Una noche en el burdel con Lovecraft


Una noche en el burdel con Lovecraft.




H.P. Lovecraft era mucho menos puritano de lo que algunos de sus exégetas suponen. Tampoco podemos decir que haya sido una persona afín a los excesos; de hecho, era extremadamente moderado y reservado, salvo cuando se trataba de alguna delicia gastronómica de su preferencia. En un viaje a Nueva Orléans, por ejemplo, el escritor E. Hoffmann Price recibió a Lovecraft en su casa y le preparó un tazón de chile casero que, en palabras del anfitrión: habría levantado ampollas en una silla de montar. El maestro de Providence, que se enorgullecía de su tolerancia a los platos calientes y picantes, admitió que el chile de Price era vigoroso pero excelente.

A propósito de aquel viaje a Nueva Orléans, hay una curiosa anécdota que involucra a los mismos protagonistas: Lovecraft, Price, y una visita a un burdel local.

En junio de 1932, Lovecraft realizó una visita de una semana a la ciudad de Nueva Orleans. Allí fue recibido por un miembro del Círculo de Lovecraft, también escritor de Weird Tales, E. Hoffman Price, quien escribió una minuciosa memoria de aquella visita: El hombre que fue Lovecraft (The Man Who Was Lovecraft), publicada por Arkham House en la antología de 1949: Algo sobre los gatos y otras piezas (Something about Cats and Other Pieces).

Aparentemente, Price lo llevó por varios recorridos por la ciudad, aunque evitó los burdeles debido a la sensibilidad conservadora de Lovecraft. Me salté a las concubinas por completo, escribe Price, y añade que el maestro de Providence se hospedó en un hotel de tercera clase en Charles Street.

El antiguo Barrio Francés fue la decisión más exitosas de aquel recorrido turístico, ya que satisfacía los intereses arquitectónicos de Lovecraft. En esta área también se encontraba el apartamento de Price, en el 305 de Royal Street. Allí, tal vez, perfilaron juntos el inicio de A través de las puertas de la llave de plata (Through the Gates of the Silver Key), el cual inicia en un escenario de Nueva Orleans (ver: En la cama de Lovecraft)


Charlamos veintiocho horas consecutivas, intercambiamos ideas, fantasías. Lovecraft tenía un enorme entusiasmo por la vista, el sonido, y el patrón de las palabras, de las ideas. En todo mi tiempo me he encontrado con sólo uno o dos sujetos más que se le acercaron en lo que yo llamo «codicia mental». Era un glotón de palabras, ideas, pensamientos. Elaboraba, combinaba, destilaba conceptos al ritmo de una ametralladora.


Sin embargo, la relación de E. Hoffmann Price con Lovecraft no tuvo un comienzo auspicioso. En una carta a Donald Wandrei, fechada en agosto de 1927, Lovecraft comenta que su relato: La extraña casa en la niebla (The Strange High House in the Mist), había sido rechazado por Farnsworth Wright, editor de Weird Tales, después de una seria consulta con E. Hoffman Price, y añade, no lo consideramos lo suficientemente claro para las mentes agudas de nuestros lectores.

A pesar de este desencuentro, cuando Lovecraft visitó Nueva Orleans en junio de 1932, telegrafió a Price para alertarlo de su presencia, y los dos escritores pasaron gran parte de la semana siguiente juntos. En sus memorias, Price omite cualquier mención que comprometa a Lovecraft, pero en otros ámbitos corrieron ciertos rumores, probablemente maliciosos, que aseguraban que Price llevó a Lovecraft a un burdel, donde el maestro de Providence se divirtió mucho al descubrir que varias de sus empleadas, ávidas lectoras de Weird Tales, eran admiradoras de su trabajo.

La historia, apócrifa o no, es casi idéntica a una anécdota que circuló alrededor de otro maestro del relato pulp: Seabury Quinn; en este caso, más afín a este tipo de establecimientos.

A partir de aquella noche en el burdel, real o imaginaria, los dos escritores entablaron una amistad entrañable. La correspondencia entre ambos continuó hasta la muerte de Lovecraft en 1937. Incluso planearon formar un equipo literario, cuya producción, estimada de manera conservadora, llegaría a un millón de palabras al mes, según la exagerada predicción de Lovecraft. El seudónimo propuesto para esta ambiciosa colaboración fue Etienne Marmaduke de Marigny, nombre ligeramente alterado de un personaje de la única historia en la que Lovecraft y Price colaboraron: A través de las puertas de la llave de plata.

