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Joanna Russ: novelas destacados


Joanna Russ: novelas destacados.




Joanna Russ (1937-2011) fue una gran escritora norteamericana, y una auténtica referente de la novela de ciencia ficción. En este sentido, las novelas de Joanna Russ forman parte de los primeros intentos exitosos de introducir la filosofía feminista en el ámbito de la ciencia ficción.

En este segmento de El Espejo Gótico daremos cuenta de todas las novelas de Joanna Russ.




Novelas de Joanna Russ.
  • El hombre hembra (The Female Man)
  • La muerte del caos (And Chaos Died)
  • Las aventuras de Alyx (The Adventures of Alyx)
  • Dos de ellos (The Two of Them)
  • En huelga contra Dios (On Strike Against God)
  • Kittatinny (Kittatinny)
  • Nosotros, quienes estamos a punto de... (We Who Are About To...)
  • Picnic en el paraíso (Picnic on Paradise)




Autores en El Espejo Gótico. I Autores con historia.


El artículo: Joanna Russ: novelas destacados fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

Joanna Russ: cuentos destacados


Joanna Russ: cuentos destacados.




Joanna Russ (1937-2011) fue una importante escritora norteamericana dedicada a la ciencia ficción y el relato fantástico. En este sentido, los cuentos de Joanna Russ se han convertido en auténticos referentes del feminismo en la ficción.

En esta sección iremos recorriendo todos los cuentos de Joanna Russ.




Relatos de Joanna Russ.
  • Cuando todo cambió (When It Changed)
  • Almas (Souls)
  • Año desierto (Wilderness Year)
  • Calle principal: 1953 (Main Street: 1953)
  • Cómo Dorothy mantuvo lejos a la primavera (How Dorothy Kept Away the Spring)
  • Corrupción (Corruption)
  • Cuerpos (Bodies)
  • Depresiones de todos los días (Everyday Depressions)
  • Día de visita (Visiting Day)
  • El alma de un sirviente (The Soul of a Servant)
  • El experimentador (The Experimenter)
  • El gato de Zanzíbar (The Zanzibar Cat)
  • El hombre que no podría ver demonios (The Man Who Could Not See Devils)
  • El lado oculto de la luna (The Hidden Side of the Moon)
  • El misterio del joven caballero (The Mystery of the Young Gentleman)
  • El objeto precioso (The Precious Object)
  • Escaparate (Window Dressing)
  • Es importante creer (It's Important to Believe)
  • Espadas y semillas de amapola (Sword Blades and Poppy Seed)
  • Esta noche, en mi fuego (This Night, at My Fire)
  • Esta tarde (This Afternoon)
  • Existencia (Existence)
  • Frases útiles para el turista (Useful Phrases for the Tourist)
  • Gente extra (ordinaria) (Extra(ordinary) People)
  • Gente razonable (Reasonable People)
  • Gleepsite (Gleepsite)
  • Hay otra costa, sabes, en el otro lado (There Is Another Shore, You Know, Upon the Other Side)
  • Iniciación (Initiation)
  • Inocencia (Innocence)
  • Invasión (Invasion)
  • La autobiografía de mi madre (The Autobiography of My Mother)
  • La casa de nadie (Nobody's Home)
  • La colina del elfo (Elf Hill)
  • La hija de papá (Daddy's Girl)
  • La pequeña niña sucia (The Little Dirty Girl)
  • La segunda oportunidad del señor Wilde (Mr. Wilde's Second Chance)
  • La vida en una tienda de muebles (Life in a Furniture Store)
  • La vista desde esta ventana (The View from This Window)
  • Lo había apretado vagamente en mi bolsillo (I Had Vacantly Crumpled It into My Pocket)
  • Los clichés del espacio exterior (The Cliches from Outer Space)
  • Los descartables (The Throaways)
  • Los extraordinarios viajes de Amélie Bertrand (The Extraordinary Voyages of Amélie Bertrand)
  • Los nuevos hombres (The New Men)
  • Mi bote (My Boat)
  • Mi querida Emily (My Dear Emily)
  • Ninguna costumbre rancia (Nor Custom Stale)
  • Pasajes (Passages)
  • Pequeños cuentos de la naturaleza (Little Tales from Nature)
  • Pobre hombre, mendigo (Poor Man, Beggar Man)
  • ¿Qué hiciste durante la Revolución, abuela? (What Did You Do During the Revolution, Grandma?)
  • Riesgo (Risk)
  • Russalka (Russalka)
  • Una chica de antes (An Old-Fashioned Girl)
  • Una corta y feliz vida (A Short and Happy Life)
  • Ven más cerca (Come Closer)
  • Viejos pensamientos, viejas presencias (Old Thoughts, Old Presences)
  • Visitando (Visiting)




Autores en El Espejo Gótico. I Autores con historia.


El artículo: Joanna Russ: cuentos destacados fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

«Cuando todo cambió»: Joanna Russ; relato y análisis


«Cuando todo cambió»: Joanna Russ; relato y análisis.




Cuando todo cambió (When It Changed) es un relato fantástico de la escritora norteamericana Joanna Russ (1937-2011), publicado en la antología de 1972: De nuevo, visiones peligrosas (Again, Dangerous Visions).

Cuando todo cambió, probablemente uno de los mejores cuentos de Joanna Russ, narra la historia de Janet Evason, una mujer que vive en Whileaway, un planeta de colonias humanas poblado exclusivamente por mujeres, quienes debieron idear nuevas formas de reproducción tras la desaparición de todos los hombres, unas treinta generaciones atrás.

En este sentido, Cuando todo cambió es claramente un relato de ciencia ficción, pero también un formidable relato feminista.

