Pulsatio Mortuorum: espíritus que golpean las paredes.
«Oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
«Es —dije musitando— un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más.»
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
«Es —dije musitando— un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más.»
A los doce años, en casa de un gran amigo, solos, nos disponíamos a salir al patio a jugar a la pelota cuando escuchamos dos golpes fuertes provenientes de la cocina. Fuimos a verificar que no se hubiera caído nada. Revisamos.
Todo estaba en su lugar.
Entonces escuchamos tres golpes.
TOC TOC TOC.
Provenian de la pared que separaba la cocina del patio. Por alguna razón, mi amigo devolvió el golpe, dos veces, que no se oyeron como los anteriores. Durante los siguientes minutos simplemente golpeamos esa pared, probando diferentes patrones, que siempre fueron respondidos con precisión.
Descubrimos que sólo se nos respondía si golpeábamos en un área específica de la pared, entre una ventana y la puerta de acceso al patio. En cualquier otro lugar no obteníamos nada.
Después de un tiempo, las respuestas se fueron apagando en intensidad. Los patrones eran los mismos que nosotros hacíamos con nuestras manos, pero empezaron a sonar cada vez más amortiguados, como si la fuerza que los estiuviera produciendo se fuera agotando. Entonces se detuvo por completo [ver: Pasos, golpes, objetos que caen y otros ruidos inexplicables]
En el siglo IX, el monje benedictino Rodolfo de Fulda escribió sobre comunicaciones con inteligencias incorpóreas que se manifiestan a través de golpes en las paredes, puertas y ventanas. La iglesia católica ya había notado la existencia de estas entidades con el nombre Spiritus Percutiens [«espíritus que golpean»], y los incluyó en antiguas fórmulas de bendición y exorcismo. En el siglo XVI, Paracelso consignó este fenómeno como Pulsatio Mortuorum, «golpe de los muertos», y concluyó que estos sonidos predicen desgracias, una creencia muy común. En cuanto a su procedencia, Paracelso observa que estas señales acústicas son localizables con mayor o menor precisión en el espacio, y que sus funciones temporales pueden distinguirse de los ruidos producidos normalmente. Ocurren espontáneamente o por provocación, controlados por la inteligencia. Tienen una especie de existencia autónoma y pueden considerarse como una forma primitiva de comunicación con entidades de las que no somos conscientes [ver: Un espíritu está tratando de comunicarse]
El Pulsatio Mortuorum de Paracelso refiere que estos ruidos extraños e inexplicables están relacionados con la presencia y actividad de un difunto, exactamente como sucederá en el Espiritismo algunos siglos después.
Uno de los primeros relatos detallados sobre este fenómeno se encuentra en el libro de Joseph Glanvill de 1681: Saducismus Triumphatus, donde se encuentra la crónica del llamado Tamborilero de Tedworth (Drummer of Tedworth). Allí se describe una serie de disturbios paranormales ocurridos en 1661, en casa del magistrado Mompesson, donde una entidad invisible respondía haciendo sonar cualquier cualquier objeto que se golpeara. Eventualmente, la entidad empezó a golpear cualquier cosa que se le ordenara en voz alta. Joseph Glanvill comenta amargamente que no se hizo ningún progreso en la investigación y el fenómeno, al cabo de un tiempo, cesó por completo.
¿Por qué los espíritus golpearían las paredes, puertas y ventanas?
El folclorista británico Andrew Lang examinó este fenómeno desde una óptica muy interesante, considerando leyendas y cuentos medievales sobre espíritus y golpes que nunca fueron analizados satisfactoriamente, y propuso una teoría que llamó «afasia espectral» [spectral aphasia], sugiriendo que estos «golpes» podrían ser la forma más sencilla y práctica en la que un espíritu interactúa con el plano físico, como una especie de código Morse:
«El fantasma no puede, por así decirlo, expresarse tan claramente como quisiera, y sufre de afasia. Ora se presenta como un perro negro, ora como una dama verde, ora como un anciano, y a menudo sólo puede golpear y dar golpecitos, encender una luz o tirar de las sábanas. Tales son las peculiaridades de la afasia espectral. El fantasma puede dar señales, pero no las señales correctas.»
