Lo Siniestro en los relatos de Edgar Allan Poe.


Lo Siniestro en los relatos de Edgar Allan Poe.




Sigmund Freud era un ávido lector, y en gran medida se basó en sus lecturas para sondear las profundidades de la mente humana. En cierto modo, el psicoanálisis y la ficción comparten varios intereses en común, entre ellos, sacar a la superficie lo que se encuentra dentro del inconsciente, arrojando luz sobre experiencias, sentimientos, sensaciones e impresiones aparentemente olvidadas que permanecen profundamente arraigadas en la psique y, por lo tanto influenciando silenciosamente nuestro comportamiento:


[«La división entre lo consciente y lo inconsciente es la premisa fundamental del psicoanálisis; llamamos represión al estado en que existían las ideas antes de hacerse conscientes, y afirmamos que la fuerza que instituyó la represión y la sostiene se percibe como resistencia durante el trabajo de análisis. Así obtenemos nuestro concepto de inconsciente de la teoría de la represión. Lo reprimido es el prototipo del inconsciente para nosotros.» Freud]


Primero repasemos brevemente el concepto freudiano de lo Siniestro y luego veamos de qué modo se aplica a los relatos de Edgar Allan Poe [ver: Lo Siniestro en la ficción: cuando lo familiar se vuelve extraño]

En el ensayo de 1919: Lo Siniestro (Das Unheimliche), Freud propone una lectura psicoanalítica del relato de E. T. A. Hoffmann: El hombre de arena (Der Sandmann), en el que Nathaniel, el protagonista, se encuentra conmocionado por una serie de circunstancias inquietantes. El primero de estos eventos es cuando conoce a Coppola, un hombre que se parece mucho a un hombre amenazante llamado Coppelius, a quien había conocido cuando era niño y cuya imagen encarnaba la figura mítica del Hombre de Arena de sus pesadillas infantiles. La segunda situación inquietante surge cuando Nathaniel avierte que la mujer de la que está enamorado, Olimpia, es en realidad un autómata, lo cual se revela en una impactante escena en la que el protagonista ve a Olimpia sin los ojos, pues le están reemplazando los globos oculares [ver: Freud, el Hombre de Arena, y una teoría sobre el Horror]

La imagen de un ser querido al que le faltan los globos oculares sin ver sangre, sino simplemente órbitas vacías, sumada al miedo infantil de Nathaniel al Hombre de Arena [un coleccionista de ojos], ejemplifica acertadamente el concepto freudiano de lo Siniestro.

El argumento de Sigmund Freud pude resumirse del siguiente modo: al leer la historia de E.T.A. Hoffmann, el lector, junto con el protagonista, experimenta algo que estaba oculto a la vista, escondido, que luego se revela inesperadamente. Esto constituye, precisamente, una de las definiciones del término Heimliche: «Escondido, oculto a la vista para que los demás no lo sepan o lo conozcan».

Sin embargo, el término también significa «perteneciente a la casa o a la familia»; en otras palabras: hogareño, íntimo, cómodo. Entonces, siendo Unheimliche lo opuesto a Heimliche, también es lo opuesto a «confortable», apuntando así a lo que es perturbador pero de alguna manera también familiar, como una cara conocida o algo fuera de su lugar habitual.

Es decir que Freud entiende por Unheimlich ese sentimiento que surge de situaciones que hacen eco del pasado personal [y, por lo tanto, familiares], pero de manera incómoda y perturbadora. Ahora bien, lo Siniestro puede tomar diferentes formas. La primera, y más habitual, fue definida por Freud del siguiente modo:


[«La primera ocurre cuando los complejos infantiles que han sido reprimidos son revividos una vez más por alguna impresión, o cuando las creencias primitivas que han sido superadas parecen confirmarse una vez más.»]


