El Gran Rey Rata: análisis de «La Casa del Juez» de Bram Stoker.


El Gran Rey Rata: análisis de «La Casa del Juez» de Bram Stoker.




En El Espejo Gótico hoy analizaremos el relato de Bram Stoker: La Casa del Juez (The Judge’s House), publicado originalmente en la edición del 5 de diciembre de 1891 de la revista Illustrated Sporting and Dramatic News y luego reeditado en la antología de 1914: El huésped de Drácula y otros relatos extraños (Dracula's Guest and Other Weird Stories).


[«Es —dijo el doctor lentamente—, la misma cuerda que el verdugo usó para todas las víctimas del rencor judicial del juez! —aquí fue interrumpido por otro grito de la señora Witham, y hubo que tomar medidas para su recuperación.»]


La Casa del Juez de Bram Stoker relata la historia de Malcolm Malcolmson, un estudiante de matemáticas que busca un lugar tranquilo para preparar sus exámenes [Como Malcom, Bram Stoker se graduó con honores en matemáticas en el Trinity College]. Elige un tranquilo pueblo, Benchurch, donde no tiene conocidos que lo distraigan.

Malcom alquila una vieja mansión desocupada, que además está fortificada por una enorme pared de ladrillos. Su soledad y tranquilidad parecen garantizadas. Su casera en la posada de la ciudad, la maternal señora Witham, palidece cuando escucha que ha alquilado la Casa del Juez. Su constructor, tal como lo anuncia su nombre, fue un juez, y uno notoriamente duro. El lugar ha tenido mala reputación durante un siglo, aunque no se sabe exactamente por qué. Si Malcolm fuera su hijo, dice la señora Witham, no le permitiría pasar una sola noche allí [ver: Psicología de las Casas Embrujadas]

Malcolm le agradece, pero es condescendiente con los miedos de la mujer. Después de todo, es un matemático, alguien habituado a las progresiones armónicas, las permutaciones y las funciones elípticas. Ya instalado en la Casa del Juez, toma como apartamento el gran comedor. La señora Witham hace que su cama sea más acogedora con un biombo, aunque la idea de que quizás haya fantasmas la aleja del lugar. La señora Dempster, encargada de la limpieza, es más práctica. Los bogies, opina, son en realidad pisos que crujen y, sobre todo, ratas [ver: Relatos de terror de ratas]

Afortunadamente, Malcolm no es murofóbico. A medida que los roedores se acostumbran a su intrusión, comienzan a hacer un gran alboroto: corretean, roen y arañan detrás de las paredes, sobre el techo, debajo de las tablas del suelo. Algunos incluso se aventuran a salir de sus agujeros, pero a Malcom le parecen más juguetones que amenazantes.

El muchacho pronto se sume en un estudio que solo es interrumpido por el cese repentino de esos ruidos. Malcom levanta la vista y observa una enorme rata en el mismo sillón donde tomó su té de la tarde. Trata de espantarla con un atizador. El roedor sale disparado por una pesada cuerda que cuelga junto a la chimenea, el cordón de la gran campana en el techo. A la mañana siguiente, la señora Witham se opone a que Malcolm llame a la enorme rata «un viejo demonio de aspecto malvado». No es bueno burlarse de estas cosas.

El «viejo demonio» reaparece esa segunda noche, otra vez anunciado por el silencio. Malcolm le arroja libros. Más tarde se da cuenta de que ningún pesado tratado de matemáticas perturbó a la rata, solo la Biblia que le dio su madre. También se da cuenta de que la gran rata desapareció por un agujero en una pintura sucia. Le pide a la señora Dempster que la limpie para verla en detalle.

Ese día, Malcom conoce al doctor Thornhill. La dulce señora Witham ha llamado al médico para aconsejar a Malcolm sobre sus malos hábitos [beber demasiado té y quedarse despierto hasta tarde]. Malcolm acepta cuidarse mejor y cuenta las últimas payasadas de la gran rata. La señora Witham se pone histérica. El doctor Thornhill señala que la cuerda de la campana por la que trepa la rata es la misma cuerda que el Juez usaba para colgar a sus víctimas.

