El Hombre de Lino: análisis de «Silba y acudiré» [M.R. James]


El Hombre de Lino: análisis de «Silba y acudiré» [M.R. James]




En El Espejo Gótico hoy analizaremos el cuento de M.R. James: Silba y acudiré (Oh, Whistle, and I'll Come to You, My Lad), publicado en la antología de 1904: Historias de fantasmas de un anticuario (Ghost-Stories of an Antiquary).


«Se levantó rápido, pero el viento no amainó de inmediato. Continuó gimiendo frente a la casa, elevándose hasta convertirse en un grito tan desolado que, como dijo desinteresadamente Parkins, podría haber hecho que personas fantasiosas se sintieran bastante incómodas.»


Resumen: Parkins, el protagonista, un joven profesor de Cambridge, está a punto de embarcarse en unas vacaciones en la [ficticia] localidad de Burnstow, en la costa este de Inglaterra. Ha conseguido una habitación en la posada The Globe Inn, aunque le incomoda que tenga una segunda cama. Su habitación es la única con un ventanal que da al mar. Durante una cena en la universiad, un colega [arqueólogo] le pide que investigue los terrenos de una preceptoría templaria en ruinas, cerca de la posada, con el objeto de determinar si son aptos para una excavación.

Después de una partida de golf con el Coronel Wilson, otro huésped del Globe, Parkins procede a examinar la preceptoría. Descubre un agujero en la mampostería en el que encuentra un antiguo silbato de bronce. Cuando regresa a la posada a lo largo de la playa nota «la silueta de un personaje bastante confuso» en la distancia, quien parece estar tratando de alcanzarlo, pero sin ganar terreno. Después de cenar, Parkins inspecciona el silbato mientras está en su habitación. Limpia la tierra sobre una hoja de papel, la vacía por la ventana y observa un individuo «estacionado en la orilla, frente a la posada».

Luego, Parkins acerca el silbato a una vela y descubre dos inscripciones. De un lado aparece: FUR FLA FLE BIS, que no puede descifrar. Y del otro: QUIS EST ISTE QUI UENIT. Al tocar el silbato, Parkins nota una ráfaga de viento golpeando contra la ventana. y tiene una visión de «una extensión amplia y oscura en la noche», en medio de la cual ve una figura solitaria.

Insomne, Parkins experimenta visiones de un hombre corriendo y trepando por altos espigones mientras mira ansiosamente hacia atrás. Después de que el hombre cae al suelo, exhausto, Parkins ve la causa de su huida: «una figura con ropas pálidas y ondeantes, indefinida», que se mueve de una manera extraña y con una velocidad increíble. Al darse cuenta de que no puede disipar las visiones, Parkins decide leer, aunque cuando intenta concentrarse oye un sonido chirriante en el suelo, en dirección opuesta a su cama, tal vez ratas correteando. Al final, Parkins se duerme.

Mientras se prepara para irse, una criada le informa a Parkins que la otra cama de su habitación parece haber sido ocupada anoche. Las sábanas están «arrugadas» y las mantas están tiradas por el suelo. Parkins supone que debe haber revuelto las sábanas al desempacar. Luego se encuentra con el Coronel, a quien le cuenta sobre el silbato. El Coronel, que tiene «puntos de vista marcadamente protestantes», dice que «tendría cuidado en utilizar algo que perteneció a un grupo de papistas». Al regresar a la posada, Parkins y el Coronel se encuentran con un niño aterrorizado, quien [dice] acaba de ver una extraña figura blanca saludándolo desde la ventana de una de las habitaciones. Por la descripción que da el niño, Parkins se da cuenta de que la habitación es la suya.

Al investigar encuentra que la habitación está cerrada, pero las sábanas de la cama que no se utiliza [que esa mañana fueron ordenadas pore la criada] están desordenadas.

Esa noche, Parkins se despierta abruptamente. Ve una figura sentada en la otra cama. Se incorpora e intenta alcanzar su bastón. Mientras lo hace, el «personaje en la cama vacía» se coloca frente a la puerta, con los brazos extendidos. La aparición permanece inmóvil en las sombras durante varios minutos mientras el miedo de Parkins aumenta. Luego tantea a ciegas, encorvado, lanzándose hacia la cama de Parkins y palpando la almohada y las sábanas. Al darse cuenta de que Parekins ya no está en la cama, la aparición se traslada a un rectángulo de la habitación iluminado por la luna; La impresión de Parkins es la de estar viendo «un rostro horrible, intensamente horrible, de lino arrugado».

Parkins deja escapar un gemido de terror, revelando su ubicación junto a la ventana. La figura se mueve rápidamente hacia él, y Parkins retrocede, gritando, mientras esa cara espantosa «se acerca a la suya». En este punto, el Coronel rompe la puerta de una patada. Antes de llegar a la ventana, la aparición cae al suelo, formando un montón de ropa de cama, mientras Parkins se desmaya. Al día siguiente, el Coronel le quita el silbato y lo arroja al mar.

Eventualmente el Coronel colabora para quemar las sábanas, pero la obsesión de Parkins continúa. Está traumatizado por la experiencia y no puede soportar la visión de cosas como una túnica eclesiástica blanca colgada de una puerta o un espantapájaros solitario en el campo.

