El otro Conde: análisis de «El Conde Magnus» de M.R. James.


El otro Conde: análisis de «El Conde Magnus» de M.R. James.




[«...Pero ahora su rostro no estaba allí, porque la carne le fue succionada de los huesos.»]


Hoy analizaremos uno de los mejores relatos de vampiros de todos los tiempos. Me refiero al clásico de M.R. James: El Conde Magnus (Count Magnus), publicado originalmente en la antología de 1904: Cuentos de fantasmas de un anticuario (Ghost Stories of an Antiquary).

Resumen:


[«Si algún hombre desea obtener una larga vida, si desea obtener un mensajero fiel y ver correr la sangre de sus enemigos, es necesario que primero vaya a la ciudad de Chorazin, y allí salude al príncipe... ». Aquí había una palabra borrada, por lo que el señor Wraxall se sintió bastante seguro de que estaba en lo cierto al leerla como aeris («del aire»). Pero no copió más del texto, sólo una línea en latín: Quaere reliqua hujus materiei inter secretiora («Vea el resto de este asunto entre las cosas más privadas»).]

Nuestro narrador anónimo ha llegado a descubrir por accidente ciertos documentos que cuentan la historia del señor Wraxall, un viajero soltero oriundo de Oxford. Alrededor de 1860, Wraxall decidió escribir una guía de Escandinavia y con ese propósito en mente viaja a Suecia. El narrador se niega a nombrar el último pueblo y la familia que Wraxall visita, pero llamémoslos Raback y De la Gardie, respectivamente.

Los De la Gardie le permiten acceder a sus registros familiares, incluso le ofrecen un lugar en su casa de verano, pero él prefiere quedarse en una posada cercana. Hay solo una milla desde la posada hasta la mansión, la cual constituye un agradable paseo por los bosques junto a un lago. El paseo también pasa por una iglesia con la típica arquitectura eclesiástica sueca, excepto por un mausoleo construido en su lado norte. Aquí yace, entre otros De la Gardie, el fundador de la familia, el Conde Magnus.

Wraxall ve un retrato de Magnus, cuyo rostro lo impresiona [más por su poder que por su belleza]. Al parecer, el Conde Magnus lideró una sangrienta represión de una rebelión campesina, abusó de sus arrendatarios, incluso quemó las casas de los hombres que invadieron sus dominios. La gente susurraba que había estado en la Peregrinación Negra y que había traído a alguien [o algo] con él.

Entre los documentos, Wraxall encuentra un libro de tratados alquímicos. En una hoja en blanco, el propio Magnus escribió: Liber nigrae peregrinationis [«El Libro de la Peregrinación Negra»], y unas pocas líneas más: «Aquel que busca una larga vida, un mensajero fiel y la sangre de sus enemigos, debe viajar a la ciudad de Chorazin y saludar al Príncipe (del aire)». Por desgracia, el Conde Magnus señala que el resto de la historia solo se encuentra entre «cosas más privadas», lo suficientemente privadas como para eludir a Wraxall.

Esa noche, de camino a casa, Wraxall se detiene en el mausoleo y [teniendo la oportuna costumbre de hablar consigo mismo] dice en voz alta: «Conde Magnus, me gustaría mucho verte.»

Dentro de la iglesia, o quizás desde el interior de la tumba, se oye un sonido metálico.

El diácono local le informa a Wraxall que Chorazin solo puede referirse al lugar de nacimiento del Anticristo. De su casero, escucha una historia singular. Noventa y dos años antes, y dado que el Conde Magnus había muerto hacía mucho tiempo, dos hombres decidieron que podían cazar en sus bosques. Riéndose de las advertencias de que podrían encontrarse «con aquellos que caminaban y que deberían estar descansando», se pusieron en marcha. Los hombres en la posada escucharon un terrible grito distante. Más tarde, escucharon a alguien reír junto a la iglesia, después de lo cual una puerta pesada se cerró de golpe. A la mañana siguiente encontraron a un hombre apoyado contra un árbol, con los brazos extendidos como para defenderse de algo. El otro hombre estaba muerto, su rostro limpio de carne, todo cráneo. Lo enterraron cerca y llevaron al cazador sobreviviente a un manicomio, donde pronto murió también.

