¡POR CROM! La teología de Conan el cimmerio.
La mayoría de las divinidades de las historias de Conan el Cimmerio, escritas por Robert E. Howard, tienen una fuente histórica o literaria clara, pero Crom es diferente. Crom es el primer dios conocido, «real» o literario, que no quiere adoración ni dispensa bendiciones, y que solo reconoce la voluntad de perseverar frente a la adversidad.
«Él habita en una gran montaña. ¿De qué sirve invocarlo? Poco le importa si los hombres viven o mueren. Es mejor callar que llamar su atención; ¡te enviará condenas, no fortuna! Es sombrío y sin amor, pero al nacer insufla poder para luchar y matar en el alma del hombre. ¿Qué más pueden pedirle los hombres a los dioses?» [La Reina de la Costa Negra (Queen of the Black Coast)]
Crom pertenece a la serie de cuentos de la Edad Hiboria [situada después de la destrucción de la Atlántida y antes del surgimiento de cualquier civilización conocida]. El personaje principal de este ciclo literario, Conan, así como la gente de su pueblo protocelta, los cimmerios, lo reconocen como el dios principal. Es inútil invocar a Crom porque clamar por su ayuda es una señal de debilidad; y Crom desprecia a los débiles. Sin embargo, en la mitología de Robert E. Howard también se establece que Crom le da coraje al ser humano. Después de eso, no le importa si las personas viven o mueren.
«Es inútil invocar a Crom, porque es un dios sombrío y salvaje, y odia a los débiles. Pero le dio al hombre coraje al nacer, y la voluntad y el poder para matar a sus enemigos, que, en la mente del cimmerio, era todo lo que se debe esperar que haga cualquier dios.» [La Torre del Elefante (The Tower of the Elephant)]
En la mitología de Robert E. Howard, la mayoría de los dioses se comportan de forma previsible. Set, por ejemplo, demanda sacrificios humanos y se complace en ser adorado bajo la forma de una serpiente. Los seguidores de Ishtar la adoran a través de los placeres sexuales. Los acólitos de Asura buscan a su dios más allá de la ilusiones del mundo físico, y los seguidores de Mitra son prácticamente un retrato de los primeros cristianos: ascéticos, compasivos y hambrientos de justicia divina. Conan, por el contrario, comenta que es mejor evitar hacer cualquier cosa que atraiga la atención de Crom. Por esa razón los cimmerios solo usan su nombre en insultos y maldiciones; nada que pueda confundirse con un pedido de ayuda o una evocación
Más aún, Crom no interviene en el devenir humano ni provoca ningún evento en los relatos de Conan. De hecho, salvo por la mención de su nombre en cada episodio, hay poca evidencia consistente de que Crom realmente exista; lo cual es curioso en un ciclo literario que confirma, entre otras cosas, la existencia de demonios y extraterrestres altamente avanzados.
«(los cimmerios) No tienen esperanza en el aquí ni en el más allá —respondió Conan—. Sus dioses son Crom y su raza oscura, que gobiernan un lugar sin sol, de niebla eterna, que es el mundo de los muertos». [El fénix en la espada (The Phoenix on the Sword)]
¿Quién es Crom? ¿Cuál es el origen de su desconcertante teología?
Para responder estas preguntas es necesario profundizar en la mitología de Conan y en las creencias de Robert E. Howard.
«Conan» es un típico nombre gaélico. Significa «lobo pequeño» [del irlandés cú, «lobo»; y el sufijo diminutivo nan], pero entre los celtas esto refería a un legendario grupo de guerreros, los Fianna. Robert E. Howard se identificaba como descendiente de irlandeses, y mostraba un gran amor y respeto por la historia, la mitología y el idioma irlandés, algo que sin dudas resultaba curioso en la Texas rural en la que pasó toda su vida. Antes de crear la Edad Hiboria, Robert E. Howard escribió la historia de una reencarnación posterior de Conan el Cimmerio, llamado Conan el Saqueador [El Pueblo de la Oscuridad (The People in the Dark)], que también jura por Crom. La implicación aquí es que Crom está inspirado en la divinidad irlandesa Crom Cruach; lo cual significa que, en la mitología de Robert E. Howard, Crom Cruach es la versión celta del Crom de Conan, y los propios celtas descendientes de los cimmerios. Sin embargo, se cree que Crom Cruach aceptaba sacrificios infantiles, mientras que los cimmerios no tolerarían ese tipo de cosas.
