De Lamiis Liber: el libro de los clanes de brujas


De Lamiis Liber: el libro de los clanes de brujas.




De Lamiis Liber es uno de los capítulos más interesantes del libro prohibido de Johann Weyer (1515-1588): De Praestigiis Daemonum et Incantationibus ac Venificiis, el cual puede traducirse como «Sobre las ilusiones de los demonios, hechizos y venenos». Este libro desaconseja la persecución de las brujas, y el capítulo De Lamiis Liber en particular, declara la inutilidad de las supuestas confesiones obtenidas mediante la tortura por considerar que esos relatos son fabulaciones. No obstante, alrededor de la misma época, circuló un grimorio con el mismo nombre: De Lamiis Liber [cuyo nombre significa El Libro de las Lamias], el cual no solo desmiente a Weyer, sino que además describe los distintos clanes de brujas.

Las brujas forman parte del folclore desde tiempos inmemoriales. Todas las culturas antiguas les temieron públicamente [a veces condenándolas, otras siendo más indulgentes] y las reverenciaron en privado. De Lamiis Liber, probablemente uno de los grimorios más raros que existieron, asegura que las verdaderas brujas evolucionaron a partir de unas criaturas sobrenaturales conocidas como Lamias, y que en virtud de ese vínculo pueden estar en contacto con lo sobrenatural.

Durante la Edad Media, la palabra Lamia se refería específicamente a las brujas, pero el término es griego, y mucho más antiguo. Lamia significa «tragadora», y proviene de la palabra laimos, «garganta», tal vez aludiendo a sus atributos como vampiresa. De hecho, el antepasado más notorio y antiguo de las Lamias es Lilith, aquel demonio femenino de las religiones mesopotámicas, presente en textos babilonios, acadios y sumerios, a quien se considera como la madre de los vampiros.

De Lamiis Liber describe minuciosamente los distintos clanes de brujas, así como sus campos de acción y poderes específicos. Por ejemplo, las Sagae eran brujas que evitaban los compromisos satánicos que se dedicaban principalmente a los fines eróticos o amorosos de la magia (ver: Las pociones de amor más extrañas de la Edad Media). Se creía que los hechizos de las Sagae eran muy poderosos, aunque algunos, vistos en retrospectiva, parecen un tanto inocentes. Uno de ellos, por ejemplo, consistía en el uso de la palabra mágica AVIGAZITOR, la cual, utilizada apropiadamente, podía desatar los calzones de cualquier hombre o mujer [hablaremos extensamente sobre las Sagae y sus hechizos en otra publicación]

Las Lenas son otro clan de brujas mencionado en De Lamiis Liber. Tenían una pésima reputación, ya que solían trabajar asesorando mágicamente a las mujeres que buscaban casarse con un hombre adinerado, al cual luego controlaban fácilmente (ver: «Glamour» y otros extraños hechizos de belleza). Sin embargo, podemos pensar que las Lenas se ocupaban de estos asuntos mundanos para financiar sus verdaderos intereses, entre ellos, la nigromancia (ver: Nigromancia: el arte de invocar a los muertos). En efecto, De Lamiis Liber sostiene que las Lenas podían manipular a los espíritus de los muertos.

Otro clan de brujas mencionado en De Lamiis Liber es el de las Striga. Es interesante mencionar que Mircea Eliade explica que la palabra rumana striga se convertiría eventualmente en strigoi, la cual describe a una odiosa raza de vampiros (ver: Strigoi: los vampiros que inspiraron la leyenda de Drácula). Al parecer, las Striga eran brujas que pasaban sus conocimientos de generación en generación por línea materna, tal es así que ninguna mujer podía convertirse en Striga si no nacía del vientre de una «hermana», probablemente porque el rito iniciático consistía en la utilización ritual del saco amniótico. Este ritual, sobre el cual hablaremos detalladamente en otra publicación, permitía a la Striga obtener poderes increíbles al alcanzar la pubertad, entre ellos, volverse invisible a voluntad (ver: Liber Aneguemis: el libro que explica cómo volverse invisible)

Según el De Lamiis Liber, dentro de las Striga existían algunas matriarcas singularmente poderosas. Las Mater Striga poseían poderes sobrenaturales asombrosos, aunque cuesta encontrar la utilidad para muchos de ellos. Podían, entre otras cosas, provocar terribles enfermedades [y curarlas], trepar por los muros como arañas, producir toda clase de disfunciones en la virilidad (ver: Cómo las brujas causaban impotencia en los hombres), convivir con lobos, y hasta transformarse en ellos.