En una visita al mausoleo, Wraxall nota que el Conde Magnus no tiene una cruz grabada en su sarcófago, sino una efigie de cuerpo entero. Escenas de guerra y muerte decoran la tumba, incluida una representación enigmática de un hombre que huye de una pequeña figura encapuchada, cuya única característica visible es un tentáculo donde uno esperaría una mano. Más extraño aún, tres enormes candados de acero aseguran el sarcófago, pero uno se ha caído al suelo [el ruido metálico que escuchamos antes]. Más tarde, Wraxall se acerca al mausoleo cantando caprichosamente: «¿Estás despierto, Conde Magnus?» Al mirar adentro, descubre que otro candado se ha caído y que no puede volver a asegurarlo.

La noche antes de dejar a Raback, Wraxall hace una última visita al mausoleo y murmura sobre el sarcófago que, aunque el Conde Magus puede haber sido un sinvergüenza, todavía le gustaría verlo. Entonces algo cae a sus pies: el último candado.

Las bisagras crujen, la tapa del sarcófago se abre.

Hay algo más, visto u oído, que Wraxall no puede recordar después de que huye aterrorizado. Durante su viaje a casa, observa entre los pasajeros del barco a un hombre alto con una capa y su compañero, de baja estatura, con una capucha cerrada. Al llegar a Inglaterra toma un coche en lugar del tren, con la esperanza de evadir esta aparente persecución; pero en un cruce de caminos iluminado por la luna, cerca de Belchamp St. Paul, vuelve a ver a los dos perseguidores, inmóviles.

Encerrado en su alojamiento en la ciudad, Wraxall sabe que los médicos pensarán que está loco [y que los policías son tontos], por lo que solo puede rezar para que lo rescaten de lo que ha invocado. La oración no es suficiente. Por la mañana lo encuentran muerto, y en tal estado que los policías se desmayan y luego se niegan a decir lo que vieron. Los dueños de la casa se van y nadie vuelve a vivir en ella. Nuestro narrador, quien hereda la propiedad, hace que la derriben, y así es como salen a la luz los documentos de Wraxall, escondidos en un armario de su dormitorio.


El estilo de M.R. James en El Conde Magnus es extremadamente arcaico, así como algunas opiniones que hoy serían consideradas políticamente incorrentas, como la especulación de que los escandinavos podrían tener una disposición cultural a dar respuestas lentas. Más allá de esto, desde la narración de segunda mano hasta la evidencia cuidadosamente dispuesta, muchos de los componentes básicos de H.P. Lovecraft ya están aquí. Incluso hay algunos libros apócrifos muy interesantes, como El libro del Fénix (The Book of the Phoenix); El Libro del Sapo (Book of the Toad); El libro de Miriam (The Book of Miriam) y el Liber Nigrae Peregrinationis. Dos de los pocos textos reales mencionados por M.R. James [que también forman parte de la biblioteca apócrifa de los Mitos de Cthulhu], son El Libro de las Treinta Palabras (Book of the Thirty Words) y el Turba Philosophorum.

En El horror sobrenatural en la literatura (Supernatural Horror in Literature), Lovecraft nombra a cuatro maestros modernos: Arthur Machen, Algernon Blackwood, Lord Dunsany y Montague Rhodes James [ver: M.R. James por H.P. Lovecraft]. Académico, anticuario y erudito medieval, M.R. James se parece a muchos de sus protagonistas. Sus cuentos extraños se encuentran entre los mejores de la época, quizás porque el autor yuxtapone hábilmente escenarios contemporáneos y detalles prosaicos con las sombras de la historia. Como señala Lovecraft, los fantasmas de M.R. James no son espectros transparentes, percibidos principalmente por la vista. En cambio, son «delgados, enanos y peludos, una infernal abominación nocturna a medio camino entre la bestia y el hombre, y generalmente se tocan antes de ser vistos» [ver: El cuento de fantasmas de M.R. James].


