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Philip K. Dick: novelas destacadas


Philip K. Dick: novelas destacadas.




Philip K. Dick (1928-1982) fue un escritor estadounidense que se destacó en el ámbito de la ciencia ficción. En este contexto, las novelas de Philip K. Dick son verdaderos clásicos de la ciencia ficción de todos los tiempos, marcando un antes y un después en términos de orginalidad.

Aquí iremos analizando todas las novelas de Philip K. Dick.




Novelas de Philip K. Dick:
  • El hombre en el castillo (The Man in the High Castle)
  • Los tres estigmas de Palmer Eldritch (The Three Stigmata of Palmer Eldritch)
  • SIVAINVI (VALIS)
  • ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (Do Androids Dream of Electric Sheep?)
  • Tiempo de Marte (Martian Time-Slip)
  • Ubik (Ubik)
  • Una mirada a la oscuridad (A Scanner Darkly)
  • Aguardando el año pasado (Now Wait for Last Year)
  • Deus irae (Deus Irae)
  • El doctor Futuro (Dr. Futurity)
  • El doctor Moneda Sangrienta (Dr. Bloodmoney, or How We Got Along After the Bomb)
  • El martillo de Vulcano (Vulcan's Hammer)
  • El mundo contra reloj (Counter-Clock World)
  • El tiempo doblado (The World Jones Made)
  • Fluyan mis lágrimas, dijo el policía (Flow My Tears, the Policeman Said)
  • Laberinto de muerte (A Maze of Death)
  • La grieta en el espacio (The Crack in Space)
  • La nave de Ganímedes (Globe From Ganymede)
  • La penúltima verdad (The Penultimate Truth)
  • La pistola de rayos (The Zap Gun)
  • Los clanes de la luna alfana (Clans of the Alphane Moon)
  • Los Simulacros (The Simulacra)
  • Lotería solar (Solar Lottery)
  • Marionetas cósmicas (The Cosmic Puppets)
  • Nuestros amigos de Frolix 8 (Our Friends from Frolix 8)
  • Ojo en el cielo (Eye in the Sky)
  • Planetas morales (The Man Who Japed)
  • Podemos construirlo (We Can Build You)
  • Tiempo desarticulado (Time Out of Joint)
  • Torneo mortal (The Game-Players of Titan)





Autores en El Espejo Gótico. I Autores con historia.


El artículo: Philip K. Dick: novelas destacadas fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

Philip K. Dick: cuentos destacados


Philip K. Dick: cuentos destacados.




Philip K. Dick (1928-1982) fue un importante escritor norteamericano dentro del ámbito de la ciencia ficción. En este contexto, una gran parte de los cuentos de Philip K. Dick se encuentran entre los clásicos más destacados de la ciencia ficción del siglo XX.

Aquí iremos repasando todos los cuentos de Philip K. Dick.




Relatos de Philip K. Dick:
  • Ahí yace el Wub (Beyond Lies the Wub)
  • Algunas peculiaridades de los ojos (The Eyes Have It)
  • La transmigración de Timothy Archer (The Transmigration of Timothy Archer)
  • La viejecita de las galletas (The Cookie Lady)
  • Podemos recordarlo por usted (We Can Remember It for You Wholesale)
  • Acto de novedades (Novelty Act)
  • Algo para nosotros temponautas (A Little Something for Us Tempunauts)
  • Algunas clases de vida (Some Kinds of Life)
  • Automatización (Autofac)
  • Autor, autor (Prominent Author)
  • Cadbury, el castor que fracasó (Cadbury, The Beaver Who Lacked)
  • Cadenas de aire, telarañas de éter (Chains of Air, Web of Aether)
  • Campaña publicitaria (Sales Pitch)
  • Cargo de suplente máximo (Stand-By)
  • Colonia (Colony)
  • Confesiones de un artista de mierda (Confessions of a Crap Artist)
  • Coto de caza (Fair Game)
  • ¡Cura a mi hija, mutante! (Psi-Man Heal My Child!)
  • Desajuste (Misadjustment)
  • Desayuno en el crepúsculo (Breakfast at Twilight)
  • Detrás de la puerta (Beyond the Door)
  • El abonado (The Commuter)
  • El ahorcado (The Hanging Stranger)
  • El artefacto precioso (Precious Artifact)
  • El cañón (The Gun)
  • El caso Rautavaara (Rautavaara's Case)
  • El cliente perfecto (Captive Market)
  • El constructor (The Builder)
  • El cuento final de todos los cuentos (The Story to End All Stories for Harlan Ellison's Anthology Dangerous Visions)
  • El día que el señor Computadora cayó de su árbol (The Day Mr. Computer Fell Out of Its Tree)
  • El fabricante de capuchas (The Hood Maker)
  • El factor letal (Meddler)
  • El gran C (The Great C)
  • El hombre dorado (The Golden Man)
  • El hombre que tenía los dientes exactamente iguales (The Man Whose Teeth Were All Exactly Alike)
  • El hombre sin teleportar (The Unteleported Man)
  • El hombre variable (The Variable Man)
  • El informe de la minoría (The Minority Report)
  • El modelo de Yancy (The Mold of Yancy)
  • El mundo de Jon (Jon's World)
  • El mundo que ella deseaba (The World She Wanted)
  • El ojo de la sibila (The Eye of the Sibyl)
  • El padre-cosa (The Father-Thing)
  • El planeta imposible (The Impossible Planet)
  • El rey de los elfos (The King of the Elves)
  • El último experto (The Last of the Masters)
  • En busca de Milton Lumky (In Milton Lumky Territory)
  • En el jardín (Out in the Garden)
  • Equipo de ajuste (Adjustment Team)
  • Equipo de exploración (Survey Team)
  • Estabilidad (Stability)
  • Extraños recuerdos de muerte (Strange Memories of Death)
  • Flautistas en el bosque (Piper in the Woods)
  • Foster, estás muerto (Foster, You're Dead)
  • Gestarescala (Galactic Pot-Healer)
  • Humano es (Human Is)
  • Humty Dumpty en Oakland (Humpty Dumpty in Oakland)
  • Impostor (Impostor)
  • Ir tirando (Puttering About in a Small Land)
  • James P. Crow (James P. Crow)
  • Juego de guerra (War Game)
  • La araña acuática (Waterspider)
  • La barrera de cromo (The Chromium Fence)
  • La calavera (The Skull)
  • La cripta de cristal (The Crystal Crypt)
  • La estratagema (Shell Game)
  • La fe de nuestros padres (Faith of Our Fathers)
  • La guerra con los Fnuls (The War With The Fnools)
  • La hormiga eléctrica (The Electric Ant)
  • La invasión divina (The Divine Invasion)
  • La jugada (A Game of Unchance)
  • La M no reconstruida (The Unreconstructed M)
  • La maqueta (Small Town)
  • La máquina preservadora (The Preserving Machine)
  • La mente alien (The Alien Mind)
  • La nave de Ganímedes (Globe From Ganymede)
  • La nave humana (Mr. Spaceship)
  • La niñera (Nanny)
  • La paga (Paycheck)
  • La paga del publicador (Pay for the Printer)
  • La pequeña caja negra (The Little Black Box)
  • La pequeña rebelión (The Little Movement)
  • La puerta de salida lleva adentro (The Exit Door Leads In)
  • La rana infatigable (The Indefatigable Frog)
  • La segunda variedad (Second Variety)
  • Las prepersonas (The Pre-Persons)
  • La vida efímera y feliz del zapato marrón (The Short Happy Life of the Brown Oxford)
  • Lo que dicen los muertos (What the Dead Men Say)
  • Los cazadores cósmicos (The Cosmic Poachers)
  • Los defensores (The Defenders)
  • Los días de Perky Pat (The Days of Perky Pat)
  • Los infinitos (The Infinites)
  • Los marcianos llegan en oleadas (Martians Come in Clouds)
  • Los reptadores (The Crawlers)
  • Mary y el gigante (Mary and the Giant)
  • Mecanismo de recuperación (Recall Mechanism)
  • Nick y el Glimmung (Nick and the Glimmung)
  • No por su cubierta (Not by Its Cover)
  • Nosotros los exploradores (Explorers We)
  • Nul-o (Null-O)
  • ¡Oh, ser un Bobel! (Oh, to Be a Blobel!)
  • Orfeo con pies de arcilla (Orpheus with Clay Feet)
  • Partida de revancha (Return Match)
  • Pieza de colección (Exhibit Piece)
  • Planeta de paso (Planet for Transients)
  • Problemas con las burbujas (The Trouble with Bubbles)
  • Progenie (Progeny)
  • Proyecto Tierra (Project** Earth)
  • ¿Qué haremos con Ragland Park? (What'll We Do with Ragland Park?)
  • Quisiera llegar pronto (I Hope I Shall Arrive Soon)
  • Radio Libre Albemuth (Radio Free Albemuth)
  • Rug (Roog)
  • Sacrificio (Expendable)
  • Sagrada controversia (Holy Quarrel)
  • Segunda variedad (Second Variety)
  • Servicio de reparaciones (Service Call)
  • Servir al amo (To Serve the Master)
  • Síndrome de retirada (Retreat Syndrome)
  • Si no existiera Benny Cemoli... (If There Were No Benny Cemoli)
  • Sirio cinco (Sirius Five)
  • Sobre la desolada Tierra (Upon the Dull Earth)
  • Sobre manzanas marchitas (Of Withered Apples)
  • Su cita será ayer (Your Appointment Will Be Yesterday)
  • Tiempo de Marte (Martian Time-Slip)
  • Tiempo desarticulado (Time Out of Joint)
  • Tony y los escarabajos (Tony and the Beetles)
  • Una incursión en la superficie (A Surface Raid)
  • Una odisea en la Tierra (A Terran Odyssey)
  • Un mundo de talentos (A World of Talent)
  • Un paraíso extraño (Strange Eden)
  • Un recuerdo (Souvenir)
  • Un regalo para Pat (A Present for Pat)
  • Veterano de guerra (War Veteran)
  • Y gira la rueda (The Turning Wheel)