Un ejemplo de «creencia primitiva» podría ser el Hombre de la Bolsa [o cualquier variedad local] en el que el niño cree, pero que eventualmente va reprimiendo durante su crecimiento, en parte debido a la presión social [es solo una leyenda, niño], en parte porque la existencia del Hombre de la Bolsa no coincide con la experiencia de la vida real del niño. Sin embargo, el terror que inspiran en los niños este tipo de historias no desaparece. Es reprimido, y en ocasiones, esas «creencias primitivas que han sido superadas» pueden «confirmarse una vez más» cuando algo las saca a la superficie. Ese sentimiento de confirmación de un miedo elemental, que creíamos absurdo, insensato, irracional, constituye lo Siniestro [ver: Lo que Sigmund Freud no te contó sobre el complejo de Edipo]

En la literatura, sin embargo, hay otras formas en las que se puede experimentar lo Siniestro:


[«El contraste entre lo que ha sido reprimido y lo que ha sido superado no puede trasladarse a lo Siniestro en la ficción sin una profunda modificación; porque, para lograr su efecto, el reino de la fantasía depende del hecho de que su contenido no se someta a la prueba de la realidad. El resultado, un tanto paradójico, es que mucho de lo que no es Siniestro en la ficción lo sería si sucediera en la vida real; y, en segundo lugar, que hay muchos más medios para crear efectos Siniestros en la ficción que en la vida real El escritor imaginativo tiene esta licencia, entre muchas otras, y puede seleccionar su mundo de representación para que coincida con las realidades con las que estamos familiarizados, o se aparte de ellas en los detalles que le plazcan.»  Freud]


Es decir que lo Siniestro en la literatura también puede ser causado por lo que se suponía que debía permanecer oculto pero ha salido a la luz, como los sentimientos reprimidos. Estas definiciones y sentimientos asociados a lo Siniestro resuenan poderosamente en los principales motivos en la obra de Edgar Allan Poe. Aquí analizaremos dos en particular, que se encuentran en los relatos: El Demonio de lo Perverso (The Imp of the Perverse) y William Wilson (William Wilson).

La conexión entre los cuentos de Edgar Allan Poe y la teoría psicoanalítica de Sigmund Freud no es ninguna novedad; de hecho, es casi un lugar común, debido a que Poe es uno de los autores que más acertadamente exploran lo Siniestro tal como lo define Freud.

Edgar Allan Poe fue un escritor muy prolífico. Aunque sus cuentos varían en tono y temática, desde el relato detectivesco [del que fue pionero], hasta las historias de terror, todos comparten la obsesión del poeta por el funcionamiento de la mente humana. De hecho, Edgar Allan Poe fue el primer escritor en explorar seriamente el funcionamiento interno de la mente, tal es así que sus obras dramatizan en un grado sorprendente varios conceptos que Sigmund Freud establecería como los fundamentos del psicoanálisis moderno [ver: Psicología de Edgar Allan Poe]

La misma estructura narrativa de Edgar Allan Poe refleja el método psicoanalítico. Su narrador típico le cuenta al lector sus experiencias e impresiones, no solo para explicar los eventos tal como sucedieron, sino para tratar de darles sentido y lidiar con su estado mental a través del proceso de narración. En estas historias, Edgar Allan Poe se sumerge profundamente en la mente del narrador, revelando al lector incluso más de lo que el narrador es capaz de revelarse a sí mismo. En este contexto podríamos decir que Edgar Allan Poe entiende a sus narradores mucho mejor de lo que ellos se entienden a sí mismos. De hecho, a menudo diseña sus cuentos para mostrar la comprensión limitada de sus narradores de sus propios problemas y estados de ánimo.

Un ejemplo clásico de la profunda comprensión de Edgar Allan Poe de la psicología humana puede encontrarse en el cuento El Demonio de lo Perverso [traducido a veces como El demonio de la perversidad], publicado originalmente en la edición de julio de 1845 de la revista Graham's Magazine, y luego reeditado de manera póstuma en la antología de 1950: Las obras del difunto Edgar Allan Poe (The Works of the Late Edgar Allan Poe).

En este relato, el narrador detalla el extraño impulso [que todos tenemos a veces] de actuar sin objeto; es decir, impulsivamente. Este es un tema recurrente en los relatos de Edgar Allan Poe: la interferencia del inconsciente [del protagonista y del lector] que nos lleva a recorrer un camino no deseado y, en ocasiones, un camino de autodestrucción. Cuentos como El corazón delator (The Tell-tale Heart); El gato negro (The Black Cat); Berenice (Berenice), dramatizan esta impulsividad, aparentemente foránea de la consciencia, como fuerzas antinaturales o doppelgängers. Las palabras de Edgar Allan Poe construyen los cimientos para mente de sus personajes, y en ese nivel es donde tienen lugar sus mejores historias.

