Cómo escribí «La declaración de Randolph Carter»: H.P. Lovecraft


Cómo escribí «La declaración de Randolph Carter»: H.P. Lovecraft.




Muchos autores jóvenes, y no tanto, se preguntan sobre el método de composición de H.P. Lovecraft, acaso desconociendo que la mecánica que operaba sobre la imaginación del maestro de Providence a menudo era contraria a sus deseos, y se desarrollaba sobre los inaccesibles cimientos del sueño.

H.P. Lovecraft, casi siempre, soñaba, y luego escribía.

El gran mérito de H.P. Lovecraft es haberle arrebatado a su inconsciente algunas escenas e imágenes tan elaboradas como imposibles, propias de otro plano mental en donde las reglas no siempre son claras ni discernibles, pero regulándolas eficientemente con una prosa elegante, refinada, y, en ocasiones, barroca. Pero hoy no seremos nosotros quienes analicen el método de composición de H.P. Lovecraft.

El 11 de diciembre de 1919 H.P. Lovecraft le escribió una carta a su amigo, Clark Ashton Smith, donde le relata cómo escribió uno de sus cuentos fundamentales: La declaración de Randolph Carter (The Statement of Randolph Carter), que recién sería publicado un año despues en la revista The Vagrant.

Aquí les dejamos un resumen de aquella jugosa epístola, cuyo interés es doble: por un lado, podemos conocer la trastienda creativa de Lovecraft, y por otro, las presiones y sugerencias oníricas que operaban sobre su imaginación durante la vigilia.




Cómo escribí «La declaración de Randolph Carter».

Antes de salir del tema de Loveman y de las historias de terror, debo relatar el sueño espantoso que tuve la noche después de que recibiera la última carta de S.L.'s.

Últimamente, hemos estado discutiendo largamente cuentos extraños, y él me ha recomendado varios libros inquietantes; de tal manera que estuviese dispuesto para relacionarlo con cualquier pensamiento espantoso o de terror sobrenatural. No recuerdo cómo comenzó este sueño, o sobre que giraba realmente todo. Hay solamente restos en mi mente de un fragmento maldito cuyo final recuerdo todavía.

Por alguna razón terrible y desconocida, estábamos en un cementerio muy extraño y muy antiguo que no podría identificar. Supongo que ningún habitante de Wisconsin podría representar tal cosa; pero sí los tenemos en Nueva Inglaterra; viejos lugares horribles donde las lápidas de las tumbas tienen extrañas letras y diseños grotescos, tales como un cráneo y huesos atravesados. En algunos de estos lugares se puede recorrer un largo camino sin que pises algún sepulcro de al menos ciento cincuenta años de antigüedad.

Algún día podrás ver mi cuento La tumba (The Tomb), que fue inspirado por uno de estos lugares.

Tal era la escena de mi sueño: una horrible depresión que emergía era cubierto con una especie de maleza áspera y repulsiva, sobre la cual atisban furtivamente las horrorosas piedras y las marcas de pútridas lápidas. En una ladera había varias tumbas cuyas fachadas ya estaban en las últimas y pasadas etapas de la decrepitud. Tenía la extraña idea de que ninguna cosa viva había pisado ese suelo por muchos siglos hasta que Loveman y yo llegamos. Era muy tarde en la noche, probablemente sobre las primeras horas, puesto que una luna cuarto menguante había logrado altura considerable en el este. Loveman llevaba, colgando en su hombro, un equipo portable de teléfono; mientras que yo, dos pesadas espadas. Nos dirigimos directamente a un sepulcro plano cerca del centro del lugar horrible, y comenzamos a desmalezar la tierra del musgo, crecido y alimentado por las lluvias de años innumerables. Loveman, en el sueño, lucía exactamente como en las fotos que él me ha enviado - un hombre joven, grande, robusto, sin el menor rasgo semita (no obstante la obscuridad), y muy guapo excepto por el par de orejas prominentes. No dijimos palabra mientras que él depositó su equipo de teléfono, tomó una pala, y me ayudó a cavar la tierra y limpiar las malas hierbas.

Ambos parecíamos estar muy impresionados con algo, casi pasmados. Finalmente terminamos estos preliminares, y Loveman volvió a revisar el sepulcro. Él parecía saber exactamente que hacer, y yo también tenía alguna una idea de eso, aunque no puedo ahora recordar de que se trataba! Todo lo que recuerdo es que era consecuencia de cierta teoría que Loveman había obtenido como resultado de la lectura extensa en algunos viejos libros raros, de los cuales él poseía las únicas copias existentes. (Loveman, tú sabes, tiene una biblioteca extensa de primeras ediciones raras y otros tesoros preciosos para cualquier amante de los libros) Después de algunas elucubraciones, Loveman tomó su pala otra vez, y haciendo palanca con ella, intentó levantar la losa que hacía de tapa del sepulcro. Él no tuvo éxito, por lo tanto me acerqué y le ayudé con mi propia pala. Finalmente aflojamos la piedra, la levantamos combinando nuestras fuerzas, y la arrojamos lejos. Debajo de ella había un pasadizo negro con escalones de piedra; pero tan horribles eran los vapores miasmáticos que brotaban del hueco, que retrocedimos por un momento sin poder hacer otras observaciones. Entonces Loveman tomó el teléfono y comenzó a desenrollar el alambre, hablando por primera vez de esta manera.

—Lo siento mucho —dijo con una voz suave, agradable; medida, y no muy profunda—. Tengo que pedirte que permanezcas arriba, pues no podría responder por las consecuencias si bajaras conmigo. Honestamente, dudo si cualquier persona con un sistema nervioso como el tuyo podría soportarlo. No puedes imaginarte lo que tendré que ver y pienso que cualquier persona sin los nervios acorazados no podría descender y salir sano y salvo de ese lugar. De todos modos, éste no es un lugar para alguien que no pudo aprobar el examen físico del ejército. Yo descubrí esta cosa, y soy el responsable por cualquier persona que vaya conmigo. Pero te mantendré informado de cada movimiento que haga por teléfono; como puedes ver, tengo bastante alambre para alcanzar al centro de la tierra y regresar!

