El horror táctil: análisis de «El Maleficio de las Runas» de M.R. James.


El horror táctil: análisis de «El Maleficio de las Runas» de M.R. James.




En El Espejo Gótico hoy analizaremos el relato de M.R. James: El Maleficio de las Runas (Casting the Runes), publicado originalmente en la antología de 1911: Más historias de fantasmas (More Ghost Stories).


[«Estimado señor: El Consejo de la Asociación me solicita que le devuelva el borrador de un artículo sobre La Verdad de la Alquimia, que ha tenido la amabilidad de ofrecer para su lectura en nuestra próxima reunión, y que le informe que el Consejo no ve la manera de incluirlo en el programa.»]


El señor Karswell, autoproclamado «mago», no está contento con el rechazo de su artículo sobre alquimia, nada contento. En el almuerzo con una pareja de amigos que viven cerca de la Abadía de Lufford, comenta lo vengativo que puede llegar a ser. Según estos amigos, Karswell nunca perdona una ofensa. Por ejemplo, para mantener a los niños fuera de su propiedad, los invitó a un espectáculo de horrores y les dio un tremendo susto con una lámpara que proyectaba extrañas figuras. Luego está lo que le sucedió a John Harrington, quien escribió una reseña condenatoria de la Historia de la Brujería de Karswell. Una noche, en su habitual camino a casa, Harrington se subió a un árbol, cayó y se rompió el cuello. Nadie puede imaginar de qué estaba tratando de escapar para intentar subirse a un árbol en la oscuridad, pero su hermano sospecha que Karswell fue el responsable.

El secretario espera que Karswell no se entere de que Edward Dunning revisó su trabajo para la Asociación, aunque tendría que preguntar en el Museo Británico para conocer el nombre de su crítico. Karswell, por desgracia, es un hombre inteligente, y la tranquila vida de Dunning se altera cuando nota un inusual anuncio en su viaje a casa en tranvía:


[«En memoria de John Harrington, F.S.A., de Los Laureles, Ashbrooke. Murió el 18 de septiembre de 1889. Se le permitieron tres meses.»]


Al día siguiente, el anuncio desaparece. Luego, Dunning recibe un folleto de un hombre con una mano extrañamente áspera y caliente. Vislumbra el nombre de Harrington antes de que un transeúnte se lleve el folleto. Desaparece, al igual que el distribuidor. Estos incidentes dejan a Dunning pensativo. En su próxima visita al Museo, deja caer unos papeles. Un hombre corpulento, sentado detrás de él, le devuelve su cuaderno y dice:


[«¿Puedo darle esto, señor? Creo que es suyo.»]


Dunning le pregunta a un asistente el nombre del hombre. «Oh, ese es el señor Karswell». En realidad, Karswell ha estado preguntando en el Museo Británico y, por supuesto, le han dado el nombre de Dunning.

Cuando Dunning se dirige a casa, siente que «algo indefinido e impalpable» se interpone entre él y sus compañeros. Su médico lo recibe con la noticia de que sus dos sirvientes están en el hospital, envenenados por mariscos que compraron a un vendedor de puerta en puerta. Dunning debe pasar la noche solo.

Está en la cama cuando oye que se abre la puerta de su estudio. Investiga, pero no ve ni oye nada, solo siente una ráfaga de aire caliente alrededor de sus piernas. De vuelta en la cama, busca su reloj debajo de la almohada, solo para tocar «una boca, con dientes y pelo alrededor... no la boca de un ser humano».

Huye a la habitación de invitados y pasa una miserable noche en vela, escuchando. Por la mañana no se encuentra ningún intruso.

El secretario de la Asociación se encuentra con Dunning y se sorprende por su aspecto. Al enterarse de que Karswell ha identificado a su crítico, el secretario remite a Dunning al hermano de John Harrington, Henry. Este relata la historia de John, quien al entrar en conflicto con Karswell comenzó a sentirse «perseguido». Luego, los hermanos descubrieron una hoja de papel cubierta con Runas negras y rojas. Henry recordó un capítulo de la Historia de la Brujería de Karswell sobre «lanzar las runas» para «quitar a la gente del camino».

