¿Por qué no recordamos nuestros sueños?


¿Por qué no recordamos nuestros sueños?




Si bien es desaconsejable trazar una estadística rígida sobre los sueños, lo cierto es que, en promedio, las personas olvidan alrededor del 95% de sus sueños. Y más aún, si el sueño no se fija en la memoria durante los primeros cinco minutos después de despertar, el resto se borra casi por completo, quedando apenas el rastro difuso de personajes inarticulados, sensaciones fuera de contexto, y alguna vaga certeza sobre sucesos magníficos u horroroso, según el sueño, que terminarán por desaparecer en el transcurso de las horas.

Sin embargo, algunas personas sí pueden recordar sus sueños, e incluso los retienen como si se trataran de recuerdos tan reales y valiosos como los que se gestan durante la vigilia.

¿Por qué algunas personas recuerdan sus sueños y otras simplemente los olvidan apenas despiertan?

Las áreas del cerebro relacionadas con los sueños, y en especial con su intensidad y carga emocional, también actúan durante las horas de vigilia. Expresándolo en términos de informática, nuestro hardware diurno y nocturno es el mismo, lo que cambia es el método en el que se procesan los datos.

Durante los sueños más profundos, más precisamente en la fase REM, las ondas cerebrales difieren ligeramente de las de la vigilia. El cerebro, desde luego, se encarga de procesarlas, pero las conexiones neurales que registran aquello que llamamos memoria no se encuentran sincronizadas; de modo que gran parte de lo que soñamos se pierde.

Ahora bien, si esto fuese completamente cierto no habría personas capaces de recordar sus sueños en detalle. Todos, en tal caso, seríamos incapaces de recordar nuestros sueños. Sin embargo, ambos tipos de soñadores existen.

¿Cuál es la razón?

Al parecer, todo se relaciona con la Unión Temporoparietal, algo así como el centro de procesamiento del cerebro donde se une el lóbulo temporal y el parietal, cuya actividad no es idéntica en todas las personas. De hecho, las personas que más y mejor recuerdan sus sueños son justamente aquellas en las que la Unión Temporoparietal es más activa.

Además de las ventajas cognitivas de recordar los sueños, el simple hecho de recordarlos vivamente garantiza un hecho científico: incrementar la actividad de la Unión Temporoparietal. En otras palabras, las personas que recuerdan sus sueños poseen un cerebro más activo, con más memoria ram durante el día para procesar datos.

Esta actividad cerebral durante el sueño produce dos cosas, ambas muy deseables: mejor descanso y recuperación muscular, y una especie de vigilia dentro del propio sueño. No hablamos aquí de Sueños Lúcidos, sino un estado de ligera vigilia durante la ensoñación, cuando el cerebro del individuo se encuentra lo suficientemente despierto como para procesar los estímulos auditivos y visuales del sueño.

Ahora bien, si el cerebro es incapaz de fijar recuerdos durante el sueño, ¿cómo es posible que algunas personas los recuerden?

Al parecer, los soñadores memoriosos sufren breves y casi imperceptibles despertares durante la noche, lo cual les permite registrar sus sueños y fijarlos, siquiera parcialmente, en la memoria.

No importan aquí las afirmaciones de los soñadores jactanciosos: el cerebro dormido no puede memorizar nueva información. Tiene que estar despierto para hacerlo, aunque ese despertar no siempre venga aparejado con un despertar de la conciencia.

Cuando fijamos un recuerdo primero necesitamos generarlo. Esto se produce en el hipocampo. Acto seguido, el archivo se guarda temporalmente en el neocórtex, y luego se fragmenta y se distribuye en otras regiones del cerebro. Durante el sueño nuestro cerebro pierde esta sincronización; de hecho, para que al despertar podamos sentirnos descansados, mentalmente frescos, el cerebro debe pasar por una importante fase de desorganización y desincronización.

Para la psicología tradicional existe otro dilema asociado a los sueños que no se recuerdan.

En la mayoría de los casos la cuestión podría resumirse del siguiente modo: si no recuerdas un sueño en particular es porque no es realmente importante.

Sigmund Freud, que patentó esta teoría, sostuvo que todos los sueños son expresiones de un deseo, que puede ser consciente como inconsciente. No recordar un sueño, siempre dentro de la misma hipótesis, significa que nuestra mente consciente, especie de antivirus, lo ha reprimido porque no consigue manejarlo sin comprometer la integridad emocional del sujeto; es decir, su sistema operativo.

En otras palabras, algunos sueños son como archivos de dudosa procedencia que nunca conviene abrir impunemente.

Desde una óptica más racional, podría decirse que TODOS, absolutamente TODOS, a excepción de personas con graves afecciones neurológicas, tenemos al menos cinco sueños por noche. ¿Nos estamos perdiendo algo?

Si los sueños son capaces de estremecer, de conmover, de aterrorizar, e incluso de provocar un placer tan intenso como el de la vigilia, ¿olvidarlos no es olvidar también una parte considerable de nuestra vida? Pero aún aquellos que recuerdan intensamente sus sueños no necesariamente conocen su verdadero cifrado. En todo caso, pueden recordar ciertos procesos del programa pero no el código de programación que lo ha generado. Para eso nuestro cerebro posee un firewall muy difícil de hackear (ver: ¿Se pueden hackear los sueños)




Diccionario de sueños. I Libros de onirología e interpretación de los sueños.


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1 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Yo recuerdo mis sueños, aunque no recuerdo en los sueños todo lo aprendido en la vigilia.



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