Cuando un nuevo grupo de astronautas varones llegan desde la Tierra, éstos asumen que esa sociedad formada únicamente por mujeres es de algún modo deficiente, y anuncian que la reproducción volverá a realizarse mediante métodos, digamos, más tradicionales. La esposa de Janet intenta matar a los astronautas, pero ésta la detiene, comprendiendo que los hombres no dejarán de venir, y que el cambio en el estilo de vida de Whileeaway es inevitable.

Decíamos que Cuando todo cambió es, en esencia, un relato feminista, precisamente porque desafía a un viejo cliché de la ciencia ficción: una posible sociedad futura integrada por mujeres, donde éstas son representadas, básicamente, dentro de un modelo de matriarcado primitivo, rígido, casi salvaje.

Joanna Russ explora otras posibilidades, y rechaza el modelo de matriarcado planteado generalmente por los autores varones, donde las mujeres aparecen como seres instintivos, más que intelectuales, y sobre quienes se presume un comportamiento social elemental.

En Cuando todo cambió —así como en El hombre hembra (The Female Man)— las cosas son radicalmente opuestas; a tal punto que este relato sirvió de inspiración para otros clásicos de la ciencia ficción escritos por mujeres, como La mano izquierda de la oscuridad (The Left Hand of Darkness), de Úrsula K. Le Guin.




Cuando todo cambió.
When It Changed, Joanna Russ (1937-2011)

Katy conduce como una maníatica; debemos de haber ido a más de 120 kilómetros por hora en esas curvas. Sin embargo, ella es buena. La he visto desarmar todo el coche y volver a armarlo en un día. En mi lugar natal de Whileaway se acostumbraba a utilizar la maquinaria agrícola, pero yo me niego a luchar contra un mecanismo de cinco marchas a velocidades endiabladas, ya que no fui criada de ese modo; pero incluso en esas curvas, a medianoche, en una carretera rural tan mala como pueden ser las de nuestro distrito, el que Katy conduzca no me asusta.

Lo divertido respecto a mi esposa es que ella no quiere llevar armas de fuego. Incluso ha ido a hacer dedo por la zona de bosques más arriba del paralelo cuarenta y ocho sin llevar armas de fuego durante muchos días seguidos. Y eso sí me asusta.

Katy y yo tenemos tres hijas entre las dos, una de ella y dos mías. Yuriko, mi hija mayor, iba dormida en el asiento trasero, soñando los sueños de amor y de guerra que se tienen a su edad: corriendo hacia el mar, cazando en el Norte, sueños de gente extrañamente hermosa en lugares extrañamente bellos, todas esas cosas maravillosas en que una piensa cuando ha cumplido los doce años. Algún día, muy pronto, como todas ellas, desaparecerá durante semanas y volverá sucia y orgullosa, tras haber matado con su cuchillo su primer puma o su primer oso, arrastrando por el suelo tras ella algún abominable bicho peligroso. Yuriko dice que el modo de conducir de Katy le produce sueño.

Para alguien que ha aceptado tres duelos, yo tengo miedo de la lejanía. Me estoy volviendo vieja, y así se lo dije a mi esposa.

—Tienes treinta y cuatro años —me contestó ella.

Es lacónica hasta el punto del silencio.

Encendió las luces del tablero de instrumentos. Árboles de un verde eléctrico pasan rápidos ante nuestros faros y alrededor del coche. Alargué la mano hacia el tablero junto a la portezuela trasera y saqué el rifle. Lo puse en mi regazo. Yuriko se agitó en el asiento trasero.

El motor del coche es tan suave, dice Katy, que se puede oír la respiración de los que van dormidos en el asiento de atrás. Yuki estaba sola en el coche cuando llegó el mensaje, descifrando con entusiasmo sus rápidos puntitos (es una tontería montar un transceptor cerca de un motor IC; pero la mayoría de los de Whileaway funcionan con vapor). Salió rápidamente del coche, mi larguirucho retoño, gritando con toda la fuerza de sus pulmones hasta que llegó a donde estábamos nosotros. Habíamos sido intelectualmente preparados para esto desde que la colonia fue fundada, desde que fue abandonada; pero esto es diferente. Esto es horrible.

—¡Hombres! —había gritado Yuki, saltando sobre la puerta del coche—. ¡Han vuelto! ¡Hombres verdaderos de la Tierra!

Nos los encontramos en la cocina de la granja cerca del lugar donde habían aterrizado. Las ventanas estaban abiertas, el aire de la noche era muy tibio. Habíamos pasado junto a toda clase de medios de transporte cuando aparcamos aquí: tractores a vapor, camiones, un IC de caja plana, incluso una bicicleta. Lydia, la bióloga del distrito, había salido de su taciturnidad norteña lo suficiente como para tomar muestras, y estaba sentada en un rincón de la cocina negando con la cabeza, asombrada por los resultados.

Incluso se sintió obligada (ella, muy alta, muy rubia, muy tímida, siempre dolorosamente ruborizada), a sacar de donde estaban guardados los viejos manuales de idiomas, aunque yo sé hablar las viejas lenguas en sueños, y despierto. Lydia se muestra inquieta con nosotros; somos meridionales y demasiado temperamentales. Conté veinte personas en aquella cocina, todos los cerebros del Continente Norte. Phyllis Spet, creo que había venido en planeador. Yuki era la única niña presente.

Luego vi a los cuatro.

Son más grandes que nosotros. Más altos y anchos. Dos eran más altos que yo, y yo soy muy alta, metro ochenta centímetros con los pies descalzos. Pertenecen evidentemente a nuestra especie; pero son algo diferentes, indescriptiblemente diferentes, y como mis ojos no pudieron entonces abarcar del todo las líneas de esos cuerpos extraños, no pude decidirme a tocarlos, aunque el que hablaba ruso (qué voces tienen) quería estrechar las manos, una costumbre del pasado, supongo.