***


Análisis:

M.R. James nunca explica el significado de la inscripción FUR FLA FLE BIS, pero a la luz de la insripción en el otro lado del silbato [QUIS EST ISTE QUI UENIT], evidentemente es latín. Podría ser leída como una abreviatura de FURBIS, FLABIS, FLEBIS, que podemos traducir aproximadamente como «Robarás, soplarás, llorarás». Pero furbis no es del todo correcto en este contexto. Lo apropiado sería furari, aunque tampoco tendría demasiado sentido. Es probable que FUR sea simplemente FUR [«ladrón»], de modo que la frase podría interpretarse como: «Ladrón, si soplas este silbato te arrepentirás». Además del significado principal, M.R. James seguramente está jugando con la palabra latina bis, «dos veces», que es el número de veces que Parkins hace sonar el silbato.

En cuanto a QUIS EST ISTE QUI UENIT [«¿Quién es este que viene?»], podría ser una referencia a la Vulgata, más precisamente a Isaías 63:1: Quis est iste qui venit de Edom... [«¿Quién es este que viene desde Edóm?»]. La referencia, que es una especie de visión que Isaías tiene de Dios, añade: tinctis vestibus [«con la ropas enrojecidas»]. Volveremos sobre esto más adelante.

En nuestro análisis del cuento de H. Russell Wakefield: El triunfo de la muerte (The Triumph of Death), que homenajea al cuento de M.R. James, mencionamos que Silba y acudiré posee algunos tintes de acoso homofóbico. Antes de llegar a la posada, Parkins es atacado verbalmente por el «grosero señor Rogers», algunos años mayor, quien le sugiere ocupar la cama vacía «para mantener alejados a los fantasmas». El propio Parkins es representado como «poco varonil». En este contexto, Rogers intimida sexualmente a Parkins. Se invita a dormir con él para «protegerlo», como se protege a una mujer. Pero M.R. James parece ser inconsciente de esta subtrama.

Cuando Parkins visita la iglesia templaria en ruinas, y toca el silbato dos veces, a pesar de la advertencia en latín, no solo provoca al guardián sobrenatural, sino que no actúa como un profesor bien instruído [en la Biblia y en latín, cuyo conocimiento era un requisito para estudiar en Cambridge]. Parece, más bien, una típica damisela ignorante de la novela gótica o una protagonista de un cuento de hadas, una Caperucita Roja, digamos, que se sale del camino a pesar de las advertencias [ver: El Modelo «Caperucita Roja» en el Horror]

El fantasma o guardián del silbato, presumiblemente masculino debido al género gramatical utilizado en la inscripción latina, irrumpe en la habitación de Parkins y ocupa la segunda cama. A la mañana siguiente, cuando la criada le pregunta qué cama debería ordenar, ya que las dos están revueltas, M.R. James insinúa hábilmente el afeminamiento del protagonista. Parkins está «dando los toques finales a su traje de golf», es decir, está arreglándose [como una mujer], mientras la criada nota que la otra cama parece haber sido ocupada por alguien. No solo el lector puede inferir que Parkins ha aceptado la propuesta de Rogers de dormir en la otra cama, sino que la criada parece estar pensando lo mismo.


»—Por cierto, espero que pronto venga un amigo mío, un caballero de Cambridge, y ocupe la otra cama por una noche o dos. Supongo que todo estará bien, ¿verdad?

»—Oh, sí, sin duda, señor. Estoy segura de que no habrá problema —dijo la doncella, y se fue a reír con sus compañeras.


Parkins intenta poner fin a las especulaciones sobre sus hábitos nocturnos, pero no resulta convicente. Por eso la criada se va «a reír con sus compañeras». Un huésped que duerme en dos camas es suficientemente extraño como para ser debatido, pero uno que espera la compañía de otro hombre... bueno, ese es un dato jugoso. Lo cierto es que Parkins se siente avergonzado; y M.R. James se divierte al hacer que el joven profesor intente restaurar su dignidad varonil con un anacronismo: Parkins set forth [«Parkins partió»], como si se tratara de un caballero medieval en busca de aventuras.

En este caso, la aventura es jugar al golf con el experimentado Coronel. A pesar de las sabias advertencias del anciano, Parkins no se deshace del silbato, sino que lo guarda, incluso lo lleva a la cama. Un poco más tarde se despierta. Hay alguien en la otra cama:


«Con formidable rapidez se movió hacia el centro de la habitación y, mientras tanteaba, una esquina de sus cortinas pasó por el rostro de Parkins. No pudo (aunque sabía lo peligroso que era un sonido) contener un grito de disgusto, y esto le dio al buscador una pista instantánea. Saltó hacia él, y al momento siguiente estaba a mitad de camino a través de la ventana, lanzando grito tras grito en el tono más alto, y la cara de lino se acercó a la suya. En ese momento, casi en el último segundo posible, llegó la liberación: el Coronel abrió la puerta de golpe y llegó justo a tiempo para ver al espantoso grupo en la ventana. Cuando llegó a las figuras sólo quedaba una. Parkins se desplomó dentro de la habitación, desmayado, y, ante él, en el suelo, yacía un montón de ropa de cama.»


Es un pasaje vívido, y la escena en sí tiene algo de grotesco, con Parkins siendo abrazado por «un montón de ropa de cama». Pero, ¿qué intenta hacer el fantasma? El Coronel explica más tarde que ha visto algo parecido en la India. Pero el fantasma no parece estar tratando de tirar a Parkins por la ventana, como se especula, sino besarlo, como insinuó querer hacerlo el intimidante Rogers.