[«El arte de James no es casual, y en el prefacio de una de sus colecciones ha formulado tres reglas muy sólidas para la composición macabra. Él cree que una historia de fantasmas debe tener un entorno familiar en el período moderno, para acercarse más a la esfera de experiencia del lector. Además, sus fenómenos espectrales deberían ser más malévolos que benéficos; ya que el miedo es la emoción que se desea excitar. Y, por último, debe evitarse cuidadosamente la jerga técnica del ocultismo o la pseudociencia; no sea que el encanto de la verosimilitud sea sofocado por una pedantería poco convincente. Conde Magnus es sin duda uno de sus mejores cuentos, una obra maestra de suspenso y sugestión. El doctor James, a pesar de su toque ligero, evoca miedo y fealdad en sus formas más impactantes; y sin duda se mantendrá como uno de los pocos maestros realmente creativos en su oscura provincia.»]


El Conde Magnus recibe la mayor parte de la atención de Lovecraft en su ensayo. Lo llama «uno de los mejores cuentos de James» y una «verdadera obra maestra de suspenso y sugerencia». No es de caballeros criticar gustos ajenos, pero uno se pregunta por qué Lovecraft eligió este relato en particular. Si bien es excelente, no es rival para otros cuentos de M.R. James, como El maleficio de las runas (Casting the Runes) o Silba y acudiré (Oh, Whistle, and I'll Come to You, My Lad), a los que Lovecraft dedica muy poca atención. Estoy pensando que es el tentáculo lo que atrapó al flaco de Providence. Bueno, el tentáculo y el rostro que fue «succionado» de la calavera; básicamente el modos operandi de los Shoggoth [ver: Lovecraft y la IA: el futuro es de los Shoggoth]

Aquí es donde M.R. James acierta en el blanco, dándonos una imagen horrible para la cual tenemos que descubrir el proceso físico detrás. ¿Qué tipo de probóscide usa el amigo de Magnus para chupar esa cara? ¿O tal vez lo hizo al aplicar las ventosas de sus tentáculos? Este demonio enano, además, está siempre encapuchado, por lo que su rostro bien podría ser el de una lamprea. Poco estético, es cierto, pero útil si tu dieta consiste en chupar caras [ver: Vermifobia: gusanos y otros anélidos freudianos en la ficción]

Por otro lado, por supuesto, tenemos al propio Conde Magnus, el cual «camina cuando debería estar descansando». Es el muerto viviente típico, aunque mucho mejor conservado. Tal vez sea un vampiro, como ese otro Conde de Bram Stoker, aunque no está claro si su sustento es la sangre. Después de todo, él no es el que se come la cara. Es un voyeur y, por lo tanto, tal vez un catador del miedo y la agonía, alguien que vive de las últimas y escalofriantes emociones de sus víctimas, como en los buenos viejos tiempos, cuando solía ejecutar a los campesinos desagradecidos y azotar a sus arrendatarios.

Pero, ¿cuáles son las leyes que sustentan la existencia del Conde Magnus? ¿Cuál es la historia con los candados? ¿Son tres debido al tropo tradicional de invocar al mal llamándolo tres veces? [los candados cayendo del ataúd fueron reciclados en la película de 1960: Las novias de Drácula (The Brides of Dracula), protagonizada por el Peter Cushing pero no, por desgracia, por Christopher Lee] ¿Y qué pasa con esa Peregrinación Negra? Tal vez M.R. James inventó esta búsqueda de inmortalidad y poder, tal vez no.

Más preguntas: ¿Por qué Magnus acecha y mata a su salvador? ¿Su oscuro maestro requiere un sacrificio? Si es así, ¿por qué ése en particular? La historia depende demasiado, creo, de la lógica del cuento de hadas, en la que aquellos que despiertan a las fuerzas del mal deben pagar el precio, y a menudo enfrentarse a su ira destructiva, incluso cuando las fuerzas del mal, como en este caso, claramente quieren ser despertadas.

