«El demonio oscuro»: Robert Bloch; relato y análisis


«El demonio oscuro»: Robert Bloch; relato y análisis.




El demonio oscuro (The Dark Demon) —también traducido como El demonio negro— es un relato de terror del escritor norteamericano Robert Bloch (1917-1994), publicado originalmente en la edición de noviembre de 1936 de la revista Weird Tales, y luego reeditado por Arkham House en la antología de 1946: El que abre el camino (The Opener of the Way).

El demonio oscuro, posiblemente uno de los cuentos de Robert Bloch menos conocidos, relata la historia de Edgar Gordon, un autor capaz de escribir los relatos más aterradores inspirados en sus sueños... o tal vez dictados en sus sueños por una entidad oscura.

SPOILERS.

El maestro del horror, Edgar Gordon, ha muerto; o al menos eso sostiene el narrador de El demonio oscuro; a su vez, un escritor menor que mantuvo correspondecia con Gordon y llegó a entablar una cordial amistad con él. Al parecer, Gordon basó sus historias en sueños, que a menudo lo llevaron a mundos alienígenas e involucran extraños seres. Poco a poco, los cuentos de Gordon se vuelven cada vez más extraños, casi en la misma medida en la que él mismo se vuelve más ermitaño y hosco.

Gordon afirma que es un mesías de una misteriosa entidad, el Oscuro, también conocido como Nyarlathotep, y que su misión es difundir el mensaje de este ser a través de la ficción, hasta que el propio Nyarlathotep encarne en su cuerpo físico. Desde entonces, sus acólitos lo abandonan, menos el narrador, quien de hecho cree parcialmente en su historia. Tal es así que una noche va a su casa, convenientemente armado, solo para presenciar que Gordon, durmiendo plácidamente en un sofá, está cambiando...

El demonio oscuro pertenece a los Mitos de Cthulhu [el propio Gordon es una versión exagerada de H.P. Lovecraft, así como el narrador lo es de Robert Bloch] y contiene muchas referencias explícitas: el Necronomicón, los Misterios del Gusano y el Libro de Eibon, el Coultes des Goules, así como menciones a Nyarlathotep y Yog-Sothoth y Azozath [Azathoth]. Pero también hay otras conexiones mucho más sutiles que nos gustaría analizar.

En las cartas de Lovecraft podemos encontrar muchas discusiones de cuentos inéditos de Robert Bloch. Este último habitualmente se los enviaba al flaco de Providence para conocer su opinión. La mayoría de estas historias nunca se imprimieron, pero otras parecen haber sido reescritas de acuerdo a las sugerencias de Lovecraft, y publicadas incluso décadas después. Por ejemplo, en una carta fechada en octubre de 1936, Lovecraft y Bloch discuten la planificación de La sombra que huyó del chapitel (The Shadow from the Steeple), el cual recién sería publicado en septiembre de 1950.

Ahora bien, en una carta fechada el 18 de octubre de 1934, Robert Bloch y Lovecraft debaten sobre un cuento llamado: El genio maligno (The Evil Genius). Aparte del título, no se sabe mucho más sobre esta historia, pero una posible pista se encuentra en El demonio oscuro, más precisamente en el siguiente párrafo:


En respuesta a mis protestas sobre la introducción de ideas no humanas, [Gordon] argumentó que una historia realmente extraña debe contarse desde el punto de vista del monstruo o entidad en sí. Esta no era una teoría nueva para mí, pero me opuse a la nota sorprendentemente morbosa que ahora enfatizaban sus historias. Además, sus personajes no humanos no eran ghouls, hombres lobo o vampiros convencionales. En cambio, presentaba demonios, engendros estelares, e incluso escribió un cuento sobre una inteligencia incorpórea que llamó El Principio del Mal.


El Principio del Mal (The Principle of Evil) puede ser la versión apócrifa del cuento inédito El genio maligno, siendo esta inteligencia incorpórea el «genio» del título. Por otro lado, el argumento de Gordon sobre los narradores no humanos proviene directamente de Lovecraft, quien utilizó esta idea en El extraño (The Outsider) [ver: «El Extraño» de Lovecraft como secuela de «La Casa Usher» de Poe]. De más está decir que los sueños de Gordon [revelaciones, en realidad], están inspirados en Lovecraft y su frecuentación con las imágenes oníricas como inspiración de sus obras. De hecho, todo el Ciclo Onírico está basado en sueños.

