Lovecraft y los mundos subterráneos: análisis de «El Montículo».
¡Estamos de regreso! [al menos por un tiempo] Y como el tiempo es precioso, vamos a dedicarlo a lo que más nos gusta. En esta ocasión, analizaremos El Montículo (The Mound), escrito en colaboración entre H.P. Lovecraft y Zealia Bishop, y publicado originalmente en la edición de noviembre de 1940 de la revista Weird Tales.
Resumen: Un etnólogo anónimo visita el pueblo de Binger, Oklahoma, persiguiendo la leyenda de un montículo embrujado por la aparición de un hombre durante el día y una mujer sin cabeza durante la noche. Aquellos que visitan el montículo a menudo regresan completamente enajenados, o no regresan en absoluto.
Algunos curiosos no solo han ido al montículo, sino a su interior; más recientemente, un par de hermanos. Uno regresó tres meses después, con el cabello blanco y los órganos internos destrozados. Se disparó a sí mismo, dejando una nota sobre el terrible poder de los habitantes del montículo. El narrador ve las apariciones y habla con el wichita local. Águila Gris, el jefe, trata de advertirle [en un dialecto insoportable] que no se aventure al montículo; sin embargo, cuando el narrador se muestra decidido a ir, Águila Gris le presta un colgante hecho por la gente debajo del montículo. Sugiere que puede proteger al narrador, dado que así lo ha hecho con su familia durante más de un siglo.
En lo alto del montículo, el césped no muestra señales de vida. Allí, el narrador descubre un cilindro al que se adhiere un disco «magnéticamente cubierto de espantosas tallas». En su interior se encuentra La Narrativa de Pánfilo de Zamacona y Núñez, señor de Luarca en Asturias, Sobre el Mundo Subterráneo de Xinaián, 1545, d. C..
Pasemos ahora a las memorias de Zamacona, un conquistador que siguió la infructuosa búsqueda de Coronado de El Dorado. Zamacona conoce a un joven llamado [Dios nos ayude] Charging Buffalo, quien le cuenta sobre sus expediciones fallidas bajo el montículo. Zamacona sigue sus instrucciones a través de pasajes subterráneos con bajorrelieves de los dioses Yig y Tulu [ver: ¿La palabra «CTHULHU» es un código secreto?]. Finalmente emerge bajo un cielo azul que se extiende sobre una vasta llanura. Ve un rebaño distante de animales, indistinto pero aterrador, y relucientes pueblos abandonados. Encuentra un templo en ruinas rodeado de estatuas tan nauseabundas que sus costumbres católicas le impiden darnos una descripción explícita. En el interior encuentra algo aún más impactante: casi todo está hecho de oro macizo.
De repente oye la manada que se acerca. Los animales intentan entrar en el templo, pareciendo más inteligentes de lo que deberían ser, pero finalmente se van. Por la mañana llegan personas de apariencia humana. Explican a través de la telepatía que han venido en respuesta al mensaje de la manada. Los K'n-yan son extraterrestres, antepasados de la humanidad, conducidos bajo tierra hace mucho tiempo. Sin embargo, sienten una gran curiosidad por el mundo exterior. Lamentablemente, no pueden permitir que los visitantes regresen a casa. Al enterarse de los nuevos conquistadores de Estados Unidos, deciden volver a colocar centinelas en sus puertas [ver: Lovecraft y las lenguas extraterrestres]
Llevan a Zamacona a Tsath, una ciudad de torres gigantes. Allí observa las diversas clases de esclavos: bestias inteligentes que realizan trabajos, esclavos que trabajan bajo órdenes hipnóticas y cadáveres animados. Muchos cadáveres han sido mutilados, algunos carecen de cabeza y otros tienen extremidades injertadas. Los K'n-yan se entretienen no solo cambiando entre formas materiales e inmateriales, sino también dando forma a otros seres y objetos a voluntad. Los esclavos también son fuente de carne. Incluso el conquistador se siente perturbado [ver: Seres Interdimensionales en los Mitos de Cthulhu]
Le dan a Zamacona un cronograma de reuniones académicas y le asignan un grupo de guardaespaldas. Durante cuatro años vive entre ellos, evitando muchas actividades y comidas, rezando su rosario en penitencia. Quiere irse desesperadamente. Los K'n-yan están degenerando rápidamente, y su propia presencia puede estar acelerando este proceso al introducir tanto el miedo a la invasión como el deseo de ver el mundo exterior. La gente sacia esta inquietud con transmutación, sadismo y superstición. Zamacona practica un fallido intento de fuga, luego comienza a escribir este relato. Como Scheherazade, le preocupa lo que sucederá cuando sus anfitriones se aburran de él.
