Apariciones de crisis.


Apariciones de crisis.




«Estando de viaje ella tuvo la visión de su padre en el momento de morir.
Su padre estaba en Inglaterra y, que ella supiera, ni muerto ni muriéndose.»
[Henry James: Los amigos de los amigos]



Las Apariciones de crisis [Crisis Apparitions] son diferentes de otras manifestaciones, como las Apariciones o Energías Residuales, que son eventos específicos de un lugar, que no interactúan con las personas y que se repiten siguiendo un patrón [hora, fechas, clima] hasta que eventualmente se agotan [ver: ¿Los fantasmas son «grabaciones» impresas en la realidad?]. En cambio, las Apariciones de crisis ocurren una sola vez. Puede tratarse de una manifestación visual, una voz, un toque. La mayoría de las veces, esta «sensación» se presenta justo antes de la muerte de un ser querido.

Llamar «aparición» a este fenómeno es atinado. La palabra proviene del latín apparere, que significa «mostrarse». En este sentido, sólo puede ser una «aparición» una consciencia viva que, de manera visual o a través de otros canales sensoriales, se «muestra» a los sentidos ordinarios del receptor [vista, oído, olfato, gusto (?) y tacto].

Las Apariciones de crisis presentan varias dificultades. Por ejemplo, si uno tiene un pariente internado, grave, esta situación estará presente en la mente con bastante persistencia, de modo que cuando nos enteramos de su fallecimiento es probable que estemos pensando en ella. Esto, desde luego, no es una Aparición de crisis. ¿Qué es entonces? Una conexión psíquica lo suficientemente fuerte como para que una persona cerca de muerte pueda establecer un último enlace para enviar un mensaje o simplemente despedirse.

Un porcentaje para nada despreciable de gente puede señalar el momento específico en el que «presintieron» que un ser querido estaba muriendo o en grave peligro de muerte. No se trata necesariamente de una aparición, en el sentido de que se ve algo, más bien es una certeza, nacida de un elemento exterior que puede resumirse en algo tan vago como un olor o un sueño. La sensación que dejan es la de separación, de despedida, que se reconoce en el momento. Este es un fenómeno que forma parte del folclore de todas las culturas, es transhistórico, por lo tanto, forma parte de la experiencia humana.

En El Espejo Gótico hemos estudiado muchos ejemplos de fenómenos paranormales asociados con lugares físicos que de algún modo han absorbido una gran cantidad de energía emocional de eventos traumáticos y luego la han liberado. De eso se tratan básicamente las historias de fantasmas: eventos [información] que dejan una huella en determinado sitio [medio de almacenamiento] y luego se reproducen como una grabación cuando la persona adecuada está en el lugar [dispositivo de reproducción]. Si el trauma ocurriera una y otra vez a lo largo de los años [hospitales, neuropsiquiátricos, prisiones, abusos repetidos] el lugar puede terminar con múltiples huellas, lo que podría explicar por qué los avistamientos suelen ser fragmentados o nunca exactamente iguales [ver: Teoría de la Cinta de piedra]. Esto está completamente alejado de las Apariciones de crisis.

Si el «mensaje» se produce tiempo después de la muerte, se trata de una Aparición Post-Mortem, sobre la cual hablaremos otro día [ver: Comunicaciones Post-Mortem]. Por ahora basta decir que la parapsicología ha establecido, de forma arbitraria, que las Apariciones de crisis transcurren antes y hasta doce horas después de la muerte; y las Apariciones Post-Mortem después de doce horas del deceso. ¿Por qué? No lo sé. Supongo que responde a una necesidad de clasificación, porque realmente no hay diferencia entre un fenómeno que ocurre a las nueve horas de una muerte y otro trece horas después. Ambos se producen razonablemente dentro de una ventana de inmediatez.

Cuando alguien atraviesa un momento de crisis irreversible, donde la muerte es el único resultado posible, los enlaces psíquicos que ha establecido a lo largo de su vida transportan esa información. En algunos casos, puede incluso proyectar la imagen de la persona a un ser querido. Esta proyección puede hablar o permanecer en silencio, puede parecer fantasmal, etérea [flotando, brillando, siendo traslúcida] o exactamente igual a su aspecto físico. No son apariciones aterradoras, no inspiran miedo; todo lo contrario, resultan reconfortantes para quienes las reciben.