En menos palabras: al explorar estos sótanos de la mente, Edgar Allan Poe se sumerge en el inconsciente [ver: El Horror siempre viene desde el Sótano]

El Demonio de lo Perverso relata la historia de un hombre que cometió un asesinato y no puede evitar delatarse [no, no es El corazón delator]. Sin embargo, el lector solo es informado sobre el crimen y la confesión al final del cuento; lo que encontramos en el medio es al narrador reflexionando sobre las razones de los actos que juzga perversos, lo que, según él, es «un principio innato y primitivo de la acción humana, algo paradójico, que podemos llamar perversidad, a falta de un término más característico».

Es notable el nivel de excelencia en esta definición [aparentemente extraña] de la perversidad en la apertura de un cuento de ficción. Es un dispositivo retórico efectivo, conocido como preparatio [preparar al lector antes de revelarle algo que ya ha ocurrido]. El Demonio de lo Perverso comienza con esta breve disertación sobre ese impulso humano destructivo antes de que el narrador proporcione tres ejemplos y, finalmente, su propio caso. El inicio del relato es una prueba exquisita de la astucia de Edgar Allan Poe como escritor.

Para ejemplificar el comportamiento perverso, Edgar Allan Poe se refiere a prácticas cotidianas bastante inofensivas, como la procrastinación; pero también lo asocia a cuestiones más perturbadoras, como el impulso a saltar cuando uno se encuentra al borde de un abismo [de hecho, el vértigo no es el miedo a caer, sino el miedo a saltar voluntariamente]. El narrador pasa a cuestionar el principio religioso según el cual el hombre fue hecho por Dios con un fin y, en consecuencia, todo en la anatomía humana existe por un motivo:


[«Fue el designio de la Deidad que el hombre comiera. Entonces asignamos al hombre un órgano de alimentación, y este órgano es el flagelo con el que la Deidad obliga al hombre a comer. En segundo lugar, habiendo establecido que fue la voluntad de Dios que el hombre continuara su especie, descubrimos inmediatamente un órgano de amatividad.»]


Siendo así, parece que todo sobre la humanidad sería lógico y explicable por la razón. Sin embargo, ¿cómo se explica que los seres humanos realicen actos de pura crueldad, o simplemente actos que son perjudiciales para sí mismos o para los demás, sin obtener ningún tipo de ventaja o beneficio? ¿Cómo explica la razón tales hechos? Aunque aparentemente ilógicos, estos impulsos paradójicos planteados por Edgar Allan Poe refuerzan el concepto freudiano de lo Siniestro:


[«Lo que se teme es una intención secreta de hacer daño, y ciertos signos se interpretan como que esa intención tiene el poder necesario a su disposición.» Freud]


En Edgar Allan Poe, esa intención es, precisamente, el Demonio de lo Perverso, una voluntad de hacer daño sin razón lógica, como expone el cuento:


[«La única fuerza invencible que nos impulsa, y sólo nos impulsa: esta abrumadora tendencia a hacer el mal por el mal tampoco admitirá análisis o resolución en elementos ulteriores. Es un radical, un impulso elemental, primitivo.»]


Ahora bien, es el origen de este impulso lo que nos desconcierta. Si no está guiado por la razón, ¿dónde, entonces, se encuentra la fuente de esta fuerza primitiva?

Ahí es donde el concepto psicoanalítico del Inconsciente se relaciona con el Demonio de lo Perverso, pues el origen de esta pulsión no está en la superficie de la psique humana, donde podemos encontrar explicaciones razonables; sino en la parte oculta de la mente, a la que no tenemos acceso a través de la razón, y que, a pesar de su naturaleza reprimida, puede ejercer una gran influencia sobre nosotros [ver: Freud y el caso del Hombre de los Lobos]

Podemos ver cómo Edgar Allan Poe se adelantó a su tiempo, explorando [casi medio siglo antes de las primeras publicaciones de Sigmund Freud] cómo el individuo encuentra una explicación a sus malas acciones en sí mismo, en lugar de intentar dirigirlas sobre fuentes externas.

