La importancia de la mujer en la literatura gótica


La importancia de la mujer en la literatura gótica.




Para tratar de entender la importancia de la mujer en la literatura gótica primero es necesario marcar la enorme diferencia que existe entre las obras de este género escritas por mujeres con respecto a la producción literaria de los hombres.

De hecho, incluso podemos tomarnos el atrevimiento de clasificar a la novela gótica clásica como un género en donde predomina una mirada femenina de la sociedad.

En cierta forma, la importancia de la mujer en la literatura gótica se distingue no por la calidad literaria de esa producción, sino por la capacidad de traducir en espectros cabales aquellos horrores domésticos impuestos por la sociedad: matrimonios sin amor, imposibilidad de desarrollo profesional y personal, sumisión, disimulada bajo el grosero manto de las buenas costumbres, y una larga lista de cuestiones que restringían lo femenino a un aspecto casi decorativo en la vida social y familiar.

En este sentido, no es caprichoso que un porcentaje mucho mayor de lectores de novelas góticas en el período clásico fuesen mujeres.

Desde sus inicios, la novela gótica fue un género prohibido para las mujeres. Esa prohibición no era explícita, pero sí condenable. Solo los varones podían introducirse abiertamente en la literatura gótica, mientras que las mujeres, por su parte, debían hacerlo de forma clandestina, probablemente leyendo a las luz de las velas, en aquella hora incierta de la noche en la que el hombre y sus absurdas reglas dormían.

Esto, en principio, estableció un acuerdo entre las lectoras de la novela gótica y sus autoras más populares. Pero primero repasemos algunas diferencias entre la literatura gótica escrita por mujeres y aquella concebida por los hombres.

En términos estrictamente formales, la novela gótica clásica se divide a sí misma en dos corrientes claramente diferenciadas: el Gótico Femenino (Female Gothic) y el Gótico Masculino (Male Gothic).

El Gótico Femenino, basado en parte en la novela del romanticismo, no fue un vehículo exclusivamente femenino —de hecho, también era muy popular entre los hombres—, pero sí uno sumamente importante para que la mujer pudiese expresar de forma simbólica las presiones familiares y sociales a las que estaba sometida.

Si bien es cierto que, durante el siglo XVIII, fue el hombre quien dio inicio a la novela gótica, el verdadero auge de la literatura gótica fue un producto excluyentemente femenino. En este contexto, muchas obras se publicaron y desaparecieron sin dejar rastro; otras, en cambio, dejaron una huella imborrable.

Mary Shelley, Eliza Parsons, Regina Mary Roche, Elizabeth Bonhote, Emily Brontë, Charlotte Perkins, Margaret Oliphant, Caroline Lamb, Joanna Baillie, Charlotte Smith, Sarah Wilkinson, constituyeron algo más que una simple moda.

También es importante mencionar que las novelas góticas escritas por mujeres que sí trascendieron a la tendencia del momento, generalmente elaboraban algún tipo de respuesta en contra de la ideología de género que imperaba en la época.

Por ejemplo: Los misterios de Udolpho (The Mysteries of Udolpho), de Ann Radcliffe, auténtico clásico del género, es una novela de terror pero también una áspera y rebelde respuesta a los textos de Rousseau.

La importancia de la mujer en la novela gótica consiste, básicamente, en haber interpretado los miedos colectivos de la mujer urbana de aquellos tiempos, y luego traducirlos en formas más o menos identificables. Esa es la diferencia principal con el Gótico Masculino encabezado por autores como Matthew Lewis William Beckford.

En la novela gótica escrita por hombres el núcleo argumental generalmente gira en torno a un sujeto independiente, un tanto perturbado, mezcla de loco, héroe byroniano y revolucionario. Por sus características, y en especial como consecuencia de la débil salud mental con la que por fin emerge al terminar la obra, este individuo no puede volver a integrarse a la sociedad.

En la literatura gótica femenina ocurre algo diferente: el protagonista, casi siempre, se ve atrapado en una estructura social, familiar y cultural que lo oprime. Su ambición, generalmente, no consiste en liberarse de esa prisión, sino más bien en eliminar cualquier tipo de conflicto que le impida reincorporarse a la sociedad.