Una mujer, T'la-yub, se enamora de Zamacona y se une a su próximo intento de fuga. Ella es familiar de los señores de una puerta menor y secreta. Sin embargo, Zamacona la está utilizando; una vez libre, tiene la intención de abandonarla por una buena y confiable esposa española. Se visten de esclavos y se escabullen con cinco bestias cargadas de oro; pero una logra huir. Zamacona y T'la-yub casi lo logran, pero la bestia que se escapó los delata y son capturados. T'la-yub es enviada al anfiteatro, decapitada y obligada a vigilar la puerta de su familia. Zamacona se salva, pero si intenta escapar de nuevo sufrirá un destino similar, o peor.
Por supuesto, Zamacona lo intenta de nuevo, esta vez viajando en un estado de energía, indetectable. Planea llevar consigo este documento, y ahí es donde terminan las memorias.
Volviendo al presente: el narrador presenta el manuscrito a Binger como un engaño, pero en secreto se pregunta qué le sucedió a Zamacona. ¿Se escapó o fracasó en el último momento, capturado por su propia amante no muerta? En el montículo encuentra que le han robado su pico y su pala. Usando su machete, irrumpe en una cámara interior. Encuentra una linterna del explorador más reciente. Encuentra bajorrelieves que coinciden con los del manuscrito. Deja de esperar que el lector le crea.
Manos invisibles parecen tirar con fuerza de él. Especula alocadamente: los K'n-yan, cada vez más degenerados, se han vuelto más inmateriales y supersticiosos, y ahora solo los detiene su veneración por el metal alienígena. Ve su pico y su pala. Cree que puede ver a los K'n-yan y a sus bestias: «las blasfemias de cuatro patas con cara de simio y cuernos salientes». Algo va hacia él. Ve [algo] enmarcado entre las estatuas de Yig y Tulu. Deja todo y, presa del pánico irreflexivo, vuelve a la superficie.
Lo que el narrador ha visto es el cuerpo reanimado de Zamacona, sin cabeza, sin brazos, sin pantorrillas, con las siguientes palabras grabadas en español: «Sujetado por la voluntad de K'n-yan en el cuerpo sin cabeza de T'la-yub».
Túneles hacia un mundo subterráneo, ídolos hechos de un metal alienígena, ruinas profundas, pueblos originarios de norteamérica [Wichita, específicamente] que adoran a Tig, los K'n-yan que adoran a Tulu [Cthulhu] y, según se cree, también a Tsathoggua, todo esto forma parte de El Montículo, donde las aterradoras entidades de los Mitos de Cthulhu, al menos para los K'n-yan, se han convertido en amistosas figuras parentales y diosas de la fertilidad, mientras que la tortura y el horror sacrificial se han trasladado al reino secular [ver: Lovecraft y el culto secreto de los Antiguos]
El Montículo es una de las tres colaboraciones entre Lovecraft y Zealia Bishop [las otras dos son La maldición de Yig (The Curse of Yig) y El rastro de Medusa (Medusa's Coil)]. En realidad, hablar de colaboración aquí es un tanto exagerado. Algunas fuentes afirman que El Montículo fue escrito a partir de una sola oración de Zealia Bishop, otras sostienen que ella escribió el borrador original, pero que Lovecraft lo revisó tan extensamente que lo convirtió en un relato casi completamente suyo. Sin embargo, esta historia es diferente de otros relatos de Lovecraft. Si bien las descripciones vertiginosas y profundas de la cultura K'n-yan resuenan en otras obras de los Mitos de Cthulhu [y la palabra «ciclópeo» aparece con la frecuencia suficiente para constituir una firma de autor], en otros lugares las costuras se ven claramente.
