Cómo recordar un sueño olvidado al despertar.
Es un hecho proverbial que la mayoría de los sueños, sobre todo aquellos que deseamos retener en la memoria, se desvanecen por la mañana.
Cuando soñamos, entramos en un reino extraño, a veces absurdo, enormemente placentero, y otras aterrador. Hacia el despertar nos retiramos de este reino extraño, miramos brevemente por encima del hombro y todavía podemos vislumbrar sus maravillas y espantos. Luego cruzamos la frontera hacia el despertar y, minutos más tarde, solo nos queda la certeza del reino, de que hemos estado ahí, pero todo lo demás se ha borrado [ver: Aprender a recordar tus sueños]
Así es como se siente: despiertas y todavía tienes acceso a fragmentos del sueño, pero a medida que tratas de recordarlo con más claridad, lo poco que habías logrado retener empieza a desvanecerse. A veces ni siquiera tenemos eso. Al despertar sabemos que hemos estado soñando; el estado de ánimo del sueño sigue ahí: tristeza, alegría, dolor, placer, miedo, pero ya no sabes de qué se trataba [ver: 6 preguntas fáciles para decodificar tus sueños]
Incluso cuando logramos recordar una parte del sueño, sentimos que algo se ha perdido en el camino, algo importante, hasta que esos fragmentos también se desvanecen en el transcurso del día. Por otro lado, a veces sucede que los sueños muestran una extraordinaria persistencia en la memoria. Todos podemos recordar algún sueño en particular que ocurrió hace años, incluso en la infancia, que se mantiene fresco e imperturbable en la memoria.
Entonces: ¿cómo recordar un sueño olvidado al despertar?
Esta es una pregunta difícil, y aquí en El Espejo Gótico no nos atrevemos a prometer una respuesta al final de este artículo; pero sí un recorrido interesante.
En primer lugar, no somos nosotros quienes soñamos. Somos los soñados. Pero, ¿quién es exactamente este Otro, este No-Yo que delira salvajemente en los sueños? ¿Cuál es su relación con el Yo despierto? Sigmund Freud escribe:
[«Todo el material que compone el contenido de un sueño se deriva de alguna manera de la experiencia, que se reproduce o se recuerda en el sueño. Sin embargo, sería un error suponer que tal conexión entre el contenido del sueño y la realidad será obvia a partir de una comparación entre los dos. Por el contrario, la conexión debe buscarse cuidadosamente, y en algunos casos puede eludir durante mucho tiempo su descubrimiento. La razón de esto se encuentra en una serie de peculiaridades evidenciadas por la facultad de la memoria en los sueños.»]
La razón por la cual olvidamos algunos sueños es porque estos utilizan recuerdos reprimidos que subyacen en el inconsciente, pero que nuestro Yo conciente no recuerda [ver: ¿Por qué no recordamos nuestros sueños?]. En otras palabras, el No-Yo, es decir, el inconsciente, frecuentemente hace uso de recuerdos inaccesibles para nosotros en el estado de vigilia; y la fuente de la mayoría de estos recuerdos es nuestra infancia.
La narrativa de nuestra infancia no es un bloque sólido; está hecha de fragmentos de experiencias y situaciones que proporcionan material de por vida para nuestros sueños. Sobre estos fragmentos dispersos, inconexos, profundamente enterrados, está la acumulación de recuerdos nuevos, experiencias recientes, que consolidamos en los sueños. Pero la consolidación sólo es posible después de un tiempo, rara vez en la inmediatez de la experiencia. Tal es así que incluso las experiencias realmente intensas, tristes o dolorosas que han ocupado la mente en la vigilia, solo serán soñadas después de haber sido apartadas hasta cierto punto. Por ejemplo, uno no sueña con una persona querida que ha fallecido la misma noche de su muerte [ver: Significado de soñar con alguien que está muerto]
Un rasgo desconcertante de los sueños es que, en lugar de centrarse en situaciones importantes de la vida, como la pérdida de un ser querido, la mayoría de las veces se enfocan en los detalles más triviales. Esto, argumenta Sigmund Freud, ejemplifica la contradicción entre el rol de la memoria en la construcción de los sueños y el hecho de que olvidamos la mayoría de nuestros sueños al despertar, al tiempo que podemos recordar otros sueños que ocurrieron hace décadas:
[«A menudo somos conscientes de que hemos estado soñando, pero no sabemos qué hemos soñado; y estamos tan acostumbrados a este hecho —que el sueño es susceptible de ser olvidado— que no rechazamos por absurda la posibilidad de que hayamos estado soñando incluso cuando, por la mañana, no sabemos nada del contenido del sueño. Por otra parte, sucede a menudo que los sueños manifiestan un poder extraordinario de mantenerse en la memoria. Puedo recordar un sueño mío que está separado del presente por lo menos treinta y siete años, y sin embargo no ha perdido nada de su frescura en mi memoria.»]
El problema para recordar un sueño olvidado al despertar se reduce a la incompatibilidad entre las demandas estructurales de la memoria y la naturaleza no estructurada de los sueños. Para que algo quede grabado en la memoria es vital que no esté aislado, sino que se fije dentro de un contexto. Los sueños, por otro lado, carecen de orden y, por su propia falta de estructura, de contexto, son muy difíciles de fijar en la memoria en términos de narrativa; sí como imágenes aisladas que se fijan en la memoria a causa de la impresión que causan en el soñaor, pero todo lo demás es completamente olvidado [ver: 10 patrones universales para entender tus sueños y pesadillas]
Los sueños casi nunca toman una secuencia ordenadas de recuerdos, sino detalles de esos recuerdos; de modo tal que, al despertar, carecen de todas las características mnemotécnicas que utilizamos para recordar algo. De este modo, la mayoría de los sueños son intraducibles para el Yo despierto.