Uno de los tratados más interesantes sobre el tema es Fantasmas de los vivos (Phantasms of the Living, 1886), donde los parapsicólogos Edmund Gurney, Frank Podmore y Frederic William Henry Myers consideran que las Apariciones de Crisis permiten un estudio más metódico que otras manifestaciones, ya que potencialmente pueden verificarse; en definitiva, que alguien sea capaz de «adivinar» que alguien conocido ha muerto está muy por encima de cualquier medida de probabilidad. Además, debido al impacto que produce el fenómeno, la persona que lo experimenta no lo olvida fácilmente, y esto luego puede corroborarse con la fecha y hora de la muerte del emisor. De hecho, una persona moribunda puede aparecerse a muchos seres queridos diferentes, no siempre bajo la misma forma. En muchas familias existen historias de este tipo.

Una Aparición de Crisis, entonces, puede verificarse más tarde cuando se conoce la hora de la muerte, pero hay mensajes mucho más sutiles y subjetivos que no pueden corroborarse. Forman parte de la experiencia, y solo quien los experimenta puede darles o no valor. Puede ser como el roce de una mano, una caricia, un olor, incluso una punzada de dolor que corresponde con el sufrimiento del emisor. También se han reportado voces, llantos, la sensación de presión o peso sobre el colchón [como si alguien se sentara en la cama a tu lado], golpes intensos en la puerta [como si alguien intentara entrar] [ver: Un golpe: «SÍ»; dos golpes: «NO»; tres golpes: «DÉJAME ENTRAR»]. Curiosamente, uno de los elementos sonoros más frecuentes asociados con las Apariciones de Crisis es el sonido de campanas.

Ahora bien, si definimos la Aparición de Crisis como la percepción de un ser querido en el momento de su muerte, entonces debe ser una forma de telepatía. Después de todo, si se tratara simplemente de una visión o proyección, la experiencia no produciría esta certeza de muerte; y en este caso el amigo o familiar «sabe» que se ha producido el fallecimiento. Ahora bien, cuando uno habla de telepatía es fácil imaginar a un sujeto tratando de adivinar una carta en otra habitación o algo así. En este caso, por telepatía me refiero a una especie de conexión o enlace emocional entre una persona y sus amigos y familiares, quienes forman una red, y que por lo tanto pueden intercambiar algún grado de información.

De hecho, la mayoría de los estudios al respecto conjeturan que la telepatía es más probable entre personas con fuertes vínculos emocionales. En parte, la aparición podría ser causada por la percepción subconsciente de que un ser querido está en grave peligro. En momentos así, los vínculos emocionales más fuertes podrían incluso sincronizar la actividad cerebral. Otras teorías [menos convencionales] sugieren que durante un trauma la consciencia puede trascender momentáneamente los límites físicos. Esto podría aplicarse a los casos donde el experimentador no tiene motivos para prever la muerte de la persona, como lo es durante una enfermedad, descartando la mera expectativa como explicación.

Si la Aparición de Crisis se manifiesta en un sueño, lo más común es que no hable, aunque parece ser consciente de que está a punto de morir y quiere despedirse. A menudo estos sueños ocurren en escenarios particulares: estaciones de tren o subterráneo, puertos, aeropuertos, esencialmente lugares de espera antes de emprender un viaje [ver: Dreamwalking: cuando alguien entra en tus sueños]

Por supuesto, muchas Apariciones de Crisis responden a factores mundanos, como la coincidencia y el miedo, por ejemplo, a que ese amigo o familiar internado pierda la vida. No es insensato aceptar tales explicaciones, después de todo, muchas personas son susceptibles de engañarse retrospectivamente, creyendo que han experimentado «sensaciones» que nunca ocurrieron, o bien adornando o estilizando pequeños elementos que sí tuvieron lugar. Supongo que es una forma de lidiar con el dolor del duelo. Esa brisa repentina, ese súbito olor a rosas, esa mariposa que revolotea contra la ventana, son consideradas «señales». No digo que no lo son. Si ayudan, si brindan consuelo, quizás lo sean [ver: Entidades que se manifiestan a través del aroma]