Dunning recuerda que Karswell le devolvió su cuaderno. Lo investiga con Harrington y en él encuentran un papel marcado con Runas, idéntico al que recibió John. Una ráfaga de viento arranca el papel de sus manos y casi sale volando por la ventana, pero Harrington logra agarrarlo. Deben mantenerlo a salvo a toda costa, y de alguna manera engañar a Karswell para que lo acepte de vuelta.

Una semana antes de que termine el plazo de tres meses, Harrington se entera de que Karswell se va a Europa. Dunning y Harrington se las arreglan para estar en el mismo tren. Karswell está visiblemente ansioso. Sigue saliendo de su coche y espiando por la ventana. En una ocasión, sus boletos y papeles caen al piso. Dunning, disfrazado, rápidamente desliza la hoja con las Runas en el montón de papeles y se lo entrega a Karswell. No le tiembla la voz cuando dice:


[«¿Puedo darle esto, señor? Creo que es suyo.»]


Con aire distraído, Karswell toma los papeles. En el muelle de Dover, los conspiradores lo ven abordar un barco con destino a Francia. El oficial de abordaje lo llama y le pregunta si el caballero que acompaña a Karswell le mostró su boleto. Karswell gruñe que no hay nadie con él y, de hecho, ese parece ser el caso. El oficial se disculpa, luego le pregunta a un compañero si Karswell tenía un perro con él, o si el oficial simplemente confundió su paquete de abrigos.

Dunning, incómodo al condenar a alguien a su muerte, envía un telegrama al hotel de Karswell advirtiéndole que revise sus papeles. Evidentemente, el mensaje no llega, porque un par de días después, al final de los tres meses de Dunning, cae una piedra de una iglesia en reparación y mata a Karswell. No había obreros en el momento del accidente.

De vuelta en Inglaterra, Harrington le cuenta a Dunning sobre un sueño que tuvo John antes de su muerte, pero Dunning pronto lo detiene.


En el siglo XXI estamos acostumbrados a las críticas, incluso en los términos más viles, pero Karswell, cuya erudición victoriana solo rivaliza con su orgullo, parece completamente incapaz de aceptar una revisión. Sin embargo, M.R. James hace hincapié en el hecho de que los críticos del libro de Karswell son [y desean permanecer] anónimos. Este no es un detalle irrelevante. Cuando una crítica está bien fundamentada, no hay motivos para que el crítico permanezca en el anonimato, pero si es injusta, bueno, quizás sería apropiado que tu nombre no se publique, sobre todo si estás criticando a un alquimista especializado en maleficios.

El Maleficio de las Runas no es necesariamente un relato sobrenatural, aunque podría serlo. M.R. James describe la Karswell como una especie de nigromante, aunque sus actividades incluyen trucos bien conocidos, y mundanos, para intimidar, como hacerle saber a su víctima que le ha lanzado un maleficio [ver: Nigromancia: el arte de invocar a los muertos]. El mensaje: «Puedo llegar a ti en cualquier momento» es poderoso y sugerente, con o sin maldiciones en el medio.

Pero, al igual que un vulgar criminal que utiliza tácticas psicológicas intimidatorias, Karswell permite que lo atrapen. En este punto, El Malficio de las Runas pierde un poco de impacto. Una vez que Dunning compara notas con Harrington, la sensación de peligro se relaja. Por supuesto, Dunning morirá si no logra devolverle el papel con las Runas a su enemigo, pero tiene un plan, y en su mayoría consiste en esperar. Es una pena que M.R. James no haya ahondado en los detalles espeluznantes de la historia, como las ventanas de los tranvías misteriosamente grabadas y las bocas inhumanas debajo de las almohadas.

Harrington y Dunning se sienten demasiado confiados en sus conjeturas, carentes de fundamentos pero que demuestran ser acertadas: la clave radica en devolver subrepticiamente las Runas a Karswell. Ahora bien, uno imagina que Karswell conoce este procedimiento, y que evitaría recibir cualquier papel o artículo de manos extrañas, sobre todo una semana antes de que el maleficio se cumpla. Sin embargo, esto no es así. Es cierto, Karswell parece un poco paranoico cuando se sube al tren, pero incluso durante el viaje, donde está evitentemente alerta, acepta que un extraño le alcance los papeles que se le han caido al suelo, un extraño que, por otro lado, se los entrega usando la misma frase que él utilizó cuando le dio las Runas a Denning, precisamente el hombre por el cual se siente paranoico.

