Mostrando entradas con la etiqueta katherine mansfield. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta katherine mansfield. Mostrar todas las entradas

«Este es mi mundo»: Katherine Mansfield; poema y análisis


«Este es mi mundo»: Katherine Mansfield; poema y análisis.




Este es mi mundo (This Is My World) es un poema modernista de la escritora neocelandesa Katherine Mansfield (1888-1923), escrito en 1903 y publicado en la antología de 1923: Poemas (Poems).

Este es mi mundo, uno de los poemas de Katherine Mansfield más destacados, nos invita a pasar un momento en el espacio privado de la autora: su habitación, un reino íntimo habitado por libros, pinturas y música.

Es interesante ver cómo Katherine Mansfield retrata este espacio personal. No parece ser un lugar de reclusión, sino más bien una síntesis de sus principales intereses, algo que torna superfuo todo lo demás. Después de todo, si tuviésemos que agrupar todas las cosas que consideramos esenciales para nuestra vida, es probable que baste con una sola habitación.

Pero hay más en Este es mi mundo de Katherine Mansfield.

La representación de la habitación y sus objetos revela a esta joven autora, por aquel entonces, en el proceso descubrir el método descriptivo, el cual se convertiría en el eje de los cuentos de Katherine Mansfield. De este modo, los objetos inanimados parecen asumir características humanas. De hecho, se convierten en proyecciones de la propia observadora, ya que reflejan y realzan sus propias actitudes. Tal es así que el chelo, el Doré, la música, poseen una personalidad que refleja a la autora, como si fueran un espejo.




Este es mi mundo.
This Is My World, Katherine Mansfield (1888-1923)

Este es mi mundo, esta habitación mía.
Aquí vivo y aquí moriré.
Todos mis intereses están aquí,
donde las horas pasan rápidamente.

Mira en estos estantes: solo libros, dirías,
pero son mis amigos, todos y cada uno,
la mayoría tristes, algunos alegres,
y mis fotos que bordean la pared.

Sí, ese es un Doré, y desde donde me siento
por la noche, con mis libros o mi trabajo,
veo la luz que cae y lo glorifica,
lo miro y me fortalece.

¡Ah!, en este armario resguardo
la música que rasga la púa.
Elixir de la vida: es algo más.
Es el cielo para mí.

Y ese es mi chelo, mi todo en el todo.
Ah, mi amado, silencioso esperas.
Si dejo que el arco caiga suavemente,
la magia yace bajo mi mano.

Y en la noche invernal, cuando el fuego apenas arde,
nos consolamos el uno al otro,
hasta que la noche afuera, todo frío y nieve,
se vuelve el fantasma de un sueño pasado.

Este es mi mundo, esta habitación mía.
Aquí vivo y aquí moriré.
Todos mis intereses están aquí,
donde las horas pasan rápidamente.


This is my world, this room of mine
Here I am living——— and here I shall die
All my interests are here, in fine
———The hours slip quickly by.

Look on these shelves—just books, you would say
Friends I can tell you, one and all
Most of them sorrowful——some of them gay——
And my pictures that line the wall.

Yes, that is a Doré, from where I sit
At night with my books or my work, I see
The light that falls and glorifies it———
And I gaze and it strengthens me.

Ah! in this cupboard, my miser's store
Of music finger it sheaf by sheaf
Elixir of life——it is something more
It is heaven to me, in brief.

And that is my ‘cello, my all in all
Ah, my beloved, quiet you stand
———If I let the bow ever so softly fall,
———The magic lies under my hand.

And on Winter night and when the fire is low
We comfort each other, till it would seem
That the night outside, all cold and snow.
Is the ghost of a long past dream.

This is my world, this room of mine
Here I am living———here I shall die
All my interests are here in fine
——The hours slip quickly by.


Katherine Mansfield
(1888-1923)




Poemas góticos. I Poemas de Katherine Mansfield.


Más literatura gótica:
El análisis, traducción al español y resumen del poema de Katherine Mansfield: Este es mi mundo (This Is My World), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

«La muerte de una rosa»: Katherine Mansfield; poema y análisis


«La muerte de una rosa»: Katherine Mansfield; poema y análisis.




La muerte de una rosa (The Death of a Rose) es un poema modernista de la escritora neocelandesa Katherine Mansfield (1888-1923), publicado originalmente en la edición del 1 de julio de 1901 de la revista irlandesa The Triad, y luego reeditado en la antología de 1923: Poemas (Poems).

La muerte de la rosa, uno de los grandes poemas de Katherine Mansfield, es un pieza experimental, vanguardista, en prosa, y quizás influenciada por el decadentismo, donde una mujer se dispone a observar el proceso de muerte de una rosa.

La atmósfera, el énfasis, los contornos de un estado emocional más cercano a la depresión que a la melancolía, sitúan a La muerte de la rosa de Katherine Mansfield en un pieza que bien podría pertenecer a la poesía gótica.

La narradora no solo se detiene a observar la muerte de la rosa, sino que encuentra un disfrute sádico, extrañamente atractivo, en su proceso de descomposición. En cierto modo, La muerte de la rosa está a la altura de los grandes poemas capaces de percibir esa belleza inusual —horrorosa, para la mayoría—, pero que también posee la capacidad de reflejar los rincones más oscuros de la psique humana (ver: La atracción por lo Macabro en la ficción).

Sin dudas, Edgar Allan Poe habría tenido en alta estima este notable poema de Katherine Mansfield.




La muerte de una rosa.
The Death of a Rose, Katherine Mansfield (1888-1923)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)

Es una sensación que nunca puede olvidarse, sentarse en la soledad, en la penumbra, y observar la lenta, dulce y sombría muerte de una rosa.

Oh, ver que la perfección de los pétalos perfumados cambia muy ligeramente, como si una delgada llama hubiera besado a cada uno con un cálido aliento, y donde las heridas sangraban, el color es salvajemente intenso. Tengo ante mí una rosa como esta, en un cristal delgado y transparente, y detrás de ella, un pequeño manto de hojas escarlatas. Ayer era hermosa, con cierta belleza virgen, serena, llorosa, fuerte y saludable, y el aroma era fresco y estimulante.

Hoy ese aroma es pesado, lánguido con los amores de mil cosas extrañas, que atraídas por la dorada luz de las velas llegaron en las Horas Púrpuras, las besaron ardientemente en la boca y las chuparon con hermosos labios cubiertos de lágrimas, deseo apasionado.

...Entonces ahora muere... Y yo escucho... porque debajo de cada repliegue de los pétalos yace el fantasma de una melodía muerta, tan frágil y tan completa como un rayo de luz sobre un estanque sombreado. Oh, divina y dulce rosa. Oh, muerte esquiva, exótica, deliciosamente.

Desde los tediosos sollozos y jadeos, y los gritos roncos y guturales, y los movimientos groseros, repulsivos, del cuerpo del hombre moribundo, me aparto y, sonriendo, me inclino sobre ti, y observo tu delicada muerte.


It is a sensation that can never be forgotten, to sit in solitude, in semi-darkness, and to watch the slow, sweet, shadowful death of a Rose.

Oh, to see the perfection of the perfumed petals being changed ever so slightly, as though a thin flame had kissed each with hot breath, and where the wounds bled the colour is savagely intense . . . I have before me such a Rose, in a thin, clear glass, and behind it a little spray of scarlet leaves. Yesterday it was beautiful with a certain serene, tearful, virginal beautv, it was strong and wholesome, and the scent was fresh and invigorating.

To-day it is heavy and languid with the loves of a thousand strange Things, who, lured by the gold of my candlelight, came in the Purple Hours, and kissed it hotly on the mouth, and sucked it into their beautiful lips with tearing, passionate desire.

. . . So now it dies . . . And I listen . . . for under each petal fold there lies the ghost of a dead melody, as frail and as full a as a ray of light upon a shadowed pool. Oh divine sweet Rose. Oh, exotic and elusive and deliciously vague Death.

From the tedious sobbing and gasping, and hoarse guttural screaming, and uncouth repulsive movements of the body of dying Man, I draw apart, and, smiling, I lean over you, and watch your dainty, delicate Death.

Katherine Mansfield
(1888-1923)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)




Poemas góticos. I Poemas de Katherine Mansfield.


Más literatura gótica:
El análisis, traducción al español y resumen del poema de Katherine Mansfield: La muerte de una rosa (The Death of a Rose), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

«Cuando yo era un pájaro»: Katherine Mansfield; poema y análisis


«Cuando yo era un pájaro»: Katherine Mansfield; poema y análisis.




Cuando yo era un pájaro (When I was a Bird) es un poema modernista de la escritora neozelandesa Katherine Mansfield (1888-1923), publicado en la antología de 1923: Poemas (Poems).

Cuando yo era un pájaro, uno de los grandes poemas de Katherine Mansfield de aquella colección, versifica el recuerdo de una niña que, en su universo de juegos e imaginación, realmente logró convertirse en pájaro, a pesar de lo que dijeran los demás.