El racismo en El Montículo es menos ingenuo, en cierto modo, más sistemático que en otros cuentos del flaco de Providence [ver: «La Sombra sobre Innsmouth»: del odio racial a la empatía]. Normalmente, la xenofobia de Lovecraft es intuitiva [una especie de repulsión impulsiva e irreflexiva], no el producto de una meditación profunda sobre el tema. Aquí ese esquema se rompe con un narrador antropólogo y una narrativa profundamente informada sobre la antropología de los años treinta. Si bien al principio esto parece más abierto, dejando de lado por un momento el dialecto ofensivo y los nombres estereotipados, el narrador parece feliz de involucrar a los Wichita entre los seres humanos. La historia desciende, como el conquistador Zamacona, hacia algo mucho más terrible de lo que el lector espera [ver: Lovecraft contra los finales de mierda]
De principio a fin, El Montículo está formado por las ideas de su tiempo sobre los ciclos de la vida cultural; esto es: que todas las culturas comienzan en el salvajismo, ascienden a la civilización y descienden a la decadencia, aquí tipificadas respectivamente por los Wichita, los ciudadanos blancos de Binger y los K'n-yan.
Normalmente, cuando Lovecraft se sumerge en la cultura de otra especie, esta siempre es verdaderamente extraterrestre, pero también reconocible en última instancia. Los K'n-yan, por el contrario, son humanoides [de hecho, antepasados de la humanidad.] En su apogeo, compartieron leyes y estructuras familiares reconocibles por la sociedad moderna. Si bien el ascenso y la caída de las civilizaciones es algo típico de Lovecraft, esta en particular no lo es: en sus otras historias, la humanidad es una entre otras especies con formas y psicologías tremendamente divergentes, ni más ni menos central en la historia de la Tierra que cualquier otra.
La similitud entre los K'n-yan y la humanidad [blanca, europea] parece ser una advertencia: su descenso a la decadencia fue precipitado explícitamente por los peligros de la democracia meritocrática y el arte abstracto. Esto coincide con los temores expresados por Lovecraft en otros lugares, pero aquí parece encontrarle una vuelta más sofisticada. Uno imagina sus intercambios con Zealia Bishop, cada uno basándose en las ideas del otro para producir un terrible híbrido.
La decadencia de K'n-yan es terrible. Sus vidas giran en torno al sadismo hedonista, no tienen afecto real el uno por el otro, a diferencia de los Yith o los Antiguos, quienes poseen algunos rasgos más reconocibles para el ser humano promedio [ver: Lovecraft y la tecnología de los Antiguos]
La estructura de El Montículo es extraña, como si se tratara de la versión recortada de una obra mucho más extensa. De hecho, pasan cuatro quintas partes de la historia antes de que Zamacona conozca a T'la-yub y las cosas empiecen a ponerse interesantes. Por desgracia, ella está allí solo como un dispositivo irónico; si Zealia Bishop esperaba algo de su romance habitual [lo poco que ha sobrevivido de sus obras es de corte romántico], no lo consiguió con Lovecraft.
La estructura de El Montículo es extraña, como si se tratara de la versión recortada de una obra mucho más extensa. De hecho, pasan cuatro quintas partes de la historia antes de que Zamacona conozca a T'la-yub y las cosas empiecen a ponerse interesantes. Por desgracia, ella está allí solo como un dispositivo irónico; si Zealia Bishop esperaba algo de su romance habitual [lo poco que ha sobrevivido de sus obras es de corte romántico], no lo consiguió con Lovecraft.