Autores en El Espejo Gótico. I Autores con historia.


El artículo: Philip K. Dick: cuentos destacados fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

«Ahí yace el Wub»: Philip K. Dick; relato y análisis


«Ahí yace el Wub»: Philip K. Dick; relato y análisis.




Ahí yace el Wub (Beyond Lies the Wub) es un relato fantástico del escritor norteamericano Philip K. Dick (1928-1982), publicado originalmente en la edición de julio de 1952 de la revista Planet Stories, y luego reeditado en la antología de 1969: La máquina preservadora (The Preserving Machine).

Ahí yace el Wub, sin dudas uno de los grandes cuentos de Philip K. Dick, relata la curiosa historia de un hombre llamado Peterson, miembro de la tripulación de una nave espacial que carga animales marítimos de Marte, quien compra una extraña criatura, similar a un cerdo, llamada Wub.

Tras el despegue, la tripulación advierte que el Wub es un ser inteligente, extremadamente inteligente, capaz de ejercer la telepatía y el control mental. Peterson y el Wub, sin embargo, se hacen buenos amigos, y pasan largas horas discutiendo sobre los mitos griegos y seres fantásticos. Por otro lado, el capitán de la nave, llamado Franco, un tanto paranoico por la presencia de la bestia, irrumpe y decide matar y comer al Wub.

La tripulación se opone a matar a la criatura tan sensible, pero el capitán es inflexible. Tras la cena, Franco se disculpa por haber interrumpido aquella discusión, y renueva la conversación anterior entre Peterson y el Wub, quien ahora, aparentemente, ha tomado posesión del cuerpo del Capitán.




Ahí yace el Wub.
Beyond Lies the Wub, Philip K. Dick (1928-1982)

Faltaba poco para finalizar la carga. El Optus, de pie, con los brazos cruzados, fruncía el ceño. El capitán Franco bajó despacio por la pasarela y sonrió.

—¿Qué ocurre? —le preguntó—. Te pagan por esto.

El Optus no dijo nada. Recogió sus túnicas y dio media vuelta. El capitán pisó el borde de la túnica.

—Espera un momento, no te vayas; aún no he terminado.

—¿De veras? —El Optus se giró con dignidad—. Vuelvo a la aldea. —Contempló los animales y los pájaros que eran conducidos hacia la nave—. He de organizar nuevas cacerías.

Franco encendió un cigarrillo.

—¿Por qué no? A vosotros os basta con salir a campo abierto y seguir pistas. Pero cuando estemos a mitad de camino entre Marte y la Tierra…

El Optus se marchó sin contestar. Franco se reunió con el primer piloto al pie de la pasarela.

—¿Cómo va todo? —Consultó el reloj—. Hemos hecho un buen negocio.

El piloto le miró con cara de pocos amigos.

—¿Cómo explica eso?

—¿Qué le pasa? Los necesitamos más que ellos.

—Nos veremos después, capitán.

El piloto subió por la pasarela, y se abrió paso entre las aves zancudas marcianas. Franco le vio desaparecer en el interior de la nave. Iba a seguirle los pasos hacia la portilla cuando lo vio.

—¡Dios mío!

Se quedó mirando con las manos en las caderas. Peterson venía por el sendero, con la cara congestionada, arrastrándolo con una cuerda.

—Lo siento, capitán —dijo, manteniendo la cuerda tensa.

Franco avanzó hacia él.

—¿Qué es eso?

El wub desplomó su enorme cuerpo lentamente. Se sentó con los ojos entornados. Algunas moscas zumbaban sobre su flanco y las espantó con la cola.

Se hizo el silencio.

—Es un wub —explicó Peterson—. Se lo compré a un nativo por cincuenta centavos. Dijo que era un animal muy raro. Muy respetado.

—¿Esto? —Franco aguijoneó el inmenso flanco del wub—. ¡Si es un cerdo! ¡Un inmundo cerdo grande!

—Sí, señor, es un cerdo. Los nativos lo llaman wub.

—Un gran cerdo. Debe de pesar unos doscientos kilos.

Franco agarró un mechón del hirsuto pelo. El wub jadeó. Abrió sus ojos pequeños y húmedos, y su gran boca tembló. Una lágrima se deslizó por la mejilla del animal y cayó al suelo.

—Tal vez sea comestible —dijo Peterson, nervioso.

—Pronto lo averiguaremos —respondió Franco.

El wub sobrevivió al despegue, profundamente dormido en el casco de la nave. Cuando ya estaban en el espacio y todo funcionaba con normalidad, el capitán Franco ordenó a sus hombres que subieran al wub para dilucidar qué clase de animal era.

El wub gruñó y resopló mientras ascendía a duras penas por el pasaje.

—Vamos —masculló Jones tirando de la cuerda.