Cuando yo era un pájaro.
When I was a Bird, Katherine Mansfield (1888-1923)

Subí al árbol karaka
en un nido hecho de hojas
que eran tan suaves como plumas.
Inventé una canción que cantaba sola,
una canción que no tenía palabras,
y que al final me produjo tristeza.
Había margaritas en la hierba, debajo del árbol.
Para asustarlas les dije sin reparo:
les morderé la cabeza
y alimentaré a mis pequeños con ellas.

Pero no creyeron que yo fuese un pájaro,
y se mantuvieron abiertas.
El cielo era como un nido azul con blancas plumas,
y el sol era la madre pájaro que lo mantenía caliente.
Eso es lo que decía mi canción, sin palabras que la resuman.
Mi hermanito subió por el sendero, haciendo girar su juguete.
Hice alas con mi vestido, me mantuve muy callada.
Luego, cuando estuvo cerca, dije: ¡Dulce, dulce!
Por un momento pareció sobresaltado;
Pooh, puedo ver tus piernas, dijo con descaro.
Pero las margaritas realmente no importaban,
Mi hermanito no importaba;
yo me sentí como un pájaro.


I climbed up the karaka tree
Into a nest all made of leaves
But soft as feathers.
I made up a song that went on singing all by itself
And hadn't any words, but got sad at the end.
There were daisies in the grass under the tree.
I said just to try them:
“I'll bite off your heads and give them to my little children to eat.”
But they didn't believe I was a bird;
They stayed quite open.
The sky was like a blue nest with white feathers
And the sun was the mother bird keeping it warm.
That's what my song said : though it hadn't any words.
Little Brother came up the path, wheeling his barrow.
I made my dress into wings and kept very quiet.
Then when he was quite near I said : “Sweet, sweet!”
For a moment he looked quite startled;
Then he said: “Pooh, you're not a bird; I can see your legs.”
But the daisies didn't really matter,
And Little Brother didn't really matter;
I felt just like a bird.


Katherine Mansfield
(1888-1921)




Poemas góticos. I Poemas de Katherine Mansfield.


Más literatura gótica:
El análisis, traducción al español y resumen del poema de Katherine Mansfield: Cuando yo era un pájaro (When I was a Bird), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

«Poemas»: Katherine Mansfield; libro y análisis


«Poemas»: Katherine Mansfield; libro y análisis.




Poemas (Poems) es una colección de poemas modernistas de la escritora nacida en Nueva Zelanda Katherine Mansfield (1888-1923), publicado en 1923.

En Poemas, una colección realmente formidable, podemos encontrar varios de los mejores poemas de Katherine Mansfield, una autora mucho más reconocida por sus cuentos, sin duda, pero que también dejó una huella imborrable en el ámbito de la poesía.




Poemas.
Poems, Katherine Mansfield (1888-1923)
  • Cuando yo era un pájaro (When I was a Bird)
  • El encuentro (The Meeting)
  • Este es mi mundo (This Is My World)
  • La muerte de una rosa (The Death of a Rose)
  • Porqué el amor es ciego (Why Love is Blind)
  • Afuera en el jardín (Out in the Garden)
  • Agente de la casa sorda (Deaf House Agent)
  • Ahora soy una planta (Now I am a Plant)
  • Amor triste (Sorrowing Love)
  • A través del cielo rojizo (Across the Red Sky)
  • Canción de invierno (Winter Song)
  • Canción de Karen (Song of Karen)
  • Canción de mar (Sea Song)
  • Canción de otoño (Autumn Song)
  • Canción junto a la ventana antes de acostarse (Song by the Window Before Bed)
  • Canción vespertina del niño pensativo (Evening Song of the Thoughtful Child)
  • Charla de adultos (Grown-Up Talk)
  • Cubriendo las alas (Covering Wings)
  • Cuento de hadas (Fairy Tale)
  • Durmiendo juntos (Sleeping Together)
  • El golfo (The Gulf)
  • El hombre de la pierna de madera (The Man with the Wooden Leg)
  • El mantón de Arabia (The Arabian Shawl)
  • El mono negro (The Black Monkey)
  • El niño tierra en la hierba (The Earth-Child in the Grass)
  • El pájaro herido (The Wounded Bird)
  • El pueblo entre las colinas (The Town Between the Hills)
  • El río que despierta (The Awakening River)
  • El secreto (The Secret)
  • El sueño del muchacho (A Little Boy's Dream)
  • En el Valle de Rangitaki (In the Rangitaki Valley)
  • Estrellas (Stars)
  • Había una vez un niño (There was a Child Once)
  • Hay un viento solemne esta noche (There is a Solemn Wind Tonight)
  • La caja de pilares (The Pillar Box)
  • La cueva de los sueños de ópalo (The Opal Dream Cave)
  • La disputa (The Quarrel)
  • La familia (The Family)
  • La plegaria de la muchacha (A Little Girl's Prayer)
  • La tormenta (The Storm)
  • La vela (The Candle)
  • Luz de fuego (Firelight)
  • Mar (Sea)
  • Memoria que tintinea (Jangling Memory)
  • Mujeres de campo (Countrywomen)
  • Muy temprana primavera (Very Early Spring)
  • Olas (Waves)
  • Opuestos (Opposites)
  • Para Dios el Padre (To God the Father)
  • Risa de mariposa (Butterfly Laughter)
  • Sanario (Sanary)
  • Soledad (Loneliness)
  • Té de camomila (Camomile Tea)
  • Una alegre canción de cinco (A Joyful Song of Five)
  • Unas pocas reglas para principiantes (A Few Rules for Beginners)
  • Un buen día (A Fine Day)
  • Un día en cama (A Day in Bed)
  • Un nuevo himno (A New Hymn)
  • Viento primaveral en Londres (Spring Wind in London)
  • Villa Pauline (Villa Pauline)
  • Voces en el aire (Voices of the Air)




Libros de poemas. I Poemas de Katherine Mansfield.


El análisis y resumen del libro de Katherine Mansfield: Poemas (Poems), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

Katherine Mansfield: poemas destacados


Katherine Mansfield: poemas destacados.




Mucho hemos hablado de Katherine Mansfield (1888-1923), aquella notable escritora de Nueva Zelanda, autora de formidables relatos del modernismo. No obstante, y a pesar de que los cuentos de Katherine Mansfield siguen siendo la faceta más reconocida de su producción literaria, también hay que decir que los poemas de Katherine Mansfield no tienen nada que envidiarles en términos de calidad, eficacia e ingenio.

En esta sección iremos recorriendo todos los poemas de Katherine Mansfield, la mayoría de ellos, relacionados con el Modernismo.




Poemas de Katherine Mansfield.
  • Cuando yo era un pájaro (When I was a Bird)
  • El encuentro (The Meeting)
  • Este es mi mundo (This Is My World)
  • La muerte de una rosa (The Death of a Rose)
  • Porqué el amor es ciego (Why Love is Blind)
  • Afuera en el jardín (Out in the Garden)
  • Agente de la casa sorda (Deaf House Agent)
  • Ahora soy una planta (Now I am a Plant)
  • Amor triste (Sorrowing Love)
  • Arribo (Arrival)
  • Atardecer (Sunset)
  • A través del cielo rojizo (Across the Red Sky)
  • Canción de invierno (Winter Song)
  • Canción de Karen (Song of Karen)
  • Canción de mar (Sea Song)
  • Canción de otoño (Autumn Song)
  • Canción junto a la ventana antes de acostarse (Song by the Window Before Bed)
  • Canción vespertina del niño pensativo (Evening Song of the Thoughtful Child)
  • Charla de adultos (Grown-Up Talk)
  • Cubriendo las alas (Covering Wings)
  • Cuento de hadas (Fairy Tale)
  • Durmiendo juntos (Sleeping Together)
  • El anillo (The Ring)
  • Él escribió (He Wrote)
  • El fuego invernal (The Winter Fire)
  • El golfo (The Gulf)
  • El hombre de la pierna de madera (The Man with the Wooden Leg)
  • El mantón de Arabia (The Arabian Shawl)
  • El mono negro (The Black Monkey)
  • El niño tierra en la hierba (The Earth-Child in the Grass)
  • El pájaro herido (The Wounded Bird)
  • El pueblo entre las colinas (The Town Between the Hills)
  • El río que despierta (The Awakening River)
  • El sueño del muchacho (A Little Boy's Dream)
  • El secreto (The Secret)
  • En el Valle de Rangitaki (In the Rangitaki Valley)
  • En los jardines botánicos (In the Botanical Gardens)
  • Este es mi mundo (This is My World)
  • Estrellas (Stars)
  • Flores secretas (Secret Flowers)
  • Había una vez un niño (There was a Child Once)
  • Hay un viento solemne esta noche (There is a Solemn Wind Tonight)
  • Junto al mar (By the Sea)
  • La abuela (The Grandmother)
  • La caja de pilares (The Pillar Box)
  • La cueva de los sueños de ópalo (The Opal Dream Cave)
  • La disputa (The Quarrel)
  • La familia (The Family)
  • La habitación de los estudiantes (The Students' Room)
  • La mariposa (The Butterfly)
  • La muerte de una rosa (The Death of a Rose)
  • La plegaria de la muchacha (A Little Girl's Prayer)
  • Las fresas y el velero (Strawberries and the Sailing Ship)
  • La tormenta (The Storm)
  • La vela (The Candle)
  • Leves amores (Leves Amores)
  • Luz de fuego (Firelight)
  • Malade (Malade)
  • Mar (Sea)
  • Mariposas (Butterflies)
  • Memoria que tintinea (Jangling Memory)
  • Mujeres de campo (Countrywomen)
  • Muy temprana primavera (Very Early Spring)
  • Noviembre (November)
  • Olas (Waves)
  • Opuestos (Opposites)
  • Pájaro de invierno (Winter Bird)
  • Para Dios el Padre (To God the Father)
  • Pic-Nic (Pic-Nic)
  • Revelación (Revelation)
  • Risa de mariposa (Butterfly Laughter)
  • Sanario (Sanary)
  • Siluetas (Silhouettes)
  • Soledad (Loneliness)
  • Té de camomila (Camomile Tea)
  • Una alegre canción de cinco (A Joyful Song of Five)
  • Unas pocas reglas para principiantes (A Few Rules for Beginners)
  • Un buen día (A Fine Day)
  • Un día en cama (A Day in Bed)
  • Un nuevo himno (A New Hymn)
  • Verano en invierno (Summer in Winter)
  • Viento primaveral en Londres (Spring Wind in London)
  • Villa Pauline (Villa Pauline)
  • Viñetas (Vignettes)
  • Voces en el aire (Voices of the Air)