Sólo puedo decir que eran monos con rostros humanos. Él estiró una mano pero yo me estremecí. Retrocedí hasta el extremo de la cocina (luego me reí como para excusarme) y entonces, para establecer un buen ejemplo (amistad interestelar, yo diría), le estreché finalmente la mano. Una mano dura, muy dura. Son tan pesadas como caballos de tiro. Con voces profundas y confusas. Yuriko se había colado entre los adultos y estaba mirando a los hombres con la boca abierta.

Él volvió la cabeza (la palabra él no se usaba en nuestro lenguaje en los últimos seiscientos años), y preguntó, en un ruso muy malo:

—¿Quién es ésa?

—Mi hija —le contesté, y añadí (con esa atención irracional a las buenas maneras que a veces empleamos en momentos de locura)—. Es mi hija, Yuriko Janetson. Empleamos el patronímico. Ustedes dirían el matronímico.

Él se echó a reír, involuntariamente. Yuri exclamó:

—¡Yo creí que serían guapos! —muy decepcionada por el modo en que la habían recibido.

Phyllis Melgasen Spet, a la que un día mataré, me lanzó desde el otro lado de la habitación una mirada fría, fija y venenosa. Traduje las palabras de Yuki al ruso que empleaba aquel hombre, que en otros tiempos fuera nuestra lingua franca, y el hombre se rió de nuevo.

—¿Dónde está toda la gente? —preguntó del modo más natural.

Volví a traducir y observé las caras que me rodeaban por toda la habitación. Lydia estaba azorada (como siempre), Spet entornando sus ojos y tramando algo, Katy muy pálida.

—Esto es Whileaway —dije.

Él siguió mirando como sin entender.

—Whileaway —dije yo—. ¿Recuerda? ¿Tienen ustedes archivos? Hubo una epidemia en Whileaway.

Él pareció moderadamente interesado. Las cabezas se volvieron al fondo de la habitación, y yo eché un vistazo a la delegada del parlamento de las profesiones locales; al llegar la mañana, cada asamblea local, cada camarilla política de distrito, estaría en sesión plenaria.

—¿Epidemia? —preguntó—. Eso es una tragedia.

—Sí —respondí yo—, una tragedia muy grande. Perdimos la mitad de nuestra población en una generación.

Él pareció debidamente impresionado.

—Whileaway tuvo suerte —expliqué—. Teníamos un gran banco de genes, habíamos sido escogidos por nuestra inteligencia, teníamos una alta tecnología y nos había quedado mucha población en la cual cada adulto era como tres expertos en uno. La tierra es buena. El clima es muy benigno. Ahora somos treinta millones. Las cosas han empezado a desarrollarse muy rápidamente en la industria. Dénos setenta años y tendremos más de una ciudad, más de algunos centros industriales, profesiones de plena dedicación, operadores de radio en todo momento, maquinistas, dénos setenta años y no todo el mundo tendrá que pasar tres cuartos de su vida en una granja.

Traté de explicar cuán duro es que los artistas puedan dedicarse a su arte sólo en la ancianidad, cuando hay tan pocos, tan pocos que puedan ser libres, como Katy y yo. Traté de explicarle con pocas palabras cómo era nuestro sistema de gobierno, dos cámaras, una por profesiones y otra geográfica; le conté que las camarillas políticas de los distritos se ocupaban de problemas demasiado importantes para confiárselos a las ciudades. Y que el control de la población no era aún un éxito político; pero que nos dieran tiempo y lo sería. Había un punto delicado en nuestra historia; dadnos tiempo.

No había necesidad de sacrificar la calidad de la vida por una loca carrera hacia la industrialización. Vayamos a nuestro propio paso.

Dadnos tiempo.

—¿Dónde está toda la gente? —preguntó de nuevo.

Me di cuenta de que no se refería a la gente, sino a los hombres, y que estaba dando a la palabra el significado que no había tenido en Whileaway durante seis siglos.

—Murieron todos —contesté yo—. Hace treinta generaciones.

Pensé que aquello había sido demasiado fuerte para él. Contuvo la respiración. Pareció como si fuera a caerse de la silla; se llevó la mano al pecho, y miró a su alrededor, hacia todas nosotras con una extraña mezcla de temor y ternura sentimental. Luego dijo:

—Una gran tragedia.

Yo aguardé, sin haber comprendido del todo.

—Sí —dijo, recobrando el aliento de nuevo con aquella sonrisa extraña, aquella sonrisa que te dice que algo está siendo ocultado y va a ser revelado inmediatamente—. Una gran tragedia, pero ya todo ha terminado —y de nuevo miró a su alrededor, a todas nosotras, con una extraña deferencia.

Como si fuéramos inválidas.

—Se han adaptado ustedes de un modo asombroso —dijo.

—¿A qué? —pregunté yo.

Él pareció azorado. Finalmente dijo:

—En el sitio de donde vengo, las mujeres no visten tan sencillamente.

—¿Visten como usted? —pregunté yo—. ¿Como una novia?

Porque los hombres vestían de plata de la cabeza a los pies. Yo nunca había visto nada tan chillón. Él hizo como si fuera a contestar y luego, al parecer, lo pensó mejor y se rió de mí nuevamente. Con un extraño regocijo, como si nosotras fuéramos algo infantil y maravilloso, como si él nos estuviera haciendo un enorme favor, aspiró de modo vacilante y dijo:

—Bueno, aquí estamos.

Yo me quedé mirando a Spet, Spet miró a Lydia, Lydia miró a Amalia, que es la jefe de la asamblea local. Amalia miró a no sé quién. Mi garganta estaba seca. No soporto la cerveza local, pero la bebí a pesar de todo, ya que me la ofreció Amalia (de ella era la bicicleta que habíamos visto afuera al aparcar). Esto iba a durar un largo rato.