Es lícito preguntarnos porqué una historia con tan pocos detalles macabros, explicaciones vagas y casi nulo peligro se sitúa en la cima del cuento de fantasmas. Supongo que la respuesta se encuentra en la pregunta; porque es la vaguedad de Silba y acudiré, su falta de estructura, su cualidad casi surrealista, onírica, lo que destaca a esta historia, no solo del género, sino de otros grandes relatos de M.R. James. Cualquier anticuario puede descifrar la presencia vampírica del Conde Magnus, cualquier profesor puede lidiar con libros prohibidos y misteriosos grabados medievales, ¿pero qué puedes hacer con una cosa que no tiene sentido, que ni remotamente puedes empezar a comprender; una cosa que ni siquiera has visto con claridad, y que parece existir, o resonar, en los rincones más oscuros del subconsciente?

En este sentido, el fantasma de Silba y acudiré representa la sombra de la locura. Después de todo, Parkins es un hombre joven que se toma demasiado en serio su autoridad profesional, y evidentemente está aterrorizado de perder su dignidad. Antes de que ocurran los sucesos extraños en la posada, Parkins ya se encuentra en un terreno psicológico inestable: se muestra inseguro, angustiado, nervioso, y su encuentro con lo sobrenatural le proporciona el empujón final que su personalidad necesita para derrumbarse. Esto es una novedad para los protagonistas de M.R. James, pero un factor importante para que la historia continúe vigente. Hoy en día estamos habituados a sentir empatía por un personaje principal vulnerable y alienado [ver: E.A. Poe y la Locura como sublime forma de la inteligencia]

Silba y acudiré se apoya en el suspenso, la vaguedad y las implicaciones psicológicas, no en monstruosidades y revelaciones físicas. Quizás posee un tinte de parábola sobre la arrogancia intelectual y la desesperada soledad del ser, una soledad buscada antinaturalmente, ya que el deseo de Parkins parece ser la soledad: viaja solo, se aloja solo y explora solo. Rechaza ofertas de compañía, desprecia al único amigo que hace en Burnstow y duerme, casi desafiante, solo en una habitación doble. En cierto modo, Parkins expresa la advertencia de Nietzsche sobre mirar demasiado tiempo al abismo [porque el abismo te devuelve la mirada], que no es otra cosa que una advertencia contra dirigir la mirada introspectiva demasiado tiempo. Pero incluso cuando estamos solos con nosotros mismos todavía estamos en cierta clase de compañía. Es el Yo inexplorado, inconsciente, el que no querrías tener como compañero de cuarto.

Parkins en sí mismo se mueve en la liminalidad. Pertenece al ficticio St. James' College, y su especialidad académica es la Ontografía, el estudio [casi satírico] de la realidad y el estado del ser. Es, además, un racionalista. Cuando Rogers le hace la descarada broma sobre los fantasmas, Parkins lo sermonea diciendo que esos temas están por debajo de la dignidad de su cargo académico. Si bien sus colegas disfrutan de la creciente ira de Parkins, él no parece darse cuenta de esto y los considera justamente reprendidos.

Las ruinas templarias son un tema aparte. En un paseo, Parkins tropieza con unas piedras que, según cree, forman parte de las ruinas templarias. La base circular es visible, al igual que una base oblonga que imagina que es un altar. Hurgando en el altar con su cuchillo descubre una cavidad en la mampostería. Pone en su mano y palpa algo cilíndrico, que saca y se guarda en el bolsillo sin examinar en detalle. El tiempo está empeorando, así que se apresura a regresar a la posada. Mientras tanto, sus pensamientos se vuelven oscuros. El paisaje sombrío le recuerda las historias de fantasmas que leía cuando era niño, y se estremece al pensar en encontrarse con un ser de otro mundo. Evidentemente no aplica el mismo rigor racionalista en su monólogo interior. Mientras tanto, se da cuenta de que alguien lo sigue: una figura que parece estar corriendo pero que nunca gana terreno. Él mismo se siente cada vez más incómodo y echa a correr hacia la posada.

Después de cenar, examina el hallazgo: un silbato de bronce de diez centímetros con dos grabados en latín. Haciendo caso omiso de las marcas, le da un largo soplido y queda asombrado por su extraño y grave sonido [«tenía una cualidad de distancia infinita»]. De repente, el viento del mar sopla y golpea las ventanas. Parkins lucha para asegurarlas «como si estuviera haciendo retroceder a un ladrón robusto». Intenta dormir, pero cada vez que cierra los ojos su mente reproduce fragmentos de la visión de un hombre aterrorizado corriendo por la playa, saltando desesperadamente sobre los espigones. Este hombre no está identificado, pero la playa es la que visitó más temprano. Mientras Parkins observa, consternado, el hombre se desploma. De repente puede ver a su perseguidor bajando por la orilla: es una figura amorfa, compuesta de trapos blancos revoloteando, que anda a tientas [ver: Black Goo y otras monstruosidades amorfas en la ficción]

Parkins no puede obligarse a mantener los ojos cerrados, y la visión se corta antes de que la figura atrape al hombre. Enciende una luz. Aparentemente esto asusta a algunas ratas. Oye algo alejarse del costado de su cama, y lee hasta la mañana. Al día siguiente sermonea al Coronel cuando este habla de la tormenta de viento de la noche anterior y hace referencia a la superstición de silbar al viento. En medio de su sermón racionalista, Parkins señala que él mismo oyó un silbido anoche [derribando un poco todo su argumento] y le cuenta al Coronel sobre el silbato templario. El Coronel se alarma y advierte a Parkins que tenga cuidado de no involucrarse con lo sobrenatural.