Libros de poemas. I Poemas de Katherine Mansfield.


El artículo: Katherine Mansfield: poemas destacados fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

«Felicidad y otros cuentos»: Katherine Mansfield; libro y análisis


«Felicidad y otros cuentos»: Katherine Mansfield; libro y análisis.




Felicidad y otros cuentos (Bliss and Other Stories) es una colección de relatos del modernismo de la escritora Katherine Mansfield (1888-1923), publicada en 1920.

Felicidad y otros cuentos es la segunda antología de la autora, publicado ocho años después de En un balneario alemán (In a German Pension), y donde podemos encontrar varios de los mejores cuentos de Katherine Mansfield.




Felicidad y otros cuentos.
Bliss and Other Stories, Katherine Mansfield (1888-1923)
  • El viento sopla (The Wind Blows)
  • Felicidad (Bliss)
  • Preludio (Prelude)
  • Psicología (Psychology)
  • El día del señor Reginald Peacock (Mr Reginald Peacock's Day)
  • El escape (The Escape)
  • El hombre sin temperamento (The Man Without a Temperament)
  • Feuille d'Album (Feuille d'Album)
  • La pequeña institutriz (The Little Governess)
  • No hablo francés (Je ne parle pas français)
  • Retratos (Pictures)
  • Revelaciones (Revelations)
  • Sol y luna (Sun and Moon)
  • Un pepinillo (A Dill Pickle)




Relatos góticos. I Relatos de Katherine Mansfield.


El análisis y resumen del libro de Katherine Mansfield: Felicidad y otros cuentos (Bliss and Other Stories), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

«En un balneario alemán»: Katherine Mansfield; libro y análisis


«En un balneario alemán»: Katherine Mansfield; libro y análisis.




En un balneario alemán (In a German Pension) es una colección de relatos modernistas de la escritora neocelandesa Katherine Mansfield (1888-1923), publicada en 1911.

En un balneario alemán, el primer libro publicado por la autora, contiene algunos de los mejores cuentos de Katherine Mansfield, muchos de los cuales se convertirían en verdaderos clásicos del género.




En un balneario alemán.
In a German Pension, Katherine Mansfield (1888-1923)
  • Alemanes comiendo (Germans at Meat)
  • El espíritu moderno (The Modern Soul)
  • El barón (The Baron)
  • El chico que estaba cansado (The Child-Who-Was-Tired)
  • En Lehmann's (At “Lehmann’s)
  • Frau Brechenmacher asiste a una boda (Frau Brechenmacher Attends a Wedding)
  • Frau Fisher (Frau Fischer)
  • La hermana de la baronesa (The sister of the Baroness)
  • La mujer avanzada (The Advanced Lady)
  • La oscilación del péndulo (The Swing of the Pendulum)
  • Una ráfaga (A Blaze)
  • Un cumpleaños (A Birthday)




Antologías. I Relatos de Katherine Mansfield.


El análisis y resumen del libro de Katherine Mansfield: En un balneario alemán (In a German Pension), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

Katherine Mansfield: cuentos destacados


Katherine Mansfield: cuentos destacados.




Katherine MansfieldKathleen Mansfield Murry (1888-1923)— fue una importante escritora neocelandesa, dedicada especialmente al relato corto. En este sentido, los cuentos de Katherine Mansfield se encuentran entre los mejores del Modernismo.

En este segmento de El Espejo Gótico iremos recorriendo todos los cuentos de Katherine Mansfield.




Cuentos de Katherine Mansfield.
  • Alemanes comiendo (In a German Pension)
  • El espíritu moderno (The Modern Soul)
  • El viento sopla (The Wind Blows)
  • En un balneario alemán (In a German Pension)
  • Felicidad (Bliss)
  • Felicidad y otros cuentos (Bliss and Other Stories)
  • La casa de muñecas (The Doll's House)
  • La lección de canto (The Singing Lesson)
  • La mosca (The Fly)
  • Preludio (Prelude)
  • Psicología (Psychology)
  • Señorita Brill (Miss Brill)
  • Veneno (Poison)
  • Vida de Ma Parker (Life of Ma Parker)
  • Alemanes a la carne (Germans at Meat)
  • Algo infantil (Something Childish)
  • Bains Turcs (Bains Turcs)
  • Balancín (See-Saw)
  • Carnación (Carnation)
  • Cartas de Katherine Mansfield (The Letters of Katherine Mansfield)
  • Cómo Pearl Button fue secuestrada (How Pearl Button Was Kidnapped)
  • Diario de Katherine Mansfield (The Journal of Katherine Mansfield)
  • Dos Tuppenny, por favor (Two Tuppenny Ones, Please)
  • El aloe (The Aloe)
  • El barón (The Baron)
  • El canario (The Canary)
  • El cansancio de Rosabel (The Tiredness of Rosabel)
  • El día del señor Reginald Peacock (Mr Reginald Peacock's Day)
  • El escape (The Escape)
  • El extraño (The Stranger)
  • El hombre sin temperamento (The Man Without a Temperament)
  • El manzano (The Apple-Tree)
  • El nido de las palomas (The Doves' Nest)
  • El oscilar del péndulo (The Swing of the Pendulum)
  • El viaje (The Voyage)
  • El viaje a Brujas (The Journey to Bruges)
  • En la bahía (At The Bay)
  • En lo de Lehmann (At Lehmann’s)
  • Esta flor (This Flower)
  • Feriado bancario (Bank Holiday)
  • Feuille d'Album (Feuille d'Album)
  • La casa equivocada (The Wrong House)
  • La criada de la doncella (The Lady's Maid)
  • La dama avanzada (The Advanced Lady)
  • La fiesta en el jardín (The Garden Party)
  • La gorra negra (The Black Cap)
  • La hermana de la baronesa (The sister of the Baroness)
  • La historia de un hombre casado (A Married Man's Story)
  • La mujer en la tienda (The Woman at the Store)
  • La pequeña (The Little Girl)
  • La pequeña institutriz (The Little Governess)
  • Las hijas del coronel fallecido (The Daughters of the Late Colonel)
  • Las historias de Montana (The Montana Stories)
  • La taza de té (A Cup of Tea)
  • Luna de miel (Honeymoon)
  • Matrimonio a la moda (Marriage à la Mode)
  • Millie (Millie)
  • Novelas y novelistas (Novels and Novelists)
  • Ole Underwood (Ole Underwood)
  • Pensión Séguin (Pension Séguin)
  • Quitando el velo (Taking the Veil)
  • Retratos (Pictures)
  • Retratos primaverales (Spring Pictures)
  • Revelaciones (Revelations)
  • Señorita Fisher (Frau Fischer)
  • Señor y señora Dove (Mr and Mrs Dove)
  • Sol y luna (Sun and Moon)
  • Su primer baile (Her First Ball)
  • Tarde a la noche (Late at Night)
  • Una aventura sincera (A Truthful Adventure)
  • Una familia ideal (An Ideal Family)
  • Un cuento de hadas suburbano (A Suburban Fairy Tale)
  • Un cumpleaños (A Birthday)
  • Un pepinillo (A Dill Pickle)
  • Un resplandor (A Blaze)
  • Un viaje indiscreto (An Indiscreet Journey)
  • Vestidos nuevos (New Dresses)
  • Violet (Violet)
  • Yo no hablo francés (Je ne parle pas français)




Relatos góticos. I Relatos de Katherine Mansfield.


