El Golem: mitos y leyendas


El Golem: mitos y leyendas.




A propósito de la publicación del poema de Jorge Luis Borges, El Golem, resulta oportuno examinar el origen de esta extraordinaria criatura de los mitos hebreos.

Las apariciones más notables del Golem se sitúan en las leyendas de la Edad Media, aunque su origen es anterior. Su nombre procede de la palabra hebrea gelem, muy frecuente en el Talmud para designar a la materia primordial.

El Golem es una criatura artificial, es decir, un ser animado a partir de materia inerte, similar a los homúnculos de Paracelso aunque de un tamaño superior.

Así como Adán fue creado por Dios a partir del barro, también lo fue el Golem, aunque de un modo imperfecto ya que su creador es el hombre, con todas las complicaciones que eso acarrea.

Casi todos los relatos medievales sobre el Golem tienen a un rabino como protagonista. Ciertamente hay excepciones, pero la regla general es que para crear un Golem es necesario conocer el gran arcano de magia: la alquimia de las palabras.

Así lo especifica Jorge Luis Borges en el poema El golem:


Si (como el griego afirma en el Cratilo)
El nombre es arquetipo de la cosa,
En las letras de rosa está la rosa
Y todo el Nilo en la palabra Nilo.

Y, hecho de consonantes y vocales,
Habrá un terrible Nombre, que la esencia
Cifre de Dios y que la Omnipotencia
Guarde en letras y sílabas cabales.


En este lenguaje secreto, pero accesible para el hombre sabio, existe la posibilidad de crear vida artificial mediante la palabra, del mismo modo en el que Dios creó el universo a partir del verbo, de la voluntad, de la acción de engendrar palabras.

Según este procedimiento, el rabino colocaba un trozo de pergamino o de arcilla en la boca del Golem, justo debajo de la lengua, donde estaba grabada la palabra hebrea emet, que significa «vida». La única forma de destruir al Golem es borrando la primera letra de ese grabado, dejando en su boca la palabra met, que significa «muerte».

Probablemente el Golem más famoso es aquel creado en el siglo XVI por el rabí Judah Loew, de la sinagoga de Praga. Quien lo formó para defender al gueto de los ataques de sus enemigos y, además, para ocuparse de las tareas de limpieza de la sinagoga.

Pero la creación del buen rabino se hizo incontrolable. El Golem aterrorizó tanto a la población que los enemigos del gueto ofrecieron su rendición a cambio de que se destruyera a la criatura. El rabino Loew aceptó, y el Golem fue destruido. La leyenda sostiene que su cadáver se encuentra sepultado en algún rincón inaccesible de Altneuschul, en la ciudad de Praga, donde puede ser reanimado si es necesario.

En 1847, Wolf Pascheles enumeró la receta para crear un Golem, cifrado que admite toda clase de sustancias indecorosas y que nadie se atrevió a desafiar, hasta que en 1909, Yudl Rosenberg sostuvo que la fórmula estaba incompleta, y que el Golem sólo puede crearse con el barro del río Moldava, en Praga.

Según se cree, la verdadera fórmula para crear a un Golem consiste en formar un círculo mágico alrededor de la figura, utilizando combinaciones cabalísticas veladas al profano. A partir de ahí, el rabino y sus asistentes recitan algunos pasajes del Génesis, específicamente aquellos que se refieren a la creación del hombre.

El este contexto, el Golem es el prototipo literario del autómata, aunque en la versión original de la leyenda se discute acerca de la verdadera naturaleza de la criatura. ¿Es el Golem un ser artificial o un instrumento del hombre? La diferencia, aunque imperceptible, platea ciertas dificultades éticas.

Si el Golem es un ser, aunque sea artificial, entonces está dotado del derecho a la vida. Si es un simple instrumento desprovisto de pasado y de futuro, entonces esos derechos pueden ser suprimidos sin riesgo de cometer una ofensa.

Como autómata, el Golem carece de las tres facultades humanas esenciales: la capacidad de diferenciar el bien y el mal, el lenguaje, y el poder de engendrar. Es por eso que sus actos recaen sobre el rabino que lo creó, cuyas órdenes el Golem cumple a rajatabla. Debido a los peligros que puede generar, habitualmente se lo utilizaba para patrullar las calles y, en manos de rabinos inescrupulosos, para asesinar a los enemigos del gueto.

La leyenda medieval del Golem tuvo un enorme impacto en el imaginario popular. Fueron muchos los eruditos judíos y gentiles de la Edad Media, incluso hasta bien entrado el Renacimiento, que intentaron crear a un Golem a partir de las elaboradas recetas del rabino Judah Loew ben Bezalel (1512-1609), líder controversial al cual se le atribuye una versión regional y degradada del verdadero Golem.

Esto se observa de forma genial en la novela de Gustav Meyrink: El golem (Der Golem), que realiza un recuento de los hechos asombrosos ocurridos en el gueto de Praga.

La importancia del cuento del Golem no pasa únicamente por su carácter artificial, sino por el efecto inquietante que nos produce la posibilidad de crear a un ser que se vea y actúe superficialmente como nosotros, aunque esa apariencia y esas acciones sean automáticas.

¿Qué es el Frankenstein de Mary Shelley sino un Golem, donde el barro primordial es sustituido por la carne corrupta de los muertos, y el sabio rabino por un científico audaz?

Y así como Frankenstein huye de su creador y se asume como una criatura de Dios, las leyendas del Golem siempre terminan con un rabino arrepentido que busca matar a la criatura antes de que esta tome consciencia de su ser.

Este esquema se repite en todas las historias en las cuales el hombre engendra a un autómata, ya sea de carne y hueso o bien mecánico, es decir, un robot.

El creador siempre busca destruir a su creación, así como Dios anuncia la destrucción de su obra en el apocalipsis.

No obstante, el mundo material admite imperfecciones que no se registran en las decisiones divinas. Dios, se dice, no fallará al organizar la destrucción del universo; pero los hombres a menudo son vencidos por los seres artificiales que crean, como el rabino de Chelm, de Polonia, que fracasó en su intento por desactivar al Golem, o como Víctor Frankenstein, que no logró anticipar la huida de su circunspecta creación.




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2 comentarios:

Maika Duvnj'ack dijo...

Hola Aelfwine, y ante todo "Feliz Año"...bueno, potencialmente feliz (solo siendo optimistas)...
En realidad, despues de leer la informacion publicada acerca del Golem, me vino a la mente una pelicula (que por cierto me gusto mucho) llamada "Bee Season" de Scott McGehee que trata el tema de la kabbalah. Queria preguntar si la creacion del Golem, a traves del lenguaje, se relaciona con la kabbalah que es parte de la mistica del pueblo judio (ya que para los kabalistas el lenguaje puede "crear").
Un gran abrazo...

Sebastian Beringheli dijo...

Feliz año para ti también Maika. No diré nada con respecto a tu observación sobre el optimismo porque creo que ya sabes que ese rasgo no es particularmente fluido en mi...

Si, desde ya que hay una relación entre ambos. Como bien apuntabas, el pueblo hebreo tiene un vínculo indeleble con el concepto de la creación a través de la palabra, del verbo como transición entre la idea y lo creado. Curiosa y bella manera de afirmar la existencia a través de los símbolos, que para los judíos no son meros objetos abstractos, sino que llevan en su esencia números e imágenes, conceptos acabados que se resumen en una serie de sonidos que no tienen nada de arbitrario.

Tomo nota de la película, ya que no la he visto y por la temática creo que debe ser interesante.

Saludos, Maika. Siempre es un placer descubrir tus huellas por aquí. Cuidate...



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