Porque la sangre es la vida: análisis del «Caso Renfield».


Porque la sangre es la vida: análisis del «Caso Renfield».




R. M. Renfield es uno de los personajes más enigmáticos y carismáticos de la novela de Bram Stoker: Drácula (Dracula, 1897). Su presencia trastorna la formalidad y la lógica desplegada por los Cazadores [Van Helsing, Harker, Seward, Holmwood]. Es un rompecabezas, cuya solución permite encontrar al Vampiro. De hecho, en un mundo en el que un profesor, un médico, un lord, un terrateniente, un abogado y su esposa, entablan una lucha a muerte contra fuerzas sobrenaturales, la «locura» de Renfield parece un requisito indispensable para sobrevivir a una amenaza tan desproporcionada [ver: Síndrome de Renfield: el vampirismo como enfermedad mental]

Cuando lo conocemos, Renfield ya es el familiar trastornado del Conde Drácula, a quien ayuda en su plan de convertir en vampiro a Mina Harker a cambio de [la promesa] de inmortalidad. R. M. Renfield se encuentra recluido en un manicomio donde es tratado por el doctor John Seward, cuyo diagnóstico es maníaco zoófago, definición acuñada por él mismo. Es un caso interesante debido a los extraños hábitos alimenticios del paciente. Así lo describe el doctor Seward:


R. M. Renfield, aetat 59. Temperamento sanguíneo, gran fuerza física, mórbidamente excitable, períodos de tristeza que terminan en una idea fija que no puedo descifrar. Presumo que el temperamento sanguíneo en sí mismo, y la influencia perturbadora, lo convierten en un hombre posiblemente peligroso.»]


Más que un diagnóstico, es una descripción de síntomas. R. M. Renfield sufre delirios que lo llevan a comer criaturas vivas [moscas, arañas y pájaros, aunque ansía obtener un «gatito»] con la esperanza de absorber su fuerza vital. Según el testimonio del propio Renfield, su «Amo» [Drácula], le envía una provisión constante de insectos para consumir en su celda. Comienza con moscas, polillas, y poco a poco empieza a criar arañas, a las que alimenta con moscas. Luego atrae gorriones a las ventanas de su celda para alimentarlos con las arañas. Cuando el doctor Seward se niega a entregarle un gato, él mismo se come a los pájaros.

Más tarde, Renfield consigue un cuchillo y ataca a Seward. Mientras la sangre gotea de la mano del doctor, Renfield lame el suelo desesperadamente. Sus creencias, después de todo, no son un completo delirio. El papel de Renfield en la novela es permitirle al lector descubrir otra perspectiva de la naturaleza diabólica del Conde. En efecto, Drácula, cuyas habilidades incluyen el control de ciertos animales [como arañas, ratas y murciélagos], se presenta ante Renfield y la hace una oferta: si este lo adora, promete hacerlo inmortal [ver: El enlace entre el Vampiro y su víctima]

Sin embargo, cuando Renfield conoce a Mina Harker, vacila. Le ruega que huya de las garras de su «Amo». Cuando Drácula regresa al manicomio esa noche, Renfield recuerda haber oído que los lunáticos tienen una fuerza sobrehumana, por lo que intenta luchar contra el Conde; lamentablemente, sus fuerzas físicas lo abandonan cuando mira a los ojos del Vampiro [ver: El «cerebro infantil» de Drácula]. Curiosamente, Drácula no lo mata, aunque tiene motivos para hacerlo [la ruptura unilateral del pacto que los unía]. Solo lo arroja al suelo, hiriéndolo seriamente. Afortunadamente, una cirugía de emergencia, practicada por Van Helsing, logra salvarlo momentáneamente.

Al recuperar la conciencia, Renfield revela cómo Drácula lo convenció de invitarlo a entrar en el manicomio [Mina estaba circunstancialmente en las habitaciones de Seward]. El grupo de Cazadores sale corriendo a las habitaciones de Mina y logran repeler al Vampiro con los crucifijos y hostias proporcionadas por Van Helsing [ver: ¿Por qué los vampiros necesitan ser invitados a entrar?]. Drácula huye de la habitación, pero no del manicomio. Regresa a la celda de Renfield y le rompe el cuello:


[«El Dr. Seward nos dijo que, cuando él y el Dr. Van Helsing bajaron a la celda, encontraron a Renfield tirado en el piso, hecho un bulto, su cara estaba toda magullada y aplastada, y los huesos del cuello estaban rotos.»]


Hasta aquí, los hechos; pero eso apenas nos permite rascar la superficie del Caso Renfield. A continuación lo analizaremos en detalle.

El tratamiento del doctor Seward es, como mínimo, delictivo. R.M. Renfield lleva un detallado cuaderno de anotaciones, el cual es robado por su doctor, quien droga a su paciente con ese propósito. Allí descubre que Renfield parece estar recreando una especie de cadena alimenticia con el objetivo de acumular progresivamente la «fuerza vital» que consume. Al advertir el gesto de asco de su médico, Renfield asegura que comer moscas es «muy bueno y saludable; porque la vida da vida». Si bien la dieta de Renfield es inusual, el doctor Seward no reconoce que los humanos «normales» también comen animales. Entonces, lo que lo perturba no es el consumo de vida, sino el tipo de vida [ver: Gollum y Renfield]

El apetito anormal de Renfield, y su deseo de consumir vida, insinúan su conexión posterior con Drácula, para quien «la sangre es la vida». A medida que avanza la novela, la conexión entre Renfield y Drácula se hace más evidente [al menos para el lector, porque el doctor Seward no logra establecerla hasta que es muy tarde]. Al parecer, cuando el Conde llega a Inglaterra, Renfield pasa por períodos de manía, llamando desesperadamente a su «Amo». Intenta escapar del manicomio para acceder a la vecina Abadía Carfax, donde reside Drácula. Cuando el doctor Seward intenta consolarlo [mintiéndole] con la promesa de un «gatito», Renfield lo despide de una manera que sugiere que ha encontrado un propósito superior. En efecto, la esperanza de Renfield es que, con la ayuda de Drácula, podrá empezar a consumir la esencia de la vida: sangre. Sin embargo, Renfield es asesinado por su Amo cuando intenta escapar de su papel de sirviente y adulador.