El artículo: Katherine Mansfield: cuentos destacados fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

10 mejores relatos de terror según Chucky




Incluso Sigmund Freud sostuvo que el miedo a los muñecos es parte de la construcción de la realidad de parte de los niños, cuyos juegos a menudo incluyen la posibilidad de que sus juguetes cobren vida.

Cuando este miedo a los muñecos se vuelve irracional se transforma en pediofobia (fobia a los muñecos), una de las tantas posibilidades de la autonomatofobia, es decir, miedo a las figuras humanoides.

¿Por qué algunos muñecos nos provocan miedo?

Ernst Jentsch evalúa que los muñecos nos aterrorizan cuando logran provocan en nosotros cierta incertidumbre acerca de su naturaleza.

Al parecer, existe en el ser humano un fuerte rechazo por las figuras humanoides. Esta teoría fue desarrollada por el experto en robótica Masahiro Mori, conocida como Valle Inquietante (Uncanny Valley), especie de instinto de rechazo por cualquier muñeco o robot que se asemeje a nosotros.


10 mejores relatos de terror según Chucky.





Más literatura gótica:
El artículo: 10 mejores relatos de terror según Chucky fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

«Mujeres enamoradas»: D.H. Lawrence; novela y análisis.


«Mujeres enamoradas»: D.H. Lawrence; novela y análisis.




Mujeres enamoradas (Women in Love) es una novela del escritor inglés D.H. Lawrence (1885-1930), publicada en 1920.

Mujeres enamoradas es nada menos que la secuela de El arcoiris (The Rainbow, aquella novela prohibida incluso por la Iglesia Católica a través del Index Librorum Prohibitorum. El libro retoma la historia de las hermanas Brangwen, Gudrun y Ursula, signada por amores catastróficos.

Gudrun Brangwen, sensiblemente artística, entabla una relación destructiva con Gerald Crich, un hombre de negocios dedicado a la industria. D.H. Lawrence contrasta esta historia de amor con la de su hermana, Úrsula, quien se enamora de Rupert Birkin, un intelectual alienado cuyas opiniones se acercan peligrosamente a las del autor.

La novela se desarrolla a través de una trama de tensiones y alivios momentáneos. Mujeres enamoradas, de hecho, está inspirada en dos mujeres muy reales. Úrsula está basada en la esposa del propio D.H. Lawrence, Frieda; y Gudrun en la escritora Katherine Mansfield. Los hombres también están basados en sujetos concretos. Rupert posee algunas características de D.H. Lawrence, mientras que Gerald Crich se acerca al marido de Katherine Mansfield, John Middleton Murry.

Mujeres enamoradas fue duramente criticada debido al tratamiento que D.H. Lawrence realiza sobre el sexo y las relaciones de pareja; algo bastante natural para nosotros, pero que sin dudas causó un revuelo considerable en su época.

En definitiva, Mujeres enamoradas plantea un escenario novedoso para la mujer dentro de la ficción. Hasta entonces, la mujer enamorada era descrita con pocas dudas, con pocas incertidumbres acerca del objeto de su amor. Aquí, en cambio, D.H. Lawrence marca un antes y un después en la historia del deseo narrativo, un espacio donde la pasión y el amor pueden transitar perfectamente por carrilles paralelos, sin perder por ello ni un ápice de legitimidad.

Este lúcido e inquietante retrato de las relaciones de pareja sirvió de inspiración nada menos que para Simone de Beauvoir.




Novelas de D.H. Lawrence. I Novelas góticas.


El análisis y resumen de la novela de D.H. Lawrence: Mujeres enamoradas (Women in Love) fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

«Por qué el amor es ciego»: Katherine Mansfield; poema y análisis


«Por qué el amor es ciego»: Katherine Mansfield; poema y análisis.




Por qué el amor es ciego (Why Love is Blind) es un poema modernista de la escritora neocelandesa Katherine Mansfield (1888-1923), publicado originalmente en la edición del 27 de junio de 1908 del periódico New Zeland Free Lance, y luego reeditado en la antología de ese mismo año: Poemas (Poems).

Por qué el amor es ciego, uno de los grandes poemas de Katherine Mansfield, reinterpreta maravillosamente el mito griegode Cupido.




Por qué el amor es ciego.
Why Love is Blind, Katherine Mansfield (1888-1923)

El niño Cupido, cansado del día invernal,
sollozaba clamando cielos claros, abiertos,
hasta que, niño tonto, perdió los ojos de tanto llorar,
y las violetas crecieron.


The Cupid child tired of the winter day
Wept and lamented for the skies of blue
Till, foolish child! he cried his eyes away—
And violets grew.


Katherine Mansfield
(1888-1923)




Poemas góticos. I Poemas de Katherine Mansfield.


Más literatura gótica:
El análisis, resumen y traducción al español del poema de Katherine Mansfield: Por qué el amor es ciego (Why Love is Blind), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

«Psicología»: Katherine Mansfield; relato y análisis


«Psicología»: Katherine Mansfield; relato y análisis.




Psicología (Psychology) es un relato modernista de la escritora neocelandesa Katherine Mansfield (1888-1923), publicado en la antología de 1920: Felicidad y otras historias (Bliss and Other Stories).

Psicología, sin lugar a dudas uno de los mejores cuentos de Katherine Mansfield, vuelve a poner en evidencia por qué esta extraordinaria autora fue, quizás, la más aguda de su tiempo a la hora de profundizar en los aspectos más oscuros de la psique.




Psicología.
Psychology, Katherine Mansfield (1888-1923)

Cuando abrió la puerta y lo vio allí parado, se sintió más complacida que ninguna otra vez y él también al seguirla al estudio, parecía muy, muy feliz de haber venido.

-¿No estabas trabajando?

-No. Estaba por tomar el té.

-¿Y no estás esperando a nadie?

-No, a nadie.

-Ah, muy bien.

Puso a un lado su abrigo y su sombrero con suavidad, con lentitud, como si tuviera tiempo de sobra para todo, o como si se despidiera de ellos para siempre, y se acercó a la chimenea y extendió sus manos ante las llamas rápidas y saltarinas. Por un instante ambos quedaron en silencio en aquella luz movediza. Sin embargo, como fuera, gustaron en sus labios sonrientes la dulce sorpresa de su encuentro. Sus espíritus secretos susurraban:

-¿Para qué hablar? ¿No basta con esto?

-Es más que suficiente. Nunca comprendí hasta este instante...

-Qué maravilla sólo estar contigo.

-Así...

-Es más que suficiente.

Pero de pronto él se volvió y la miró y ella se alejó rápidamente.

-¿Tienes un cigarrillo? Voy a poner a calentar el agua. ¿Estás deseando una taza de té?

-No.br />
-Bueno, yo sí.

-Oh, tú. -Pegó un puñetazo al almohadón armenio y se tiró sobre el sommier-. Eres una perfecta mujercita china.

-Sí, lo soy -rió-. Ansío el té como los hombres fuertes ansían el vino.

Encendió la lámpara bajo la ancha pantalla anaranjada, corrió las cortinas y acercó la mesa del té. Dos pájaros cantaban en la pava; el fuego aleteaba. El se sentó abrazando sus rodillas. Era encantador... este asunto de tomar el té... y ella siempre tenía cosas deliciosas para comer... pequeños sandwiches picantes, palitos cortos y dulces de almendra, y una torta oscura y suculenta con gusto a ron... Pero era una interrupción. Quería que hubieran terminado, la mesa lejos, ambas sillas cerca de la luz, y que hubiera llegado el momento en el que él sacara su pipa, la llenara, y dijera, apretando el tabaco fuertemente en el hueco: "Estuve pensando acerca de lo que me dijiste la última vez y me parece que... ".

Sí, eso era lo que él esperaba y ella también.

Sí, mientras calentaba la tetera y la secaba sobre la llama de la estufa, ella vio esos otros dos: él, inclinado hacia atrás, descansando entre los almohadones, y ella, acurrucada como un caracol en el sillón azul nacarado. La imagen fue tan clara y tan diminuta que podía haber estado pintada en la tapa de la tetera azul. Y sin embargo no podía apurarse. Casi hubiera gritado: "Dame tiempo".

Necesitaba tiempo para calmarse. Quería tiempo para liberarse de todas esas cosas familiares con las que convivía tan ardientemente. Porque todas esas cosas alegres que había a su alrededor eran parte de ella... Sus retoños... Y ellos lo sabían y elevaban sus protestas más grandes, más vehementes. Pero ahora debían irse. Debían ser barridos, alejados... como niños, enviados por las sombrías escaleras, llevados a la cama y con la orden de dormir... enseguida... ¡sin chistar!