En el Gótico Masculino observamos que la narración es siempre lineal, causal, y el drama o núcleo argumental habitualmente ocurre como consecuencia de una imposición genealógica; como una maldición familiar. El hombre, en definitiva, está preso de lo que sus ancestros esperan de él.

Del mismo modo, la mujer en la literatura gótica también es cautiva de las expectativas que gravitan sobre ella, pero además está atrapada en términos físicos: casas embrujadas, altas torres en castillos deteriorados, habitaciones tapiadas, son la morada más frecuente para las heroínas.

El encierro, lo claustrofóbico, es esencial en este tipo de historias.

En este contexto, los protagonistas del Gótico Masculino casi siempre terminan ejerciendo la labor del Príncipe Azul; esto es, rescatar a la Doncella en Apuros y huir, en la medida de lo posible, de la Mujer Fatal; a menudo representada como una entidad diabólica, una bruja, una vampiresa, etc.

El Gótico Femenino es igual en cuanto al desarrollo del argumento, pero con una diferencia crucial: la protagonista femenina del relato gótico no considera estar atravesando algún tipo de aventura, inusual, por cierto, y repleta de sucesos misteriosos, pero una aventura al fin, sino más bien una peregrinación por un amplio catálogo de penurias personales, y frecuentemente en absoluta soledad.

Es justo decir que las protagonistas de las novelas góticas escritas por mujeres por regla general terminan contrayendo matrimonio y, de ese modo, insertándose de nuevo en la dinámica social de aquel entonces. Esto suele ser visto como un rasgo frívolo en el género, cuando en realidad marca una postura clara con respecto al amor y el matrimonio: la heroína, en estos casos, siempre se casa, pero con el hombre que ella elige.

El Gótico Femenino no deja conflictos abiertos, sobre todo cuando estos hacen peligrar la reputación de la protagonista. El hombre se deja llevar por reflexiones insólitas acerca de lo sobrenatural, mientras que la mujer los resuelve de forma tajante: la heroína sobrevive para formar una familia dentro de sus propios términos, o muere.

La importancia de la mujer en la literatura gótica puede resumirse en el intento, a veces exitoso, y otras desesperado, de reconciliar los intereses individuales de la mujer (desarrollo profesional, independencia) con las exigencias sociales y culturales de la época (matrimonio, maternidad, sumisión conyugal).

En contraste, el Gótico Masculino acentúa la imposibilidad de que tales compromisos puedan conducir a una vida plena.

Si bien es cierto que la mujer en la literatura gótica no puede clasificarse dentro de una tendencia excluyentemente emancipadora, ya que sus protagonistas siguen ambicionando ser esposas ejemplares y madres dedicadas, también es justo mencionar que buena parte de esa producción literaria tiende a describir a mujeres que cultivan esos sueños pero siempre dentro de sus propios términos.

Lo racional es el elemento fundamental del Gótico Masculino, aún dentro de un contexto repleto de referencias a lo asombroso o lo sobrenatural. El Gótico Femenino, en cambio, tiene mucho más que ver con la imaginación, con la fantasía, con la liberación de ciertas estructuras de pensamiento.

La mujer no parece tener demasiados conflictos al enfrentarse a lo sobrenatural, ya sean fantasmas, demonios o vampiros, mientras que los hombres admiten esas posibilidades pero únicamente en relación con el dolor que supone desprenderse del racionalismo.

Y así como la mujer resuelve lo sobrenatural dándole una explicación lógica al final, el hombre sucumbe ante un marco donde no hay explicación posible. En otras palabras, cuando la mujer se enfrenta a una realidad que desafía sus creencias, la reinterpreta y la incorpora; mientras que el hombre sencillamente enloquece.

Lejos de desprenderse de los sentimientos, y a veces corriendo el riesgo de quedar atrapadas en un espeso y empalagoso charco de sentimentalismo, las autoras del período no tienen reparos en llorar junto a sus heroínas, en desgarrarse junto a ellas, en hacerlas atravesar por toda clase de desventuras que, sin duda, las lectoras conocían a la perfección.

El compromiso emocional de las escritoras era, además, mucho más intenso que el de los varones: la importancia de la mujer en la novela gótica consiste, en síntesis, en darle voz y contenido a una problemática que no contaba con un marco de discusión.




Literatura gótica. I Cultura gótica.


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