Este cuento se debe casi exclusivamente al entusiasmo de E. Hoffmann Price por un relato anterior de Lovecraft: La llave de plata (The Silver Key). Es una de mis historias favoritas de HPL, dice Price en sus memorias de 1944, y al contarle el placer que había tenido al releerlo, sugerí una secuela para dar cuenta de las acciones del protagonista [Randolph Carter] después de su desaparición. Después de convencer a un Lovecraft reacio a colaborar en una secuela de este tipo, Price escribió un borrador de 6,000 palabras en agosto de 1932. En abril de 1933, Lovecraft produjo una versión de 14,000 donde apenas quedaron menos de cincuenta de mis palabras originales, según estima el propio Price.

En cualquier caso, Price estaba satisfecho con el resultado, y sostuvo que Lovecraft tenía razón, por supuesto, al descartar todo menos el esquema básico. Solo podía maravillarme de que hubiera dado tanta importancia a mi comienzo inadecuado y torpe. La historia apareció bajo la firma de ambos autores en la edición de julio de 1934 de Weird Tales. El borrador de Price se publicó en una edición de 1982 de la revista Crypt of Cthulhu, con el título original: El señor de la ilusión (The Lord of Illusion).

Price visitó Lovecraft en Providence en el verano de 1933, durante el transcurso de un viaje en automóvil por todo el país. Cuando él y un amigo en común se presentaron en la casa del maestro de Providence con un pack de seis cervezas, se dice que el abstemio Lovecraft comentó: ¿Y qué piensas hacer con tanto de «eso»?

A la luz de esta última anécdota parece imposible que Price haya llevado a Lovecraft a un burdel, y más aun que el maestro de Providence hubiese aceptado esa hipotética propuesta. No obstante, este tipo de visitas se caracterizan por la discreción. Sería absurdo esperar una confesión abierta al respecto, pero sí podemos buscar pistas, indicios.

Lo único que puede usarse como prueba circunstancial, aunque inadmisible seriamente, de aquella visita de Lovecraft a un burdel de Nueva Orléans, se encuentra en una postal que el maestro de Providence le envió a E. Hoffmann Price el 11 de marzo de 1933.

En ella, Lovecraft se refiere brevemente a la historia de Price, El regreso de Balkis (The Return of Balkis), que acababa de publicarse en Weird Tales. Demostrando, o fingiendo, que tenía una alta estima por el talento de Price, Lovecraft le pide que critique una historia de uno de sus protegidos, Bernard Austin Dwyer. Lo que quiere es producir un trabajo realmente artístico aunque, naturalmente, no le importaría recibir de vez en cuando un cheque del Emperador Wright, señala Lovecraft, refiriéndose a Farnsworth Wright, editor de Weird Tales.

Hasta aquí, nada inusual.

Más adelante, Lovecraft comenta: Me deleité en las casas antiguas de los suburbios todavía pintorescos de Hartford. El comentario es inocuo, pero intrigante.

Lovecraft se refiere aquí a la ciudad de Hartford, Connecticut. Un trabajo de investigación especial me llevó a Hartford la semana pasada. No es una ciudad muy interesante, pero me gustaron mucho los suburbios de Farmington y Weatherfield, dice al final. Esto, se sabe, era mentira.

Lovecraft visitó Connecticut no para realizar un trabajo de investigación sino para encontrarse con Sonia H. Greene, con quien el escritor se había casado en 1924 y separado en 1926 (ver: Lovecraft y Sonia Greene: una historia de amor). Según las memorias de la propia Sonia Greene, vertidas en el libro: La vida privada de H.P. Lovecraft (The Private Life of H. P. Lovecraft), aquel reencuentro fue casto, pero no deja de sorprender que todos los lugares de Hartford que Lovecraft menciona en la postal a Price se caractericen por sus burdeles.

A buen entendedor pocas palabras, dice el refrán.

Esto, desde luego, no prueba absolutamente nada, pero resulta fascinante como uno de los tantos aspectos misteriosos en la vida del maestro de Providence. La posibilidad, por cierto, remotísima, de que las prostitutas de aquel burdel de Nueva Orleans le hayan manifestado su admiración es demasiado atractiva como para pasarla por algo.




H.P. Lovecraft. I Mitos de Cthulhu.


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1 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Prostitutas lectoras de Lovecraft, muy interesante idea para ser desechada.



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