Ahora bien, Sigmund Freud explica el Inconsciente como esa parte de la mente que está reprimida, por lo tanto, separada del Ego [eso que llamamos Yo]:


[«Cuando los poetas se quejan de que dos almas habitan en el pecho humano, y cuando los psicólogos populares hablan de la escisión del yo, en lo que están pensando es en esa división (en el ámbito de la psicología del yo) entre la agencia crítica y el resto del yo, y no en la antítesis descubierta por el psicoanálisis entre el yo y lo que es inconsciente y reprimido.»]


Dentro del marco de la teoría psicoanalítica freudiana, podemos clasificar al Demonio de lo Perverso como un efecto de los sentimientos reprimidos que yacen en el inconsciente y toman forma en acciones para las cuales la la mente racional no encuentra una explicación razonable. A su vez, tales sentimientos reprimidos se relacionan con lo Siniestro cuando sus ecos desencadenan recuerdos o pensamientos que toman formas inesperadas durante la edad adulta y dan paso a una interesante compulsión «perversa»:


[«Es posible reconocer el dominio en la mente inconsciente en una compulsión a repetir, procedente de los impulsos instintivos y probablemente inherente a la naturaleza misma de los instintos, una compulsión lo suficientemente poderosa como para anular el principio del placer, otorgando a ciertos aspectos de la mente su carácter demoníaco, y todavía muy claramente expresada en los impulsos de los niños pequeños; la compulsión, también, es responsable de una parte del curso tomado por los análisis de pacientes neuróticos. Todas estas consideraciones nos preparan para el descubrimiento de que todo lo que nos recuerda a esta compulsión a repetir interna se percibe como extraño.» Freud]


Es interesante notar que la idea de la Perversidad de Edgar Allan Poe esté tan estrechamente relacionada con lo Siniestro de Sigmund Freud, y que ambos autores incluso utilicen una terminología similar, a pesar de que sus objetivos eran completamente diferentes. Por ejemplo, Freud asocia a esta compulsión instintiva de repetición un carácter demoníaco; E.A. Poe, un experto en el uso de imágenes sobrenaturales y espeluznantes, relaciona la Perversidad con un demonio. De hecho, El Demonio de lo Perverso seguramente se leyó en su tiempo como la historia de un hombre perseguido por un pequeño demonio en su mente. Nosotros, sin embargo, probablemente nos inclinemos a pensar en la historia de un hombre que se autoincrimina desde una postura psicoanalítica [ver: E.A. Poe y la Locura como sublime forma de la inteligencia]

Al parecer, Edgar Allan Poe era freudiano antes de que apareciera Freud; una paradoja, sin dudas, pero que corrobora la afirmación de Jorge Luis Borges de que los grandes autores crean sus propios precursores.

Por supuesto, además de demonios y otros seres encantadores, las obras de Edgar Allan Poe y Sigmund Freud también están relacionadas a los impulsos instintivos detrás del dolor y el placer. Como explica Freud en Más allá del principio del placer:


[«Cada movimiento psicofísico que se eleva por encima del umbral de la conciencia está cargado de placer en la proporción en que se aproxima —más allá de cierto límite— al equilibrio total, y con el dolor, en la proporción en que se aleja de él más allá de cierto límite; mientras que entre los dos límites, que pueden describirse como los umbrales cualitativos del dolor o el placer, hay una cierta zona de indiferencia estética.»]


Para Freud, la psique humana está guiada por impulsos opuestos representados por Eros [el impulso de vida que obliga a la autoconservación], y Thanatos [el impulso de muerte y destrucción]. «Eros y Thanatos trabajan juntos y en la misma dirección, buscando siempre el equilibrio del individuo». Por lo tanto, los impulsos destructivos de los narradores de Edgar Allan Poe, tratados en su obra como casos de Perversidad, pueden leerse como intentos de establecer algún equilibrio dentro de sí mismos. Pero la pulsión de muerte, Thanatos, a menudo es representada por Edgar Allan Poe en la necesidad de algunos personajes de revivir situaciones traumáticas y extrañas, una obsesión humana común que encuentra explicación en el principio freudiano de la compulsión a repetir.