Finalmente tenemos a las Strix, un clan de brujas que se remonta a la Antigua Grecia. No eran brujas urbanas, vivían en pequeñas comunidades de mujeres aisladas de las aldeas. De Lamiis Liber sostiene que estas mujeres eran de naturaleza nocturna, y se les atribuye el hábito de beber sangre en sus rituales, generalmente obtenida de viajeros y caminantes imprudentes que se adentraban en sus territorios en el bosque.

Ahora bien, el De Lamiis Liber, que vindica la existencia de las brujas, coincide con Johann Weyer en un punto. El demonólogo creía que todas estas historias de posesiones espirituales, vuelos nocturnos y extraños rituales en el bosque, eran representaciones simbólicas de antiguos mitos, una combinación de tradiciones folclóricas con fines más prácticos que espirituales. En otras palabras, Weyer sostiene que las reuniones sabáticas realmente existían, pero que nada sobrenatural sucedía allí, y que las confesiones de las brujas aludiendo a toda clase de hechos portentosos en realidad se debía a la tortura, la cual eventualmente hace que cualquiera confiese lo que el torturador quiere oír.

De Lamiis Liber comparte la opinión de Weyer: las reuniones sabáticas sí existen, y estas muchas veces tienen un propósito práctico, comunitario, pero rechaza la idea de que el resto son meras fabulaciones.

Las brujas, afirma De Lamiis Liber, se dividen en clanes, algunos de ellos son como pequeñas comunidades aisladas, y otros viven en las aldeas, integrados generalmente por mujeres solas y ancianas, conocidas como brujas solitarias, aunque con un bajo nivel de organización. En ambos casos, respondían ante el Ludum, que no es exactamente el sitio de reunión del Sabbath sino más bien las personas que asistían a la reunión, es decir, un Coven (ver: Coven Wicca: qué es, cómo funciona y cómo encontrarlo). La tradición folclórica sostiene que las brujas y hechiceros asistían a estas reuniones cabalgando en el aire sobre escobas (ver: ¿Por qué las brujas vuelan en escobas?) o corriendo en manadas bajo la apariencia de lobos, lo cual, desde luego, es absurdo.

De Lamiis Liber afirma que, una vez llegados al Ludum, a los recién iniciados se les asignaba un Íncubo o un Súcubo [los primeros regidos por Larimón, y las segundas por Abrahel], dependiendo de su género, que no es otra cosa que un maestro o tutor cuyo trabajo consistía en instruirlas en la práctica del culto (ver: Liber Incubis et Succubis: el libro de los Íncubos y Súcubos). Hacia afuera, no obstante, estos elementos eran vistos como algo sobrenatural, pero en definitiva formaban parte de la organización del grupo. La autoridad máxima, aun por encima de las matriarcas de cada clan de brujas, era la Ludmya, a quien se le rendía pleitesía de diversas formas, algunas de ellas bastante desagradables, por ejemplo, entregándole cadáveres recién exhumados. A cambio, la Ludmya retribuía estos favores con pócimas, ungüentos y fórmulas mágicas para incrementar el poder de sus devotas.

Johann Weyer, así como otros autores de tratados demonológicos, consideraba que la creencia en la transformación de las brujas era una exageración, y sostuvo que esas metamorfosis se producían mediante una ilusión satánica. De Lamiis Liber coincide en el hecho de que estas transformaciones no eran reales en términos objetivos, sino simbólicas, lo cual no excluye el elemento mágico.

Algunos aspectos de la tradición de las brujas vertidas en De Lamiis Liber actualmente forman parte de la Wicca. Los clanes siguen vigentes, con muchas subdivisiones, así como parte de la organización original del culto.