Porque la especial cualidad excitante de su amistad residía en la entrega más completa. Como dos ciudades abiertas en medio de cierta vasta planicie, ambas mentes yacían abiertas la una para la otra. Y no era como si él entrara a la de ella a caballo como un conquistador, armado hasta los dientes y sin ver más que un alegre aleteo de sedas, ni entraba ella a la de él como una reina caminando suavemente sobre pétalos. No, eran viajeros ansiosos, serios, absortos en entender lo que se brindaba a sus ojos y descubriendo lo que hubiera de oculto... aprovechando al máximo esta extraordinaria oportunidad absoluta que hacía posible que él fuera totalmente veraz para con ella, y que ella fuera totalmente sincera para con él.

Y lo mejor de todo era que ambos eran lo suficientemente adultos como para poder disfrutar de su aventura plenamente sin estúpidas complicaciones emocionales. La pasión hubiera arruinado todo; ambos entendían eso muy bien. Además, todo ese tipo de cosas había terminado para los dos... él tenía treinta y un años, ella treinta. Habían tenido sus experiencias, y éstas habían sido plenas y variadas, pero había llegado la época de la vendimia. ¿Acaso sus novelas no serían grandes novelas? Y las obras de teatro de ella. ¿Quién sino ella tenía ese exquisito sentido de la verdadera Comedia Inglesa?

Con cuidado cortó la torta en pequeños trozos gruesos y él extendió la mano para tomar uno.

-¿Te das cuenta qué rico que está? -imploró ella-. Cómelo con imaginación. Entorna los ojos si puedes y gústalo con el aliento. No es un sandwich de la bolsa del sombrerero... es la clase de torta que podían haber mencionado en el Libro del Génesis Y Dios dijo: "Que haya torta. Y hubo torta. Y Dios vio que era bueno".

-No necesitas suplicarme -dijo él-. De veras que no necesitas hacerlo. Es algo raro pero siempre me fijo en lo que como aquí y nunca en ninguna otra parte. Supongo que eso me pasa por haber vivido tanto tiempo solo y por estar siempre leyendo mientras como... mi costumbre de considerar a la comida sólo como comida... algo que está ahí, en ciertos momentos... para ser devorado... Que está... para no estar-. Rió.

-Eso te escandaliza. ¿No es cierto?

-Hasta la médula -dijo ella.

-Pero... mira... -Alejó su taza y empezó a hablar rápidamente:- Simplemente no tengo vida exterior. No conozco para nada el nombre de las cosas... de árboles y eso... y nunca me fijo en lugares o en muebles o en el aspecto de la gente. Un cuarto se parece a otro, para mí... un lugar para sentarse y leer o hablar... excepto -y aquí hizo una pausa, sonrió de una manera extraña e ingenua, y dijo:- excepto en este estudio. -Miró a su alrededor y luego la miró a ella; rió asombrado y contento.

Parecía un hombre que se despierta en un tren y se da cuenta de que ha llegado, ya, al término de su viaje.

-Esta es otra cosa curiosa. Si cierro los ojos puedo ver este lugar hasta el último detalle... Hasta el último detalle... Ahora que lo pienso... nunca me he dado cuenta de esto concientemente antes. Muchas veces, lejos de aquí, vuelvo a visitarlo en mi mente... me paseo por entre tus sillones rojos, contemplo el tazón de frutas sobre la mesa negra... y toco apenas, muy suavemente, esa maravillosa cabeza de niño durmiendo.

La miró mientras hablaba. Estaba colocada en una esquina de la repisa de la chimenea; la cabeza caída hacia un lado, los labios entreabiertos, como si al dormir el niño escuchara algún dulce sonido.

-Adoro a ese niño -murmuró él. Y luego ambos quedaron callados.

Un nuevo silencio pasó entre ellos. Nada parecido a aquella satisfactoria pausa que había seguido a su encuentro, aquel "Bueno, aquí estamos otra vez juntos, y no hay ninguna razón por la que no podamos continuar a partir de donde dejamos la última vez". Aquel silencio podía encerrarse en el círculo de fuego encantador y abrigado y en la luz de la lámpara. Cuántas veces habían arrojado algo en él solo para divertirse viendo las ondas romper contra la orilla en calma. Pero en este estanque desconocido caía ahora la cabeza del niño durmiendo su sueño intemporal, y las ondas se alejaban más y más, sin límites, hacia la profunda y centelleante oscuridad. Y entonces ambos lo rompieron. Ella dijo:

-Debo atizar el fuego-, y él dijo:

-Estuve probando un nuevo.

Ambos escaparon. Ella atizó el fuego y puso la mesa en su lugar, acercó el sillón azul, se acurrucó en él mientras el otro. se reclinó entre los almohadones. ¡Rápido! ¡Rápido! Tenían que evitar que volviera a suceder.

-Bueno, leí el libro que dejaste la última vez.

-Ah, ¿y qué te pareció?

Habían empezado y todo seguía como de costumbre. Pero ¿era así realmente? ¿No eran apenas algo demasiado rápidos, demasiado bruscos en sus respuestas, demasiado ansiosos de retomar las palabras del otro? ¿Era esto en verdad algo más que una extraordinariamente buena imitación de otras veces? El corazón de él latía, la mejilla de ella estaba encendida, y lo tonto era que ya no podía descubrir exactamente dónde estaban o qué era lo que exactamente estaba pasando. No tenía tiempo de mirar hacia atrás. Y entonces, cuando ella había llegado a ese punto, volvió a suceder. Perdieron pie, aletearon, cayeron, quedaron en silencio.. Nuevamente fueron inconscientes de la interrogante oscuridad sin límites. Nuevamente, allí estaban... dos cazadores, inclinados sobre el fuego, pero oyendo de pronto de la selva a sus espaldas, un golpe de viento y un grito urgente que preguntaba.

Levantó la cabeza:

-Está lloviendo-, murmuró. Y su voz era como la de él cuando había dicho "Adoro a ese niño".

Bueno. ¿Por qué no cedían... se entregaban... y veían entonces qué pasaba? Pero no. A pesar de la preocupación y la vaguedad, sabían lo suficiente como para entender que su preciosa amistad corría peligro. Era ella la que sería destruída, no ellos... sin que ellos tomaran parte. El se puso de pie, vació su pipa, se pasó una mano por el pelo y dijo:

-Me he estado prestando últimamente si la novela del futuro será o no psicológica. ¿Puede uno estar seguro de que la psicología en tanto psicología tiene algo que con la literatura?

-¿Quieres decir que te parece que es probable que esas misteriosas criaturas inexistentes, jóvenes escritores de hoy... simplemente estén tratando de atribuirse funciones de psicoanalistas?

-Sí, creo que, sí. Y creo que es porque esta generación es lo suficientemente inteligente como para saber que está enferma y para darse cuenta que su única posibilidad de mejoría es investigar los síntomas hacer un exhaustivo estudio estudio de ellos... siguiéndoles el rastro... tratando de llegar a la raíz del problema.

-¡Dios mío! -gimió ella-., ¡Qué perspectiva tan desalentadora!

-De ninguna manera -dijo él-. Mira... -La conversación siguió. Y ahora parecía que verdaderamente lo habían logrado. Ella se volvió en su silla para mirarlo mientras hablaba. Su sonrisa decía: "Ganamos". Y él sonreía de vuelta, confiado: "Rotundamente". Pero la sonrisa los perdió. Duró demasiado; se convirtió en una mueca. Se vieron a sí mismos como dos pequeños títeres de grotescas sonrisas dando saltos en la nada. “¿De qué hemos estado hablando?", pensó él. Tan aburrido estaba que casi podía haber gruñido. “Qué espectáculo hemos dado", pensó ella. Y vio preparar trabajosamente... Tan trabajosamente... el terreno y a sí misma corriendo detrás, colocando aquí un árbol y allá un arbusto florido y más acá un puñado de peces brillantes en un estanque. Quedaron en silencio esta vez por absoluta consternación.

El reloj dio seis golpecitos alegres y el fuego revoloteó suavemente. Qué tontos eran pesados, lerdos, mayores... sin duda de mentes estrechas. Y ahora el silencio los embrujaba como una música solemne. Era angustia... angustia para ella que lo soportaba y él moriría... moriría si el silencio era quebrado... Y sin embargo ansiaba hacerlo. No hablando. De todas maneras no con el enloquecedor parloteo de siempre. Había otro modo de hablar entre ellos, y de ese nuevo modo quería murmurar: "¿También lo sientes? ¿Entiendes todo lo que pasa?"...

En cambio, ante su propio horror, se oyó decir:

-Debo irme; tengo que encontrar a Brand a las seis.