En resumen: Andrew Lang pensaba que los espíritus no se comunicaban como querían, sino como podían, a menudo a través de golpes, que es la forma de interacción más básica con cualquier objeto físico En esa época [siglo XIX] se hablaba de estos golpes en términos de «telégrafo espiritual», comparando el fenómeno con las tecnologías emergentes, como el telégrafo eléctrico, básicamente mensajes en código capaces de viajar sin vehículos físicos palpables. De hecho, existe un parentesco simbólico entre el telegrafo eléctrico y el telégrafo espectral a través de la decodificación de los golpes espirituales con el modelo del código Morse [ver: Toques Espirituales]
En este contexto, los golpes en las paredes de los fantasmas de la novela gótica, a menudo cargados de enojo y resentimiento hacia los vivos, comenzaron a interpretarse por el Espiritismo como una especie de código. En consecuencia, dejaron de ser vistos como el producto aleatorio de un espíritu relacionado con una Casa Embrujada, y empezaron a asociarse con una Persona Embrujada: la médium humana. En la literatura gótica, el fantasma era un ser localizado, casi siempre un viejo habitante de la Casa Embrujada. Aquejado por esta «afasia espectral», simplemente repetía la historia de su muerte a través de golpes y ruidos inarticulados. Estos golpes fueron transformados por la sesión mediúmnica en un código [ver: ¿Los fantasmas son «grabaciones» impresas en la realidad?]
Allan Kardec, uno de los padres del Espiritismo, estableció un conjunto de instrumentos, códigos y protocolos para la comunicación con los muertos; lo que permitió desplazar el fenómeno desde los antiguos castillos, abadías y mansiones en ruinas de la novela gótica al ámbito de los hogares convencionales. La sesión espiritista, separada de la Casa Embrujada original, podía incorporar nuevos espacios domésticos, nuevas audiencias y, sobre todo, nuevos espíritus, dejando atrás a las tradicionales fantasmagorías góticas, aunque estas narrartivas permanecieron vigentes entre las clases sociales altas. Después de todo, el antiguo paisaje gótico era europeo, estaba impregnado de historia, era rico en lugares embrujados; mientras que las sesiones espiritistas florecieron mayoritariamente en los Estados Unidos, un país nuevo, sin ruinas antiguas, que requería de personas embrujadas en vez de lugares encantados.
A mediados del siglo XIX, los fantasmas ya no estaban «atados» a una casa en particular, sino que eran «invitados» por las médiums a sesiones practicadas en cualquier casa, mientras que sus golpes se decodificaban como señales alfabéticas. Eventualmente, el espíritu contactado en una sesión se convirtió en un amable difunto que simplemente deseaba comunicarse con sus seres queridos y consolarlos, pero originalmente era un extraño, alguien cuya identidad debía descubrirse a través de la decodificación de sus mensajes. La narrativa estandar apuntaba a alguien que había sido asesinado unos años antes y enterrado en el sótano. De hecho, los violentos golpes del fantasma primario incluían otros sonidos que recreaban su propio asesinato e intentaban mostrar la ubicación exacta de su cuerpo.
Siempre se necesitó un de anclaje físico para la comunicación espiritual. Primero fueron las Casas Embrujadas, que funcionaban tanto como espacios contenedores como en términos de baterías energéticas [ver: Espíritus y «ambientes cargados»]. El Espíritismo se deshizo de la Casa e incorporó a la médium humana, en gran medida pasiva, que era vista como una especie de batería galvánica. Así como los viejos espíritus ocupaban una casa, ahora ocupaban el cuerpo de una mujer.