Silba y acudiré seguramente seguirá resistiendo la prueba del tiempo. Su eficacia, creo, depende del hecho de tomar un cliché del relato de fantasmas [la sábana] y mezclarlo en una pesadilla confusa y retorcida. Como resultado, los antecedentes del misterioso compañero de cuarto de Parkins no sirven para echar luz sobre los hechos. Estos son apenas esperpentos envueltos en sábanas y sudarios que gimotean mientras arrastran sus cadenas, nada remotamente similar al tremendo viaje mental que Parkins debe atravesar.

Por alguna razón, es sencillo identificarse con Parkins; y aunque pocos de nosotros han encontrado un tesoro medieval [maldito, para colmo], todos podemos recordar un sueño perturbador en el que los objetos cotidianos cobran vida propia, o experiencias vívidas sobre sonidos y pensamientos intrusivos que no logramos reprimir. ¿Quién no se ha despertado en medio de la noche y confundido brevemente una sombra, un montón de ropa apilada sobre una silla, con la silueta de un huésped indeseado acechándonos en la oscuridad? [ver: El hombre al pie de mi cama]. Por eso no sorprende que M.R. James [como él mismo sostiene en el prólogo de Historias de fantasmas escogidas (Collected Ghost Stories)] se haya inspirado en una pesadilla tenida a los doce años sobre ropa de cama que cobraba agencia propia. Si bien la transferencia fiel de las emociones despertadas por una pesadilla es imposible, las buenas historias de terror siempre tienen una raíz autobiográfica.

En cuanto al pobre Parkins, puede que sea un sabelotodo y un aguafiestas, pero es un tipo bastante inofensivo cuya arrogancia está fundada más en su fe en la razón humana que en su propio intelecto. Es por eso que, al final de Silba y acudiré, no solo su ego es derrotado, sino su confianza en la racionalidad científica. Seguramente el hombre que regresó al salón de profesores de Cambridge estaba menos convencido de sus interpretaciones de la realidad y el papel de la humanidad dentro de ella.

Recordemos que Parkins es un estudioso de la [en ese momento ficticia] disciplina de la ontografía, que literalmente significa «estudio del ser», y que se ocupa de la filosofía de la relación de la humanidad con su entorno. Entonces, su visión del mundo está estrechamente ligada a la creencia de que podemos confiar en nuestros sentidos y que la realidad es objetivamente mensurable. Esto funciona muy bien para la vida práctica. Quiero decir, todos estaremos de acuerdo en que el fuego quema, que los perros ladran, que el sol es un sol, que comer y dormir son necesidades biológicas. Discutir estas verdades básicas sería coquetear con el gran enemigo filosófico de M.R. James: el relativismo.

Sin embargo, la realidad de Parkins no se basa sólo en su confianza en hechos científicos; implícitamente cree en todo lo que puede sentir, y rechaza como imposible aquello que no puede sentir. De ahí el trauma que le produce su fantasmagórico compañero de cuarto: Parkins está completamente despierto cuando ve la persecución del hombre por los espigones, y está plenamente consciente, y en presencia de un testigo [el Coronel], cuando es atacado por el Hombre de Lino. De hecho, el Hombre de Lino no solo se arroja sobre Parkins, sino que lo empuja hasta la ventana tratando de presionar su rostro «intensamente horrible» contra el suyo. Esta no es una confusión de los sentidos, una ilusión, un montón de ropa apilado en una silla que confundimos brevemente con un visitante nocturno: el Hombre de Lino lo está estrangulando. Pero incluso ante esta rotunda realidad, Parkins no tiene una explicación a la que aferrarse, nada que pueda utilizar para comprender a su atacante.

Las motivaciones del Hombre de Lino son un verdadero enigma, sin embargo, tenemos algunas pistas como para armar un esbozo de qué es y qué esta haciendo. En primer lugar, parece ser una especie de espíritu guardián establecido por los Templarios, y el silbato su dispositivo de invocación. No sabemos si los Templarios lo invocaban o si el silbato es una trampa para engañar a los saqueadores, pero el grabado en latín parece respaldar esto último.

En segundo lugar, el Hombre de Lino parece ser ciego, o al menos guiarse más por los sonidos que produce Parkins. Su comportamiento errático e impulsivo es similar al de otros demonios de M.R James, por ejemplo, los que pueden encontrarse en las historias del Canon Alberico y el Abad Thomas: es decir, seres subhumanos, apenas dotados de cierto grado elemental de inteligencia. Definitivamente no parece ser el fantasma de un individuo en particular, e incluso su relación con los Templarios no es concluyente. Podemos suponer que tiene alguna conexión con ellos por el lugar del hallazgo del silbato y el uso del latín, pero incluso esto es pura conjetura.

Solo tenemos un panorama bastante rudimentario de la naturaleza y las posibles motivaciones de la criatura. Los detalles más jugosos están fuera de nuestro alcance. Por ejemplo, cuando Parkins se retira de las ruinas templarias, mira hacia atrás y ve una forma humana que «parecía estar haciendo grandes esfuerzos para alcanzarlo, pero hizo poco o ningún progreso». Es decir, el Hombre de Lino parece querer perseguirlo, pero no logra reducir la distancia con Parkins. ¿Por qué? No tengo nada para aportar sobre esto. Evidentemente el Hombre de Lino existe fuera de la realidad en la que Parkins confía, e incluso parece ser presa de la mecánica del sueño, siendo el tratar de correr pero no avanzar un motivo clásico [ver: Significado de soñar con ser perseguido]

