaciones geográficas, demográficas y cronológicas? La primera fuente de la que se apoya James Churchward le fue revelada por un sacerdote hindú, quien le enseñó a leer una extraña lengua arcana que sobrevivió en tablillas de arcilla, supuestamente escritas por los Naacals. Para acceder a este conocimiento James Churchward debió iniciarse en aquel culto desconocido, no sin algunas resistencias de parte de sus miembros.

Sus estudios posteriores lo llevaron a investigar la historia de Mu, y sobre todo su influencia en distintas civilizaciones antiguas. Por ejemplo, James Churchward sostiene que el dios sol del antiguo Egipto, Ra, se originó en realidad en Mu; ya que la palabra «sol» entre los Naacals se pronunciaba rah. Detalles análogos aparecen en toda su obra.

Con el avance del siglo XX, y sobre todo de los nuevos descubrimientos de la oceanografía y en la teoría del desplazamiento de las placas tectónicas, el continente perdido de Mu fue convirtiéndose en una hipótesis insostenible. No obstante, la historia de James Churchward y su iniciación en este culto antiquísimo persistieron; por ejemplo, en los cuentos de H.P. Lovecraft: A través de las puertas de la llave de plata (Through the Gates of the Silver Key) y Más allá de los eones (Out of the Aeons), escrito en colaboración con Hazel Heald; y en la sátira del ocultista Raymond Buckland: Mu revelado (Mu Revealed), publicada bajo el seudónimo Tony Earll, un anagrama para «not really».

Entre los libros de James Churchward más interesantes caben destacar los siguientes:
  • El continente perdido de Mu (The Lost Continent of Mu)
  • Copias de las tablillas de piedra halladas por William Niven en Santiago Ahuizoctla, cerca de la Ciudad de México (Copies of Stone Tablets Found by William Niven at Santiago Ahuizoctla Near Mexico City)
  • Libros de la edad dorada (Books of the Golden Age)
  • Los hijos de Mu (The Children of Mu)
  • Los símbolos sagrados de Mu (The Sacred Symbols of Mu)
  • Fuerzas cósmicas de Mu (Cosmic Forces of Mu)
  • Segundo libro de las fuerzas cósmicas de Mu (Second Book of Cosmic Forces of Mu)




Libros de James Churchward. I Libros de mitología.


El análisis y resumen de los libros de James Churchward fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

Relatos de H.P. Lovecraft escritos con mujeres.


Relatos de H.P. Lovecraft escritos con mujeres.




Si hay algo claro acerca de la obra de H.P. Lovecraft (1890-1937) es que nunca encontraremos un manifiesto a favor de las mujeres, ni siquiera un guiño de interés, deseo y mucho menos pasión [ver: Feminismo y misoginia en la obra de Lovecraft]. Las mujeres y Lovecraft simplemente no se mezclan, proclaman sus acólitos. Pero, ¿es esto realmente así?

Lo cierto es que a pesar de que H.P. Lovecraft no era un hombre que buscaba con esmero la compañía de mujeres, éstas lo rodearon en una proporción para nada despreciable dentro del mundo literario. Su obra está llena de ejemplos misóginos, pero en lo personal creo que es una exageración afirmar que H.P. Lovecraft odiaba a las mujeres. Sencillamente se mostraba indiferente y apático con relación a ellas [ver: Lovecraft y Winifred Jackson: ¿una historia de amor?]

La primera y más evidente de estas compañeras fue Sonia Greene, escritora que se convertiría en esposa [ver: Lovecraft y Sonia: una historia de amor]. El resto de las mujeres en la vida de Lovecraft [hablamos de su vida adulta] se conforma casi exclusivamente por escritoras [ver: Lovecraft, Hazel Heald, y una cena a la luz de las velas].

Hace poco hablábamos de los mejores relatos de H.P. Lovecraft escritos en colaboración. Para afinar aún más la búsqueda hoy nos proponemos estudiar los mejores relatos de Lovecraft escritos con mujeres.




Relatos de H.P. Lovecraft escritos con mujeres.




Relatos de H.P. Lovecraft. I Mitos de Cthulhu.


El artículo: Relatos de H.P. Lovecraft escritos con mujeres fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

Relatos de H.P. Lovecraft escritos en colaboración


Relatos de H.P. Lovecraft escritos en colaboración.




H.P. Lovecraft (1890-1937) fue un escritor solidario, generoso, capaz de involucrarse con autores de menor calidad solo para ayudarlos [ver: El Círculo de Lovecraft y la aristocracia de «Weird Tales»]

Su obra como colaborador abarca también a hombres y mujeres de probado talento; así como su faceta de escritor fantasma lo acerca a un estilo mercenario del que nunca se mostraría particularmente orgulloso, aunque haya poco para reprocharle [ver: Lovecraft como escritor fantasma]

A continuación daremos cuenta de todos los relatos de Lovecraft escritos en colaboración. Algunos fueron escritos por encargo, como los compuestos a un precio irrisorio para Zealia Bishop y Adolphe Castro; o junto a su esposa, Sonia Greene; otros de hecho fueron colaboraciones póstumas, como incontables ejemplos a cargo de August Derleth [ver: August Derleth: el creador de los Mitos de Cthulhu]

Todas estas colaboraciones, ya sean voluntarias o post mortem, ubican a H.P. Lovecraft como un autor que presenta su obra como un campo abierto al trabajo de otros escritores. Sus Mitos de Cthulhu son una especie de pozo o pesadilla colectiva donde cualquiera puede testimoniar algún nuevo estremecimiento.

Los relatos escritos en colaboración de H.P. Lovecraft son más abundantes de los que se podría pensar. A partir de aquí compartimos en orden alfabético todos los que se encuentran en la biblioteca de El Espejo Gótico.




Relatos de H.P. Lovecraft escritos en colaboración.



Relatos de H.P. Lovecraft. I Relatos de los Mitos de Cthulhu.


El artículo: Relatos de H.P. Lovecraft escritos en colaboración fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

Relatos de cementerios góticos


Relatos de cementerios góticos.




Si hay un escenario indivisible del relato gótico es el cementerio. Más aún, son pocos los cuentos góticos del período que no incluyan alguna expedición al cementerio, ya sea para vérselas con algún vampiro o fantasma, o bien como apoyo arquitectónico a la estructura narrativa de la historia.

En esta antología se reúnen los mejores relatos de cementerios góticos; cuentos que deambulan por camposantos y necrópolis en búsqueda de algún pasaje hacia lo sobrenatural: Cuentos desde un cementerio iluminado a gas (Tales from a Gaslit Graveyard).