Bram Stoker hace un trabajo sutil al representar a Renfield como alguien conectado a la luna. El propio Renfield describe la entrada de Drácula en su celda del siguiente modo:


[«La propia Luna ha entrado a través de la más pequeña grieta y se ha parado ante mí en todo su tamaño y esplendor.»]


Por supuesto, Drácula también está relacionado con la luna. Después de la confesión agónica de Renfield, se encuentra a Mina bebiendo sangre del pecho de Drácula en una noche en la que «la luz de la luna era tan brillante». Esta red de relaciones, muy bien articulada por Bram Stoker, refuerza la conexión entre Renfield y Drácula. De hecho, Renfield es un «lunático», palabra cuya raíz es «luna». El paralelismo entre la luna, la noche y Drácula, perfila a Renfield como un personaje más propicio para recibir una visita del Conde; y, como en el caso de Drácula, el comportamiento de Renfield solo se informa de segunda mano. El lector no puede leer su cuaderno de anotaciones para endender al hombre en sus propias palabras. El diario del doctor Seward nunca permite que el Caso Renfield vaya más allá de un estudio de caso.

Los antecedentes de Renfield nunca se revelan en la novela. En las adaptaciones cinematográficas de Drácula, Renfield tiene un pasado [generalmente se volvió loco en el castillo del Conde], pero en la novela ni siquiera sabemos con exactitud por qué fue recluido en el manicomio [ver: El Drácula de Coppola y las cloacas de Stoker]. ¿Renfield tiene familia? ¿Esposa? ¿Hijos? ¿Amigos? Bram Stoker no nos brinda ninguna pista. Solo nos queda preguntarnos si, habiendo sido rechazado por la sociedad como un «lunático», es inevitable que Renfield buscara consuelo en otro marginado; en este caso, un marginado que le promete una libertad que le fue arrebatada por la sociedad.

Sin embargo, Renfield conserva su humanidad hasta cierto punto. Parece preocuparse genuinamente por Mina y su acto final es protegerla, salvándola de Drácula. [ver: Por qué Drácula nunca pudo enamorarse de Mina]

Hay varios problemas con la representación de Renfield. A pesar de la aparente naturaleza progresiva del enfoque del doctor Seward sobre la salud mental de su paciente, su aislamiento en una celda con «piso de piedra y rejas en las ventanas», parece inusualmente edulcorada. Incluso una investigación superficial sobre el estado de las instituciones de salud mental en la época victoriana arroja una letanía de horrores que sobrepasan con creces el sitio donde Renfield está encerrado. Es cierto, la descripción del manicomio en la novela insinúa estos terribles crímenes, pero, en general, Bram Stoker le da al lector una versión mucho más aceptable de lo que significaba estar encerrado en un manicomio en el sigilo XIX [ver: En el Manicomio: la locura en la ficción gótica]

El propio Renfield funciona menos como un personaje que como un dispositivo narrativo. Su «locura» parece creíble al principio, pero los repentinos saltos de la manía a la lucidez, justo en los momentos en los que la historia lo necesita, la desacreditan un poco. En esencia, Renfield es el cliché del arquetipo del loco; es decir, alguien cuyos delirios esconden una profunda claridad, en este caso, respecto de la amenaza que significa Drácula.

La mayoría de los comentarios de Renfield son crípticos, pero todos contienen la información requerida para cazar a Drácula; por lo tanto, él es posiblemente el personaje más cuerdo en su capacidad para reconocer la verdadera naturaleza del Conde desde el principio, a diferencia de los demás, que solo ven lo que la razón y la lógica les permiten.

En la psiquiatría de finales del siglo XIX, los criterios de clasificación de las enfermedades mentales eran muy abarcativos. En 1893, Emil Kraepelin cambió para siempre la disciplina cuando desarrolló el diagnóstico de la dementia praecox [«demencia precoz», que llevaría a la comprensión moderna de la esquizofrenia]. Cuatro años más tarde, Bram Stoker escribió Drácula, y basó a Renfield, en parte, en la obra de Kraepelin, pero también en sus observaciones personales de la enfermedad mental en Emily, la esposa de su hermano, Sir Thornley Stoker. El comportamiento de Emily, incluso el contenido de sus delirios, son muy similares a los de Renfield. [ver: Puérpera, loca y poseída]

El doctor Seward es un ejemplo representativo de la falta de consistencia en el entendimiento de las enfermedades mentales en el siglo XIX; de hecho, donde no existía una clasificación y una terminología que permitieran agrupar los distintos síntomas, condiciones y padecimientos. El término «locura» cubria una amplia variedad de fenómenos mentales mórbidos. Por ejemplo, en 1988 se recuperaron los archivos de un manicomio privado de Sussex, y se buscó evidencia de lo que ahora se diagnosticaría como esquizofrenia. Un gran número de pacientes no recibió ningún diagnóstico, pero los que sí tuvieron la fortuna de ser diagnosticados, a pesar de tener síntomas coincidentes, incluye una plétora de generalidades como manía crónica, monomanía, melancolía, y delirios.

En este contexto, Emil Kraepelin analizó cientos de casos en un esfuerzo por desarrollar un esquema de clasificación. De este modo amplió la comprensión actual de la psicosis al identificar un patrón que llamó demencia precoz. Si bien es un diagnóstico muy simplificado, permitió clasificar varios trastornos graves, como el deterioro intelectual, el aislamiento social, la pérdida del habla, comportamientos desorganizados, delirios y alucinaciones, bajo un solo esquema. Renfield, en cambio, parece existir en un mundo donde los pacientes psiquiátricos son simplemente «lunáticos»; lo cual es lógico de acuerdo al contexto.