La indiferencia de Crom refleja el sentido trágico, y acaso cínico, de Robert E. Howard, así como su extraordinaria capcidad para forjar una teología secular. Tomemos, por ejemplo, cualquier cultura del pasado, sobre todo las civilizaciones más violentas, y encontraremos que su panteón puede ser cruel, sádico, o benevolente y justo con sus acólitos, pero nunca, EN NINGÚN CASO, indiferente. De hecho, la deferencia de un dios hacia su pueblo es la razón por la cual es considerado un dios en primer lugar.
El pacto simbólico entre un dios y su pueblo consiste, por un lado, en la dispensión de favores de parte de la deidad [perdón, caza auspiciosa, cosechas abundantes, acceso a un lugar de descanso en el más allá, etc.] y por el otro en la adoración su pueblo. Este es un patrón histórico, incluso prehistórico, que Crom no sigue. De hecho, Crom ni siquiera funciona como una convención o dispositivo literario, porque su presencia en el ciclo de relatos de Conan no hace que la historia progrese, y mucho menos opera como un deus ex machina.
Conan el cimmerio reúne todos los valores que Robert E. Howard admiraba: habla poco, y es rápido y eficaz en el uso de la violencia. Todo esto parece particularmente útil para sobrevivir en un mundo salvaje, lleno de peligros y traiciones; sin embargo, Conan también tiene un código de honor que gobierna todos sus actos, y que en cierta forma atenta contra su supervivencia. Si uno cumple su parte del trato, se puede confiar absolutamente en él. Conan es incapaz de traicionar a sus aliados y nunca se aprovecha de los débiles, a pesar de que podría salirse fácilmente con la suya. Además, siempre termina interviniendo para corregir una injusticia, y cada vez que lo hace se expresa con cinismo. En este contexto, Conan es una versión exagerada del propio Robert E. Howard; y Crom el único dios admisible en esta filosofía.
Crom es un dios inadecuado para una religión organizada en prácticas y procedimientos, pero perfecto para Conan. Se distingue otras divinidades no solo por su indiferencia, sino por castigar a los que le rezan. Conan advierte en varias ocasiones que no se debe llamar la atención de Crom, y menos solicitarle algo, porque eso sería tomado como una muestra de debilidad, y Crom solo siente desprecio por los débiles. Esta dinámica es inédita, pero en algunos aspectos tiene antecedentes. Por ejemplo, Crom podría formar parte del panteón de la mitología nórdica porque no distingue al ser humano entre ganadores y perdedores, tampoco entre buenos y malos. Para Crom, alguien derrotado, o profundamente malévolo, pero que está dispuesto a luchar por sí mismo, es digno. Es decir que el carácter y las acciones, sobre todo ante una derrota inevitable, son lo único que tienen valor para él.
Se dice que Crom vive en las montañas de Cimmeria. Su único favor, por llamarlo de algún modo, es darle al recién nacido el espíritu de lucha, es decir, las herramientas necesarias para nunca mostrar debilidad. Más allá de eso, cada cimmerio está por su cuenta. Ni siquiera está claro que Crom observe de cerca a su pueblo, habida cuenta que Conan advierte repetidamente los peligros de llamar su atención. El no-culto a Crom les enseña a los cimmerios algo que Robert E. Howard valoraba por encima de todo: la autodeterminación, la fuerza de voluntad y la necesidad de hacer las cosas por uno mismo. La vida en la Edad Hiboria [que deriva de la legendaria tierra del norte de los antiguos griegos, Hiperbórea] era difícil: cataclismos, hambre, invasiones, saqueos, eran amenazas permanentes. En este contexto es mejor confiar en uno mismo que rezarle a un dios lejano y desinteresado, o peor aún, rezarle a un dios que caprichosamente decide ayudar o mantenerse al margen, como las divinidades de otros pueblos.