En cuanto a las Apariciones de Crisis visuales, la mayoría de las veces son imágenes sólidas, sin diferencias con la persona real. El observador incluso puede no darse cuenta de que está viento algo sobrenatural hasta que más tarde se entera de la muerte de la persona. Tampoco se trata de una aparición solemne. No viene y te da un abrazo, o te dice lo mucho que te quiere. De hecho, suele hacer cosas normales, cotidianas, como pasar caminando, asomarse por una ventana, cruzar una puerta, sentarse a la mesa o pararse a los pies de una cama. Contrariamente a lo que uno podría creer, predominan las experiencias visuales, casi el 60% en la mayoría de los estudios publicados. Le siguen las manifestaciones auditivas [25%], táctiles [10%] y olfativas [5%]. Casi todas vienen con algún tipo de sueño asociado, aunque solo la mitad de las experiencias transcurre de noche. La otra mitad ocurre cuando el experimentador está bien despierto e involucrado en sus actividades

Los efectos psicológicos de las Apariciones de Crisis no varían demasiado. Los experimentadores aseguran haberse sentido reconfortados y en paz después de estas visitas, considerándolas una despedida. El miedo está ausente, también la sensación de amenaza o peligro, que son elementos asociados al avistamiento de fantasmas.

Algunos estudios incluyen a la Experiencia Aparicional como una variante menor de la Aparición de Crisis. Creo que es un ejemplo demasiado vago. Uno «siente» la «presencia» de la otra persona, por la razón que sea o por ninguna razón externa, y no mucho más. Esto se asemeja más a una distorsión cognitivo-visual, quizás esquizotipia [rasgos similares a los de la esquizofrenia pero que no son suficientes para requerir un diagnóstico], que a una experiencia fuera de los parámetros convencionales, pero alguien podría sugerir maliciosamente que tales distorsiones son indispensables para experimentar «presencias» [ver: Sentir «presencias» cuando estás solo]

Es interesante notar cómo la ficción tuvo que incorporar a las Apariciones de Crisis a su modelo de trabajo. Por ejemplo, en el relato de Henry James de 1896: Los amigos de los amigos (The Friends of the Friends), una mujer experimenta la visión de su padre mientras este se encuentra en el extranjero. Un día después, recibe un telegrama que confirma su fallecimiento. La trama de la historia depende de las comunicaciones: es decir que, recién en la época victoriana, se empezó a contar con un sistema telegráfico y postal fiable como para tales noticias viajaran rápidamente y las Apariciones de crisis empezaran a tomarse en serio.




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«Deus misereatur mei»: análisis de «Té verde» de Le Fanu.


«Deus misereatur mei»: análisis de «Té verde» de Le Fanu.




«Describiré los fenómenos ocurridos a la luz del día.
En la oscuridad, como pronto le explicaré, hay variaciones.»



Hoy en El Espejo Gótico analizamos el relato de Sheridan Le Fanu: Té verde (Green Tea, puede leerse aquí), publicado originalmente entre octubre y noviembre de 1869 en la revista All the Year Round, y luego reeditado en la antología de 1872: En un cristal oscuro (In a Glass Darkly).


Resumen:

El Narrador [anónimo] es un hombre de medicina, formado en cirugía, aunque nunca ejerció debido a la pérdida de dos dedos. Desde entonces se convirtió en secretario del médico alemán Martin Hesselius. Té verde se basa en los documentos de Hesselius [que el Narrador heredó] sobre un extraño caso de... ¿delirio?

A comienzos del siglo XIX, Hesselius viaja a Inglaterra, donde conoce al reverendo Jennings. Según parece, el reverendo es un hombre probo, aunque tiene sus cosas. Por ejemplo, al llevar adelante su parroquia de Warwickshire sufre varios trastornos nerviosos. Hesselius, cuyo ojo clínico es infalible, nota un comportamiento compulsivo en el reverendo: mira una y otra vez la alfombra «como si siguiera los movimientos de algo allí».

Jennings está interesado en la obra de Hesselius sobre medicina y metafísica. El doctor, por su parte, interroga a Lady Mary para certificar algunas conjeturas preliminares: el reverendo es soltero, está escribiendo un libro, y bebe cantidades industriales de té verde. Lady Mary añade un rasgo familiar: los padres del reverendo decían ser capaces de ver fantasmas.

Hesselius se encuentra con Jennings en su casa. El doctor advierte una copia del Arcana Celestia de Emanuel Swedenborg en la biblioteca del reverendo. Lo hojea y descubre algunos pasajes marcados; uno de ellos dice:


«Cuando se abre la visión interior del hombre, que es la de su espíritu, aparecen las cosas de otra vida, invisibles a los ojos».