El conocimiento de Bram Stoker sobre las enfermedades mentales era menos teórico que personal. Su hermano mayor, William Thornley Stoker, fue un célebre neurocirujano. De hecho, perfeccionó la técnica de trepanación, recomendada para tratar las hemorragias epidurales, algo que Bram Stoker utiliza en la novela en el episodio en que Van Helsing le practica una trepanación a Renfield después del ataque de Drácula. A pesar de sus éxitos profesionales, la vida personal de Thornley fue significativamente más dura. Su esposa, Emily, padecía varios trastornos mentales, que conocemos gracias a la publicación de sus cartas a Oliver St. John Gogarty, médico y amigo personal. Allí podemos encontrar un patrón de comportamiento muy similar al de Renfield, aunque Emily no tenía el delirio específico de que consumir una vida prolongaba la suya [ver: Porque los muertos viajan deprisa]

En Drácula, conocemos a Renfield cuando el doctor Seward se sume en su trabajo para olvidar el reciente rechazo de Lucy Westenra a su propuesta matrimonial. Renfield es un hombre de 59 años [tiene 49 en el manuscrito original] «con una gran fuerza física; mórbidamente excitable; y períodos de tristeza que terminan en ideas fijas». Más tarde, Seward agrega tres palabras más: «egoísmo, secreto y propósito». Acto seguido, observa a Renfield mientras este recolecta una enorme cantidad de moscas con las que luego alimenta a sus arañas. En un momento, Seward observa a Renfield comer una mosca particularmente grande, quien asegura en voz baja que «es muy buena y muy saludable; es vida, vida fuerte, y me da vida». Esta admisión susurrada revela la fantasía de Renfield: la ingestión de animales vivos puede aumentar su fuerza vital.

El proceso continúa: Renfield procede a alimentar a los gorriones con las arañas, y cuando se le niega un «gatito» para que se coma a los gorriones, se los come él mismo. Hay cierta lógica en este delirio, que lleva a Seward a afirmar: «¡Qué bien razona este hombre; los lunáticos siempre lo hacen dentro de su alcance». Bram Stoker quiere que el lector crea que Renfield cae bajo la influencia de Drácula una vez que el Vampiro se establece en la abadía vecina, pero el recuento de las vidas que involucran a las moscas, arañas y gorriones ocurre antes de que Drácula llegue a Inglaterra a bordo del Deméter [ver: El misterio del «Deméter»]. Es decir, Renfield no se vuelve loco a causa de Drácula [como sucede en la mayoría de las adaptaciones cinematográficas], ya es un «lunático» cuando Drácula se instala en la Abaía de Carfax.

A pesar de sus delirios, Renfield es un sujeto organizado. Anota meticulosamente sus actividades en un cuaderno, lo cual nos permite establecer que está orientado en el tiempo. Sin embargo, Renfield ha desarrollado una progresiva pérdida del sentido moral. La matanza progresiva de animales no es un obstáculo para él, así como el deseo de quitar vidas humanas, como él mismo admite más adelante después de atacar a Seward, cuando asegura que su intención era matarlo.

La condición de Renfield comienza a deteriorarse rápidamente. Desarrolla alucinaciones olfativas que son observadas por un asistente [«comenzó a excitarse y olfatear como lo hace un perro»]. En efecto, Renfield está excitado porque está convencido de que «el Amo está cerca». Curiosamente, Bram Stoker no insinúa en ningún momento que Drácula está comunicándose [¿telepáticamente?] con Renfield, lo que respalda ante el lector la idea de que las creencias de Renfield son parte de su enfermedad.

En un momento se encuentra a Renfield hablando solo, aparentemente habiendo desarrollado alucinaciones auditivas:


[«Estoy aquí para cumplir sus órdenes, Amo... Espero sus órdenes, y no me olvidará, ¿verdad, querido Amo?, en su distribución de cosas buenas.»]


Estas alucinaciones implican un empeoramiento del estado clínico de Renfield. Cree estar influenciado por su «Amo», lo cual le da cierta grandiosidad a su delirio: Renfield está convencido de que es el sirviente de un ser superior, y que su obediencia será recompensada, algo común en un brote psicótico en el que el paciente experimenta ideas exaltadas y se siente destinado a grandes cosas. En otras palabras, el comportamiento de Renfield no es absurdo, responde a una lógica interna.

Renfield se encuentra en un punto de quiebre. Después de las alucinaciones normalmente sobrevienen estados de ánimo que fluctúan repentinamente: llanto, desconcierto, risas, pueden sucederse unos a otros sin una causa externa. El deterioro de Renfield sigue este curso inexorable:


[«Tres noches sucedió lo mismo: violencia todo el día y luego silencio desde el ocaso hasta el amanecer… Casi parece como si hubiera alguna influencia que iba y venía.»]


Por supuesto, el lector ya sabe que los volitivos impulsos diurnos de Renfield, seguidos de una pasividad nocturna, responden a las actividades de Drácula; pero este comportamiento también es consistente con sus delirios anteriores. Renfield se encuentra en un estado de extrema susceptibilidad; en este caso, a la influencia de Drácula, pero si hubiese sido un paciente común [me refiero a uno no atormentado por un Vampiro], también hubiese sido susceptible a las alucinaciones de órdenes auditivas. De hecho, si descartamos que las acciones de Renfield son consecuencia de la influencia directa de Drácula, y no una respuesta a alucinaciones auditivas, se puede argumentar que Renfield es susceptible a la influencia de Drácula precisamente debido a su enfermedad mental [ver: Drácula visita Salem's Lot]

Ahora bien, el progresivo deterioro de Renfield se rompe dos veces en la novela, más precisamente en las dos conversaciones racionales que mantiene, primero con Mina, y luego [dos días antes de su muerte] con el doctor Seward, el profesor Van Helsing, Lord Godalming [antes Arthur Holmwood] y Quincey Morris. Renfield recuerda algunas cuestiones históricas con notable precisión, como la anexión del territorio de Texas a la Unión en 1845 y la doctrina Monroe de 1823. También recuerda haber sido miembro del Windham House Club, un club social para caballeros; sin embargo, refiere, en algún punto de su juventud comenzó a experimentar «creencias extrañas»:


[«En efecto, no es de extrañar que sus amigos se alarmaran e insistieran en que fuese puesto bajo supervisión médica.»]


Kraepelin sugiere que la demencia precoz se manifiesta entre la adolescencia y los 25 años. Dada la sugerencia de que la enfermedad mental de Renfield comenzó temprano en su vida, se prevé una progresión hacia un tipo de demencia mucho más aguda en el momento en que transcurre la novela. En este contexto, los momentos de lucidez de Renfield, donde toda su sintomatología parece remitir, no es del todo inconsistente con casos clínicos donde los pensamientos mórbidos pueden remitir momentáneamente, recrudeciendo más adelante. El problema aquí es que Renfield recobra la lucidez en los momentos en los que el argumento lo necesita.