Los fenómenos acústicos variaban según las habilidades de la médium. Sobre estas mujeres recaía todo el discurso pseudocientífico del Espiritismo emergente. Las mejores médiums eran aquellas capaces de canalizar y manifestar una mayor variedad de fenómenos. Por supuesto, esto introdujo una enorme cantidad de farsantes que introducían fenómenos cada vez más espectaculares, pero, en principio, las sesiones se remitían a simples fenómenos Poltergeist localizados, golpes, sobre todo. Más adelante, cuando las sesiones se convirtieron en pequeños montajes teatrales, casi como si se trataran de una oficina de telégrafos, empezó a hablarse de fenómenos de voz y materializaciones visuales. En ambos casos, sin embargo, los golpes eran los primeros signos de la presencia de un espíritu. [ver: Las 8 fases de la Actividad Poltergeist]
A partir de este período, donde las médiums humanas empezaron a desempeñar un papel análogo al de la Casa Embrujada, la comunicación con los espíritus empezó a perder credibilidad, hasta convertirse en un fraude organizado. Los investigadores más serios volvieron a la Casa, que no se manifestaba a voluntad, como en la sesión espiritista, sino en cualquier momento. Comenzaron a circular entonces algunas ideas precursoras de la teoría de la Cinta de Piedra, es decir, la noción de que los espíritus podían adherise a la madera y la piedra de una casa a través de fuerzas desconocidas. En este contexto, el espíritu no era visto como un visitante invocado por la médium para responder preguntas, sino una energía conectada a una casa, y a veces encadenada a ella durante un período determinado [ver: Espíritus que no abandonan su antigua casa]
En las sesiones espiritistas hay mensajes claros, pero las casas embrujadas son simplemente ruidosas. Andrew Lang, que fue miembro de la Society for Psychical Research, declaró que la lista de fenómenos que se producían rutinariamente en las sesiones sólo «imitan los fenómenos espontáneos que ocurren en las casas embrujadas». En el curso de una hora uno podía obtener ruidos extraños, luces, voces, levitaciones, manifestaciones ectoplásmicas, algo que Lang consideraba ridículo. Más aún, Andrew Lang propuso que los signos espontáneos que se producen en la Casa Embrujada son producto de la «afasia espectral», es decir, de las dificultades que un espíritu tiene para interactuar con el mundo físico de manera consistente, algo que las sesiones resolvieron de manera tan espectacular como fraudulenta.
Para Lang, los espíritus recurren a los golpes en las paredes y puertas porque esta es la forma más elemental de interactuar con el plano físico. Más que un intento de comunicación, es una forma de anunciar su presencia. En las sesiones, esto se domesticó, de manera tal que los golpes y ruidos extraños ya no tenían como finalidad darse a conocer, sino edificar a los vivos, consolar a los deudos a través de la mediación de un extraño: la médium, que invitaba a los vivos y a los muertos a encontrarse en su sala de estar. El fantasma clásico, en cambio, está enojado. ¿Y cómo no habría de estarlo, estando «pegado» a un lugar físico e incapaz de comunicarse? [ver: Apego espiritual: causas y síntomas]
En cuanto a los ruidos extraños, los fantasmas clásicos manejan una gran cantidad de recursos: pueden ir de sonidos delicados, como si la punta de un alfiler golpeara delicada y rítmicamente sobre la superficie de una mesa, a verdaderas detonaciones, crujidos, golpes metálicos, estallidos, rasguños en los vidrios de las ventanas. En la típica Casa Embrujada estos ruidos extraños a veces se producían simultáneamente, a tal punto que el lugar parecía estar lleno de inteligencias que manifestaban su presencia. Cada fantasma, sin embargo, solía tener una personalidad sonora permanente, y a menudo podía ser reconocido por las personas que vivían en la casa por su estilo de golpes.
