Ciudades subterráneas en la literatura

Ciudades subterráneas en la literatura.


Las ciudades subterráneas o ciudades intraterrenas han ganado mucho prestigio dentro de las leyendas urbanas, a tal punto que la teoría de la Tierra Hueca, a primera vista inadmisible, causa menos bochorno que injurias.

En casi todos los países existe algún ejemplo de este tipo de arquitectura subterránea. Sin embargo, hoy no hablaremos de ninguna leyenda o mito sobre ciudades intraterrenas, sino de las ciudades subterráneas más conocidas de la literatura, claramente inspiradas en mitos como el de Agartha.

Si hablamos de reinos subterráneos es imposible eludir a Dante Alighieri y su Divina Comedia. Allí se nos introduce en las dependencias infernales, un territorio vasto que penetra hasta el centro de la Tierra.

Menos conocida es la novela de Ludvig Holberg: Los viajes subterráneos de Nicolai Klim (Nicolai Klimii iter subterraneum, 1741). El pobre Nicolai cae dentro de una cueva y pasa varios años entre túneles y cavernas habitadas por esquivas criaturas, hasta que finalmente logra emerger a la superficie.

Otro autor imprevisible que se ha ocupado de las ciudades subterráneas es nada menos que Giacomo Casanova. En 1788 escribió su obra Icosaméron, dividida en cinco gruesos volúmenes, acerca de dos hermanos que descubren la ciudad intraterrena y utópica de Mégamicres, habitada por personas de distintos credos, colores y sexualidad. En cierto punto del viaje se introducen nuevas razas, por ejemplo, una extrañísima colonia de enanos hermafroditas.

En 1820 apareció una obra llamada: Symzonia: un viaje de descubrimiento (Symzonia: A Voyage of Discovery), firmada por un tal Capitán Adam Seaborn; posiblemente una parodia si tomamos en cuenta la cantidad de abominaciones intraterrenas que posee.

En 1825 Faddei Bulgarin publicó Un cuento improbable o un viaje al centro de la Tierra (Improbable Tall-Tale, or Journey to the Center of the Earth), donde se nos informa sobre tres ciudades intraterrenas: Ignorantia, habitada únicamente por arañas; Beastland, ocupada por simios; y Lightonia, reino de una especie de humanos albinos cuya capital se llama Utopia.

Edgar Allan Poe también cedió ante la idea seductora de un mundo bajo tierra. En 1838 publicó La narración de Arthur Gordon Pyn de Nantucket (The Narrative of Arthur Gordon Pym of Nantucket), donde descubrimos la existencia de una ciudad perdida bajo el polo sur. Adicionalmente Edgar Allan Poe volvió sobre el tema en dos relatos fantásticos: Manuscrito hallado en una botella (MS. Found in a Bottle) y La incomparable aventura de Hans Pfaal (The Unparalleled Adventure of One Hans Pfaall).

Pero el crédito de haber popularizado las ciudades subterráneas pertenece sin dudas Julio Verne. Su teoría sobre la Tierra Hueca comienza en la novela de 1864: Viaje al centro de la Tierra (Voyage au centre de la Terre); donde sus protagonistas descienden alrededor de 87 millas y descubren una región que ocupa aproximadamente el largo de Europa.

Lewis Carroll hizo dos aportes fundamentales a las ciudades intraterrenas. En la novela de 1865: Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas (Alice's Adventures in Wonderland); que originalmente se tituló: Las aventuras de Alicia bajo tierra (Alice's Adventures Under Ground).

Otra novela intresante sobre el tema es La raza futura (The Coming Race, 1871), de Edward Bulwer-Lytton, donde una raza angélica llamada Vril-ya se fortalece para invadir la superficie del planeta.

Mizora (Mizora, 1880) de Mary E. Bradley Lane propone una civilización subterránea similar, salvo por el hecho de que está gobernada por mujeres.

En 1888 apareció: Un extraño manuscrito hallado en un cilindro de cobre (Strange Manuscript Found in a Copper Cylinder), de James de Mille, donde conocemos a una ciudad subterránea con ideales inversos a los de la superficie. Algo similar ocurre en la novela Pantaletta: un romance en Sheheland (Pantaletta: A Romance of Sheheland, 1882) de J. Wood.

George Sand, seudónimo de la autora Amandine Aurore Lucile Dupin, publicó en 1884 su novela: Laura, un viaje a través del cristal (Laura, Voyage dans le Cristal), mediante el cual descubrimos un reino de cristal en las entrañas de la Tierra. Algo parecido ocurre en la obra de William R. Bradshaw: La diosa de Atvatabar (The Goddess of Atvatabar, 1892); una utopía feminista cuya trama también podemos hallar en Etidorpha (Etidorpha, 1895), de John Uri Lloyd.

