Historia de la amnesia en la literatura


Historia de la amnesia en la literatura.




Uno de los clichés más insoportables de la literatura, justo después del «fue todo un sueño», es la amnesia: dispositivo argumental que pasó del éxito más rotundo a ser considerado inadmisible por cualquier lector criterioso.

Dicho esto, hay que considerar que los lugares comunes sólo se construyen con el tiempo, con el uso y abuso de los recursos narrativos. Todo lo que actualmente nos parece un cliché en su tiempo causó un tremendo impacto.

La amnesia se inscribe en este linaje en perpetua degradación.

Claro que existen distintos tipos de amnesias literarias, usualmente resumidas en la pérdida de la memoria del protagonista; cuyo ejemplo más contundente quizá sea el traumático olvido de uno de los personajes principales de la novela de Charles Dickens: Historia de dos ciudades (A Tale of Two Cities).

La persistencia de la amnesia en la literatura se relaciona directamente con la generación de empatía: un personaje que pierde la memoria se encuentra en las mismas condiciones que el lector, es decir, ambos desconocen lo que ha ocurrido y ambos se proponen averiguar los orígenes de aquella ausencia.

En este caso hablamos de amnesia inicial, es decir, historias que comienzan con un personaje que desconoce parcial o completamente su pasado. Tres ejemplos de este recurso son El hacedor de universos (The Maker of Universes, Philip José Farmer), Los nueve príncipes de ambar (Nine Princes in Ambar, Roger Zelazny) y Los patrones del caos (The Patterns of Chaos, Colin Kapp).

Todas estas novelas presentan un tipo de amnesia arbitraria, sin otra justificación que un tradicional pero eficaz golpe en la cabeza.

En ocasiones no es el protagonista quien pierde la memoria sino que ésta es extraída por científicos inescrupulosos. En la novela de Robert Silverberg, El castillo de lord Valentine (Lord Valentine), retrata a un hombre cuyos recuerdos le han sido amputados por una siniestra organización secreta.

Otras formas de amnesia son perfectamente conscientes, es decir, proceden del deseo del protagonista que ha vivido sucesos demasiado horrorosos como para archivarlos en la memoria. Algo de eso ocurre en Miedo (Fear), de L Ron Hubbard —autor de Excalibur y fundador de la cienciología—,y en Ven y enloquece (Come and Go Mad), de Fredric Brown.

Pero quizás el que mejor ha perfilado un especial tipo de amnesia tendenciosa pero justificada sea H.P. Lovecraft a través de varios poemas y relatos de sus Mitos de Cthulhu; por ejemplo, en Memoria (Memory).

H.P. Lovecraft se inclina más por la repentina sustitución de identidad, que desde afuera es percibida como amnesia; o bien como causa de la mente que se extravía por los laberintos del tiempo y el espacio, vacío que a veces es reemplazado por criaturas odiosas. Un ejemplo notable es La sombra fuera del tiempo (The Shadow Out Of Time).

Habitualmente la amnesia literaria se presenta de dos formas: la es impuesta desde afuera (accidente, fuerzas sobrenaturales o tecnología); o mediante una decisión inconsciente del protagonista que recluye una parte de su ser, casi siempre relacionada con el sentido del deber.

Resulta curioso que la amnesia sirva para detener al protagonista en su evolución personal o la persecución de su destino; lo cual suscribe la idea de que sin conocer nuestro pasado es imposible acceder al futuro, al menos uno que valga la pena.

Pero la amnesia literaria no sólo aplasta la memoria, es decir, el pasado; sino que sella cualquier posibilidad de acceder al futuro, representado por el potencial latente del protagonista.

Incluso Superman, inspirado en el mito hebreo de Moisés, sólo desarrolla sus poderes a medida que descubre su pasado en Kryptón; en otras palabras, cuando recuerda a través de la historia.

Ejemplos menos dramáticos pueden hallarse en Manicomio (Asylum, A E van Vogt), Podemos recordarlo por usted (We Can Remember It for You Wholesale, Philip K. Dick) y Ciudad de ilusiones (City of Illusions, Ursula K Le Guin).

Otra posibilidad de la amnesia literaria se produce en la pérdida de la memoria de los hechos más recientes en la vida del protagonista, clínicamente conocida como amnesia anterógrada.

Los ejemplos de este perfil amnésico son innumerables. En la mayoría de los relatos de detectives y novelas policiales, cuando el protagonista recibe un golpe en la cabeza olvida los hechos más recientes, cuando no directamente su propia identidad.

Añadimos dos menciones eruditas extraídas del cine: Dory, de Buscando a Nemo (Finding Nemo), y el protagonista de Memento (Memento), del director Christopher Nolan.

En este punto conviene avanzar con cautela, siempre que queramos conservar nuestros recuerdos.

Algunas ramas de la ciencia sostienen que todas las sociedades elaboran una especie de amnesia colectiva para suprimir el recuerdo vivo de sus grandes catástrofes, a menudo relacionadas con la guerra y la muerte de millones de individuos, transformados en cifras, frías y lógicas, que no reflejan el horror que supone su desmesura.

En otras palabras: que todos decidimos a nivel inconsciente olvidar lo más amargo de nuestra historia, ya sea personal o colectiva. Argumentos típicos como mirar hacia el futuro podrían ser traducidos como una invitación a olvidar el pasado.

Recordar es un acto de compromiso, con nosotros, con nuestro pasado y con la historia de nuestros ancestros.

Claro que olvidarlo todo nos permitiría empezar de nuevo, sin pecados originales ni deudas pendientes; ¿pero a qué precio?

La historia, las matemáticas, la filosofía, la medicina, la justicia, todas ellas sólo resultan concebibles a través de la memoria. No hay aprendizaje sin ella; y sólo si recordamos podemos evitar que nuestros viejos cataclismos, ya cubiertos con un velo de banalidad, se vuelvan a producir.

Visto desde una perspectiva hinduista todos somos amnésicos crónicos. Nacemos sin recordar nada de nuestras vidas pasadas. Filosóficamente hablando, nacemos siendo humanos pero sólo viviendo, y olvidando, nos inscribimos en la humanidad.

No en vano la palabra amnesia (del prefijo griego: a, no; y mnasthai, recordar) procede de la misma raíz etimológica que define al hombre, no ya como individuo sino como sujeto colectivo y pensante.

En este marco, recordar y pensar es lo mismo; ambas cualidades se incluyen y no pueden existir sin la otra. Sólo a través de ellas podemos concebir al ser humano, con lo cual podemos especular que el olvido es la más inhumana de nuestras inclinaciones.




Taller literario. I Misterios miserables.


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