¿Qué diablos le había hecho decir eso en lugar de lo otro? Ella saltó... literalmente saltó de la silla, y él oyó que ella gritaba:

-Debes correr, entonces. El es tan puntual. ¿Por qué no lo dijiste antes? "¡Me has herido; me has herido! ¡Hemos fallado!", dijo su ser secreto mientras le alcanzaba su sombrero y su bastón, sonriendo alegremente.

No le daría ni un momento para decir otra palabra; cruzó rápidamente el corredor y abrió la gran puerta de entrada. ¿Podían despedirse así? ¿Cómo podrían hacerlo? El estaba en el umbral y ella dentro sosteniendo la puerta. Ahora no llovía. "Me has herido... herido", decía su corazón. "¿Por qué no te vas? No, no te vayas. Quédate. ¡No... vete!" Y miró hacia afuera, hacia la noche. Vio la hermosa escalinata, el oscuro jardín rodeado de hiedras brillantes, del otro lado del camino los enormes sauces desnudos, y por encima de sus cabezas, el cielo inmenso, resplandeciente de estrellas. Pero por supuesto él no vería nada de esto. Estaba muy por encima. ¡El... con su maravillosa visión "espiritual"! Tenía. razón. No veía nada. ¡Tristeza! Lo había perdido. Ahora era demasiado tarde como para hacer nada. ¿Era demasiado tarde? Sí, lo era. Un frío golpe de odioso viento sopló en el jardín. ¡Maldita vida! Oyó que ella gritaba "au revoir" y la puerta se cerró de un portazo.

Al correr de vuelta a su estudio se comportó de una manera muy extraña. Caminó de un lado a otro levantando los brazos y sollozando: "¡Oh! ¡Oh! ¡Qué estupidez! ¡Qué imbecilidad! ¡Qué estupidez!" Y luego se tiró sobre el sommier sin pensar en nada... simplemente tirada allí furiosa. Todo había terminado. ¿Qué había terminado?... Algo. Y nunca volvería a verlo... nunca. Después de un largo, largo rato (o quizás diez minutos) un timbre sonó en su negra hondura con un campanilleo rápido y agudo. Era él, claro. Y también, claro, no debía haber prestado la menor atención, dejando que sonara y sonara. Voló a atender la puerta. En el umbral apareció una virgen de edad madura, una criatura patética que sencillamente la idolatraba (Dios sabe por qué) y tenía la costumbre de aparecer de pronto y tocar el timbre y decir, cuando abría la puerta: "¡Querida, échame!". Nunca lo hacía. Generalmente le pedía que entrara y la dejaba admirar todo y aceptaba el ramo de flores de aspecto marchito... con demasiada amabilidad.

Pero hoy -Ay, lo siento tanto -exclamó-. Pero hay alguien conmigo. Estamos trabajando unas cosas en madera. Estoy terriblemente ocupada esta noche.

-No importa. No importa nada, querida –dijo la buena amiga-. Sólo pasaba por aquí y pensé que podía dejarte unas violetas. -Buscó entre las varillas de un enorme y viejo paraguas-. Las puse por aquí. Es un buenísimo lugar para proteger a las flores del viento. Aquí están, dijo, sacudiendo un ramito mustio.

Por un instante no aceptó las violetas. Pero mientras esperaba en el umbral, sosteniendo la puerta, algo extraño ocurrió... Otra vez vio la hermosa escalinata, el oscuro jardín cercado de hiedras brillantes, los sauces, el inmenso cielo resplandeciente. Otra vez sintió aquel silencio que era como una pregunta. Pero esta vez no titubeó. Dio un paso hacia adelante. Suave, dulcemente, como si temiera perturbar con una honda aquel infinito estanque de quietud, puso sus brazos alrededor de su amiga.

-Querida -murmuró la amiga feliz, sobrecogida por tanta gratitud-. No son nada, de veras. Solamente un ramito cualquiera de tres peniques.

Pero al hablar era abrazada con más ternura, abrazada de una manera hermosa, sostenida por una presión tan dulce y por tanto tiempo, que la mente de la pobre mujer empezó a darle vueltas y apenas le alcanzaron las fuerzas para tartamudear:

-Entonces, ¿no te molesto demasiado?

-Buenas noches, mi amiga -susurró la otra-. Vuelve pronto.

-Sí, sí. Volveré. Esta vez volvió al estudio caminando lentamente y de pie en la mitad de la habitación con los ojos entrecerrados se sintió tan ligera, tan descansada, como si hubiera despertado de un sueño infantil. Aún el simple acto de respirar era una felicidad. El sommier estaba muy desordenado. Todos los almohadones "como montañas furiosas", decía; los ordenó antes de sentarse al escritorio.

"He estado pensando en nuestra conversación y acerca de la novela psicológica", escribió rápidamente, "y es realmente tan interesante... " Y así sucesivamente.

Para terminar puso: "Buenas noches, amigo mío. Vuelve pronto".

Katherine Mansfield (1888-1923)




Relatos góticos. I Relatos de Katherine Mansfield.


Más literatura gótica:
El análisis y resumen del cuento de Katherine Mansfield: Psicología (Psychology), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

«El espíritu moderno»: Katherine Mansfield; relato y análisis


«El espíritu moderno»: Katherine Mansfield; relato y análisis.




El espíritu moderno (The Modern Soul) es un relato modernista de la escritora neocelandesa Katherine Mansfield (1888-1923), publicado originalmente en la revista The New Age, en 1911, y luego reeditado en la antología de ese mismo año: En un balneario alemán (In a German Pension).

El espíritu moderno, uno de los cuentos de Katherine Mansfield más notables, presenta una serie de personajes y situaciones extraordinarias; como por ejemplo un vanidoso profesor de música alemán, quien le explica al narrador por qué come cerezas con semejante voracidad, al parecer, debido a que favorecen la salivación para tocar el trombón.

En este contexto, El espíritu moderno de Katherine Mansfield es un relato que se centra en los personajes, no tanto en la acción. Aquí, la autora expone con verdadera maestría la postura hipócrita de una época compleja para y llena de matices.




El espíritu moderno.
The Modern Soul, Katherine Mansfield (1888-1923)

—Buenas tardes —dijo el Herr Professor al estrecharme la mano—. ¡Un tiempo espléndido! Acabo de llegar de la fiesta del bosque. He estado haciendo música para ellos con mi trombón. ¿Sabe usted?, esos pinos proporcionan un acompañamiento muy adecuado para un trombón. Suspiran delicadeza contra su fuerza sostenida, como hice notar en Frankfurt, en una conferencia sobre instrumentos de viento. ¿Me permite que me siente a su lado en este banco, gnädige Frau?

Lo hizo sacando del bolsillo interior de su abrigo un envoltorio de papel blanco.

—Cerezas —dijo, según inclinaba la cabeza y sonreía. No hay nada como las cerezas para generar saliva después de tocar el trombón, sobre todo después del Ich Liebe Dich de Grieg. Esos sostenidos del «liebe» me dejan la garganta más seca que un túnel de ferrocarril. ¿Quiere una? —Agitó hacia mí la bolsa.

—Prefiero ver cómo las come.

—¡Aja! —Cruzó las piernas y acunó la bolsa entre las rodillas, para dejar libres las manos—. He entendido la psicología de su negativa. Es su innata delicadeza femenina, que prefiere las sensaciones etéreas... O tal vez sea que no le agradan los gusanos. Porque todas las cerezas los tienen. Una vez, en la universidad, hice un experimento muy interesante con un colega. Abrimos con los dientes cuatro libras de las mejores cerezas y no encontramos un solo ejemplar sin gusano. Pero ¿qué quiere usted? Como le señalé a él luego: «Querido amigo, la moraleja es esta: si uno quiere satisfacer sus deseos en la naturaleza, hay que tener la fuerza de prescindir de sus realidades...». Esta conversación ¿no será muy superficial para usted? Tengo tan raramente ocasión y tiempo de abrir mi corazón a una mujer, que estas cosas suelen pasarme por alto...

Le miré con viveza.

—¡Mire qué grande es ésta! —exclamó el Herr Professor—. Por sí sola es casi un bocado. Y tan bonita como para colgarla de una cadena de reloj. —La masticó y luego escupió el hueso, lanzándolo a increíble distancia, al otro lado del camino, en el macizo de flores. Me di cuenta de que estaba orgulloso de su hazaña—. La cantidad de fruta que he comido aquí sentado —suspiró—.Albaricoques, melocotones, cerezas... Algún día ese macizo se convertirá en huerto de frutales y yo le permitiré coger lo que quiera, sin pagar nada.

Se lo agradecí sin demostrar demasiada emoción.