El narrador de Edgar Allan Poe en El Demonio de lo Perverso tiende a ser víctima de esta obsesión por engañarse y hacerse daño a sí mismo. Como él, muchos personajes de Poe caen en su empeño por recorrer caminos que deberían haber dejado atrás, yendo de la conciencia a la inconsciencia, un movimiento que podría ser visto como un retorno simbólico al útero materno [ver: Horror Uterino: descenso hacia el inconsciente colectivo]. Después de todo, si en el útero predominaba nuestra inconsciencia antes de emerger a los sufrimientos de la conciencia, es también ese estado de unidad que siempre anhelamos. Pero alcanzar ese estado después de ser desterrado por el nacimiento implica buscar, cortejar y abrazar la autodestrucción.

En los relatos de Edgar Allan Poe, avanzar hacia el propio pasado, además de buscar comprender aquello que debe permanecer oculto en la mente, es un camino hacia la destrucción, un camino que se toma guiado por la pulsión de muerte, Thanatos, que el poeta llama Perversidad. Para Sigmund Freud, sin embargo, este mismo movimiento es la clave de la cordura. En cualquier caso, liberar lo que ha sido reprimido dentro del inconsciente es perturbador para el narrador de Edgar Allan Poe:


[«Temblamos con la violencia del conflicto dentro de nosotros, de lo definido con lo indefinido, de la sustancia con la sombra. Pero, si la contienda ha llegado hasta aquí, es la sombra la que prevalece, luchamos en vano.»]


Este conflicto interno a menudo se desencadena por lo Siniestro, una manifestación externa o un eco de las sombras ocultas en el interior del inconsciente.

El relato de Edgar Allan Poe llega a su clímax antes del anuncio de que ha habido un crimen, mientras el narrador reflexiona sobre la naturaleza y la presencia del Demonio de lo Perverso y describe el impulso de tirarse por un precipicio, es decir, entregarse a la autodestrucción:


[«Estamos de pie al borde de un precipicio. Nos asomamos al abismo, nos enfermamos y nos mareamos. Nuestro primer impulso es retroceder ante el peligro. Inexplicablemente, permanecemos. Poco a poco, nuestra enfermedad, mareo y horror se funden en una nube. Esta nube toma forma, como lo hizo el vapor de la botella de la que surgió el genio en Las mil y una noches, mucho más terrible que cualquier genio o cualquier demonio de un cuento, y sin embargo no es más que un pensamiento, aunque terrible que hiela la médula con la fiereza del deleite de su horror: la idea de lo que sería sean nuestras sensaciones durante la precipitación arrolladora de una caída desde tal altura. Y esta caída, esta precipitada aniquilación, por la misma razón que implica la más espantosa y repugnante de todas las más espantosas y repugnantes imágenes de muerte y sufrimiento que jamás se hayan presentado a nuestra imaginación, por esta misma razón, ahora la deseamos.»]


Este pasaje de Edgar Allan Poe revela hasta dónde cree el narrador que el Demonio de lo Perverso es capaz de llevarlo: a su propia aniquilación, voluntariamente. Aunque su mente racional sabe que esta acción es dañina, un impulso lo conduce por el camino oscuro por una razón que no puede explicar. Como dice Freud:


[«Lo que se teme es una intención secreta de hacer daño, y ciertos signos se interpretan como que esa intención tiene el poder necesario a su disposición.»]


Aunque la mente racional es capaz de percibir el impulso autodestructivo, no puede encontrarle sentido, porque no tiene acceso directo a lo que surge del inconsciente. Los personajes de Edgar Allan Poe [afortunadamente], no pueden darse el lujo de la guía especializada de un psicoanalista que los ayuden a tender puentes con el material reprimido del inconsciente, por lo tanto, caen presa de sus demonios, rindiéndose a impulsos autodestructivos, como en El Demonio de lo Perverso, o cediendo a elaborados trastornos de personalidades divididas, como en el relato: William Wilson, publicado originalmente en la edición de Navidad de 1939 de la revista The Gift, y luego reeditado en la antología de 1940: Cuentos de lo grotesco y lo arabesco (Tales of the Grotesque and Arabesque).