Malcolm regresa a la Casa del Juez. La señora Dempter enciende un fuego porque se avecina una tormenta. El viento ruge alrededor de las chimeneas y los hastiales, haciendo ruidos «sobrenaturales» por toda la casa. Su fuerza incluso mueve la campana, de modo que la soga se balancea desconcertantemente [«la cuerda cae sobre el suelo de roble con un sonido duro y hueco»]. Malcolm se sobresalta con al ver la pintura limpia: un retrato del propio Juez con su túnica escarlata, sentado en el sillón favorito de la gran rata. Sus ojos brillan con la misma malevolencia que los del roedor.

Mientras tanto, la gran rata ha mordisqueado la soga de la campana, enviando un largo rollo de cuerda al suelo. Malcolm la ahuyenta. Cuando se vuelve hacia el retrato, ve una mancha vacía donde debería estar el Juez. Con pavor, Malcolm mira hacia el sillón. El Juez, en carne y túnica, está sentado en él. 

Mientras Malcolm lo mira, paralizado, el hombre se pone una gorra negra, toma la cuerda y forma un nudo de verdugo. Como un gato que juega con un ratón, lanza la soga repetidamente hacia Malcolm, quien apenas esquiva cada lanzamiento. Los ojos siniestros del Juez sostienen los suyos, congelan su voluntad.

Malcom se libera y ve que las otras ratas salen de sus madrigueras y saltan al extremo colgante de la campana, una tras otra, hasta que su peso combinado comienza a balancearla. ¡Pronto la harán sonar y alertarán a los vecinos del pueblo!

El Juez no admite más juegos. Con ojos encendidos se acerca a Malcolm y aprieta la soga alrededor de su cuello. Su cercanía completa la parálisis de Malcolm, y este no se resiste cuando el Juez lo lleva al sillón, lo sube, se pone a su lado y ata el extremo de la soga al tirador de la campana. Cuando toca la cuerda, las ratas huyen chillando. El Juez retira el sillón debajo de los pies de Malcolm.

Los tañidos de la campana atraen a una multitud de residentes de Benchurch. El doctor Thornhill los lleva al comedor, donde ven a Malcolm, colgado, muerto.

El Juez está de vuelta en su retrato, luciendo una sonrisa maligna.


El Juez de Bram Stoker luce como el lector victoriano esperaba que luciera un hombre aficionado a colgar gente. Su rostro es «fuerte y despiadado, malvado, astuto y vengativo». Su aspecto general, sin embargo, es «cadavérico», y hasta posee una «boca sensual». A Bram Stoker [y la Lovecraft] le gustaban las ratas, las casas embrujadas y las matemáticas. Drácula suele utilizar a estos roedores [e incluso transformarse en uno de ellos] para cometer diversas fechorías. Y ni hablar del singular afecto de Nyarlathotep por las ratas [ver: El nido de Nyarlathotep: análisis de «Las ratas en las paredes»]. El detalle de los libros de matemáticas, síntesis del pensamiento científico, que son arrojados por Malcom [quien no es particularmente brillante fuera de su área de estudio] y no logran perturbar a las lascivas ratas, es candoroso.

Uno puede empatizar con Malcom en su deseo de alejarse y evitar a otras personas para poder concentrarse en sus estudios. Todo eso está muy bien, pero Malcom tiene algunas ideas extrañas sobre cómo evitar la procrastinación. ¿Una casa abandonada, apenas en condiciones habitables? ¡Me la llevo! ¡Uno siempre puede concentrarse en un sitio polvoriento e infestado de ratas! En fin.

A pesar de estos puntos discutibles, Bram Stoker es un maestro del horror y definitivamente tiene una gran habilidad para generar una atmósfera terrorífica. El enfrentamiento final entre Malcolm y el Juez es escalofriante. Sin embargo, Bram Stoker tampoco se avergüenza de llevar adelante su historia a través de la trama, independientemente de sus puntos flojos, como los estúpidos razonamientos del protagonista. Por supuesto, el elemento más importante de la trama es la campana. Desde que es introducida en la historia sabemos que será decisiva al final.

El giro funciona, a pesar de que la presencia de la campana en la casa no tiene demasiado sentido. ¿Quién tiene una campana en el salón que puede escucharse en todo el pueblo? Podría ser razonable en un edificio oficial, no en el domicilio particular de un funcionario público, salvo que el Juez tuviera la costumbre de ahorcar a las personas en su propia casa; y es posible que lo haya hecho, aunque uno pensaría que Bram Soker habría mencionado un detalle tan jugoso.