Lovecraft era un gran admirador de M.R. James, particularmente de su habilidad para ubicar fantasmas y Ghouls lejos de la previsible atmósfera de castillos góticos y mazmorras húmedas, sino en los detalles de la vida ordinaria [ver: Ghouls: la historia secreta de los Necrófagos en la ficción]. La admiración no fue mutua: M.R. James encontró el estilo de Lovecraft «demasiado ofensivo». Esto no es una sorpresa: Lovecraft bien pudo haber aprendido e incorporado muchas cosas de M.R. James, pero su prosa [que combina la sobriedad británica con cierta emotividad] no fue una de ellas [ver: El adverbio que cayó del espacio]

Podríamos inferir algunas otras conexiones intrigantes con los Mitos de Cthulhu [además del tentáculo chupacaras]. Parece probable que Magnus sea uno de los corresponsales de Curwen, y que la Peregrinación Negra sea una versión medieval de los viajes realizados por Curwen y Charles Ward, con Chorazin en algún punto del itinerario. El método para despertar a Magnus, sin embargo, parece mucho más simple que el de Curwen.

Algunas especulaciones infundadas: el Libro de Miriam podría ser una contraparte apócrifa de los muy reales libros Sexto y Séptimo de Moisés, los cuales son grimorios que describen las hazañas de Moisés en la Biblia desde la perspectiva de que era un gran mago. Proporcionan hechizos, diagramas, fórmulas, que [se supone] permiten al iniciado adquirir aquellos poderes. En sueco, los Libros Sexto y Séptimo de Moisés se conocen como Den svarta bibeln, la Biblia Negra. En este contexto, el Libro de Miriam sería otro libro de esa Biblia, lo cual encaja perfectamente con el cristianismo de los días del Conde Magnus.

Siguiendo esta línea [infundada pero muy divertida] El Libro del Fénix podría ser una alusión a la naturaleza reciclable del Conde Magnus. El Libro de las Treinta Palabras existe, y su título es Kitab al-Idah al-Ma'ruf bi-Talatin Kalima, o Libro de la Iluminación, de Jabir ibn Hayyan. Es uno de los primeros textos en promulgar el concepto alquímico de que todos los metales están hechos de diferentes combinaciones de azufre y mercurio. El Libro del Sapo es probablemente una referencia al Libro Latino de las Doce Puertas, donde el autor utiliza al sapo como símbolo del resultado logrado por la primera etapa de la obra alquímica.

M.R. James es eficiente en un aspecto donde buena parte del horror moderno fracasa, y es en la construcción del protagonista. Hoy en día, el protagonista promedio suele estar sobrevaluado, y sobre él pesa buena parte de la historia. Sin embargo, las mejores historias de terror a menudo se basan en un personaje principal particularmente despistado o directamente ineficaz. Por el contrario, como el autor moderno no está preocupado por que el lector sienta algún grado de empatía con el Villano, de modo que puede trabajar en él de forma bastante despreocupada, asignándole toda clase de rasgos y atributos aterradores; pero el protagonista promedio... bueno, digamos que los autores actuales están más preocupados en que empaticemos con ellos que en presentar a un ser humano real; y, en general, los seres humanos reales se desorientan, pierden el foco, no logran comprender lo que está pasando; y casi nunca suelen ser rivales dignos del mal.

En El Conde Magnus podemos encontrar algunos indicios del clásico juego de Jorge Luis Borges con manuscritos falsos y tesoros de saber imaginario; no ya como una biblioteca maldita, como en el caso de Lovecraft, sino más bien como una biblioteca donde impera el desconcierto, nunca el conocimiento absoluto [ver: Lovecraft: el placer culposo de Borges]. Pero, en otro sentido, el Conde Magnus prefigura también las historias de found footage [«metraje encontrado»] como la Bruja Blair [ver: ¿La Bruja Blair pertenece a los Mitos de Cthulhu?] y Actividad Paranormal [¿Quién es el demonio de «Actividad Paranormal»?]; motivo que ha demostrado ser particularmente eficaz en el cine de terror.

Conde Magnus se basa exactamente en el mismo método, y resulta eficaz por los mismos motivos. Como método de narración, plantea una ambigüedad, aunque espuria, sobre la supuesta naturaleza de la narrativa, subrayando algunos elementos mientras que oscurece otros.