Afortunadamente, en la actualidad podemos acceder al manuscrito original de Drácula, que en los episodios de Renfield fue extensamente comentado por el hermano de Bram Stoker, Thornley. A través de su experiencia personal con su esposa, pero también de su trabajo como residente en un manicomio de Dublín, Thornley proporcionó a Bram Stoker una excelente caracterización de la enfermedad mental de Renfield. A diferencia de este, Emily Stoker no fue encerrada en un manicomio. Fue atendida en Ely House, la residencia de Thornley en Dublín, por Florence Dugdale [quien sería la segunda esposa de Thomas Hardy]. Emily Stoker murió en 1910, mucho tiempo después de que su enfermedad la alejara de su esposo [en realidad, después de que él se alejara de ella]. Van Helsing, al igual que Thornley Stoker, tiene una esposa que sufre una enfermedad mental, y el profesor incluso podría estar hablando por Thornley cuando observa: «mi pobre esposa está muerta para mí, pero viva según la ley de la Iglesia.»

La representación que hace el doctor Seward de su paciente no es enteramente profesional. Emplea términos degradantes y se muestra impresionado por actitudes que realmente no constituyen una rareza para un paciente de estas características. En este sentido, es extraño que Seward jamás explore el evidente masoquismo de Renfield, ni siquiera después de la confirmación de que el Conde ha estado en contacto con él. A la luz de esta revelación, la relación de Renfield con Drácula funciona como el vínculo complementario entre un sádico y un masoquista [ver: El código secreto en el «Drácula» de Bram Stoker]

No sería descabellado suponer que aquellas «creencias extrañas» de las que hablan sus amigos tienen relación con el masoquismo. Renfield bien pudo haber sido encerrado en el manicomio para recuperarse de sus impulsos poco convencionales para la sociedad victoriana. De hecho, podemos pensar que Renfield experimenta el masoquismo hasta la muerte, que la experiencia del dolor es llevada voluntariamente a su consecuencia más extrema.

Drácula se desarrolla a través de diarios, cartas y grabaciones, donde los personajes «buenos» intentan leer e interpretar la figura [ausente] del Conde como si se tratara de un misterio clínico. En cierto modo, el mal y el misterio de Drácula bien podrían ser reemplazados por la enfermedad y la perversión en una lectura freudiana. Estas dos miradas opuestas quedan representadas en Seward y Van Helsing. Mientras el primero intenta clasificar a Renfield según los criterios médicos de la época, Van Helsing remite todo el asunto a lo sobrenatural. Y es Van Helsing, de hecho, quien ofrece una interpretación definitiva de los hechos, la cual demuestra ser cierta en el caso de Drácula pero inadecuada al referirse a Renfield.

El Caso Renfield es clásicamente freudiano. En sus estudios, Sigmund Freud concluyó que las primeras actividades del infante son exclusivamente autoeróticas y dedicadas a la satisfacción del instinto de hambre a través de la oralidad [mamar y morder]. Estas actividades suelen ser reprimidas una vez que el niño es destetado, aunque el impulso puede amenazar con volver a la conciencia del adulto, creando así síntomas de ansiedad. En una lectura freudiana, el «hambre» de Renfield es equivalente al ansia del infante por la leche materna [ver: Lo que Sigmund Freud no te contó sobre el complejo de Edipo]. Renfield incluso parece apoyar las teorías de Sigmund Freud al explicar por qué bebe sangre: «con el propósito de fortalecer mis poderes vitales». En apoyo de su argumento, Renfield cita un pasaje del Deuteronomio [«porque la sangre es la vida»], pero omite mencionar que «lamer sangre como un perro» está prohibido en las Escrituras.

El Caso Renfield apoya la teoría freudiana de que la sangre puede equipararse [inconscientemente] con la leche materna. El doctor Seward incluso describe el intercambio de sangre entre Mina y Drácula como «un terrible parecido a un niño que empuja la nariz de un gatito dentro de un plato de leche para obligarlo a beber». Tal vez por todo esto Van Helsing afirma que Drácula tiene un «cerebro infantil», no porque sus ideas y acciones sean infantiles, sino porque están movidas por esta voracidad infantil, análoga a la de un bebé perpetuamente hambriento [ver Las fantasías privadas de Bram Stoker]

La era victoriana se caracterizó por una explosión de discursos sobre la sexualidad destinados a fijar el comportamiento aceptable a través de la clasificación de las «desviaciones» de la normatividad heterosexual. En el clásico Psychopathia Sexualis, de Richard von Krafft-Ebing [1893] podemos encontrar toda clase de jerarquías de «desviación», entre ellas, el sadismo y el masoquismo. El Drácula de Bram Stoker está imbuido de estas teorías sobre la degeneración y la criminalidad supuestamente inherentes a los comportamientos perversos. En este sentido, el doctor Seward es la representación del nuevo profesional médico, aunque sus métodos y practicas, así como la forma en que administra el manicomio, demuestran un absoluto desinterés por el bienestar de sus pacientes, la mayoría de los cuales son tratados como delincuentes.

Es muy importante tener esto en cuenta, porque [casi] todo lo que sabemos sobre Renfield es una representación de Seward. Nunca se nos ofrece su punto de vista, como su propio cuaderno; de modo que cualquier acercamiento a este personaje carece de un elemento fundamental. En última instancia, no podemos afirmar nada concluyente sobre Renfield porque lo vemos solo a través de los ojos del doctor Seward; pero si entendemos la mirada y los prejucios del médico, tal vez podamos sacar algo de verdad.

Seward actúa impulsado por el deseo de obtener fama y prestigio en el campo médico. De hecho, él mismo admite: «una buena causa podría alterar la balanza conmigo, ¿por que no puedo obtener yo un cerebro excepcional?». El médico está más preocupado por la idea de «avanzar en mi propia rama de la ciencia» que en atender la salud de sus pacientes. Esto se ve claramente cuando se muestra indiferente hacia Renfield al abandonarlo en el momento de la muerte, incluso informa este hecho con un breve comentario: «el pobre hombre está muerto».

