Paracelso y un manual para crear homúnculos.
El astrólogo, filósofo, físico, botánico y ocultista suizo Philippus Aureolus Theophrastus Paracelsus Bombastus von Hohenheim —más conocido como Paracelso (1493-1541)— se ocupó extensamente de los homúnculos en tres libros prohibidos: De homunculis, De natura rerum y Liber de imaginibus.
A continuación repasaremos lo que para muchos eruditos conforma una trilogía muy especial; es decir, tres libros en los cuales Paracelso habría descrito el proceso para crear homúnculos.
Antes de desarrollar esta hipótesis expliquemos brevemente qué es un homúnculo.
La palabra homúnculo (homunculus, en latín), significa «pequeño hombre» u «hombrecillo», para usar un recurso más económico, ya que el término en latín es un diminutivo de homo, «hombre».
Los homúnculos son réplicas en miniatura del hombre, es decir, no una criatura inacabada sino realmente un hombre orgánico con todas sus cualidades y características pero creado de manera artificial a través de la alquimia.
Desde una perspectiva platónica los homúnculos representan la perfección del ser, es decir, una criatura con todas las facultades humanas pero sin las impurezas de la materia.
En cierta forma los homúnculos nos recuerdan al Golem de los mitos hebreos. Si bien su creación difiere en varios puntos esenciales, ambos conceptos se relacionan metafóricamente con la idea de la subcreación: si el hombre es creado por Dios a su imagen y semejanza, también él a su vez puede crear vida aunque de forma menos competente.
En el Liber de Imaginibus, Paracelso trata de despejar la maleza alrededor del concepto de homúnculo. Condena a los alquimistas fraudulentos que prometían la fabricación de homúnculos a través del uso mandrágora, raíz mágica por excelencia, aclarando que estas representaciones eran absurdas, cuando no directamente maliciosas.
Esta leyenda de los homúnculos relacionados con la mandrágora es exquisitamente desarrollada por el autor alemán Hanns Heinz Ewers en su novela de 1911: La mandrágora (Alraune).
Según Paracelso la única manera de crear un homúnculo es a partir del esperma humano, afirmación que logró que buena parte de su obra fuese clasificada como parte de la nigromancia; lo cual es inexacto.
En las tres obras de Paracelso antes mencionadas —Liber de imaginibus, De natura rerum y De homunculis—, el filósofo diseña una especie de manual para crear homúnculos disperso en esas páginas; en realidad, opúsculos, libelos que luego fueron asimilados por ediciones más ambiciosas.
Repasemos aquel método de Paracelso para fabricar un homúnculo. Si bien es un procedimiento dificultoso, nos ahorraremos uno o dos detalles para evitar que alguien incauto decida experimentar por cuenta propia:
Para crear un homúnculo es necesario recolectar el esperma putrefacto de un hombre. Esta muestra debe inseminarse en un huevo, dejado a la sombra, en un sitio cálido, hasta que alcance el nivel óptimo de putrefacción.
En este punto Paracelso recomienda que para obtener este nivel de pureza en la putrefacción del huevo se lo puede colocar en el excremento de una yegua preñada.
Este detalle esconde la verdadera razón para la creación de homúnculos: el método prescinde de la mujer y sus humores corruptos, según la concepción de aquel tiempo, de tal forma que, sin el soporte del organismo femenino, el homúnculo puede desarrollarse de forma mucho más pura que dentro de un útero.
Más adelante, Paracelso alerta que la formación del homúnculo en el huevo puede variar dependiendo del grado de humedad, calor y sombra, dando por resultado un homúnculo mujer, es decir, una femíncula, o bien seres amorfos cuya sola visión produce repugnancia.
Sigamos:
Después de cuarenta días de incubación el homúnculo es capaz de moverse por sí mismo, lo cual es fácilmente observable. En esta etapa el huevo no debe ser abierto. El homúnculo ya posee algunas características humanoides pero no está completamente formado.
Sólo cuando la cáscara del huevo se vuelva traslúcida es posible asistir al homúnculo. Se lo debe alimentar sabiamente con el arcano de la sangre humana, nutrición que debe prolongarse durante cuarenta días más.
Aquí vale la pena hacer una nueva aclaración.
En la mayoría de las traducciones al español de la obra de Paracelso se aclara que el homúnculo debe ser colocado en una especie de frasco de vidrio. Ahora bien, Paracelso utiliza la palabra fläschchen, que perfectamente puede ser traducida por frasco o botella; sin embargo, el alquimista emplea el término como metáfora del útero; no de una mujer humana, sino de una yegua.
De modo que, durante otros cuarenta días, el homúnculo debe ser colocado en el útero de una yegua: allí crecerá por completo, tomará su forma y su temperamento. Su aspecto será idéntico al de un hombre adulto, sin vellos ni imperfecciones y mucho más pequeño.
El homúnculo de Paracelso medía aproximadamente unos 30 centímetros de alto, y era capaz de realizar trabajos menores con gran empeño. No obstante, después de un tiempo era habitual que el homúnculo se rebelara e incluso se volviera contra su creador.
Así como Adán y Eva trasgredieron las leyes del Hacedor, el homúnculo también empieza a cuestionar las órdenes que se le asignan, hasta que por fin las trasgrede por completo.
Para evitar la enojosa tarea de andar persiguiendo al homúnculo por el laboratorio, Paracelso añade algunos ingredientes a su receta original:
Se debe utilizar el huevo de una gallina negra, o bien teñida de negro con polvo de carbón; y el estiércol debe disolverse en una mezcla de mercurio.