Así como el Drácula de Bram Stoker ejemplifica la novela epistolar como un método para hacer que lo sobrenatural pareciera creíble, el enfoque de M.R. James es [intencionalmente] mucho menos claro. Mientras que Drácula hace literal y clara la amenaza a la que se enfrentan los protagonistas, y los arma con todo el poder de una sociedad racional para enfrentarla, Conde Magnus es inquietante por la abstracción de la amenaza. Esa ambigüedad es generada por la cuidadosa difusión de la narración por parte de M.R. James al hacer que el lector sea consciente de cómo se ha registrado la historia o, de hecho, cómo no se registró [ver: El código secreto en el «Drácula» de Bram Stoker]

El Conde Magnus, como de costumbre, comienza de manera conversacional, mientras el narrador [el propio M.R. James] explica cómo reunió la historia a partir de varios documentos dispersos, mientras menciona que la razón por la que ahora posee estos documentos es azarosa; y no la revelará hasta el final de la historia. El protagonista, Wraxhall, es solo vagamente rescatado de la oscuridad de la palabra escrita y la naturaleza fragmentaria de la evidencia; ni siquiera se da su primer nombre, y el tipo de accidentes que hacen que el trabajo de un historiador sea frustrantemente difícil [en este caso un incendio que consumió un depósito], han conspirado para mantener los antecedentes de Wraxhall aún más oscuros.

Como académico, Wraxhall desea escribir una guía para los turistas ingleses que se aventuren en Suecia. M.R. James analiza la moda de este tipo de libros en las décadas de 1840 y 1850, una época en la que la idea de los viajes recreativos se estaba volviendo más posible para la floreciente clase media británica, y hasta explica la fórmula para escribir tales libros: «conversaciones informadas con extranjeros inteligentes, posaderos picantes y campesinos parlanchines».

Todo esto le da un trasfondo acertadamente mundano a la historia, un toque de sátira y también una digresión humorística. M.R. James continúa explicando que Wraxhall viajó mucho por Suecia antes de visitar una aldea en Vestergothland, donde quería investigar un gran archivo guardado por una prominente familia local. Por deferencia a la respetabilidad de la familia, solo llega a referirse a ellos por el nombre de uno de sus clanes, De La Gardie.

Si hay un sentimiento clave en Conde Magnus, es la soledad; y posiblemente el desarraigo y la desesperación. Wraxhall es un ser olvidado, sin ataduras a ningún hogar o corazón. A cruzado la frontera de la mediana edad y está «muy solo en el mundo». M.R. James señala que «no parece que tuviera una residencia establecida en Inglaterra, era un habitante de hoteles y pensiones». ¡Qué diferente es de Jonathan Harker, que viaja a Transilvania a regañadientes, con su prometida, Mina, esperándolo en Londres! [ver: Mina y Lucy: la ideología de género en «Drácula»]

Tal vez por ser opuesto a Harker, Wraxhall rechaza la oferta para quedarse con los De La Gardie y, en cambio, se aloja en un hotel a una milla de distancia de la mansión, una elección consecuente con su perfil, y que podría haber desbaratado completamente el argumento de Drácula. Imaginemos a Harker diciéndole a Drácula: «Gracias por la invitación, conde, pero me estoy quedando en el hotel de la aldea». Por supuesto, el castillo de Drácula estaba convenientemente alejado de la civilización, pero Harker nunca parece considerar un plan alternativo que no consista en quedarse en el castillo [ver: Las fantasías privadas de Bram Stoker]

La intención de Wraxhall de escribir el libro se frustra; y desde allí, M.R. James pliega la narración hacia adentro, como un origami, hasta que Wraxhall se convierte en el recuerdo distante e inquietante de un hombre que murió de manera misteriosa [y espantosa]. Como lectores nunca llegamos a preocuparnos por él, tal vez porque sus descubrimientos son lentos, no casi inmediatos como los de Harker.

