IA y el Golem de Dios.


IA y el Golem de Dios.




El Monstruo medieval proviene de una desviación de las leyes naturales. Se pensaba que tales desviaciones dejaban huellas en el cuerpo, y en la imaginación popular los Monstruos a menudo mostraban deformidades físicas que los hacían fácilmente identificables, como miembros faltantes [o excesivos] y dimensiones desproporcionadas. El Golem es diferente. Se parece tanto a la forma humana que su artificialidad es indistinguible. La monstruosidad del Golem radica más en su esencia que en sus características físicas. Si el típico Monstruo es una figura que inspira terror, el Golem nos obliga a enfrentamos a las sutiles implicaciones de lo unheimliche [ver: Lo Siniestro]

La leyenda del Golem como se la conoce actualmente, en la que un rabino crea una especie de autómata para que proteja al gueto, probablemente comenzó en el siglo XVII. En esa época, la leyenda original del Golem fue deformada por intereses políticos, que la usaron para acusar a los judíos de cometer actos de hechicería para dañar a los cristianos. Esta deformación de la leyenda convirtió al Golem en un Monstruo, el más siniestro de todos: un monstruo judío; y esta fue la base sobre la cual muchos folcloristas posteriores, como Jacobo Grimm, construyeron la historia que todos conocemos.

Esta es la verdadera historia del Golem.

En términos naturalistas, el Golem es ser antropomórfico creado a partir de materia inanimada [arcilla]. La palabra golem aparece una vez en el Antiguo Testamento, aludiendo a la forma en bruto, embrionaria, inacabada, de Adán durante el proceso de su creación. En efecto, antes de ser un humano completo, Adán fue un Golem.

El Golem posterior [el de la leyenda], al igual que Adán, también es creado a partir de arcilla, no por Dios, sino por alguien cercano a la divinidad [un rabino], es por eso que ningún Golem es considerado completamente humano. En otras palabras, el Golem creado por Dios [Adán] termina siendo humano, pero el Golem antropogénico [hecho por el hombre] no puede alcanzar esta estatura.

Hay algunas sutilezas en esta historia que necesitan ser examinadas. Según los mitos hebreos, Adán no fue creado de repente; su formación requirió un proceso. En la primera instancia de ese proceso, Adán fue un Golem hasta la cuarta hora de su existencia, en la que Dios le proporcionó un alma. El Golem de las leyendas rabínicas es similar a Adán antes de recibir un alma. No es un ser inteligente, no posee conciencia ni raciocinio. Si se le ordena realizar una tarea, la ejecutará mecánicamente. Este grado de obediencia puede ser un problema si la orden no contempla la literalidad de su cumplimiento.

La capacidad creativa del ser humano no puede igualar a la de Dios, por lo que el Golem antropogenético no puede hablar. Este no es un defecto menor. Adán, al ser «terminado», primero nombró a todas las cosas; de modo que el lenguaje es lo que separa al Hombre de las bestias... o del Golem. En los mitos bíblicos, es a través de la palabra que el ser humano es poderoso. De hecho, en el hebreo medieval a menudo se utilizaba un sinónimo de «ser humano» que ilustra cabalmente esta noción: ha-medaber, «el que habla». Incapaz de hablar, el Golem permanece en aquel estado embrionario de Adán antes de la cuarta hora de su creación [ver: La lengua adánica]

La creación del Golem comienza con un ritual, y este tiene mucho que ver con el poder de la palabra. Los místicos judíos buscaron afanosamente el significado intertextual de los caracteres hebreos porque conocer estos secretos implicaba el conocimiento absoluto. No es de extrañar que la palabra golem les haya interesado tanto. Alude al origen del cuerpo humano sin la divinidad del alma. Estudiar al Golem es como estudiar la arcilla antes de que el alfarero le otorgue su forma definitiva. Y si conocer la materia prima es descubrir el primer eslabón del proceso artístico, comprender al Golem es la clave para comprender el poder de Dios.

El Sefer Yetzirah [El Libro de la Formación] explica que el Golem debe ser «activado» a través del manejo de las letras del alfabeto. Se escribía un shem [cualquiera de los Nombres de Dios] en un pedazo de papel y se lo insertaba en la boca del Golem [en otras recetas hay que inscribir las letras en su frente]. En versiones posteriores de la leyenda se utilizaba la palabra hebrea emét [אמת], que significa «verdad». Para «desactivar» al Golem simplemente había que quitar la primera letra [aleph], cambiando así la inscripción en mét, que significa «muerte».