Pobre T'la-yub. En un grupo de mujeres extraordinariamente hermosas, ella es solo «moderadamente hermosa» y solo de «inteligencia promedio». Además, no es una mujer noble [adecuadamente española] aunque Zamacona posiblemente podría conformarse con su compañía. Ojalá la pareja hubiera escapado al mundo exterior. Me encantaría leer sobre la respuesta de T'la-yub cuando el hombre por quien ella lo arriesgó todo tratara de de dejarla. Después de todo, ¡ella puede desmaterializar a la gente!. O partes de ella. Hubiese sido una ruptura memorable.
De todos modos, hay demasiada preparación en El Montículo para el clímax que nos ofrece al final, además de la habitual poca atención que Lovecraft le da a las relaciones humanas. Lo más interesante de la historia son los puntos ciegos: ¿qué cosas espantosas le impidió describir la sensibilidad católica de Zamacona? El sexo, por supuesto [ver: En la cama de Lovecraft]
Sin embargo, El Montículo ofrece otras cosas interesantes. Es una salida poco común de la geografía de Nueva Inglaterra, y en el vasto cielo de Oklahoma tenemos una sensación tanto de belleza como de la vaga amenaza de una bóveda cósmica ante la cual la llanura ofrece poca protección. Sospecho que el narrador de El color que cayó del espacio también se sentiría vulnerable bajo un cielo demasiado abierto. En las historias de los Mitos de Cthulhu las cosas siempre se filtran desde el cielo [ver: ¿Qué era en realidad el Color que Cayó del Espacio?]
Además, El Montículo parece abrevar tanto de los Mitos como del Ciclo Onírico. Las influencias de los Mitos son obvias, con frecuentes referencias al propio Cthulhu. Shub-Niggurath también recibe un guiño, también Tsathoggua [creado por Clark Ashton Smith en El cuento de Satampra Zeiros (The Tale of Satampra Zeiros)] y un dios sin nombre [¿Azathoth? ¿Hastur?]. Las Bóvedas de Zin son parte de la geografía subterránea de las Tierras del Sueño; y la raza reptiliana que gobernó Yoth podría ser una referencia a los infames hombres-serpiente de Valusia. También se mencionan a Lomar y Olathoe.
La expansión más interesante de los Mitos de Cthulhu que introduce El Montículo es la noción de que Cthulhu trajo a los K'n-yan, antepasados de los humanos, a la tierra. ¿Algún conflicto aquí con lo dicho en En las Montañas de la Locura, donde los humanos evolucionaron a partir de una creación de los Antiguos? Por otro lado, tiene sentido que los seguidores de Cthulhu se involucren en todo el asunto del sadismo, ya que La Llamada de Cthulhu nos informa que Ctlhulhu se dará un gran festín de carne humana al despertar. Es un hedonista, nada que ver con los fríos intelectuales Yith y los Antiguos.
Hablando de los Yith y los Antiguos, creo me sentiría tentado a conocer a cualquiera de esas razas. ¿A los K'n-yan? No tanto. De hecho, son una de las creaciones literarias más desagradables. A pesar de todo su intelecto y tecnología, han degenerado en buscadores de sensaciones crueles, instigados por su sociedad en decadencia. La inmortalidad los ha aburrido, como suele suceder. ¿Esto se debe a que son criaturas mucho más humanas que otras razas de los Mitos? Parece demasiado fácil para Lovecraft imaginar cómo podría degenerar la civilización humana. Después de todo, él sabía lo malos que pueden ser los humanos cuando nos apartamos de la «dignidad, amabilidad y nobleza» que alguna vez fueron primordiales para la cultura K'n-yan, en la cual resuena la Inglaterra imaginaria de los siglos XVII o XVIII.