Hubiese sido divertido que nuestro Juez fuera forzado a jubilarse. Maldita sea, ahora no puedo aterrorizar a la ciudad con mis veredictos injustos, ¿qué puedo hacer para mantenerme activo? ¡Ajá! ¡Instalaré esta campana y despertaré a todos en el pueblo a intervalos aleatorios! Después de todo, el Juez parece ser el tipo de hombre que disfruta de la teatralidad. Podría haber estrangulado a Malcolm mientras dormía, pero no, quiere mirarlo en su forma de rata durante un tiempo, jugar con su víctima, y recién entonces colgarlo. ¿Cuál es el crimen de Malcom? Algo completamente banal. Lo analizaremos más aelante.

Lovecraft escribió un relato muy parecido a La Casa del Juez de Bram Stoker, titulado Los sueños en la casa de la bruja (The Dreams in the Witch House). El protagonista, Walter Gilman, es un matemático encerrado en una casa embrujada. Gilman no sale mejor parado que Malcom, pero al menos obtiene algunos conocimientos matemáticos en el proceso y un viaje gratis al mundo de los Dioses Mayores. Si vas a sacrificarte en el altar de las matemáticas, es bueno obtener a cambio algún conocimiento que no esté disponible en los libros.

Lovecraft elogió a Bram Stoker por las «concepciones marcadamente horribles» de La Casa del Juez, pero también afirmó que «su mala técnica perjudica el efecto final» de la historia. El flaco de Providence tenía esta relación de amor-odio con Bram Stoker. Por ejemplo, La Guarida del Gusano Blanco (The Lair of the White Worm) era una de sus historias favoritas, con su gigantesca entidad primigenia acechando en la bóveda de un antiguo castillo, pero deploraba que Bram Stoker haya arruinado esa «magnífica idea con un desarrollo casi infantil». Sin embargo, Drácula es bueno, dice Loveraft, y «con justicia se le asigna un lugar permanente en las letras inglesas» [ver: El código secreto en el «Drácula» de Bram Stoker]

Tal vez la mayor virtud de La Casa del Juez es que no depende exclusivametne de los dispositivos clásicos de las historias de fantamas. Bram Stoker se centra solo en tres [lo cual evita que el impacto de la historia se disperse demasiado]: el Villano cuya malevolencia sobrevive a la muerte; los avatares de esa supervivencia [el Gran Rey Rata y el retrato que no se queda en el lienzo]; y el racionalista abrumado por aquello con lo que su filosofía no sueña. El efecto final, una atmósfera de terror creciente y asfixiante [tanto como la soga alrededor del cuello de Malcom], es sólido. Afortunadamente, la asfixia no es fatal para el lector, y uno puede releer esta historia y reflexionar sobre los peligros de alquilar una casa infestada de ratas [ver: El ABC de las historias de fantasmas]

En El Espejo Gótico nos gustan los relatos de terror de ratas. Estos simpaticos mamíferos roen su camino a través de tantas obras clásicas del género que, salvo casos excepcionales, ya no perturban demasiado. Quizás con esto en mente, M.R. James escribió un excelente cuento titulado Ratas (Ratas), donde estas criaturas ni siquiera aparecen.

¿Qué tienen las ratas que han atraído tanto a los grandes maestros del horror? De acuerdo, transmiten enfermedades e infestan nuestros suministros de alimentos desde el amanecer de la civilización. Hoy en día, en la mayoría de las ciudades medianamente desarrolladas, el mayor temor que pueden provocar las ratas es masticar excesivamente nuestro cableado eléctrico. ¿Por qué siguen vigentes en el horror? ¿Puede tener que ver con el ritmo frenético con el que se reproducen, al menos desde el punto de vista de un primate? Seguro, el ruido de sus correteos nocturnos no es agradable. Además, tienen colas desnudas, bigotes y son capaces de emitir chillidos espantosamente agudos. También está la cuestión de la Peste Negra. ¿Algo de todo eso ha quedado grabado en nuestra genética? ¿Por eso le tememos a las ratas?

