Las Legiones de la Tumba: análisis de «Herbert West: Reanimador».


Las Legiones de la Tumba: análisis de «Herbert West: Reanimador».




Estar muerto, estar verdaderamente muerto, debe ser glorioso.
Hay cosas mucho peores que la muerte esperando al hombre.

[Conde Drácula]


En El Espejo Gótico hoy analizaremos el cuento de H.P. Lovecraft: Herbert West: Reanimador (Herbert West: Reanimator), publicado originalmente en la edición de febrero de 1922 de la revista Home Brew, y luego reeditado por Arkham House en la antología de 1943: Más allá del muro del sueño (Beyond the Wall of Sleep).

Comencemos por el resumen de Herbert West: Reanimador, y luego seguremos con el análisis.


I DESDE LA OSCURIDAD [From the Dark]

El Narrador y Herbert West se conocen mientras estudian medicina en la Universidad de Miskatonic. Herbert obtiene atención por sus ideas sobre la naturaleza [supuestamente] mecanicista de la vida. El alma es un mito, afirma, y la reanimación artificial es teóricamente posible por medios químicos, siempre que se tenga un cadáver fresco. Herbert experimenta con animales, pero cada especie requiere una fórmula diferente, por lo que decide cambiar a sujetos humanos.

Herbert West y el Narrador instalan un laboratorio improvisado en una granja abandonada. Desentierran a un joven ahogado, lo llevan al laboratorio y le inyectan la misteriosa solución de Herbert. El Narrador no es tan materialista como su compañero, y se pregunta qué podría hacer o decir una persona reanimada. El experimento fracasa. Los investigadores intentan revisar la fórmula, pero, de repente, surgen gritos espantosos del laboratorio. En la huída, Herbert West y el Narrador derriban una lámpara. La granja arde, destruyendo las pruebas del experimento; pero, ¿el cadáver también se ha quemado?

La gente de la zona descubre que la tumba del joven ahogado ha sido profanada. Es curioso, porque Herbert West y el Narrador la rellenaron cuidadosamente. Es como si alguien hubiese reabierto la tumba con sus propias manos. A partir de ese momento, Herbert West se vuelve más paranoico. Mira constantemente por encima del hombro y cree escuchar pasos detrás suyo.


II EL DEMONIO DE LA PESTE [The Plague-Daemon]

Brota una epidemia de tifoidea en Arkham. Herbert West y el Narrador ayudan, al igual que el principal antagonista de la historia, el decano de la universidad de medicina, Allan Halsey, que reprueba los experimentos de West. Cuando muere luchando contra la epidemia, Arkham le ofrece un funeral con todos los honores. Luego, West persuade al Narrador para efectuar otra exhumación. Regresan a casa a la madrugada con un tercer hombre. Pronto, los protagonistas son encontrados golpeados e inconscientes. El tercer hombre, el agresor, ha desaparecido por la ventana.

Un vigilante del cementerio de Christchurch es asesinado por algo con «garras». Ocho casas son allanadas, catorce personas son asesinadas y algunas devoradas. La policía captura a una criatura sin voz, más simiesca que humana, aunque su rostro tiene un parecido burlón con el del doctor Halsey. Lo recluyen en el Sefton Asylum. Durante dieciséis años se golpea la cabeza contra una pared acolchada. El siguiente comentario de Herbert hace que el Narrador se estremezca: «¡Maldita sea, no estaba lo suficientemente fresco!»


III SEIS DISPAROS A LA MEDIANOCHE [Six Shots By Midnight]

Ya recibidos de médicos, Herbert West y el Narrador comienzan su práctica conjuntamente en Bolton [al norte de Arkham]. Su mayor logro se produce cuando una pelea ilegal en una fábrica deja a un pugilista muerto, llamado Buck Robinson. Herbert se hace cargo del cadáver, aprovechando que los trabajadores desconfían de la policía. El experimento falla, y entierran al hombre en el bosque cerca del campo de un alfarero vecino. Al día siguiente un niño desaparece.

West atiende a su madre, quien muere de insuficiencia cardíaca esa tarde. Su padre lo culpa.