Relatos de cementerios góticos.
Tales from a Gaslit Graveyard.
  • El visitante del cementerio (The Haunter of the Graveyard, Vernon Shea)
  • Había un hombre que vivía junto al cementerio (There was a Man Dwelt by a Churchyard, M.R. James)
  • Horror en el cementerio (The Horror in the Burying-Ground, Hazel Heald, H.P. Lovecraft)
  • Las ratas del cementerio (The Graveyard Rats, Henry Kuttner)
  • El estilete permanente (The Permanent Stiletto, W.C. Morrow)
  • El hombre que convirtió su sangre en oro (The Man Who Coined his Blood Into Gold, J.H. Pearce)
  • El santuario de la muerte (The Shrine Of Death, Lady Dilke)
  • El velo negro (The Black Veil, Lady Dilke)
  • La botella verde (The Green Bottle, Bernard Capes)
  • La casa flotante (The Houseboat, Richard Marsh)
  • La dama Inowslad (Dame Inowslad, R. Murray Gilchrist)
  • La estación encantada (The Haunted Station, Hume Nisbet)
  • La granja de los nogales (Nut Bush Farm, Charlotte Riddell)
  • La hora y el hombre (The Hour and the Man, Robert Barr)
  • La manera de los fantasmas (The Way of Ghosts, Ambrose Bierce)




Antologías. I Relatos góticos.


El artículo: Relatos de cementerios góticos fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

El libro negro del Doctor Caligari


El libro negro del doctor Caligari.




El libro negro del doctor Caligari (Dr. Caligari’s Black Book) es una colección de relatos de terror, recopilados por Peter Haining, enfocados en el cine, los teatros y los circos como escenarios del horror. Fué publicada originalmente en 1968, y reeditada un año después con algunos agregados y omisiones.

El título de la antología alude al macabro Doctor Caligari, personaje siniestro de un clásico del cine expresionista alemán: El gabinete del doctor Caligari (Das Cabinet des Dr. Caligari), de 1920.





El libro negro del doctor Caligari.
Dr. Caligari’s Black Book.
  • El Circo de Satanás (Satan's Circus, Lady Eleanor Smith)
  • Horror en el museo (The Horror in the Museum, H.P. Lovecraft y Hazel Heald)
  • Actuación de despedida (Farewell Performance, H. R. Wakefield)
  • El aprendiz del hechicero (The Sorcerer's Apprentice, Robert Bloch)
  • El cine de arriba (The Theatre Upstairs, Manly Wade Wellman)
  • El cine embrujado (The Haunted Cinema, Louis Golding)
  • El enano (The Dwarf, Marcel Ayme)
  • El final de un show (The End of a Show, Barry Pain)
  • El horror de Harlem (The Harlem Horror, Charles Lloyd)
  • El rey demonio (The Demon King, J. B. Priestly)
  • El segundo despertar de un mago (The Second Awakening Of A Magician, S.L. Dennis)
  • Encabezados para Tod Shayne (Headlines For Tod Shayne, August Derleth)
  • La figura de cera (The Waxwork, A. M. Burrage)
  • La impresión en ámbar (Amber Print, Basil Copper)
  • La jarra (The Jar, Ray Bradbury)
  • La señora Elting interpreta su papel (Mrs. Elting Plays Her Part, August Derleth)
  • La tercera performance (The Third Performance, Anthony Gittens)
  • La última sesión de espiritismo (The Last Seance, Agatha Christie)




Antologías. I Relatos góticos.


El análisis y resumen del libro: El libro negro del doctor Caligari (Dr. Caligari’s Black Book) fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

H.P. Lovecraft como escritor fantasma


H.P. Lovecraft como escritor fantasma.




Pocos saben que H.P. Lovecraft fue un escritor fantasma.

Pero, ¿qué es exáctamente un escritor fantasma? Alguien contratado para escribir algo sin recibir crédito público por ello. Es decir, alguien que escribe un texto a cambio de dinero, con la condición de que sea otro quien se atribuya su autoría. Este oficio es mucho más abundante de lo que el lector promedio cree, en especial cuando hablamos de autobiografías de celebridades y políticos.

H.P. Lovecraft era un hombre de valores. No cuestionaremos aquí los fundamentos de esos valores, pero sí admitiremos que para una personalidad como aquella era lógico vivir bajo el yugo de lo que se elige creer. Y para H.P. Lovecraft, la literatura y el dinero no necesariamente iban de la mano.

En numerosas ocasiones, por ejemplo, se negó a cobrarle a la revista Weird Tales por sus relatos (ver: Relatos de Lovecraft en Weird Tales), considerándolo indigno de la profesión de escritor. Pero la realidad económica de H.P. Lovecraft distaba mucho de ser holgada, por el contrario, sus finanzas a menudo rozaban la pobreza. En consecuencia, la única forma de ganar dinero escribiendo sin que su nombre quedase asociado al vil metal, era convirtiéndose en escritor fantasma.

No obstante, las fantasmagorías narrativas de Lovecraft no siempre esconden del todo su personalidad. Por lo general, un escritor fantasma se despega de su estilo habitual, alejándose casi por completo de lo que normalmente escribiría para adaptarse a las formas y los deseos de quien lo contrata. H.P. Lovecraft, como ningún otro escritor fantasma de la historia, siguió el camino inverso, incluso en lo referente a sus honorarios, que rara vez le representaron un beneficio económico considerable.

Si bien al ser un escritor fantasma Lovecraft debió despegarse de algunos rasgos de su narrativa, la influencia de su estilo y sus vastos universos son fácilmente perceptible. Más aún, incluso algunas criaturas de los Mitos de Cthulhu aparecen de forma velada, casi como un guiño para quienes conocían el trasfondo cósmico de sus dramas macabros.

Desde lo estrictamente profesional, peculiar. No sólo cobraba por escribir cuentos completos, sino que también corregía manuscritos con una precisión quirúrgica. De hecho hay casos en los que la corrección supera ampliamente al original, o que no se le parece en absoluto; como en un par de colaboraciones con Adolphe Castro, en las cuales se le tiraba una idea a H.P. Lovecraft, apenas un concepto, por ejemplo, un dios ciego; dato que el genio de Providence utilizaba para construir notables edificios narrativos por encargo.

Para no extendernos demasiado con este exordio pasemos directamente a algunos ejemplos paradigmáticos de H.P. Lovecraft como escritor fantasma.