El wub se retorcía y rozaba su piel contra las lisas paredes cromadas. Desembocó en la antecámara y cayó pesadamente al suelo. Los hombres se levantaron de un salto.

—¡Santo cielo! —exclamó French—. ¿Qué es eso?

—Peterson dice que es un wub —respondió Jones—. Es suyo.

Le dio una patada al wub, y el animal, jadeante, se puso en pie con grandes dificultades.

—¿Y ahora qué le pasa? —dijo French acercándose—. ¿Se va a poner enfermo?

Todos lo contemplaban. El wub puso los ojos en blanco y luego miró a los hombres que le rodeaban.

—Quizá tenga sed —aventuró Peterson.

Fue a buscar agua. French meneó la cabeza.

—Ya entiendo por qué tuvimos tantas dificultades para despegar. Me vi obligado a revisar todos mis cálculos de lastre.

Peterson volvió con el agua. El wub, agradecido, la lamió a grandes lengüetazos y salpicó a la tripulación.

El capitán Franco apareció en la puerta.

—Echémosle un vistazo. —Avanzó con mirada escrutadora—. ¿Lo compraste por cincuenta centavos?

—Sí, señor —dijo Peterson—. Come de todo. Le di cereales y le gustaron, y después patatas, forraje y las sobras de nuestra comida, y leche. Creo que le gusta comer. Una vez ha llenado el estómago, se echa a dormir.

—Entiendo. Bien, me gustaría saber cuál es su sabor. Creo que no conviene alimentarlo tanto, ya está bastante gordo. ¿Dónde está el cocinero? Que se presente al instante. Quiero averiguar…

El wub dejó de beber y miró al capitán.

—Le sugiero, capitán, que hablemos de otros asuntos —dijo el wub.

Un pesado silencio se abatió sobre la habitación.

—¿Quién dijo eso? —preguntó el capitán Franco.

—El wub, señor —dijo Peterson—. Habla.

Todos miraron al wub.

—¿Qué dijo? ¿Qué dijo?

—Sugirió que habláramos de otras cosas.

Franco se acercó al wub. Dio vueltas a su alrededor y lo examinó desde todos los ángulos. Luego volvió a reunirse con sus hombres.

—Tal vez haya un nativo en su interior —reflexionó en voz alta—. Tal vez deberíamos abrirlo y confirmarlo.

—¡Dios mío! —exclamó el wub—. ¿Sólo saben pensar en matar y trinchar?

—¡Salga de ahí! ¡Quienquiera que sea, salga! —gritó Franco con los puños apretados.

No se produjo el menor movimiento. Los hombres miraban al wub, pálidos y procurando mantenerse muy juntos. El wub agitó la cola y eructó.

—Perdón —se disculpó.

—Creo que no hay nadie dentro —susurró Jones.

Los hombres se miraron entre sí. El cocinero entró.

—¿Me mandó llamar, capitán? ¿Qué es esto?

—Es un wub —dijo Franco—. Nos lo comeremos. ¿Por qué no lo mide y trata de…?

—Antes que nada, deberíamos hablar —interrumpió el wub—. Con su permiso, me gustaría discutir este asunto. Veo que no nos ponemos de acuerdo en algunos puntos fundamentales.

El capitán tardó un rato en contestar. El wub esperó pacientemente y aprovechó para secarse el agua de las mandíbulas.

—Vamos a mi despacho —dijo el capitán por fin.

Se giró y salió de la habitación. El wub se levantó y fue tras él. Los hombres lo siguieron con la mirada y oyeron como subía la escalera.

—Me gustaría saber cómo terminará todo esto —dijo el cocinero—. Bien, vuelvo a la cocina. Informadme de cualquier novedad.

—Claro —dijo Jones—. Claro.

El wub se dejó caer en un rincón con un suspiro.

—Le ruego me disculpe, pero me encantan todas las formas de descansar. Cuando se es tan grande como yo…

El capitán asintió con un gesto de impaciencia. Tomó asiento ante su escritorio y entrelazó las manos.

—Bien, empecemos de una vez. Es usted un wub, si no me equivoco.

—Creo que sí. Quiero decir que así es como nos llaman los nativos, aunque tenemos nuestra propia denominación.

—Habla nuestro idioma. ¿Estuvo en contacto con terrícolas anteriormente?

—No.

—Entonces. ¿cómo lo hace?

—¿Hablar su idioma? ¿Estoy hablando en su idioma? No soy consciente de hablar ninguna lengua en particular. Examiné su mente…

—¿Mi mente?

—Estudié los contenidos, en especial el depósito semántico, como yo lo llamo…

—Entiendo. Telepatía, claro.

—Somos una raza muy antigua. Muy antigua y voluminosa. Nos cuesta mucho desplazarnos. Como comprenderá, algo tan lento y pesado está a merced de formas más ágiles de vida. Consideramos que sería inútil basar nuestra supervivencia en la fuerza física. Demasiado pesados para correr, demasiado blandos para combatir, demasiado pacífico para cazar por diversión…

—¿Y de qué viven?

—Plantas, vegetales, comemos casi de todo. Somos tolerantes, liberales y eclécticos. Vivimos y dejamos vivir. Por eso hemos durado tanto. Y por eso me opuse con tanta vehemencia a ser introducido en una olla. Vi la imagen en su mente: la mayor parte de mi cuerpo en el congelador, otra en la olla, un pedacito para el gato…

—¿Así que lee la mente? —interrumpió el capitán—. Muy interesante. ¿Qué más? Quiero decir, ¿posee alguna otra capacidad semejante?

—Nada importante —respondió el wub distraído, paseando la mirada por la habitación—. Un bonito despacho, capitán, muy limpio. Respeto las formas de vida que aman la pulcritud. Algunas aves marcianas son muy aseadas: sacan los desperdicios del nido y luego barren.

—Fascinante, pero volviendo a lo que hablábamos…

—Desde luego. Usted habló de cocinarme. Según he oído, el sabor es agradable. Un poco grasos, pero tiernos. Pero ¿cómo lograremos establecer una relación perdurable entre su pueblo y el mío si persiste en actitudes tan bárbaras? ¿Comerme? Deberíamos discutir otras cuestiones: filosofía, arte…

—¡Filosofía! —exclamó el capitán poniéndose en pie—. Quizá le interese saber que el próximo mes apenas tendremos nada para comer, algunas provisiones se han echado a perder…

—Lo sé —asintió con la cabeza el wub—. Pero ¿no estaría más de acuerdo con sus principios democráticos que lo sorteáramos? Después de todo, la democracia consiste en proteger a las minorías de tales abusos. Si cada uno tiene derecho a votar.

El capitán caminó hacia la puerta.

—Está loco —rezongó.

Abrió la puerta. Abrió la boca.

Se quedó petrificado, con la boca abierta, la mirada perdida, los dedos aún sujetos al tirador.

El wub le miró. Luego salió de la habitación y pasó por delante del capitán. Se alejó por el corredor, absorto en sus pensamientos. La habitación estaba en silencio.

—Como verá —dijo el wub— tenemos mitos comunes. Sus mentes albergan muchos símbolos mitológicos familiares: Ishtar, Ulises…

Peterson estaba sentado sin decir nada, con la vista fija en el suelo. Se removió en su silla.

—Siga —dijo—. Siga por favor.