Aún con estos defectos, El Maleficio de las Runas de M.R. James sigue siendo una gran historia. Karswell es un escritor, por lo tanto, las Runas no son una herramienta caprichosa para llevar a cabo su venganza: vivir por la pluma, morir por la pluma.

En El horror sobrenatural en la literatura, Lovecraft menciona una serie de relatos de M.R. James, pero no El Maleficio de las Runas; o mejor dicho, lo menciona indirectamente a través de un detalle que demuestra dos cosas: M.R. James es un escritor excelente, y Lovecraft un lector agudísimo, capaz de detectar un detalle que ningún especialista Jamesiano fue capaz de ver. Lovecraft comenta:


[«Los monstruos de M.R. James, generalmente, son tocados antes de ser vistos.»]


En efecto, en muchos cuentos de M.R. James, incluido El Maleficio de las Runas, el mal es «tocado» antes de ser «visto»; en este caso, en la forma de una boca espeluznante tanteada por Denning debajo de la almohada, la cual tiene muchas similitudes con el parásito [oculto en la almohada] que lentamente succiona la vida de Alicia en El almohadón de plumas de Horacio Quiroga [ver: En la cama de Alicia: análisis de «El almohadón de plumas»].

El Maleficio de las Runas cumple con los estándares de M.R. James, a veces evitando sus elementos comunes. Por ejemplo, a diferencia de historias como Número trece (Number 13) y El libro del Canon Alberico (Canon Alberic’s Scrap-Book), el Maleficio de las Runas es ligero en jerga ocultista y términos en latín; en cambio, es rico en detalles contemporáneos y prosaicos. Lo Siniestro se filtra lentamente en la trama, al principio como una ligera mancha, casi imperceptible, convirtiéndose al final en una charco asfixiante [ver: Lo Siniestro en la ficción]

Pensemos en el cotidiano viaje en tranvía de Dunning, donde su mirada recorre los familiares anuncios callejeros, solo para encontrar uno dirigido a él. En las calles de Londres alguien le entrega un folleto. ¿Y qué? Excepto que este de alguna manera se relaciona con el desconcertante anuncio del tranvía. Deja caer unos papeles. Un extraño los levanta y se los alcanza, solo que el extraño resulta ser el hombre al que Dunning trata de evitar. Unheimliche.

Poco a poco, la vaga ansiedad de Dunning se profundiza. Sus sirvientes están enfermos [envenenarlos con maricos en mal estado es una jugada extraña, incluso para un tipo extraño como Karswell], por lo que está solo cuando «algo» sale de su estudio y se mete en su cama, «algo con dientes».

¿La entidad que Dunning toca debajo de la almohada es sobrenatural, o producto de esta sugestión hipnótica elaborada por Karswell?

No podemos saberlo, pero si tuviese que arriesgar una respuesta, diría que es sobrenatural. De hecho, Dunning experimenta esta entidad a través del menos engañoso de los sentidos: el tacto. Más aún, el tacto es utilizado por M.R. James como un signo de confirmación: Dunning no solo mira el anuncio en el tranvía, lo frota con los dedos enguantados. El hombre que le da el folleto no deja ninguna impresión visual ni auditiva en él, pero el calor y la aspereza de su mano le producen un escalofrío. Luego está el toque que M.R. James describe con una brevedad brillante, dejando que nuestra propia imaginación elabore cómo Dunning debe haber sentido el pegajoso ceder de los labios peludos bajo sus dedos [ver: Lo olfativo, lo visual, lo auditivo y lo táctil en el Horror]

El horror de El Maleficio de las Runas es inaudible, invisible, pero tangible, un horror táctil. Esto es algo para tener en cuenta cuando escuchemos hablar de M.R. James y sus «típicas» historias de fantasmas. No hay nada típico aquí.

Este relato extiende sus raíces en el folclore de las brujas y la magia. El propio M.R. James fue un destacado historiador del folclore, y escribió muchos artículos sobre libros medievales. No sorprende, por lo tanto, que este interés se filtre en El Maleficio de las Runas, sobre todo a través del descubrimiento de textos antiguos.