La presencia de Crom en la Edad Hiboria se define por su ausencia. Además de algunas menciones casuales [en boca de algún personaje que usa su nombre entre signos de exclamación], Crom no se encuentra en ninguna parte. Esto abre otra pregunta teológica: ¿qué diferencia hay entre el ateísmo y la creencia en un dios no intervencionista que condena su propia adoración?
Respuesta posible: para ser un verdadero ateo es necesario creer en Crom.
La mitología de Roberpegat E. Howard tiende lazos con las creaciones de H.P. Lovecraft, Lord Dunsany y Arthur Machen; muchos de los cuales pueden apreciarse en el ensayo La Edad Hiboria (The Hyborian Age) [acompañado de mapas dibujados a mano], publicado en su forma definitiva por Arkham House en la antología póstuma de 1946: Rostro de calavera y otros (Skull-Face and Others). Este texto explica la cronología de la Edad Hiboria [post-Atlántida, pre-cualquier-civilización-antigua-conocida. Además, hay muchos cruces con otros ciclos literarios. Por ejemplo, Reyes de la noche (Kings of the Night) vincula a Bran Mak Morn con Kull; Gusanos de la tierra (Worms of the Earth) vincula a Bran Mak Morn con los Mitos de Cthulhu [Howard contribuiría más directamente con La piedra negra (The Black Stone)]; por mencionar un par de una larga lista. En resumen, Robert E. Howard nunca se propuso crear un mundo consistente, en la línea de la Tierra Media de Tolkien; tampoco una mitología propia. Pero, al igual que Lovecraft [quien convenció a Duane W. Rimel de que nombrara «Crom» a uno de sus gatitos ], trabajó para desarrollar conexiones dentro de sus historias [elementos, personajes, motivos compartidos] que insinúan un escenario más amplio y rico.
Tolkien resolvió gran parte de la construcción de su mitología antes de situar historias en ese contexto. En cambio, Robert E. Howard, Lovecraft y Clark Ashton Smith tomaron elementos prestados, inspiración, entre ellos y otros miembros de su círculo, de modo que sus mundos, tanto los individuales como los compartidos, crecieron de manera más orgánica y, en cierto modo, más parecida a la forma en la que funcionan los mitos de la antigüedad. La mitología de Tolkien no tiene fisuras. Es un bloque sólido. Pero en la mitología «real» a menudo hay confusión, historias que no concuerdan, versiones contrapuestas, hechos que desafían cualquier lógica de continuidad, como Atenea, hija de Zeus, que en algunas versiones estuvo presente en el nacimiento de su padre.
No es justo hablar de una mitología cohesiva en relación a Robert E. Howard. Creó un Mito, pero sin una estructura subyacente. Tampoco lo intentó, hay que decirlo. No había espacio en las revistas pulp para establecer una cosmología, una génesis, una escatología. Robert E. Howard se enfoca en las personas. Su Mito, si puede llamarse de ese modo, se apoya más en el heroismo del ciclo artúrico y de las sagas. Aquí no hay un Eru urdiendo los hilos cósmicos, ni una Tierra Imperecedera donde descansar después de la muerte. Conan, como muchas personas que alguna vez clamaron al cielo y encontraron silencio, tiene a Crom, que no tolera esa mierda.
Crom Cruach, decíamos, parece haber sido la inspiración del Crom de Howard. Siendo una deidad precristiana, fue destrozada por los escritores cristianos. Se le atribuyeron sacrificios humanos hasta que San Patricio puso fin a su adoración derribando su ídolo con un mazo. Esa es la versión «oficial» y, por lo tanto, cristiana. Lo cierto es que Crom Cruach sí recibía sacrificios animales, y ocasionalmente primogénitos, a cambio dar buenas cosechas, aunque no hay evidencia concluyente para probar o refutar esta teoría. Sin embargo, de ser cierto esto sugiere que Crom Cruach tenía una función como dios de la fertilidad, al menos en su etapa tardía. El hecho de ser representado como una figura de oro [el sol] rodeada por doce figuras de piedra [los signos zodiacales] también insinúa una función anterior como deidad solar.