Según la hipótesis de Swedenborg, algunos espíritus malignos pueden reunir la fuerza necesaria para abandonar el infierno y «pegarse» a ciertas personas. Hesselius abandona el libro cuando lee una nota de Jennings que comienza con el latín: Deus misereatur mei, que puede traducirse como: «Dios tenga piedad de mí». Al tratarse de un pedido a Dios, Hesselius, que es un caballero, deja de leer para respetar la privacidad del reverendo.

Jennings lucha por recuperar su ministerio, y es atendido por el doctor Harley, pero los intentos de estabilizar su salud mental fracasan. En este punto decide contarle su historia a Hesselius. Cuatro años atrás, Jennings empezó a trabajar en un libro sobre metafísica. Escribía durante las noches, bebiendo abundante té verde, porque le resultaba más estimulante. Una noche, mientras regresaba a casa, el reverendo vio dos puntos luminosos cerca del suelo, como ojos. Se acercó y distinguió a una criatura extraña, «como un pequeño mono» que le sonreía. Jennings intentó poner distancia con su paraguas, pero este atravesó a la criatura como si su cuerpo no ofreciera resistencia. Aterrorizado, escapó, pero alcanzó a ver que el mono lo seguía.

Desde luego, debió tratarse de una ilusión, tal vez producto del cansancio físico y la fatiga mental; sin embargo, la visión del mono continuó, se hizo crónica, nunca abandonó al reverendo, a tal punto que lo veía todo el tiempo, a toda hora, en compañía de cualquier persona. La criatura incluso era visible en la oscuridad debido al destello rojizo que irradiaba.

Durante el primer año, la criatura no fue agresiva; de hecho, parecía atontada, como si no supiera moverse en el plano físico. Pero pronto se volvió más ágil y vivaz, y los tormentos aumentaron. Por ejemplo, cuando Jennings intentaba dar misa, la criatura se revolcaba encima de la Biblia, impidiéndole mantener la compostura. Después de un tiempo, ni siguiera lo dejaba rezar en privado, distrayéndolo cada vez que lo intentaba. Finalmente, la criatura llegó a ser visible para Jennings aún con los párpados cerrados, y hasta comenzó a interferir en sus pensamientos, siempre blasfemando, siempre ordenándole que hiciera daño, a sí mismo y a los demás.

Hesselius interviene. Tranquiliza a Jennings y ordena a un sirviente que lo vigile. Luego pasa la noche estudiando el caso. Desafortunadamente, trabaja en una posada lejos de la residencia del reverendo, por lo que recibe el llamado del sirviente cuando ya es demasiado tarde. Jennings se cortó el cuello.

Hesselius, que ya había tratado casos similares [de 57 casos, el único paciente al que no pudo salvar fue el reverendo], concluye que Jennings sufrió una especie de apego espiritual, el cual actúa como un veneno que excita el comportamiento morboso, y estimula cierto fluido espiritual que circula por los nervios, mientras paraliza las funciones que nos permiten comportarnos de acuerdo a los mandatos divinos.

¿Acaso el té verde estimuló el enlace entre el reverendo y esta criatura del bajo astral?

Sí, concluye Hesselius.

El té verde, en abundancia, nos expone a entidades incorpóreas, nos hace visibles y facilita el apego. Para colmo, Jennings bebía té verde mientras se encontraba estudiando metafísica, particularmente a Swedenborg. En definitiva, este estimulante le permitió entrar en contacto con sus propios miedos y darles un atinado aspecto bestial, prehumano.

***


La noción de que ciertos aspectos de la realidad son invisibles, y que estamos mejor sin percibirlos, es frecuente en el género, y hasta un lugar común en autores como H. P. Lovecraft, pero que el té verde sea visto como un peligroso estimulante para el tercer ojo es tan novedoso como desconcertante.

Té Verde es uno de los cuatro cuentos de Sheridan Le Fanu protagonizados por el doctor Martin Hesselius, siendo Carmilla el más reconocido. El hombre es un precursor de los detectives sobrenaturales como Thomas Carnacki [William Hope Hodgson] y John Silence [Algernon Blackwood], entre otros. Hasta Drácula tiene una deuda con Sheridan Le Fanu, particularmente con Carmilla y Hesselius. El propio Van Helsing, según el doctor Seward, es afín a la metafísica, pero las semejanzas entre Van Helsing y Martin Hesselius se notan con mayor claridad en sus respectivas fallas profesionales. Podríamos decir que Van Helsing se equivoca al tratar a Lucy Westenra del mismo modo que Martin Hesselius con el reverendo Jennings: ambos dejan a pacientes, física y mentalmente inestables, con personas sin formación médica [ver: Bloofer Lady: la transformación de Lucy Westenra]