En el horror y la fantasía siempre han sido los humanos los que más me asustan, y eso se cuadruplica para los K'n-yan. Prefiero pasar el rato con el limo negro que adora a Tsathoggua, con los Shoggoths y los Pólipos Espaciales. Cualquier cosa que pueda asustar a un K'n-yan está bien para mí [ver: Lovecraft y la IA: el futuro es de los Shoggoth]
La estructura gubernamental y social de los K'n-yan constituye una especie de comunismo aristocrático, que contrasta muy bien con el fascismo de La sombra fuera del tiempo (The Shadow out of Time) [ver: El Marxismo en el Horror: los pobres siempre mueren primero]. Lovecraft parece menos enamorado de este enfoque. Pero lo que realmente me llamó la atención es que los núcleos de El Montículo y La sombra fuera del tiempo son esencialmente una estancia en una cultura alienígena y aterradora. Peaslee y Zamaconda parecen haber pasado aproximadamente la misma cantidad de tiempo entre sus captores, aunque se adaptaron de manera diferente.
Por supuesto, Peaslee sabía que solo estaba allí por un tiempo limitado y la narrativa exigía que Zamaconda al menos llegara a un punto en el que pudiera enviar su manuscrito al mundo exterior, pero ambos pasaron tiempo entre las clases altas y aprendieron mucho. No es descabellado suponer que estas dos narrativas se inspiraron en la época que Lovecraft pasó en Nueva York después de contraer matrimonio con Sonia Greene [ver: Lovecraft y Sonia: una historia de amor]. Para él, Nueva York era una cultura alienígena y aterradora, que sin embargo tenía sus puntos altos y atractivos. Su tiempo en la Gran Manzana fue aproximadamente el mismo que el que Peaslee y Zamacona pasaron entre sus respectivos captores. Todo encaja, no obstante, sospecho que lo que Lovecraft tenía en mente cuando se le ocurrió la decadente civilización subterránea de los K'ny-an era más o menos la Roma imperial, al menos como analogía de cómo la cultura contemporánea podría terminar espectacularmente mal.
Encontré el inicio de El Montículo muy bien construido, pero una vez que cambió a las memorias de Zamacona se volvió terriblemente aburrido. Su narración es un buen ejemplo de cómo una versión truncada de una historia naturalmente más larga puede convertirse en una lectura tediosa. Después de que Zamacona llega a la metrópolis del inframundo todo se resume a la descripción de un mundo, y realmente no hay ningún episodio dramatizado hasta que regresamos a la narrativa del marco principal.
Con la discutible excepción de La búsqueda onírica de la desconocida Kadath (The Dream-Quest of Unknown Kadath), El Montículo presenta el escenario subterráneo más elaborado de Lovecraft. Sin embargo, visto como ciencia ficción, deja mucho que desear. Por ejemplo, no se explica el origen de la enorme caverna. Además, bajo las condiciones terrestres de gravedad y presión, una cueva con incluso una fracción de ese tamaño colapsaría. Su iluminación se explica solo por vagas menciones de «la aurora» y «fenómenos de radioactividad». En una cueva tan profunda que se requieren tres días de caminata cuesta abajo para llegar al vacío principal, la atmósfera debería estar demasiado caliente para sustentar la vida. Y a una profundidad que probablemente estaría por debajo del nivel del mar, ¿adónde van los ríos subterráneos?
Las habilidades sobrenaturales de los habitantes subterráneos, incluida la telepatía, la desmaterialización por la fuerza de voluntad y la animación de los muertos, no se explican mucho mejor. Su uso del oro como material de construcción no parece muy práctico. Quizás el mismo Lovecraft se dio cuenta de estas deficiencias y las dejó pasar, o las concedió a su colaboradora. Posteriormente, manejó estos aspectos técnicos de manera mucho más plausible en La sombra fuera del tiempo y En las Montañas de la Locura. Quizás El Montículo pudo haber servido como un recorrido de práctica para esas historias.