La palabra protoirlandesa crom significa «encorvado», «torcido», «doblado». Esto no tiene que ver con una característica física, sino con la raíz de la palabra: cruim, que significa «trueno». La palabra crúach es un sustantivo que significa «montículo». Puede ser un montículo de granos, de cadáveres, y todo lo que hay en el medio. El bulto de ropa sucia que probablemente descansa en un rincón de tu habitación tiene relación con estos monumentos megalíticos: todos son crúach.
Los mitos celtas hablan de Crom Cruach como un dios misterioso, a menudo oculto por un manto de niebla. La idea de que el Crom de Conan [que gobierna una tierra «de niebla eterna»] no acepta oraciones podría basarse en la leyenda de Tigernmas, quien, junto con las tres cuartas partes de su ejército, murió mientras adoraba a Crom Cruach en la víspera de Samhain.
Al no haber una estructura subyacente en la Edad Hiboria [es decir, una cosmología] solo podemos especular que el Crom de Conan eventualmente se convertiría en el dios más antiguo y venerado de las tribus de Irlanda, Crom Cruach. Tengamos en cuenta que, incluso en la época del establecimiento romano en las islas británicas, los ídolos de piedra de Crom Cruach ya eran viejos.
Si bien Crom, en los Mitos de Cthulhu, es la deificación de un antiguo jefe cimmerio que vivió hace diecisiete mil años y adoraba a Tsathoggua; en la versión original de Robert E. Howard no tiene un origen claro. La raíz etimológica celta de su nombre, cruim [«trueno»], insinúa que alguna vez fue un dios de la tormenta. Y, como la mayoría de los dioses del trueno, Crom vive en su montaña, específicamente en las Montañas Eiglophias [actualmente Alemania]. Las razones detrás de la invención de este marco [pre]histórico responde a motivos tanto prácticos como comerciales. Robert E. Howard amaba la historia, por lo que reconocía las dificultades y el trabajo de investigación necesario para mantener la precisión histórica. Además, en la zona rural de Texas donde vivía, probablemente no tenía bibliotecas abastecidas para tal investigación. Al imaginar una era desaparecida, y al elegir nombres que resuenan con la historia conocida, evitó los anacronismos y la necesidad de largas exposiciones. En El Fénix de la Espada simplemente se dice que las historias de Conan transcurren «entre los años en que los océanos tragaron a la Atlántida y las ciudades resplandecientes, y los años del surgimiento de los Hijos de Aryas [arios]».
Conan, descendiente de atlantes e hijo de un herrero, es producto de las afinidades de Robert E. Howard. Se lo considera un «bárbaro» por su gran estatura, su piel bronceada y su cabello negro, pero realmente no hay ningún rasgo barbárico en su interior. Es parco, es cierto, pero usa su cerebro tanto como su fuerza, y sus viajes le han dado experiencia en muchas lenguas extrañas. Es capaz de descifrar símbolos y escritos anteriores al cataclismo que hundió la Atlántida. Su código de conducta [ser leal con quienes le son fieles] a menudo lo hace más honorable que las personas más «civilizadas» que conoce en sus viajes.
En cierto modo, Conan es una encarnación de los preceptos éticos de Crom [sé valiente, resiste y no llores]. En otras palabras, Conan es una especie de Jesús de Crom. De hecho, su nacimiento tiene algo de mítico [su madre lo dio a luz en el campo de batalla], y a los quince años ya era un guerrero respetado. Después de una serie de victorias locales [siendo la más importante el asedio y destrucción de la fortaleza de Venarium], comienza un período análogo al viaje al desierto de Cristo; solo que en Conan en una etapa de viajes y aventuras donde se enfrenta a monstruos, hechiceros y rescata bellas princesas; no como héroe clásico, sino como ladrón, forajido, mercenario y pirata. Poco a poco ganó fama y empezó a comandar un grupo de mayor de hombres. Sus ambiciones crecieron, hasta que, a los cuarenta años, le arrebató la corona al tiránico rey de Aquilonia.