—Su Ulises es una figura común a casi todas las razas autoconscientes. Desde mi punto de vista, Ulises vaga como un individuo consciente de sí como tal. Es la idea de la separación, la separación de la familia o del país. El proceso de individuación.
—Pero Ulises acaba por volver a casa. —Peterson miró por el ojo de buey las estrellas, las incontables estrellas que brillaban con intensidad en el universo vacío—. Al final, vuelve a casa.

—Como lo hacen todas las criaturas. El momento de la separación es un período transitorio, un breve viaje del alma. Tiene un principio y un fin. El viajero errante regresa a su país y a su raza.

La puerta se abrió. El wub se calló y volvió su gran cabeza. El capitán Franco entró en la habitación seguido de sus hombres. Titubearon en el umbral.

—¿Te encuentras bien? —preguntó French.

—¿Te refieres a mí? —replicó Peterson, sorprendido—. ¿Por qué?

—Ven aquí —ordenó el capitán Franco empuñando una pistola—. Levántate y acércate.

Hubo un silencio.

—Adelante —dijo el wub—. No importa.

Peterson se puso en pie.

—¿Para qué?

—Es una orden.

Peterson se dirigió hacia la puerta. French le tomó del brazo.

—¿Qué pasa? —Peterson se soltó con un movimiento brusco—. ¿Qué os pasa a todos?

El capitán Franco avanzó hacia el wub. El wub le miró desde el rincón en donde estaba echado junto a la pared.

—Es interesante que siga obsesionado con la idea de comerme. Me pregunto la razón.

—Levántese —ordenó Franco.

—Si insiste —El wub se levantó con un gruñido—. Tenga paciencia. Me cuesta mucho.

Logró ponerse en pie, jadeando y con la lengua fuera.

—Mátelo ya —dijo French.

—¡Por el amor de Dios! —exclamó Peterson.

Jones se giró hacia él con los ojos llenos de miedo.

—Tú no le viste… como una estatua con la boca abierta. Aún seguiría allí si no hubiéramos bajado.

—¿Quién? ¿El capitán? —preguntó Peterson— Pero si ya está bien.

Todos miraban al wub, parado en mitad de la habitación. Respiraba entrecortadamente.

—Vamos —dijo Franco—. Apártense.

Los hombres se apelotonaron en la puerta.

—Tiene miedo. ¿verdad? —habló el wub— ¿Qué le he hecho?. Me repugna la idea de lastimar a alguien. Sólo he intentado protegerme. ¿Esperaba que me precipitara alegremente hacia mi muerte? Soy un ser tan sensible como ustedes. Tenía curiosidad por ver su nave, por saber algo más sobre sus costumbres. Le sugerí al nativo…

La pistola osciló.

—¿Ven? —dijo Franco—. Ya me lo pensaba.

El wub se tiró al suelo, tembloroso. Estiró las patas y enrolló la cola.

—Hace mucho calor —dijo—. Debemos estar cerca de los motores. Energía atómica. Desde un punto de vista técnico han logrado cosas maravillosas, pero sus científicos no están preparados para resolver problemas morales, éticos.

Franco se volvió hacia los tripulantes, apiñados a su espalda, silenciosos y con los ojos abiertos de par en par.

—Yo lo haré. Pueden mirar, si quieren.

—Trate de darle en el cerebro —aprobó French—. No es comestible. No tire al pecho. Si la caja torácica revienta, tendremos que ir sacando los huesos.

—Escuchad —dijo Peterson lamiéndose los labios—. ¿Qué ha hecho? ¿Ha causado algún mal? Os estoy haciendo una pregunta. Y, además, es mío. No tenéis derecho a matarlo. No es vuestro.

Franco levantó la pistola.

—Yo me voy —dijo Jones, pálido y descompuesto—. No quiero verlo.

—Yo también —le imitó French.

Ambos salieron tropezando y murmurando. Peterson permaneció junto a la puerta.

—Me hablaba de los mitos —musitó—. Es incapaz de hacerle daño a nadie.

Se marchó.

Franco se acercó al wub. Éste levantó los ojos y tragó saliva.

—Qué locura —dijo—. Lamento que desee hacerlo. Recuerdo una parábola de su Salvador…

Se interrumpió y fijó la vista en la pistola.

—¿Será capaz de mirarme a los ojos cuando lo haga? ¿Será capaz?

—Desde luego. Allá en la granja teníamos cerdos, apestosos jabalíes. Claro que seré capaz.

Sin apartar la mirada de los ojos húmedos y brillantes del wub, apretó el gatillo.


El sabor era excelente.

Estaban sentados con semblante de tristeza alrededor de la mesa; algunos apenas comían. El único que parecía disfrutar del plato era el capitán Franco.

—¿Más? —preguntó—. ¿Más? ¿Un poco más de vino?

—Yo no —respondió French—. Vuelvo a la sala de control.

—Yo tampoco. —Jones se puso en pie y empujó la silla hacia atrás—. Nos veremos más tarde.

El capitán les vio marcharse. Algunos de los que quedaban también se excusaron.

—¿Qué les ocurre a todos? —preguntó el capitán a Peterson.

Éste permanecía sentado con la vista fija en el plato, en las patatas, en los guisantes y en el trozo de carne humeante y tierna. Abrió la boca, pero no emitió ningún sonido.

El capitán apoyó la mano en el hombro de Peterson.

—Ahora es tan sólo materia orgánica. La esencia vital ha desaparecido. —Mojó un trozo de pan en la salsa—. Me gusta comer. Es uno de los grandes placeres de la vida. Comer, descansar, meditar, discutir de algunas cosas.

Peterson asintió con un gesto. Otros dos hombres se levantaron y se marcharon. El capitán bebió agua y suspiró.

—Bien, he de admitir que es una comida muy agradable. Todo lo que me habían dicho acerca del… sabor del wub era cierto. Exquisito. Aunque me advirtieron, hace tiempo, que no lo hiciera nunca.

Se secó los labios con la servilleta y se recostó en la silla. Peterson miraba la mesa con expresión de tristeza. El capitán le observó atentamente. Luego se inclinó hacia adelante.

—Vamos, vamos, anímese. Hablemos de cualquier cosa.

Sonrió.

—Como decía antes de que me interrumpieran, el papel de Ulises en los mitos...

Philip K. Dick (1928-1982)




Relatos góticos. I Relatos de Philip K. Dick.


Más literatura gótica:
El análisis y resumen del cuento de Philip K. Dick: Ahí yace el Wub (Beyond Lies the Wub), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

«Algunas peculiaridades de los ojos»: Philip K. Dick; relato y análisis


«Algunas peculiaridades de los ojos»: Philip K. Dick; relato y análisis.




Algunas peculiaridades de los ojos (The Eyes Have It) es un relato fantástico del escritor norteamericano Philip K. Dick (1928-1982), publicado originalmente en la edición de julio de 1953 de la revista pulp: Science Fiction Stories.

Algunas peculiaridades de los ojos, sin dudas uno de los grandes cuentos de Philip K. Dick, narra la historia de un hombre sumamente perturbado, que cree haber descubierto en las páginas de un libro, hallado por casualidad, la trama secreta de una invasión extraterrestre.

El narrador, aterrorizado, deduce que los ojos de los invasores pueden moverse libremente de un lado a otro, cambiando de persona en persona, haciendo que cada individuo sea potencialmente uno de ellos.

No obstante, el sagaz narrador de Algunas peculiaridades de los ojos interpreta literalmente cada palabra, cada frase, cada párrafo de ese libro, lo cual, a su vez, lo lleva a sacar conclusiones tan sorprendentes como descabelladas.