Es interesante cómo los avances en el conocimiento científico terminan acentuando el horror de una escena que no fue pensada como horrorosa. Por ejemplo, cada vez que la señora Dempster barre el comedor del Juez, el lector moderno menea la cabeza y piensa en el hantavirus [o en infecciones menos exóticas pero igualmente perniciosas]. Sin embargo, ni la señora Dempster ni Malcom [tampoco Bram Stoker, claro] parecen estar al tanto de que barrer la mierda de los roedores es una excelente forma de dispersar partículas de excremento por el aire.

Realmente no puedo descifrar el comportamiento de las ratas en La Casa del Juez. No me refiero al Gran Rey Rata [claramente es una encarnación del Juez] sino a los roedores comunes por los que Malcom no parece sentir el menor desagrado. ¿Por qué estos quieren frustrar los planes del Juez al hacer sonar la campana? ¿Acaso quieren alertar a los pobladores y ayudar a Malcom? ¿Por qué? No parecen estar en su equipo.

Tal vez las ratas están relacionadas de algún modo con las personas que el Juez ejecutó. No quiero decir que sean ratas fantasma, aunque para que esta hipótesis funcione deben serlo. Quizás algún lector de El Espejo Gótico tenga alguna idea interesante al respecto.

En este punto quiero expresar mi aprecio por la señora Witham. No solo es la típica representante de la sabiduría popular, generalmente considerada como superstición por el protagonista. Ella es puro sentido común. En parte, también lo son Malcom y el doctor Thornhill. Son gente práctica, inteligente, pero poco versada en lo Siniestro, de modo que no están preparados para manejar una manifestación tan poderosa como el Juez [ver: Lo Siniestro en la ficción: cuando lo familiar se vuelve extraño]

De hecho, Bram Stoker insinúa que la racionalidad de Malcolm le impide procesar la idea de que la Biblia arrojada espantó al Gran Rey Rata. Los tomos de matemáticas no molestan al Juez. Este simplemente esquiva esos símbolos de de la razón y la ciencia. No, es solo la religión, la fe, lo que podría haber preservado al joven erudito. Lástima que el doctor Thornhill no fuera Van Helsing, un doctor en teología así como en medicina y derecho, portador de botiquines pero también de crucifijos y hostias. El final de La Casa del Juez habría sido distinto [ver: Sabine Baring-Gould: el Van Helsing de los hombres lobo]

Hay que decir que La Casa del Juez de Bram Stoker está inspirado en dos de los mejores relatos de Sheridan Le Fanu: Las extrañas perturbaciones en la calle Aungier (Strange Disturbances in Aungier Street) y El señor Justice Harbottle (Mr. Justice Harbottle). Ambos giran en torno a una casa embrujada por el espíritu malévolo de un juez obsesionado con las ejecuciones; y la primera incluye un estudiante que alquila una casa abandonada, tiene horribles pesadillas y es visitado por una enorme rata antropomórfica que, por supuesto, es una reencarnación del fallecido juez. El relato de Sheridan Le Fanu fue escrito en 1853, casi cuarenta años antes que La Casa del Juez.

A partir de 1890, Bram Stoker comenzó a explotar la misma perspectiva literaria. La mayoría de sus relatos de terror incluyen a un solitario personaje masculino que, tras cometer un pecado insignificante, es acosado por un enemigo sobrenatural. El entierro de las ratas (The Burial of the Rats) relata la historia de un hombre cuyo «pecado» es alejarse demasiado de su ambiente socioeconómico; mientras que La Squaw (The Squaw) narra la espantosa muerte de un hombre que mató accidentalmente a un gatito. ¿Cuál es el pecado que cometió el estudiante de matemática de La Casa del Juez? El intelectualismo arrogante de su juventud y el autoaislamiento. Delitos menores que pagó con un castigo excesivamente alto.