Además, el doctor Seward admite repetidamente su incapacidad para comprender los problemas de su paciente. Por ejemplo, afirma: «No puedo interpretar bien su mirada». Tampoco parece ser capaz de explorar en profundidad su psique [«Ojalá pudiera sondear su mente»]. Por lo tanto, el médico está obsesionado con encontrar una definición, una nueva categoría de enfermedad mental, y no un tratamiento para Renfield:


[«Cuestioné a Renfield más a fondo que nunca, con miras a hacerme dueño de los hechos de su alucinación... Parecía desear mantenerlo hasta el punto de su locura.»]


La incompetencia de Seward parece ser afirmada por Van Helsing cuando se dirige a su propio discípulo:


[«Usted razona bien, pero tiene demasiados prejuicios. No deja que sus ojos vean ni sus oídos escuchen, y lo que está fuera de la vida diaria no le importa.»]


Van Helsing insinúa que la evaluación de Seward no es imparcial, sino que está imbuida de los prejuicios del siglo XIX, los cuales le impiden comprender la naturaleza del caso. Esto es reafirmado por el propio Renfield, quien le reprocha a su médico: «¿No me oyes, hombre? ¿No puedes entender? ¿Nunca aprenderás?» En otra ocasión, Bram Stoker representa a Seward como menos agudo intelectualmente que su paciente. Después de que Renfield se refiere a una cita, el médico admite: «No pude ver la analogía, pero no me gustó admitirlo».

Seward no está dispuesto a admitir su inferioriad intelectual ante a un hombre que considera «loco». En lugar de confiar en las palabras de Renfield, y seguir su razonamiento hasta el final, Seward quiere sacarle algo interesante solo para la comprensión y clasificación de un caso de estudio. Después de todo, considera a Renfield como material para su investigación médica, no como un individuo, y mucho menos un igual [ver: ¡ESTOY MUERTO!: análisis del «Caso Valdemar»]. Pero, si todo esto es cierto, ¿podemos pensar que su diagnóstico de «locura» está equivocado? Renfield definitivamente parece ser un hombre cuerdo, capaz de razonar y discutir con claridad.

Eventualmente, Renfield es capaz de recordar su vida anterior al encierro en el manicomio, así como de sostener una conversación inteligente y erudita con las personas que se dirigen a él. En mi opinión, el doctor Seward no reconoce el comportamiento masoquista de su paciente. El lector no puede verlo de inmediato porque se ve obstaculizado por la perspectiva del médico.

El carácter masoquista de Renfield, condenado en el siglo XIX como una forma de perversión, y por lo tanto fuera de la normatividad, seguramente lo condujo al manicomio. El encierro refleja así la contención y exclusión de cualquier comportamiento inaceptable por las normas dominantes. El mismo Asilo de Carfax asume un papel disciplinario, destinado a reafirmar los valores y normas aceptadas públicamente en la era victoriana, una época marcada por el estudio, la categorización y el confinamiento de la alteridad. Es interesante notar que, después de que Renfield logra escapar momentáneamente, Seward reasegura el confinamiento del hombre y comenta: «Ahora está a salvo de todos modos» ¿A qué se refiere? Evidentmente, Renfield está más seguro en Carfax que en medio de la sociedad «normal». El propio Renfield reconoce la necesidad de alejarse de la sociedad contemporánea cuando afirma:


[«Yo mismo soy el ejemplo de un hombre que tenía creencias extrañas. En efecto, no es de extrañar que mis amigos se alarmaran e insistieran en que fuese puesto bajo supervisión médica.»]


Aquí Renfield parece estar admitiendo la peculiaridad de sus hábitos. Es una mirada desapasionada de su pasado, casi como si estuviese contemplando su condición desde otro lugar; sin embargo, su masoquismo subyacente es el punto de apoyo que utiliza Drácula, el máximo exponente del sadismo, para controlarlo. Indudablemente existe un vínculo entre Drácula y Renfield que Bram Stoker se niega a explicar por completo. Sin embargo, la relación entre ellos se muestra como exclusivamente sadomasoquista, donde hay un «Amo» y un sirviente [ver: ¿Quién convirtió a Drácula en vampiro?]

Renfield es un hombre educado que habla de «creencias extrañas» cuando se refiere a sus impulsos masoquistas, por eso intenta repetidamente convencer al doctor Seward de que no está loco: «Estoy tan cuerdo como la mayoría de los hombres que están en posesión de sus libertades». En otras palabras, Renfield admite que tiene estos impulsos, pero niega que estén asociados con la locura; de hecho, no sería asombroso que fuese conducido a sus trastornos por la estigmatización social de sus deseos. Esto parece quedar confirmado cuando Renfield habla de la condición que lo llevó a ser encerrado en un manicomio:


[«Estaba tan cuerdo entonces, excepto en ese sentido, como lo estoy ahora.»]


Drácula y Renfield están unidos por una relación amo-esclavo, sin embargo, Bram Stoker solo establece el tipo de relación; no conocemos nada sobre la dinámica interna, salvo que parece existir un vínculo telepático en el que Renfield es el receptor pasivo de Drácula. Pero, ¿cómo se ha establecido este vínculo telepático? Drácula parece tenerlo con sus víctimas femeninas, como Lucy Westenra y Mina Harker, pero, hasta donde sabemos, el Conde nunca mordió a Renfield, ni permitió que este beba de su sangre [ver: Mina y Lucy: la ideología de género en «Drácula»]

Podemos ir más lejos todavía al afirmar que Renfield siempre dice la verdad sobre Drácula; y si Drácula existe, entonces Renfield no está loco, simplemente ha decidido someterse al Conde en lugar de oponerse a él. En este contexto queda claro que, tanto al hablar de su supuesta cordura como de su locura, Renfield se refiere a la próxima venida de Drácula. Pero el doctor Seward no cambiará de opinión fácilmente. Se aferra al diagnóstico de locura y persuade a los demás de tal verdad, haciéndolos desconfiar de las palabras de Renfield incluso cuando se articulan con sinceridad y lucidez. De haber sido escuchado, Renfield podría haber evitado la visita de Drácula a Mina en Carfax, lo cual habría sido catastrófico para el argumento de la novela. [ver: Drácula y las mujeres]

No importa tanto qué es el masoquismo, sino qué se pensaba que era el masoquismo en la época en que Bram Stoker escribió Drácula. El Psychopathia Sexualis lo define del siguiente modo:


[«El deseo de sufrir dolor y ser sometido por la fuerza. El individuo afectado, en el sentimiento y pensamiento, está controlado por la idea de estar total e incondicionalmente sujeto a la voluntad de otra persona, de ser tratado por esta persona como un amo, de ser humillado y abusado.»]