Por otro lado tenemos un relato llamado La locura de Lucian Gray (The Madness of Lucian Gray), discutido en varias cartas de 1933. Robert Bloch confundió los manuscritos y envió el cuento titulado Lirios (Lilies) Marvel Tales en lugar de La locura de Lucian Gray, que permaneció inédito. Sin embargo, sabemos que Lucian era un pintor que desapareció durante dos años, y que sus pinturas tenían alguna relación con los sueños. Es probable que, al igual que Gordon con su ficción, Lucian pintara los monstruos que veía en sueños. El narrador de la historia hace una entrada forzada y probablemente asesina a Lucian, tal como el narrador de El demonio oscuro. Un dato curioso: Robert Bloch hace que Lucian Gray lea el Necronomicón en una sola noche. Lo sabemos porque Lovecraft, en una de sus cartas, le dice que esto sería imposible, ya que en El horror de Dunwich (The Dunwich Horror) se menciona que el libro prohibido de Abdul Alhazred tiene más de 751 páginas.

Es probable que parte del argumento de La locura de Lucian Gray se haya transformado en El demonio oscuro; solo que en lugar de un artista pintando monstruos soñados, Robert Bloch optó por un escritor. Al igual que Edgar Gordon, Lucian Gray también leyó el Necronomicón y otros tomos prohibidos; y en ambas historias, además, el narrador irrumpe en la casa del artista y lo quema a balazos al encontrarlo poseído por la entidad.

En noviembre de 1933, Lovecraft hace referencia a un cuento de Robert Bloch inédito, pero que al parecer este último publicó en el periódico de su escuela secundaria. El cuento se basó en un sueño de Lovecraft, donde un demonio merodea por los techos de una ciudad medieval. Un grupo de hombres lo persiguen por los tejados, dirigidos por un joven oficial en la calle. Los cazadores refieren que la criatura se asemeja a una gárgola. Su cuerpo es negro, posee alas de murciélago, y su rostro se asemeja al de un búho. Ahora bien, el narrador de El demonio oscuro afirma en cierto momento que Edgar Gordon le contó cómo había soñado la historia de su famoso cuento de gárgolas. Esta es una referencia al monstruo de los tejados del sueño de Lovecraft, y prueba que Gordon es, de hecho, el propio Lovecraft.

Tal vez lo más extraño de todo esto es que el argumento de El demonio oscuro de Robert Bloch forme parte de creencias muy reales. La Orden Tifoniana, por ejemplo, considera que Lovecraft no solo imaginó su panteón, sino que este es una representación alegórica de entidades reales que le «susurraban» en sueños. Esta es, literalmente, la historia de Edgar Gordon.

Espero que el lector sepa disculpar las referencias oscuras y, en ocasiones, puramente especulativas; pero me parece interesante señalar estas sutiles influencias cruzadas dentro de los Mitos, no ya en relatos publicados, sino en cartas que aluden a argumentos que nunca verían la imprenta. La correspondencia de Lovecraft es descomunal [solo Voltaire lo supera] y recién estamos empezando a rascar la superficie de un multiverso que, aparentemente, sigue expandiéndose.




El demonio oscuro.
The Dark Demon, Robert Bloch (1917-1994)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)


La verdadera historia de la muerte de Edgar Gordon nunca se contó antes. De hecho, nadie más que yo sabe que está muerto; porque la gente se ha olvidado gradualmente del extraño genio oscuro cuyos cuentos sobrenaturales alguna vez fueron tan populares entre los amantes de la fantasía. Quizás fue su obra posterior la que tanto alienó al público, las insinuaciones de pesadilla y las extravagantes fantasías de sus últimos libros. Mucha gente tachó los extravagantemente redactados tomos como la obra de un loco, e incluso sus corresponsales se negaron a comentar sobre algunas de las cosas inéditas que les envió.

Además, su vida privada, furtiva y excéntrica, no fue vista con buenos ojos por quienes lo conocieron en los días de su temprano éxito. Cualquiera sea la causa, él y sus escritos han sido condenados al olvido por un mundo que siempre ignora lo que no puede comprender del todo.