William Wilson está considerado como uno de los mejores relatos de doppelgängers, tanto es así que, según Otto Rank:


[«En William Wilson, Edgar Allan Poe usó el tema del doble de una manera que se ha convertido en modelo para varios tratamientos posteriores.» El Doppelgänger (Der Doppelgänger)]


El tema del doble o doppelgänger puede considerarse como una representación alegórica del otro yo: el Inconsciente [ver: 5 modelos de doppelgängers en la literatura]. Sin embargo, cuando se trata de Edgar Allan Poe, el término alegoría requiere una explicación más detallada, ya que el autor descarta el uso de esta figura retórica en su crítica de los Cuentos dos veces contados (Twice Told-Tales) de Nathaniel Hawthorne:


[«En defensa de la alegoría, apenas hay una palabra respetable que decir. La emoción más profunda que despierta en nosotros la alegoría más feliz es un sentido muy imperfectamente satisfecho del ingenio del escritor para superar una dificultad que hubiéramos preferido que no intentara superar. Una cosa está clara, que si alguna vez la alegoría establece un hecho, es a fuerza de derribar una ficción.»]


Sin embargo, Edgar Allan Poe no parece estar del todo en contra de la alegoría; simplemente condena la forma aleatoria y obvia en que este recurso fue empleado por algunos de sus colegas. En cierto modo, algunos cuentos de Edgar Allan Poe restauran la alegoría a su sentido más profundo. Por lo tanto, la crítica anterior no está reñida con la siguiente, en la que el escritor expone una defensa de la escritura alegórica:


[«Donde el significado sugerido se cruza con el obvio en un trasfondo muy profundo, para nunca interferir con el superior sin nuestra propia voluntad, para que nunca se muestre a menos que lo llamemos a la superficie, solo allí, para los usos apropiados de la narrativa ficticia, está disponible en absoluto.»]


En William Wilson, el «significado sugerido» es el impulso inconsciente del protagonista hacia la autodestrucción, la parte oculta de su mente que juzga sus propias malas acciones, que está representada alegóricamente por su doppelgänger. Al llamar a la alegoría a la superficie e interpretarla, notamos la inclinación psicoanalítica de la historia [aparentemente] sobrenatural de un doppelgänger, la cual revela un caso bastante común de trastorno psicológico causado por la lucha entre los instintos crueles de un hombre y su conciencia culpable.

En este contexto, los personajes de E.A. Poe son, de hecho, doblemente condenados, doblemente víctimas de su Demonio de lo Perverso, el cual los obliga a cometer verdaderas atrocidades: torturar a un gato, asesinar a una esposa, aterrorizar y matar a un benévolo anciano; e incluso, luego de haber cometido el crimen perfecto, incriminarse llevando a la policía al lugar exacto donde la víctima está sepultada [ver: ¿El asesino de «El corazón delator» es mujer?]

Si en El Demonio de lo Perverso, Edgar Allan Poe representa las fuerzas reprimidas del inconsciente a través de la imagen de una entidad demoníaca independiente, en William Wilson da un paso más en la caracterización de tales fuerzas internas, personificándolas en la imagen reflejada del protagonista: su doppelgänger. Ambos comparten nombre, fecha de nacimiento y rasgos físicos; sólo una cosa parece diferenciarlos: la voz:


[«Ni siquiera mi voz se le escapó. Mis tonos más fuertes, por supuesto, no fueron intentados, pero la clave era idéntica; y en su susurro singular creció el eco mismo del mío.»]


Por lo tanto, aun cuando hay algo que los distingue, como una voz susurrante, en realidad se convierte en un factor más que los une, ya que la voz de uno es el eco de la del otro, lo que indica que toda la existencia del doppelgänger es también un eco de la del narrador.

Sin embargo, a pesar de su naturaleza espeluznante, el doppelgänger no es responsable de actos malvados o inclinaciones crueles. Por el contrario, la lucha entre William Wilson y su doppelgänger está provocada por los intentos de este último de denunciar y detener la vida disoluta de Wilson.