Lo de Van Helsing es mucho más grave porque deja a Lucy a cargo de una criada que retira sistemáticamente los crucifijos de la habitación, y de una madre que detesta el olor a ajo y los hace llevar a la cocina. El criado de Jennings, que sepamos, no hace nada que precipite el desenlace del reverendo. De todos modos, creo que Sheridan Le Fanu debió sentir que Hesselius le falló a su paciente, y por eso aclara que salvó a otros cincuenta y siete con el mismo padecimiento.

La idea de que estamos rodeados de seres invisibles que interactúan con nosotros es inmemorial. A veces se «pegan» al cuerpo áurico, a veces te susurran al oído, a veces se alimentan de emociones, pero en ningún caso recuerdo algo similar a Té verde. De hecho, si permutáramos el té verde [agente causal / estimulante] por una sustancia psicoactiva, tendría más lógica en nuestra época, pero en tiempos de Sheridan Le Fanu la combinación entre el misticismo de Emanuel Swedenborg y el té verde, aparentemente, alcanzó para proyectar los impulsos básicos del reverendo Jennings en una forma animal capaz de perseguirlo y atormentarlo.

Es lícito preguntarse si este desagradable mono verde es una alucinación provocada por el consumo de una sustancia combinado con la lectura mística, o bien una prematura y circunstancial apertura del velo que nos separa [y aísla] de estas entidades invisibles. En el caso de Jennings, la criatura procede como un agente que perturba su vida religiosa: salta sobre la biblia, hace muecas grotescas, blasfema, básicamente lo interrumpe. En términos psicoanalíticos, los impulsos y deseos reprimidos del reverendo interfieren con su vocación religiosa porque esta es la barrera que impide que tales impulsos y deseos logren su realización.

Té verde es una buena historia, independientemente de si el mono es real o una alucinación. Sin embargo, al final, Sheridan Le Fanu incurre en un hábito común en su época [1872]: brindar al lector una «explicación científica» [en realidad, pseudocientífica], lo cual siempre parece un gesto condescendiente. No obstante, esta es una historia de Martin Hesselius, y la gente esperaba, después del diagnóstico, una explicación en la sección final, aunque revelara lo que ya estaba implícito en el desarrollo: el té verde abre la mente a cosas que nunca deberíamos ver.

Más aún, Té verde es una buena historia a pesar de atentar contra sí misma. Si barriéramos todos los tintes espirituales, decimonónicos y pseudocientíficos, nos quedaría la historia de un pobre infeliz acosado por una criatura que sólo él puede ver. Y eso es lo que perdura en la memoria después de la lectura. De hecho, si antes de releer el cuento para escribir este informe alguien me hubiese preguntado de qué trataba, hubiese respondido exactamente eso: «la historia de un pobre infeliz acosado por una criatura que sólo él puede ver». Podríamos olvidar fácilmente el resto: Swedenborg, el té, Hesselius.

Me gusta pensar que Jennings es un hombre sencillo con inquietudes místicas, pero fundamentalmente sencillo. Esto queda demostrado en lo rudimentario de su visión sobrenatural: ¿qué podría ser menos terrorífico que un mono verde? ¿Un conejo? ¿Un canario? Es cierto, el simio astral es molesto, te distrae, no te deja leer ni realizar tus actividades con normalidad, pero mi hijo de seis años hace todo eso. Los padres necesitamos un intruso extradimensional más fuerte, un Perro de Tíndalos, como mínimo, para consultar con un especialista [ver: Los Perros de Tindalos y los ángulos del tiempo]

Fuera de broma, el mono verde de Sheridan Le Fanu procede de manera similar a los síntomas de diversos problemas mentales, en especial la esquizofrenia: voces o imágenes intrusivas que acosan al paciente, le sugieren «cosas» [autolesiones, en su mayoría], imposibilitan la concentración, estimulan o generan fantasías religiosas. Hesselius opta por la causa sobrenatural, cuando todos las señales apuntan a lo neurológico; y es bueno que así sea, de otro modo no tendríamos relato, sino un análisis clínico. Sin embargo, lo sobrenatural siempre me parece más tranquilizador. ¿Qué preferirías, enfrentarte a una entidad demoníaca [donde la «cura» es concreta y permanente] o sufrir algún tipo de trastorno psiquiátrico? En este último caso, los monos verdes son mucho más difíciles de erradicar. A veces te acompañan durante toda la vida [ver: E.A. Poe y la Locura como sublime forma de inteligencia]

La depresión también podría encuadrar en el trastorno de Jennings, aunque con menos precisión. En la depresión se puede conceptualizar los pensamientos negativos [como estrategia para lidiar con ellos] pero no se los percibe como agente externos.