Las acciones de Conan son heróicas, pero los motivos que lo impulsan son personales. El único rasgo que no parece encajar en él es su caballerosidad. Si en el último instante tiene que decidir entre conseguir el tesoro que ha estado buscando, o salvar a la chica, Conan siempre salva a la chica. Tampoco lo vemos cometer las fechorías de las que él se jacta. Cuando está en escena, lo vemos intervenir en la política y las luchas intestinas de varios reinos; buscando tesoros, explorando islas y ciudades perdidas, luchando contra monstruos y hechiceros, salvando mujeres, pero nunca robando, saqueando o asesinando. Eso siempre ocurre en una línea temporal anterior o posterior a la historia que estamos leyendo.
No creo que Conan sea formalmente la encarnación física de Crom, sino más bien el producto mejor destilado de su teología. La mayoría de los dioses «reales» que viven en lo alto de una montaña son deidades volcánicas, y posteriormente metalúrgicas. Conan es hijo de un herrero, y Robert E. Howard insiste en describir sus ojos azules como poseedores de un brillo «volcánico». Si bien no conocemos su altura exacta, sabemos que superaba el metro ochenta a los quince años de edad, y se lo suele describir como «gigante» y «enorme». Si la teología de Crom fue moldeando el temperamento de los cimmerios, haciéndolos fuertes, duros y resistentes como una montaña, Conan es su prototipo más refinado.
Al final de la Edad de Thuria [escenario de las historias de Kull], donde Lemuria y la Atlántida son destruidas en un cataclismo geológico, Crom está ausente. No se lo menciona. Por lo tanto, podemos deducir que su surgimiento concide con este período post-cataclísmico en el que los humanos sobrevivientes quedaron reducidos a un estado primitivo y a un nivel tecnológico apenas superior al neandertal. Pasarían más de 1.500 años hasta que los descendientes de este grupo inicial de sobrevivientes se autoproclamaran «hiborianos» en honor a Bori, el jefe tribal que lideró la migración al norte. En este contexto surge Crom, una deidad apropiada para tiempos donde la resistencia es el requisito indispensable para la supervivencia.
El gran oponente teológico de Crom es Mitra, una deidad basada en la figura védica y zoroastriana del mismo nombre. En la obra de Robert E. Howard, el culto a Mitra representa al cristianismo, y domina sobre la región correspondiente a la Europa occidental moderna. Los adoradores de Mitra a veces perdonan a sus enemigos, realizan expediciones misioneras, y suelen ser martirizados por tratar de difundir su credo entre pueblos hostiles. No son monoteístas, sino monolatristas, ya que admiten la existencia de otros dioses. En resumen: Mitra es el dios preponderante en los reinos hiborios más civilizados. Robert E. Howard presenta a los seguidores de este dios de manera favorable. Tienen un dios «bueno» y tratan de seguir sus reglas, por ejemplo, persiguiendo a los adoradores de Asura. Conan, al ser un «bárbaro» criado bajo la teología de Crom, no comparte estos prejuicios y bien puede proteger a aquellos que, desde nuestra perspectiva judeo-cristiana, consideraríamos «malos».
Robert E. Howard nunca hace que Crom aparezca como una entidad tangible, sino como concepto teológico que, a simple vista, es el más brutal del panteón hiborio, pero que podría ser el más elevado en términos gnósticos. Muchos dioses de la Edad Hiboria son en realidad antiguas entidades telúricas, o directamente alienígenas, cuya maldad y benevolencia no tienen que ver con una intencionalidad hacia el ser humano, algo similar a lo que sucedería con seres como Yog-Sothoth en los Mitos de Cthulhu. En La Reina de la Costa Negra alguien le pregunta a Conan si teme a los dioses. Él responde:
«No pisaría sus sombras. Algunos dioses son fuertes para dañar, otros para ayudar; al menos eso dicen sus sacerdotes.»
Conan tiene una mirada gnóstica al insinuar que los sacerdotes no están sirviendo al dios «real», sino más bien utilizando la religión como fachada para proporcionarse una forma de vida fácil. Por lo tanto, Conan, que sí cree que Crom es «real», no está seguro de que existan otros dioses, y si existen son como los demiurgos gnósticos, seres poderosísimos pero imperfectos.