Esa noche los investigadores se despiertan al oír tremendos golpes en la puerta trasera. Temeroso del afligido padre, Herbert West lleva un revólver. Cuando ve al visitante vacía el arma: es Robinson, el boxeador muerto. Ha regresado con los ojos vidriosos y cubierto de moho, llevando entre los dientes un pequeño brazo blanco.


IV EL GRITO DE LOS MUERTOS [The Scream of the Dead]

Herbert West intenta preservar artificialmente sus especímenes antes de la reanimación. Desarrolla una solución de embalsamamiento superior a todo lo conocido por la ciencia. Cuando el Narrador regresa de unas vacaciones, West dice que ha puesto a prueba la solución: un hombre de negocios de St. Louis que estaba de paso cayó muerto [a las puertas de su casa] de un ataque cardíaco, y West conservó fresco el cadáver.

Realizan la reanimación con la esperanza de contemplar cómo se reactivan tanto la mente como el cuerpo. El cadáver se retuerce, convulsiona, como si estuviera envuelto en una lucha mortal. Abre los «ojos dilatados por el recuerdo de su última escena en la tierra». Llega a hablar coherentemente antes de volver a la muerte. Lo que dice sorprende y aterroriza al Narrador. Las palabras del reanimado prueban hasta dónde ha llegado Herbert West en sus demenciales procedimientos: «¡Ayuda! ¡Aléjate, maldito demonio, mantén esa maldita aguja alejada de mí!»


V EL HORROR DESDE LAS SOMBRAS [The Horror From the Shadows]

Para 1915, Herbert West se ha convertido en un prestigioso cirujano de Boston. Ahora experimenta con partes del cuerpo humano. Teoriza que las células y el tejido nervioso pueden funcionar de manera independiente, y ha desarrollado un cultivo de tejido «inmortal» a partir de embriones de reptiles. Se pregunta si la conciencia puede existir sin el cerebro y si existe alguna conexión «intangible» entre partes separadas. La Primera Guerra Mundial le permite poner a prueba estas ideas.

Herbert West y el Narrador se unen al cuerpo médico canadiense con la ayuda del mayor Clapham-Lee, que ha estudiado en secreto el proceso de reanimación. West transgrede todas las barreras morales y éticas, y sus actividades macabras se convierten en una obsesión. Incluso monta un pequeño laboratorio en el hospital de campaña, donde continúa cultivando tejido de reptil en una tina.

Cuando el mayor Clapham-Lee muere en un accidente aéreo, Herbert West no duda en descartar su cabeza cortada en la tina y reanimar su cuerpo. El reanimado recrea sus últimos momentos justo antes de que los proyectiles alemanes destruyan el hospital. El Narrador recuerda un grito terrible desde la tina antes de las explosiones: «¡Salta, Ronald [el piloto del avión], por amor de Dios, salta!»


VI LAS LEGIONES DE LA TUMBA [The Tomb-Legions]

De regreso en Boston, la obsesión de Herbert West se agudiza. Sigue reanimando partes aisladas del cuerpo, a veces uniéndolas a materia orgánica no humana. Sin embargo, todavía le queda un atisbo de escrúpulo. Teme lo que sus «experimentos» podrían llegar a hacer con el tiempo, sobre todo Clapham-Lee, entrenado en reanimación.

West instala su laboratorio en el sótano de su casa de Boston. Durante los preparativos, los trabajadores descubren un pasaje subterráneo que conecta con el cementerio vecino. West hace tapiar la antigua bóveda.

Una noche, Herbert West se entera de que Halsey ha escapado del manicomio, ayudado por un hombre que parece tener una cabeza de cera y sus secuaces. A medianoche, unas extrañas figuras entregan una caja negra de «Eric Moreland Clapham-Lee». El fin ha llegado, dice West. Él y el Narrador bajan al laboratorio y queman todo, también la caja sin abrir. Entonces el Narrador nota que la pared sobre la bóveda se desmorona, liberando un hedor insoportable.

La pared colapsa, una horda «humana, semihumana, fraccionalmente humana y nada humana» irrumpe en el lugar. El líder tiene una cabeza de cera encajada sobre los hombros. Lleva un uniforme de oficial canadiense. Algo, una monstruosidad, salta sobre Herbert West. Los otros se unen y destrozan su cuerpo. Mientras llevan los pedazos a la tierra, el Narrador nota que los ojos de West arden con «su primer toque de emoción frenética y visible».