De todos modos, Wraxhall y Harker comparten algunos comportamientos. En primer lugar, ambos son británicos de su tiempo, ambos creen que el horror y la tiranía son un espectáculo secundario del pasado. Descubrir que Magnus aparentemente incursionó en la alquimia y la magia, además de haber tenido un comportamiento aristocrático tan despiadado, incluso homicida, «solo lo convirtió en una figura más pintoresca» para Wraxhall. Tal es así que no teme abrir los candados, del mismo modo en que Harker desoye las advertencias del Conde Drácula de que no merodee solo por el castillo de noche [ver: La verdad sobre las tres Vampiresas de Drácula]

Y así como Wraxhall, de haber sido el protagonista de Drácula, hubiese declinado la invitación del Conde de hospedarse en el castillo, también hay que decir que Drácula, si hubiese sido Magnus, le habría arrancado la cara a Harker apenas abriera la puerta. Aquí surge otra diferencia cualitativa: Magnus es una fuerza de la naturaleza, una fuerza ciega e irracional, si se quiere, muy distinta de la malévola racionalidad de Drácula [ver: Por qué Drácula nunca pudo enamorarse de Mina]

Tanto Magnus como Wraxhall son vestigios de una época pasada; pero por razones diferentes. Magnus es el pasado, y Wraxhall solo existe a través de sus documentos. De hecho, apenas puede dominar su propia narrativa, mientras que Magnus es un señor, un producto de una era con una idea de poder diferente, menos restringida, inmortalizado por diferentes conceptos y leyendas. El retrato de Magnus, registra Wraxhall, representa a un hombre «extraordinariamente feo». Su libro de investigaciones cabalísticas y alquímicas, que Wraxhall encuentra en el archivo de los De La Gardie, contiene referencias a la tradición más profana. Su cuerpo aún yace en un sarcófago sellado en la iglesia, controlado por tres enormes candados; algo muy distinto de la relativa libertad que disfruta Drácula [ver: Drácula visita Salem's Lot]

Contrariamente al estado de decrepitud del castillo de Drácula, la casa y los terrenos de Magnus aún están intactos; aunque él mismo no esté activo [o quizás precisamente por eso]. En otro sentido, el poder de Drácula y Magnus siguen intactos en el imaginario colectivo de la zona, en el miedo de los lugareños cuando se les pregunta por ellos. El terror engendrado por Magnus entre sus inquilinos y vecinos, cuando estaba vivo, ya era bastante malo, pero su reputación maligna aún resuena en el presente. Las preguntas de Wraxhall, como las de Harker, reciben el mismo patrón: respuestas ambiguas de hombres locuaces y sacerdotes serviciales que de repente se callan y evitan más preguntas cuando se aborda algún tema particularmente sombrío o malvado, especialmente el asunto de la Peregrinación Negra.

¿Será que el Conde Magnus regresó de la Peregrinación Negra con su propio demonio personal, ese enano inquietante retratado en el costado de su sarcófago? Bueno, no sería de extrañar, teniendo en cuenta la malignidad de Magnus, que se asociara con algo semejante. Lo interesante aquí es que M.R. James no nos brinda ninguna pista para dilucidar quién o qué es esta entidad [ver: La biología de los Monstruos]

Eventualmente, Wraxhall cae bajo el hechizo de Magnus. «Ah, Conde Magnus, ahí estás», pronuncia fatídicamente mientras contempla el mausoleo. «Me gustaría mucho verte», añade. Más tarde, M.R. James nos informa que Wraxhall a menudo se descubría a sí mismo murmurando frases de manera compulsiva, sin pensarlas realmente, «cantando o salmodiando algunas palabras como ¿Estás despierto, Conde Magnus? o, ¿Estás ahí, Conde Magnus?. Hay aquí un eco del nombre repetido tres veces como forma de invocación, el cual funciona tanto en la liturgia religiosa como en el cuento de hadas.