La mayoría cree que Gordon simplemente ha desaparecido. Eso es bueno, en vista de la peculiar forma en que murió. Pero he decidido decir la verdad. Verás, conocía muy bien a Gordon. Sinceramente, fui el último de todos sus amigos, y estuve allí al final. Tengo con él una deuda de gratitud por todo lo que ha hecho por mí. ¿Cómo podría pagarla más adecuadamente que dar al mundo los hechos verdaderos sobre su triste metamorfosis mental y su trágica muerte?

Si puedo esperar aclarar estas cosas y limpiar el nombre de Gordon del injusto estigma de la locura, no habré vivido en vano. Por lo tanto, incluyo esta declaración introductoria. Soy muy consciente de que es posible que no se crea esta historia. Hay ciertos, digamos, sensacionales, que me han llevado a debatir el paso que estoy dando para presentar su caso ante el público. Pero tengo una deuda que saldar; un tributo, más bien, al genio que una vez fue Edgar Henquist Gordon.

Debe haber sido hace seis años que lo conocí por primera vez. Ni siquiera sabía que ambos residíamos en la misma ciudad, hasta que un corresponsal mutuo lo mencionó inadvertidamente en una carta. Por supuesto, había oído hablar de él antes. Siendo yo mismo un esperanzado escritor aficionado (y en ocasiones desesperado), me sentí enormemente influenciado e impresionado por su trabajo en las diversas revistas dedicadas a la literatura fantástica que amaba. En ese momento, prácticamente todos los lectores de tales revistas lo conocían como un escritor excepcionalmente erudito de cuentos de terror. Su estilo le había ganado renombre en este pequeño campo, aunque incluso entonces había quienes profesaban burlarse de lo grotesco de sus temas.

Lo admiraba ardientemente. Como resultado, me invité a mí mismo a hacer una visita social al señor Gordon en su casa. Nos hicimos amigos.

Sorprendentemente, este soñador solitario parecía disfrutar de mi compañía. Vivía solo, no cultivaba amistades y no tenía contacto con sus amigos salvo por correspondencia. Su lista de correo, sin embargo, era voluminosa. Intercambió cartas con autores y editores de todo el país; aspirantes a escritores, aspirantes a periodistas, pensadores y estudiantes de todo el mundo. Una vez que su reserva fue penetrada, pareció complacido de tener mi amistad. No hace falta decir que yo estaba encantado.

Lo que Edgar Gordon hizo por mí en los próximos tres años nunca se podrá contar adecuadamente. Su hábil ayuda, amistosa crítica y amable aliento finalmente lograron convertirme en una especie de escritor, y después de eso, nuestro interés mutuo formó un vínculo adicional entre nosotros.

Lo que reveló sobre sus propias historias me asombró. Sin embargo, podría haber sospechado algo por el estilo desde el principio.

Gordon era un hombre alto, delgado y anguloso, con el rostro pálido y los ojos hundidos que delatan al soñador. Su lenguaje era poético y profundo; sus gestos personales eran casi sonámbulos en su lentitud, así como la mente que dirigía sus movimientos mecánicos era ajena y lejana. Por lo tanto, a partir de estos signos, podría haber adivinado su secreto. Pero no lo hice, y me quedé realmente asombrado cuando me lo dijo por primera vez.

¡Porque Edgar Gordon escribió todas sus historias a partir de sueños! La trama, el escenario y los personajes eran productos de su propia y colorida vida de ensueño; todo lo que necesitaba hacer era transcribir sus fantasías durmientes en papel.

Más tarde supe que esto no era un fenómeno completamente único. El difunto Edward Lucas White afirmó haber escrito libros basados enteramente en fantasías nocturnas. H. P. Lovecraft había producido varios de sus espléndidos relatos inspirados en una fuente similar. Y, por supuesto, Coleridge había imaginado a su Kubla Khan en un sueño. La psicología está llena de ejemplos que atestiguan la posibilidad de la inspiración nocturna.

