Atrapado en el cuerpo equivocado: la identidad de género en el Horror


Atrapado en el cuerpo equivocado: la identidad de género en el Horror.




Quizás el aspecto más superficial de este motivo —sentirse atrapado en el cuerpo equivocado— se observa en aquellos relatos de terror que describen algún tipo de transferencia de personalidad. Rara vez producen inquietud, y más raro aun es encontrar una pieza de ficción donde el autor resista el impulso de forzar situaciones humorísticas, cuando no directamente grotescas, casi como si su propia identidad vacilara, o se comprometiera de algún modo, al filtrar material autobiográfico [ver: Lovecraft y la ansiedad de género: análisis de «El ser en el umbral»]

Después de todo, la burla es un excelente recurso para desviar la atención de uno mismo.

Desde luego que no todas las historias en donde alguien se siente atrapado en el cuerpo equivocado poseen este grado de vulgaridad. Existen otras, muy interesantes, donde el ingrediente autobiográfico es esencial, precisamente porque ha pasado desapercibido para el autor.

En este contexto tenemos a H.P. Lovecraft, excesivamente apuntado como misógino (ver: Feminismo y Misoginia en Lovecraft), entre otras acusaciones menos defendibles, quien es el ejemplo perfecto para analizar a la identidad de género en el Horror.

El maestro de Providence es ideal en este aspecto, decíamos, porque la poca caracterización que existen en sus relatos siempre es autobiográfica, lo cual logra que incluso sus historias más tediosas sean interesantes. Por regla general, el narrador, o el protagonista lovecraftiano, es el propio Lovecraft: un hombre culto, solitario, que se enfrenta a un ser interdimensional sin la ayuda de nadie, naturalmente, con consecuencias nefastas para su salud mental.

Ahora bien, ¿que tiene esto que ver con la identidad de género en el Horror, y con el recurso de sentirse atrapado en el cuerpo equivocado?

Mucho, en realidad. Pero para llegar hasta ahí necesitamos empezar el recorrido en alguna parte, dar el primer paso.

Aquí omitiremos todo los que se ha escrito sobre la identidad de género en el Horror para quedarnos con una sola pieza de ficción: El ser en el umbral (The Thing on the Doorstep), publicado en la edición de enero de 1937 de Weird Tales, y luego reeditado en El extraño y otros (The Outsider and Others).

¿Por qué?

Porque la mayoría de los estudios hechos sobre la identidad de género en el Horror fueron escritos por especialistas en esta materia, no en el Horror; es decir, gente muy capaz pero con un conocimiento más o menos superficial del género. En este sentido, Lovecraft nos permite tomar un camino inverso, es decir, estudiar la identidad de género desde el Horror (ver: El cuerpo de la mujer en el Horror).

Lo interesante, al menos para mí, es la posibilidad de recorrer ese camino inverso, por ejemplo, al que toman Joanna Russ en El hombre hembra (The Female Male), o Charlotte Perkins Gilman en Herland (Herland), donde hay una intención de hablar sobre la identidad de género (ver: Historia del Transgénero en la literatura). Lovecraft simplemente comparte con el lector algo de su propia vida, sin ideologías, en un sentido formal, consiguiendo de este modo un nivel de sutileza superior al que podría lograrse al abordar el tema directamente.

El narrador de El ser en el umbral es un tipo llamado Dan Upton, quien al comienzo de la historia describe su relación con Edward Pickman Derby, su gran amigo de la infancia. Gracias a él nos enteramos que Derby fue un niño estudioso, muy inteligente, casi precoz, sumamente mimado por sus sobreprotectores padres. El muchacho también sufría problemas de salud y estaba aislado socialmente de sus compañeros.

Todos esos elementos son autobiográficos, y describen al detalle la infancia de Lovecraft.

El autor añade un elemento significativo más:


Todo esto, sin duda, fomentó una extraña y secreta vida interior en el niño, con la imaginación como su única vía de libertad.

(All this doubtless fostered a strange secretive inner life in the boy, with imagination as his one avenue of freedom)


Dan Upton entabla una amistad con Derby en la infancia, aunque con algunos desequilibrios que inquietan. Upton tiene dieciséis, y Derby apenas ocho.

No es la primera vez que Lovecraft plantea este tipo de asimetría fraternal entre dos varones. Algo parecido ocurre en La búsqueda de Iranon (The Quest of Iranon). Sin embargo, en El ser en el umbral todo se percibe de forma mucho más... inquietante.


Encontré en este niño más pequeño un raro espíritu familiar.

(I found in this younger child a rare kindred spirit)


Esto dice Upton, no Derby; y uno no puede más que sentir un ligero escalofrío.

Upton pasa a describir el curso posterior de la vida de su amigo, idéntico al de Lovecraft: Derby es incapaz de tener éxito en asuntos prácticos, de tomar decisiones por sí mismo, o siquiera de obtener un empleo. Además se hace referencia a cierto malestar psicológico que se hizo visible luego de la muerte de su madre. Upton también describe el físico de Derby, y en particular su incapacidad para lograr bigote, digamos, convincente.


Su voz era suave y ligera, y su vida no ejercida le dio una gordura juvenil en lugar de la robustez de la prematura mediana edad.

(His voice was soft and light, and his unexercised life gave him a juvenile chubbiness rather than the paunchiness of premature middle age)


Todo esto conforma una notable y severa autoevaluación de parte de Lovecraft. Vale la pena señalar que El ser en el umbral es uno de sus últimos relatos. De hecho, el autor murió el mismo año de su publicación, a la edad de 47 años. En este contexto, podemos pensar que la historia es una especie de síntesis o de culminación de las reflexiones de Lovecraft sobre su propia vida.