Habitualmente, los espíritus más ruidosos, asociados al Poltergeist, anuncian su presencia con cierta intensidad, a través de un número indistinguible de golpes, fuertes al principio, que gradualmente se vuelven más débiles hasta desvanecerse en la distancia. Los espíritus menos revoltosos pueden manifestarse durante más tiempo mediante sonidos delicados de ritmo variado. En volumen, pueden crecer desde un leve golpeteo, como hecho por un ratón sigiloso al corretear por una viga, hasta un fuerte estruendo que parece sacudir toda la casa. En ningún caso se encuentran marcas visibles sobre las superficies desde donde parecen provenir estos sonidos.
En cuanto a los golpes metálicos, los ocultistas del siglo XIX hablaban de un curioso fenómeno conocido como Campana Astral (Astral Bell) [Arthur Conan Doyle lo utiliza en uno de los cuentos de Sherlock Holmes]. Este sonido varía desde una nota clara, como el tañido de una pequeña campana, hasta un leve clic. Algunos autores comentan que se oye como el sonido que se produce al golpear una copa de cristal con la hoja de un cuchillo. Se creía que la Campana Astral anunciaba la presencia de una entidad espiritual que apenas poseía la fuerza necesaria para manifestarse, sin embargo, otros concluyen que este sonido es el presagio de futuros síntomas de un ataque astral.
Huelga decir que siempre se debe descartar la posibilidad de una explicación natural y material, sobre todo en los casos donde el elemento sobrenatural parece obvio. Durante el día, la madera eleva su temperatura y se expande; durante la noche se enfría de nuevo, por lo que se contrae. Esto hace que la madera se asiente, es decir, que se mueva ligeramente, lo que puede causar un sonido de crujido o golpeteo. Estos ruidos también pueden deberse a una calefacción central de mala calidad, por razones similares. El calor del líquido hace que las tuberías se expandan y contraigan, produciendo ruidos de crujidos y golpes. Dependiendo de cómo se transmita el sonido, estos ruidos pueden sonar como si vinieran del interior de la casa cuando, de hecho, no es así.
Hay personas que lo primero que hacen ante un ruido extraño es diagnosticarlo como algo sobrenatural, sin tomarse el tiempo de buscar diligentemente todas las posibilidades. Si bien la hipótesis sobrenatural es digna de atención, nunca puede ser la primera explicación para un fenómeno acústico inusual. Cuando hay una entidad inteligente, más o menos consciente de su entorno, los fenómenos se producirán en cualquier momento del día, aunque predominantemente en horas de la noche. La energía residual, en cambio, suele estallar a intervalos regulares, siempre en el mismo sitio de la casa [ver: ¿Energía Residual o entidades inteligentes?]
Además de oírse, las entidades se sienten como una presencia física en el lugar; sin embargo, esto no indica invariablemente la presencia de una entidad inteligente. Los golpes, en este caso, suelen centrarse en un área determinada [aunque no siempre en el mismo sitio], la cual se vuelve prácticamente inhabitable debido a los estruendos, crujidos y golpes que se producen por la noche, como puede atestiguar cualquiera que intente dormir allí. No hay razón para pensar en la presencia de una entidad maligna, o capaz de ejercer una influencia nociva sobre las personas de la casa: simplemente se trata de una fuerza en estado de tensión y liberación [ver: Loca Infesta: de la Infestación Demoníaca al Poltergeist]