Es cierto, hay algunas pistas en el sueño en la playa. Si bien nunca se muestra que la cara del hombre que escapa sea la de Parkins, está implícito, sin embargo, tal episodio no se produce en la realidad objetiva. Es como si esta espantosa persecusión carente de movimiento tuviera lugar en otro plano, quizás el plano astral, sin la presencia física de Parkins. Si esto es así, el Hombre de Lino opera en dimensiones superiores que no tienen sentido en nuestra realidad. La mayoría de las historias de fantasmas lamentablemente prescinden de este elemento, como esperar que los espíritus respeten la física básica del tiempo y el espacio [ver: Borges, Lovecraft y el Feng Shui de la cuarta dimensión]

Sin embargo, en los cuentos de M.R. James podemos encontrar muchos perseguidores que superan las limitaciones de espacio/tiempo; es decir, persiguiendo pero sin preocuparese por alcanzar a sus víctimas en el plano físico. En El maleficio de las runas (Casting the Runes), El señor Humphreys y su herencia (Mr. Humphreys and His Inheritance) y Una advertencia para los curiosos (A Warning to the Curious), podemos encontrar ejemplos similares.

La siguiente pregunta, entonces, sería: ¿qué representa Parkins para el Hombre de Lino, y viceversa?

Lo más obvio es responder que la arrogancia intelectual de Parkins, su aislamiento social, son elecciones conscientes que lo han puesto en peligro, por ejemplo, al rechazar el gesto de Rogers, permitiendo que la otra cama permaneciera vacía, transformándose en una especie de incubadora a través de la cual el Hombre de Lino puede acceder a él. El segundo ejemplo de esa arrogancia intelectual se manifiesta en el rechazo de los intentos del Coronel de aconsejarlo. De hecho, el Coronel es el opuesto de Parkins: amigable y hablador; su personalidad transmite calidez social. La aparición del Coronel es decisiva para derrotar al Hombre de Lino. Como él mismo observa, parece que el único poder de la criatura es atemorizar. En cierto modo, los atributos del Coronel llenan el déficit moral de Parkins: su presunción y arrogante autosuficiencia. Si Parkins es el catalizador del Hombre de Lino, el Coronel es el antídoto.

Parkins es el tradicional personaje escéptico que descubre [demasiado tarde] que la realidad es más amplia de lo que cree, y llega a depender del Coronel, que si bien no es un ejemplo de humildad y mentalidad abierta, sí respeta los misterios del universo. Más profundamente, Parkins es el tipo de intelectual que considera que las cuestiones sociales son una distracción. Y es solo ante una experiencia sobrenatural que llega a comprender que la sociedad humana es una inversión necesaria para la supervivencia en un cosmos caótico e indiferente [ver: Cosmicismo: la filosofía del Horror Cósmico]

Esta noción es muy lovecraftiana, también la idea de que hay fuerzas poderosas e inhumanas, más allá de nuestra realidad, esperando entrar en nuestro mundo. Cuando Parkins, a pesar de las advertencias en los grabados, sopla el silbato, no solo abre un portal, sino que invita a entrar a los del Otro Lado. En este contexto, la sociedad humana y sus preocupaciones mundanas son una una especie de burbuja que nos aísla de lo desconocido, que siempre se asoma en los márgenes. Por eso, cuando el Coronel irrumpe en la habitación con su estilo cálido y humano, Parkins puede regresar a la burbuja que conoce y creer que está a salvo.

Sin quererlo, Parkins ha provocado todo esto al negarse a reconocer la presencia de lo sobrenatural. Ha ofendido al Otro Lado, y el Otro Lado ha cruzado para darle una bofetada. Es por eso que el Hombre de Lino no quiere arrojar a Parkins por la ventana. Lo estrangula, es cierto, pero lo que realmente está haciendo es presionar su cara contra la de Parkins, es decir, obligar a este último a mirarlo, a reconocerlo, a aceptar que existe.

De modo que, para Parkins, el Hombre de Lino es la prueba definitiva de un universo que desafía las explicaciones racionales. Sus movimientos caóticos, aleatorios, su falta de visión, su mudez, lo hacen extraño e inhumano. En lugar de hablar, o usar la vista para acercarse a su víctima, el Hombre de Lino tantea con sus extremidades envueltas en sábanas de una manera desorganizada y primitiva. Su ceguera, además, es un marcador literario tradicional que sugiere un nivel más profundo de comprensión: los hombres ciegos en la literatura clásica [como Homero, que significa «ciego»] a menudo subliman su sentido perdido de la vista, dándoles una capacidad casi sobrenatural de «ver» aquello que los ojos no pueden percibir, y así sentir [o tantear] las verdaderas dimensiones de la realidad.

En muchos aspectos, la audición es el sentido humano sobre el cual ejercemos menos control. Podemos mirar hacia otro lado si vemos algo que nos desagrada, pero somos incapaces de seleccionar lo que oímos y lo que no oímos. Estamos equipados con párpados, pero no hay defensa contra lo audible, no hay posibilidad de excluir el sonido. Incluso si nos tapamos las orejas, las vibraciones del sonido pueden sentirse, es decir, el sonido se vuelve algo palpable, corpóreo. El «rostro de lino arrugado», en esencia, es un rico mosaico sonoro compuesto de silbidos, viento y lamentos, sonidos que presagian, si no es que provocan, la crisis emocional de Parkins [ver: Lo olfativo, lo visual, lo auditivo y lo táctil en el Horror]

A su vez, el silbato templario escondido en una cavidad emite «un tintineo metálico» cuando el protagonista lo descubre, es decir, se lo oye antes de ser visto. Y en el momento en que guarda el silbato en el bolsillo y regresa a la posada, Parkins adquiere una mayor conciencia de los sonidos del mundo natural, como el «mar oscuro y murmurante», y sus pies que «traquetean» y «chocan» entre los guijarros. En resumen: Parkins puede desestimar e ignorar sus visiones, pero no puede escapar de su audición amplificada.