La teoría psicoanalítica a veces resume un poco su discurso al afirmar que todo sueño es cumplimiento de un deseo. Sigmund Freud también habla de sueños de confirmación [de miedos, sobre todo] y sueños de ansiedad. En otras palabras, este «deseo» que teatralizan los sueños no siempre es un oscuro deseo reprimido o la confirmación de un vaticinio funesto, y a veces está tan distorsionado que es irreconocible. ¿Dónde está el «deseo» en una pesadilla particularmente aterradora donde somos perseguidos por un monstruo o un maniático? Estas distorsiones, en realidad, son una herramienta para defendernos del cumplimiento de un deseo que encontramos moralmente inaceptable. Autocensura, en una palabra [ver: 10 sueños más extraños que vas a tener en tu vida]
Aquí podemos pensar en dos fuerzas opuestas: una es el deseo expresado por el sueño, mientras que la otra ejerce una censura, imponiendo así una distorsión. Pero, ¿quién esta autoridad capaz de ejercer su censura? Después de todo, nada puede llegar a la conciencia sin pasar previamente por una censura, y esta autoridad no deja pasar nada sin ejercer sus derechos, entre ellos, modificar y distorsionar lo que le plazca.
Todo el psicoanálisis freudiano se basa en una dialéctica entre la memoria perdida y el recuerdo parcial como compensación por esa pérdida. Más aún, los clásicos conceptos freudianos como la asociación libre, lo reprimido, el inconsciente, están íntimamente relacionados con la memoria, el recuerdo, la pérdida y la reminiscencia. Los sueños recurrentes, por ejemplo, suelen estar relacionados con un evento traumático que no ha sido completamente olvidado pero tampoco adecuadamente recordado. Este tipo de sueños nos permiten una conexión vaga e incompleta con ese evento, casi nunca directamente, es decir, evocando el trauma, sino por medio de asociaciones. Si tu mente conciente no quiere recordar este trauma, es probable que no recuerdes los sueños vinculados a él [ver: ¿Por qué siempre sueño con la misma persona?]
A veces las cosas se vuelven más complicadas todavía, y el sueño que no recordamos al despertar ni siquiera evoca el evento trumático, sino un recuerdo asociado. Esto se conoce como desplazamiento, una especie de limbo entre la memoria y la pérdida, entre el recuerdo y el olvido, que se enfoca sobre recuerdos asociados al trauma original [ver: Cómo entender tus propios sueños]
Sigmund Freud habla de estos vestigios de recuerdos como reminiszenz, «reminiscencias», los cuales se manifiestan en sueños como «fantasmas» [aunque nosotros, en el siglo XXI, podemos pensar en ellos como muertos vivientes] que «persiguen» a la psique en busca de una resolusión. Si algo o alguien te persigue en sueños, generalmente es uno de estos recuerdos incompletos [ver: Significado de soñar con ser perseguido]
El inconsciente es como una base de datos donde nunca se pierde nada. Todo lo que alguna vez experimentamos se conserva y, en las condiciones adecuadas, como los sueños, puede volver a la luz. Sin embargo, cuando vivimos una situación traumática, su recuerdo es archivado como todos los demás, pero su acceso está restringido a la memoria conciente, y solo se manifiesta en nuestros sueños de forma simbólica. Estos, nuevamente, son los sueños que olvidamos al despertar.
La noción del inconsciente como una base de datos es, por supuesto, aproximativa; porque los «archivos» [recuerdos] no están aislados entre sí, sino asociados unos a otros, y a veces superpuestos como en un palimpsesto, un pergamino en el que todavía pueden verse muchas inscripciones debajo del texto más reciente. Esta memoria absoluta incluso conserva experiencias de la primera infancia, y hasta prenatales [ver: El trauma del nacimiento]. Carl Jung opina que, además de nuestras experiencias personales, el inconsciente conserva rastros de experiencias primitivas de la especie humana en su conjunto. De todo ese vasto material surgen nuestros sueños [ver: ¿Cuál de los 12 Arquetipos Jungianos corresponde a tu personalidad?]
El lenguaje para explicar los procesos inconscientes plantea una gran dificultad. Tendemos a pensar en el «olvido» como algo que se pierde irremediablemente, pero ya hemos visto que lo que se sobreescribe en este palimpsesto nunca desaparece. Es decir que el olvido es un proceso activo y deliberado: tratamos de olvidar ciertas cosas, o queremos olvidarlas, por diversas causas, pero solo podemos desplazarlas de la mente consciente [el Yo despierto] hacia el inconsciente, que todo lo retiene. En Sobre la genealogía de la moral (Zur Genealogie der Moral), Friedrich Nietzsche habla del olvido no como una vis inertiae [fuerza de inercia] sino como una facultad activa. El término para Freud es verdrängung [«represión»] [ver: Freud y la interpretación de los sueños]
Aquello con lo que no podemos lidiar por evocar algo traumático, o es demasiado desagradable para ser admitido como parte de nosotros mismos, es reprimido, es decir, es archivado en el inconsciente. Sin embargo, las prohibiciones sociales también desempeñan un papel en la represión. A un niño, en la primera infancia, se le imponen toda clase de restricciones sociales que finalmente son aceptadas y utilizadas para selecionar el archivado de ciertos deseos e impulsos que, hasta ese momento, eran perfectamente naturales. En este contexto, como coinciden Freud y Nietzche, el olvido no es una simple pérdida de memoria, sino un acto deliberado que intenta mantener en secreto algo demasiado doloroso, o prohibido, ya sea por la sociedad o por el individuo mismo.
