La mujer en la literatura gótica.
Sería absurdo realizar aquí un análisis minucioso de la enorme importancia de la mujer en la literatura gótica. En todo caso, la salida más elegante es la de un breve repaso sentimental sobre algunas de las mujeres más importantes de la novela gótica.
Pensar en aquellas mujeres, y principalmente en el marco en el que se desarrollaron como autoras, produce una profunda admiración.
Acosadas por siniestros demonios, empujadas por la sociedad a matrimonios que, en muchos casos, carecían del más ínfimo registro de pasión, las mujeres de la literatura gótica lograron metabolizar los miedos de todas las damas exclavizadas por la sociedad y las buenas costumbres.
¿Cuántas jóvenes habrán escondido aquellos libros malditos debajo de la almohada? ¿Cuántas habrán suspirado frente a sus páginas?
Desde su propia génesis la literatura gótica fue una literatura prohibida. Sólo los hombres podían leerla abiertamente, sin disimulo, mientras que las mujeres accedían a ella de forma privada, clandestina, leyendo al amparo de la noche, a la luz de las velas, cuando el mundo y sus reglas dormían.
Dentro de la literatura gótica coexisten dos tradiciones: la masculina (Male Gothic) y la femenina (Female Gothic).
Escrita y leída principalmente por mujeres, la novela gótica nunca fue un vehículo exclusivamente femenino, aunque permitió que la mujer expresara simbólicamente las presiones sociales y familiares a las que estaba sometida.
Durante el siglo XVIII, por ejemplo, Inglaterra vivió una verdadera fiebre gótica. Se publicaron cientos y cientos de novelas que se leían y se olvidaban a un ritmo constante.
No debe sorprender que Ann Radcliffe, desde ese ámbito tolerante en cuestiones de género que era la novela gótica, haya creado nada menos que Los misterios de Udolfo (The Mysteries of Udolpho), dónde su protagonista, Emily, es una respuesta femenina al Emile ou de l´éducation de Rousseau, texto fundacional de la novela de aprendizaje (bildungsroman).
Vemos entonces que existe una clara diferencia en cuánto a los estilos del Gótico Masculino (Horace Walpole, Matthew Lewis, William Beckford) y el Gótico Femenino (Eliza Parsons, Mary Shelley)
En la tradición del Gótico Masculino el foco está puesto sobre un individuo independiente, visualizado como superhombre satánico y revolucionario, alienado de una manera tan extrema que resulta imposible integrarlo a la sociedad.
La estructura de la narración es lineal y causal, propulsada a menudo por imperativos genealógicos, por ejemplo, en El castillo de Otranto (The Castle of Otranto).
Por otro lado, el Gótico Femenino posee una estructura circular que tiende a eliminar todo conflicto y toda discontinuidad radical.
Muchas de las heroínas demacradas de Anne Radcliffe, tras atravesar aventuras macabras en perfecta soledad, terminan contrayendo matrimonio, reinsertándose así en la dinámica social.
La misma estructura circular, eliminadora de conflictos, causa en otros casos la destrucción definitiva de sus protagonistas; por ejemplo, en la historia del doctor Frankenstein y su criatura, que concluyen su periplo con una prolija y purificadora autoinmolación.
Mientras las mujeres de la literatura gótica exploraban nuevas formas de reconciliar los intereses individuales con las exigencias de la sociedad, los autores masculinos diagramaban sus argumentos para resaltar la imposibilidad de tal compromiso.
Dejando de lado los academicismos de vuelo rasante, podemos concluir que el mayor aporte de la mujer a la literatura gótica pasa por su intención emancipadora.
Ellas escribían con el corazón, desde el sentimiento que busca expandirse y manifestarse. El hombre, en cambio, lo hacía limitado por aquellos parámetros racionales que levantan barreras infranqueables para la imaginación.
Tal vez esta cualidad sea algo deseable en otros géneros, pero no para la literatura gótica.
El Gótico Femenino funcionó como una voz diáfana para todas las mujeres que no tenían voz. Sus autoras, lejos de desprenderse del sentimiento, lloran junto a sus heroínas, se desgarran en cada capítulo, convirtiéndose en el alma y la sangre del género gótico.
Entre estas mujeres poderosas y, en muchos casos, olvidadas, se encuentra el verdadero génesis del horror.
Desde aquí, modestamente, casi acaso como un mantra, enunciamos algunos nombres:
- Regina Mary Roche.
- Mary Shelley.
- Elizabeth Bonhote.
- Emily Brontë.
- Eliza Bromley.
- Mary Charlton.
- Elizabeth Gaskell.
- Charlotte Perkins.
- Ann Radcliffe.
- Hannah Cowley.
- Catherine Cuthbertson.
- Margaret Oliphant.
- Caroline Lamb.
- Joanna Baillie.
- Sarah Green.
- Ann Julia Hatton.
- Elizabeth Helme.
- Sarah Landsdell.
- Mary Meeke.
- Mary Pickard.
- Charlotte Smith.
- Louisa Stanhope.
- Sarah Wilkinson.
- Eliza Parsons.
Más Feminología: la mujer en la literatura. I Cultura gótica. I Más relatos góticos.
Más literatura gótica:
- El auge de la novela gótica (The Rise of the Gothic Novel, Maggie Kilgour)
- Historia de la ficción gótica (The History of Gothic Fiction)
- El gótico en la literatura y el cine: biología del horror (The Biology of Horror: Gothic Literature and Film, Jack Morgan)
- El libro de los góticos (The Handbook of the Gothic, Marie Mulvey-Roberts)
- Feminismo gótico: profecionalización de género de Charlotte Smith a las hermanas Brontë (Gothic Feminism: The Professionalization of Gender from Charlotte Smith to the Brontës, Diane Long Hoeveler)
- Góthicka: héroes vampiro, dioses humanos y el nuevo sobrenatural (Gothicka: Vampire Heroes, Human Gods, and the New Supernatural, Victoria Nelson)
1 comentarios:
Gracias por el artículo. Así estamos un poco mejor informados.
Un saludo.
PD: El castillo de Otronto, de Warpole ha sido borrado en ese enlace.
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