«Sopló tentativamente y se detuvo de repente, sorprendido y, al mismo tiempo, complacido por la nota que había obtenido. Tenía una cualidad de distancia infinita y, por suave que fuera, de alguna manera sintió que debía ser audible a kilómetros de distancia. Era un sonido, también, que parecía tener la cualidad (que comparten muchos olores) de formar imágenes en el cerebro. Por un momento tuvo muy claramente la visión de una vasta y oscura extensión nocturna, con un viento fresco y, en medio de ella, una figura solitaria. Tal vez habría visto más si la imagen no hubiera sido rota por la repentina ráfaga de viento contra su ventana.»


La descripción de un sonido que contiene una «distancia infinita», aunque su timbre es «suave», invoca una sensación de alteridad auditiva, una cualidad extraña que desafía las limitaciones de los sonidos mundanos. El efecto del silbato es tal que induce a Parkins el despertar de un nuevo sentido, una especie de imagen mental vívida. Absorto en su pequeño hallazgo arqueológico, Parkins vuelve a tocar el silbato:


«El sonido del silbato le había fascinado tanto que no pudo evitar intentarlo una vez más, esta vez con más audacia. La nota era corta, más fuerte que antes, y la repetición rompió la ilusión: no apareció ninguna imagen, como casi había esperado que ocurriera [...] ¿Pero qué es esto? ¡Dios! ¡Qué fuerza puede levantar el viento en unos pocos minutos! ¡Qué tremenda ráfaga! [...] Es suficiente para destrozar la habitación.»


El efecto producido por el primer silbido se rompe con la repetición, porque el propósito del silbato ya se ha logrado: invocar a la Guardián. De algún modo, esto también conecta a Parkins con la entidad, ya que puede ver esta «amplia y oscura extensión nocturna», en medio de la cual se encuentra la «figura solitaria», que luego es «rota» por el viento que azota la posada en respuesta al toque del silbato. Incluso el cínico [y, horror, ¡soltero!] Parkins está perturbado por este inquietante suceso auditivo. El viento repentino que responde al silbato adquiere cualidades antropomórficas: gime, corre, se eleva en un grito desolado.

El acto de silbar y el viento están conectados en el folclore [ver: Nunca silbes de noche]. Cuando el Coronel habla sobre la ventisca de la noche anterior, dice que «en mi antigua casa hubiésemos dicho que alguien ha estado silbando». El pragmático Parkins, por supuesto, desdeña tales comentarios, pero el Coronel, «poseedor de una voz de increíble fuerza» afirma que, sea o no una superstición, «creen en ello en toda Dinamarca y Noruega, así como en la costa de Yorkshire», lo cual sugiere que esta superstición tiene orígenes escandinavos. No estoy en posición de refutar o reafirmar el comentario del Coronel, pero en muchas novelas náuticas se insiste en que los marineros no silban en el mar, o cerca de él, por temor a que esto provoque una respuesta del viento.

Vale la pena destacar que uno de los atributos utilizados por M.R. James para delinear el personaje del Coronel como una persona de confianza es la posesión «de una voz de increíble fuerza». Aquí, la calidad sonora equivale a templanza, carácter y confiabilidad, marcadores hegemónicos de la masculinidad. Reducir el nombre del Coronel a su rango militar también sirve para fortalecer la idea de que es un hombre de razón, no un imbécil que se presta a cualquier superstición.

Por supuesto, el silbato no sólo ha convocado al viento, sino también a una entidad. A partir de este punto en la historia, lo auditivo se amplifica. Por la noche, Parkins percibe «ruido y movimiento» en la habitación. Enciende un fósforo y oye algo que corretea por el suelo [presume que son ratas, pero no las ve]. Es decir que lo visual escapa a la percepción mientras que lo auditivo está fuertemente presente. Al día siguiente, mientras regresan de jugar al golf, el Coronel y Parkins son interceptados por un niño «mudo de miedo» que, como un eco del viento de la noche anterior, comienza a «aullar» al contarles que ha visto a una figura en la ventana de la posada. Después de dormir profundamente durante una hora, «un ruido repentino» sacude a Parkins de su sueño «de una manera muy desagradable». Evidentemente, aquello que Parkins ha invocado anuncia su presencia auditivamente.

Lo auditivo y lo táctil pueden ser más aterreadores que lo visual, ya que su fuente permanece invisible. Es la sensación de algo presionado contra su cara, «crujiendo» incesantemente mientras lo obliga a retroceder hacia la ventana abierta, lo que provoca que Parkins sufra un brote psicótico y su posterior crisis de fe. En el momento solo atina a forcejar y a lanzar «un grito tras otro con el tono más agudo de su voz». Esto, evidentemente, lo hace más ubicable para el Hombre de Lino, pero también alerta al Coronel. Si este último no hubira intervenido, Parkins «se habría caído por la ventana o habría perdido el juicio». De este modo, una simple sábana animada es suficiente para que un impasible detractor de lo espiritual reevalúe sus creencias [ver: La biología de los Monstruos]

Por otro lado, el Hombre de Lino depende del tacto para moverse en nuestro plano. Esto, en apariencia, le da un tinte más humano, habida cuenta de que la mayoría de los animales no utilizan el tacto para cazar. ¿Es el Hombre de Lino una antigua inteligencia humana atrofiada o una criatura de una dimensión superior que no necesita ojos en su ambiente natural? No lo sabemos, pero sí podemos conjeturar que los sentidos de la vista, el gusto y el olfato están relacionados con placeres más refinados, pero el tacto, en el ámbito humano, parece estar casi enteramente relacionado con la exploración sexual. En la época de M.R. James, donde el sentido del tacto no se usaba típicamente para expresar afecto entre amigos y familiares mediante abrazos y besos, probablemente adquiría para el lector de aquellos años una asociación sexual.

