Por qué todo parece LÓGICO en tus sueños, HASTA QUE DESPERTÁS


Por qué todo parece LÓGICO en tus sueños, HASTA QUE DESPERTÁS.




Nada es ILÓGICO dentro de los sueños.

Podemos soñar con volar, con alguien que ha muerto, con ser perseguido por un monstruo, e incluso desafiar los límites del espacio-tiempo; todo eso y muchas cosas más podemos experimentar dentro de los sueños sin sentir en ningún momento que algo anda mal.

Recién cuando despertamos nos damos cuenta de lo completamente IRREAL que ha sido el sueño.

Al soñar aceptamos sin cuestionar nada de lo que sucede dentro del sueño, no importa cuán bizarros, lisérgicos o imposibles sean los hechos y situaciones que allí ocurren. ¿Por qué?

En cierta forma, el hecho de aceptar la realidad de los sueños se parece bastante a lo que sucede cuando miramos una película de terror o de ciencia ficción: aceptamos lo que ocurre (vampiros, máquinas del tiempo, zombis) y atravesamos la experiencia de acuerdo a la LÓGICA que plantea el argumento, por más que ésta contraste con la LÓGICA de nuestra realidad física.

Del mismo modo, hasta lo más IRRACIONAL que pueda suceder dentro de nuestros sueños también posee una cuota de, digamos, RACIONALIDAD.

Existen dos teorías principales acerca de por qué todo parece lógico en los sueños.

La primera de estas teorías tiene que ver con los estudios de Sigmund FreudLa interpretación de los sueños (Die Traumdeutung)—, quien sostuvo que los sueños son, en esencia, representaciones simbólicas del inconsciente, las cuales a su vez cumplen un rol fundamental en el proceso de sanación emocional del sujeto.

Para ayudarnos a resolver esos conflictos el soñador necesita creer que lo que está ocurriendo dentro del sueño es una experiencia real; es decir, que no está atravesando una situación ficticia, una representación, una puesta en escena, sino la realidad.

De acuerdo a Freud, sería el subconsciente quien nos obliga a creer la narrativa irracional de los sueños, entre otras cosas, reprimiendo el pensamiento crítico, de forma tal que podamos asumir lo IMPOSIBLE como perfectamente POSIBLE.

Por ejemplo: uno puede soñar con estar charlando acaloradamente con un monstruo, o bien compartiendo unos mates con un tío ya fallecido, sin sentir que algo anda mal; y esto es posible debido a que el subconsciente utiliza las imágenes del monstruo, o del tío fallecido, como representaciones o símbolos de nuestros conflictos.

Es por eso que las situaciones que pueblan nuestros sueños solo nos resultan ILÓGICAS cuando despertamos. Dentro de la realidad de los sueños, dentro de sus leyes, símbolos y arquetipos —de acuerdo a la visión de Carl Jung en: De la esencia de los sueños (Vom Wesen der Träume)— todo es perfectamente LÓGICO.

La otra teoría respecto de este tema rebaja a los sueños a simples adaptaciones de pésima calidad argumental.

Los defensores de esta teoría sostienen que los sueños son, en última instancia, el intento desesperado de nuestro subconsciente por traducir la actividad cerebral aleatoria que se produce al dormir.

En este sentido, el soñador no es más que un desaforado director de cine con un mal guión entre manos, o mejor dicho, con un guión que se reescribe de forma constante y aleatoria, dando como resultado una obra que no tiene demasiado sentido.

Aún con fallas argumentales, saltos en el tiempo y personajes totalmente desconcertantes, el soñador permanece dentro de la LÓGICA del sueño debido a que las áreas del cerebro relacionadas con la memoria se relajan al dormir, comprometiendo a su vez nuestra capacidad de comparar situaciones y clasificarlas como ILÓGICAS.

Es debido a este guión defectuoso, pero también a la privación del pensamiento crítico, que no podemos saber cómo empiezan o terminan nuestro sueños.