—Lo que me recuerda —se golpeó un lado de la nariz con el dedo— que el gerente me dio anoche la cuenta de la semana, después de la cena. Es casi imposible creerlo. No espero que lo crea. Me ha cargado un extra por un miserable vasito de leche que me tomo en la cama, por las noches, para prevenir el insomnio. Naturalmente no lo he pagado. Pero la tragedia de la historia es esta: ya no puedo esperar que la leche me ayude a dormir; mi pacífica actitud mental respecto a ese remedio ha quedado completamente destruida. Sé que me entrará fiebre si pretendo comprender esa falta de generosidad en un hombre tan rico como el gerente. Piense en mí esta noche —aplastó la bolsa vacía con un pie—, piense que me estará sucediendo lo peor mientras usted, dormida, deja caer la cabeza en la almohada.

Dos damas aparecieron en la escalinata que daba frente al hotel y se detuvieron, cogidas del brazo, mirando hacia el jardín. Una era vieja y flaca, vestida casi enteramente de orlas de abalorios negros, y llevaba una bolsita de raso; la otra, joven y delgada, lucía un vestido blanco y tenía el cabello rubio bellamente adornado con aromáticas florecillas de almorta. El profesor arqueó los pies hacia dentro, se enderezó con un respingo y tiró de las puntas de su chaleco.

—Las Godowska —murmuró—. ¿Las conoce? Madre e hija, de Viena. La madre tiene una dolencia interna, y la hija es actriz. Fräulein Sonia es un espíritu moderno. Creo que la encontrará usted muy simpática. Precisamente ahora se ve obligada a ocuparse de su madre. Pero ¡qué temperamento! Yo la describí una vez en su álbum de autógrafos como una tigresa con una flor en el cabello. ¿Me permite? Tal vez pueda convencerlas, y presentárselas.

—Voy a subir a mi habitación —dije.

Pero el profesor se levantó y agitó hacia mí un dedo juguetón.

—No —replicó—. Somos amigos y, por lo tanto, le hablaré con toda claridad. Creo que considerarían un poco «señalado» que usted se retirara inmediatamente cuando ellas se acercan, después de haber estado sentada aquí conmigo durante el crepúsculo. Usted conoce este mundo. Sí, lo conoce tan bien como yo.

—Buenas noches —gorjeó Frau Godowska—. ¡Un tiempo espléndido! Me ha provocado un ataque de fiebre del heno. —Fräulein Godowska, que no decía nada, se abalanzó sobre una rosa que crecía en el embrionario huerto y luego alargó la mano, en solemne ademán, hacia el Herr Professor. Él nos presentó.

—Esta es la amiga inglesa de quien les he hablado. Es la extranjera de nuestro entorno. Hemos estado comiendo cerezas.

—¡Delicioso! —suspiró Frau Godowska—. Mi hija y yo la hemos observado a usted a menudo desde la ventana del dormitorio, ¿verdad Sonia?

Sonia recorría mi exterior visible con una mirada espiritual e interna y se dignó repetir en mi favor el magnífico ademán de antes. Los cuatro nos sentamos en el banco, con el débil aire de excitación de los pasajeros que se instalan en el vagón de un tren a punto de partir. Frau Godowska estornudó.

—Me pregunto si es fiebre del heno —reiteró mientras hurgaba en su bolsita de raso en busca de un pañuelo—. ¿O será el rocío? Sonia, querida, ¿está cayendo el rocío?

Fräulein Sonia alzó el rostro hacia el cielo y entornó los párpados.

—No, mamá, tengo la cara completamente seca. ¡Oh, mire, Herr Professor, golondrinas en vuelo! Son como una pequeña bandada de pensamientos japoneses, nicht wahrl?

—¿Dónde? —preguntó el Herr Professor—. ¡Oh, sí, ya los veo: junto a la chimenea de la cocina! Pero ¿por qué dice usted «japoneses»? ¡No podría usted compararlos, con la misma veracidad, a una pequeña bandada de pensamientos alemanes en vuelo? —Se volvió hacia mí—:¿Hay golondrinas en Inglaterra?

—Creo que algunas, en determinadas estaciones. Pero, indudablemente, no tienen el mismo valor simbólico para los ingleses. En Alemania...

—Nunca estuve en Inglaterra —interrumpió Fräulein Sonia—, pero tengo muchos conocidos ingleses. ¡Son tan fríos! —Y se echó a temblar.

—Tienen la sangre fría como los peces —sentenció Frau Godowska—. Sin alma, sin corazón, sin gracia. Pero hay que reconocer que sus prendas de vestir son inigualables. Pasé una semana en Brighton, hace veinte años, y la manta de viaje que compré allí aún me dura... es esa en que envuelves la botella de agua caliente, Sonia. Mi llorado marido, tu padre, Sonia, sabía mucho de Inglaterra. Pero, cuanto más sabia, más a menudo me comentaba: «Inglaterra es solo una isla de carne de buey nadando en un mar de salsa». ¡Qué modo tan brillante de presentar las cosas! ¿Te acuerdas, Sonia?

—No me olvido de nada, mamá —contestó Sonia.

Dijo el Herr Professor:

—Esa es la prueba de su vocación, gnädige Fräulein. Ahora me pregunto, y esto es una teoría interesante: ¿es la memoria un don o, excuse la palabra, una maldición?

Frau Godowska miró hacia la lejanía; entonces las comisuras de sus labios cayeron y su piel se arrugó. Empezó a llorar.

—¡Ach Gott!, Madre de Dios, ¿qué he dicho? —exclamó el profesor.

Sonia tomó la mano de su madre.

—¿Sabe? —dijo—: hoy tenemos para cenar zanahorias estofadas y tarta de nueces. ¿Qué tal si entramos y ocupamos nuestros sitios? ¿No es cierto?

Su mirada oblicua y trágica nos acusaba, al profesor y a mí, en ese momento. Los seguí por el césped y escalera arriba. Frau Godowska murmuraba: «Tan maravilloso y querido esposo». Con la mano libre de Fräulein Sonia se arreglaba la guarnición de florecillas de almorta. Esta tarde, a las ocho y media, en el salón, se celebrará un concierto a beneficio de los atribulados niños católicos. Artistas: Fräulein Sonia Godowska, de Viena; Herr Professor Windberg y su trombón; la esposa del maestro superior Weidel, y otros. Este aviso estaba atado al cuello del melancólico venado del comedor.

Días antes del acontecimiento lo adornaba como un babero blanco y rojo haciendo que el Herr Professor se inclinase ante él y dijera: «Que aproveche», hasta que la broma llegó a aburrirnos y dejamos la sonrisa para el camarero, a quien pagaban para complacer a los huéspedes. En el día indicado las mujeres casadas navegaban por el hotel vestidas como sillas tapizadas, y las solteras como pañitos de tocador de muselina. Frau Godowska sujetó una rosa en el centro de su bolsito; otra flor estaba clavada en los pliegues confusos de un antimacassar2 que le cubría el pecho.

Los caballeros vestían traje negro, corbata blanca de seda, y llevaban, en el ojal, una flor con esparraguera que les cosquilleaba la barbilla. El suelo del salón estaba recién encerado, sillas y bancos, dispuestos, y una hilera de banderines, ensartados a lo largo del techo, volaban y bailaban al son de la corriente. Se decidió que yo me sentaría al lado de Frau Godowska y que el Herr Professor y Sonia se reunirían con nosotras cuando hubiera terminado su intervención en el concierto.

—Esto hará que se sienta casi uno de los intérpretes —dijo ingeniosamente el Herr Professor—. Es una pena que la nación inglesa sea tan poco musical. No importa. Esta noche va a oír usted algo; durante los ensayos hemos descubierto un nido de talentos.

—¿Qué tiene usted intención de recitar, Fräulein Sonia?

Ella echó hacia atrás la cabeza.

—Nunca lo sé hasta el último minuto. Cuando salgo al escenario, espero un instante y entonces tengo una sensación, como si algo me golpeara aquí —colocó su mano sobre el broche del cuello— y... ¡llegan las palabras!

—Inclínate un instante —susurró la madre—. Sonia, querida, el imperdible de la falda se te ve por detrás. En un momento te lo pongo bien. ¿O vas a hacerlo tú misma?

—¡Oh, mamá, por favor, no me digas eso! —Sonia se ruborizó y se enfadó mucho—. Sabes lo sensible que soy, en momentos así, a cualquier impresión desagradable... Preferiría que la falda se soltara del todo...

—¡Sonia, mi vida!

Tintineó una campanilla. El camarero entró y levantó la tapa del piano. En la acalorada excitación del momento olvidó completamente qué era lo adecuado, y golpeaba las teclas con una sucia servilleta de cocina que llevaba al brazo. La esposa del maestro superior entró a paso ligero en la tarima, seguida por un espléndido y joven caballero que se sonó dos veces antes de arrojar el pañuelo a la caja del piano.

…Sí, yo sé que no tienes para mí ningún amor, y ningún nomeolvides. Ni amor ni corazón ni nomeolvides…

Cantó la esposa del maestro superior con una voz que parecía salida de un dedal olvidado, y que no tenía nada que ver con ella.