En Silba y acudiré, además, el sentido del tacto del Hombre de Lino se expresa en el entorno íntimo del dormitorio, entre varones. Y dada la aparente ansiedad de Parkins respecto de sus pares masculinos [trata, con poco éxito, de mejorar su juego en el golf para integrarse con su círculo social], y de su vergüenza por la posible impresión que ha causado en la criada [estar hospedando a un compañero], el climax de la historia es tremendamente erótico. Incluso el título del relato está sacado de un poema de Robert Burns sobre dos amantes que deben encontrarse en secreto cuando su comunidad, que desaprueba esa unión, NO ESTÁ MIRANDO [siendo «ciegos», en cierto modo].

No estoy diciendo que Silba y acudiré es, en realidad, la historia de un hombre que convoca a un compañero de cama con un silbato, pero la subtrama homoerótica está ahí.

Por supuesto, podemos optar por aceptar o rechazar esta lectura dependiendo de nuestras preferencias, pero no se puede refutar que Parkins, al final, entiende que el universo [y, por extensión, su psique] está siendo tanteado por invasores no deseados, o por impulsos reprimidos tratando de abrirse paso en los momentos oscuros de la vida; y que la mejor defensa es tener a un buen amigo al lado.

Las persecuciones son frecuentes en los relatos de M.R. James. Como regla general, esta cacería implica que una criatura [no humana] persiga a un ser humano con un propósito desconocido, no necesariamente malévolo, porque lo que resulta fatal, o fronterizo de la locura, es la proximidad. El protagonista muere o se vuelve loco porque no puede soportar la cercanía, el toque del cazador, debido a una repulsión y un terror insoportables. Estas escenas pueden aparecer en un sueño [Silba y acudiré], o como una secuencia en un espectáculo de lámparas [El maleficio de las runas], o como grabados en una tumba [El Conde Magnus].

Tampoco podemos eludir el componente sexual de «soplar un silbato» templario, quienes fueron acusados de practicar la sodomía. Algunos biógrafos cuestionan la heterosexualidad de M.R. James, aunque la discusión está lejos de ser concluyente. Es cierto que M.R. James era un soltero empedernido [como Parkins] y que sus historias [como las de Lovecraft] no se caracterizan por incluir personajes femeninos, pero eso no significa que estuviera ocultando su propia homosexualidad. Sin embargo, en el mundo académico de M.R. James existía el temor constante de ser sospechado de tener inclinaciones homosexuales. Quizás el tema de ser perseguido por un varón que ocupa la cama vecina, o se oculta entre las sábanas, puede leerse como una evocación al miedo a las relaciones sexuales prohibidas, o al deseo de entablar tales relaciones. Una lectura freudiana ofrece una perspectiva completamente diferente sobre el tema de la agresión sexual en las historias de M.R. James: la ausencia de personajes femeninos podría ser evidencia del temor al sexo [ver: Freud, el Hombre de Arena, y una teoría sobre el Horror]

El inglés linen [«lino»] está directamente asociado con la ropa íntima de cama, hecha de lino tejido. No creo que tenga ninguna connotación adicional en el contexto de esta historia, además de referir al ámbito privado de la alcoba; aunque tal vez M.R. James esté haciendo una broma aquí, porque underlinen, en Inglés Medio, significaba «vestido», y aludía a estar vestido con la ropa de lino para irse a la cama, y linen-lifter [«el que levanta el lino», es decir, «el que desviste»], era un término utilizado para designar a un hombre adúltero. No sería extraño que una mente de anticuario como la de M.R. James tuviera en cuenta estas implicaciones, pero en definitiva resulta bastante vago.

M.R. James era medievalista, pero en contadas ocasiones llevó a la Edad Media a sus relatos. En lugar de ambientar sus historias en escenarios góticos convencionales [castillos, abadías, catacumbas], las situó en la sociedad contemporánea. Creía que algunos de los fantasmas más memorables, como Scrooge y el padre de Hamlet, eran contemporáneos de aquellos a quienes embrujaban. Silba y acudiré es una excepción. Aquí tenemos una aparición antigua catalizada por miedos y ansiedades modernas; de hecho, la historia tiene algunas analogías con la vida del propio M.R. James. Él también fue un erudito que descubrió pequeños tesoros medievales, entre ellos, un fragmento de manuscrito que condujo a la excavación de una abadía de West Suffolk, donde se encontraron las tumbas de varios abades del siglo XII [perdidas desde la Disolución de los Monasterios].

Hay algunos paralelos intrigantes aquí. Los Caballeros Templarios fueron suprimidos y disueltos por la Iglesia bajo la presión del rey Felipe IV. Los monasterios ingleses se disolvieron y gran parte de su historia se perdió bajo la presión del rey Enrique VIII. Quizás M.R. James hace una pequeña broma interna al nombrar a Parkins profesor del ficticio St. James. Pero Parkins es menos incrédulo de lo que parece: su escepticismo es «sagrado» para él, es decir, su irreligión es su religión. M.R. James era anglicano, hijo de un clérigo y hermano menor de un archidiácono, y sus opiniones eran marcadamente tradicionales. En este sentido, las referencias religiosas y teológicas que impregnan Silba y acudiré tienen más importancia de lo que el narrador deja entrever. El Coronel tiene «opiniones marcadamente protestantes»; el vicario local es veladamente anglicano, tal es así que el Coronel piensa que es «un papista encubierto, si no un jesuita».