Las ciudades subterráneas se tomaron un respiro hasta 1907, cuando apareció Ozma de Oz (Ozma de Oz), Dorothy y el mago de Oz (Dorothy and the Wizard in Oz) y Tik-Tok de Oz (Tik-Tok of Oz) de L. Frank Baum.

En El dios humeante (The Smoky God, 1908), Willis George Emerson narra las aventuras de Olaf Jansen, quien entra en contacto con una avanzada civilización subterránea.

Edgar Rice Burroughs publicó: En el núcleo de la Tierra (At the Earth's Core) en 1914. Allí se nos informa sobre el reino perdido de Pellucidar cuya entrada principal se halla bajo las selvas africanas, un sitio conocido por pocos humanos, entre ellos, Tarzán. La geografía de Pellucidar coincide con la de la superficie terránea, es decir, hay una Europa y una Sudamérica subterráneas. No obstante, la ciudad está suspendida en el centro del planeta gracias a una esfera misteriosa. Allí se vive en un eclipse perpetuo (también hay un sol y una luna intraterrenas), cuyas regiones adyacentes son conocidas como la Tierra de la Horrible Sombra (Land of Awful Shadow).

Charles R. Tanner hace lo propio en el relato: Tumithak de los Corredores (Tumithak of the Corridors, 1930).

El legendario Tarzán vuelve a ocuparse de las ciudades subterráneas en la saga: Morgo el poderoso (Morgo the Mighty), de Sean O'Larkin; donde el rey de los monos se lanza a la aventura por cavernas ignotas que lo llevan hasta el Himalaya. Allí habitan siniestros nigromantes, hombres primitivos, murciélagos inteligentes y gallinas de proporciones prodigiosas.

Un personaje peligrosamente parecido a Tarzán, llamado Tam, apareció en la novela: Tam, el hijo del tigre (Tam, Son of the Tiger, 1931), de Otis Adelbert Kline, donde descubrimos una fortaleza bajo las planicies de Asia.

En este punto las ciudades intraterrenas nuevamente hacen un alto en la historia, hasta la llegada de C.S. Lewis y su novela de 1953: La silla de plata (The Silver Chair), parte de las Crónicas de Narnia (The Chronicles of Narnia). Allí conocemos un complot organizado por el reino intraterreno de Underland, cuyo propósito es invadir Narnia.

El tercer ojo (The Third Eye, 1956) de Lobsang Rampa menciona un inquietante contacto con inteligencias avanzadas en el centro de la Tierra, aunque no en un formato de ficción. Esta teoría retorna en: El final del túnel (The End of the Tunnel, 1959), también conocido como: La cueva de Cornelius (The Cave of Cornelius), de Paul Capon; donde cuatro muchachos británicos se extravían en una expedición espeleológica y descubren una civilización sobrenaturalmente avanzada.

A partir de aquí las ciudades subterráneas se multiplican exponencialmente. Hay demasiadas obras como para citarlas a todas. De todas formas, conviene destacar a:

Universo oscuro (Dark Universe, 1961), de Daniel F. Galouye; La ciudad de la primera vez (City of the First Time, 1975); de G.J. Barrett; La Tierra hueca (The Hollow Earth, 1990), de Rudy Rucker, donde se retoma el hilo de Las aventuras de Arthur Gordon Pym, de E.A. Poe; El descenso (The Descent, 2007) y Más profundo (Deeper, 2008), de Jeff Long, donde conocemos a los aborrecibles Homo Hadalis; Abducción (Abduction, 2000), de Robin Cook, donde conocemos el reino submarino de Interterra; Bajotierra (Underland, 2002), de Mick Farren, donde los vampiros viajan al centro de la tierra para descubrir a un grupo de científicos nazis tratando de crear la "raza superior"; Contra el día (Against the Day, 2006), de Thomas Pynchon; La oscuridad blanca (The White Darkness, 2007), de Geraldine McCaughrean; Más información de la que necesitas (More Information Than You Require), de John Hodgman, donde se habla de un sol rojo que ilumina un reino subterráneo; Crónicas Subterráneas (The Underland Chronicles), de Suzanne Collins, donde se narra una guerra entre humanos y ratas; entre otras tantas.



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1 comentarios:

Anónimo dijo...

le pifiaste feo con la descripción de Pellucidar; no hay "una Europa y una Sudamérica subterráneas" sino que donde en la superficie de la Tierra hay tierra y mar, en Pellucidar es a la inversa; o sea que hay mar bajo Sudamérica y el resto de los continentes, y tierra emergida bajo los océanos. No existe tal "ciudad suspendida gracias a una esfera misteriosa"; hay varias ciudades, todas asentadas firmemente en el suelo. Lo sé por haber leído toda la serie de Pellucidar.



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