La represión es un proceso natural y hasta saludable en la mayoría de los casos, ya que nos permite tener cierto equilibrio entre la expresión y el control de los impulsos inconscientes. Sin embargo, el material reprimido constantemente busca distintas vías de expresión. La represión de un evento traumático, por lo tanto, no es un esfuerzo único, sino un proceso continuo por tratar de contener la expresión, o el recuerdo, de aquello con lo que no queremos lidiar. Cada vez que el Yo despierto baja la guardia, el material reprimido puede encontrar la forma de expresarse, a veces inocentemente, como en un lapsus donde decimos algo que no queríamos decir conscientemente, pero que de algún modo se ha filtrado [ver: Lapsus linguae: cuando decimos lo que queremos callar]
Ahora bien, cuanto más traumático sea el recuerdo, más fuerza tiene para buscar la manera de expresarse. Freud lo llama «retorno de lo reprimido», por ejemplo, para explicar porqué olvidamos algunos sueños apenas despertamos. Es como el juego del gato y el ratón: lo reprimido se manifiesta en el sueño, y la consciencia despierta trata de olvidarlo. Casi siempre lo logra, pero lo reprimido tiene un as en la manga: la distorsión. Aparece en los sueños de una forma tan distorsionada que la mente despierta no lo reconoce como parte del trauma que no quiere recordar, y por eso sí recordamos muchos de esos sueños, aunque sea fragmentariamente. En otras palabras: lo reprimido solo puede manifestarse disfrazado [en sueños] o dando otro tipo de rodeos: lapsus, síntomas psicosomáticos, etc.
Para seguir agregando dificultades a la hora de recordar un sueño olvidado al despertar, hay que decir que el inconsciente es atemporal; es decir, no tiene sentido de secuencia temporal. Todo en el inconsciente existe como una masa de eventos simultáneos, sin organización histórica. Por lo tanto, todo lo que está archivado en el inconsciente no puede representarse en sueños en una secuencia temporal; debe traducirse en términos de simultaneidad, asociaciones, co-presencia, de tal manera que su expresión onírica siempre resulta extraña para la mente despierta, cuando no directamente irracional [ver: Todo parece lógico en tus sueños hasta que despertás]
El inconsciente prefiere la síntesis, por eso tiende a las representaciones pictóricas, a las imágenes, a las escenas oníricas que se producen sin conexiones causales. Los sueños son una dramatización que no conoce la lógica y la secuencia, que no tiene trama, como si se tratara de un lenguaje que carece de sintaxis. Por lo tanto, aquello que se recuerda en sueños tiende a tomar una forma visual. Por esa razón, para tratar de recordar un sueño olvidado al despertar hay que centrar la atención en los aspectos visuales del sueño, evitando el contexto, que puede ser engañoso. Recordar una sola imagen de un sueño olvidado en el transcurso del día no es poco. El hecho de que esa imagen haya logrado superar la barrera de represión y censura, indica que es lo más significativo que ocurrió en ese sueño en particular.
Los sueños nos dan acceso al inconsciente. Cuando dormimos, se relaja la «censura», de modo tal que el material inconsciente entra en la conciencia a través de nuestros sueños. Este material, por supuesto, rara vez se presenta en su forma pura; por lo general, está disfrazado, distorsionado, precisamente para que pueda superar la «censura». Cuanto más atroz sea el material inconsciente para nuestros estándares morales [y puede ser realmente atroz], más sujeto está a la distorsión, justamente por ser más evidente y susceptible a la censura.
Ahora bien, para intentar recordar un sueño olvidado al despertar es importante diferenciar tres categorías básicas de sueños:
a- Sueños cuyo contenido manifiesto es coherente [que plantea una narrativa comprensible] y cuya interpretación es obvia. Son sueños con sentido, incluso con una trama más o menos cohesiva. Freud comparaba este tipo de sueños con la literatura barata. No requieren mayor analisis ni comprensión. Todo es bastante obvio.
b- Sueños cuyo contenido manifiesto es coherente, parece claro y conectado, pero cuyo significado latente [lo que nuestro inconsciente está tratando de decirnos] es oscuro.
c- Sueños cuyo contenido manifiesto es confuso, caótico, y cuyo significado latente es totalmente oscuro. De hecho, no parecen tener ningún sentido.
Está última categoría es la más fácil de olvidar. Estos sueños son como espías enviados por el inconsciente, cuya misión es infiltrarse en la conciencia. Para lograrlo, el espía [el sueño] debe disfrazar su verdadera identidad; de otro modo sería detenido [reprimido] por el siempre vigilante aparato censor de la consciencia. Generalmente, el inconsciente se sale con la suya: el espía sale a la superficie lo suficientemente bien disfrazado como para no ser detectado. Misión cumplida. Sin embargo, nosotros, que vivimos enteramente en la conciencia, eventualmente nos despertamos, y el aparato censor se activa y se moviliza como una agencia de seguridad que ha descubierto el engaño. En este punto podemos recordar perfectamente lo que hemos soñado, ir al baño y, al salir, no recordar nada [ver: Cómo empiezan y terminan realmente nuestros sueños]
El despertar vuelve a equilibrar las fuerzas en esta lucha entre la voluntad del inconsciente por divulgar una experiencia y la resistencia de la mente conciente que trata de ocultarla.
El contenido manifiesto es la forma que toma el sueño, su fachada, su forma cosmética, su disfraz. Básicamente lo que ocurre en el sueño que podemos retener en la memoria. El contenido latente, en cambio, es el mensaje que el inconsciente está tratando de filtrar, el significado del sueño. Para poder recordar un sueño olvidado al despertar debemos invertir los términos. Quiero decir, si el significado está en el contenido latente y, a través de la distorsión [el disfraz del espía] logra pasar al contenido manifiesto, entonces la interpretación del sueño revierte este proceso, deshaciendo la distorsión, quitándole el disfraz al espía, para llegar al contenido.
Este disfraz [distorsión] no es sencillo de detectar. El inconsciente es inteligente, mucho más que nuestro Yo despierto, y puede comprimir dos o más ideas en una sola imagen. ¿Cuál es la razón? Engañarnos. Uno puede recordar cierto aspecto de un sueño cuya interpretación parece obvia, y quedarse simplemente con eso, dejando pasar el verdadero contenido, oculto bajo una máscara obvia.