El montículo (The Mound), escrito para Zealia Bishop y publicado póstumamente en 1940, se inspira en las sugerentes construcciones tumularias del oeste norteamericano, donde H.P. Lovecraft ubica una raza degenerada de seres humanoides. Zealia Bishop, quizás, fue la más autoritaria de sus "jefes". Todas las colaboraciones entre ambos son, en realidad, de la cosecha de H.P. Lovecraft. En ocasiones ni siquiera la idea original pertenece Bishop, como queda claro en La maldición de Yig (The Curse of Yig), donde se narran los avatares de una maldición hindú y el terror atávico por ciertas serpientes venenosas; cuento por el cual Lovecraft no percibió ni un solo centavo por la creación total de la historia.

Acostumbrado a cobrar honorarios muy por debajo de lo establecido, H.P. Lovecraft se propuso que, si iban a estafarlo, al menos él dejaría su impronta en cada cuento fantasma que se le pidiese. Cuando Zealia Bishop volvió a convocarlo para la creación de El lazo de Medusa (Medusa's Coil), H.P. Lovecraft introdujo en el relato elementos centrales de los Mitos de Cthulhu que lo ligan con uno de sus clásicos: La sombra sobre Innsmouth (The Shadow Over Innsmouth).

Otro de los déspotas contratistas de H.P. Lovecraft fue Adolphe Castro, hombre severo e irascible, que cedía apenas el 10% de lo que conseguía al vender los "relatos en colaboración" a publicaciones especializadas como Weird Tales o Astoundig Stories. Para él escribió El verdugo eléctrico (The Electric Executioner) y La última prueba (The Last Test). En el primero H.P. Lovecraft se venga de su empleador al ubicarlo discretamente dentro del relato, en donde un detective privado se encuentra con un curioso hombrecillo obsesionado con vender una máquina portátil para electrocutar transeúntes. La última prueba, por su parte, relata los abominables manejos políticos del director médico de la prisión de San Quintín durante una epidemia de fiebre negra que arrasa con los reclusos.

El último de los empleadores de H.P. Lovecraft sobre el que hablaremos hoy es Hazel Heald, autora minúsculo para quien escribió El hombre de piedra (The Man of Stone) y Muerte alada (Winged Death). Los Mitos de Cthulhu están ausentes de ambas historias, aunque H.P. Lovecraft logró inmiscuir algunos conceptos típicos de su filosofía del horror cósmico (ver: Cosmicismo: la filosofía del Horror Cósmico).

Finalmente tenemos Dos botellas negras (Two Black Bottles), compuesto por H.P. Lovecraft para Wilfred Blanch Talman por una suma irrisoria. Allí, casi como un acto de introspección, se narra la historia de un inescrupuloso ladrón de almas, y de la necesidad de un mercado para un comercio semejante.

H.P. Lovecraft no ganó dinero por su relatos, ya sean los que firmaba orgullosamente como aquellos que deslizaba con indolencia en manos de terceros. El destino, al menos por una vez, se encargó de poner las cosas en su lugar, y el nombre del gran maestro de Providence es subrayado como autor de todas estas "colaboraciones". Visto en retrospectiva, H.P. Lovecraft es el menos fantasmagórico de esa rara estirpe de silenciosos narradores.




H.P. Lovecraft. I Mitos de Cthulhu.


Más literatura gótica:

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«Horror en el cementerio»: Lovecraft - Hazel Heald; relato y análisis.


«Horror en el cementerio»: Lovecraft - Hazel Heald; relato y análisis.




Horror en el cementerio (The Horror in the Burying-Ground) es un relato de terror de los escritores norteamericanos Hazel Heald (1895-1961) y H.P. Lovecraft (1890-1937), publicado originalmente en la edición de mayo de 1937 de la revista Weird Tales, y luego reeditado por Arkham House en dos antologías: No vuelvas a dormir (Sleep No More, 1944) y Algo sobre gatos y otras piezas (Something About Cats and Other Pieces, 1949)

Horror en el cementerio, uno de los relatos de Lovecraft menos conocidos, aunque probablemente uno de los mejores cuentos de Hazel Heald, sirvió de excusa para establecer definitivamente la relación de amistad, y quizás algo más, entre estos dos autores [ver: Lovecraft, Hazel Heald, y una cena a la luz de las velas]




Horror en el cementerio.
The Horror in the Burying-Ground, H.P. Lovecraft (1890-1937) Hazel Heald (1895-1961)

Cuando la carretera estatal a Rutland está cerrada, los viajeros se ven obligados a tomar la ruta de Stillwater que cruza Swamp Hollow. El paisaje es soberbio en ciertos lugares, pero por alguna razón esa vía ha sido impopular durante años. Hay algo deprimente en ella, especialmente cerca del propio Stillwater. Los motoristas sienten una ligera desazón ante la granja cerrada a cal y canto del montículo al norte del pueblo, y ante el idiota de barba que ronda el viejo cementerio del sur, hablando aparentemente con los ocupantes de algunas tumbas. Actualmente no queda mucho de Stillwater. El suelo se ha agotado, y la mayoría de la gente se ha mudado a los pueblos del otro lado del lejano río o la ciudad de más allá de las distantes colinas.

El campanario de la antigua iglesia blanca se ha derrumbado, y la mitad de la escasa veintena de dispersas casas están vacías y en diverso estado de decadencia. La vía normal existe sólo alrededor del almacén y estación de servicio de Peck, donde un curioso se detiene a veces para preguntar por la casa cerrada y el idiota que cuchichea con los muertos. La mayoría de los preguntones se marchan con una sensación de disgusto e inquietud. Encuentran a los cansados y ociosos extrañamente descorteses y llenos de innombrables insinuaciones al comentar sucesos del pasado. Hay una cualidad amenazadora y portentosa el tono que emplean para describir sucesos triviales una incalificable e injustificada tendencia a asumir un aire furtivo, insinuante y confidencial, así como en caer en espantados susurros al entrar en ciertos pormenores que turba insidiosamente al oyente. Los viejos yanquis a menudo hablan así, pero, en este caso, el melancólico aspecto de la aldea semidesmoronada y la deprimente naturaleza de la historia narrada prestan a esos ademanes lóbregos y oscurantistas un significado adicional.