—Ach! ¡Qué dulce, qué delicado! —exclamamos aplaudiéndola discretamente.

Ella saludó como diciendo: «Sí, ¿verdad?», y se retiró. El joven caballero, evitando pisar la cola de su traje, la siguió con el ceño fruncido. Cerraron el piano y un sillón fue colocado en el centro de la tarima. Fräulein Sonia derivó hacia él. Una pausa anhelante. Entonces, probablemente el alado dardo la golpeó en el broche del cuello. Nos suplicó que no fuéramos al bosque con trajes largos, sino vestidos lo más ligeramente posible, y que nos tumbáramos con ella sobre las agujas de los pinos. Su voz alta, ligeramente áspera, llenó el salón. Dejó caer los brazos sobre el respaldo del sillón, moviendo las manos desde las muñecas. Estábamos emocionados y silenciosos.

El Herr Professor, a mi lado, extrañamente serio, con las pupilas dilatadas, tiraba de las guías de su bigote. Frau Godowska adoptó esa actitud peculiar distante de los padres orgullosos. El único que permanecía inconmovible ante su hechizo era el camarero, que se apoyaba indolentemente en la pared del salón, limpiándose las uñas con una esquina del programa. Estaba «fuera de servicio» y pretendía demostrarlo.

—¿Qué le dije? —gritó el profesor sobre un manto de tumultuosos aplausos—. ¡Tem-pe-ramen-to! Ahí lo tiene. Es una llama en el corazón de un lirio. Sé que voy a tocar bien. Ahora es mi turno. Estoy inspirado. Fräulein Sonia —dijo cuando la dama volvió hacia nosotros, pálida y envuelta en una larga mantilla—, usted es mi inspiración. Esta noche será usted el alma de mi trombón. Espere un poco.

A nuestra derecha y a nuestra izquierda, la gente se inclinaba hacia ella murmurándole su admiración por encima del hombro. Fräulein Sonia saludaba como los grandes.

—Siempre tengo éxito —me dijo—. Vea usted: cuando actúo, soy. En Viena, en las obras de Ibsen, recibíamos tantos ramos de flores que el cocinero tenía tres en la cocina. Pero aquí es difícil. Hay tan poca magia... ¿No lo nota? Nada de ese misterioso perfume que brota, casi como algo visible, de las almas del público de Viena. Mi espíritu está hambriento de aquello. —Se inclinó hacia adelante, con la barbilla en la mano—. Hambriento —repitió.

El profesor apareció con su trombón, sopló en él, se lo llevó hacia un ojo, se arremangó los puños y se dejó mecer en el alma de Sonia Godowska. Causó tal impacto que le hicieron repetir y tocó una danza bávara que, advirtió, debía ser considerada como un ejercicio de respiración más que como un hito artístico. Frau Godowska marcaba el ritmo con su abanico. Siguió el joven caballero, que, con voz de tenor declamó que había amado a alguien «con sangre y mil dolores en el corazón». Fräulein Sonia interpretó una escena de envenenamiento, con ayuda del frasco de píldoras de su madre y sustituyendo el sillón por una chaise longue; una muchacha menuda rasgueó una canción de cuna en un violín igualmente pequeño; y el Herr Professor ejecutó el último rito sacrificial en el altar de los niños atribulados, interpretando el himno nacional.

—Ahora tengo que acostar a mamá —musitó Fräulein Sonia—. Pero después daré un paseo. Es necesario que lleve mi espíritu al aire libre un momento. ¿Quiere usted acompañarme hasta la estación de ferrocarril, ir y venir?
—De acuerdo, llame a mi puerta cuando esté a punto.

Así, el espíritu moderno y yo nos hallamos juntas bajo las estrellas.

—¡Qué noche! —dijo—. ¿Conoce usted ese poema de Safo sobre sus manos en las estrellas...? Soy curiosamente sáfica. Y eso es tan importante... No solo soy sáfica; encuentro en las obras de todos los grandes autores, sobre todo en sus cartas inéditas, cierto aire, cierto indicio de mí misma... cierto parecido, cierta parte de mí misma, con mil reflejos de mis propias manos en un espejo oscuro.

—Pero ¡qué molesto! —dije.

—No sé qué quiere decir con «molesto»; es casi la maldición de mi genio... — De pronto se detuvo y me miró—. ¿Sabe cuál es mi tragedia? —preguntó.

Sacudí la cabeza.

—Mi tragedia es mi madre. Viviendo con ella, vivo en el ataúd de mis aspiraciones nonatas. ¿Oyó esta noche lo del imperdible? Puede parecerle a usted una nadería, pero arruinó mis tres primeros ademanes. Quedaron...

—Ensartados en un imperdible —sugerí.

—Sí, exactamente eso. Y, cuando estamos en Viena, soy víctima de mis estados de ánimo, usted ya sabe. Ansío hacer cosas locas, apasionadas, y mamá dice: «Por favor, sírveme primero el jarabe». Recuerdo que una vez me dio un arrebato y eché una jofaina por la ventana. ¿Sabe usted lo que dijo? «Sonia, no importa mucho que tires cosas por la ventana, si solo quisieras...»

—¿Escoger algo más pequeño? —dije.

—No... «decírmelo de antemano». ¡Humillante! Y no veo ninguna luz posible en esta oscuridad.

—¿Por qué no se une a una compañía de gira y deja a su madre en Viena?

—¡Qué! ¡Dejar a mi pobre, enferma, viuda, pequeña madre en Viena! Antes me ahogaría. Yo quiero a mi madre como a nadie en el mundo, ¡a nadie y a nada! ¿Cree que es imposible amar la propia tragedia? «De mis grandes tristezas hago mis cancioncillas», esto es Heine o yo misma.

—¡Oh! entonces está bien —dije alegremente.

—¡Pero no está bien!

Sugerí que diéramos la vuelta. Regresamos.

—A veces pienso que la solución está en el matrimonio —continuó Fräulein Sonia—. Si encuentro a un hombre simple, pacífico, que me adore y quiera cuidar de mamá... un hombre que sea para mí una almohada... porque un genio no puede esperar una pareja... me casaré con él. Usted sabe que el Herr Professor ha tenido conmigo atenciones muy marcadas.

—¡Oh, Fräulein Sonia! —dije, muy contenta de mí misma—, ¿por qué no lo casa con su madre?

Pasábamos en aquel momento por delante de la peluquería. Fräulein Sonia me apretó el brazo.

—¡Usted, usted! —tartamudeó—. ¡Qué crueldad! Me voy a desmayar. ¡Casarse mamá otra vez, antes de que yo lo haga...! El oprobio. Me voy a desmayar aquí mismo.

Me asusté.

—No puede —dije, sacudiéndola—. Vuelva al hotel y desmáyese allí cuanto quiera. Pero aquí no puede, todas las tiendas están cerradas. No hay nadie cerca. Por favor, no sea tan tonta.

—Aquí y solo aquí. —Indicó el lugar exacto, cayó bellamente y quedó inmóvil.

—Muy bien —dije— desmáyese; pero, por favor, dése prisa en recobrarse.

No se movió. Empecé a caminar hacia el hotel; pero, cada vez que me volvía, veía detrás de mí la forma oscura del espíritu moderno boca abajo, delante de la ventana de la peluquería. Finalmente eché a correr y arranqué al Herr Professor de su habitación.

—Fräulein Sonia se ha desmayado —dije enfadada.

—Du lieber Gott! ¿Dónde está? ¿Cómo ha sido?

—Delante de la peluquería, en la calle de la estación.

—¡Jesús y María! ¿No lleva agua consigo? —Agarró su cantimplora—. ¿Nadie está con ella?

—Nadie.

—¿Dónde está mi abrigo? No importa, cogeré una congestión. Voluntariamente cogeré una... ¿Está usted dispuesta a venir conmigo?

—No —dije—. Puede llevarse al camarero.

—Pero tiene que haber una mujer. No puedo permitirme la grosería de aflojarle el corsé.

—Los espíritus modernos no deberían llevarlo —dije.

Me empujó para pasar y bajó retumbando por la escalera. Cuando a la mañana siguiente bajé a desayunar, había dos sitios vacíos en la mesa. Fräulein Sonia y Herr Professor se habían ido de excursión, a pasar el día en el bosque. Me quedé pensativa.

Katherine Mansfield (1888-1923)




Relatos góticos. I Relatos de Katherine Mansfield.


Más literatura gótica:
El análisis y resumen del cuento de Katherine Mansfield: El espíritu moderno (The Modern Soul), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com



Lo más visto esta semana en El Espejo Gótico:

Poema de Walter de la Mare.
Análisis de «Christabel» de Samuel Coleridge.
Poema de Elizabeth Akers Allen.


Relato de Carl Jacobi.
Poema de Amy Lowell.
Poema de Dora Sigerson Shorter.