No estoy seguro de que la historia haya respondido a su misterio inicial. Después de pasar unas horas bajo el Montículo, el narrador es capaz de extrapolar cosas sobre radiactividad y electrones de los escritos de un español loco del siglo XVI que apenas comprende, quien describe que esa información fue obtenida mediante conversaciones telepáticas con extraterrestres. Esto me recuerda un poco a La guerra de los mundos, cuando el narrador describe la ecología de los marcianos en su entorno de forma puramente especulativa. Ciertamente no viajó a Marte con fines de investigación ni les preguntó directamente a los chicos de los trípodes qué les gustaba comer.
También me pregunto de dónde sacó Zamacona la ortografía correcta de nombres y palabras como Gll'-Htaa-Ynn. Al final nos enteramos de que les enseñó un poco de español a los K'n-yans, pero, ¿quién decidió que sus nombres tuviesen una ortografía tan horrible? ¿Cómo decidieron que este sonido sobrenatural se transcribiera en letras romanas con una consonante doble seguida de un apóstrofe y un guión? [ver: Lovecraft y las lenguas prehumanas] Por otro lado, disfruté la descripción de Tulu como un espíritu de armonía universal [ver: ¿Cómo se pronuncia «CTHULHU» en realidad?]
En general, El Montículo es una historia interesante, sobre todo porque Zealia Bishop sacó a Lovecraft de su zona de confort. Ciertamente, el weird western no es el territorio típico de Lovecraft.
De todos modos, hay demasiada preparación en El Montículo para el clímax que nos ofrece al final, además de la habitual poca atención que Lovecraft le da a las relaciones humanas. Lo más interesante de la historia son los puntos ciegos: ¿qué cosas espantosas le impidió describir la sensibilidad católica de Zamacona? El sexo, por supuesto [ver: En la cama de Lovecraft]
Sin embargo, El Montículo ofrece otras cosas interesantes. Es una salida poco común de la geografía de Nueva Inglaterra, y en el vasto cielo de Oklahoma tenemos una sensación tanto de belleza como de la vaga amenaza de una bóveda cósmica ante la cual la llanura ofrece poca protección. Sospecho que el narrador de El color que cayó del espacio también se sentiría vulnerable bajo un cielo demasiado abierto. En las historias de los Mitos de Cthulhu las cosas siempre se filtran desde el cielo [ver: ¿Qué era en realidad el Color que Cayó del Espacio?]
Además, El Montículo parece abrevar tanto de los Mitos como del Ciclo Onírico. Las influencias de los Mitos son obvias, con frecuentes referencias al propio Cthulhu. Shub-Niggurath también recibe un guiño, también Tsathoggua [creado por Clark Ashton Smith en El cuento de Satampra Zeiros (The Tale of Satampra Zeiros)] y un dios sin nombre [¿Azathoth? ¿Hastur?]. Las Bóvedas de Zin son parte de la geografía subterránea de las Tierras del Sueño; y la raza reptiliana que gobernó Yoth podría ser una referencia a los infames hombres-serpiente de Valusia. También se mencionan a Lomar y Olathoe.
La expansión más interesante de los Mitos de Cthulhu que introduce El Montículo es la noción de que Cthulhu trajo a los K'n-yan, antepasados de los humanos, a la tierra. ¿Algún conflicto aquí con lo dicho en En las Montañas de la Locura, donde los humanos evolucionaron a partir de una creación de los Antiguos? Por otro lado, tiene sentido que los seguidores de Cthulhu se involucren en todo el asunto del sadismo, ya que La Llamada de Cthulhu nos informa que Ctlhulhu se dará un gran festín de carne humana al despertar. Es un hedonista, nada que ver con los fríos intelectuales Yith y los Antiguos.
