M.R. James por H.P. Lovecraft


M.R. James por H.P. Lovecraft.




En su breve pero jugoso ensayo de 1927: El horror sobrenatural en la literatura (Supernatural Horror in Literature), H.P. Lovecraft nos regala un interesante repaso sobre la obra de M.R. James, aquel anticuario británico que, posiblemente, fue el mejor escritor de relatos de fantasmas de todos los tiempos [ver: El cuento de fantasmas de M.R. James]






M.R. James por H.P. Lovecraft.
[Extraído de El horror sobrenatural en la literatura (Supernatural Horror in Literature)]

En el polo opuesto del genio (Lovecraft se refiere aquí a Lord Dunsany), y dotado con un poder casi diabólico para invocar sutilmente el horror en medio de la vida cotidiana y prosaica, tenemos al erudito Montague Rhodes James, rector de Eton, anticuario de fama y reconocida autoridad en manuscritos medievales e historia catedralicia. El doctor James, muy aficionado a contar cuentos espectrales en Navidad, se ha convertido gradualmente en un autor de literatura fantástica de primer orden; y ha desarrollado un estilo y método distintivo que probablemente sirva de modelo a toda una larga serie de discípulos.

El arte del doctor James no es ni mucho menos casual, y en el prefacio a una de sus colecciones de cuentos ha formulado tres preceptos muy razonables para la composición de relatos macabros. Un cuento de fantasmas, nos dice, debe transcurrir en un marco familiar y contemporáneo que lo acerque a la esfera de experiencias del lector. Además, los fenómenos espectrales deben ser malignos más que benignos; dado que el miedo es la principal emoción a suscitar. Y por último, debe evitarse cuidadosamente la jerga, del "ocultismo" o seudo ciencia, para no sofocar la ilusión de verosimilitud en una pedantería poco convincente.

El doctor James, aplicando lo que preconiza, aborda sus temas de un modo ligero y a menudo locuaz. Una vez creada la ilusión de eventos cotidianos, introduce sus fenómenos inquietantes con cautela y gradualmente; aliviando a cada momento la tensión con pinceladas de prosaico costumbrismo y, de vez en cuando, un toque o dos de erudición anticuaria. Consciente de la íntima relación entre lo fantástico moderno y el peso de las tradiciones, James provee a menudo de remotos antecedentes históricos a sus incidentes; para así poder utilizar acertadamente su exhaustivo conocimiento del pasado, y su dominio del lenguaje arcaico. Un escenario favorito para un cuento de James es alguna catedral antigua, que el autor puede describir con toda la minuciosidad de un especialista en esa materia.

En sus narraciones abundan las viñetas de humor malicioso, los cuadros de costumbres y las caracterizaciones realistas, que en sus manos realzan el efecto general más que debilitarlo, tal como ocurriría con un artesano menos hábil. Al inventar un nuevo tipo de fantasmas, James se aleja considerablemente de la convencional tradición gótica; los viejos fantasmas eran pálidos, majestuosos y muy visibles, mientras que un típico espectro de James es magro, encogido y peludo -una reptante e infernal abominación nocturna a mitad de camino entre la bestia y el hombre- a quien por lo usual se lo toca antes de verlo.

Algunas veces el fantasma es de una composición aún más excéntrica; un rollo de franela, con ojos de araña, o una entidad invisible que se moldea en unas sábanas y muestra un rostro de tela arrugada. Es evidente que el doctor James tiene un conocimiento inteligente y científico de los nervios y sentimientos humanos; y sabe cómo distribuir afirmaciones, imaginería y sutil sugestión para asegurarse los mejores resultados con sus lectores. Es un artista en la composición de incidentes más que en la creación de atmósfera, y ataca las emociones en forma intelectual y no directamente.

Este método, con sus ocasionales ausencias de clímax, tiene, por supuesto, sus inconvenientes lo mismo que sus ventajas; y muchos lectores añorarán la tensión opresiva que escritores como Arthur Machen se preocupan en construir cuidadosamente con palabras e imágenes. Pero sólo un pequeño grupo de relatos pecan de insubstancialidad. En general, la revelación lacónica y experta de eventos siniestros es muy eficaz para producir el efecto deseado de avance inexorable del horror.

Los cuentos de M. R. James están reunidos en cuatro pequeños volúmenes, titulados respectivamente Historias de fantasmas de un anticuario (Ghost Stories of an Antiquary), Más historias de fantasmas de un anticuario (More Ghost Stories of an Antiquary), Un fantasma delgado y otros (A Thin Ghost and Others), y Una advertencia a los curiosos (A Warning to the Curious). También tenemos una deliciosa fantasía juvenil: Las cinco jarras (The Five Jars), que posee vislumbres espectrales. Entre esta riqueza de material es difícil seleccionar un cuento especialmente característico o favorito, aunque cada lector tendrá, sin duda, las preferencias acordes con su temperamento.