El principal conflicto del relato es la tensión entre la modernidad, representada en Dunning y Harrington, y el pasado encarnado en Karswell. Este último es «un hombre que inventó una nueva religión para sí mismo y practicó quién sabe que ritos espantosos». En cierto modo, Karswell [el pasado] utiliza herramientas atávicas, como las Runas, para vengarse de Dunning [la modernidad] por rechazar su libro de saberes arcanos.

El pasado, con sus Runas y leyendas, es aquí la fuerza antagónica presentada a través de Karswell. Su libro es descrito simplemente como «un libro malvado», quizás porque se ocupa del pasado mítico. El espectáculo de la lámpara que Karswell utiliza para aterrorizar a los niños expresa el lado más oscuro de los cuentos de hadas, como Caperucita Roja [ver: ¡No salgas del camino! El Modelo «Caperucita Roja» en el Horror], que se filtra en el mundo moderno:


[«Finalmente, (la lámpara) produjo una serie que representaba a un niño pequeño que pasaba por su propio parque: Lufford, por la noche. Todos los niños en la habitación podían reconocer el lugar por las imágenes. Y este pobre muchacho fue seguido, y finalmente perseguido, alcanzado y desgarrado en pedazos por una horrible criatura.»]


No solo vemos el pasado chocando con el presente [de 1911] a través de este pasaje, sino que, más adelante, vuelve a presentarse el mismo conflicto en repetidas ocasiones, por ejemplo, cuando Dunning [abanderado de la modernidad] investiga un ruido en la noche «porque sabía que había cerrado la puerta después de guardar sus papeles en el escritorio», demostrando una mente lógica y empírica, más tarde reforzada en el siguiente pasaje: «Era un concesión difícil para un hombre científico, pero podría aliviarse con la frase sugestión hipnótica». Dunning incluso sugiere que Karswell estaba «mezclando mitos clásicos e historias de la Leyenda Dorada con informes de costumbres salvajes de hoy en día», mostrando un conocimiento académico del tema.

Por lo tanto, la atmósfera alrededor de Dunning, la misteriosa muerte del hermano de Harrington, el extraño viento [«supuse que la puerta se abrió de golpe, aunque no me di cuenta, en cualquier caso, de una ráfaga cálida, repentina, que tomó el papel y lo arrojó al fuego»] solo aumentan la sensación de inquietud del lector, especialmente con el plazo de tres meses pendiendo sobre nuestras cabezas antes de la eventual muerte de Dunning, ya que solo pueden ser elementos sobrenaturales actuando en contra de Dunning, es decir, en contra de la racionalidad.

El lector probablemente interpreta este contexto a través de la lógica, intentando descifrarlo racionalmente, siguiendo el ejemplo del protagonista, pero, al igual que él, no podemos; porque la ciencia moderna no puede luchar contra el Maleficio de las Runas.

Cuando Dunning y Harrington recurren al engaño y le devuelven el papel a Karswell, nos deslizamos subrepticiamente hacia el pasado, por así decirlo, utilizando aquellas herramientas atávicas, prerracionales, que los protagonistas han estado tratando de negar. El mensaje parece ser: el Mal debe regresar a dónde pertenece, lejos de la modernidad, de vuelta a los libros de historia. Esto nos lleva al dilema moral al final de El Maleficio de las Runas:


[«¿(Dunning y Harrington) habían tenido justificación al enviar a un hombre a la muerte, como creían que lo habían hecho? ¿No deberían advertirle, al menos?»]


Dunning y Harrington se han vuelto como Karswell, dispensando una muerte antigua y malévola a aquel a quien consideran una amenaza. Aunque justifican esto afirmando que Karswell se lo merecía, y que Dunning estaría muerto de lo contrario, es una nota desconcertante que se pregunten si han hecho lo correcto.