El Conde Magnus es una buena historia por derecho propio, pero es imposible no destacar algunos puntos en común, y otros disociativos, con el Drácula de Bram Stoker. En ambos casos, un británico viaja a uno de los lugares más remotos de Europa y se encuentra con el remanente sobrenatural de la vieja aristocracia que alguna vez gobernó el continente, tan diferente de la nueva sociedad y, sin embargo, tan presente en la memoria colectiva. Al igual que Drácula, el Conde Magnus está asociado con la dureza del pasado. Como Drácula, fue simultáneamente un guerrero religioso en tiempos de invasión y un opresor [ver: El «Drácula» de Stoker NO está inspirado en Vlad Tepes]. Ahora bien, no sabemos si Drácula tenía algún interés en el ocultismo cuando era humano. De hecho, en la novela nunca se mencionan libros alusivos en su biblioteca. Por el contrario, Magnus parece haber buscado activamente replicar su poder terrenal en el mundo espiritual.

A diferencia de Drácula, Magnus es un enigma, una figura negra al final del camino en el crepúsculo. Lo poco que sabemos sobre él descansa bajo sucesivas capas narrativas. Por ejemplo, M.R. James repite la información de Wraxhall, que a su vez repite lo que oyó de Nielsen, el posadero, quien con cautela aclara que su propia anécdota pertenece a «la época de mi abuelo, es decir, hace noventa y nueve años». Otra capa de narración, otra capa de tiempo y, sin embargo, aquí la amenaza se vuelve tangible de inmediato:


[«Puedo contarte esta pequeña historia, no más. No debes preguntar nada cuando haya terminado.»]


Nielsen presenta los detalles de la misma forma que M.R. James: de manera áspera e impersonal, descriptiva pero poco elaborada. Así relata la historia de su abuelo sobre dos hombres que decidieron burlarse de Magnus y violar sus dominios [el bosque], lo cual termina en la escena de la cara succionada de Anders Bjornsen. Según los estándares de M.R. James, esto es bastante sangriento, pero elaborado con elegancia, como el uso de la palabra sucked [«succionado»] al referirse a la mutilación de la cara de Bjornsen. No es un cliché como «comido», «mordido» o «rasgado», sino «succionado». ¿Qué clase de creación profana podría chuparle la cara a un hombre?, uno se pregunta, tal vez, tomándose unos mates [ver: La atracción por lo Macabro en la ficción]

Quizás más efectiva es la descripción de la reacción de los hombres presentes [estaban tan consternados que enterraron a Bjornsen en el acto]. La anécdota de Nielsen es de una concisión artesanal, delineada con pronunciamientos que insinúan el borde del tabú y la atrocidad, pero que nunca cruza explícitamente esa frontera. Otro autor, probablemente se hubiese regodeado en las aterradoras pesadillas que habría tenido Wraxhall después de escuchar esa historia, pero M.R. James nos dice que descansó plácidamente esa noche. De hecho, todo parece andar bien al día siguiente, hasta Wraxhall, a punto de partir hacia Inglaterra, se detiene para una visita de despedida al sarcófago de Magnus.

Ahora bien, ¿por qué Magnus y el enano chupacaras no despachan a Wraxhall justo ahí, en vez de seguirlo hasta Londres y recién entonces matarlo? ¿Cuál es el sentido de todo esto?

Wraxhall parece tener en claro que sus perseguidores son un hombre alto con un sombrero anticuado y un compañero bajo con una capucha; es decir. Magnus y su familiar [¿o acaso Magnus es el familiar?, nunca queda del todo claro]. ¿Cuál es el motivo de la persecusión? M.R. James no brinda ni un mísero indicio. Quizás están cazando a Wraxhall por un desaire mezquino o para eliminar cualquier rastro. A falta de indicios, toda elucubración es lícita.

En cualquier caso, Magnus y el enano siguen los pasos de Wraxhall hasta que este llega a su destino: un pueblo, Belchamp Saint Paul. A partir de escasos detalles. M.R. James logra reconstruir la desesperación existencial de la situación. No importa qué camino tome, Wraxhall se encuentra en una espiral inevitable hacia un encuentro fatal con la más amarga de las ironías: este hombre que no tiene hogar, que solo conoce pensiones y hoteles, encuentra alojamiento en el pueblo pero ninguna ayuda, porque incluso el párroco está fuera por alguna razón, y nosotros... bueno, solo podemos imaginar a un Wraxhall en sus últimas horas, temblando de terror ante lo que inevitablemente será su final.