La idea del espía disfrazado está bastante bien, pero también hay otros actores. El inconsciente quiere comunicarse con nuestro Yo despierto. Es como un amigo que quiere llegar hasta nosotros para decirnos algo muy importante, pero que no es bienvenido en casa. Nuestros padres no lo dejan pasar, los perros ladran al oler su cercanía a la casa, y además lo han bloqueado de nuestro teléfono, correo, redes sociales. Está completamente aislado de nosotros, pero sigue siendo nuestro amigo, y encontrará la forma de enviar el mensaje. Recibirlo es relativamente fácil, entenderlo es otro asunto. Por suerte, hay algunos patrones que pueden ayudarnos.
Tendemos a tratar de recordar un sueño, o a analizarlo, partiendo de jerarquías de importancia; pero nuestro amigo, el inconsciente, suele desplazar estar categorías, de modo tal que lo trivial en un sueño suele ser lo más significativo, y lo aparentemente significativo, lo más trivial. De hecho, el desplazamiento puede llegar a ser tan grande que lo más importante en un sueño puede ser un detalle completamente periférico.
Los sueños enmascaran las ideas en imágenes, o mejor dicho, en una fusión de imágenes, lenguaje y símbolos organizados de manera tal que se presentan en una especie de historia o puesta en escena. Nunca hay que centrarse en la «historia» de un sueño para analizarlo, porque la función narratológica solo está allí para darle soporte al mensaje. La lógica del sueño opera siguiendo oscuras cadenas de asociación; por lo tanto, para entender su significado se deben rastrear todas las posibles asociaciones que podamos hacer a partir de los elementos individuales del sueño [ver: Sueños que no son sueños]
Entender el significado de un sueño se parece bastante a analizar un poema donde predominan los símbolos y las metáforas, precisamente porque los sueños no están revestidos por el lenguaje literal. Al igual que la [buena] poesía, los sueños no respetan las convenciones del discurso, como la gramática y la sintaxis, para forjar conexiones entre ideas. Sin embargo, no importa cuán aparentemente absurdo sea un sueño, siempre se pueden conectar los diferentes elementos, a través de la asociación, para trabajar sobre una composición más o menos sólida. Tratar de interpretar un sueño en su literalidad es como leer un poema y entender únicamente el significado de las palabras, no lo que evocan.
Es importante entender que los extraños símbolos que utiliza el sueño no son un producto de la distorsión, sino una característica del pensamiento inconsciente; tanto es así que la mayoría de los símbolos oníricos son universales. Cuando intentes analizar tus propios sueños [algo desaconsejado] es esencial que, en primer lugar, emplees la síntesis y recién entonces hagas asociaciones con los elementos que recuerdas. Por ejemplo, si en tu sueño hay un cuchillo, debes despojarlo de su singularidad y categorizarlo como «objeto afilado»; del mismo modo que cualquier habitación o casa es un «espacio cerrado», cualquier playa o parque es un «espacio abierto», cualquier policía o figura de autoridad son tus «padres» [o las personas que te hayan criado], y cualquier acción que implique un movimiento físico constante y regular, como subir las escaleras, es equivalente a tener relaciones [ver: Significado de soñar con escaleras]
Incluso cuando logramos recordar una parte del sueño, sentimos que algo se ha perdido en el camino, algo importante, hasta que esos fragmentos también se desvanecen en el transcurso del día. Por otro lado, a veces sucede que los sueños muestran una extraordinaria persistencia en la memoria. Todos podemos recordar algún sueño en particular que ocurrió hace años, incluso en la infancia, que se mantiene fresco e imperturbable en la memoria.
Entonces: ¿cómo recordar un sueño olvidado al despertar?
Esta es una pregunta difícil, y aquí en El Espejo Gótico no nos atrevemos a prometer una respuesta al final de este artículo; pero sí un recorrido interesante.
En primer lugar, no somos nosotros quienes soñamos. Somos los soñados. Pero, ¿quién es exactamente este Otro, este No-Yo que delira salvajemente en los sueños? ¿Cuál es su relación con el Yo despierto? Sigmund Freud escribe:
[«Todo el material que compone el contenido de un sueño se deriva de alguna manera de la experiencia, que se reproduce o se recuerda en el sueño. Sin embargo, sería un error suponer que tal conexión entre el contenido del sueño y la realidad será obvia a partir de una comparación entre los dos. Por el contrario, la conexión debe buscarse cuidadosamente, y en algunos casos puede eludir durante mucho tiempo su descubrimiento. La razón de esto se encuentra en una serie de peculiaridades evidenciadas por la facultad de la memoria en los sueños.»]
La razón por la cual olvidamos algunos sueños es porque estos utilizan recuerdos reprimidos que subyacen en el inconsciente, pero que nuestro Yo conciente no recuerda [ver: ¿Por qué no recordamos nuestros sueños?]. En otras palabras, el No-Yo, es decir, el inconsciente, frecuentemente hace uso de recuerdos inaccesibles para nosotros en el estado de vigilia; y la fuente de la mayoría de estos recuerdos es nuestra infancia.