Uno siente profundamente el horror intrínseco que acecha tras el aislado puritano y sus extrañas represiones; siente esto y se apresura a escapar precipitadamente en busca de aires mas puros. Los ociosos susurraban, de un modo impresionante, que la casa cerrada era la de la vieja Miss Sprague: Sophie Sprague, cuyo hermano Tom fue enterrado el 17 de junio de 1886. Sophie nunca fue la misma tras el funeral tras de eso y de lo que sucedió después del funeral, y al fin eligió permanecer dentro por siempre. Nunca se la ve, pero deja notas bajo la esterilla de la puerta trasera y hace que el chico de Ned Peck le lleve las cosas desde el almacén. Tiene miedo de algo… del cementerio de Swamp Hollow según la mayoría. Nunca pudieron llevarla a sus proximidades desde que su hermano y el otro fueron sepultados allí. No es de extrañar, sin embargo, en vista de las imprecaciones del loco Johnny Dow. Merodea por el cementerio día y noche, y asegura que habla con Tom… y con el otro. Luego se va a casa de Sophie y le grita cosas, por eso comenzó a dejar cerrados los postigos. Él dice que hay cosas que irán desde algún sitio para llevársela algún día. Aunque debieron pararle los pies, uno no puede ser muy duro con el pobre Johnny. Además, Steve Barbour siempre tuvo su propia opinión. Johnny hablaba con dos que están en las tumbas. Uno es Tom Sprague. El otro, en el lado opuesto del camposanto, es Henry Thorndike, que fue enterrado el mismo día. Henry tenía la funeraria de la aldea la única en kilómetros a la redonda y no era nada querido en Stillwater. Originario de Rutland, había ido a la universidad y era un hombre muy leído. Sabía cosas extrañas de las que nadie había nunca oído hablar, y hacía experimentos químicos con dudosos propósitos.

Siempre intentando inventar algo nuevo: algún líquido embalsamador revolucionario o alguna estúpida especie de medicamento. Algunos decían que quiso hacerse médico y fracasó, abrazando entonces la profesión más cercana. Por supuesto, no había muchos funerales en un lugar como Stillwater, pero Henry ejercía al mismo tiempo labores de granjero. Ordinario, de temperamento morboso… y bebedor a escondidas, a juzgar por las botellas vacías en su cubo de la basura. No es de extrañar que Tom Sprague le odiara y vetara su ingreso a la logia masónica, y le advirtiera que se apartase de Sophie. La forma en que experimentaba con animales iba contra la Naturaleza y las Escrituras. ¿Quién podría olvidar el estado en que se encontró a aquel perro, o lo que le sucedió al gato de la vieja Miss Akeley?

Luego vino el caso del ternero del diácono Leavitt, cuando Tom capitaneo a un grupo de mozos para pedir explicaciones. Lo más curioso fue que el ternero estaba vivo después de todo, aunque Tom lo había encontrado tan tieso como una badila. Algunos dijeron que alguien había gastado una broma a Tom, pero Thorndike probablemente pensó de otra manera, ya que había caído bajo el puño de su enemigo antes que se descubriera el error. Tom, por supuesto, estaba medio borracho en ese momento. Era un bruto vicioso en el mejor de los casos y, con sus amenazas, tenia medio acobardada a su pobre hermana. Probablemente ése es el motivo que ella siga siendo una criatura atenazada por el miedo. Eran los dos únicos miembros de su familia, y Tom nunca la dejaría marchar, ya que eso significaría dividir la propiedad. La mayoría de los vecinos le tenían miedo como para cortejar a Sophie él media un metro ochenta en calcetines, pero Henry Thorndike era un sujeto taimado que conocía la forma de hacer cosas a espaldas de los aldeanos.

Ordinario y feo como era., ella lo recibiría con los brazos abiertos con tal de librarse de su hermano. Debió pararse a pensar cómo podría zafarse de él tras escapar de Tom. Bien, así estaban las cosas en junio de 1886. Hasta el momento, los chismes de los ociosos del almacén de Peck no son portentos increíbles; pero, según continúan, los elementos de tensión oculta y maligna crecen. Tom Sprague, según parece, solía ir a Rutland para periódicas juergas, y sus ausencias brindaban grandes oportunidades a Henry Thorndike. Volvía siempre con mal aspecto, y el viejo doctor Pratt, sordo y medio ciego como estaba, solía advertirle sobre su corazón y el peligro de delírium tremens. Los aldeanos siempre podían saber, por el vocerío y las maldiciones, cuando volvía a casa. Fue la noche del 9 de junio en miércoles, el día después que el joven Joshua Goodenough acabará de construir su moderno silo cuando Tom partió para su última y más larga juerga.

Volvió el siguiente martes por la mañana y los paisanos del almacén le vieron fustigando a su garañón bayo como solía hacer cuando estaba empapado en güisqui. Luego llegaron golpes y gritos, y juramentos, desde la casa Sprague, y lo primero que nadie supo fue que Sophie corría a toda velocidad buscando al viejo doctor Pratt. Al llegar a la casa de Sprague, el doctor encontró a Thorndike en ella, y Tom estaba en la cama de su habitación, con los ojos fijos y espuma en la boca. El viejo Pratt le exploró e hizo las pruebas ordinarias, luego agitó solemnemente la cabeza y comunicó a Sophie que había sufrido una gran perdida: que su más cercano y querido pariente había cruzado las puertas perladas hacia una mejor vida, tal como todos sabían que sucedería si no dejaba la bebida. Sophie sollozo un poco, insinúan los ociosos, pero no pareció excesivamente afectada. Thorndike no hizo nada excepto sonreír, quizás ante la ironía que él, un enemigo jurado, fuera ahora la única persona que podía ser de alguna utilidad a Thomas Sprague.

Gritó en la oreja sorda del viejo doctor Pratt algo acerca de adelantar el funeral, habida cuenta la condición de Tom. Los bebedores como aquel eran siempre sujetos dudosos y una tardanza extra contando con simples medios rurales podría acarrear consecuencias, visuales y de otras clases, a duras penas aceptables para los dolientes deudos del fallecido. El doctor había murmurado que la vida alcohólica de Tom debía haberle embalsamado anticipadamente, pero Thorndike aseguro lo contrario, al tiempo que se jactaba de su habilidad y de los inigualables métodos que había desarrollado con sus experimentos. Es aquí donde las murmuraciones de los ociosos se vuelven sumamente perturbadoras. Hasta aquí la historia es narrada habitualmente por Ezra Davenport o Luther Fry, si Ezra está en cama con sabañones, como suele ocurrir en invierno; pero a partir de aquí toma riendas Calvin Wheeler y su voz tiene una condenada e insidiosa forma de sugerir horrores ocultos. Si Johnny Dow acierta a pasar por allí, siempre se hace una pausa, ya que en Stillwater no gustan que Johnny hable mucho con los forasteros.