Pero lo que hizo que la confesión de Gordon fuera tan extraña fueron las peculiaridades que acompañan a sus propias etapas de sueño. Afirmó que podía cerrar los ojos en cualquier momento, relajarse en un estado somnoliento y soñar sin cesar. No importaba si esto se hacía de día o de noche; ni si había dormido quince horas o quince minutos. Parecía particularmente susceptible a las impresiones subconscientes.

Mis ligeras investigaciones en psicología me llevaron a creer que se trataba de una forma de autohipnosis, y que sus breves siestas eran en realidad una determinada etapa del sueño mesmérico, en la que el sujeto está abierto a cualquier sugerencia.

Estimulado por mi interés, solía interrogarlo de cerca sobre el tema de estos sueños. Al principio respondió fácilmente, una vez que le conté mis propias ideas sobre el tema. Me narró varios de ellos, que anoté en un cuaderno para futuros análisis.

Las fantasías de Gordon estaban lejos de los tipos ordinarios de sublimación o represión freudiana. No había patrones de deseos ocultos discernibles ni fases simbólicas. De alguna manera eran extraños. Me contó cómo había soñado la historia de su famoso cuento de Gárgolas; de las ciudades negras que visitó en los fabulosos bordes exteriores del espacio, y los habitantes extraños que le hablaron desde tronos informes que existían más allá de toda materia. Sus vívidas descripciones de una geometría terriblemente extraña y formas de vida extraterrestres me convencieron de que su mente no era ordinaria para albergar sombras tan inquietantes.

La facilidad con la que recordaba los detalles vívidos también era inusual. No parecía haber conceptos mentales borrosos en absoluto; recordaba cada detalle de los sueños que había experimentado quizás años atrás. De vez en cuando pasaba por alto partes de sus descripciones con la excusa de que no sería posible traducirlas en palabras. Insistió en que había visto y comprendido muchas cosas que estaban más allá de la descripción de una manera tridimensional, y que mientras dormía podía ver colores, oír, y experimentar toda clase de sensaciones.

Naturalmente, este fue un campo de investigación fascinante para mí. En respuesta a mis preguntas, Gordon me dijo una vez que había conocido estos sueños desde la más tierna infancia, y que la única diferencia entre los primeros y los últimos era un aumento de intensidad. Ahora, afirmó, retenía sus impresiones con mucha más fuerza.

Casi todos sus sueños ocurrían en escenarios que fuera de nuestro propio cosmos. Montañas de estalagmitas negras; picos y conos en medio de valles de cráteres y soles muertos; ciudades de piedra en las estrellas; estos eran lugares comunes. A veces caminaba o volaba, se tambaleaba o se movía de maneras innombrables con las razas indescriptibles de otros planetas. Monstruos que de hecho podía describir, pero había ciertas inteligencias que existían sólo en un estado gaseoso y nebuloso, y otras que eran simplemente la encarnación de una fuerza inconcebible.

Gordon siempre fue consciente de que él mismo estaba presente en todos los sueños. A pesar de las aventuras asombrosas y a menudo desconcertantes que describió con tanta ligereza, afirmó que ninguna de estas imágenes del sueño podía clasificarse como pesadillas. Nunca había sentido miedo. De hecho, a veces experimentaba un curioso cambio de identidad, de modo que consideró sus sueños como naturales y su vida de vigilia como irreal.

Lo interrogué lo más profundamente posible y no tuvo ninguna explicación que ofrecer. Su historia familiar había sido normal en este y en todos los demás aspectos, aunque uno de sus antepasados había sido un «mago» en Gales. Él mismo no era un hombre supersticioso, pero se vio obligado a admitir que algunos de sus sueños coincidían curiosamente con pasajes descriptivos de libros como el Necronomicón, los Misterios del Gusano y el Libro de Eibon.

Pero había experimentado sueños similares mucho antes de que su mente lo impulsara a leer los oscuros volúmenes mencionados anteriormente. Estaba seguro de haber visto a «Azozath» y «Yuggoth» antes del momento en que supo de su existencia semimítica en la tradición legendaria de la antigüedad. Pudo describir «Nyarlathotep» y «Yog-Sothoth» a partir de lo que afirmó ser un contacto real en el sueño con estas entidades alegóricas.