La narrativa de nuestra infancia no es un bloque sólido; está hecha de fragmentos de experiencias y situaciones que proporcionan material de por vida para nuestros sueños. Sobre estos fragmentos dispersos, inconexos, profundamente enterrados, está la acumulación de recuerdos nuevos, experiencias recientes, que consolidamos en los sueños. Pero la consolidación sólo es posible después de un tiempo, rara vez en la inmediatez de la experiencia. Tal es así que incluso las experiencias realmente intensas, tristes o dolorosas que han ocupado la mente en la vigilia, solo serán soñadas después de haber sido apartadas hasta cierto punto. Por ejemplo, uno no sueña con una persona querida que ha fallecido la misma noche de su muerte [ver: Significado de soñar con alguien que está muerto]
Un rasgo desconcertante de los sueños es que, en lugar de centrarse en situaciones importantes de la vida, como la pérdida de un ser querido, la mayoría de las veces se enfocan en los detalles más triviales. Esto, argumenta Sigmund Freud, ejemplifica la contradicción entre el rol de la memoria en la construcción de los sueños y el hecho de que olvidamos la mayoría de nuestros sueños al despertar, al tiempo que podemos recordar otros sueños que ocurrieron hace décadas:
[«A menudo somos conscientes de que hemos estado soñando, pero no sabemos qué hemos soñado; y estamos tan acostumbrados a este hecho —que el sueño es susceptible de ser olvidado— que no rechazamos por absurda la posibilidad de que hayamos estado soñando incluso cuando, por la mañana, no sabemos nada del contenido del sueño. Por otra parte, sucede a menudo que los sueños manifiestan un poder extraordinario de mantenerse en la memoria. Puedo recordar un sueño mío que está separado del presente por lo menos treinta y siete años, y sin embargo no ha perdido nada de su frescura en mi memoria.»]
El problema para recordar un sueño olvidado al despertar se reduce a la incompatibilidad entre las demandas estructurales de la memoria y la naturaleza no estructurada de los sueños. Para que algo quede grabado en la memoria es vital que no esté aislado, sino que se fije dentro de un contexto. Los sueños, por otro lado, carecen de orden y, por su propia falta de estructura, de contexto, son muy difíciles de fijar en la memoria en términos de narrativa; sí como imágenes aisladas que se fijan en la memoria a causa de la impresión que causan en el soñaor, pero todo lo demás es completamente olvidado [ver: 10 patrones universales para entender tus sueños y pesadillas]
Los sueños casi nunca toman una secuencia ordenadas de recuerdos, sino detalles de esos recuerdos; de modo tal que, al despertar, carecen de todas las características mnemotécnicas que utilizamos para recordar algo. De este modo, la mayoría de los sueños son intraducibles para el Yo despierto.
La teoría psicoanalítica a veces resume un poco su discurso al afirmar que todo sueño es cumplimiento de un deseo. Sigmund Freud también habla de sueños de confirmación [de miedos, sobre todo] y sueños de ansiedad. En otras palabras, este «deseo» que teatralizan los sueños no siempre es un oscuro deseo reprimido o la confirmación de un vaticinio funesto, y a veces está tan distorsionado que es irreconocible. ¿Dónde está el «deseo» en una pesadilla particularmente aterradora donde somos perseguidos por un monstruo o un maniático? Estas distorsiones, en realidad, son una herramienta para defendernos del cumplimiento de un deseo que encontramos moralmente inaceptable. Autocensura, en una palabra [ver: 10 sueños más extraños que vas a tener en tu vida]
Aquí podemos pensar en dos fuerzas opuestas: una es el deseo expresado por el sueño, mientras que la otra ejerce una censura, imponiendo así una distorsión. Pero, ¿quién esta autoridad capaz de ejercer su censura? Después de todo, nada puede llegar a la conciencia sin pasar previamente por una censura, y esta autoridad no deja pasar nada sin ejercer sus derechos, entre ellos, modificar y distorsionar lo que le plazca.
Todo el psicoanálisis freudiano se basa en una dialéctica entre la memoria perdida y el recuerdo parcial como compensación por esa pérdida. Más aún, los clásicos conceptos freudianos como la asociación libre, lo reprimido, el inconsciente, están íntimamente relacionados con la memoria, el recuerdo, la pérdida y la reminiscencia. Los sueños recurrentes, por ejemplo, suelen estar relacionados con un evento traumático que no ha sido completamente olvidado pero tampoco adecuadamente recordado. Este tipo de sueños nos permiten una conexión vaga e incompleta con ese evento, casi nunca directamente, es decir, evocando el trauma, sino por medio de asociaciones. Si tu mente conciente no quiere recordar este trauma, es probable que no recuerdes los sueños vinculados a él [ver: ¿Por qué siempre sueño con la misma persona?]
A veces las cosas se vuelven más complicadas todavía, y el sueño que no recordamos al despertar ni siquiera evoca el evento trumático, sino un recuerdo asociado. Esto se conoce como desplazamiento, una especie de limbo entre la memoria y la pérdida, entre el recuerdo y el olvido, que se enfoca sobre recuerdos asociados al trauma original [ver: Cómo entender tus propios sueños]
Sigmund Freud habla de estos vestigios de recuerdos como reminiszenz, «reminiscencias», los cuales se manifiestan en sueños como «fantasmas» [aunque nosotros, en el siglo XXI, podemos pensar en ellos como muertos vivientes] que «persiguen» a la psique en busca de una resolusión. Si algo o alguien te persigue en sueños, generalmente es uno de estos recuerdos incompletos [ver: Significado de soñar con ser perseguido]
El inconsciente es como una base de datos donde nunca se pierde nada. Todo lo que alguna vez experimentamos se conserva y, en las condiciones adecuadas, como los sueños, puede volver a la luz. Sin embargo, cuando vivimos una situación traumática, su recuerdo es archivado como todos los demás, pero su acceso está restringido a la memoria conciente, y solo se manifiesta en nuestros sueños de forma simbólica. Estos, nuevamente, son los sueños que olvidamos al despertar.
La noción del inconsciente como una base de datos es, por supuesto, aproximativa; porque los «archivos» [recuerdos] no están aislados entre sí, sino asociados unos a otros, y a veces superpuestos como en un palimpsesto, un pergamino en el que todavía pueden verse muchas inscripciones debajo del texto más reciente. Esta memoria absoluta incluso conserva experiencias de la primera infancia, y hasta prenatales [ver: El trauma del nacimiento]. Carl Jung opina que, además de nuestras experiencias personales, el inconsciente conserva rastros de experiencias primitivas de la especie humana en su conjunto. De todo ese vasto material surgen nuestros sueños [ver: ¿Cuál de los 12 Arquetipos Jungianos corresponde a tu personalidad?]