Dado que el resultado de esta lucha es la autodestrucción, el doppelgänger de William Wilson puede interpretarse como una alegoría que representa los mismos impulsos que encarna el Demonio de lo Perverso. Sin embargo, como el doppelgänger de William Wilson está dispuesto a hacer lo correcto y exponer los oscuros secretos del protagonista, también puede ser considerado como una representación de la pulsión de vida, Eros, mientras que el propio protagonista es guiado por Thanatos, la pulsión de muerte.

El relato, entonces, puede leerse como una metáfora de la lucha de un individuo para alcanzar un equilibrio entre estas fuerzas inconscientes e interdependientes, de modo que el intento de uno de someter al otro resulta en su destrucción mutua en la escena final:


[«Yo estaba frenético con toda especie de excitación salvaje, y sentí dentro de mi único brazo la energía y el poder de una multitud. En unos segundos lo empujé con fuerza contra el revestimiento de madera, y así, poniéndolo a merced, clavé mi espada con brutal ferocidad, repetidamente, a través de su pecho.»]


Siendo Edgar Allan Poe un autor meticuloso en la elección de las palabras, ningún término o frase debería ser descuidado en las lecturas interpretativas de su obra. En ese sentido, dos palabras de la cita anterior merecen especial atención: «salvaje» y «multitud». Mientras que la primera apunta a la naturaleza de los instintos humanos, la segunda refuerza la inclinación psicoanalítica de Poe, enfatizando la pluralidad de voces y fuerzas dentro de la mente de un individuo [ver: En el Manicomio: la locura en la ficción gótica]

Por gráfica que sea, esta escena final en la que William Wilson mata a su rival y luego se da cuenta de que eso implica su propia destrucción, se presta a más de una interpretación. Ciertamente, la alegoría no apunta a un simple suicidio; dado que el doppelgänger representa una proyección del inconsciente de William Wilson, su muerte es simbólica. Es decir, lo que es asesinado con su doppelgänger no es el propio William Wilson, sino su razón, su mente, irrevocablemente dañada una vez que se rompe el equilibrio entre Eros y Thanatos.

Pero esta muerte también puede interpretarse como la experiencia liberadora y curativa de la reconciliación con el propio inconsciente, el proceso necesario [aunque a veces doloroso] de esclarecer y reconocer los sentimientos y recuerdos reprimidos que alimentan la neurosis, allanando así el camino para una psique más sana.

Dado que la historia se cuenta racionalmente en una analepsis homodiegética [en términos caseros: un flashback en primera persona], no sería descabellado afirmar que el William Wilson que narra es este hombre nuevo, y más equilibrado, que enterró a su malvado yo anterior. Por el contrario, también podríamos argumentar que la voz narrativa es la de un hombre profundamente perturbado que apenas puede recordar los eventos que lo llevaron a perder la cabeza [ver: «In Articulo Mortis»: Poe y algunas opciones para retrasar la muerte]

Parece claro que la lectura e interpretación psicoanalítica de los relatos de Edgar Allan Poe, como El Demonio de lo Perverso y William Wilson, revelan una sofisticación que tiende a pasarse desapercibida en un análisis superficial más enfocado en el horror y lo sobrenatural. En cualquier caso, aquí en El Espejo Gótico nos gusta entablar un diálogo entre la psicología y los estudios literarios; en este caso en particular, eso nos convierte en anfitriones de una conversación intensa entre Edgar Allan Poe y Sigmund Freud sobre sus exploraciones de la mente humana.




E.A. Poe. I Taller gótico. I El lado oscuro de la psicología.


Más literatura gótica:
El artículo: Lo Siniestro en los relatos de Edgar Allan Poe fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

1 comentarios:

RosVen Cita dijo...

De todos los cuentos de E.A.Poe, q he leído, este me parece el mas flojo sin q se llegue a nada, en realidad si uno tubiese una persona prácticamente igual a uno y q incluso haya nacido el mismo día, es como para tomárselo muy en serio, sea de la cultura q sea...y bueno, es flojo y no llega a nada, solo q es como la conciencia de el pero aun así hay personas peores q el. Aburrido y forzado.



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