El punto de quiebre en la vida de Derby es su matrimonio con Asenath Waite, análogo al matrimonio de Lovecraft con Sonia Greene, quien se convirtió en la principal proveedora de ingresos de la casa y fue, por lejos, la más trabajadora y sociable de la pareja.

Desde un punto de vista psicológico, a partir de aquí las cosas se tornan cuesta abajo para Derby (y para Lovecraft). Su extraña esposa ejerce un control antinatural sobre su voluntad, y hasta sobre su percepción de la realidad. En cierto modo, Derby y su esposa intercambian roles, temperamentos, y básicamente todas las expectativas tradicionales que recaían sobre los hombres y las mujeres de la época.

En resumen: la identidad de género tradicional se torna difusa en la pareja.

Pero las cosas se vuelven todavía más extrañas. Estrictamente hablando, no hay mujeres en El ser en el umbral. El narrador, Dan Upton, dice al pasar que tiene una esposa y un hijo, pero ni siquiera menciona sus nombres. Son invisibles para el argumento, simples variables matemáticas en una fórmula que solo busca establecer la normalidad del personaje, a pesar de que su único interés esté dirigido en su amigo.

¿No hay mujeres? ¿Acaso no se menciona por allí que Derby está casado?

En efecto, Derby tiene una esposa, la malvada Asenath, pero ella no es realmente una mujer.

Asenath es una cáscara habitada por el espíritu de su padre, el diabólico Ephraim, un nigromante que ha conseguido una copia del Necronomicón. A veces, la forma física de Asenath también intercambia roles con el alma de Derby, generando una situación sumamente confusa donde la identidad de género aparece como elemento preponderante.

No queda claro qué es exactamente lo que hace Ephraim cuando cambia de lugar con Derby, o cuando éste ocupa el cuerpo de su esposa. Solo sabemos que, en su desesperación, cuando Derby (Lovecraft) abandona momentáneamente el cuerpo de su esposa, y vuelve a ocupar el suyo, asesina a Asenath y la esconde en el sótano.

Pero el poder del viejo nigromante es demasiado fuerte para él. Su psique de nuevo es desalojada y condenada a ocupar el cadáver de la mujer.

Aquí, el tema de la transferencia o intercambio de personalidades —el cual aparece en numerosos relatos de Lovecraft, como La sombra fuera del tiempo (The Shadow out of Time), El clérigo malvado (The Evil Clerygman), El que susurra en la oscuridad (The Whisperer in Darkness), y El caso de Charles Dexter Ward (The Case of Charles Dexter Ward), entre otros— enmascara preocupaciones más profundas sobre la identidad de género.

¿Acaso Lovecraft sintió alguna vez que su propia personalidad estaba atrapada en el cuerpo equivocado? Probablemente sí, aunque esto no tenga que ver necesariamente con la identidad de género.

En Lovecraft: una biografía (Lovecraft: a Biography), L. Sprague De Camp comenta que la madre de Lovecraft, Sarah Susan Phillips, hizo todo lo posible para pulverizar la autoestima de su hijo en la infancia. Entre otras cosas, aludía constantemente a una supuesta fealdad, lo cual contribuyó al aislamiento social del niño, y a su creciente timidez.

También estimuló ciertas fobias irracionales, que a su vez lo volvieron propenso a las enfermedades psicosomáticas. Incluso se dice que, en sus primeros años, Lovecraft experimentó síntomas de una afección neurológica, la cual le generaba tics faciales y muecas incontrolables. Todos estos factores indudablemente le produjeron cierta incomodidad con su cuerpo, aunque no necesariamente con su identidad de género.

Para exaltación de los freudianos hay que añadir un par de datos extraños. Al parecer, la Sarah tampoco estaba conforme con la identidad de género de su hijo. De hecho, no deseaba un niño, y vistió a Lovecraft de niña hasta los cuatro años, incluso dejándole el cabello largo. Su tía, Annie Gamwell, comentó muchos años después que el joven Lovecraft llegó a insistir en que era una niña, hasta que finalmente intervino su abuelo, Whipple Van Buren Phillips, quien le ordenó a Sarah que comenzara a vestir al pequeño con atuendos masculinos.

No es lícito sacar conclusiones rotundas al respecto, y mucho menos vincularlas con los aspectos más retrógrados y resentidos de la personalidad de Lovecraft. Lo que sí podemos decir es que la infancia del maestro de Providence nos brinda indicios de la preocupación de la familia sobre su identidad de género, algo que claramente se refleja en su obra posterior.

El ser en el umbral fácilmente puede desviar la atención del lector con los elementos típicos de los Mitos de Cthulhu, como el Necronomicón, los Antiguos, y cultos ancestrales al amparo de la noche, pero todos esos ingredientes son circunstanciales. El núcleo de la historia es acerca del conflicto interno de un hombre sensible, inteligente, que necesita reafirmar su identidad frente a los repetidos fracasos de su vida.

En cierto momento del relato escuchamos a un Derby aterrorizado, casi histérico, mientras su personalidad se diluye con la de su esposa y la de su maléfico suegro:

—¡Mi cerebro! ¡Mi cerebro! ¡Dios, Dan, están tirando desde más allá, golpeando, arañando! ¡Efraín, Kamog! ¡Kamog! La fosa de los shaggoths... ¡Iä! ¡Shub-Niggurath!.

Compleja parafernalia que esconde al Lovecraft real, preguntándose: «¿quién soy?»




Taller literario. I El lado oscuro de la psicología.


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