Calvin se acerca al viajero y a veces aferra la solapa de la chaqueta con su nudosa mano llena de pecas mientras entorna sus acuosos ojos azules. Bien, señor susurra, Henry se fue a casa y cogió sus trastos funerarios… el loco Johnny Dow llevó la mayor parte, ya que siempre estaba haciendo faenas para Henry… y cuentan que Doc Pratt y el loco Johnny ayudaron a amortajar el cadáver. Doc Siempre decía que pensaba que Henry hablaba demasiado… presumiendo de lo bueno que era en su trabajo y de lo afortunado que era Stillwater por tener un funerario regular en vez de enterrar a la gente tal cual, como en de Whitby. Suponga decía que alguien tenga un calambre paralizante como los que usted habrá leído. ¿Qué sentiría cuando le bajaron y comenzaron a echarle tierra encima? ¿Qué sentiría cuando se estaba sofocando allí, bajo la lápida nueva, arañando y rasguñando si le vuelven las fuerzas, pero sabiendo todo el tiempo que es inútil? No señor, le digo que es una bendición para Stillwater el tener un doctor espabilado que sabe cuándo un hombre esta muerto y cuando no, y un funerario avezado que sabe disponer un cuerpo para que pueda reposar sin problemas.

»Esta era la forma en que Henry solía hablar, y así se dirigía a los restos del pobre Tom, y al viejo Doc Pratt no le gustaba lo que cogía de ello, aunque Henry dijese que era un buen doctor. El loco Johnny estaba mirando el cadáver, y no era demasiado agradable la forma en que babeaba cosas como “no está frío, Doc o “Veo moverse los parpados” o “hay un agujero en su brazo como el que me hizo Henry cuando me dio una jeringa llena de eso que me hace sentir tan bien”. Thorndike le hizo cerrar la boca cuando dijo esto, aunque todos sabíamos que había estado dando drogas al pobre Johnny. Es un milagro que el pobre tipo aún no tenga el hábito. Pero lo peor, según el doctor, fue la forma en que el cuerpo se sacudió cuando Henry comenzó a llenarle de líquido embalsamador. Había estado presumiendo de una nueva fórmula que había practicado con perros y gatos, cuando de repente el cadáver de Tom comenzó a doblarse, como tratando de defenderse. Por Dios, Doc dijo que se quedo tieso del susto, aunque conocía lo que pasa con los cadáveres cuando los músculos comienzan a envararse.

Bien, señor, lo que sucedió fue que el cadáver se sentó y se arranco la jeringa de Thorndike de forma que se clavo propio Henry y le metió tanta dosis de su propio fluido de embalsamar como quiera usted pensar. Fue un buen susto para Henry, aunque se sacó la aguja de un tirón y se las arregló para acostar al cuerpo y meterle todo el líquido. Y le inyectó aún más como si quisiera cerciorarse que era bastante y asegurarse a sí mismo que no había recibido mucho de él mismo, pero el loco Johnny comenzó a canturrear. Esto es lo que distes al perro de Lige Hopkins cuando estaba muerto y tieso y volvió a andar. ¡Ahora te vas a morir y quedar tan tieso como Tom Sprague! Recuerda que, si no has metido mucho, no actúa hasta después de un buen rato.

»Sophie estaba abajo con algunos vecinos… mi esposa Matildy, que murió hace ya treinta años, era una de ellos. Estaban tratando de saber si Thorndike estaba allí cuando Tom volvió a casa, y el encontrarlo allí fue lo que mucha gente pensaría que era divertido que no contara más, por no decir nada de la forma en que Thorndike había sonreído. No es que nadie estuviera insinuando que Henry ayudo a Tom a irse con sus extraños fluidos de invención propia y sus jeringas, o que Sophie pudiera guardar silencio si pensaba eso. Todos sabíamos el odio casi demente de Thorndike hacia Tom no sin razón, desde luego Emily Barbour dijo a Matildy que Henry era afortunado de tener al viejo Doc Pratt a mano pasa extender un certificado de defunción y no dejar lugar a dudas.

Cuando El viejo Calvin llega a este punto comienza a murmurar de forma incomprensible por su enmarañada y sucia barba blanca. La mayoría de los oyentes tratan de alejarse de él, pero él apenas parece prestar atención a los gestos. Generalmente es Fred Pack, que era un niño muy pequeño cuando sucedió todo, quien continúa la narración. El funeral de Thomas Sprague se realizó el jueves 17 de junio, sólo dos días después de su fallecimiento. Tanta prisa fue considerada casi indecente en la remota e inaccesible Stillwater, donde los que acudían tenían que cubrir largas distancias, pero Thorndike había insistido que las peculiares condiciones del fallecido lo demandaban. El funerario se había mostrado bastante nervioso mientras preparaba el cuerpo, y pudieron verle tomándose frecuentemente el pulso. El viejo doctor Pratt pensaba que debía temer la dosis accidental de fluido embalsamador. Naturalmente, la historia del «amortajamiento» había cundido, por lo que un doble regusto animaba a los asistentes que se reunieron para satisfacer su curiosidad y enfermizo interés. Thorndike, aunque obviamente trastornado, pareció tratar de cumplir sus deberes profesionales con magnifico estilo. Sophie y otros que vieron el cuerpo quedaron asombrados por la apariencia de vida, y el virtuoso funerario se reaseguro su trabajo inyectando repetidas dosis a intervalos regulares.

Casi consiguió despertar una especie de renuente admiración entre sus paisanos y los visitantes, aunque tendía a arruinar esta impresión con su fanfarronería y charla de mal gusto. Siempre que inyectaba a su silencioso paciente, repetía la eterna cantinela sobre la suerte de tener un enterrador de primera clase. ¿Qué había dicho como si se dirigiera directamente al cuerpo hubiera sucedido si Tom hubiera topado con uno de esos descuidados paisanos que entierran vivos a sus pacientes? Su forma de porfiar en los horrores del entierro prematuro era verdaderamente bárbara y repelente. Los servicios se oficiaron en la mal ventilada sala principal, abierta por primera vez desde que muriera Mrs. Sprague. El pequeño y desafinado órgano del recibidor graznaba desconsoladamente, y el ataúd, sostenido por caballetes cerca del vestíbulo, estaba cubierto por flores de olor enfermizo. Era obvio que una multitud que batía todas las marcas había llegado desde cerca y de lejos, y en su beneficio, Sophie se esforzaba en adoptar un aspecto apropiadamente desconsolado. En momentos de descuido parecía desconcertada e inquieta, dividiendo su escrutinio entre el febril funerario y el cuerpo con apariencia de vida de su hermano.