El tratamiento de la religión de la Edad Hiboria sobre una base conceptual, con seres alienígenas y autóctonos haciéndose pasar por dioses [o siendo considerados como deidades] es mucho más eficaz y consistente con el propio Conan. Una vez que un escritor admite la existencia de un poder superior «bueno», que directa o indirectamente ayuda al héroe, el riesgo de caer en el deus ex machina asciende a cifras astronómicas. La indiferencia de Crom, o su no-intervencionismo, es un dispositivo profiláctico para no ceder a esta tentación. Después de todo, ¿cómo se puede ser un verdadero héroe si se cuenta con el favor de un dios «bueno»?
«Obtuvisteis vuestras coronas por herencia, pero la sangre fue el precio de la mía. El trono que gané a sangre y sudor, por Crom, no lo cambiaré por la promesa de valles dorados o la amenaza de los Salones del Infierno.» [El Camino de los Reyes (The Road of Kings)]
Crom representa uno de los morivos dominantes en los cuentos de Robert E. Howard: el triunfo de la barbarie sobre la civilización. Introduce a Mitra y su culto para que podamos contrastar a los «bárbaros» cimmerios con estos piadosos y humanitarios proto-cristianos, y comprender que la simpleza bárbara es más «pura» que la decadencia del mundo civilizado. Conan no es un filósofo, pero es dueño de sus pensamientos. Además, posee una característica que todas las religiones dominantes tratan de aplastar: vive en su cuerpo. Ese es su mundo, su reino. Desde luego, en sus últimos años, cuando se convierte en rey, la necesidad exige que modifique sus formas, pero como vemos en El Fénix de la Espada, el «bárbaro» siempre acecha bajo la superficie:
«La barbarie es el estado natural de la humanidad —dijo el fronterizo, todavía mirando sombríamente al cimmerio—. La civilización es antinatural. Es un capricho de las circunstancias. Al final la barbarie siempre triunfará.» [Más allá del Río Negro (Beyond the Black River)]
Este enfoque sobre el éxito final de la barbarie sobre la civilización no es simplemente un dispositivo para darle sustento al mundo de Conan, sino una opinión del autor. En una carta a Clark Ashton Smith, fechada el 23 de julio de 1935, Robert E. Howard explica que Conan está inspirado en hombres que vivían al margen de la civilización:
«Él [Conan] es una combinación de hombres que he conocido, y creo que es por eso que pareció entrar completamente en mi conciencia cuando escribí el primer hilo de la serie. Algún mecanismo en mi subconsciente tomó las características dominantes de varios boxeadores, pistoleros, contrabandistas, matones de los campos petroleros, apostadores y trabajadores honestos con los que entré en contacto; combinándolos a todos produjo la fusión que llamo Conan el Cimmerio.»
Los mitraistas/cristianos seguramente ven a Conan como un sujeto violento y lascivo, pero lo cierto es que su barbarie es la fuente de su heroísmo. Sin embargo, esta es una virtud que va más allá de la comprensión del mundo «civilizado», un mundo que admite las intrigas y la cobardía, algo inadmisible para Crom. Es decir que, desde la perspectiva de Conan, la barbarie es civilizada, y la civilización un sistema barbárico.
La existencia de Crom, y su no-intervencionismo, el cual genera individuos fuertes y autosuficientes, ataca la suposición de que la civilización es moralmente superior a la barbarie.
Robert E. Howard creía que la historia es cíclica: de la barbarie surgen civilizaciones y culturas más sofisticadas que progresivamente se vuelven corruptas y decadentes, hasta que son destruidas por un pueblo invasor, típicamente «bárbaro», que al final se vuelve civilizado, y así comienza un nuevo ciclo. Robert E. Howard creció en una zona rural de Texas, donde el auge petrolero trajo la «civilización» a las pequeñas comunidades, y con ella la corrupción y la fiebre por el dinero. En su mente, la vida anterior, aunque más primitiva y tosca, era más pura. Conan representa esa idea: un hombre que no está corrompido y debilitado por vivir en una sociedad civilizada, una sociedad que, a la luz de su teoría cíclica, está destinada a caer ante personas como Conan.