Algunas peculiaridades de los ojos.
The Eyes Have It, Philip K. Dick (1928-1892)

Descubrí, por accidente, que la Tierra fue invadida por una forma de vida procedente de otro planeta. Sin embargo, no he hecho nada al respecto; no se me ocurre qué.

Escribí al gobierno, y en respuesta me enviaron un folleto sobre la reparación y mantenimiento de las casas de madera. En cualquier caso, no soy el primero que lo ha descubierto. Hasta es posible que la situación esté controlada.

Estaba sentado en mi asiento, leyendo las páginas de un libro de bolsillo que alguien había olvidado en el autobús, cuando me topé con algo extraño. Por un instante no reaccioné. Tardé un rato en comprender su importancia. Cuando la asimilé, me pareció raro que no hubiera reparado en ella de inmediato.

Era una clara referencia a una especie no humana, extraterrestre, de increíbles características. Una especie, me apresuro a señalar, que adopta el aspecto de seres humanos. Sin embargo, las siguientes observaciones del autor no tardaron en desenmascarar su auténtica naturaleza. Comprendí en seguida que el autor lo sabía todo. Lo sabía todo, pero se lo tomaba con extraordinaria tranquilidad. La frase (aún tiemblo al recordarla) decía:

Sus ojos pasearon lentamente por la habitación.

Vagos escalofríos me asaltaron. Intenté imaginarme los ojos. ¿Rodaban como monedas? El fragmento indicaba que no; daba la impresión que se movían por el aire, no sobre la superficie. En apariencia, con cierta rapidez. Ningún personaje del relato se mostraba sorprendido. Eso es lo que más me intrigó. Ni la menor señal de estupor ante algo tan atroz. Después, los detalles se ampliaban.

...sus ojos se movieron de una persona a otra.

Lacónico, pero definitivo. Los ojos se habían separado del cuerpo y tenían autonomía propia.

Mi corazón latió con violencia y me quedé sin aliento. Había descubierto por casualidad la mención a una raza desconocida. Extraterrestre, desde luego. No obstante, todo resultaba perfectamente natural a los personajes del libro, lo cual sugería que pertenecían a la misma especie.

¿Y el autor?

Una sospecha empezó a formarse en mi mente. El autor se lo tomaba con demasiada tranquilidad. Era evidente que lo consideraba de lo más normal. En ningún momento intentaba ocultar lo que sabía. El relato proseguía:

...a continuación, sus ojos acariciaron a Julia.

Julia, por ser una dama, tuvo el mínimo decoro de experimentar indignación. La descripción revelaba que enrojecía y arqueaba las cejas en señal de irritación. Suspiré aliviado. No todos eran extraterrestres. La narración continuaba:

...sus ojos, con toda tranquilidad, examinaron cada centímetro de la joven.

¡Santo Dios! En este punto, por suerte, la chica daba media vuelta y se largaba, poniendo fin a la situación.

Me recliné en la butaca, horrorizado. Mi esposa y mi familia me miraron, asombrados.

—¿Qué pasa, querido? —preguntó mi mujer.

No podía decírselo. Revelaciones como ésta serían demasiado para una persona corriente. Debía guardar el secreto.

—Nada —respondí, con la voz quebrada.

Me levanté, cerré el libro de golpe y salí de la sala a toda prisa.

Seguí leyendo en el garaje. Había más. Leí el siguiente párrafo, temblando de pies a cabeza:

...su brazo rodeó a Julia. Al instante, ella le pidió que se lo quitara, a lo cual él accedió de inmediato, sonriente.

No consta qué fue del brazo después que el tipo se lo quitara. Quizá se quedó apoyado en la pared, o lo tiró a la basura. Da igual en cualquier caso, el significado era claro: era una raza de seres capaces de quitarse partes de su anatomía a voluntad. Ojos, brazos, y tal vez más.

En este punto, mis conocimientos de biología me resultaron muy útiles. Era obvio que se trataba de seres simples, elementales, no más desarrollados que una estrella de mar. Estas criaturas pueden hacer lo mismo.

Seguí con mi lectura. Y entonces topé con esta increíble revelación, expuesta con toda frialdad por el autor, sin que su mano temblara lo más mínimo:

...nos separamos frente al cine. Una parte entró, y la otra se dirigió al restaurante para cenar.

Fisión binaria, sin duda. Se dividían por la mitad y formaban dos entidades. Existía la posibilidad que las partes inferiores fueran al restaurante, pues estaba más lejos, y las superiores al cine.

Continué leyendo, con manos temblorosas. Había descubierto algo importante. Mi mente vaciló cuando leí este párrafo:

...temo que no hay duda. El pobre Bibney ha vuelto a perder la cabeza.

Al cual seguía:

...y Bob dice que no tiene entrañas.

Pero Bibney se las ingeniaba tan bien como el siguiente personaje. Éste, no obstante, era igual de extraño. No tarda en ser descrito como:

...carente por completo de cerebro.

El siguiente párrafo despejaba cualquier duda: Julia, que hasta ese momento me había parecido una persona de lo más normal, se revela también como una forma de vida extraterrestre:

...con toda deliberación, Julia había entregado su corazón al joven.

No descubrí a qué oscuro fin había sido destinado el órgano, pero daba lo mismo. Era evidente que Julia se había decidido a vivir a su manera, como los demás personajes del libro: sin corazón, brazos, ojos, cerebro, vísceras, dividiéndose en dos cuando la situación lo requería. Sin escrúpulos.

...a continuación le dio la mano.

Me horroricé.

El muy canalla no se conformaba con su corazón, también se quedaba con su mano. Me estremezco al pensar en lo que habrá hecho con ambos, a estas alturas.

...tomó su brazo.

Sin reparo alguno había pasado a la acción y procedía a desmembrarla sin más. Rojo como un tomate, cerré el libro y me levanté, pero no a tiempo de soslayar la última referencia a esos fragmentos de anatomía tan despreocupados, cuyos viajes me habían puesto en la pista desde un principio:

...sus ojos le siguieron por la carretera y mientras cruzaba el prado.

Salí como un rayo del garaje y me metí en casa, como si aquellas detestables cosas me persiguieran. Mi mujer y mis hijos jugaban al monopolio en la cocina. Me uní a la partida y jugué con frenético entusiasmo. Me sentía febril y los dientes me castañeteaban.

Ya había tenido suficiente. No quiero saber nada más. Que vengan. Que invadan la Tierra. No quiero mezclarme en ese asunto. No tengo estómago para esas cosas.

Philip K. Dick (1928-1892)




Relatos góticos. I Relatos de Philip K. Dick.


Más literatura gótica:
El análisis y resumen del cuento de Philip K. Dick: Algunas peculiaridades de los ojos (The Eyes Have It), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

10 grandes autores adictos a las drogas


10 grandes autores adictos a las drogas.




Las drogas y la literatura no necesariamente están vinculadas, aunque de hecho existan varios casos de notable asimilación.

Si bien el consumo de drogas no es un requisito indispensable para que un autor pueda acceder a los sótanos de su conciencia y enfrentar a los miedos primordiales que lo pueblan, tampoco una vida frugal, libre de colesterol y sobresaltos hepáticos, nos aseguran ese grado de indiscreción.

En esta sección de El Espejo Gótico daremos cuenta de 10 grandes autores adictos a las drogas. Naturalmente, podríamos citar docenas más de ellos, quizás cientos, pero difícilmente con el mismo nivel de compromiso con la adicción, la autodestrucción y el arte de escribir para socavar el infierno personal, la esclavitud que supone cualquier atadura física y emocional a las drogas.