El Narrador se desmaya. Al recuperar el conocimiento descubre que la pared ha sido reemplazada y, por supuesto, los detectives no creen su historia sobre el final de Herbert West. Implican que está loco o es un asesino.

***


La versión original de 1922 no comienza con esta misteriosa cita al «Conde Drácula» [To be dead, to be truly dead, must be glorious. There are far worse things awaiting man than death], que tampoco forma parte de la novela de Bram Stoker de 1897: Drácula. Es una ligera variación de un diálogo de Bela Lugosi en la película de Tod Browning: Drácula (Dracula, 1931), estrenada casi una década después de la aparición de Herbert West: Reanimador. La cita tampoco aparece en la reedición de Weird Tales de marzo de 1942 [fue introducida por August Derleth en Más allá del muro del sueño]. En una carta a Farnsworth Wright [editor de Weird Tales] fechada el 16 de febrero de 1933, Lovecraft comenta que salió del cine a mitad de la película.

El 24 de mayo de 1921, Sarah Susan Phillips, madre de HPL, falleció como consecuencia de una infección en la vesícula. Lovecraft estaba devastado. Se retiró a su habitación y durante meses no hizo más que escribir cartas y reflexiones sobre la inutilidad de la vida. Sin embargo, sus amigos y sus tías poco a poco lo fueron sacando del aislamiento. El 9 de junio visitó a un nuevo miembro de su asociación de prensa aficionada, una profesora jubilada, la señora Little, y en julio visitó el Hub Club, en Boston. A finales de 1921, un colega de la prensa amateur, G.J. Houtain, lo contrató para escribir una serie de cuentos extraños [¡por 5 dólares cada uno!]. El resultado fue Herbert West: Reanimador.


«Fue una tarea repulsiva la que emprendimos en la oscuridad de la madrugada, a pesar de que en ese momento carecíamos del especial horror a los cementerios que nos indujeron las experiencias posteriores (...) El proceso de exhumación fue lento y sórdido (podría haber sido espantosamente poético si hubiéramos sido artistas en lugar de científicos) y nos alegramos cuando nuestras palas tocaron madera.»


La mirada habitualmente racial de Lovecraft da un giro interesante en esta historia. La reanimación es posible en el plebeyo, el poco imaginativo, el profesional de la medicina, el oficial militar y el afroamericano. Las pequeñas distinciones estéticas entre los seres humanos son insignificantes para el procedimiento. Al final todos son zombis.

Pero esa es la consideración global. Lovecraft sigue siendo Lovecraft al hacer que la fórmula de reanimación deba ser ajustada para las diferentes «razas», y al pugilista negro se lo llama «gorila repugnante». El Narrador expresa una especie de racismo bioquímico en sus suposiciones cuando la fórmula no logra reanimar a Robinson [el pugilista] porque usaron la versión «blanca». Eso suele tomarse como un ejemplo del racismo de Lovecraft, pero lo cierto es que Robinson sí reanima, pero no de inmediato. Es el Narrador quien hace esa suposición racista.

Por otro lado tenemos a Herbert West, que actúa como el típico científico loco, pero que el Narrador describe en términos románticos como «un Baudelaire de los experimentos físicos, un lánguido Heliogábalo de las tumbas». Físicamente es pequeño y esbelto, de constitución delicada, rubio y de ojos azules. Carece de compasión y, a medida que progresa la historia, se vuelve menos intelectual. Pasa de ser un científico ensimismado en sus experimentos en un psicópata capaz de cualquier cosa.

El Narrador es un caso aparte. Uno puede entender que haya quedado deslumbrado por la capacidad intelectual de su colega, incluso mesmerizado por esos audaces experimentos, pero después del primer cadáver reanimado, gritando desesperadamente, después del Demonio de la Pestilencia, después del hombre de negocios [fresco porque West lo mató], sigue allí porque comparte secretamente las mismas motivaciones, a pesar de lo que él mismo diga. Es cierto, el Narrador puede sentir asco y miedo. No es el Igor perfecto; sin embargo, se queda hasta el final. Afirma que lo hace por miedo. No sé si creerle. Tal vez sólo sea el recurso que Lovecraft necesita para contar su historia.