Aunque no conocemos las menudencias del vínculo entre Renfield y el Conde, el primero se refiere a Drácula como su «Amo». Cuando está confinado en su celda, dice: «El Amo está cerca». Cuando logra escapar del manicomio y llegar a la puerta de la Abadia de Carfax, donde se esconde Drácula, Renfield le suplica al vampiro diciendo:


[«Estoy aquí para cumplir tus órdenes, Amo. Soy Tu esclavo (...) Te he adorado desde hace mucho. Ahora que Tú estás cerca, espero Tus órdenes.»]


Esta es una declaración de esclavitud voluntaria por parte de Renfield. Él mismo se define explícitamente como un esclavo dispuesto a postrarse ante su Amo. Estamos leyendo las palabras de un hombre dispuesto a someterse a las órdenes de otra persona, básicamente la definición que encontramos en el Psychopathia Sexualis.

Gilles Deleuze asocia al masoquismo con lo repetitivo, lo ritualista. El contrato amo-esclavo genera un tipo de vínculo que conduce directamente al ritual. Al estar obsesionado, la actividad ritualista es fundamental para el masoquista, ya que le permite personificar sus fantasías. Esta rigidez se manifiesta en la compulsión de repetir las mismas situaciones, las mismas ideas, palabras y sueños. En el Drácula de Bram Stoker, Renfield está obsesionado con sus pequeños rituales, como capturar moscas, arañas y gorriones en una especie de juego continuo que, una vez interrumpido, se repite desde el principio. También repite varias veces las frases referidas a la llegada de Drácula: «Tendré paciencia, Amo» y «Ahora puedo esperar, ahora puedo esperar».

Esto es consistente con las observaciones de Richard von Krafft-Ebing, quien sostuvo que uno de los principales componentes de la repetición ritualista en un individuo con los impulsos de Renfield es la espera del Amo. Deleuze va más lejos al afirmar que «el masoquismo es un estado de espera (...) la angustia del masoquista se divide, por lo tanto, en una espera indefinida del placer y una espera intensa del dolor». Esto es exactamente lo que hace Renfield en su celda. Continuamente está esperando a su Amo, dándose ánimos para tener paciencia hasta que ese momento llegue.

Dado que durante mucho tiempo no se produce un encuentro real y físico con Drácula, todo lo que Renfield está experimentando en este punto es una fantasía, probablemente la máxima fantasía para alguien con sus impulsos, habida cuenta que Drácula es el Amo perfecto. De hecho, ni siquiera cuenta con las restricciones de un sádico humano. Es un Vampiro, y por lo tanto capaz de inflingir un dolor inimaginable [ver: Una exploración literaria por el Castillo de Drácula]

Es decir que Renfield experimenta estos impulsos desde hace mucho tiempo, ciertamente mucho antes de que Drácula llegue a Inglaterra, por lo que su venida viene a llenar un vacío muy grande. Tengamos en cuenta que los impulsos y deseos de Renfield necesariamente tienen que involucrar a otra persona, incluso si la otra persona solo está en su imaginación. En este sentido, Renfield experimenta un flujo constante de fantasías en el manicomio, todas centradas en la figura de Drácula, y a veces en la imitación del comportamiento del Conde, como sucede durante el ataque al doctor Seward.

Otro componente importante del masoquismo, según von Krafft-Ebing, es la agresividad, y más específicamente una tendencia autodestructiva y autopunitiva. Renfield ciertamente es visto como alguien violento por el doctor Seward y sus asistentes, y en ocasiones se comporta agresivamente con ellos. Pero su agresividad, la mayoría de las veces, se dirige contra sí mismo. Bram Stoker sugiere la posibilidad de que Renfield se haya lastimado voluntariamente en una de sus crisis a través de un asistente, quien le informa a Seward que «solo podría marcar su rostro de ese modo golpeándose contra el suelo». Por otro lado, la manifestación más extrema de la condición de Renfield es el deseo de ser asesinado. Podríamos decir que Renfield llega a encarnar una manifestación extrema del masoquismo, aunque también es justo decir que, al final, parece haberse opuesto y luchado voluntariamente contra Drácula y los impulsos que este representa.

La necesidad de experimentar dolor físico, sufrimiento emocional, autodegradación y humillación, caracteriza el comportamiento de Renfield. De hecho, experimenta dolor físico en varios pasajes de la novela, siendo el peor de todos durante la lucha contra Drácula. Renfield «a menudo se sienta en un rincón de su celda, mordiéndose los dedos», es decir, causándose dolor a sí mismo. De forma similar, Jonathan Harker observa que «el pobre infeliz sin duda se estaba torturando a sí mismo, a la manera de los locos, con pensamientos innecesarios de dolor», haciendo referencia a una especie de sufrimiento emocional autoinflingido. Finalmente, la autodegradación es evidente en la súplica de Renfield a Drácula: «Soy tu esclavo», frente al refugio del Vampiro, y también en el ruego a Seward para que lo libere de su encierro:


[«Cuando vio que su apelación no tendría éxito, se arrodilló y levantó las manos, retorciéndolas en lastimera súplica, con lágrimas rodando por sus mejillas y toda su cara sumida en la más profunda emoción.»]


Esta descripción [para la mirada victoriana] representa a un hombre de cincuenta y nueve años que se comporta de manera incompatible con su edad, clase social y posición de hombre educado. Renfield se envilece ante otro hombre, ante los ojos de un igual.

No solo se podría interpretar a Renfield como un masoquista, sino también a Drácula como su contraparte sádica. El Conde posee una personalidad dominante, una especie de padre tiránico que disfruta seduciendo mujeres y creando un harén [ver: La verdad sobre las tres Vampiresas de Drácula]. Renfield, por otro lado, está claramente dominado y sometido por Drácula. Lamentablemente, Bram Stoker no nos proporciona ningún ejemplo de las interacciones entre ambos, pero podemos deducir que Drácula ve a Renfield del mismo modo que a Jonathan Harker cuando está prisionero en el castillo, es decir, como una pertenencia [ver: ¡Este hombre me pertenece!]. ¿No podría ser también el caso de Renfield? Ya sea que se hayan conocido en algún punto ciego de la trama, o que su vínculo sea solo telepático, Drácula parece haber asegurado la esclavitud de Renfield.