Me impresionaron profundamente estas declaraciones y finalmente me vi obligado a admitir que no tenía una explicación lógica que ofrecer. Él mismo se tomaba el asunto tan en serio que yo nunca traté de burlarme de él ni de ridiculizarlo. De hecho, cada vez que escribía una nueva historia le preguntaba seriamente sobre el sueño que la había inspirado, y durante varios años me contó esas cosas en nuestras reuniones semanales.

Pero fue en ese momento cuando entró en esa fase de la escritura que lo desfavoreció en general. Las revistas que se ocupaban de su trabajo comenzaron a rechazar algunos de los manuscritos por considerarlos demasiado horribles y repugnantes para el gusto popular. Su primer libro publicado, Night-Gaunt, fue un fracaso, debido a la morbosidad de su tema.

Sentí un cambio sutil en su estilo y temas. Ya no se adhería a la motivación convencional de la trama. Comenzó a contar sus historias en primera persona, pero el narrador no era un ser humano. Su elección de palabras indicaba claramente hiperestesia.

En respuesta a mis protestas sobre la introducción de ideas no humanas, argumentó que una historia realmente extraña debe contarse desde el punto de vista del monstruo o entidad en sí. Esta no era una teoría nueva para mí, pero me opuse a la nota sorprendentemente morbosa que ahora enfatizaban sus historias. Además, sus personajes no humanos no eran ghouls, hombres lobo o vampiros convencionales. En cambio, presentaba demonios, criaturas engendradas por estrellas e incluso escribió un cuento sobre una inteligencia incorpórea que llamó El Principio del Mal.

Esta materia no solo era metafísica y oscura, también estaba más allá de cualquier concepto normal de pensamiento. Las ideas y teorías que exponía se estaban volviendo absolutamente blasfemas. Considere su declaración de apertura en El Alma del Caos:

Este mundo no es más que una pequeña isla en el oscuro mar del Infinito, y hay horrores arremolinándose a nuestro alrededor. ¿A nuestro alrededor? Mejor digamos entre nosotros. Lo sé, porque los he visto en mis sueños, y hay más cosas en este mundo de las que la cordura puede ver jamás.

El Alma del Caos, por cierto, fue el primero de sus cuatro libros impresos en forma privada. Para entonces, había perdido todo contacto con los editores y revistas habituales. Dejó también a la mayoría de sus corresponsales y se concentró en unos pocos pensadores excéntricos en Oriente.

Su actitud hacia mí también estaba cambiando. Ya no me exponía sus sueños ni esbozaba teorías de trama y estilo. Ya no lo visitaba muy a menudo, y rechazó mis propuestas con inconfundible brutalidad.

Por un lado, no me gustaron algunos de los libros nuevos de su biblioteca. El ocultismo está bien para un estudio, pero los arcanos de pesadilla del Cultes des Goules y el Damonolorum no conducen a un estado mental saludable. Además, sus últimos manuscritos privados eran casi demasiado descabellados. No me impresionó tan favorablemente la seriedad con la que trató ciertas tradiciones crípticas; algunas de sus ideas eran demasiado fuertes. En otro siglo habría sido perseguido por hechicería si se atreviera a expresar la mitad de las creencias contenidas en estos escritos.

Había otros factores que me hacían evitarlo. Sus tendencias ermitañas parecían visiblemente acentuadas. Nunca más salió, me dijo; ni siquiera a caminar en el patio. Alimentos y otras necesidades eran entregadas semanalmente en su puerta. Por la noche no dejaba más luz que una pequeña lámpara dentro del estudio. Todo lo que comentó voluntariamente sobre esta rígida rutina fue evasivo. Dijo que pasaba todo su tiempo durmiendo y escribiendo.

Estaba más delgado, más pálido, y se movía con modales más místicos y soñadores que nunca. Pensé en las drogas; parecía un adicto típico. Pero sus ojos no eran los globos de fuego febriles que caracterizan al comedor de hachís, y el opio no había deteriorado su físico. Entonces yo mismo sospeché locura; su forma indiferente de hablar, y su recelosa negativa a profundizar en cualquier tema de conversación, podría deberse a algún trastorno nervioso. Era por naturaleza susceptible a ciertas características esquizoides. Quizás estaba trastornado.