Si bien los homúnculos son una creación de Paracelso, su concepto es mucho más antiguo. Los nigromantes griegos, por ejemplo, se jactaban de sus Anthroparion, literalmente, «hombrecillo»; así como los alquimistas árabes hacían lo propio con los Takwin, seres artificiales pero orgánicos creados en el laboratorio.
En la misma época de Paracelso ya existían obras que mencionaban a los homúnculos. Por ahí andan las Bodas alquímicas de Christian Rosenkreutz (Chymische Hochzeit Christiani Rosencreutz), publicado en 1616, donde se explica cómo fabricar el Homunculi Duo; es decir, un hombre y una mujer en miniatura.
En estas instancias cabría preguntarse lo siguiente: ¿si la receta de Paracelso funcionaba realmente por qué nadie ha sido capaz de crear un homúnculo?
De las muchas razones perfectamente lógicas que podríamos elaborar nos inclinaremos por una que admita lo fantástico.
La terminología de Paracelso no es tan clara como parece a simple vista. Por ejemplo, cuando habla de putrefacción no se refiere exactamente a algo podrido. El término es un sustituto alquímico de algo orgánico pero corrupto, cualidad que no se desprende de la materia orgánica sino que procede de su emisor.
Por ejemplo, cuando habla de recolectar el esperma putrefacto de un hombre se refiere a la simiente de un hombre corrupto, por lo general, producto de las poluciones involuntarias que los ahorcados emitían al momento de sentir la soga al cuello.
Al ocultar su receta en tres libros malditos diferentes, el alquimista se aseguró de variar en los ingredientes y su modo de uso. En De homunculis, por ejemplo, se aclara que la gallina negra cuyo huevo se utilizará como útero del homúnculo debe ser alimentada con leche y miel, sin que en el resto de las obras se especifique nada al respecto.
Actualmente proliferan los videos sobre cómo fabricar un homúnculo; la mayoría, sin embargo, no se apoya en los estudios de Paracelso sino en los tratados de David Christianus, quien en el siglo XVIII distribuyó su propio método para hacer un homúnculo.
El sabio recomienda realizar un pequeño orificio en la cáscara de un huevo, sustituir una porción de la clara por esperma, sellar el orificio con pergamino virgen, y finalmente enterrar en huevo en estiércol hasta el inicio del ciclo lunar en de marzo.
El homúnculo de David Christianus nace luego de treinta días, y su dieta se restringe a semillas de lavanda y lombrices.
Debemos entender que, al menos para Paracelso, la alquimia no era simplemente una búsqueda de la chrysopoeia, es decir, una ciencia dedicada a fabricar oro a partir de metales inferiores, sino una filosofía, una metafísica, cuyo objetivo principal era la creación de la vida. En este sentido, el homúnculo simbólicamente representa al hombre cuyo espíritu ha sido regenerado.
Tal vez por eso Paracelso aclara que su descubrimiento del homúnculo ocurrió mientras intentaba fabricar la Piedra Filosofal.
Para cerrar hay que decir que el homúnculo de Paracelso representaba una buena porción de su misoginia.
Sus homúnculos eran pequeños, de cuerpo traslúcido, puros e incorruptos en todos sus aspectos, salvo por la ausencia de alma, elemento que solo se integra en el ser a partir de la concepción tradicional.
Poseían una inteligencia preternatural y una especie de entendimiento de todos los matices secretos de la materia y la naturaleza. Por otro lado, si se emplea el mismo procedimiento para crear un homúnculo pero sustituyendo el esperma por sangre menstrual, el resultado será un basilisco: criatura idiota que emite gases ponzoñosos a través de la mirada; síntesis de la mujer caída desde la gracia en el pensamiento medieval.
Algunos críticos insidiosos sugieren que los homúnculos de Paracelso son una elegante excusa para la masturbación.
En otros escritos, Paracelso explica que los homúnculos pueden ser creados sin la asistencia del hombre, es decir, de forma espontánea. ¿De qué forma? Mediante la emisión de esperma en cualquier medio ambiente no procreativo, es decir, fuera del organismo de la mujer.
En este contexto, Paracelso relata algunos casos inquietantes de homúnculos que fueron creados de manera accidental como consecuencia de la sodomía; y para ello revela muestras de gusanos intestinales que, según sus conjeturas, serían homúnculos sin desarrollar que deambulan por el organismo hasta que finalmente son expulsados a través del excremento. Si las condiciones son apropiadas continúan creciendo aunque rara vez asumen las buenas costumbres del homúnculo fabricado en casa.
Toda emisión de semen por fuera de la sexualidad regulada, alerta Paracelso, puede terminar en la creación accidental del homúnculo. Por esa razón recomienda el celibato, en el mejor de los casos, o bien la masturbación con propósitos científicos en condiciones de laboratorio, como el suyo, donde quizás estos experimentos se sucedían de forma frenética, casi compulsiva, varias veces al día.
Libros extraños. I Misterios miserables.
Más literatura gótica:
- Tratado de los espíritus elementales de Paracelso.
- Libros prohibidos.
- Fenómenos paranormales.
- Parapsicología.
- Leyendas urbanas de terror.
1 comentarios:
Un saludo. Me parecen muy interesantes estos 3 libros de Paracelso que mencionas. ¿Tienes en PDF las traducciones que has/han leído? ¿Podrías compartirlos?
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