También podemos sacar algo del vínculo entre Renfield y Drácula a través de un comentario de Seward: «Durante media hora o más, Renfield siguió excitándose cada vez más». Esto sucede después de que Renfield menciona que su Amo está llegando. Como una buena esposa victoriana, Renfield está esperando que el esposo regrese para que vuelva a tomar posesión de la casa y de su cuerpo. En este punto, Renfield responde crípticamente a las preguntas de Seward citando una rima que evoca una escena matrimonial:


[«Las damas de honor alegran los ojos que esperan la llegada de la novia.»]


En esta rima encontramos a una novia y un estado de espera. Ambas imágenes podrían compararse con la actitud de Renfield. Él está esperando y es como una novia recordando el día del matrimonio mientras espera el regreso del esposo.

El comportamiento de Drácula como sádico se ajusta perfectamente a las teorías de Sigmund Freud, quien pensaba que el deseo del sádico apunta a dominar más que a infligir dolor. En efecto, no parece haber dolor físico en la relación entre Drácula y Renfield, aparte de la lucha final entre ambos. Lo que sí es explícito es que Renfield se dirige al Vampiro como su «Amo». Drácula ha logrado dominar completamente a Renfield, afirmar su predominio psicológico sobre él; por lo tanto no hay necesidad de inflingirle dolor físico. Por otro lado, el goce de Renfield también concuerda con las teorías de Freud, quien afirmó que «la esencia del masoquismo no es tanto el goce del dolor como el drama de la sujeción». Por lo tanto, Renfield está experimentando las fronteras mismas de sus fantasías reprimidas por la sociedad y tratadas como «locura» por su médico.

En este punto es lícito preguntarnos: ¿la transformación de las fantasías en realidad podría ser el motivo de la rebelión de Renfield contra su Amo?

Cuando la posibilidad de que la sumisión a Drácula tome forma concreta, Renfield comienza a tener miedo de sus propias fantasías y le pide al doctor Seward que lo libere para alejarse del Conde. Incluso podríamos especular que, cuando Drácula finalmente se encuentra con él, y espera de su sirviente una muestra de absoluta sumisión, Renfield se rebela y lucha contra él. Esta rebelión, en términos psicológicos, puede ser vista como un mecanismo de defensa; es decir, una manera de asegurar que sus fantasías permanezcan en el orden imaginario.

De eso se trata el deseo obsesivo. Renfield vive en un mundo de fantasías, y eso excluye el hecho de realizarlas. En términos de Jacques Lacan: «la estructura en la base del deseo siempre le da una nota de imposibilidad al objeto deseado». Renfield quiere que su deseo permanezca siendo eso, un deseo, no una realidad, y por eso lucha contra la realización de su propio deseo de ser sometido por Drácula. Porque una vez que Renfield haya cumplido su deseo, según la definición de Lacan, este dejaría de ser tal.

Por eso, al recobrar la conciencia tras la lucha con el Vampiro, Renfield dice: «He tenido un sueño terrible». Es decir, tiene miedo de la realización de sus fantasías, que pretende experimentarlas sólo como tales. De hecho, Renfield recuerda la lucha [contra la realización de sus fantasías] como un sueño, no como una realidad. Se refiere a ella como si no hubiera ocurrido realmente, trasformando de este modo una experiencia traumática, como sin dudas lo hubiese sido llevar sus deseos al plano real, en parte integral de sus fantasías.

Otro factor para comprender el Caso Renfield es Mina Harker. Ella le demuestra a Renfield una compasión incondicional, algo que su incompetente médico es incapaz de proporcionarle. En cierto modo, Mina sirve para romper la dinámica deshumanizante en la que tanto Renfield como Seward participan. Mientras que Seward compara implícitamente a Renfield con un animal viviseccionado al tratar de racionalizar su comportamiento zoófago, Renfield ve a Seward como otra fuente de sangre y energía vital. Esta dinámica, en la que ambos hombres se deshumanizan mutuamente, sólo puede romperse cuando Mina le da un rostro humano a los crímenes del Conde.

Antes de conocer a Mina, Renfield está ansioso por consumir y absorber tantas vidas como sea posible; tal es así que incluso participa secundariamente en el asesinato de Lucy Westenra cometido por Drácula. La complicidad de Renfield ha pasado desapercibida por las adaptaciones cinematográficas, quizás debido a la cronología confusa de la novela, particularmente la del Capítulo XI, donde los documentos presentados alternan entre eventos anteriores al ataque final de Drácula a Lucy, producido en la noche del 17 de septiembre, y hechos posteriores al asalto. Sin embargo, una pista sobre la participación de Renfield se revela en su reacción al conocer a Mina, a quien confunde momentáneamente con Lucy, una mujer que, sin haber participado en los planes de Drácula, nunca pudo haber conocido [ver: Bloofer Lady: la transformación de Lucy Westenra]

Si bien el doctor Seward le pregunta cómo es posible que esté al tanto de Lucy, e incluso de su cortejo con ella, Renfield responde con evasivas. Menciona que los pacientes del manicomio tienen un profundo interés en los asuntos personales de Seward; sin embargo, nunca aclara que así es como obtuvo su conocimiento de Lucy Westenra y el interés de Seward en ella. En cambio, deja que el médico haga esta conexión por su cuenta y no dice nada definitivo sobre la fuente de su conocimiento.

Esta astuta evasión Renfield oculta la verdad de su conocimiento sobre Lucy y su complicidad en el ataque final de Drácula contra ella. Si examinamos el Capítulo XI, hay indicios de que el atentado de Renfield contra la vida de Seward fue instigado por el Conde para asegurar su acceso a Lucy, ya que en la noche del 17 se supone que Seward debe vigilarla. Si bien el incumplimiento de este deber puede atribuirse al telegrama que no llega a Van Helsing, Drácula, hasta donde sabemos, no tiene forma de interferir con las comunicaciones telegráficas. Sin embargo, tiene conocimiento de la intención de Van Helsing de asignar a Seward para que vigile a Lucy esa noche. De hecho, está presente [en forma de murciélago] en el momento en que Van Helsing deja a Lucy durante la tarde del 17, asegurándole a la chica la posterior llegada de Seward.