Además de estar inspirado en Sheridan Le Fanu, La Casa del Juez de Bram Stoker prefigura algunos fantasmas de M.R. James, quien también empleó la figura de un juez. Por allí está El cercado de Martin (Martin's Close), donde el juez Jeffreys procesa al asesino de una mujer con problemas mentales cuyo fantasma lo acecha. M.R. James también reorganizó varios elementos del cuento de Bram Stoker. En El grabado (The Mezzotint), una imagen embrujada cobra vida; en Los sitiales de la catedral de Barchester (The Stalls of Barchester Cathedral), un erudito ambicioso se muda a una casa donde gradualmente lo acechan espíritus [y terminan matándolo]; en Silba y acudiré (Oh Whistle and I'll Come to You My Lad), un joven escéptico es acosado por un espectro lascivo que desafía su arrogante comprensión de la realidad. Le Fanu, Stoker y James solían torturar sádicamente a sus protagonistas como consecuencia de su arrogancia.

Sin embargo, pocas víctimas son castigadas con más saña, casi innecesariamente, como Malcom [con excepción, quizás, de James Paxton en Una advertencia a los curiosos (A Warning to the Curious)]. Incluso podemos pensar que su nombre [Malcom Malcomson, «Malcom hijo de Malcom»] es una señal de su autosuficiencia, alguien que sigue su propio código de valores y desprecia las identidades familiares. Cínico, antisocial e independiente, Malcom adora a la ciencia, la razón y la lógica, pero encuentra su némesis en el Juez, un hombre salvaje que es la apoteosis del caos, el impulso y el capricho. El Juez es célebre por ejecutar a sus procesados por simples caprichos emocionales [Bram Stoker los describe como «rencor judicial»]; y experimenta la vida no con lógica o razón, sino a través de la excitación de sus sentidos.

En este sentido, el Juez es un fantasma muy sensual que se deleita en inspirar miedo y dominar a sus víctimas. De hecho, parece buscar y satisfacer su placer sádico a través del poder judicial. Por lo tanto, si leemos La Casa del Juez como una parábola, la lógica se domina por la emoción, la razón por el capricho, la ciencia por el espíritu y la racionalidad por el impulso [ver: Las fantasías privadas de Bram Stoker]

Son muchos los que han argumentado que Bram Stoker era un bisexual reprimido, y aunque no profundizaré demasiado en los méritos de esos argumentos, es digno de mención este elemento recurrente en sus historias, donde el maestro sensual se opone a un sumiso reprimido. Pensemos en La Squaw, donde el protagonista disfruta la idea de ser atado y colocado en un dispositivo medieval de tortura con una emoción apenas disimulada; y en Drácula, donde Jonathan Harker es sometido bestialmente por las tres Vampiresas del castillo [ver: La verdad sobre las tres Vampiresas de «Drácula»]

La sexualidad en su conjunto inquietaba a Bram Stoker, y por eso es un tema recurrente en su ficción, representando todo lo que está más allá del control y la comprensión humana; todo lo que es impulsivo, emocional, sensual y primitivo [ver: Drácula y las mujeres]

Al igual que M.R. James y Sheridan Le Fanu, Bram Stoker se deleitaba en yuxtaponer la presunción intelectual y la racionalidad contra la fealdad primaria del espíritu humano; y su obra sobresale al demostrar las debilidades del intelectualismo ante los impulsos primarios del deseo. Hay pocos personajes en el horror [salvo los protagonistas de Lovecraft] que desdeñen tanto la sensualidad como el escéptico y materialista Malcolm Malcolmson. Pero cuando este se enfrenta a los impulsos básicos, representados en la figura del Gran Rey Rata [un hombre bestial animalizado], no tiene ni una oportunidad de prevalecer.




Bram Stoker. I Taller gótico.


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El artículo: El Gran Rey Rata: análisis de «La Casa del Juez» de Bram Stoker fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

3 comentarios:

Crónicas góticas dijo...

Eres uno de los pocos blogs que existen hasta el día de hoy, te sigo desde el 2008, tengo hasta tu banner, y estás en mi blog en mi lista de lectura de blogs desde siempre.
Me encanta la manera en que tocas los temas, y eres una inspiración para escribir mis temas en mi Blog que trata también sobre cultura gotica.
Felicidades por seguir siendo la luz en la oscuridad. Un abrazo.

Sebastian Beringheli dijo...

Muchísimas gracias por el apoyo, y sobre todo por la paciencia y la compañía de tantos años. ¡Qué orgullo!

nito dijo...

"¡Uno siempre puede concentrarse en un sitio polvoriento e infestado de ratas!"
GRAN COMENTARIO!!! Me hiciste reir!



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