En esta lista evitaremos la adicción al alcohol, la cual merece un capítulo aparte.


10- John Keats.


John Keats fue un notable poeta del siglo XIX. A pesar de su enorme genio, sus progresos eran muy lentos, a tal punto que publicó su primer poema apenas cuatro años antes de su muerte, que de hecho se produjo de forma prematura, a los 25 años de edad, debido a la tuberculosis.

De una lentitud pasmosa John Keats pasó a la productividad más impresionante. A comienzos de 1819, se volvió adicto al opio, lo cual le trajo aparejado un sinfín de malestares físicos pero también un ritmo de composición asombroso. En pocos meses creó sus poemas más conocidos: Oda a un ruiseñor (Ode to a Nightingale) y Oda a la indolencia (Ode to Indolence); los cuales parecen evidenciar un corte abrupto, un quiebre, con sus primeras obras.

Como a muchos niños de aquella época, a John Keats también se le administró láudano desde muy temprana edad para tratar los efectos letales de la diarrea.



9- Charles Baudelaire.


El autor francés Charles Baudelaire, creador de Las flores del mal (Les fleurs du mal), fue un miembro activo del Club de Hachichins (Hashish Club), donde entabló amistad con otros artistas de la época, como Alejandro Dumas y el pintor Eugène Delacroix.

Charles Baudelaire no solo se volvió un consumidor frecuente del hashish, sino que también escribió sobre sus virtudes terapéuticas —totalmente desacreditadas en nuestros días— y la facilidad con la que esta sustancia podía inducir estados vecinos de la inspiración.
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8- Samuel Taylor Coleridge.


Samuel Taylor Coleridge obtuvo la inmortalidad a través de dos poemas impresionantes: La balada del viejo marinero (The Rime of the Ancient Mariner) y Kubla Khan (Kubla Khan). De hecho, toda su obra poética posee un aura etérea, anhelante, como si hubiese sido construida dentro de un sueño.

Samuel Taylor Coleridge no se enorgullecía de su adicción; de hecho, la ocultaba como un secreto bastante incómodo. Por ejemplo, aseguraba que Kubla Khan había sido compuesto durante el sueño, sin aclarar que ese sueño era en realidad una ensoñación inducida por el consumo de opio, en este caso, para tratar los síntomas de la disentería.

Samuel Taylor Coleridge comenzó su adicción cuando era un estudiante, y durante cuarenta años construyó una resistencia admirable contra sus efectos, a tal punto que podía llegar a consumir dos cuartos de botella de láudano (derivado del opio) en una semana.

Para poner en perspectiva esa dosis descomunal hay que calcular que, en el siglo XVIII, las concentraciones de láudano contenían 10 mg. de morfina por mililitro; lo cual se traduce en unos 18.9 gramos de morfina por semana para la dieta de Coleridge. Solo se necesita 1.2 gramos de esta sustancia para matar a un caballo.



7- Percy Shelley.


En una época difícil para ejercer la libertad personal, Percy Shelley se volcó al opio para alterar su conciencia y ejecutar acciones consideradas totalmente inadecuadas para la sociedad.

Tanto él como su futura esposa, Mary Shelley —autora de Frankenstein (Frankenstein)—, se entregaron al abrazo devastador del dragón verde. Años después, esas experiencias se transformaron en frecuentes episodios de confusión, pesadillas, espasmos, convulsiones, y al menos un intento de suicidio.

Según sus propias observaciones, el opio era una especie de catalizador de la creatividad de Percy Shelley; sin embargo, lo esclavizaba en el resto de las áreas de su vida cotidiana, perjudicando con particular énfasis su salud mental y estabilidad emocional, al punto de conducirlo a verdaderos arrebatos de locura.



6- Elizabeth Barrett Browning.


Elizabeth Barrett Browning fue una de las más reconocidas poetisas victorianas. A su increíble productividad hay que sumarle otras ocupaciones, por ejemplo, sus campañas contra la esclavitud y varias reformas legislativas vinculadas al trabajo infantil y los derechos de la mujer.

Por prescripción médica, Elizabeth Barrett Browning empezó a consumir láudano (más precisamente, tintura de opio) a los 14 años de edad para suavizar los terribles dolores que sufría en la columna y el cuello.

Los dolores la acompañaron durante el resto de su vida, así como el láudano y la morfina. A los 20 años de edad, la adicción era una parte esencial de su rutina diaria. Elizabeth Barrett Browning consumió su última dosis el 29 de junio de 1861, cuando contaba con apenas 37 años. Horas después, su cuerpo sin vida fue hallado en la cama, según los dichos de su esposo, el poeta Robert Browning, con una sonrisa rígida tallada en el rostro.



5- Aleister Crowley.


Aleister Crowley, más conocido por sus aportes al ocultismo y el esoterismo, también fue un excelente poeta; y quizás habría llegado a ser uno realmente genial si hubiese evitado frecuentar ciertas adicciones particularmente desagradables.

Después de haber consumido heroína para tratar su asma, Aleister Crowley se convirtió en adicto. En su obra: Confesiones (Confessions), el mago realiza un minucioso repaso por sus sustancias predilectas: peyote, marihuana, morfina, mescal, ether, opio. Murió en 1947 de una complicación respiratoria producida por su primer gran amor: la heroína.



4- Robert Louis Stevenson.


Robert Louis Stevenson fue un consumidor frecuente de cocaína, por aquel entonces, una sustancia legal. Estaba enfermo de tuberculosis y las drogas servían para paliar las terribles dolencias y malestares que padecía prácticamente todo el tiempo. No obstante, el consumo trajo aparejadas otras prestaciones.

Casi inválido, incapaz de realizar las tareas más elementales, Robert Louis Stevenson llegó a escribir más de 60.000 palabras en cinco días. No cualquier tipo de palabras, como fácilmente podríamos atribuirle a un adicto fuera de control, sino las que conforman la totalidad de la novela: El extraño caso del doctor Jeckyll y mr. Hyde (The Strange Case of Dr Jekyll and Mr Hyde); la cual menciona un polvo blanco capaz de transformar a alguien correcto y agradable en un detestable criminal.



3- William S. Burroughs.


William S. Burroughs escribió más de 18 novelas y una cifra incalculable de relatos. Su obra más famosa, sin embargo, no tiene nada que ver con la ficción: Junkie, autobiografía despiadada, relata precisamente su experiencia como adicto a las drogas, de todo tipo, clase y frecuencia.

Burroughs manifiesta un punto de vista negativo acerca del uso de drogas como forma de aumentar la creatividad. Por el contrario, opina que las drogas solo aumentan la productividad del escritor mediocre:

Ya sea si la aspiras, la fumas, la comes, o si te la metes por el culo: el resultado es el mismo.

(Whether you sniff, it smoke it, eat it, or shove it up your ass, the result is the same)



2- Philip K. Dick.


Philip K. Dick, que dicho de paso también sufría de esquizofrenia, fue un verdadero maestro de la ciencia ficción. Publicó 44 novelas y 121 relatos fantásticos, muchos de los cuales fueron escritos bajo el abuso de anfetaminas.

Buena parte de sus novelas se basan en personajes incapaces de diferenciar la realidad de la psicosis; de hecho, el propio Philip K. Dick solía tener alucinaciones frecuentes acerca de un gigantesco rostro metálico que lo observaba desde el cielo, y hasta llegó a considerar la posibilidad de que su cuerpo estuviese poseído por el espíritu del profeta Elías.