Hablando de los Yith y los Antiguos, creo me sentiría tentado a conocer a cualquiera de esas razas. ¿A los K'n-yan? No tanto. De hecho, son una de las creaciones literarias más desagradables. A pesar de todo su intelecto y tecnología, han degenerado en buscadores de sensaciones crueles, instigados por su sociedad en decadencia. La inmortalidad los ha aburrido, como suele suceder. ¿Esto se debe a que son criaturas mucho más humanas que otras razas de los Mitos? Parece demasiado fácil para Lovecraft imaginar cómo podría degenerar la civilización humana. Después de todo, él sabía lo malos que pueden ser los humanos cuando nos apartamos de la «dignidad, amabilidad y nobleza» que alguna vez fueron primordiales para la cultura K'n-yan, en la cual resuena la Inglaterra imaginaria de los siglos XVII o XVIII.
En el horror y la fantasía siempre han sido los humanos los que más me asustan, y eso se cuadruplica para los K'n-yan. Prefiero pasar el rato con el limo negro que adora a Tsathoggua, con los Shoggoths y los Pólipos Espaciales. Cualquier cosa que pueda asustar a un K'n-yan está bien para mí [ver: Lovecraft y la IA: el futuro es de los Shoggoth]
La estructura gubernamental y social de los K'n-yan constituye una especie de comunismo aristocrático, que contrasta muy bien con el fascismo de La sombra fuera del tiempo (The Shadow out of Time) [ver: El Marxismo en el Horror: los pobres siempre mueren primero]. Lovecraft parece menos enamorado de este enfoque. Pero lo que realmente me llamó la atención es que los núcleos de El Montículo y La sombra fuera del tiempo son esencialmente una estancia en una cultura alienígena y aterradora. Peaslee y Zamaconda parecen haber pasado aproximadamente la misma cantidad de tiempo entre sus captores, aunque se adaptaron de manera diferente.
Por supuesto, Peaslee sabía que solo estaba allí por un tiempo limitado y la narrativa exigía que Zamaconda al menos llegara a un punto en el que pudiera enviar su manuscrito al mundo exterior, pero ambos pasaron tiempo entre las clases altas y aprendieron mucho. No es descabellado suponer que estas dos narrativas se inspiraron en la época que Lovecraft pasó en Nueva York después de contraer matrimonio con Sonia Greene [ver: Lovecraft y Sonia: una historia de amor]. Para él, Nueva York era una cultura alienígena y aterradora, que sin embargo tenía sus puntos altos y atractivos. Su tiempo en la Gran Manzana fue aproximadamente el mismo que el que Peaslee y Zamacona pasaron entre sus respectivos captores. Todo encaja, no obstante, sospecho que lo que Lovecraft tenía en mente cuando se le ocurrió la decadente civilización subterránea de los K'ny-an era más o menos la Roma imperial, al menos como analogía de cómo la cultura contemporánea podría terminar espectacularmente mal.
Encontré el inicio de El Montículo muy bien construido, pero una vez que cambió a las memorias de Zamacona se volvió terriblemente aburrido. Su narración es un buen ejemplo de cómo una versión truncada de una historia naturalmente más larga puede convertirse en una lectura tediosa. Después de que Zamacona llega a la metrópolis del inframundo todo se resume a la descripción de un mundo, y realmente no hay ningún episodio dramatizado hasta que regresamos a la narrativa del marco principal.
Con la discutible excepción de La búsqueda onírica de la desconocida Kadath (The Dream-Quest of Unknown Kadath), El Montículo presenta el escenario subterráneo más elaborado de Lovecraft. Sin embargo, visto como ciencia ficción, deja mucho que desear. Por ejemplo, no se explica el origen de la enorme caverna. Además, bajo las condiciones terrestres de gravedad y presión, una cueva con incluso una fracción de ese tamaño colapsaría. Su iluminación se explica solo por vagas menciones de «la aurora» y «fenómenos de radioactividad». En una cueva tan profunda que se requieren tres días de caminata cuesta abajo para llegar al vacío principal, la atmósfera debería estar demasiado caliente para sustentar la vida. Y a una profundidad que probablemente estaría por debajo del nivel del mar, ¿adónde van los ríos subterráneos?