El lenguaje para explicar los procesos inconscientes plantea una gran dificultad. Tendemos a pensar en el «olvido» como algo que se pierde irremediablemente, pero ya hemos visto que lo que se sobreescribe en este palimpsesto nunca desaparece. Es decir que el olvido es un proceso activo y deliberado: tratamos de olvidar ciertas cosas, o queremos olvidarlas, por diversas causas, pero solo podemos desplazarlas de la mente consciente [el Yo despierto] hacia el inconsciente, que todo lo retiene. En Sobre la genealogía de la moral (Zur Genealogie der Moral), Friedrich Nietzsche habla del olvido no como una vis inertiae [fuerza de inercia] sino como una facultad activa. El término para Freud es verdrängung [«represión»] [ver: Freud y la interpretación de los sueños]
Aquello con lo que no podemos lidiar por evocar algo traumático, o es demasiado desagradable para ser admitido como parte de nosotros mismos, es reprimido, es decir, es archivado en el inconsciente. Sin embargo, las prohibiciones sociales también desempeñan un papel en la represión. A un niño, en la primera infancia, se le imponen toda clase de restricciones sociales que finalmente son aceptadas y utilizadas para selecionar el archivado de ciertos deseos e impulsos que, hasta ese momento, eran perfectamente naturales. En este contexto, como coinciden Freud y Nietzche, el olvido no es una simple pérdida de memoria, sino un acto deliberado que intenta mantener en secreto algo demasiado doloroso, o prohibido, ya sea por la sociedad o por el individuo mismo.
La represión es un proceso natural y hasta saludable en la mayoría de los casos, ya que nos permite tener cierto equilibrio entre la expresión y el control de los impulsos inconscientes. Sin embargo, el material reprimido constantemente busca distintas vías de expresión. La represión de un evento traumático, por lo tanto, no es un esfuerzo único, sino un proceso continuo por tratar de contener la expresión, o el recuerdo, de aquello con lo que no queremos lidiar. Cada vez que el Yo despierto baja la guardia, el material reprimido puede encontrar la forma de expresarse, a veces inocentemente, como en un lapsus donde decimos algo que no queríamos decir conscientemente, pero que de algún modo se ha filtrado [ver: Lapsus linguae: cuando decimos lo que queremos callar]
Ahora bien, cuanto más traumático sea el recuerdo, más fuerza tiene para buscar la manera de expresarse. Freud lo llama «retorno de lo reprimido», por ejemplo, para explicar porqué olvidamos algunos sueños apenas despertamos. Es como el juego del gato y el ratón: lo reprimido se manifiesta en el sueño, y la consciencia despierta trata de olvidarlo. Casi siempre lo logra, pero lo reprimido tiene un as en la manga: la distorsión. Aparece en los sueños de una forma tan distorsionada que la mente despierta no lo reconoce como parte del trauma que no quiere recordar, y por eso sí recordamos muchos de esos sueños, aunque sea fragmentariamente. En otras palabras: lo reprimido solo puede manifestarse disfrazado [en sueños] o dando otro tipo de rodeos: lapsus, síntomas psicosomáticos, etc.
Para seguir agregando dificultades a la hora de recordar un sueño olvidado al despertar, hay que decir que el inconsciente es atemporal; es decir, no tiene sentido de secuencia temporal. Todo en el inconsciente existe como una masa de eventos simultáneos, sin organización histórica. Por lo tanto, todo lo que está archivado en el inconsciente no puede representarse en sueños en una secuencia temporal; debe traducirse en términos de simultaneidad, asociaciones, co-presencia, de tal manera que su expresión onírica siempre resulta extraña para la mente despierta, cuando no directamente irracional [ver: Todo parece lógico en tus sueños hasta que despertás]
El inconsciente prefiere la síntesis, por eso tiende a las representaciones pictóricas, a las imágenes, a las escenas oníricas que se producen sin conexiones causales. Los sueños son una dramatización que no conoce la lógica y la secuencia, que no tiene trama, como si se tratara de un lenguaje que carece de sintaxis. Por lo tanto, aquello que se recuerda en sueños tiende a tomar una forma visual. Por esa razón, para tratar de recordar un sueño olvidado al despertar hay que centrar la atención en los aspectos visuales del sueño, evitando el contexto, que puede ser engañoso. Recordar una sola imagen de un sueño olvidado en el transcurso del día no es poco. El hecho de que esa imagen haya logrado superar la barrera de represión y censura, indica que es lo más significativo que ocurrió en ese sueño en particular.
Los sueños nos dan acceso al inconsciente. Cuando dormimos, se relaja la «censura», de modo tal que el material inconsciente entra en la conciencia a través de nuestros sueños. Este material, por supuesto, rara vez se presenta en su forma pura; por lo general, está disfrazado, distorsionado, precisamente para que pueda superar la «censura». Cuanto más atroz sea el material inconsciente para nuestros estándares morales [y puede ser realmente atroz], más sujeto está a la distorsión, justamente por ser más evidente y susceptible a la censura.
Ahora bien, para intentar recordar un sueño olvidado al despertar es importante diferenciar tres categorías básicas de sueños:
a- Sueños cuyo contenido manifiesto es coherente [que plantea una narrativa comprensible] y cuya interpretación es obvia. Son sueños con sentido, incluso con una trama más o menos cohesiva. Freud comparaba este tipo de sueños con la literatura barata. No requieren mayor analisis ni comprensión. Todo es bastante obvio.
b- Sueños cuyo contenido manifiesto es coherente, parece claro y conectado, pero cuyo significado latente [lo que nuestro inconsciente está tratando de decirnos] es oscuro.
c- Sueños cuyo contenido manifiesto es confuso, caótico, y cuyo significado latente es totalmente oscuro. De hecho, no parecen tener ningún sentido.