Un sordo disgusto hacia Thorndike parecía tramarse en su interior, y los vecinos murmuraron libremente que ella podría abandonarle pronto, una vez que Tom estaba fuera de su camino… esto es, si podía, ya que un tipo tan astuto era difícil de manejar. Pero con su dinero y el atractivo que conservaba sería capaz de encontrar otro compañero que se las entendería sin duda con Henry. Mientras el órgano resollaba Beautiful Isle of Somewhere, el coro de la iglesia metodista añadía sus lúgubres voces a la horripilante cacofonía, y cada cual miraba piadosamente al diácono Leavitt; todos excepto, por supuesto, el loco Johnny Dow, que tenía los ojos clavados en la inmóvil forma bajo el cristal del féretro.

Estaba murmurando por lo bajo, para si mismo. Stephen Barbour de la granja más cercana fue el único que se fijó en Johnny. Se estremeció cuando vio que el idiota estaba hablando directamente al cadáver e incluso haciendo locos gestos con sus dedos, como mofándose del durmiente que reposaba bajo la lamina de cristal. Tom, reflexionó, había pateado al pobre Johnny en más de una ocasión, aunque probablemente no sin provocación. Algo en todo esto afecto a los nervios de Stephen. Había una tensión escondida y una latente anormalidad en el aire que no pudo precisar. Johnny no debió haber sido admitido en la casa… era curioso los esfuerzos que Thorndike parecía hacer para no mirar el cuerpo. A cada momento, el enterrador parecía tomarse el pulso con aire extraño. El reverendo Silas Atwood zumbó con lastimera monotonía acerca del fallecido… sobre el golpe de la espada de la muerte en mitad de una pequeña familia, partiendo el lazo terrenal entre los amados hermana y hermano.

Algunos de los vecinos cruzaron miradas furtivas tras parpados entornados, mientras Sophie comenzaba a sollozar nerviosamente. Thorndike se removió en su asiento y trató de consolarla, pero ella pareció apartarse curiosamente de él. Sus movimientos eran claramente inquietos y parecía resentirse especialmente de la anormal tensión que flotaba en el aire. Finalmente, consciente de sus deberes como maestro de ceremonias, avanzó anunciando con voz sepulcral que el cadáver podía ser visto por última vez. Lamentablemente, los amigos y vecinos desfilaron ante el féretro, del que Throndike alejó con rudeza a Johnny. Tom parecía descansar en paz. Aquel diablo había sido hermoso en su día. Se oyeron unos pocos sollozos genuinos y otros muchos fingidos, aunque la mayoría de los asistentes se contentó con contemplarlo con curiosidad y murmurar después. Steve Barbour se demoró estudiando larga y atentamente la faz inmóvil, y se alejó sacudiendo la cabeza. Su mujer, Emily, siguiéndole, susurró que Henry Throndike haría bien en no jactarse tanto de su trabajo, porque los ojos de Tom se habían abierto. Habían estado cerrados al comenzar los oficios, porque ella lo había visto. Pero tenían una mirada natural… no lo que uno espera después de dos días. Cuando Fred Peck llega tan lejos, normalmente se detiene como si no le gustara continuar. El oyente, también, tiende a sentir que algo desazonador está próximo. Pero Peck tranquiliza a su audiencia declarando que no sucedió nada tan malo como suele decir la gente.

Aun Steve nunca soltaba palabra de lo que pensó, y el loco Johnny, desde luego, no pinta nada. Fue Luella Morse la nerviosa solterona que cantaba en el coro quien pareció haberlo causado todo. Estaba desfilando ante el ataúd como el resto cuando se detuvo para observar más de cerca de lo que nadie, ecepto los Barbour, lo había hecho. Entonces, sin mediar palabra, lanzó un alarido y cayó desvanecida. Naturalmente, la estancia se convirtió al momento un caos de confusión. El viejo doctor Pratt se abrió paso hasta Luella Y pidió agua para mojar su rostro, y se acercaron para mirarla a ella y al féretro. Johnny Dow comenzó a Canturrear para sí mismo: « Él sabe, él sabe, escucha todo lo que dicen y ve todo lo que hacen, y le van a enterrar de esa forma…» pero nadie se paró a descifrar sus murmullos, a excepción de Steve Barbour. En pocos instantes Luella comenzó a recobrarse de su desmayo y no pudo decir exactamente qué la había sobresaltado. Todo lo que pudo murmurar fue:

«Su forma de mirar… su forma de mirar» Pero a ojos de los demás, el cuerpo parecía exactamente igual. Era una vista desagradable, empero, con aquellos ojos abiertos y ese excesivo colorido. Y entonces la perpleja concurrencia descubrió algo que aparto a Luella y el cuerpo de sus mentes por un instante. Era Thorndike, a quien la repentina excitación y apiñada multitud parecía haber hecho mal efecto. Evidentemente, había sido golpeado en el tumulto y estaba en el suelo tratando de arrastrarse hasta una posición sentada. La expresión de su rostro era extremadamente aterradora, y sus ojos comenzaban a tomar una helada expresión de pez. Apenas pudo hablar alto, pero el ronco sonido de su garganta tenía una inefable desesperación que resulto ser inconfundible para todos. Llévenme a casa, rápido, y déjenme allí. El fluido que puse por error en mi brazo… actúa sobre el corazón… esta maldita excitación… demasiado… esperen… esperen… llega tarde, no saben cuanto… todo el tiempo estaré consciente y sabré qué sucede… no os equivoquéis. Mientras sus palabras se desvanecían, el viejo doctor Pratt llegó hasta él y tomó su pulso… esperó largo tiempo y finalmente agitó la cabeza. No hay nada que hacer… ha muerto. No tenía bien el corazón… y el fluido inyectado en su brazo no le ha hecho ningún bien. No se lo que es. Una especie de estupor pareció caer sobre la asamblea.

¡Una nueva defunción en la cámara de la muerte! Sólo Steve Barbour pensó en atender las últimas y espasmódicas palabras de Thorndike. ¿Estaba verdaderamente muerto, cuando él mismo había dicho que lo parecía falsamente? ¿No podrían esperar un tiempo y aguardar acontecimientos? ¿Y sobre eso, qué mal habría en que Doc Pratt diera otro vistazo a Tom Sprague antes del entierro?