Contra toda lógica, el Narrador tiene que permanecer cerca del centro de la acción, o de lo contrario Lovecraft no podría proporcionarnos un asiento en primera fila para el espectáculo. Los motivos del Narrador no importan demasiado. Es una herramienta.

Por otro lado, dos hombres adultos que viven aislados, ocultando actividades que consideran vergonzosas pero a las que no pueden resistirse, actividades que sus vecinos e incluso las autoridades condenarían, sugiere una subtrama interesante. Pero este es Lovecraft, un autor que repetidamente cuenta la historia de dos hombres cuya amistad, íntima y compleja, excluye todo lo demás. No obstante, no deja de ser curioso que la fachada de los dos protagonistas sea vivir juntos, algo que inmediatamente despertaría rumores y sospechas, no de experimentos clandestinos y profanaciones de tumbas, sino de interacciones más carnales e igualmente ilícitas en aquellos años.

La disposición de dos personajes masculinos, uno pasivamente subordinado a otro [monomaníaco en sus investigaciones] se repite en varias historias de Lovecraft. Algunos han atribuido este motivo a la supuesta homosexualidad reprimida del autor, aunque no hay ninguna justificación clara de ello. En cualquier caso, la orientación sexual de Lovecraft es irrelevante. De hecho, la disposición de sus personajes masculinos suele ser simplemente un giro narrativo. Como en Hipnos (Hypnos), donde al final se sugiere que el narrador y su compañero son en realidad la misma persona. Herbert West termina con una nota similar: después de la conflagración final, no se puede encontrar a West. Supuestamente ha sido desmembrado o incinerado o ambas cosas, pero ahora el Narrador está acusado de locura y asesinato. El muro que había separado el laboratorio de una antigua tumba llena de zombis vengativos ahora está extrañamente intacto. ¿Quién sabe? Quizás los reanimados practican la albañilería.

En apariencia, Herbert West es un personaje feminizado. Posee rasgos delicados, voz suave y apariencia perpetuamente juvenil. No es algo inaudito en la obra de Lovecraft. El Flaco de Providence hace lo mismo con Edward Derby en El ser en el umbral (Thing on the Doorstep). Pero, a pesar de ser una relación exclusiva y prolongada con el Narrador, no hay matices sexuales. West parece asexuado como parte de su frialdad general [ver: Lovecraft y la ansiedad de género: análisis de «El ser en el umbral»]

Herbert West: Reanimador es la contribución de Lovecraft al relato por entregas. Hay que decir que le disgustó el proceso, le pareció tedioso y artificial, con todas esas recapitulaciones al comenzar una nueva entrega y esos cliffhangers obligatorios al final. También es justo decir que Lovecraft no claudicó en sus principios por un [literal] puñado de dólares. Ninguna entrega de Herbert West: Reanimador no termina con una damisela en apuros atada a las vías del tren o a punto de ser cortada al medio por una sierra industrial.

La progresión del cuento es lógica: los primeros capítulos establecen la inevitable perdición de Herbert West [con el acento en una reanimación particular], y el último detalla la venganza de los reaparecidos. No es lo mejor de Lovecraft, en absoluto, pero hay pinceladas brillantes. El reanimado del primer episodio es espeluznante. ¿Por qué grita tanto? ¿Por qué está desesperado por regresar a su tumba? ¿Ser comido por gusanos es preferible a la vida reanimada? ¿Acaso la consciencia es atraída de vuelta al cuerpo físico, a través del proceso de reanimación, desde alguna otra esfera o plano de existencia? [ver: In Articulo Mortis: Lovecraft y algunas opciones para retrasar la muerte]