Está última categoría es la más fácil de olvidar. Estos sueños son como espías enviados por el inconsciente, cuya misión es infiltrarse en la conciencia. Para lograrlo, el espía [el sueño] debe disfrazar su verdadera identidad; de otro modo sería detenido [reprimido] por el siempre vigilante aparato censor de la consciencia. Generalmente, el inconsciente se sale con la suya: el espía sale a la superficie lo suficientemente bien disfrazado como para no ser detectado. Misión cumplida. Sin embargo, nosotros, que vivimos enteramente en la conciencia, eventualmente nos despertamos, y el aparato censor se activa y se moviliza como una agencia de seguridad que ha descubierto el engaño. En este punto podemos recordar perfectamente lo que hemos soñado, ir al baño y, al salir, no recordar nada [ver: Cómo empiezan y terminan realmente nuestros sueños]
El despertar vuelve a equilibrar las fuerzas en esta lucha entre la voluntad del inconsciente por divulgar una experiencia y la resistencia de la mente conciente que trata de ocultarla.
El contenido manifiesto es la forma que toma el sueño, su fachada, su forma cosmética, su disfraz. Básicamente lo que ocurre en el sueño que podemos retener en la memoria. El contenido latente, en cambio, es el mensaje que el inconsciente está tratando de filtrar, el significado del sueño. Para poder recordar un sueño olvidado al despertar debemos invertir los términos. Quiero decir, si el significado está en el contenido latente y, a través de la distorsión [el disfraz del espía] logra pasar al contenido manifiesto, entonces la interpretación del sueño revierte este proceso, deshaciendo la distorsión, quitándole el disfraz al espía, para llegar al contenido.
Este disfraz [distorsión] no es sencillo de detectar. El inconsciente es inteligente, mucho más que nuestro Yo despierto, y puede comprimir dos o más ideas en una sola imagen. ¿Cuál es la razón? Engañarnos. Uno puede recordar cierto aspecto de un sueño cuya interpretación parece obvia, y quedarse simplemente con eso, dejando pasar el verdadero contenido, oculto bajo una máscara obvia.
La idea del espía disfrazado está bastante bien, pero también hay otros actores. El inconsciente quiere comunicarse con nuestro Yo despierto. Es como un amigo que quiere llegar hasta nosotros para decirnos algo muy importante, pero que no es bienvenido en casa. Nuestros padres no lo dejan pasar, los perros ladran al oler su cercanía a la casa, y además lo han bloqueado de nuestro teléfono, correo, redes sociales. Está completamente aislado de nosotros, pero sigue siendo nuestro amigo, y encontrará la forma de enviar el mensaje. Recibirlo es relativamente fácil, entenderlo es otro asunto. Por suerte, hay algunos patrones que pueden ayudarnos.
Tendemos a tratar de recordar un sueño, o a analizarlo, partiendo de jerarquías de importancia; pero nuestro amigo, el inconsciente, suele desplazar estar categorías, de modo tal que lo trivial en un sueño suele ser lo más significativo, y lo aparentemente significativo, lo más trivial. De hecho, el desplazamiento puede llegar a ser tan grande que lo más importante en un sueño puede ser un detalle completamente periférico.
Los sueños enmascaran las ideas en imágenes, o mejor dicho, en una fusión de imágenes, lenguaje y símbolos organizados de manera tal que se presentan en una especie de historia o puesta en escena. Nunca hay que centrarse en la «historia» de un sueño para analizarlo, porque la función narratológica solo está allí para darle soporte al mensaje. La lógica del sueño opera siguiendo oscuras cadenas de asociación; por lo tanto, para entender su significado se deben rastrear todas las posibles asociaciones que podamos hacer a partir de los elementos individuales del sueño [ver: Sueños que no son sueños]
Entender el significado de un sueño se parece bastante a analizar un poema donde predominan los símbolos y las metáforas, precisamente porque los sueños no están revestidos por el lenguaje literal. Al igual que la [buena] poesía, los sueños no respetan las convenciones del discurso, como la gramática y la sintaxis, para forjar conexiones entre ideas. Sin embargo, no importa cuán aparentemente absurdo sea un sueño, siempre se pueden conectar los diferentes elementos, a través de la asociación, para trabajar sobre una composición más o menos sólida. Tratar de interpretar un sueño en su literalidad es como leer un poema y entender únicamente el significado de las palabras, no lo que evocan.
Es importante entender que los extraños símbolos que utiliza el sueño no son un producto de la distorsión, sino una característica del pensamiento inconsciente; tanto es así que la mayoría de los símbolos oníricos son universales. Cuando intentes analizar tus propios sueños [algo desaconsejado] es esencial que, en primer lugar, emplees la síntesis y recién entonces hagas asociaciones con los elementos que recuerdas. Por ejemplo, si en tu sueño hay un cuchillo, debes despojarlo de su singularidad y categorizarlo como «objeto afilado»; del mismo modo que cualquier habitación o casa es un «espacio cerrado», cualquier playa o parque es un «espacio abierto», cualquier policía o figura de autoridad son tus «padres» [o las personas que te hayan criado], y cualquier acción que implique un movimiento físico constante y regular, como subir las escaleras, es equivalente a tener relaciones [ver: Significado de soñar con escaleras]
Todos los sueños, para Freud, representan el cumplimiento de un deseo inconsciente, y por eso nos brindan la satisfacción que la realidad nos niega. La agresividad puede expresarse en sueños y eso no significa que seas una persona agresiva, por el contrario, significa que estás expresando esa agresividad latente de forma saludable. Menciono esto al pasar porque, en ocasiones, somos capaces de cometer verdaderas atrocidades en sueños, pero eso no debería perturbarte. De hecho, es un síntoma de salud mental si esto te produce estupor y rechazo al despertar, llegando a preguntarte: ¿cómo he podido soñar eso?