Todas las personas en la casa oyen estos ruidos peculiares, con frecuencia en una puerta o una pared, a veces en los muebles, y eventualmente empiezan a encontrar ciertos patrones recurrentes. En general, todo comienza con ligeros rasguños provenientes del interior de una pared, aproximadamente a la altura de la cabeza de una persona adulta. Naturalmente, lo primero que se piensa es en roedores, cucarachas y tuberías, y el fenómeno es ignorado, hasta que se escucha un golpe mucho más fuerte y seco. Si, como en mi caso, por curiosidad, uno devuelve el golpe en el mismo lugar, puede producirse una respuesta, a veces unos pocos segundos mas tarde. Carl Jung tuvo una de estas experiencias. Lenta y deliberadamente decidió golpear cinco veces en un sitio en la pared donde había escuchado dos golpes. Unos diez segundos después llegó la respuesta: exactamente cinco golpes con la cadencia que él mismo había empleado. Esa noche, comenta, no durmió [ver: La experiencia de Carl Jung en una casa embrujada]
Por supuesto, quizás en la casa vecina había un niño dispuesto a entablar un diálogo hecho de golpes en la pared, pero a Carl Jung le interesaba saber cómo te hacen sentir estas experiencias, más que lo que puedas pensar analíticamente sobre ellas. Los eventos siempre son únicos para quien los experimenta. Si crees que escuchar tres golpes en la pared indica la presencia de actividad demoníaca, importa poco que alguien que no ha estado allí te asegure que no es así [ver: Un golpe: «SÍ»; dos golpes: «NO»; tres golpes: «DÉJAME ENTRAR»]
Cuando los golpes se oyen en una puerta entra a tallar la creencia arquetípica en la invitación. En efecto, no solo las leyendas de vampiros sostienen que estos deben ser invitados a entrar; otras entidades, particularmente aquellas que no están atadas a una casa, requieren la invitación de uno de sus habitantes para ingresar y empezar a manifestarse [ver: ¿Por qué los vampiros necesitan ser invitados a entrar?]. Pensemos, por ejemplo, en el Vrykolaka de la tradición griega, una entidad incorpórea capaz de poseer y animar el cadáver de una persona que falleció de muerte violenta, enterrada de manera inapropiada, maldecida o excomulgada. El Vrykolaka procede como todos los vampiros originales: se levanta de la tumba e inmediatamente se dirige a las casas de las personas que conoció en vida y llamará a sus puertas [ver: Algo golpea 3 veces la puerta de mi habitación]
Según la hipótesis de Andrew Lang, los golpes representan la forma más primitiva de comunicación espiritual. Lamentablemente, también constituye un método fácil de fraguar. Harry Houdini, quien asistió a innumerables sesiones para desentrañar fraudes, concluyó que los golpes podían explicarse debido a la inusual habilidad de algunas médiums para hacer crujir a voluntad las articulaciones de las rodillas y de los dedos de los pies. En cualquier caso, la comunicación a través de golpes comenzó siendo un procedimiento lento y tedioso: «no» o «sí» con uno o dos golpes de intensidad variable sin mediación visible, conocida o normal. Es decir que la información que podía obtenerse de estos golpes era bastante pobre.
Estos fenómenos sonoros pueden dividirse en dos clases:
1- Impactos.
2- Movimientos de cuerpos materiales.
Los fenómenos de impacto consisten en golpes y sus variaciones, y no son causados por la acción de materia sobre materia. Por ejemplo, no podría llamarse impacto el sonido de un mueble al golpear contra el suelo; más bien, se trata de un golpe causado por una fuerza o energía desconocida aplicada sobre un cuerpo material. Dentro de los impactos podemos encontrar las siguientes variaciones:
a- Golpes de todos los grados de sonoridad, desde los golpecitos más leves hasta golpes que podrían producirse [a juzgar por la intensidad del ruido] con un martillo. En esta categoría se encuentran los sonidos de pasos y otros ruidos de una intensidad apenas audible.
b- Combinaciones de golpes: simples [a intervalos de unos pocos segundos], dobles, triples [dos rápidos, uno lento], y descargas de golpes en rápida sucesión [sin aumento o disminución], o bien en frecuencia ascendente, como una pelota rebotando cada vez más rápido.