Las drogas lo convirtieron en un sujeto paranoico; lo cual se refleja en un episodio ocurrido en 1971, donde un ladrón común ingresó a su domicilio. Durante los siguientes 11 años, Philip K. Dick escribió docenas de miles de páginas acerca de una conspiración mundial. La hipótesis más interesante deduce que él mismo fue aquel ladrón, y que su cerebro habría sido lavado por una agencia gubernamental desconocida.

En 1982, a la edad de 54 años, Philip K. Dick sufrió dos derrames cerebrales y murió pocos días después. Dentro de su interminable lista de genialidades podemos mencionar: El hombre en el castillo (The Man in the High Castle), Ubik (Ubik), SIVAINVI (VALIS), Podemos recordarlo por usted (We Can Remember It for You Wholesale) y Una mirada a la oscuridad (A Scanner Darkly).



1- Thomas De Quincey.


Thomas De Quincey escribió el primer libro sobre adicciones a las drogas de occidente: Confesiones de un inglés comedor de opio (Confessions of an English Opium-Eater).

Si bien Thomas De Quincey cayó en las garras del opio al utilizar esta sustancia como tratamiento para la neuralgia, rápidamente se convirtió en un adicto. Para 1813 se encontraba totalmente obsesionado con el consumo, el cual se acentuaba durante breves pero horrorosos períodos de abstinencia.

De Quincey, en parte gracias a la traducción de Charles Baudelaire, titulada Los paraísos artificiales (Les paradis artificiels), se convirtió en un referente de la literatura más oscura del período, y en uno de los ejemplos más perturbadores de lo que la adicción a las drogas puede hacer con la integridad del hombre.




Autores con historia. I Autores en El Espejo Gótico.


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El artículo: 10 grandes autores adictos a las drogas fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

«Los tres estigmas de Palmer Eldritch»: Philip K. Dick; novela y análisis.


«Los tres estigmas de Palmer Eldritch»: Philip K. Dick; novela y análisis.




Los tres estigmas de Palmer Eldritch (The Three Stigmata of Palmer Eldritch) es una novela de ciencia ficción del escritor norteamericano Philip K. Dick, publicada en 1965.

En la misma sintonía de otras grandes novelas de Philip K. Dick, Los tres estigmas de Palmer Eldritch se asemeja a un laberinto, a una compleja estructura donde lo real y lo irreal se yuxtaponen. En el caso de Los tres estigmas de Palmer Eldritch, se puede decir que es una de las primeras novelas de Philip K. Dick en explorar temas religiosos.

Los hechos de Los tres estigmas de Palmer Eldritch ocurren en algún momento incierto del siglo XXI. Bajo el gobierno mundial de las Naciones Unidas la humanidad ha logrado colonizar todos los planetas habitables del sistema solar.

La vida los colonos interplanetarios es particularmente monótona. La ONU carece de voluntarios para la tarea, de modo que la colonización es forzada, seleccionando individuos «al azar». La única distracción que existe en las colonias es una especie de juego de personajes y accesorios miniaturizados por una multinacional llamada Equipos P.P. Esta compañía, además, produce un alucinógeno ilegal en la Tierra, conocido como Can-Di, que permite a sus consumidores trasladarse psicológicamente al extraño mundo de Perky Pat.

De este modo los colonos experimentan una versión idealizada de la vida en la Tierra a través de una experiencia inconsciente colectiva; algo muy similar a lo que ocurre en La Matrix (The Matrix), especie de realidad onírica global. Equipos P.P. posee, además, varios «precogs» que predicen el futuro para determinar la viabilidad de los nuevos accesorios. Los «precogs» también aparecen en la novela El informe de la minoría (The Minority Report).

A pesar del desaliento de los colonos, la vida en la Tierra no es mucho mejor. La temperatura global se ha elevado a un nivel que impide permanecer al aire libre sin un traje especial. De hecho, la Antártida es la única región del planeta con un clima tolerable.

La gente adinerada, un porcentaje irrisoriamente bajo de la población mundial, frecuentemente accede a las nuevas terapias de evolución, es decir, alteraciones genéticas que permiten saltar etapas evolutivas. El signo más evidente de este tratamiento es un cráneo mucho más grande y de forma ligeramente hinchada. La inteligencia de estos sujetos aumenta exponencialmente, aunque de forma superficial, enciclopédica, como máquinas capaces de archivar un gran caudal de información.

En ciertas ocasiones estas alteraciones producen un efecto inverso donde el paciente experimenta una regresión evolutiva.

Los tres estigmas de Palmer Eldritch nos introduce en esta realidad casi apocalíptica, donde su protagonista, el empresario Palmer Eldritch, viaja al sistema solar de Próxima Centauri para descubrir algo que ha permanecido oculto durante eones.




Novelas de Philip K. Dick. I Novelas de ciencia ficción.


El análisis y resumen de la novela de Philip K. Dick: Los tres estigmas de Palmer Eldritch (The Three Stigmata of Palmer Eldritch) fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

«Ubik»: Philip K. Dick; novela y análisis.


«Ubik»: Philip K. Dick; novela y análisis.




Ubik (Ubik) es una novela de ciencia ficción del escritor norteamericano Philip K. Dick, publicada en 1969.

Ubik, una de las novelas de Philip K. Dick más reconocidas, plantea la posibilidad de universos paralelos, de realidades alternativas que en ocasiones se entrelazan con la nuestra.

Ubik relata la historia de Joe Chip, un hombre en franca decadencia que realiza un viaje a la luna junto a su no menos decadente jefe, Glen Runciter, quien mantiene a su esposa muerta en un estado de vida artificial.

Aquel viaje persigue propósitos más bien prácticos para la compañía. Chip, Runciter y un grupo de «antipsíquicos» se dirigen a la luna para erradicar las operaciones clandestinas de un grupo de telépatas infiltrados. La misión termina en desastre. Glen Runciter muere imprevistamente. Al retornar a la Tierra, Joe Chip sufre una extraña regresión que parece alterar el curso normal de la realidad. Pronto recibe mensajes misteriosos de su difunto superior, a menudo en sitios insólitos.

Pronto el protagonista comienza a considerar la posibilidad de que Glen Runciter quizás no haya muerto después de todo, y que un nuevo agente telépata con poderes extraordinarios ha organizado un ataque psíquico a gran escala. La otra posibilidad, a simple vista, inadmisible, es que Joe Chip sea el muerto, y los insospechados mensajes sean el resultado de los intentos de Runciter por comunicarse con el más allá.

Uno a uno comienzan a morir todos los miembros del grupo «antipsíquicos». ¿Aquello realmente está ocurriendo o se trata de un engaño colosal? La única solución al enigma parece ser un extraño producto, conocido como Ubik.

¿Qué es el Ubik? Una sustancia inadmisible. Su nombre deriva del latín ubique, que significa algo así como «ubicuo», es decir, «que está presente en todas partes». Se trata de la misma sustancia que logra mantener a los difuntos en un estado de semi-vida, o de no-muerte, y cuya función es aplazar la aniquilación del ser y permitir una reencarnación selectiva.

Como en todas las novelas de Philip K. Dick, Ubik nos presenta un mundo atravesado por realidades insospechadas que se parecen notablemente al sueño y la locura.




Novelas de ciencia ficción. I Novelas de Philip K. Dick.