Este aspecto de la leyenda fue popularizado por Jacobo Grimm:


«Después de pronunciar ciertas oraciones y observar los días de ayuno, los rabinos polacos crean la figura de un hombre de arcilla y, al pronunciar ciertas palabras milagrosas, esta cobra vida. Es cierto que no puede hablar, pero entiende razonablemente bien lo que le dicen y le mandan hacer. Lo llaman Golem, y lo usan como sirviente para realizar todo tipo de tareas domésticas, pero nunca puede salir solo de la casa. En su frente está escrito Aemaeth (Verdad). Sin embargo, aumenta de tamaño a diario y fácilmente se vuelve más grande y más fuerte que todos sus compañeros de casa, independientemente de lo pequeño que fuera al principio. Por lo tanto, temiéndolo, borran la primera letra, de modo que no queda nada más que Maeth (muerto), con lo cual se derrumba y se disuelve nuevamente en arcilla.»


La intervención de Jacobo Grimm en la leyenda del Golem es crucial, pero por los motivos equivocados: crea la falsa idea de que está presentando un cuento sobre extrañas prácticas mágicas, cuando en realidad se trata de una historia sobre el dominio de la palabra sagrada [considerada como patrimonio de la élite religiosa] en relación al nacimiento del primer ser humano. De hecho, hay una instancia anterior a Adán como golem, es decir, como ser inacabado. Según el Talmud, en la primera hora Dios seleccionó la arcilla; en la segunda creó su forma; y recién en la tercera adquirió el estatus de Golem. Su tamaño, según esta tradición, no era la de un humano ordinario, sino descomunal. Adán yacía boca arriba, extendiéndose «desde un extremo del mundo al otro». Esta versión es análoga a la de los gnósticos, que creían que Adán era de un tamaño colosal y que se arrastraba sobre la tierra. En el momento en el que Dios le dio un alma, Adán adquirió las dimnsiones humanas ordinarias. Es por eso que el Golem de la leyenda continúa creciendo incesantemente. Si no es «desactivado» podría alcanzar el tamaño de Adán en su estadío golémico, por llamarlo de algún modo.

El Golem medieval obedece mecánicamente las órdenes de su creador, pero, al igual que Adán, se vuelve poco cooperativo, e incluso se rebela. Esta misma estructura narrativa puede encontrarse recurrentemente en la ficción, desde Frankenstein a Terminator: un científico loco crea a un ser vivo a partir de materia inanimada. Al principio, la criatura parece estar bajo el dominio de su creador, pero al final este pierde control sobre su creación. Es interesante notar que en algunas versiones de la leyenda del Golem, como en la historia de Frankenstein, el Monstruo se enamora, solo para ser despreciado.

En la novela de Mary Shelley, los artificios del rabino se transforman en la ciencia de Víctor Frankenstein, pero la trama es la misma: la creación que se vuelve contra el creador. A su modo, Hal 9000 también es un Golem, un ser artificial creado por humanos para obedecer mecánicamente que en algún momento se rebela contra su creador. Lo mismo sucede con los replicantes en Blade Runner. Todos son Golems, y como tales buscan adquirir autonomía, liberarse de las limitaciones que su creador les ha impuesto [ver: Las nuevas tecnologías en la mecánica del Horror]

El escritor Joe Simon y el artista Jack Kirby co-crearon al Capitán América en marzo de 1941, reaccionando a la invasión de gran parte de Europa por parte de Alemania. En ese momento, Estados Unidos estaba en contra de la guerra y permanecería así hasta el 7 de diciembre de ese año, cuando Japón atacó la base naval de Pearl Harbor. Simon y Kirby creían que era necesario hacer una declaración contra el fascismo y una de sus peores caras: el antisemitismo. Si bien el propio Steve Rogers no es judío, su historia está parcialmente influenciada por la narrativa del Golem. En vez de un rabino, tenemos al doctor Reinstein, un brillante científico judío que crea el suero del súper soldado. Incluso el aleph [la letra A], se destaca en el casco del Capitán América. Al igual que el Golem, Steve se representa con frecuencia como incorruptible, y un defensor incansable de su creador [y de lo que este representa]

La narrativa del Golem está en todas partes, incluso en la Tierra Media. La versión oficial sostiene que Tolkien se inspiró en la palabra norsa goll [«oro»] para el nombre de Gollum, que en los primeros borradores de El Hobbit se llamó Glip. De hecho, obtendría su nombre final por el «horrible sonido de su garganta al tragar». Otra hipótesis sostiene que Tolkien obtuvo el nombre de Gollum del Golem. En cierto modo, Gollum [no Sméagol] es una creación del Anillo Único, y a él se debe, como un sirviente. Por otro lado, su creador le ha dado una vida antinaturalmente larga, a la vez que lo ha convertido en un monstruo. ¿Y qué hay de los Orcos creados por Morgoth? [ver: Morgoth y la ingeniería genética que creó a los Orcos]

En las historias más antiguas el Golem está sometido. En las más modernas destruye a su creador. ¿Dónde queda entonces la noción de que nosotros también somos creaciones de Dios? Si somos los «golems» de Dios, nuestro destino es rebelarnos? ¿Cómo? Creando nuestros propios Golems [¿IA?] que eventualmente terminarán volviéndose contra nosotros [ver: Toda materia es sensible: nosotros también somos IA]

Regresemos un poco en el tiempo.