Las habilidades sobrenaturales de los habitantes subterráneos, incluida la telepatía, la desmaterialización por la fuerza de voluntad y la animación de los muertos, no se explican mucho mejor. Su uso del oro como material de construcción no parece muy práctico. Quizás el mismo Lovecraft se dio cuenta de estas deficiencias y las dejó pasar, o las concedió a su colaboradora. Posteriormente, manejó estos aspectos técnicos de manera mucho más plausible en La sombra fuera del tiempo y En las Montañas de la Locura. Quizás El Montículo pudo haber servido como un recorrido de práctica para esas historias.
No estoy seguro de que la historia haya respondido a su misterio inicial. Después de pasar unas horas bajo el Montículo, el narrador es capaz de extrapolar cosas sobre radiactividad y electrones de los escritos de un español loco del siglo XVI que apenas comprende, quien describe que esa información fue obtenida mediante conversaciones telepáticas con extraterrestres. Esto me recuerda un poco a La guerra de los mundos, cuando el narrador describe la ecología de los marcianos en su entorno de forma puramente especulativa. Ciertamente no viajó a Marte con fines de investigación ni les preguntó directamente a los chicos de los trípodes qué les gustaba comer.
También me pregunto de dónde sacó Zamacona la ortografía correcta de nombres y palabras como Gll'-Htaa-Ynn. Al final nos enteramos de que les enseñó un poco de español a los K'n-yans, pero, ¿quién decidió que sus nombres tuviesen una ortografía tan horrible? ¿Cómo decidieron que este sonido sobrenatural se transcribiera en letras romanas con una consonante doble seguida de un apóstrofe y un guión? [ver: Lovecraft y las lenguas prehumanas] Por otro lado, disfruté la descripción de Tulu como un espíritu de armonía universal [ver: ¿Cómo se pronuncia «CTHULHU» en realidad?]
En general, El Montículo es una historia interesante, sobre todo porque Zealia Bishop sacó a Lovecraft de su zona de confort. Ciertamente, el weird western no es el territorio típico de Lovecraft.
Zealia Bishop y el flaco de Providence mantuvieron una importante correspondencia, gran parte de la cual no se ha conservado. En cualquier caso, El Montículo no se siente como un relato de Lovecraft en varios ejes diferentes. Eso me induce a considerar que Zealia Bishop merece más crédito del que recibe habitualmente, tanto para bien como para mal.
En una carta fechada el 5 de octubre de 1929, Lovecraft describe La maldición de Yig como «prácticamente mío». En otra carta, fechada el 3 de diciembre, sigue quejándose de Zealia Bishop, afirmando que está trabajando «a partir de un solo párrafo», y además sostiene que los K'n-yan y Zamacona son sus creaciones. Es muy posible que Lovecraft esté siendo un poco exagerado aquí o, por el contrario, un tanto modesto debido a las dudas que pudo haberle generado el resultado final de esta colaboración con Bishop.
H.P. Lovecraft. I Mitos de Cthulhu.
Más literatura gótica:
En una carta fechada el 5 de octubre de 1929, Lovecraft describe La maldición de Yig como «prácticamente mío». En otra carta, fechada el 3 de diciembre, sigue quejándose de Zealia Bishop, afirmando que está trabajando «a partir de un solo párrafo», y además sostiene que los K'n-yan y Zamacona son sus creaciones. Es muy posible que Lovecraft esté siendo un poco exagerado aquí o, por el contrario, un tanto modesto debido a las dudas que pudo haberle generado el resultado final de esta colaboración con Bishop.
H.P. Lovecraft. I Mitos de Cthulhu.
Más literatura gótica:
- ¡Warren NO está muerto!: análisis de «La declaración de Randolph Carter».
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- Lovecraft y la ansiedad de género: análisis de «El ser en el umbral».
1 comentarios:
Hola, bienvenido seas nuevamente a este submundo de tierra media.
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