Discutí con él, pero me contestó que si no me resignaba, daría todo este asunto por terminado y conseguiría a otro compañero de expedición, un tal doctor Burke, nombre totalmente desconocido para mí. Agregó, que no me necesitaba para descender solo, puesto que solo él era el único poseedor de la verdadera clave del asunto. Finalmente consentí, y permanecí sentado sobre un banco de mármol del sepulcro abierto, y con el teléfono en mano. Él encendió la linterna eléctrica, preparó el alambre del teléfono para desenrollar, y desapareció descendiendo por los escalones de piedra húmedos, mientras el alambre crujía a medida que se desenrollaba. Por un momento no perdí de vista el resplandor de su linterna, pero desapareció repentinamente, como si hubiera dado una vuelta por la escalera de piedra. Entonces todo era silencio. Después de eso paso un período de tonto temor y de ansiosa espera.

La luna creciente subió más arriba, y una capa de niebla sobre la depresión parecía espesarse más y más. Todo era horriblemente húmedo, y me pareció ver un búho revolotear entre las sombras. Entonces fue que sonó el clic del receptor de teléfono.

—Lovecraft, pienso que lo estoy encontrando.

Las palabras se oían tensas, en tono excitado. Entonces una breve pausa, seguida por más palabras en un tono de temor y horror inefable.

—¡Dios, Lovecraft! ¡Si pudieras ver lo que estoy viendo!

Pregunté con gran entusiasmo qué es lo que estaba sucediendo. Loveman contesto con voz temblorosa:

—No puedo decirlo. No me atrevo. Nunca soñé con algo así. No puedo hablar. Esto es suficiente para desquiciar cualquier mente. Espera, ¿que es eso?

Entonces otra pausa, y el clic del receptor, y una clase de gemido desesperado.

—Lovecraft, por el amor de dios: ¡Todos se levantan! ¡lárgate! ¡lárgate! ¡No pierdas un segundo!

Yo estaba ahora completamente alarmado, y preguntaba frenéticamente a Loveman que me dijera lo que estaba pasando. Él contestó solamente.

—¡No lo pienses! ¡Date prisa!

Entonces sentí vergüenza de mi miedo. Me molestó que alguien pudiera pensar que estaba dispuesto a abandonar a un compañero en peligro. Desatendí su consejo y me disponía a bajar en su ayuda. Pero él gritó:

—No seas tonto, es demasiado tarde, no hay nada que hacer. Ni tu ni nadie pueden hacer nada ahora.

Él parecía más calmado, con una terrible, resignada calma, como asumiendo algo inevitable, ineludible. Con todo, él estaba obviamente ansioso de que yo escapara de aquel peligro desconocido.

—¡Por amor de dios sal de aquí, si todavía puedes encontrar la manera! No estoy bromeando. Lovecraft, no te veré otra vez . ¡Dios! ¡lárgate! ¡lárgate!

Gritando las ultimas palabras, su tono era un creciente frenesí. He intentado recordar la frase lo mejor posible, pero no puedo reproducir el tono. Siguió luego —horriblemente largo— un período de silencio. Intenté ayudar a Loveman, pero me encontraba paralizado absolutamente. El movimiento más leve me era imposible. Podía hablar, sin embargo, y le llamaba con excitación por el teléfono:

—¡Loveman! ¡Loveman! ¿Qué es eso?¿Que es lo terrible?

Pero él no contestó. Y entonces sucedió algo increíblemente espantoso -tremendo, inexplicable, casi innombrable. He dicho que Loveman estaba en silencio ahora, pero después de un intervalo extenso de aterrorizante espera, otro clic vino del receptor. Pregunté:

—Loveman, ¿está usted allí?

Y en la contestación escuché una voz, algo que no puede describirse con cualquier palabra. Decir que era muy profunda, líquida, hueca, gelatinosa, enfermiza, gutural, indefinidamente distante. En ese teléfono la oí; la escuché sentado en el banco de mármol, en el cementerio desconocido y muy antiguo, con las piedras y las tumbas que se desmenuzaban, y la hierba larga, y la humedad, y el búho, y la luna en cuarto menguante.

Encima del sepulcro, esto es lo que dijo:

—¡IMBECIL, LOVEMAN ESTA MUERTO!.

Me desmayé en el sueño, y luego sabía que estaba despierto: ¡y con un dolor de cabeza tremendo! Yo no sé todavía qué fue todo eso, qué cosa, sobre (o debajo) de la tierra, fuimos a buscar, o qué se supone que fuese esa horrible voz. ¡He leído sobre los espíritus necrófagos, pero por un demonio, el dolor de cabeza que tenía era peor que el sueño! Loveman se reirá cuando le cuente sobre este sueño! A su debido tiempo, intentaré retratar esta imagen en una historia, así como retraté otro sueño-cuadro en La maldición que cayó sobre Sarnath (The Doom that came to Sarnath).

Me pregunto ahora si tengo derecho a registrar la profesión de escritor de sueños. Odio llevarme el mérito cuando realmente no imaginé conscientemente esa imagen en mi propia mente. Con todo, si no es mérito mío, ¿quién en el cielo podría reclamarlo? Samuel Coleridge reclamó para sí Kubla Khan, así que pienso que registraré esta idea antes de dejarla ir.

Quiero creer que fue solamente un sueño...

H.P. Lovecraft.




H.P. Lovecraft. I Mitos de Cthulhu.


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