El loco Johnny estaba gimoteando y se había lanzado sobre el cuerpo de Thorndike como un perro fiel. ¡No le enterréis, no le enterréis! No está más muerto que el perro de Lige Hopkins o el ternero del diácono Leavitt cuando les inyectó. ¡Tiene una cosa que les pone y les hace parecer muertos sin que lo estén! Parece muerto pero sabe todo lo que está pasando y mañana volverá tan bien como siempre. No le enterréis… ¡Despertará bajo tierra y no podrá abrirse paso! Es un buen hombre no como Tom Spargue. Rogad a Dios para que arañe y se ahogue durante las horas y horas… Pero nadie excepto Barbour prestó ninguna atención al pobre Johnny. De hecho, lo que el propio Steve dijo había caído en oídos sordos. El desconcierto era total. El viejo Doc Pratt realizaba pruebas finales y murmuraba sobre certificados de defunción en blanco y el untuoso Atwood el viejo sugería un entierro doble. Con Throndike muerto, no había enterrador a este lado de Rutland, y sería un gran gasto mandar llamar a uno desde allí, y si Thorndike no era embalsamado con aquel caluroso tiempo de junio… bueno, es difícil decir. Y no tenía parientes ni amigos para impedirlo, salvo que Sophie quisiera hacerlo… pero Sophie estaba al otro lado de la habitación mirando silenciosa, fija, y casi morbosamente al interior del ataúd de su hermano. El diácono Leavitt intentó restaurar un aspecto de decoro, e hizo llevar al pobre Thorndike por el vestíbulo a la sala de estar, al tiempo que enviaba a Zenas Wells y Water Perkins a la casa del enterrador en busca un ataúd de su tamaño. La llave estaba en el bolsillo del pantalón de Henry. Johnny continúo gimiendo y manoseando el cuerpo de Thorndike, ya que Henry no atendía a los oficios locales. Por fin se llegó a la conclusión que su gente de Rutland todos ya muertos habían sido baptistas, y el reverendo Silas decidió que el diácono haría mejor en ofrecer una somera plegaria. Fue un día de gala para los amantes del los funerales en Stillwater y alrededores.

Aún Luella se había recobrado lo bastante para acudir. Chismes, murmuraciones y susurros zumbaban ajetreados mientras se daban unos pocos retoques al cuerpo de Thorndike, que se enfriaba y atiesaba. Johnny había sido expulsado de la casa, y la mayoría concordaba en que debía haberse hecho desde él primer momento, pero sus distantes aullidos resonaban groseramente y a cada instante en el interior. Cuando el cuerpo fue introducido en el ataúd y yació junto al de Thomas Sprague, la silenciosa Sophie, que resultaba tan espantosa de ver, le observó tan intensamente como había hecho su hermano. No había pronunciado una palabra durante un periodo peligrosamente largo, y la confusa expresión de su rostro estaba más allá de cualquier descripción o interpretación.

Cuando los demás se retiraban para dejarla sola con los muertos se las arregló para articular una especie de habla maquinal, pero nadie pudo entender las palabras, y ella pareció hablar primero con un cuerpo y luego con el otro. Y entonces, con lo que parecería a un forastero el colmo de una desalmada comedia de mal gusto, toda la insensatez de la tarde se repitió fielmente. Otra vez chirrió el órgano, de nuevo el corro chilló y carraspeó, nuevamente un cántico zumbante se alzó, y una vez más los espectadores, morbosamente curiosos, desfilaron con macabro objetivo… esta vez un conjunto mortuorio doble. Algunos de los más sensibles temblaron ante el mismo procedimiento, y de nuevo Steve Barbour sintió una subyacente nota de terror espantoso y anormalidad demoníaca. Dios, la apariencia de vida de ambos cadáveres era… y cuán ansiosamente había pedido el pobre Thorndike en que no le creyeran muerto… y cuanto había odiado a Tom Sprague… pero ¿Cómo ir contra el sentido común?

Un muerto era un muerto y allí estaba el viejo Doc Pratt con los años de experiencia… si nadie se molestaba. ¿Por que hacerlo uno?… Por todo cuanto había hecho, Tom probablemente se lo merecía… y sí Henry había hecho algo con él, la cuenta estaba igualmente saldada… bueno, Sophie era libre por fin.

Cuando la procesión de mirones se desplazó por fin hacia el salón y la puerta exterior, Sophie se quedó a solas con los muertos una vez más. El viejo Atwood estaba fuera, en la carretera, buscando un conductor de coche fúnebre en las caballerizas de Lee, y el diácono Leavitt estaba arreglando una doble tarifa con los porteadores de féretros. Afortunadamente, la carroza podía contener dos ataúdes. Sin prisas, Ed Plummer y Ethan Stone se adelantaron con palas para abrir una segunda tumba. Había tres carros engalanados y algún número de carruajes privados en la cabalgata… no tenía sentido tratar de mantener a la gente alejada de las tumbas. Entonces llegó un frenético grito desde la sala donde se hallaban Sophie y los cuerpos. Esto estremeció de forma casi paralizante a la gente y renovó la sensación provocada a raíz del grito y desmayo de Luella. Steve Barbour y el diácono Leavitt se abalanzaron al interior, pero antes que pudieran entrar Sophie salió sollozando y boqueando. ¡Esa cara en la ventana!… ¡Esa cara en la ventana! Al mismo tiempo, una figura de ojos salvajes rodeó la esquina de la casa, desvelando el misterio del dramático grito de Sophie. Era, obviamente, el dueño de la cara… el pobre loco Johnny, que comenzó a brincar señalando a Sophie y gritando.

¡Ella sabe! ¡Ella sabe! ¡Lo he visto en su cara cuando los mira y les habla! Ella sabe y va a dejar que los metan en la tierra para que arañen y escarben en busca de aire… pero ellos le hablarán… a ella porque ella puede oírles… le hablarán y se le aparecerán… ¡Y algún día volverán para llevársela! Zenas Wells arrastró al vociferante subnormal hasta una leñera, en la parte trasera de la casa, y lo encerró lo mejor que pudo. Sus gritos y aporreos podían oírse a distancia, pero nadie le prestó ninguna atención. La procesión estaba en camino, con Sofía en el primer carruaje, y lentamente cubrió la pequeña distancia entre la aldea y el cementerio de Swamp Hollow. El viejo Atwood ofició mientras Thomas Sprague descendía a su descanso eterno; mientras tanto, Ed y Ethan habían terminado la tumba de Thorndike en el otro lado del cementerio… hacia donde se encaminaron los presentes. El diácono Leavitt habló entonces retóricamente, y todo el proceso se repitió. La gente había comenzado a marcharse en grupos, y el traqueteo de las calesas y carruajes que se marchaban era casi total cuando las palas comenzaron su trabajo. Mientras la tierra resonaba sobre las tapas de los ataúdes, la de Thordike primero, Steve Barbour descubrió extrañas expresiones revoloteando sobre el rostro de Sophie Sprague. No pudo seguirlas muy bien, pero de las que pudo captar se desprendía una especie de mirada torcida, perversa y medio sorprendida de vago triunfo. Él agitó la cabeza.