M.R. James fue uno de los escritores más imitados de su tiempo. La única excepción noble entre sus imitadores probablemente sea E.F. Benson, pero incluso entonces estas historias de fantasmas que incorporan todos los elementos jamesianos parecen pálidas imitaciones en comparación. Aún con todos los elementos clásicos en su debido lugar, nadie pudo capturar el tono, la sutileza y la sensación netamente jamesiana de que algo está fuera de lugar. Esto, creo, es lo que hace de M.R. James un gran escritor: la progresiva acumulación de elementos «fuera de lugar» crece gradualmente hasta que no puede ser ignorada, momento en el cual algo terrible irrumpe en un mundo teóricamente estable, arraigado en el aquí y ahora.

El grabado (The Mezzotint) funciona según el principio de estos pequeños detalles acumulados, donde los personajes principales parecen a salvo, pero en realidad son impotentes. Corazones perdidos (Lost Hearts) le indica al lector que algo terrible está por suceder, pero esto se contrapone a la ignorancia de los sirvientes que sospechan que algo anda mal pero que no se atreven a cuestionar a su amo. Lo sobrenatural en M.R. James, por lo tanto, en su mayor parte se mantiene a una distancia prudente, domesticado por la seguridad de la razón, aunque conserva el poder de irrumpir repentinamente. La hermosa ironía en El Maleficio de las Runas es que Dunning y Harrington, dos tipos racionales, solo pueden lidiar con la manifestación gradual de lo sobrenatural, usándola.

Siempre tomé este relato como un ejemplo de lo que la sugestión puede hacerte. Después de todo, Karswell inicia una guerra psicológica contra Dunning, dejándole carteles y otros elementos para que este los asocie y crea que está siendo víctima de una maldición. Sin embargo, analizándo El Maleficio de las Runas para este artículo en El Espejo Gótico advertí un error fundamental en aquella primera intepretación. Es cierto, Karswell utiliza todos los recursos a su disposición para sugestionar a Dunning; sin embargo, el propio Karswell no se da cuenta de que las Runas le han sido devueltas, por lo tanto, lo que sea que lo haya matado no tiene nada que ver con la sugestión, sino con algo real, objetivo y externo.

Es cierto, Karswell está un poco paranoico, pero no parece darse cuenta de que Dunning le ha devuelto las Runas, por lo que no hay ninguna razón por la que deba sugestionarse.

Además del dilema moral que implica matar a Karswell, lo que realmente debería atormentar a los racionales Dunning y Harrington es que el método que han empleado para matarlo [las Runas] teóricamente no podría funcionar. Dunning exhibe los apropiados escrúpulos de última hora para un caballero, y de hecho intenta salvar a Karswell. Harrington, que busca retribución por la muerte de su hermano, no experimenta tales dudas. Pero ninguno parece preocuparse por el hecho de que han matado a Karswell empleando un papel con algunos garabatos nórdicos. Han derrotado al pasado, pero ahora ese pasado ha demostrado su verosimilitud y, por lo tanto, ha destrozado su visión del presente.

El contraste entre lo humano y lo inhumano siempre está presente en los cuentos de M.R. James, lo cual nos lleva a otro punto interesante de El Maleficio de las Runas: el episodio en el que Dunning, quien está siendo perseguido por fuerzas demoníacas, trata de encontrar una caja de fósforos debajo de su almohada. De repente, en completa oscuridad, toca lo que luego describe como «una boca, con dientes y pelo alrededor», y declara que no era la «boca de un ser humano». No está claro por qué M.R. James sintió que tenía que especificar que no era la boca de un ser humano; seguramente, la presencia de una boca debajo de la almohada no habría sido menos desagradable si hubiese sido humana. Pero el autor enfatiza la distinción entre lo humano y lo inhumano, y relaciona este encuentro con la sensación de soledad que experimenta Dunning en la escena que conduce a este episodio.


[«Le parecía que algo indefinido e impalpable se interponía entre él y sus semejantes.»]


Parece que la soledad hace que los humanos sean presa fácil de lo sobrenatural.