Ciertamente, lo que dijo al final sobre sus sueños recientes tendió a corroborar mi teoría. Mientras viva, nunca olvidaré esa discusión final sobre los sueños, por razones que pronto se harán evidentes.

Me contó sus últimas historias con cierta desgana. Sí, estaban inspiradas en sueños, como el resto. No las había escrito para el consumo público, y los editores podían irse al infierno por todo lo que le importaba. Las escribió porque le habían dicho que las escribiera.

Sí, dicho. Por la criatura en sus sueños, por supuesto. No le importaba hablar de eso.

Le urgí. Ahora desearía no haberlo hecho; tal vez podría haberme ahorrado el conocimiento que sigue…

Edgar Henquist Gordon, sentado allí en la amplia ventana, con ojos que igualaban la leprosa luz de la luna en la espantosa intensidad de su pálido resplandor, dijo:

—Ahora entiendo mis sueños. Fui elegido, desde el principio, para ser el Mesías; el mensajero de Su palabra. No, no me estoy volviendo religioso. No estoy hablando de un Dios en el sentido ordinario que los hombres usan para designar cualquier poder que no pueden entender. Hablo del Oscuro. Has leído acerca de Él en los libros que te mostré; el Mensajero del Demonio, lo llaman. Pero todo eso es alegórico. Él no es Maligno, porque no existe el Mal. Él es simplemente un extraño. Y yo voy a ser Su mensajero en la tierra.

»¡No te inquietes tanto! No estoy loco. Ya has oído hablar de todo esto antes: cómo los pueblos antiguos adoraban fuerzas que una vez se manifestaron físicamente en la Tierra, como el Oscuro. Las leyendas son tontas, por supuesto. No es un destructor, simplemente una Inteligencia superior que desea obtener una relación con las mentes humanas, para permitir ciertos… intercambios entre la humanidad y los que están más allá.

»Me habla en sueños. Me dijo que escribiera mis libros y los distribuyera. Cuando llegue el momento adecuado, nos uniremos y revelaremos algunos de los secretos del cosmos que los hombres solo han adivinado, o incluso percibido en sueños. Por eso siempre he soñado. Fui elegido para aprender. Por eso mis sueños me han mostrado tales cosas: Yuggoth y todo lo demás. Ahora me preparan para mi apostolado.

»No puedo decirte mucho más. Debo escribir y dormir mucho hoy en día, para poder aprender más rápido.

»¿Quién es este Oscuro? No puedo decirte más. Supongo que ya piensas que estoy loco. Bueno, tienes muchos partidarios de esa teoría. Pero no lo estoy. ¡Es verdad! ¿Recuerdas todo lo que te he dicho sobre mis sueños, cómo siguieron creciendo en intensidad? Bien. Hace varios meses tuve algunas secuencias de sueños diferentes. Estaba en la oscuridad, no en la oscuridad ordinaria, ya sabes, sino en la absoluta oscuro más allá del espacio. No se puede describir en conceptos tridimensionales o patrones de pensamiento. La oscuridad tiene un sonido y un ritmo similar a la respiración, porque está viva. Yo era simplemente una mente incorpórea allí; cuando lo vi a Él.

»Salió de la oscuridad y se comunicó conmigo. No con palabras. Estoy agradecido de que mis sueños anteriores se hubieran arreglado de tal manera que me inmunizaran contra el horror visual. De lo contrario, nunca habría podido soportar la visión. Verás. Él no es como los humanos, y la forma que eligió usar es bastante horrible. Pero, una vez que comprendas, te darás cuenta de que la forma es tan alegórica como las leyendas que los hombres ignorantes han fomentado sobre Él y el otros.

»Se parece a una concepción medieval del demonio Asmodeo. Negro por todas partes, y peludo, con un hocico como un cerdo, ojos verdes y las garras y colmillos de una bestia salvaje. Sin embargo, no me asusté después de que Él se comunicó. Verás, Él usa esa forma simplemente porque la gente tonta en la antigüedad creía que se veía de esa manera. La creencia en masa tiene una curiosa influencia sobre las fuerzas intangibles, ¿comprendes? las fuerzas del mal, les han hecho asumir el aspecto de la maldad, pero Él no quiere hacer daño.

»Ojalá pudiera repetir algunas de las cosas que me ha dicho.

