Cómo entender tus propios sueños


Cómo entender tus propios sueños.




¿Por qué nos cuesta tanto entender nuestros propios sueños? Esta pregunta, como todo interrogante directo, plantea una serie de dificultades que intentaremos soslayar de una forma poco elegante, pero indudablemente eficaz.

En ocasiones los sueños proporcionan emociones y sensaciones mucho más fuertes que las que se producen frente a sucesos objetivos. Por ejemplo, un beso soñado puede producir un estremecimiento más vivo e intenso que un beso recibido de alguien probadamente real. ¿Por qué?

En principio, imaginemos el siguiente escenario:

En un mundo sin espejos seríamos perfectamente incapaces de conocer nuestro rostro. Podríamos, en cambio, apelar al reflejo de las aguas o bien a las superficies de metal pulido, pero nunca con los resultados inapelables de ese otro que se repite en los espejos. En este mundo sin espejos nadie conocería a ciencia cierta la geografía de su propio rostro; y las noticias que uno tendría acerca de su propia fealdad provendrían de testimonios de terceros, a veces teñidos de subjetividad y a veces de malicia.

Los sueños plantean un escenario análogo.

Nos explicamos.

La psicóloga Marie-Louise Von Franz sostuvo que tratar de entender los sueños propios es como intentar verse un lunar en medio de la espalda, desde luego, sin la asistencia de un espejo.

Para el sujeto sería imposible practicar esta mirada exploratoria, pero no así para un médico. Cualquiera, de hecho, podría ver sin problemas nuestro lunar en la espalda, menos nosotros.

Dicho esto, podemos darnos una idea general de por qué no podemos entender nuestros propios sueños.

Los sueños NUNCA nos dicen algo que YA SABEMOS. Por el contrario, los sueños SIEMPRE nos hablan de lo desconocido, de aquello que no conocemos acerca de nosotros mismos, y lo hacen utilizando un lenguaje propio, con reglas y estructuras internas.

Para entender lo complicado que puede ser interpretar nuestros propios sueños, imaginemos que estamos frente a un manuscrito iluminado escrito en sánscrito (nuestro SUEÑO), que además posee la doble dificultad de estar cifrado en algún tipo de código (la estructura onírica). Claramente estaríamos frente a un problema sin solución. El texto nos resultaría imposible de entender. Solo nos quedaría apreciar las ilustraciones, pero sin la comprensión del texto las imágenes serían apenas superficiales, bellas o terribles, según el caso, pero sin la carga de significado que tendrían si conociésemos de qué trata aquel manuscrito.

Esto mismo ocurre en los sueños. Tal vez soñemos con algo que, ya en la vigilia, no parezca irrelevante, y hasta absurdo, pero que durante el sueño nos provocó un terrible estremecimiento.

Este es el lunar en la espalda del que habla Marie-Louise Von Franz: un punto ciego para nuestra conciencia, pero claramente visible para el Inconsciente.

En cierta forma, nuestro Inconsciente es lo único capaz de dar un testimonio fiel de nuestro rostro en ese mundo sin espejos.

Dormirse es un poco como caer en un abismo, en un vacío en el que dejamos de existir. Inmediatamente después, una fuerza desconocida nos obliga a transitar una experiencia que no planeamos, pero tan real e intensa como los eventos azarosos que ocurren durante la vigilia.

Quizás sea imposible que aprendamos a entender nuestros propios sueños. No obstante, un primer paso firme sería comenzar a apreciarlos, a atesorarlos, a no descartarlos como meras fantasías inaccesibles. Tal vez, con algo de esfuerzo y mucha paciencia, logremos ir traduciendo una pequeña porción de aquel código secreto, cuyo propósito no siempre es alertarnos sobre algún problema, sino ampliar la experiencia del Yo hacia regiones insospechadas, pero donde todo es posible.




Diccionario de sueños. I El lado oscuro de la psicología.


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