—Sí, bueno, aquí están.

Y sonreí como una idiota, y me pregunté en serio si las mentes de los varones terrestres funcionaban de un modo muy diferente a los de las hembras de la Tierra; pero no podía ser así, porque de ser así la raza se habría extinguido hacía tiempo.

La red de emisoras de radio ya había dado la noticia en todo el planeta y ahora teníamos otro locutor ruso, que había aterrizado procedente de Varna. Corté la conversación cuando el hombre empezó a enseñar a todos retratos de su esposa, que parecía la sacerdotisa de algún culto arcano. Él propuso hacer preguntas a Yuki, así que la encerré en una habitación trasera a pesar de sus furiosas protestas y salí al porche. Cuando yo me marchaba, Lydia estaba explicando la diferencia entre partenogénesis (que es tan fácil que cualquiera la puede practicar) y lo que nosotras hacíamos: la fusión del óvulo.

Por eso es por lo que la hija de Katy se parece a mí.

Un transmisor de puntitos en uno de los edificios exteriores parloteaba débilmente para sí mismo; eran las operadoras que coqueteaban y se contaban chistes por la línea.

Había un hombre en el porche. El otro hombre alto. Me quedé mirándolo (me puedo mover muy silenciosamente cuando quiero) y cuando le permití que me viera, él cesó de hablar por el pequeño aparato que le colgaba del cuello. Luego dijo muy tranquilamente, en un ruso excelente:

—¿Sabían ustedes que la igualdad ha sido restablecida en la Tierra?

—Usted es un verdadero terrestre —le contesté—, ¿verdad? El otro es sólo un figurón —era un gran alivio poner en claro las cosas.

Él asintió con la cabeza, afablemente.

—Como personas, no somos muy inteligentes —declaró—. Hemos sufrido muchos daños genéticos en los últimos siglos. Podemos utilizar los genes de Whileaway, Janet.

—Ustedes pueden tener células suficientes como para criar por su cuenta.

Él sonrió.

—No es ése el modo como queremos hacerlo.

Tras él vi a Katy entrar en el cuadrado de luz que era la puerta-pantalla.

Él prosiguió, con voz mesurada y muy educado, sin burlarse de mí, creo yo; pero con esa seguridad en sí mismo de alguien que siempre ha tenido dinero y fuerza para guardar, que no sabe lo que es ser de segunda clase o provinciano. Lo cual es muy extraño, porque el día anterior yo habría dicho que ésa era una exacta descripción de mí.

—Le estoy hablando a usted, Janet —me dijo—, porque supongo que usted tiene más influencia popular que nadie. Usted sabe tan bien como yo que su cultura tiene todos los defectos inherentes, y nosotros no queremos (si podemos evitarlo) utilizarlas para nada de eso. Perdón, no debería haber utilizado esa palabra, pero supongo que ustedes se darán cuenta de que este tipo de sociedad es antinatural.

—La humanidad es antinatural —dijo Katy.

Ella tenía mi rifle bajo su brazo izquierdo. La parte superior de su sedosa cabeza no me llega a la clavícula; pero ella es tan dura como el acero. Él empezó a moverse, de nuevo con aquella extraña deferencia sonriente (que su compañero había mostrado conmigo pero él no) y el arma se deslizó en la mano de Katy como si ella hubiera disparado con ella toda la vida.

—Estoy de acuerdo con usted —dijo el hombre—. La humanidad es antinatural. Debería de saberlo. Yo tengo metal en mi dentadura y clavijas de metal aquí —y se tocó el hombro—. Pero a Whileaway le falta algo —hizo un seco chasquido con la lengua.

—Yo no echo de menos nada —dijo Katy—. Excepto que la vida no dure siempre.

—¿Ustedes son...? —preguntó aquel hombre, haciendo un gesto con la cabeza de mí hacia ella.

—Esposas —repuso Katy—. Estamos casadas.

De nuevo el seco chasquido.

—Un buen arreglo económico —dijo él—, para trabajar y cuidar de los niños. Tan bueno como un acuerdo para tener una descendencia al azar, si su reproducción se hace para seguir el mismo patrón. Pero yo pienso, Katharina Michaelason, si no hay algo mejor que ustedes pudieran asegurar a sus hijas. Yo creo en los instintos, y sé que ustedes sienten que les falta algo. Ya lo saben intelectualmente, claro. Aquí sólo hay una mitad de la especie. Los hombres deben volver a Whileaway.

Katy no respondió nada.

—Yo diría, Katharina Michaelason —dijo aquel hombre amablemente—, que usted, entre todas las personas, sería la que más se beneficiaría de tal cambio —y dio unos pasos más allá del rifle de Katy hasta el cuadrado de luz que venía de la puerta.

Creo que fue entonces cuando se dio cuenta de mi cicatriz, la cual realmente no se ve hasta que la luz le da de lado: una fina raya que va de la sien a la barbilla. La mayoría de la gente ni siquiera se fija en ella.

—¿Dónde le hicieron eso? —preguntó, y yo le contesté haciendo una involuntaria mueca:

—En mi último duelo.

Nos quedamos allá parados, el uno encolerizado contra el otro, durante varios segundos (esto es absurdo pero cierto) hasta que él entró y cerró la puerta tras de sí. Katy dijo con voz agria:

—¡Usted, maldito loco! ¿No se da cuenta de cuándo somos insultados? —y esgrimió el rifle como para disparar contra él a través de la pantalla; pero yo se lo agarré antes de que pudiera hacer fuego y de un manotazo aparté el rifle de su blanco.