Lovecraft escribió un cuento similar a Té verde, aunque en vez de esta infusión emplea la tecnología para abrir el tercer ojo: Desde el más allá (From Beyond), donde tampoco hay monos verdes pero sí gusanos, larvas y parásitos astrales que flotan a nuestro alrededor y se alimentan de nuestros cuerpos, pensamientos y emociones. No sabemos qué hacía el mono antes de que Jennings lo detectara, pero los gusanos de Lovecraft [mucho más extraños y alejados de la visión antropocéntrica de Le Fanu] son inofensivos hasta que Tillinghast se da cuenta de que están ahí [ver: ¡No te metas con la glándula pineal!: análisis de «Desde el más allá»]

A riesgo cometer una injusticia, diría que los horrores de Le Fanu son una variante light, vegana y libre de gluten, de los tropos de Lovecraft. El flaco de Providence, al menos, alerta sobre los peligros de leer el Necronomicón y otros libros prohibidos que conducen a la locura o la muerte. Sheridan Le Fanu ve el mismo peligro en la mordaz metafísica de Swedenborg mientras bebe demasiado té. Sin embargo, como el narrador nunca nos revela el contenido de las investigaciones de Jennings, ni tampoco qué le dice el mono, bien podría estar leyendo a Alhazred y escuchando una y otra vez: «¡Iä! ¡Iä! ¡Cthulhu fhtagn!».




Sheridan Le Fanu. I Taller gótico.


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«Soneto de los muertos insomnes»: Anthony Boucher; poema y análisis.


«Soneto de los muertos insomnes»: Anthony Boucher; poema y análisis.




«Y entonces vi (este fue el cuchillo
que liberó mi mente de la frágil red de la cordura)
sus ojos, demasiado brillantes con aquello que no era vida.»



Soneto de los muertos insomnes (Sonnet of the Unsleeping Dead) es un poema gótico del escritor norteamericano Anthony Boucher (1911-1968), publicado bajo el seudónimo William Anthony Parker White en la edición de marzo de 1935 de la revista Weird Tales. Más tarde sería reeditado por August Derleth en la antología de Arkham House 1947: El lado oscuro de la luna (Dark of the Moon).

Soneto de los muertos insomnes, uno de los poemas de Antony Boucher menos conocidos, combina varios tropos de la literatura gótica al recrear una escena que parece sacada de un cuento de Edgar Allan Poe.


Aquella noche, cuando el clamor del mar
se unió al repiqueteo de la lluvia
para cubrir su tumba recién excavada,
pensé con angustia que jamás
volvería a conocer la desesperación.
Viudo de belleza, decidí
llevar el horror a mi lecho solitario.
Entonces, versado en conocimientos arcanos,
resolví el enigma de la vida y la muerte.
Se pronunciaron las últimas palabras perdidas
y se aplicaron los últimos ungüentos sobre la carne rígida.
Su gélida estancia más allá de la tumba había terminado;
se movía. Y entonces vi (este fue el cuchillo
que liberó mi mente de la frágil red de la cordura)
sus ojos, demasiado brillantes con aquello que no era vida.


El Orador de Soneto de los muertos insomnes nos sitúa en «aquella noche», cerca del mar [su «clamor» es audible], durante una tormenta. Estamos frente a la tumba recientemente profanada de una mujer.

El Orador decide exhumar el cuerpo de su amada y llevarlo a su «lecho solitario». Entonces, afirma, emplea sus «conocimientos arcanos», aquellos que le permitieron resolver «el enigma de la vida y la muerte», para traerla de regreso a la vida. Pronuncia «las últimas palabras» del rito, aplica «los últimos ungüentos sobre la carne rígida» y, de repente, la muerta se mueve.

Entonces, como si el horror del retorno de la tumba no fuera suficiente, el Orador observa algo en la mujer que arrebata su «mente de la frágil red de la cordura». Los ojos de la mujer brillan «con aquello que no era vida».