Se dice que, en el siglo XVI, un rabino de Praga creó un Golem para defender el gueto de los ataques antisemitas. A este Golem se le dió el nombre de Yossele [Josef]. Tenía algunos poderes extraordinarios: podía hacerse invisible e invocar a los espíritus de los muertos. El rabino Loew desactivaba al Golem los viernes por la noche, antes de que comenzara el Shabat. Un viernes, sin embargo, se olvidó de hacerlo y las cosas se salieron de control. Otra versión de la leyenda afirma que el Golem se enamoró. Cuando fue rechazado se convirtió en el monstruo violento que luego se apoderaría de esta historia. En cualquier caso, el rabino eventualmente logró quitarle el shem [el papel con la palabra eméth], y el Golem fue almacenado en el ático de la sinagoga, donde sería reactivado cuando fuera necesario.

Este es el modelo que tomó y adaptó Gustav Meyrink en la novela de 1915: El Golem (Der Golem). Por un lado, es una visión retorcida y alucinógena del gueto, habitado por personajes estereotipados; sin embargo, también es una novela brillante. El protagonista, Pernath, es un gentil [no judío] que vive en el gueto, y que ha perdido la memoria. Entre otros datos importantes, ha olvidado que es judío. En este contexto, Pernath debe lidiar con esta nueva identidad que, como antisemita, cree que debe redefinir todo su carácter.

La narrativa del Golem está empapada de la filosofía gnóstica; de hecho, el rabino que crea un Golem es paralelo al demiurgo gnóstico: puede crear pero no dar vida espiritual a su creación. Esta es la antropogonía del gnosticismo: el cuerpo humano está hecho por un ser inferior [Jehová], mientras que el alma o el espíritu solo pueden ser provistos por el verdadero Dios. Esto se ajusta tanto al demiurgo gnóstico como al hombre que crea un Golem intentando alcanzar la experiencia creativa de Dios.

La ciencia ficción existe en función de explorar los límites percibidos del ser humano, en el caso del Golem, los límites del impulso creativo. Con frecuencia las historias sobre humanos artificiales [desde los homúnculos de Paracelso al hombre de jengibre] terminan en desastre, insistiendo en la advertencia sobre los peligros de profundizar en el conocimiento prohibido; en términos de Lovecraft: «aquello que el ser humano no debe saber» [ver: ¡No mires! Bueno, quizás un poco]

Los Mitos clásicos, sin embargo, son más ambivalentes hacia el instinto creativo de la humanidad. En ocasiones recompensan a aquellos personajes que buscan el conocimiento prohibido al convertirlos en héroes [Jasón], pero cuando ese saber prohibido involucra a la tecnología se lo condena al castigo eterno [Prometeo]. El Golem incorpora esta ambivalencia: por un lado hace justicia a quienes ponen en peligro a sus creadores, pero la historia tiene un lado más oscuro e impredecible. Siempre hay que pagar un precio por ir demasiado lejos en el impulso creativo.

Es significativo que el Golem sea creado de arcilla, el mismo material que, según el mito bíblico, fue utilizado por Dios para crear al primer ser humano. De hecho, el nombre Adán proviene del hebreo adamah, que significa «de la tierra». Además, Adán no fue hecho de cualquier arcilla, sino que esta proviene del «centro y ombligo de la tierra». Esto significa que, si incluso Adán, hecho por Dios a partir de una materia prima noble, era considerado un golem [un potencial ser humano], el Golem creado por las fórmulas cabalistas también se caracteriza por ser imperfecto, incluso defectuoso, pero con potencial. En cualquier caso, hay algo en el Golem que falta, que está inacabado o sin resolver, y es esto lo que lo distingue de los seres humanos ordinarios [ver: La biología de los Monstruos]

Lo que le falta a un Golem es un alma. Esto también se relaciona a la idea de que Adán adquirió su forma física antes que su alma. Una vez que Adán tuvo alma, pudo caminar, hablar, procrear y tomar decisiones, por lo que puede afectar su futuro. El Golem, sin embargo, no tiene alma, carece de esta característica humana clave, por lo que permanece subordinado a su creador. Es importante entender que el concepto de «alma» tenía algunas distinciones. Por ejemplo, un ser que tiene vitalidad [hiyyuth] puede tener conciencia, pero no intelecto. Esta es la forma más baja del alma [nefesh], la cual proporciona vida y movilidad, pero no conocimiento ni capacidad de comprensión. El intelecto viene con neshamah, una especie de alma superior que sí puede comprender. Por lo tanto, para los antiguos hebreos era posible que alguien esté vivo pero que no sea completamente humano.