Katy estaba temblando, y no dejó de susurrar una y otra vez.

—Por eso nunca quise tocarlo, porque sabía que mataría a alguien, sabía que mataría a alguien.

El primer hombre, o sea aquel con el que habíamos hablado primero, estaba aún charlando dentro de la casa, diciendo algo sobre el gran movimiento para recolonizar y redescubrir todo lo que la Tierra había perdido. Hizo hincapié en las ventajas que eso supondría para Whileaway: comercio, intercambio de ideas, educación. También dijo que en la Tierra había sido restablecida la igualdad.

Katy tenía razón, por supuesto; debíamos haberlos quemado allí mismo donde estaban. Cuando una cultura tiene grandes cañones y la otra no tiene ninguno, ya se puede suponer cuál va a ser el resultado.

Quizá los hombres hubieran venido al final en todo caso. Me gusta pensar que dentro de cien años mis nietas podrían rechazarlos u obligarles a detenerse; pero aun entonces será una lucha desigual; yo recordaré toda mi vida a aquellas cuatro personas que encontré, musculosos como toros, y que me hicieron sentirme pequeña, aunque sólo fuera por un momento. Una reacción neurótica, dice Katy.

Recuerdo todo lo que ocurrió aquella noche; recuerdo los nervios de Yuki en el coche, los sollozos de Katy cuando regresamos a casa, como si se le fuera a partir el corazón. Recuerdo cómo rondé incansablemente alrededor de la casa después de que Katy quedara dormida. Los músculos de sus antebrazos son como barras de metal de tanto conducir y probar sus máquinas.

A veces sueño con los brazos de Katy.

Recuerdo una vez que entré en el cuarto de los niños y tomé al bebé de mi esposa, echando un sueñecillo con la punzante y asombrosa calidez de una criatura en el regazo, y finalmente volví a la cocina para encontrar a Yuriko preparándose un tardío bocadillo. Mi hija come como un perro danés.

—Yuki —le pregunté—, ¿crees que podrías enamorarte de un hombre?

Ella me contestó gritando:

—¿Con un sapo de diez pies?

Pero los hombres están viniendo a Whileaway.

Últimamente me paso las noches sin dormir y me pregunto por los hombres que vendrán a este planeta, sobre mis dos hijas y Betta Kataharinason, sobre lo que le ocurrirá a Katy, a mí, a mi vida.

Los diarios de nuestros antepasados son un largo grito de dolor y supongo que me debería alegrar ahora, peor no se pueden tirar así por la borda seis siglos, o incluso (como he descubierto últimamente) treinta y cuatro años. A veces me río de la cuestión que aquellos cuatro hombres eludieron toda aquella tarde y nunca se atrevieron a preguntar: ¿cuál de ustedes hace el papel de hombre?

Dudo mucho que la igualdad haya sido restablecida en la Tierra.

No me hace gracia la idea de que se hayan burlado de mí, de Katy, postergada como si ella fuera un ser débil, de que a Yuki la hubieran hecho sentirse poco importante o tonta, de mis otras hijas despojadas de su plena humanidad o convertidas en extrañas. Y temo que mis propios logros disminuirán hasta convertirse en cosas sin importancia para la curiosidad de la raza humana, las rarezas de las que uno lee en la solapa del libro, cosas para reírse porque son exóticas, curiosas, pero no impresionantes, encantadoras pero no útiles.

Yo encuentro esto más doloroso de lo que pueda decir. Usted convendrá en que para una mujer que ha tenido tres duelos, todos ellos a muerte, sentir tales temores es ridículo. Pero lo que se avecina ahora es un duelo tan grande que no creo tener el coraje necesario para enfrentarlo.


A veces, de noche, recuerdo el nombre original de este planeta, cambiado por la primera generación de nuestras antepasadas, aquellas curiosas mujeres para las cuales, supongo, el verdadero nombre fue un recordatorio tan doloroso después de que los hombres murieran. Lo encuentro divertido, con un humor negro, el que las cosas hayan cambiado totalmente. Pero esto también pasará. Todas las cosas buenas tienen un final.

Quitadme la vida pero no me quitéis el significado de la vida.

Joanna Russ (1937-2011)




Relatos góticos. I Relatos de Joanna Russ.


Más literatura gótica:
El análisis y resumen del cuento de Joanna Russ: Cuando todo cambió (When It Changed), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

Por qué no hay novelas sobre mujeres que no hablen de amor


Por qué no hay novelas sobre mujeres que no hablen de amor.




Mientras una cifra incalculable de personajes masculinos levantan ciudades, organizan guerras (a veces de alcance galáctico), y experimentan con toda clase de sustancias, los personajes femeninos se caracterizan por ser notablemente aburridos. No ya para los hombres, desde luego, sino para todas las lectoras con un mínimo de sentido crítico.

Esta ausencia de personajes femeninos fuertes se intensifica de manera paradójica si analizamos los ejemplos más encumbrados de la supuesta literatura femenina, si se nos permite la blasfemia.

No nos referimos a la estética, ni siquiera al contenido, que puede rozar la excelencia literaria, sino a esos célebres personajes femeninos que ninguna mujer interesante querría llegar a ser.

Sí, también hablamos de las mujeres en los clásicos.

Jane Eyre está completamente ciega por su amor por el señor Rochester, lo mismo que las hermanas Bennet en Orgullo y prejuicio (Pride and Prejudice), lo cual las induce a un comportamiento similar al de una mascota que intenta agradar a su amo. Hester Prynne —La letra escarlata (The Scarlet Letter)— es la quintaesencia de la maternidad, a tal punto que resulta más adecuada para la lactancia que para la libertad más discreta. Y ninguna mujer modrena, al menos ninguna sensata, aspiraría a ser Anna Karenina.

