El peligroso afrodisíaco del Marqués de Sade.
La mayoría conoce al menos algo de la tormentosa vida del marqués de Sade: estudiante mediocre, lector voraz, libertino consumado y referente de la narrativa más obscena y deliciosa de su tiempo.
Sin embargo, lo que pocos saben es que el Marqués de Sade realmente llevó al límite sus impulsos sádicos, a los cuales les dio nombre propio, a través de un peligroso afrodisíaco capaz de producir un efecto devastador... y posteriormente la muerte.
Después de haber pasado una temporada en prisión como castigo por haber flagelado a una muchacha, el Marqués de Sade resolvió experimentar con afrodisíacos. En aquella época, o en todas, en realidad, el afrodisíaco más poderoso era siempre el más peligroso de ingerir; de tal forma que el Marqués de Sade, incapaz de sentir culpa o remordimiento por sus caprichos, decidió distribuirlo solapadamente entre sus invitados.
En 1772, durante su estancia en Marsella, el Marqués de Sade organizó una de sus típicas reuniones de desenfreno. Para amenizar la velada, distribuyó unos bombones de anís entre sus invitados, los cuales estaban rellenos con el polvo disecado de la mosca española (cantharis vesicatoria), coleóptero que contiene altas concentraciones de alcaloides.
Aquellos invitados que tuvieron la audacia de probar esos bocados entraron en un frenesí que incluso perturbó al propio Marqués de Sade. Pero el refriegue duró muy poco. En menos de una hora los comensales empezaron a vomitar, luego a convulsionar, y buena parte de ellos falleció en el curso de una semana.
Hay que decir que el afrodisíaco del Marqués de Sade no era una novedad en el siglo XVIII, y por tal caso en la antigüedad clásica.
Desde tiempos inmemoriales se lo utilizó para tratar diversas enfermedades, siempre con efectos secundarios que oscilaban entre la excitación más salvaje a la muerte.
Por ejemplo, la emperatriz romana Livia Drusila solía deslizar este peligroso afrodisíaco entre otros miembros de la familia imperial. Su objetivo era causar ciertas indiscreciones que luego podían ser utilizadas para la extorsión.
En los archivos de la Bastilla, actualmente de dominio público, pueden leerse las órdenes de compra de los famosos «polvos de amor» con los que Madame La Volisin amenizaba sus misas negras, los cuales eran además de suministrados a Madame de Montespán para vigorizar sus encuentros con el rey.
Estos «polvos de amor» estaban hechos a base de la mosca española, como ya se ha dicho, extremadamente populares y peligrosos.
Las golosinas que se confeccionaban con este poderoso afrodisísco eran conocidas como «pastillas de Richelieu» (pastilles de Richelieu), en alusión a la delictiva tendencia del duque de Richelieu a suministrárselas a sus amantes para que complazcan sus deseos más inconfesables.
A finales del siglo XVIII, Madame du Barry (1743-1793), amante de Luis XV, las popularizó con el nombre de pastillas de serallo. Al parecer, la cortesana —una de las favoritas de la corte francesa— se exigía los más altos estándares amorosos; de modo que para estar a la altura del desafío que suponía meterse en las enaguas reales consumía grandes cantidades de este afrodisíaco.
Si bien Madame du Barry no murió a causa de estos excesos, en cierta forma la ayudaron a encontrar un final más placentero. Fue guillotinada en 1793, no sin antes haber ingerido una dosis letal de mosca española. Sus últimas palabras: encore un moment, monsieur le bourreau, encore un moment (Un momento más, señor verdugo, un momento más) parecen evidenciar que sus efectos ansiolíticos no eran precisamente eficaces.
Ya para el siglo XIX el afrodisíaco del Marqués de Sade se comercializaba libremente.
Las clases bajas podían adquirirlo bajo el nombre philtre amoureux (filtro amoroso); básicamente un polvo que se disolvía en alcohol y que podía ser consumido, o distribuido solapadamente, para obtener un rápido descenso en las barreras represivas del sujeto, volviéndolo sumiso ante cualquier indicación.
A pesar de estos antecedentes, la enorme masividad del afrodisíaco del Marqués de Sade se expresa mejor al retroceder en el tiempo. Incluso obras magníficas, como el Philaster de los dramaturgos ingleses Francis Beaumont (1584-1616) y John Fletcher (1579-1625), versifican sobre sus propiedades:
Antes ella estaba en boca de todos;
Ahora nadie se atreve a decir
Que la cantárides puede agitarla.
(Before, she was common talk;
Now, none dare say,
cantharides can stir her)
Ahora nadie se atreve a decir
Que la cantárides puede agitarla.
(Before, she was common talk;
Now, none dare say,
cantharides can stir her)
O en esta acusación del poeta inglés Ben Jonson, fechada en 1601:
¡Tu, hijo de perra cantárides!
(You whoreson cantharides!)
(You whoreson cantharides!)
La mosca española, curiosamente, no era mosca ni era española, sino un coleóptero bastante utilizado por los médicos españoles para tratar heridas superficiales en la piel así como aliviar los padecimientos de la gota y el reumatismo.
Si se la consume en grandes dosis, sin embargo, produce una tremenda inflamación en todos los órganos del tracto genital, incluso en los genitales, efecto que propagó la creencia de que poseía propiedades afrodisíacas.
El dolor que causaba este afrodisíaco era atroz, y rara vez cumplía con su propósito original. Con solo 10 miligramos se obtenía la muerte, e incluso con dosis considerablemente menores las mujeres sufrían horribles contracciones uterinas que en muchos casos conducían al suicidio.
Aún para aquellos que no encontraron la muerte, el afrodisíaco del Marqués de Sade trajo aparejado todo tipo de problemas. Se cree que la daño renal de Luis XV, que le produjo dolores permanentes durante el resto de su vida, fue producto del abuso de la mosca española.
La historia de los afrodisíacos posee algunas páginas inquietantes, y la dedicada a la mosca española es sin dudas una de las que más sombrías de todas.
Historias del Marqués de Sade. I Autores con historia.
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