[«¿Qué puede hacer sino cerrar la puerta con llave y clamar a Dios?» —pregunta de M.R. James.]


M.R. James tampoco proporciona una descripción final de cómo murió Wraxhall, pero no parece haber sido una muerte apacible:


[«Y de los jurados que vieron el cuerpo, siete de ellos lo hicieron, ninguno hablaría de lo que vio.»]


Ahora bien. ¿cómo reunió el narrador [M.R. James] la mayor parte de la narrativa de Wraxhall?

Bueno, resulta ser que este heredó la casa donde Wraxhall encontró su último alojamiento. Ignorando lo que ocurrió allí, la demolió, descubriendo recién entonces los documentos de Wraxhall.

M.R. James no siempre fue un escritor pesimista, donde el mal triunfa. De hecho, algunos de sus grandes finales, como los de Corazones perdidos (Lost Hearts) y El tratado Middoth (The Tractate Middoth), brindan derrotas memorables del mal. Solo en Conde Magnus el autor insinúa que las fuerzas de lo sobrenatural solo pueden ser contenidas brevemente, e incluso de forma bastante candorosa, como los tres candados que mantienen a Magnus encerrado durante unos pocos siglos.

Así como Bram Stoker intenta demostrar que el nuevo mundo de la burguesía podía vencer a la aristocracia decadente de Drácula, y los nuevos profetas de la ciencia, como Van Helsing, podían derrotar a un emisario del mal identificado con un pasado tiránico, M.R. James no ofrece tal consuelo. Magnus y su familiar son tan crípticos e indiferentes como los Dioses Mayores de Lovecraft. Magnus es el maligno espíritu del pasado, es cierto, pero también del futuro: vacío, abstracto e implacable, seguro como la muerte.

La familia De la Gardie desempeñó un papel destacado en la historia sueca. Hubo un Magnus De la Gardie [contemporáneo de la reina Cristina] con algunos vínculos en común con el Conde Magnus de M.R. James: la tumba del primero está en la abadía de Varnhem, localidad que está cerca de Skara, en el área de Västergötland [Vestergothland] al sur de Suecia, donde también se encuentra la tumba del Conde Magnus en la historia. El propio M.R. James visitó Varnhem en 1901 y escribió el Conde Magnus el año siguiente [ver: M.R. James y el demonio de la catedral]

El Conde Magnus Gabriel de la Gardie (1622-1686) difícilmente podría haber sido un personaje más diferente al Conde Magnus de M.R. James. Un retrato de este último muestra que fue, según M.R. James, «era un hombre casi fenomenalmente feo», mientras que Magnus Gabriel de la Gardie era bastante apuesto. Se convirtió en el favorito de la reina Cristina, y con su apoyo recibió muchos nombramientos importantes. Incluso parece que la reina Cristina tenía sentimientos apasionados hacia él, pero no fueron correspondidos en la misma medida, aunque hubo rumores de que eran amantes e incluso que ella había dado a luz a un hijo [¡o dos!] engendrados por él.

En 1653, Magnus cayó en desgracia cuando surgieron nuevos favoritos en la corte. Surgieron acusaciones de traición, y Cristina le escribió una carta incendiaria en la que lo llamaba «un hombre sin principios», y le advertía que «en el futuro seré incapaz de sentir nada más que lástima por ti». Le arrebataron sus propiedades feudales y lo destituyeron del cargo de tesorero del gobierno. Más tarde, sin embargo, recuperó el poder y se convirtió en canciller.

A diferencia del Conde Magnus de M.R. James, no hay evidencia de que Magnus Gabriel de la Gardie tuviera algún interés en la alquimia o el ocultismo, aunque la reina Cristina sí estaba activamente interesada en estos temas. De hecho, mantuvo correspondencia con varios alquimistas y hasta tenía su propio laboratorio. Además, poseía una extensa colección de grimorios, incluyendo la Mónada Hieroglyphica de John Dee y el infame Picatrix.




Taller Gótico. I Vampiros.


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