Todas estas grandes mujeres de la literatura coinciden en los mismos deseos: casarse y tener hijos; lo cual no es censurable, salvo por el hecho de que tales aspiraciones se traducen en cientos y cientos de páginas de suspiros por hombres que no se alinean con esa aspiración.

En todo caso, esto sería un giro habitual; pobre pero admisible. Lo extraño es que todas estas mujeres son menos protagónicas de lo que cabría imaginar. Sus novelas tratan más acerca de los hombres que las modelaron que de ellas mismas.

La literatura le debe a las mujeres al menos una buena historia de autodescubrimiento que no incluya al hombre y la maternidad como objetivos.

Si tuviésemos el privilegio de ser un explorador de avanzada de una raza alienígena, y debiésemos entender a la mujer humana a través de la literatura, seguramente deduciríamos que se trata de una especie que sólo aspira a la estabilidad emocional y sentimental, y que es incapaz de subsistir sin su correspondiente macho.

Las mujeres en la literatura no viajan solas, no se embarcan en aventuras solitarias (salvo con una amiga), y mucho menos se preguntan acerca del objetivo del ser fuera del orbe de la pareja. En menos palabras: las chicas no tienen un Holden Caulfield —El guardián entre el centeno (The Catcher in the Rye)— que se pierda y se reencuentre a sí mismo en la soledad.

A medida que la mujer fue ganando terreno en sus derechos fue encontrando menos afinidades con las mujeres literarias. De hecho, una mujer totalmente autónoma, independiente, libre ya de todas las imposiciones de género, tendrá severos problemas para verse reflejada en las grandes novelas, clásicas o contemporáneas; y algo todavía peor: difícilmente encuentre un personaje femenino al cual admirar.

Las estadísticas tampoco ayudan. De las 100 mejores novelas del siglo XX, sólo 9 son protagonizadas por mujeres, y de éstas apenas una —La plenitud de la señorita Brodie (The Prime of Miss Jean Brodie)—, de Muriel Spark, retratan a una hembra que hace algo más que emparejarse con un varón y criar a sus hijos.

Por esa razón es casi imposible encontrar un personaje femenino que sepa hacer algo más que amar, o esperar el amor.

El amor es el sentimiento más noble que poseemos, desde ya, pero no es el único.

El problema, creo, es que los autores leen mucho más de lo que viven.

La mayoría de las mujeres de la actualidad se desarrollan profesionalmente, es decir, toman decisiones mucho antes de encontrar un compañero/a de vida; y, en promedio, las que contraen matrimonio lo hacen mucho más tarde que sus abuelas. Y si bien existen desigualdades en relación a los ingresos de las mujeres con respecto al de los hombres; éstas trabajan y ocupan roles de gran importancia, ya sea en el sector privado como en el público; es decir, asumen mayores responsabilidades incluso después de tener hijos, si es que deciden tenerlos.

La contrapartida literaria de estas mujeres, sin embargo, no refleja nada de todo eso. Y si lo hace, debajo de una inoxidable muestra de autonomía se esconde una sumisa y mansa ama de casa pugnando por encontrar a su Príncipe Azul.

Por supuesto que hay salvedades, porcas, por cierto. No obstante, es casi imposible encontrar una novela protagonizada por una mujer donde ésta no se enamore.

Pero la cuestión se pone todavía más amarga.

Ningún hombre sensato esperaría que Holden Caulfield encuentre el amor al final de su jornada iniciática. Sin embargo, las pocas hembras literarias que logran eludir el amor terminan interpretando el triste papel de solteronas amargadas, marchitas, yermas.

En otras palabras: a la mujer literaria que no se enamora siempre se la retrata como una entidad incompleta.

Una novela protagonizada por mujeres que no trate sobre el amor es una rareza. Y es la literatura fantástica, aquella considerada como poco seria y en absoluto académica, la que por fin reúne los escrúpulos necesarios para traernos la mujer en tanto ser independiente del hombre, del matrimonio y la maternidad.

Estas hembras no abundan, hay que decirlo, pero al menos existen: el ecofeminismo de La puerta al país de las mujeres (The Gate to Women's Country), de Sheri S. Tepper; Herland (Herland), utopía de la socióloga Charlotte Perkins Gilman, donde los hombres ni siquiera tienen cabida como inseminadores; o El hombre-hembra (The Female Man), de Joanna Russ, donde un hombre es literalmente convertido en hembra para experimentar todas las presiones culturales que pesan sobre ellas.

Pero quizás uno de los ejemplos más modestos y a la vez más contundentes de lo que las mujeres de hoy necesitan leer es el que ofrece Kate Chopin en La historia de una hora (The Story of an Hour); donde una prolija esposa y ama de casa es informada sobre el fallecimiento de su marido. Su reacción, lejos de la tristeza y la sensación de abandono, es el alivio.




Feminología: la mujer en la literatura. I Índice de novelas.


Más literatura gótica:
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«Las aventuras de Alyx»: Joanna Russ.


«Las aventuras de Alyx»: Joanna Russ.




Las aventuras de Alyx (The Adventures of Alyx) es una serie de relatos de ciencia ficción de la escritora norteamericana Joanna Russ, iniciada en 1967.

La Serie de Alyx todos los elementos de la ciencia ficción feminista dentro de un escenario futurista. La heroína, llamada Alyx, atraviesa todas las historias de la saga. Joanna Russ la describe como una joven que logró escapar de las garras de un marido tenebroso. En su huida entra en contacto con piratas, extraños devotos de un dios llamado Yp, sicarios itinerantes, vándalos nómades, y distintas rarezas del futuro.

A lo largo de esta serie de cuentos de Joanna Russ queda de manifiesto la afinidad intelectual entre Joanna Russ y el escritor Fritz Leiber. Existen menciones cruzadas entre los autores que se refuerzan mutuamente.