También es importante que Parkins, que representa al materialismo y los logros intelectuales del mundo moderno, se haya olvidado de la Biblia [no recuerda si los saduceos aparecen en el Antiguo o en el Nuevo Testamento] y confiesa que su latín está «un poco oxidado». Para un medievalista como M.R. James, el latín y las Escrituras estaban en el centro de sus intereses. Cualquier erudito universitario enfocado en el pasado, no en el materialismo moderno, habría reconocido la frase que aparece en el costado del silbato [«¿Quién es este que viene?»] como una cita bíblica, y la habría podido interpretar como una advertencia. La pérdida de este conocimiento ha dejado a Parkins espiritualmente vulnerable.

El escepticismo de Parkins se enmarca en términos bíblicos: el Coronel lo llama «saduceo» [quienes creían que no hay resurrección ni espíritu] y el Vicario celebra un servicio religioso en la fiesta de Santo Tomás Apóstol, quien dudó de la Resurrección, hasta que Jesús [resucitado] se le apareció y lo invitó a arrepentirse. Creo que M.R. James pretende que Parkins sea una especie de Tomás, y la actividad paranormal de esta historia como al propio Cristo invitándolo a que crea. No es caprichoso que la frase grabada en el silbato [«¿Quién es este que viene?»] provenga de 63:1. El que «viene» es Dios, no bajo una forma amorosa, sino como un conquistador que castiga a sus [arrogantes] naciones enemigas. Si esto es así, la frase del Coronel: «hay algo en el fondo de lo que estos campesinos sostienen y han sostenido durante generaciones», adquiere una nueva dimensión teológica.

Parkins está en un peregrinaje espiritual, pero no lo sabe. Si consideramos que el Hombre de Lino es, en parte, representativo de aquello que los campesinos «han sostenido durante generaciones» [la creencia en Dios], el título del cuento adquiere un nuevo componente. Como ya hemos dicho, el título proviene de un poema de Robert Burns [escrito en dialecto escocés], narrado por una chica, quien le advierte a su amante que mantenga en secreto la relación:


Pero ten cuidado cuando vengas a cortejarme,
sube por atrás y no dejes que nadie te vea,
y ven como si no vinieras hacia mí.


Al «Ven como si no vinieras a mí» [come as ye were na comin’ to me] le sigue el verso: «mira como si no me estuvieras mirando» [look as ye were na lookin’ to me]. En otras palabras: cortéjame, pero que no se note. ¿Acaso Parkins cumple el papel de la mujer y Dios es quien lo corteja en secreto? Esto haría que la conexión templaria sea más rica. Las normas templarias fueron escritas por San Bernardo de Claraval, quien también sostuvo que El Cantar de los Cantares interpreta alegóricamente a una mujer sulamita como el alma humana, y al amante como representante de Cristo. Si superponemos esto sobre el poema de Robert Burns, Parkins es la chica que, sin saberlo, pide a Dios que venga a salvarla [«¿Quién es este que viene?»], y Dios va, en secreto, bajo la forma de una aparición fantasmal, cumpliendo el pedido de «Ven como si no vinieras a mí».

Al final de la historia, Parkins no es exactamente salvado [convertido], pero «sus opiniones sobre ciertos puntos son menos claras de lo que solían ser». El narrador observa, tal vez con un toque de ironía, que Parkins está mucho más susceptible por aquellas cosas que le recuerdan al Hombre Lino, de modo que «ni siquiera puede ver una sobrepelliz colgada de una puerta». El narrador no habla de una camisa o un saco colgado, sino de una sobrepelliz, una vestimenta litúrgica, que ahora sí es investida por Parkins de un elemento espiritual. El noviazgo con Dios, el Hombre de Lino o el amante secreto de Burns, aún no se ha consumado al final de esta historia, pero evidentemente el romance ha comenzado.

A M.R. James no le importa dar una explicación de los acontecimientos. Ni el silbido ni la entidad que invoca están sujetos a la conjetura de los personajes [el Coronel no es Van Helsing], Todo lo que el lector sabe es que ambos están vinculados a los Templarios. La noción de que algo tan mundano como la ropa de cama pueda convertirse en vehículo de esta intrusión infernal es un lindo detalle. La sencillez de las sábanas [asociadas a los fantasmas victoriano] genera una sensación de traición: ¿cómo puede algo tan irrelevante comportarse de una manera tan agresiva e inhumana y quebrar todo nuestro sistema de creencias? El Hombre de Lino es un invasor, alguien que viene desde Afuera, por lo tanto, lo mundano, lo heimliche, no puede proteger al protagonista; De hecho, lo familiar se vuelve contra él [ver: Lo Siniestro en la ficción]

Sin embargo, nada de todo esto es superficial. El hecho de que el silbato no tenga un pasado conocido, sino que simplemente llegue al presente y abra una puerta al caos, genera un efecto demoledor, la idea de que el infierno puede desatarse por nada, en la más pacífica de las vidas, con el más endeble de los pretextos.




Taller gótico. I Más de M.R. James.


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El artículo: El Hombre de Lino: análisis de «Silba y acudiré» [M.R. James] fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

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