El Orador de Soneto de los muertos insomnes es un reanimador de cadáveres, pero no al estilo de Victor Frankenstein, que emplea la ciencia y la tecnología para llevar a cabo sus experimentos. En cambio, utiliza «conocimientos arcanos», es decir, la nigromancia, a través de «palabras» [mágicas] y «ungüentos» [ver: Nigromancia: el arte de invocar a los muertos y regresarlos a la vida]. Tampoco parece haber nada especial en el lugar de entierro de la mujer. No estamos en un Cementerio de animales, es decir, en una tierra con atributos especiales.

En todo caso, el Orador bordea la misma línea de algunos cuentos macabros de E.A. Poe, como Berenice, Morella y Ligeia, aunque desconocemos los motivos de la exhumación [ver: Mi esposa nigromante: análisis de «Ligeia»]. También se aleja de Poe en otro punto: el Orador pierde la «cordura» recién cuando la reanimada abre los ojos y estos brillan «con aquello que no era vida»; es decir, con un tipo de existencia intermedia, una no-muerte [ver: No-Muertos en el folklore y la psicología]. Esto implica que durante todo el proceso de exhumación y rituales [en los cuales se incluye la aplicación de «ungüentos» sobre el cadáver] el hombre permaneció en dominio de sus facultades; por lo que puede deducirse que se trata de un individuo curtido. Lo que sea que haya brillado en los ojos debió ser terrible.

Otra interpretación podría afirmar que esta «locura» a la que accede el Orador toca otra cuerda de E.A. Poe cuando habla de «la locura como sublime forma de la inteligencia». En este sentido, el horror final de la reanimación se convierte en sabiduría. El Orador pierde la cordura y accede a un grado de conocimiento que solo puede coexistir con la locura [ver: E.A. Poe y la Locura como sublime forma de la inteligencia]

Tal vez el Orador sea simplemente un imprudente estudioso de las artes negras que, desesperado por la muerte de su amada, decide revivirla una noche de tormenta. Después de todo, el resultado final lo sorprende, por lo que es lícito suponer que se trata de su primer procedimiento []habida cuenta que pierde la cordura en este]. Sin embargo, algunos elementos en el poema hacen pensar otra cosa. Por ejemplo, el hecho de que el Orador lleve a su cama a la muerta [dice: «mi lecho solitario»], le susurre palabras mágicas, unte su cuerpo desnudo con sustancias, y ella, después de toda esa agitación, de pronto se mueva, entreabra los ojos y revele un destello inusual en el humor vítreo, podría ser el resultado de otro tipo de maniobras detestables, además de la magia negra [ver: El cuerpo de la mujer en el Gótico]




Soneto de los muertos insomnes.
Sonnet of the Unsleeping Dead, Anthony Boucher (1911-1968)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)


Aquella noche, cuando el clamor del mar
se unió al repiqueteo de la lluvia
para proteger su tumba recién excavada,
pensé con angustia que jamás
volvería a conocer la desesperación.
Viudo de belleza, decidí
llevar el horror a mi lecho solitario.
Entonces, versado en conocimientos arcanos,
resolví el enigma de la vida y la muerte.
Se pronunciaron las últimas palabras perdidas
y se aplicaron los últimos ungüentos sobre la carne rígida.
Su gélida estancia más allá de la tumba había terminado;
se movía. Y entonces vi (este fue el cuchillo
que liberó mi mente de la frágil red de la cordura)
sus ojos, demasiado brillantes con aquello que no era vida.


That night when all the clamor of the sea
met with the pelting clatter of the rain
to guard her fresh-dug tomb, despairingly
I thought I could not know despair again.
The widower of beauty, I resolved
to take fair horror to my lonely bed.
Now wise in arcane learning, I had solved
the riddle of the living and the dead.
The last lost words were spoken, and the last
unguents bestowed upon the rigid flesh.
Her chill sojourn beyond the tomb was past;
she moved. And then I saw (this was the knife
which freed my mind from sanity's frail mesh)
her eyes too bright with that which was not life.


Anthony Boucher (1911-1968)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)




Poemas góticos. I Poemas de Anthony Boucher.


Más literatura gótica:
El análisis, traducción al español y resumen del poema de Anthony Boucher: Soneto de los muertos insomnes (Sonnet of the Unsleeping Dead), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com



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