Las dificultades prácticas que enfrenta Herbert West explican, al menos en parte, los resultados desastrozos que obtiene. Los cadáveres poco «frescos» hacen que sea difícil lograr un reanimado racional y de buen comportamiento. Pero incluso el hombre de negocios que muere [asesinado] a manos de West termina siendo un reanimado combativo. ¿Por qué? ¿Acaso el alma parte en el momento de la muerte, antes de que West pueda administrar su fórmula? Sin el alma, lo que obtiene es un animal aterrorizado, puro impulso e instinto. Pero en el caso del Clapham-Lee, que tiene mayores habilidades cognitivas e impulsos más refinados, se obtiene un reanimado con capacidad para redirigir sus instintos hacia la venganza [ver: Toda materia es sensible]

El propio Herbert West critica el puritanismo por su rigidez, su restricción de la libertad personal y la exploración intelectual. De hecho, cuestiona la existencia de la mente o el alma separada del cuerpo físico. Las dudas ocasionales del Narrador son las de Lovecraft:


«Yo mismo todavía tenía algunas nociones curiosas sobre el alma tradicional del hombre, y sentía asombro ante los secretos que podía contar alguien que regresaba de entre los muertos.»


Más adelante añade, en relación al punto de vista de su amigo:


«Teóricamente no estaba del todo en desacuerdo con él, pero conservaba vagos restos instintivos de la fe primitiva de mis antepasados; de modo que no pude evitar mirar el cadáver con cierto asombro.»


S.T. Joshi [Enciclopedia de H.P. Lovecraft (An H.P. Lovecraft Encyclopedia)] afirma que Herbert West: Reanimador es el trabajo más pobre de Lovecraft; sin embargo, es también una de sus obras más adaptadas [al cine y a la novela gráfica, sobre todo]. ¿Por qué? ¿Se podría argumentar que es más fácil adaptar exitosamente una obra defectuosa que una obra maestra? Quizás sí, pero Joshi omite decir que un relato « pobre» de Lovecraft sigue siendo superior al promedio de historias de Weird Tales.

Es justo admitir que el argumento tiene serios defectos, que sufre por el formato de entregas. Pero Herbert West: Reanimador es un cuento escrito para este formato, y padece sus inconvenientes y limitaciones. Además, Lovecraft lo escribió por el incentivo de una recompensa monetaria. Autores más reconocidos, dentro y fuera del género, han producido obras peores bajo el mismo pretexto.

El propio Lovecraft, en sus cartas, sugiere que Herbert West: Reanimador es una parodia, más precisamente una parodia de la novela de Mary Shelley: Frankenstein (Frankenstein). Y, siendo una parodia, es lógico que no encontremos la sensibilidad y moralidad del Monstruo de Shelley, o el cuestionable sentido de paternidad de Victor Frankenstein. Antes de Mary Shelley, Giovanni Aldini (1762-1834) hizo algunos experimentos con fuerzas galvánicas para lograr la reanimación humana. Al igual que Herbert West, Johann Conrad Dippel (1673-1734), el naturalista alemán, experimentó con medios químicos para prolongar la vida humana. Dippel informó haber descubierto el elixir de la vida, pero no hay evidencia de sus efectos. Curiosamente, Dippel nació en el Castillo Frankenstein, en Alemania.

Más interesante que la conexión con Frankenstein, Herbert West: Reanimador también sigue aproximadamente el mito órfico: el protagonista, un genio incomprendido [Orfeo en la música, West en la ciencia], desciende al inframundo para recuperar a alguien que ha muerto [Orfeo a Eurídice, West a cualquiera]; a pesar de su éxito, es destrozado al final [Orfeo es despedazado por las ménades, West es desmembrado por sus reanimados].

A pesar de su materialismo y ateísmo declarados, los primeros cuentos de Lovecraft muestran una moralidad convencionalmente religiosa. En Herbert West: Reanimador, la llegada del horror es anunciada por una ráfaga de alusiones a «las cavernas de pesadilla del Tártaro», o «un afrit [demonio] de los salones de Eblis» [el demonio gnóstico]. Cuando la plaga de tifoidea le proporciona a Herbert West sujetos adicionales, «los demonios bailaron sobre los tejados de Arkham». Uno de los reanimados es comparado con «la demoníaca alma encarnada de la plaga misma». Muchas imágenes de este cuento derivan de fuentes mitológicas [vagamente] judeocristianas, griegas y romanas. A medida que Lovecraft desarrolló sus ideas, estas entidades fueron reemplazadas por seres extraterrestres e impersonales, como Nyarlathotep y Cthulhu [ver: Cthulhu: anatomía de un Primigenio]