»Sí, lo he visto todas las noches desde entonces. Pero prometí no revelar nada hasta que llegue el día. Ahora que lo entiendo ya no estoy interesado en escribir para la manada. Me temo que la humanidad no significa nada para mí. Puedes irte y reírte de mí todo lo que quieras. Todo lo que puedo decir es que nada en mis libros ha sido exagerado en lo más mínimo, y que solo contienen destellos infinitesimales de las últimas revelaciones que acechan más allá de la conciencia.

»Pronto llegará el día que Él ha designado, entonces el mundo entero aprenderá la verdad. Hasta entonces, será mejor que te mantengas alejado. No puedo ser molestado, y cada noche las impresiones se hacen más fuertes. Ahora duermo dieciocho horas al día, a veces, porque hay tantas cosas que Él desea decirme, tanto para aprender. Pero cuando llegue el día seré la divinidad, ¡Él me ha prometido que de alguna manera me encarnaré con Él!»

Tal era la sustancia de su monólogo. Me fui poco después de eso. No había nada que pudiera decir o hacer. Pero luego pensé mucho en lo que había dicho.

Se había ido del todo, pobre amigo, y era evidente que un mes en estas condiciones lo llevaría al límite. Me sentí sinceramente arrepentido y profundamente preocupado por la tragedia. Después de todo, había sido mi amigo y mentor durante muchos años, y era un genio. Una lástima, en verdad.

Aun así, tenía una historia extraña e inquietantemente coherente. Ciertamente se ajustaba a sus anteriores aclamaciones de la vida onírica, y el trasfondo legendario era auténtico, si es que hay que creer en el Necronomicón. Me pregunté si su Oscuro estaba remotamente relacionado con la fábula de Nyarlathotep, o el Demonio Oscuro de los rituales del aquelarre de las brujas.

Pero todas esas tonterías sobre el «día» y ser un «Mesías» en la Tierra eran demasiado absurdas. ¿Qué quiso decir con la promesa del Oscuro de encarnarse en Gordon? La posesión demoníaca es una antigua creencia acreditada solo por los supersticiosos.

Sí, pensé mucho en todo el asunto. Durante varias semanas investigué un poco por mi cuenta. Releí los últimos libros, mantuve correspondencia con los antiguos editores de Gordon, dejé notas a sus viejos amigos. E incluso estudié algunos de los viejos tomos mágicos yo mismo. No obtuve nada tangible, excepto una creciente comprensión de que debía hacer algo para salvar a Gordon de sí mismo. Temía terriblemente por la mente del hombre y sabía que debía hacerlo rápidamente.

Así que una noche, unas tres semanas después de nuestra última reunión, comencé a caminar hacia su casa. Tenía la intención de suplicarle, si era posible, que se someta a un reconocimiento médico. No puedo decir por qué me metí el revólver en el bolsillo; algún instinto interior me advirtió que podría encontrar una respuesta violenta. En cualquier caso, tenía la pistola en mi abrigo y agarré la culata con firmeza mientras recorría algunas de las calles más oscuras que conducían a su antigua vivienda en Cedar Street.

Era una noche sin luna, con ominosos indicios de una tormenta a la vista. El pequeño viento que advierte de la llegada de la lluvia ya estaba suspirando en los árboles, y de vez en cuando resplandecían rayos en el oeste.

Mi mente era un revoltijo caótico de aprensión, ansiedad, determinación y desconcierto. Ni siquiera sabía qué iba a hacer o decir una vez que viera a Gordon. Seguí preguntándome qué le había pasado en las últimas semanas, si el «día» del que hablaba se acercaba por fin.

Esa noche era la noche de Walpurgis.

La casa estaba a oscuras. Llamé y llamé, pero no hubo respuesta. La puerta se abrió bajo el impacto de mi hombro. El ruido de la madera astillada fue ahogado por el primer trueno en lo alto.

Caminé por el pasillo hasta el estudio. Todo estaba oscuro. Abrí la puerta del estudio. Había un hombre durmiendo en el sofá junto a la ventana. Sin duda era Edgar Gordon.