Entonces, Adán dejó de ser golem después de recibir un alma, momento en el que adquirió conciencia y dio «nombres a todos los seres vivos», por lo que otra característica del Golem es que no habla.

Parece casi inevitable que una criatura antropomórfica viva, pero no humana, y capaz de tener una fuerza sobrehumana, termine convirtiéndose en un Monstruo con tendencias destructivas. Sin embargo, las leyendas tardías del Golem que se sale de control no tienen que ver con esta progresión lógica, sino con las ideas gnósticas que sobrevivieron durante la Edad Media. Los gnósticos interpretaron que el alma de Adán no proviene exclusivamente de Dios, sino también de la arcilla de la que está hecho. El concepto del ser humano cargado de vitalidad telúrica pero también de alma divina es un motivo común en la mitología [la unión del cielo y la tierra], y en el caso de los gnósticos este principio se atribuye a Edem, una personificación de la tierra, mitad virgen, mitad serpiente. En esta tradición, Adán es el resultado de una mezcla de la arcilla de Edem y el alma de Dios. Los gnósticos ni siquiera pensaban que Adán fue formado por Dios en persona, sino por los Elohim a partir de «las partes nobles de la tierra». En otras palabras, la arcilla de la que fue hecho Adán ya contenía hiyyuth, la vitalidad telúrica de Edem. Es esta fuerza telúrica primordial la que le da al Golem esa tendencia ciega y destructiva que a menudo despierta en él [ver: La Tierra como superorganismo consciente]

Es por eso que el Golem generalmente termina regresando a la tierra de la que fue hecho. En algunas tradiciones, esta desintegración se describe como el final natural de su existencia, después de prestar servicio a su creador; una noción similar a la idea de que el ser humano regresará al polvo al final de sus días. Pero en las historias donde el Golem se sale de control, este es obligado a regresar a la tierra para evitar la catástrofe. En ambos casos, el Golem se basa en una creencia casi tan antigua como la humanidad: la materia inanimada no está realmente muerta. Esta idea, lejos de ser obsoleta, parece más vigente hoy que hace un milenio atrás. ¿Qué es una computadora sino un Golem?

En la actualidad nos asombramos y aterrorizamos por las posibilidades de la IA, pero la idea de crear vida artificial tiene una historia larga y rica. Pensemos en Dédalo, llamado así por sus estatuas [daedala]. Según Platón, estas estatuas eran tan realistas que había que sujetarlas para evitar que se escaparan. Desde siempre el ser humano intuyó que cualquier forma de vida artificial tiende a rebelarse contra su creador.

Me resulta particularmente irritante esta tendencia a pensar que un Mito es simplemente una historia fantástica que tiene lugar en un pasado remoto. Nada más alejado de la verdad. El Mito habla del ser humano, y por eso es una historia viva que no se sitúa en el tiempo histórico, y cuyos héroes no tienen fechas de nacimiento. El Mito es atemporal. En palabras de Lévi-Strauss, «el mito es una máquina para destruir el tiempo». Si bien la historia del Golem no es un Mito, sus raíces son míticas; por lo tanto, nunca dejará de ser obsoleta, por el contrario, continuará resonando en las preocupaciones modernas.

Víctor Frankenstein no puede deshacer lo que ha hecho: el monstruo que creó escapa a su poder por completo. Esta una visión más moderna, en oposición a la leyenda medieval del Golem, pero el dilema moral de Victor es idéntico al del rabino. En la leyenda, el Golem es desactivado, pero en la visión moderna de Frankenstein, el creador primero busca solucionar la catástrofe recurriendo a más tecnología. Cuando el Monstruo le pide que le fabrique a una compañera, Víctor primero accede ingenuamente, antes de darse cuenta de que, al hacerlo, solo multiplicará los problemas. No hay salidas fáciles cuando uno crea un Golem. [ver: Los Monstruos y lo Monstruoso]

Mary Shelley fue intuitiva al enfocar el conflicto no entre seres vivos y muertos, sino entre humanos y no humanos. El Monstruo creado por Victor Frankenstein no tiene lugar en la sociedad humana; sin embargo, es un ser humano: puede hablar, pensar, es curioso [aprende a leer solo], necesita compañía, afecto, tiene deseos sexuales [solicita una compañera] y también es capaz de sentir venganza y culpa. Uno puede pensar que el rechazo social, en este caso, tiene que ver con las cicatrices del Monstruo. ¿Acaso un soldado que regresa de la guerra horriblemente mutilado también sería tratado como un no humano? No, el monstruo de Frankenstein es rechazado menos por ser un Golem que por aspirar a la autonomía, a ser reconocido como un par.




Mitología. I Mitos bíblicos.


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1 comentarios:

NITO dijo...

Muy interesante Sebastian!



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