Los relatos de Alyx son:

  • Literata (Bluestocking, 1967). Aquí conocemos la fantástica ciudad de Ourdh. Alyx es contratada por un joven noble para llevar una carta clandestina de suma importancia.

  • Pensé que ella tenía miedo hasta que me acarició la barba (I Thought She Was Affraid Till She Stroked My Beard, 1967). Alyx huye de un marido abusivo y se convierte en pirata.

  • El bárbaro (The Barbarian, 1968). Alyx entra al servicio de una herchicera con poca consideración por los humanos.

  • Picnic en el paraíso (Picnic on Paradise, 1968). Alyx se convierte en agente de las autoridades transtemporales, es decir, la encargada de liderar una misión a un siniestro planeta habitado por extraterrestres.

  • La segunda inquisición (The Second Inquisition, 1970). A través de una extraña máquina del tiempo Alyx logra retroceder hasta 1925.




  • Novelas de Joanna Russ. I Novelas de ciencia ficción.


    El análisis y resumen de las novelas de Joanna Russ: Las aventuras de Alyx (The Adventures of Alyx) fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

    Joanna Russ: relatos y novelas.


    Joanna Russ: relatos y novelas.




    Joanna Russ (1937-2011) fue una autora norteamericana de ciencia ficción fuertemente influenciada por el feminismo.

    Joanna Russ nació en el Bronx, ciudad de Nueva York. Desde muy pequeña mostró una inclinación por la creación literaria. Al finalizar la adolescencia su cuarto estaba atiborrado de cuadernos con notas y apuntes sobre posibles historias; confirmando aquella hipótesis que sugiere que toda creación artística se gesta en la adolescencia, y que la adultez de un autor consiste en recordar lo que ya se ha bosquejado con anterioridad.

    Joanna Russ se graduó en la Universidad de Cornell, donde tuvo profesores de la talla de Vladimir Nabokov. Recibió distintas becas, entre ellas, de la prestigiosa Universidad de Yale; y finalmente se instaló como profesora en Washington.

    La ciencia ficción advirtió la presencia de Joanna Russ a mediados de los años '60 a través de su novela Picnic en el paraíso (Picnic on Paradise). Por aquel entonces el género estaba gobernado por hombres que escribían predominantemente para hombres. Joanna Russ y un puñado de autoras cambiaron raicalmente esa estadística.

    Además de sus aportes a la narrativa, Joanna Russ se convirtió en una prolífica ensayista. Su trabajo: Cómo suprimir la escritura femenina (How to Suppress Women's Writing) es esclarecedor. Allí argumenta sus hipótesis a través del humor y el sarcasmo, dos cuestiones que administró en dósis precisas. Se cuenta que cierta vez alguien le preguntó si creía que una mujer podía leer sus novelas sin sentirse indignada. La respuesta de Joanna Russ refleja a la perfección su ideología: «No confiaría en ninguna lectora que no se sienta así».




    Joanna Russ: relatos y novelas.
    • Cuando todo cambió (When It Changed)
    • El hombre hembra (The Female Man)
    • La muerte del caos (And Chaos Died)
    • Las aventuras de Alyx (The Adventures of Alyx)
    • Alguien está tratando de matarme y creo que es mi esposo: el gótico moderno (Somebody's Trying to Kill Me and I Think It's My Husband: The Modern Gothic, 1973)
    • Cómo suprimir la escritura femenina (How to Suppress Women's Writing, 1983)
    • ¿Cuál es tu lucha? (What Are We Fighting For? 1997)
    • El gato de Zanzíbar (The Zanzibar Cat, 1983)
    • El lado escondido de la luna (The Hidden Side of the Moon, 1987)
    • Ellos dos (The Two of Them, 1978)
    • El país que nunca has visto (The Country You Have Never Seen: Essays and Reviews, 2007)
    • Escribir como una mujer (To Write Like a Woman, 1995)
    • Gente Extra(ordinaria) (Extra(ordinary) People, 1985)
    • Kittatinny: un cuento mágico (Kittatinny: A Tale of Magic, 1978)
    • Madres mágicas, temblorosas hermanas, puritanos y pervertidos: un ensayo feminista (Magic Mommas, Trembling Sisters, Puritans and Perverts: Feminist Essays, 1985)
    • Nosotros, quienes vamos a... (We Who Are About To..., 1977)
    • Picnic en el paraíso (Picnic on Paradise, 1968)
    • Un golpe contra Dios (On Strike Against God, 1980)




    El artículo: Joanna Russ: relatos y novelas fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

    «Amonita»: Nicola Griffith; novela y análisis.


    «Amonita»: Nicola Griffith; novela y análisis.




    Amonita (Ammonite) es una novela de ciencia ficción de la escritora norteamericana Nicola Griffith (1960- ), publicada en 1992.

    Amonita narra la historia de Marghe Taishan, una antropóloga que trabaja en una siniestra compañía multiplanetaria que la envía al planeta GP (Gershom's Planet). Al parecer, sobre la superficie de aquel nuevo mundo se ha desarrollado una especie de enfermedad endémica que mata a todos los varones humanos pero solo a algunas mujeres, casi como si el propio planeta hubiese desarrollado anticuerpos contra el género masculino.

    Mientras experimenta con una nueva vacuna, Marghe recorre el planeta GP y se instala brevemente en varias aldeas aborígenes. Eventualmente es esclavizada por Echraide, un príncipe nómada del páramo, quien la lleva a la tranquila aldea de Ollfoss; donde aprende algunas curiosidades y filosofías que la transforman radicalmente. Entre otros razonamientos, descubre que la única forma de sobrevivir en ese mundo es aceptar el virus planetario y solo de ese modo aprender y entender sus costumbres.