El intento de Renfield de asesinar a Seward, entonces, parece producirse a instancias del Conde con el objetivo de eliminar al médico y asegurarse el acceso a Lucy. Por otro lado, la progresión de la zoofagia de Renfield induce al lector a asumir que consumo de sangre humana sería el siguiente paso en el curso de sus delirios, y el comportamiento hemofágico que demuestra después de herir a Seward apunta firmemente al Conde como instigador. Por todos estos motivos, la reacción inicial de estupor hacia Mina es fácil de explicar: Renfield cree que está viendo a la mujer a quien ayudó a condenar [Lucy].

Mina, cuya bondad se describe en términos beatíficos, sirve como catalizador para transformar los impulsos destructivos de Renfield, incluso le permite entender la importancia del alma, que, hasta entonces, estaba dispuesto a entregar a su Amo. Mina, la «luz de todas las luces», no solo es un faro de esperanza para Van Helsing y los demás, sino que le permite a Renfield una oportunidad para oponerse al Conde. A diferencia de Lucy, que era abstraída y distante, Mina es presente y tangible, y le da un rostro humano a las atrocidades que Renfield previamente ayudó a facilitar [ver: La maternidad fallida en «Drácula»]

Mina y Lucy son los puntos focales de las decisiones morales que deben tomar los personajes masculinos de Drácula. El asalto del Conde a Lucy, aunque claramente no consensuado, tiñe a la chica con una mancha de impureza. Mina también sufre una mancha sexual, una marca visible, solo que, a diferencia de Lucy, es inocente de cualquier agresión a niños [la Lucy vampírica solía salir por las noches para depredar a los infantes] y su caso no está más allá de la esperanza de una completa recuperación. La sola presencia de Mina permite que Renfield rechace el pacto fáustico con Drácula. Este acto demuestra que Renfield es capaz de sacrificar la misma vida que esperaba prolongar indefinidamente.

Inicialmente, cuando Renfield solo habla con Seward, es propenso a exagerar su «locura». Sin embargo, cuando Mina y los otros personajes comienzan a interactuar con él, Renfield empieza a cambiar:


[«Cuando la señora Harker vino a verme esta tarde, no era la misma; era como el té después de haber lavado la tetera. No me gustan las personas pálidas; me gustan las que tienen mucha sangre, y la de ella parecía haberse agotado. No pensé en eso en ese momento; pero cuando ella se fue, comencé pensar, y me enojó saber que Él le había estado quitando la vida.»]


Renfield compara a Mina con el té diluido como una metáfora de su falta de sangre. Por la frágil condición de Mina, decide luchar contra Drácula, desobedecer a su Amo. Naturalmente, también es consciente de que esto tendrá consecuencias fatales para él; por eso le implora a Seward que le permita irse:


[«Permítame rogarle, doctor Seward, oh, permítame implorarle, que me deje salir de esta casa de inmediato. Mándeme donde quiera; envíe guardianes conmigo con látigos y cadenas; déjelos sujetarme en una camisa de fuerza, esposado y con las piernas atadas, hasta una cárcel; pero déjeme salir de aquí. No sabe lo que hace si me retiene. Estoy hablando desde el fondo de mi corazón, de el fondo de mi alma. No sabe a quién he agraviado, o cómo; y no puedo decírselo. ¡Ay de mí! Por todo lo que considera sagrado, por todo lo que aprecia, por su amor perdido, por su esperanza en el Todopoderoso, ¡sáqueme de aquí y salve mi alma de la culpa!»]


Renfield le ruega a Seward que lo libere de su confinamiento. Expresa la gravedad del asunto en un discurso claro y conciso, pero el doctor Seward objeta su solicitud.


[«Confío, doctor Seward, que me haga la justicia de recordar, más adelante, que hice lo que pude para convencerlo esta noche.»]


Esta es una de las últimas advertencias de Renfield antes de que Drácula se deleite con Mina y la obligue a beber su sangre.

Renfield sabe que no hay posibilidad de que salga victorioso de su enfrentamiento físico con Drácula. Si bien su «locura» le otorga una fuerza superior a la normal, de nada sirve ya que el Conde asume la forma de una nube de vapor, contra la cual la fuerza de los puños es impotente. Confrontar a su Amo, entonces, es un acto de fe, un intento de hacer lo que Van Helsing exhorta a hacer a Seward cuando le pide que crea en cosas que su razón no puede aceptar. Al actuar tan claramente fuera de los límites dictados por sus delirios demuestra que Renfield puede tomar decisiones morales e incluso controlar sus impulsos masoquistas. En otras palabras, es un individuo funcional.

Renfield y Lucy son personajes similares: ambos tienen naturalezas muy sensibles y demuestran poca o ninguna resistencia a Drácula, aunque en el caso de Renfield está condicionado por sus impulsos psicológicos, ya que el Conde no ha tomado su sangre. Sin embargo, no sucumben del mismo modo. Cuando Drácula elige a sus víctimas, busca personas con las que puede compartir algún tipo de parentesco primitivo, rasgos que ellos mismos pueden desconocer. Deben ser capaces de ser salvajes y sentir atracción por un mundo precivilizado. Renfield es claramente de este tipo, pero también lo son las mujeres de Drácula, incluidas Mina y Lucy. Sus formas civilizadas no pueden evitar que regresen a comportamientos atávicos, porque estos son innatos en sus respectivas personalidades. Incluso cuando Drácula es destruido, su sangre se mezcla con la de las generaciones futuras a través del hijo de Mina: el pequeño Quincey. No hay escape de esta fuerza primaria.

A diferencia de Lucy Westenra, Mina se salva gracias a las acciones de Renfield, quien en cierto modo rompe el pacto satánico que lo une a Drácula. Al resistir al Conde, Renfield no solo sacrifica su propia vida, sino también la inmortalidad que espera obtener.




Vampiros. I Taller gótico.


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El artículo: Porque la sangre es la vida: análisis del «Caso Renfield» fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

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