Es cierto que a veces despertamos de un sueño o de una pesadilla, pero ése no es necesariamente el final, del mismo modo que al salir del cine en medio de una película no podríamos decir esa última escena vista es como realmente termina la historia.

Para empeorar todavía más las cosas, al despertar nuestro cerebro reorganiza los hechos ocurridos en el sueño, que ahora nos parecen ILÓGICOS, dentro de una secuencia lo más LÓGICA posible, pero que quizá nada tiene que ver con el orden en el cual eran presentados en el sueño.

El investigador Jean Piaget, a su vez, plantea otra cuestión sumamente interesante.

Según sus estudios, algunos de los sueños más memorables y encantadores, así también como las pesadillas más aterradoras, nos ocurrieron durante la infancia. ¿Quién no es capaz de recordar un sueño particularmente agradable, u otro singularmente espantoso, durante esta etapa de la vida?

Piaget afirma que esto se debe a que nuestra aceptación de la realidad de los sueños cambia gradualmente con el correr de los años. Hasta los tres años de edad, aproximadamente, creemos que los sueños son reales, es decir, no podemos diferenciarlos de la realidad objetiva.

Los padres que tratan de tranquilizar a sus hijos pequeños, cuando estos despiertan de una pesadilla, diciéndoles que NADA FUE REAL, sencillamente no entienden que, para el niño, los SUEÑOS NO SON FICCIONES.

A partir de los tres años lentamente vamos entendiendo, generalmente por presiones externas, que los sueños son algo que solo ocurre en nuestra cabeza, y que no pueden influir en la realidad objetiva.

Del mismo modo, hasta los tres años de edad es muy fácil convencernos de la existencia de cosas tales como la magia, los duendes y los dragones, precisamente porque la fibra de la realidad objetiva es un terreno todavía incierto. Las fronteras entre lo POSIBLE y lo IMPOSIBLE todavía son difusas a esta edad.

Poco a poco, y a medida que vamos descubriendo el mundo que nos rodea, o mejor aún, a medida que la realidad nos va desencantando, la posibilidad de que existan dragones nos parece cada vez más remota; de la misma forma que los sueños lentamente se van transformando de experiencias reales en simples ficciones.

Es importante señalar que los recién nacidos experimentan, en promedio, unas ocho horas por día de sueño REM, es decir, pasan un tercio del día soñando. Esto significa que los sueños son, en muchos sentidos, nuestra PRIMERA REALIDAD, y probablemente la más natural de todas.

Al menos desde lo teórico, estas posibilidades pueden explicar por qué todo parece LÓGICO en tus sueños; en definitiva, al soñar no cuestionamos cómo podemos estar volando del mismo modo en que, ya despiertos, asumimos con estremecedora facilidad cuestiones tales como el tiempo.

De hecho, son las grandes abstracciones de la vida, y no los hechos de la realidad objetiva, los que nos resultan más fáciles de asimilar como verdades incuestionables: el universo podrá ser una ILUSIÓN, una sutil SIMULACIÓN desarrollada por inteligencias desabridas, pero el tiempo, ¡eso sí que existe!

Teniendo en cuenta estos asuntos, ¿por qué habríamos de exigirle a nuestro YO soñador una sagacidad que no poseemos al estar despiertos?

¿Con qué argumentos podríamos reclamarle que se de cuenta de que los monstruos no existen, que no podemos hablar con el tío difunto, si nosotros mismos, con los ojos bien abiertos, experimentamos la realidad sin cuestionar prácticamente nada?

Pero quizá después de morir, en cierta forma, un despertar hacia otro plano de la realidad, nos demos cuenta que también nuestra vida estuvo repleta de situaciones ILÓGICAS, absurdas, completamente irracionales, que día a día asumimos con mansa resignación.




Diccionario de sueños. I El lado oscuro de la psicología.


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