El Conde Magnus (Count Magnus) es por cierto uno de los mejores, ya que conforma una verdadera Golconda de suspenso y sugestión. Mr. Wraxall es un viajero inglés, que a mediados del siglo XIX visita Suecia en busca de información para la escritura de un libro. Se interesa por la antigua familia de De la Gardie, en las cercanías del pueblo de Raback. Estudia sus archivos, y encuentra particular fascinación en la historia del fundador de la vieja mansión familiar, un tal Conde Magnus, de quien se rumorean cosas extrañas y terribles. El Conde, que vivió a principios del siglo XVII, era un terrateniente de extrema severidad, famoso por la crueldad con que castigaba a los cazadores furtivos y a los delincuentes. Corrían oscuros rumores acerca de las extrañas manifestaciones que siguieron a su entierro en el gran mausoleo que él había ordenado construir en las cercanías de la iglesia. –como en el caso de dos campesinos que habían invadido los terrenos del Conde cierta noche un siglo después de su muerte. Se escucharon espantosos gritos en el bosque y luego, alrededor de la iglesia, una carcajada infame y el estruendo de una pesada puerta al cerrarse. A la mañana siguiente el sacerdote encontró a los dos hombres; uno loco, y el otro muerto con el rostro chupado hasta los huesos [ver: El otro Conde: análisis de «El Conde Magnus»]

Mr. Wraxall escuchó todas esas historias, y tropezó con referencias aún más siniestras relativas a un Oscuro Peregrinaje realizado en cierta oportunidad por el Conde hacia Chorazin en Palestina, una de las ciudades denunciadas por Nuestro Señor en las Escrituras, y en la cual nació el Anticristo, según lo afirman los viejos sacerdotes. Nadie se atrevió jamás a investigar qué era el Oscuro Peregrinaje, o qué extraña criatura acompañaba el regreso del Conde. Mientras tanto, Mr. Wraxall está ansioso por explorar el mausoleo del Conde Magnus, y finalmente consigue el permiso para hacerlo, en compañía de un diácono. Encuentra varios monumentos y tres sarcófagos de bronce, uno de los cuales es el del Conde. En los bordes de este último puede verse una serie de grabados que representan una singular y terrible persecución -la persecución de un hombre aterrado a través de un bosque por una figura baja, embozada y tentacular; dirigida por un hombre encapuchado desde un promontorio cercano.

El sarcófago tiene tres candados masivos de acero, uno de los cuales yace abierto en el piso, lo que le recuerda al viajero un ruido metálico que él había escuchado el día anterior cuando pasaba frente al mausoleo pensando ociosamente en que le gustaría ver al Conde Magnus. Su fascinación va en aumento y, apropiándose de la llave, realiza una segunda y solitaria visita al mausoleo y encuentra que otro candado se ha desprendido. Al día siguiente, el último de su permanencia en Raback, regresa vez más para despedirse de esas reliquias mortuorias.

Nuevamente siente el extraño y ridículo deseo de encontrarse con el noble allí enterrado, mirando con inquietud el único candado que permanece en el sarcófago. En ese mismo momento, la última cerradura cae ruidosamente al suelo, y se escucha el crujido de unas bisagras. Luego, la monstruosa tapa parece levantarse muy lentamente, y Mr. Wraxall escapa aterrorizado olvidando cerrar la puerta del mausoleo. Durante su regreso a Inglaterra el viajero siente una curiosa inquietud acerca de los pasajeros del barco con el que cruza el canal. Las figuras encapuchadas le ponen nervioso, y tiene la sensación de ser observado y perseguido. De las veintiocho personas que viajan, solo veintiséis aparecen durante las comidas; y las que faltan son siempre las mismas: un hombre alto y encapuchado, y otro más bajo y embozado. Completando su viaje en Harwich, Mr. Wraxall escapa en un carruaje cerrado, pero vislumbra dos figuras encapuchadas en una encrucijada.

Finalmente se aloja en una pequeña casa de pueblo y pasa el tiempo escribiendo frenéticamente. Al segundo día lo encuentran muerto, y durante la investigación siete miembros del jurado se desmayan a la vista de cuerpo. La casa en donde había permanecido quedó deshabitada durante medio siglo, y cuando fue demolida descubrieron su manuscrito en un armario olvidado.

En El tesoro del Abad Thomas (The Treasure of Abbot Thomas) un anticuario inglés descifra un criptograma en ciertos vitrales renacentistas, y por ese medio descubre un tesoro en un nicho oculto a mitad de un pozo ubicado en el patio de una abadía en Alemania. Pero el previsor depositario ha dejado un guardián, y en el oscuro pozo algo parecido a unos brazos rodea el cuello del investigador de tal forma que la búsqueda es rápidamente abandonada y manda buscar un sacerdote. Después de eso, durante cada noche el anticuario siente presencias sigilosas y detecta un horrible olor a moho en la puerta de su habitación de hotel, hasta que por último el sacerdote restaura en pleno día la piedra que ocultaba la cripta del tesoro en el pozo -de donde algo había surgido para vengar la intromisión en el oro del viejo Abad Thomas. Al terminar su obra, el clérigo observa una curiosa esfinge con forma de sapo en el antiguo muro del pozo, con una inscripción en latín: Depositum custodi [«vigila lo que dejo a tu cuidado»]

Otros notables cuentos de James son: Los sitiales de la catedral de Barchester (The Stalls of Barchester Cathedral), donde una grotesca escultura adquiere curiosa vida para vengar el secreto y sutil asesinato de un viejo diácono por su ambicioso sucesor; Silba, muchacho, y acudiré (Oh, Whistle and I'll Come to You, My Lad), que narra el horror invocado por un extraño silbato de metal hallado en las ruinas de una iglesia medieval; y Un episodio de la historia de una catedral (An Episode of Cathedral History), donde el desmantelamiento de un púlpito revela una tumba arcaica cuyo demonio acechante disemina el pánico y la pestilencia.

M. R. James, pese al tono ligero, puede evocar el espanto en sus formas más estremecedoras; y sin duda perdurará como uno de los pocos maestros realmente creativos en el territorio de sombras.

H.P. Lovecraft (1890-1937)




Relatos de M.R. James. I Relatos de H.P. Lovecraft.


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