Ahora bien, De Lamiis Liber no rechaza lo sobrenatural en la brujería, sino que define un conjunto de creencias y prácticas, rituales y hechizos, que funcionan de manera sutil, muy lejos de las espectaculares transformaciones denunciadas por la Inquisición. De hecho, las brujas [y esto también aplica a la Wicca actual] se consideraban a sí mismas «practicantes», es decir, mujeres que constantemente perfeccionaban sus prácticas a través de la mediación, la alimentación, la astrología, el uso de piedras, velas (ver: Qué tipo de velas hay que usar en cada hechizo), colores, agua de luna (ver: Agua de Luna: preparación, usos y secretos) y rituales cargados mágicamente, elementos que, en comparación con los vuelos nocturnos, parecen representaciones un tanto exiguas.

Sin embargo, De Lamiis Liber define a la brujería en términos de energía: cuánto más está la bruja en sintonía con los ritmos, ciclos y flujos de esa energía, más poder obtiene, así como la sabiduría necesaria para emplearla justamente, y todo eso se profundiza a lo largo de toda una vida de estudio y práctica.

Es intersante cómo De Lamiis Liber confronta la visión tradicionalmente sesgada de la brujería y presenta una versión que se aproxima enormemente a la Wicca actual (ver: Dioses de la Wicca). Si bien poseían algunos aspectos verdaderamente oscuros, la mayoría de las reuniones de la brujas no tenían nada que ver con sacrificios e invocaciones satánicas, sino con la celebración sus relaciones con las fuerzas de la naturaleza, y en ocasiones con la celebración de asuntos pertinentes al culto. De hecho, El Sabbat y el Esbat podían ser un espacio para celebrar una iniciación, pero también matrimonios y nacimientos.

La mayoría de los Ludum no compartían los detalles de sus rituales con los no miembros. Esto hace que sea difícil generalizar sobre sus procedimientos. Algunos de ellos, dependiendo de las inclinaciones de sus integrantes, probablemente eran oscuros, pero nada hace suponer que esto haya sido la regla. Ciertamente no lo es con la Wicca. Los hechizos, la adivinación, los cánticos, todo eso formaba parte del Ludlum, pero sus intenciones podían variar, y eso, para el ojo profano, era muy difícil de detectar.

Digamos, entonces, que el Ludum finalizaba con el cierre del círculo mágico de forma inversa a su apertura, con la Ludmya agradeciendo y despidiendo a los elementos y deidades invocadas. Esto aseguraba que la energía generada durante el ritual fluyera completamente hacia el sitio donde se había originado en primer lugar y no se desperdicie en el plano físico (ver: Limpiar malas energías antes y después de un ritual). También ayudaba a que la bruja «aterrizara» más más firmemente en el plano físico después de «volar» por diferentes estados de conciencia. Por otro lado, las brujas que actuaban con intenciones, digamos, más oscuras, retenían esta energía en el plano físico, y buscaban dirigirla hacia un objetivo definido (ver: El «precio» de los hechizos de amor).

Naturalmente, De Lamiis Liber es solo un libro [en realidad, un opúsculo], y su intención no es abordar detalladamente todos los covens y clanes de brujas. No solo habría sido absurdo intentarlo en el siglo XVI, sino que la información no estaba disponible en ese entonces, ni siquiera para una autoridad dentro del culto. Cada Ludum era extremadamente reservado respecto de sus costumbres, que solo eran reveladas progresivamente a sus iniciados; de manera tal que los rituales, tradiciones y costumbres podían diferir notablemente entre dos grupos.

En este contexto, De Lamiis Liber solo se propone establecer algunas diferencias generales entre clanes de brujas, y no mucho más. Su título insinúa que fue escrito no por alguien con autoridad dentro de la brujería, sino más bien por alguien periférico, o tal vez por una iniciada/o de menor rango, ya que utiliza la palabra Lamia, que durante toda la Edad Media era un término para referirse a las brujas en general, algo completamente opuesto a las intenciones del libro.




Diarios Wiccanos. I Libros prohibidos.


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