Como en la mitología de Lovecraft, Crom no es una proyección o idealización de la naturaleza humana, sino una tercera naturaleza, ajena y distante, alienígena e inhumana desde la perspectiva de la civilización. A pesar de esto, Conan es crítico, no solo con su dios, sino con los dioses en general. No es un ateo materialista, tampoco un fanático. Se diría que su postura está más allá de la fe. Es cínico sobre la posible existencia de la divinidad, pero entiende que es inevitable creer en ella. Procede como si Crom existiera, pero el propio Crom existe como si no existiera.
El mayor atributo de Conan, y acaso la única dádiva de Crom a su pueblo, es el poder de voluntad. Por esta razón Conan suele luchar contra brujos, hechiceros y nigromantes: la magia es una serie de procedimientos rituales para enfocar y dirigir la voluntad, no la voluntad misma, y por eso Conan eventualmente sale triunfador. Además, la práctica mágica asume la existencia un universo ordenado, simbólico pero estructurado, pero Conan antepone los principios «bárbaros» del caos y el desorden. Crom no exige procedimientos ordenados de culto [una religión], de hecho, los condena. En cambio, espera que el ser humano desarrolle su voluntad, quizás la única virtud que le permitirá alcanzar algo más que la autonomía y el libre albedrío, sino la total independencia de la necesidad de creer en un dios. Si el plan final de Crom tiene éxito, su propia existencia no tendrá razón de ser.
Robert E. Howard. I Taller gótico.
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3 comentarios:
Como ignorante que soy, no puedo decir nada más que me fascinó tu análisis. Nunca imagine que habría mucha crítica social y cultural por parte de Conan. Saludos.
Me alegra que te haya gustado el material, Jesús. Saludos.
Qué gran artículo. ¡¡Mi enhorabuena!
Me viene de perlas, además. Desde hace tiempo andaba rumiando cómo muchas de las partidas de rol que hemos jugado a lo largo de nuestras vidas terminan pivotando sobre la existencia y/o intervención de algún dios en la trama. Esto produce tendencias muy difíciles de ignorar en el tono general de la historia y diría que hasta en las propias conversaciones. Muy certera esa frase tuya: "Una vez que un escritor admite la existencia de un poder superior «bueno», que directa o indirectamente ayuda al héroe, el riesgo de caer en el deus ex machina asciende a cifras astronómicas". Es totalmente cierto. Y digo más, ya sea que "intervenga" o no, siempre será trascendental. Por una parte la salvación y por otra el abandono. Y yo me pregunto... ¡pero si somos todos ateos qué hacemos jugando siempre a los dioses! Jajajaja.
Se me ocurren varios ejemplos. En Star Wars la fuerza tiene mucho de eso, por ejemplo, un aire de oriental, de ser indescifrable, hasta que en unos capítulos de Clone Wars mostraron sus encarnaciones aisladas en un planeta remoto, deificadas. De alguna forma y para mí perdió parte del encanto, (aunque por suerte, no se ha seguido explorando eso).
Otro ejemplo reciente, quizás algo alejado de la tónica de este blog, pero en este año de publicación del manga One Piece, el protagonista, Luffy, ha despertado el poder de su fruta del diablo. Durante una semana varios personajes se replantearon que algún "dios latente" hubiese despertado y tomado el control. ¡Estaba terriblemente preocupado! No sabía verbalizarlo en aquel momento pero ahora soy consciente de que "no quería algo divino, ningún dios en esa historia". Funciona perfectamente sin esa capa trascendental. En el capítulo siguiente el protagonista, Luffy, se recupera y se muestra que es él mismo, tal y como siempre ha sido. Hasta lo dice, "soy yo, Luffy". Suspiré tan aliviado...
Dentro de la necesaria suspensión de la credulidad para cualquier ficción esa línea divina es en muchas situaciones algo inercial, "por defecto", una suerte de "sombra de Tolkien" más que una decisión activa y consciente para explorar la fe.
Gracias por la publicación,
¡Por Crom!
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