El final de la historia parece contradecir el materialismo propugnado en los episodios iniciales. Los reanimados alcanzan a los protagonistas, y su venganza es coordinada por una cabeza incorpórea que habla. Debido a que esto está en directa oposición a la visión materialista expuesta al comienzo, no es ilícito pensar que estas escenas pretenden ser una parodia. En lo personal, todo el conjunto suena como un ejercicio de «¿qué pasaría sí...?», que décadas más tarde sería llevado al absurdo por el comic. En este caso, las preguntas serían: ¿qué pasaría si un cuerpo reanimado fuera dañado de alguna manera espantosa al momento de morir? ¿Qué pasaría si sólo se reanimaran partes del cuerpo? ¿Qué pasaría si un cadáver reanimado pudiera hablar? ¿Qué pasaría si sólo se reanimara el cuerpo, pero no la cabeza? ¿Qué pasaría si reanimaras una cabeza y la mantuvieras viva en una tina llena de tejido reptil indiferenciado? Las extravagantes respuestas de Lovecraft exploradas en Herbert West: Reanimador, paródicas o no, constituyen una contribución significativa al género.

Ahora bien, es posible que Lovecraft haya comenzado con la idea de escribir una parodia. El clímax de la primera parte raya en lo chaplinesco, con nuestros protagonistas saliendo por la ventana y prendiendo fuego accidentalmente la casa. En el camino, las cosas se vuelven más «serias». Cinco dólares por entrega [y son seis] era un monto interesante para el Flaco de Providence, cuyos ingresos siempre fueron exiguos. Sacrificarlo por una parodia, cuando el lector buscaba un pulp serial, era una jugada arriesgada.


«Escribir por encargo, arrastrar a una figura a través de una serie de episodios artificiales, implica la violación de esa espontaneidad y unicidad que debería caracterizar al cuento. Reduce al infeliz autor al nivel común de trabajo mecánico y poco imaginativo. Sin embargo, cuando uno necesita el dinero no es escrupuloso, ¡por eso he aceptado el trabajo!»


Frankenstein evidentemente influyó en Herbert West: Reanimador; pero hay que dejar de lado [TODAS] las adaptaciones cinematográficas de la novela para entender esa influencia. Mary Wollstonecraft [1759-1797] murió al dar a luz a su hija, Mary [Shelley después de contraer matrimonio con Percy Shelley]. Este drama personal es el trasfondo de Frankenstein, que además nos permite interpretar algunas de las conexiones obvias entre la creación del Monstruo y el nacimiento [y abandono] de un hijo.

En ambos casos, Victor y Herbert intentan subvertir las leyes naturales reanimando a los muertos, pero Victor es conciente del dilema moral que enfrenta, mientras que Herbert, quien permanece anormalmente joven durante toda su vida, constituye un ejemplo del hijo eternamente desafiante y desobediente. No sólo continúa reanimando cadáveres sin deshacerse adecuadamente de ellos cuando las cosas no salen bien, sino que sigue escalando en sus experimento, sin ningún tipo de restricción moral [ver: IA y el Golem de Dios]

La referencia a «Haeckel» —Ernst Heinrich Philipp August Haeckel (1834-1919)— es interesante. Este biólogo y naturalista alemán apoyó vigorosamente la teoría de la evolución darwiniana. Pero lo más relevante para el análisis de Herbert West: Reanimador es la teoría de Haeckel sobre el urschleim, el «limo primordial» a partir del cual habría evolucionado la vida en la Tierra [ver: Black Goo y otras monstruosidades amorfas]. Rechazó la existencia de una fuerza vital, y argumentó que la biología era una rama de la física. En otras palabras, Haeckel propuso que la materia orgánica viva estaba sujeta a las mismas leyes que la materia inorgánica o muerta. Herbert West sigue este modelo, y también las dificultades que enfrentaron los investigadores médicos de finales del siglo XIX y principios del XX para adquirir cadáveres.