Zenas había vuelto atrás y sacó al loco Johnny de la leñera antes que Sophie llegará a casa, y el pobre tipo al momento corrió frenéticamente hacia el cementerio. Llegó antes que los enterradores hubieran acabado y mientras muchos de los curiosos dolientes se demoraban aún por allí. De lo que voceó a la tumba, parcialmente llena de Tom Sprague y de cómo escarbó en la suelta tierra del túmulo recién finalizado de Thorndike al otro lado del cementerio, los espectadores supervivientes aún se estremecen al recordarlo. Jotham Blake, el guardia, le hizo retroceder hacia el pueblo a la fuerza, y sus gritos despertaron temibles ecos. Aquí es donde Fred Peck normalmente abandona la historia.

¿Qué más pregunta, hay que contar? Fue una tenebrosa tragedia, y uno apenas puede maravillarse que Sophie se volviera rara después de aquello. Esto es todo cuanto uno puede escuchar si es tan tarde que el viejo Calvin Wheeler se ha marchado tambaleándose a la cama, pero si aún permanece por allí prorrumpe de nuevo ese murmullo malditamente insinuante e insidioso. A veces, aquellos que le escuchan temen pasar por la casa cerrada del cementerio después de eso, especialmente de noche.

Je, je… ¡Fred era un imberbe entonces, y no puede recordar más que la mitad de lo que pasó! ¡Usted quiere saber por qué Sophie guarda su casa cerrada y por qué el loco Johnny aún sigue hablando con los muertos, y gritando por a las ventanas de Sophie? Bueno, señor, no se si sé cuanto hay que saber, pero escucho lo que escucho. _Aquí el anciano escupe tabaco y se inclina hacia el ojal del oyente. Fue la misma noche, me parece… hacia la mañana, y unas ocho horas después de los entierros… cuando escuché el primer grito en casa de Sophie. Nos despertamos todos… Steve y Emily Barbour, y yo y Matildy, fuimos corriendo, todos en ropa de noche, y encontramos a Sophie vestida y tirada en el suelo de la sala de estar. Suerte que no había cerrado la puerta.

Cuando la reanimamos temblaba como una hoja, y no pudo decir ni una palabra de lo que la asustaba. Matildy y Emily hicieron cuanto pudieron para calmarla, pero Steve me murmuró cosas que no me dejaron muy tranquilo. Sobre una hora más tarde, cuando nos íbamos a ir a casa, Sophie comenzó a inclinar la cabeza a un lado como si escuchara algo. Entonces, de repente, gritó de nuevo y volvió a desmayarse. Bueno, señor, estoy contando lo que estoy contando y no supongo lo que Steve Barbour hubiera hecho de haberse atrevido.

Tuvo siempre mucha maña para las cosas inusitadas… murió hace diez años de neumonía.

»Lo que escuchamos tan débilmente era el pobre loco Johnny por supuesto.

Hay más de un kilómetro al cementerio, y debió salir por la ventana donde le encerraron en la granja… aunque el guardia Blake dice que no salió en toda la noche. Desde ese día ha estado rondando las tumbas y hablando con esos dos… maldiciendo y pateando el túmulo de Tom y poniendo cosas y regalos en la de Henry. Y cuando no está haciendo eso es que esta rondando las ventanas cerradas de Sophie aullando que irán pronto a buscarla.

»Ella nunca volvió al cementerio, y no sale de la casa, y nadie la ha visto. Llegó a decir que hay una maldición sobre Stillwater… y yo estoy tonto si no tiene medio razón, tal como las cosas se están haciendo pedazos en estos días.

Desde luego hay algo raro en Sophie. Una vez Sally Hopkins fue a llamarla en el 1897 o el 1898, creo hubo un espantoso entrechocar de sus celosías y Johnny estaba bien encerrado esa vez o, al menos, eso jura y perjura el guardia Dodge. Pero no tengo en cuenta esas historias sobre ruidos cada 17 de junio, o sobre figuras fantasmales tanteando la puerta y las contraventanas de Sophie cada madrugada, como a las dos.

Sabe, eran sobre las dos de la madrugada cuando Sophie escuchó los sonidos y se desmayó por segunda vez aquella primera noche tras el entierro. Steve y yo, y Matildy Y Emily, escuchamos la segunda parte, débil como era, pero como se lo digo. Estoy contándole de nuevo que debió ser el loco Johnny Blake diga lo que quiera. No se puede reconocer el sonido de una voz humana tan lejos, y con nuestras orejas llenas de insensateces no me extraña que pensáramos que eran dos voces… que no debían hablar. Steve afirmaba haber escuchado más que yo. De verdad cero que prestaba atención a asuntos de fantasmas Matildy y Emily estaban tan asustadas que no recuerdan lo que oyeron. Y es bastante curioso, nadie en el pueblo si alguien estaba despierto a esa maldita hora dijo haber escuchado ningún sonido. Lo que fuera, eran tan débil que pudiera haber sido el viento, de no mediar palabras. Entendí un poco, pero no quiero decir que respalde cuanto Steve juraba haber oído… “Diablesa”… “todo el tiempo”… “Henry”… y “vivo” eran claras, y también “tú sabes”… “dijiste que esperarías”… “te libraste de él” y “me has enterrado”… en una especie de voz cambiante… Entonces vino la espantosa “volveré algún día” con un graznido mortal… pero no me diga que Johnny no pudo hacer esos sonidos. ¡Eh, usted! ¿Por qué se va tan aprisa? Quizás pueda contarle más, si me acuerdo…

Hazel Heald (1895-1961)
H.P. Lovecraft (1890-1937)




Relatos de Lovecraft. I Relatos de Hazel Heald.


Más literatura gótica:
El análisis y resumen del cuento de Hazel Heald y H.P. Lovecraft: Horror en el cementerio (The Horror in the Burying-Ground) fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com



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