Con qué estaba soñando. ¿Había vuelto a encontrar al Oscuro en sus sueños? ¿El Oscuro, con aspecto de Asmodeo: negro y peludo, con ojos verdes, hocico de cerdo y garras y colmillos de alguna bestia salvaje? ¿El Oscuro que le contó sobre el «día» en que Gordon debería encarnarse con Él? ¿Estaba soñando con todo esto en la noche de Walpurgis?

Accioné el interruptor de la luz, pero un relámpago se adelantó. Duró solo un segundo, pero fue lo suficientemente brillante como para iluminar toda la habitación. Vi las paredes, los muebles, los terribles manuscritos garabateados sobre la mesa.

Luego disparé tres tiros antes de que se apagara el último parpadeo. Hubo un único grito sobrenatural que afortunadamente se ahogó en un nuevo estallido de truenos. Nunca encendí la luz, solo recogí los papeles sobre la mesa y salí corriendo a la lluvia.

De camino a casa, la lluvia se mezclaba con las lágrimas en mi rostro, y hacía eco de cada nuevo rugido del trueno con un sollozo de miedo mortal.

Sin embargo, no pude soportar los rayos y me protegí los ojos mientras corría a ciegas hacia la seguridad de mis propias habitaciones. Allí quemé los papeles que había traído, sin leerlos. No tenía necesidad de eso, porque no había nada más que saber.

Eso fue hace semanas. Cuando finalmente entraron en la casa de Gordon, no se encontró ningún cuerpo, solo un traje vacío que parecía haber sido arrojado descuidadamente sobre el sofá. No se había alterado nada más, pero la policía señala la ausencia de los papeles de Gordon como una indicación de que se los llevó cuando desapareció.

Estoy muy contento de que no se haya encontrado nada más, y me contentaría con guardar silencio, si no fuera por el hecho de que Gordon es considerado un loco. Una vez también pensé que lo estaba, por eso debo hablar. Después de eso me iré de aquí. Quiero olvidar tanto como pueda. Tengo suerte de no soñar.

No, Edgar Gordon no estaba loco. Era un genio y un buen hombre. Dijo la verdad en sus libros sobre los horrores que nos rodean y que están entre nosotros. No me atrevo a decir todo lo que ahora creo sobre sus sueños, y si sus últimas historias fueron ciertas o no. Quizás fue solo una ilusión óptica lo que vi. Espero que lo haya sido. Pero aun así, su ropa estaba allí...

Esos últimos sueños sobre el Oscuro, sobre la espera del día adecuado para encarnar en Gordon. Ahora sé lo que significa, y me estremezco al pensar en lo que podría haber sucedido si no hubiese ido a su casa esa noche. Si hubiese despertado...

Doy gracias a Dios por haber llegado a tiempo, aunque el recuerdo es un horror inquietante que no puedo soportar. Yo también tuve suerte de haber llevado el revólver.

Porque cuando ese relámpago atravesó la habitación, vi lo que dormía sobre el sofá. A eso le disparé; eso es lo que me envió a gritar a la tormenta, y eso es lo que me asegura que Gordon no estaba loco, sino que decía la verdad.

Porque la encarnación había ocurrido. Allí, en el sofá, vestido con la ropa de Edgar Henquist Gordon, yacía un demonio como Asmodeo: una criatura negra y peluda con hocico de cerdo, ojos verdes y terribles colmillos y garras de alguna bestia salvaje. ¡Era el Oscuro de los sueños de Edgar Gordon!

Robert Bloch (1917-1994)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)




Relatos góticos. I Relatos de Robert Bloch.


Más literatura gótica:
El análisis, traducción al español y resumen del cuento de Robert Bloch: El demonio oscuro (The Dark Demon), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

1 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Gracias por la traducción.
Magistral análisis.
Creo que Nyarlathotep es el el gran personaje de los Mitos. Al intervenir más con la humanidad, al adoptar la apariencia humana, desata conflictos que son el eje de muy logradas historias de El Círculo de Lovecraft. Este relato podría ser de uno de sus intentos, frustrad por el narrador, de asumir un avatar.



Lo más visto esta semana en El Espejo Gótico:

Relato de Walter de la Mare.
Mitología.
Poema de Emily Dickinson.

Relato de Vincent O'Sullivan.
Taller gótico.
Poema de Robert Graves.