Con la expansión de la formación y la exploración médica a fines del siglo XIX, sumado a la falta de refrigeración apropiada, conseguir cuerpos «frescos» era una necesidad de mercado. Como resultado, los «ladrones de cadáveres» [como los de Robert Stevenson] se convirtieron en una próspera industria que operaba en los cementerios durante la noche. En algunos lugares las cosas se volvieron más turbias, como en Edimburgo, Escocia, donde operaban William Burke y William Hare, capaces de entregar cuerpos frescos por encargo siendo ellos mismos quienes se encargaban de asesinar a sus mercancías. El propio Herbert West llega a estos extremos, aunque es probable que Lovecraft se haya inspirado en los dos estudiantes de medicina que exhuman el cuerpo de Henry Armstrong en Una noche de verano (One Summer Night) de Ambrose Bierce.

El Narrador se refiere a Herbert West como un «Heliogábalo de las tumbas». Heliogábalo —seudónimo post-mortem de Marco Aurelio Antonino Augusto— fue un emperador romano conocido por su depravación sexual. Lovecraft tenía una edición de Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano (The History of the Decline and Fall of the Roman Empire) de Edward Gibbon, quien asegura que Heliogábalo «se abandonó a los placeres más groseros con furia incontrolada». Es probable que los «excesos» que denuncia Gibbon hayan sido adornados por rivales políticos, sin embargo, hay muchas testimonios de aberraciones públicas presenciadas por historiadores romanos contemporáneos.

Al relacionar a Herbert West con Heliogábalo, el Narrador nos da una pista sobre la feminización de su amigo. Los rasgos delicados de West resuenan en la mención de Heliogábalo, quien [según Dion Casio] se pintaba los ojos, se depilaba y lucía pelucas para prostituirse en tabernas e incluso en el palacio imperial. De hecho, Heliogábalo llevó a Roma a los médicos más prestigiosos para que pudieran dotarlo de genitales femeninos. El procedimiento, se cree, nunca se llevó a cabo. Heliogábalo solo se circuncidó, pero es considerado por muchos historiadores como el primer caso documentado de persona transexual.

El motivo de reanimar a los muertos deriva superficialmente de Frankenstein, pero el procedimiento llevado a cabo por Herbert West es muy diferente del de Victor Frankenstein, quien ha ensamblado un cuerpo a partir de fragmentos humanos dispares. Sólo en una etapa tardía, ya completamente obsesionado, West recurre a este tipo de ensamblaje fragmentario, y para entonces el cuento ha caído en una clara parodia. Es posible, insisto, que Lovecraft comenzara a escribir con moderada seriedad, pero al percibir el creciente absurdo y grotesco del argumento, abandonó el intento de crear una obra «seria»; es decir, una obra que se tome en serio a sí misma. Es muy difícil pensar que no se trata de una parodia, por ejemplo, leyendo el siguiente párrafo:


«Todavía puedo ver a Herbert West bajo la siniestra luz eléctrica mientras inyectaba su solución reanimadora en el brazo del cuerpo decapitado. No puedo describir la escena; me desmayaría si lo intentara, porque hay locura en una habitación como un osario, con sangre y restos humanos que llegan casi hasta los tobillos en el suelo viscoso, y con horribles anomalías reptilianas que brotan, burbujean y se hornean sobre un parpadeante espectro verde azulado de luz tenue en un rincón lejano de sombras negras.»


Al igual que Crawford Tillinghast en Desde el más allá (From Beyond), Herbert West no posee los remilgos de Victor Frankenstein [ver: ¡No te metas con la glándula pineal!: análisis de «Desde más allá»]. Lovecraft refinaría considerablemente el tropo del científico loco a través de eruditos cuyas investigaciones liberan, sin saberlo ni quererlo, horribles monstruosidades que amenazan la fibra misma del universo. Aquí estamos en un nivel mucho más bajo. West trabaja en un laboratorio con el suelo cubierto de miembros amputados y reanimados que claman por volver a la tumba. El horror se limita a eso, que no es poco, pero que no requiere de la intervención de indiferentes entidades extradimensionales [ver: Seres Interdimensionales en los Mitos de Cthulhu]