Ahora bien, el inconsciente no actúa aleatoriamente, sino que aprovecha las experiencias de la vigilia, generalmente del día anterior, para hacer sus asociaciones y provocar un sueño que cumpla algún deseo reprimido anterior. Es decir que los sueños se desencadenan por un evento o una experiencia en el presente inmediato, pero siempre remiten a un evento o experiencia del pasado.
Tratar de recordar un sueño olvidado al despertar es una tarea titánica. En primer lugar, necesitas algo con qué trabajar, es decir, recordar algo del sueño. El olvido del sueño, que a menudo se produce repentinamente [lo recordamos perfectamente y en pocos minutos se ha desvanecido] es un signo de que tu aparato de autocensura se resiste a lidiar con ese material. Si se vence esa resistencia, el sueño olvidado regresa a la memoria; quizás no tan vívido como al despertar, pero algunos fragmentos reaparecen y son susceptibles de ser analizados.
Intentar recordar un sueño olvidado no es igual a tratar de recordar qué almorzaste el martes pasado. Como la censura nunca se elimina por completo sino que se reduce, el material reprimido debe sufrir ciertas alteraciones que mitiguen sus rasgos ofensivos. La resistencia al recuerdo a veces se apoya sobre cuestiones simples. Una de las más comunes es la vergüenza o el asco que siente el Yo despierto ante lo que ha soñado. Vencida esta resistencia, el sueño puede ser recordado total o parcialmente.
Lo que recuerdas de un sueño al despertar es el contenido manifiesto. Básicamente es lo que le contarías a un amigo si sueñas con él, pero este contenido manifiesto es la versión censurada del verdadero significado de tu sueño. El contenido manifiesto no tiene ningún significado en particular. Es solo la superficie, una forma de disfrazar el significado subyacente. Es por ese motivo que algunos sueños resultan inquietantes pero, cuando examinamos sus elementos, no hay nada inquietante en él. La inquietud, en todo caso, proviene del contenido subyacente. Esto es lo que realmente significa tu sueño.
Uno podría preguntarse porqué tanto alboroto, porqué no presentar este deseo reprimido en primer plano. Simplemente porque no resulta aceptable para el aparato censor. Si tienes hermanos, es probable que en tu infancia hayas deseado inconscientemente ser hijo único y obtener toda la atención de tus padres. Eso es perfectamente natural, pero para satisfacer ese deseo reprimido es necesario sacar a tus hermanos del mapa, lo cual no es aceptable; de modo que este deseo aparece disfrazado en tus sueños. Sin embargo, a veces el deseo reprimido aparece con un disfraz poco eficiente, es reconocido y vuelto a reprimir. Estos son los sueños que olvidarás rápidamente.
La intepretación de los símbolos de un sueño [qué significa soñar con tal o cual cosa] se ha vuelto una afición popular, pero esta no es la única forma en que el inconsciente disfraza el mensaje. Por ejemplo, está la Condensación, donde dos o más cuestiones se condensan en una sola imagen; el Desplazamiento, donde los deseos o las emociones se desplazan de la persona/objeto deseado a una persona/objeto sin sentido. Los símbolos, de hecho, solo utilizan conceptos u objetos similares que suenan o se ven parecidos. Freud, cuándo no, creía que cualquier cosa larga y dura en el sueño [un tronco, un poste, un edificio, etc] simbolizaba una erección, asi como cualquier cosa que tuviera un espacio interior [armarios, habitaciones, hornos] a menudo representaban una vagina. Actualmente, por suerte, el psicoanálisis no es tan radical.
Para recordar un sueño olvidado al despertar es importante hablar de él. Me refiero a hablar en voz alta, y, si es posible, escribir todo lo que recuerdes. Cuando despertamos, la censura recupera su territorio y puede borrar el recuerdo del sueño con suma rapidez, sin embargo, al releer lo que hemos escrito, o al pronunciar las palabras dichas en voz alta, el sueño que parecía olvidado puede resurgir. No importa que no recuerdes todo el sueño. Los fragmentos rescatados, aunque solo sea uno, es el acceso más directo al significado del sueño. Más aún, ese fragmento, con toda probabilidad, es la única razón por la que el sueño fue olvidado en primer lugar.
La razón por la cual olvidamos los sueños al despertar no puede atribuirse a una sola causa. Cuando estamos despiertos, olvidamos regularmente muchas sensaciones y percepciones, a veces porque son demasiado débiles o porque no logran impactarnos. Lo mismo sucede con muchas imágenes oníricas: se olvidan porque son demasiado débiles, mientras que se recuerdan otras más fuertes. El factor de la intensidad, no obstante, no es suficiente para determinar si una imagen es o no ser recordada, porque lo cierto es que a veces retenemos cuestiones triviales, carentes de fuerza sensorial, mientras que otras, mucho más intensas y vívidas, se olvidan.
Para que las sensaciones, ideas, pensamientos e imágenes de un sueño puedan ser recordados es esencial que no permanezcan aisladas, sino que se organicen. Es sencillo recordar de memoria un verso, pero si desordenamos las palabras aleatoriamente, recordar ese desorden es mucho más difícil. Los sueños funcionan así: si las palabras [imágenes del sueño] están ordenadas, una nos ayudará a recordar la siguiente. El problema es que, en general, los sueños carecen de orden e inteligibilidad, y por lo tanto están desprovistos de las cualidades que harían posible recordarlos.
A veces, la mejor forma de recordar un sueño olvidado al despertar es tener paciencia, la suficiente para encontrarnos con un déja`vu [sentimientos de familiaridad en ausencia de recuerdos], los cuales pueden desencadenarse por fragmentos de la memoria del sueño al encontrarnos en situaciones o lugares similares en la vida real.
Diccionario de sueños. I El lado oscuro de la psicología.
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