    A partir de aquí, Amonita plantea una sucesión de conflictos tribales entre los aliados de Echraide y los Espejos (the Mirrors), quienes adoran al dios muerte Uaithne, cuyo culto parece promover algún tipo de psicosis colectiva.

    Si bien la voz de la narradora nunca indica la inclinación sexual de tal o cual personaje, Amonita nos conduce a presumir que la mayoría de los pueblos nativos están socialmente establecidos en pequeños matriarcados donde los hombres juegan un rol secundario y específicamente bélico. Ellos sólo forman parejas esporádicas con las mujeres en orden de procrear, pero las verdaderas relaciones sentimentales se forjan únicamente entre mujeres.

    Amonita pertenece a una vieja y saludable tradición de la ciencia ficción donde la identidad de género supera las fantasías más futuristas de nuestra sociedad. En este sentido tal vez haya que reconocer en ella un homenaje al clásico de Joanna Russ: El hombre hembra (The Female Man).

    Teniendo en cuenta estos antecedentes no es de extrañar que Amonita haya ganado el premio Lambda Literary Award por difundir la conciencia sobre el derecho a la identidad de género [ver: Transgénero en la literatura: ficción, diversidad y discriminación]




    Novelas de ciencia ficción. I Novelas apocalípticas.


    El análisis y resumen de la novela de Nicola Griffith: Amonita (Ammonite) fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

    «La muerte del caos»: Joanna Russ; novela y análisis.


    «La muerte del caos»: Joanna Russ; novela y análisis.




    La muerte del caos (And Chaos Died) es una novela de ciencia ficción de la escritora y feminista norteamericana Joanna Russ (1937-2011), publicada en 1970.

    La muerte del caos, una de las novelas de Joanna Russ más destacadas, es una distopía; una proyección de la sociedad moderna hacia un futuro en donde la superpoblación alcanza cifras alarmantes. Esta sociedad está gobernada por un estado férreo y militarizado cuyo propósito acaso coincida con el de todos los gobiernos armados: mantener el control de la elite social.

    En contraste con este Gran Hermano policial, Joanna Russ introduce un nuevo planeta en el que la humanidad se ha desarrollado progresivamente hacia una forma opuesta de gobierno. La población es «controlada» a través de premios gestionados por el estado, el individualismo es prácticamente una ley, y la sociedad se rige por estatutos más espirituales que prácticos. La telepatía y la telequinesis son los grandes motores de su desarrollo.

    Naturalmente, La muerte del caos plantea una confrontación entre estos dos sistemas.




    Novelas de Joanna Russ. I Novelas de ciencia ficción.


    El análisis y resumen de la novela de Joanna Russ: La muerte del caos (And Chaos Died) fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

    «El hombre hembra»: Joanna Russ; novela y análisis.


    «El hombre hembra»: Joanna Russ; novela y análisis.




    El hombre hembra (The Female Man) es una novela de ciencia ficción de la escritora norteamericana Joanna Russ (1937-2011), escrita en 1970 y publicada en 1975. Podemos inscribirla en el subgénero de ciencia ficción feminista.

    El hombre hembra, una de las grandes novelas de Joanna Russ, sigue la historia de cuatro mujeres a través de distintos mundos paralelos. Cada vez que una de ellas intercambia «planos de existencia» con otra surgen diferentes observaciones acerca del rol de cada género, así como un intercambio de nociones acerca de lo femenino y lo masculino. La idea central, por cierto, bastante confusa, es llegar a determinar cuál es la matrix de la femineidad.

    El «hombre hembra» del título refiere a una de las protagonistas: Joanna [claramente autorreferencial], quien ha procurado borrar su identidad femenina para alcanzar el éxito en un mundo masculino, básicamente el nuestro durante la década de 1970.

    Por otro lado está el mundo de Jeannine, una realidad en donde la Gran Depresión de 1929 nunca concluyó y donde la Segunda Guerra Mundial jamás comenzó a causa del asesinato de Adolf Hitler en 1936.

    El tercer «plano» pertenece a Janet; una suerte de sociedad feminista utópica ubicada en un futuro lejano, donde todos los hombres han muerto a causa de una plaga genética, y aparentemente también genérica, que se prolongó durante 800 años. Tras convertirse en verdaderas maestras del partenogénesis, el lesbianismo se convierte en un ejemplo de «relación tradicional» que con el tiempo olvida su pasado clandestino y llega a objetar vívamente cualquier otra alternativa para el amor.

    Finalmente tenemos el mundo de Jael; una distopía en donde hombres y mujeres se encuentran literalmente en guerra. El conflicto lleva unos cuarenta años de desarrollo, aunque con algunas intermitencias, por ejemplo, cuando ambos bandos intercambian especímenes con el propósito de procrear.

    Esta guerra posee matices asombrosos. Por ejemplo, el bando de los hombres ha creado una estirpe cosméticamente alterada de caballeros afeminados con el propósito de satisfacer el deseo creciente de la tropa.

    El hombre hembra posee una profundidad psicológica realmente interesante. El estilo de Joanna Russ es ágil pero no superficial, aunque no podríamos clasificarla como una novela de lectura fácil.




    Novelas de ciencia ficción. I Novelas de ciencia ficción.


    El análisis y resumen de la novela de Joanna Russ: El hombre hembra (The Female Man) fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com



    Lo más visto esta semana en El Espejo Gótico:

    Análisis de «Christabel» de Samuel Coleridge.
    Poema de Elizabeth Akers Allen.
    Relato de Carl Jacobi.


    Poema de Amy Lowell.
    Poema de Dora Sigerson Shorter.
    Poema de Thomas Lovell Beddoes.