Crawford Tillinghast y Herbert West expresan concepciones filosóficas cercanas a las creencias de Lovecraft, aunque de manera frívola, como si el Flaco de Providenc estuviera riéndose de sí mismo. West cree [«como Haeckel»] «que toda vida es un proceso químico y físico, y que la llamada alma es un mito». Por lo tanto, reanimar a los muertos es teóricamente posible, ya que el soporte etéreo, intangible, el «alma», no existe. Sin embargo, hacia el final de la historia esta premisa se lleva a extremos tan absurdos que, de nuevo, podemos sospechar que se trata de una autoparodia. Herbert West, habiendo demostrado sus teorías materialistas reanimando a los muertos, ahora se aventura más lejos, hacia ideas «extravagantes y originales» sobre las propiedades vitales e independientes de las células orgánicas y el tejido nervioso separados de los sistemas fisiológicos naturales.

En resumen: Herbert West quiere resolver una cuestión biológica: si la conciencia y la razón son posibles sin el cerebro, entonces proceden de otro lugar, lo cual es una total contradicción con el materialismo, algo que el propio Lovecraft no habría tolerado. Esto coloca al horror de Frankenstein bajo una luz completamente nueva.

Herbert West y Victor Frankenstein no viven historias paralelas, más bien abrevan en un mito común: Prometeo. Sin embargo, hay otros elementos [menores] compartidos en ambas narrativas. Víctor jura crear una pareja para su Monstruo, mientras que Herbert West pronuncia el juramento hipocrático en la Universidad de Miskatonic [esta es la primera mención de tan noble institución] implícito en su título de médico. Los valores cristianos funcionan como una barrera de prohibición para Victor. Para Herbert West, la prohibición es emitida por las autoridades de la universidad. Victor Frankenstein solo transgrede las prohibiciones, y a menudo recula. Por ejemplo, destruye la pareja que hace para el Monstruo, mientras que West usa el asesinato para para adquirir un espécimen más fresco. En el mito de Prometeo, las acciones del protagonista afectan a la humanidad, ya que el engaño de Prometeo [entregarle el fuego a la humanidad] es lo que impulsa a Zeus a eliminar el conocimiento [del fuego] de la humanidad.

Las similitudes entre Herbert West y Charles Dexter Ward son obvias. Ward encarna el potencial destructivo de saber demasiado sobre el pasado, West personifica el potencial destructivo de la ciencia futura. Ambos comienzan sus investigaciones con cierta inocencia, creyendo que actúan con altruismo; sin embargo, a medida que continúan sus búsquedas se vuelven más personales y egoístas [Charles Dexter Ward vive en «la antigua mansión Halsey», nombre del decano antagonista de West]. El ego de Herbert West lo lleva al asesinato mientras su búsqueda de conocimiento muta en un vehículo hacia el poder y la fama. El propio Herbert se encarga de alertar sobre el potencial destructivo de la ciencia cuando no se rige bajo la ética; de hecho, sus actividades presagian muchos de los dilemas éticos que la ciencia debe enfrentar en la actualidad. No quiero decir que Lovecraft haya previsto el desarrollo de la ingeniería genética; simplemente que le preocupaba que la ciencia, usando el pretexto de la búsqueda del conocimiento, no considerara las consecuencias de sus descubrimientos.

Siempre se habla de que Lovecraft estaba interesado en el «conocimiento prohibido», en general, a través de libros apócrifos, como el Necronomicón, pero, además de plantear el potencial destructivo del conocimiento, el Flaco de Providence cuestiona el derecho del ser humano a obtenerlo.




H.P. Lovecraft. I Taller gótico.


Más literatura gótica:
El artículo: Las Legiones de la Tumba: análisis de «Herbert West: Reanimador» fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

2 comentarios:

nito dijo...

Como están!? Este cuento es recomendable para gente que aún no incursionó en la obra de LOVECRAFT!
Es sencillo, muy llevadero, entretenido, y de rápida lectura a pesar de no ser un cuento corto.

Anónimo dijo...

Los re-animator son excelentes cuentos todos ellos, precisamente por ser sencillos y muy bien escritos, al contrario de algunos más "avanzados" pero en mi opinión más tediosos por lo intrincado de su prosa y de su trama, así como sus repetitivos argumentos.
Un saludo.



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