El análisis y resumen de la novela de Philip K. Dick: Ubik (Ubik) fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

«El hombre en el castillo»: Philip K. Dick; novela y análisis.


«El hombre en el castillo»: Philip K. Dick; novela y análisis.




El hombre en el castillo (The Man in the High Castle) es una novela de ciencia ficción del escritor norteamericano Philip K. Dick (1928-1982), publicada en 1962.

El hombre en el castillo, una de las novelas de Philip K. Dick más destacadas, propone una ucronía, es decir, un presente alternativo para un pasado que no es el que conocemos. Puntualmente, El hombre en el castillo relata la historia del mundo quince años después que los nazis ganaran la Segunda Guerra Mundial.

El hombre en el castillo parte desde un suceso anterior a la guerra: el asesinato de Franklin D. Roosevelt, presidente de los Estados Unidos, en 1933. Este crimen evita, entre otras cosas, que el país se recupere social y económicamente de la Gran Depresión, y que adicionalmente instaure una política aislacionista durante la guerra.

En menos palabras, los Estados Unidos no participa de la Segunda Guerra Mundial. Inglaterra y el resto de Europa son derrotadas por las tropas del Eje. La flota japonesa ocupa Hawai y luego invade la costa oeste de norteamérica.

En 1947 todo está bajo el control del Eje. La costa del Pacífico está bajo el gobierno japonés, mientras que el Este permanece ocupado por los alemanes. Los estados centrales logran conservar cierta autonomía pero bajo una presión casi insostenible.

El Fuhrer ha quedado físicamente incapacitado para gobernar su imperio. Al parecer, Philip K. Dick le asigna una tremenda sífilis que destroza su cerebro. Los nazis, sin embargo, logran llevar a cabo su plan de exterminio global.

Este es el mundo impensado que nos plantea Philip K. Dick en El hombre en el castillo, cuya estructura, según se cuenta, está basada en una rara sucesión de estadísticas y cálculos que no siempre le garantizaron satisfacción, pero que sin dudas marcaron una forma de hacer ciencia ficción.




Novelas de ciencia ficción. I Novelas de Philip K. Dick.


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«Mundo sombrío»: Henry Kuttner; relato y análisis.


«Mundo sombrío»: Henry Kuttner; relato y análisis.




Mundo sombrío (The Dark World) es una relato de ciencia ficción del escritor norteamericano Henry Kuttner (1915-1958), publicado originalmente en la edición de julio de 1946 de la revista pulp Startling Stories.

Mundo sombrío, uno de los mejores cuentos de Henry Kuttner, en cierta forma prefigura las historias esquizoides de Philip K. Dick [ver: Philip K. Dick: esquizofrenia y ciencia ficción]

El protagonista de Mundo sombrío es Edward Bond, un aviador que realiza un descubrimiento asombroso sobre sí mismo: su cuerpo no es enteramente suyo, sino que lo comparte con un alter ego despótico; un hechicero llamado Ganelon.

Edward Bond atraviesa un portal interdimensional e ingresa al Coven: un universo paralelo habitado por nigromantes, hombres lobo e inmortales; donde la bruja Fredys, especialista en magia blanca, encabeza una rebelión feroz. Atrapado en medio de un conflicto externo que no es suyo, Edward Bond batalla principalmente por la supremacía de su mente.

Mundo sombrío de Henry Kuttner es, posiblemente, una de las primeras obras en donde el campo de batalla objetivo, en este caso, un universo paralelo, se torna completamente secundario, siendo la propia mente del protagonista la verdadera arena de combate.

La autoría de Mundo sombrío continúa siendo tema de debate. Normalmente se acredita a Henry Kuttner como su único creador, sin embargo, la novela fue escrita tras su matrimonio con Catherine L. Moore, con quien escribiría muchas obras en colaboración. No sería extraño que C.L. Moore haya contribuido en Mundo sombrío, de hecho, la personalidad del propio Edward Bond comparte los conflictos psicológicos y emocionales de los personajes clásicos de C.L. Moore, como Jirel de Joiry y Northwest Smith, entre otros.

Si entrar en consideraciones psicológicas, podemos pensar que Mundo sombrío combina la acción febril de los relatos de Henry Kuttner con el romanticismo y la profundidad de los cuentos fantásticos de Catherine L. Moore.




Novelas de ciencia ficción. I Novelas de Henry Kuttner.


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«Tiempo de Marte»: Philip K. Dick; novela y análisis.


«Tiempo de Marte»: Philip K. Dick; novela y análisis.




Tiempo de Marte (Martian Time-Slip) es una novela de ciencia ficción del escritor norteamericano Philip K. Dick (1928-1982), publicada en 1964.

Tiempo de Marte, una de las mejores novelas de Philip K. Dick, es una interesante adaptación de un relato del propio autor: Nosotros, los marcianos (All We Marsmen), donde se desarrolla un tópico común de la ciencia ficción: una colonia humana en el planeta rojo [ver: Clichés de la ciencia ficción que nos encantan]

No obstante, Tiempo de Marte incluye otras cuestiones relacionadas con el espacio: las enfermedades mentales producto del alejamiento de la Tierra, las contrariedades físicas del tiempo y los peligros insospechados de una autoridad central.

Tiempo de Marte está protagonizado por Manfred Steiner. La historia nos ubica varios años luego del establecimiento de colonias humanas en Marte. Todas ellas se identifican con las naciones más poderosas de la Tierra, especialmente con los Estados Unidos e Israel, aunque están bajo el control político de las Naciones Unidas, cuyo propósito es establecer una comunidad duradera en el planeta rojo a causa de la amenaza nuclear en la Tierra.

Siendo el agua un elemento raro y fundamental para la prosperidad de las colonias, su uso está regulado por la Unión de trabajadores del agua, controlado por Arnie Kott, el hombre más poderoso del planeta.

Marte posee, además, una población autóctona; una raza de humanoides oscuros conocidos como Bleekmen. Se mantienen alejados de las colonias, viviendo como cazadores y conservando sus viejas tradiciones religiosas.

El argumento de Tiempo de Marte gira alrededor de Jack Bohlen, un mecánico que emigró a Marte con su mujer y su hijo para tratar sus brotes de esquizofrenia, algo que padecía el propio Philip K. Dick [ver: Philip K. Dick; esquizofrenia y ciencia ficción]. Leo, su padre, lo acompaña para reclamar ciertos terrenos montañosos que serán secretamente colonizados para construir un complejo habitacional llamado AM-WEB, una contracción del verso alemán: Alle Menschen werden Brüder, extraídos de la Oda a la alegría de Schiller.

Pronto descubrimos que en Marte se desarrolla un proyecto de investigación encabezado por el doctor Milton Glaub, cuya función es analizar la posibilidad de que algunas enfermedades mentales se deben a una alteración en la percepción del tiempo; situación que pone al enfermo frente a un umbral donde el pasado y el futuro a menudo se confunden, si es que no se desarrollan simultáneamente.




Novelas de ciencia ficción. I Novelas de Philip K. Dick.


El análisis y resumen de la novela de Philip K. Dick: Tiempo de Marte (Martian Time-Slip) fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com



Lo más visto esta semana en El Espejo Gótico:

Análisis de «Christabel» de Samuel Coleridge.
Poema de Elizabeth Akers Allen.
Relato de Carl Jacobi.


Poema de Amy Lowell.
Poema de Dora Sigerson Shorter.
Poema de Thomas Lovell Beddoes.