Opuesto a la tendencia moderna en el horror hacia lo explícito, M.R. James funda su estilo narrativo en la reserva. Las cosas se revelan o describen solo parcialmente en los cuentos. El demonio [por llamarlo de algún modo] en El Maleficio de las Runas se «muestra» únicamente a través de la proyección de la lámpara [«una horrible criatura saltando en blanco»], pero el lector nunca recibe una descripción de primera mano. Ni siquiera conocemos con exactitud el destino de Karswell, solo sabemos que un guardia del tren confunde su equipaje con un perro, pero no puede asegurarlo [«podría jurar que no estaba solo», dice]. Esta revelación parcial, en la que Karswell parece seguido por una figura demoníaca con forma de perro, pero de la que no podemos estar completamente seguros, es un elemento jamesiano innato [ver: Los Perros de Tindalos y los ángulos del tiempo]

Dunning termina siendo un tipo bastante afortunado. Es cierto, ha tenido la desgracia de rechazar el artículo de Karswell, y de descubrir que el hombre que anteriormente había obstaculizado sus ambiciones académicas no tuvo un final agradable; sin embargo, el maleficio que pesa sobre él le permite cierto margen de maniobra: tres meses. De hecho, no parece ser un maleficio particularmente eficaz, habida cuenta que le brinda a la víctima tres meses para contrarrestarlo al devolver las Runas, una tarea peligrosa pero alcanzable.

La apertura de El Maleficio de las Runas, con todos esos documentos y cartas, no parecen la materia prima para un relato de fantasmas, pero M.R. James es capaz de exprimir las minucias de su profesión de anticuario y crear algo nuevo. La historia continúa de forma monótona, como si el narrador simplemente estuviera organizando una serie de recortes de periódicos para reconstruir la historia [como lo hace Mina Harker en Drácula]. Pero, de repente, el narrador se aparta de su técnica anterior, se vuelve alguien que no participa de la historia. De hecho, el narrador no tiene existencia tangible; es como si presentara una serie de dispositivos tradicionales y luego se mostrara ansioso por subvertirlos. Después de todo, el narrador es un complemento necesario para la naturaleza escéptica de los críticos de Karswell, en particular del propio Dunning. De hecho, Dunning parece tener más que un parecido lejano con el propio M.R. James, ya que ambos eran expertos en conocimientos antiguos y ocultos, y M.R. James debe haber escrito su parte de rechazos a los aspirantes a eruditos.

Los dos libros a los que se hace referencia en El Maleficio de las Runas tocaron personalmente la erudición de M.R. James. La Leyenda Dorada (Golden Legend) es un manuscrito medieval que recoge las vidas de algunos santos, leyendas y otros relatos religiosos y/o sobrenaturales. Para M.R. James, este era un documento legítimo, bastante en desacuerdo con La Rama Dorada (The Golden Bough) de Frazer, el otro libro mencionado en el relato, el cual es un monumental estudio sobre mitología, religión y folclore, que sentó las bases para la mitología comparada, además de influir en el pensamiento de tipos como Sigmund Freud y Carl Jung. El desprecio de Dunning por La Rama Dorada resuena en el rechazo de M.R. James de un artículo de Jane Harrison, pionera del feminismo y estudiosa de la mitología griega, que intentó una simbiosis similar entre mito y cultura.

M.R. James podía creer en privado en la posibilidad de fantasmas, pero sentía que era una torpeza legitimar tales reflexiones en el campo académico. Se rehusó a aliarse con espiritistas y teósofos, y se mostró bastante a disgusto con la atmósfera de fin de siglo. Condenaba abiertamente a Aleister Crowley, pero, en la ficción, no expone a Karswell [análogo a Crowley] como un fraude en una sátira perversa. No hay tal sátira en El Maleficio de las Runas, donde Karswell, de hecho, parece tener poderes extraordinarios.

Para que el lector no sospeche que todo fue producto de la sugestión, más tarde nos enteramos que Karswell murió en el acto al ser golpeado por una piedra que cayó de una iglesia en Abbeville. De este modo, El Maleficio de las Runas termina con una prueba absoluta de lo sobrenatural, o de una coincidencia tan grande que resulta indistinguible del destino. Consistentemente, no hay malentendidos en este cuento de M.R. James. El narrador ha documentado la historia con demasiado cuidado como para que dudemos de Karswell; aunque sus anteriores toques humorísticos ahora parecen fuera de lugar, como una broma a expensas de los que han muerto.




M.R. James. I Taller gótico.


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El artículo: El horror táctil: análisis de «El Maleficio de las Runas» de M.R. James fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

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