La cantidad de personas que asegura haber visto a un fantasma [no atisbar por el rabillo, no vislumbrar una sombra o una silueta] es considerablemente menor a la cifra de individuos que sostienen haber escuchado a uno. Por lo general, los sonidos son pasos, crujidos, golpes, estruendos, ruidos como de objetos pesados que se arrastran. Estos sonidos ocurren sin que nadie en la casa pueda dar fe de haber visto algo espectral. Sin embargo, algunos sonidos sí están relacionados con figuras humanas semitransparentes entrando o saliendo de una habitación [deslizándose, no caminando] o de pie junto a una cama [ver: El hombre al pie de mi cama]. La combinación de estos factores [ruidos inexplicables y apariciones ocasionales], en proporciones adecuadas, constituye la narrativa ortodoxa de la Casa Embrujada.
Obviamente, es muy difícil obtener evidencias de estos fenómenos. Los ruidos pueden ser causados naturalmente de muchas maneras [viento, ratas, ramas, cañerías, pájaros], sin embargo, eso no significa que todos los ruidos deban descartarse, sobre todo los golpes en las paredes que continúan a pesar de los esfuerzos por detectar su origen. En los Poltergeist también encontramos el ruido producido [aparentemente] por el movimiento violento de muebles pesados, que al examinarlos se descubre que no se han movido.
No sólo existen reportes de testigos respetables, sino una gran cantidad de autores antiguos que examinaron en detalle estos fenómenos sonoros. Johann Weyer, Paracelso, Joseph Glanvill, Andrew Lang, Richard Bovet, Richard Baxter, detallan las mismas combinaciones de sonidos extraños, pero fue Peter Thyraeus [siglo XVI] quién detectó algunas circunstancias sobre las que sus colegas no repararon. En primer lugar, afirma Thyraeus, los golpes más fuertes no siempre son audibles para todas las personas. Tal vez involuntariamente, Thyraeus fue el primero en incluir la posibilidad de una alucinación auditiva.
En las sesiones espiritistas [en términos de trato con inteligencias espirituales o formas invisibles no inteligentes o semiinteligentes] es común comunicarse con los espíritus simplemente haciendo la pregunta y esperando un ruido o un golpe que [presumiblemente] proviene del espíritu y es entendido como una respuesta. Este «lenguaje» se llama rapping, y constituye uno de los sistemas más antiguos para establecer contacto con los espíritus. El «código» para entender las respuestas era muy sencillo al principio: dos toques para «sí», y uno para «no». A fines del siglo XIX se desarrolló todo un alfabeto hecho de golpes a través del cual los espíritus podían componer mensajes largos y complejos. Obviamente, este método es tan cuestionable y fácil de fraguar como el antiguo. La sesión estándar se iniciaba con un canto, un himno, una oración, y al cabo de unos minutos se oían ligeros golpes cerca de la médium, que aumentaban rápidamente de intensidad. Esto ocurría siempre, por lo tanto, es difícil aceptar su validez.
El teósofo Franz Hartmann acuñó el término trarames, un «poder invisible que puede comunicarse con el hombre a través de sonidos, voces, repiques de campanas, ruidos». Según la teosofía, las entidades humanas buscan manifestar su presencia de alguna manera. Las más poderosas pueden aparecer en forma corporal, pero la mayoría se limita a producir sonidos como golpes, silbidos, risas, gemidos, suspiros, pasos, todo esto con el propósito de llamar la atención de los vivos para que se comuniquen con ellos. Los Cadáveres Astrales, que poseen capacidades de razonamiento similares a las del ser humano, también son capaces de producir sonidos, pero no con el objeto de comunicarse, sino de apegarse a un agente humano físico [ver: ¿Por qué algunas entidades se «pegan» a las personas?]
Paracelso también habla del evestrum, análogo al concepto de cuerpo astral. Según sus observacions, cuando alguien está agonizando, su evestrum puede reaccionar ante la proximidad de su muerte mediante golpes perfectamente audibles para todos, o a través de otro ruido inusual, como el movimiento de muebles, la detención de los relojes, la rotura de un espejo. El trarames produce manifestaciones más subjetivas, siendo audible para una sola persona.
En De Occulta Philosophia, Cornelius Agrippa alerta contra los peligros de quemar incienso para desterrar a estas entidades repiqueteantes. Según su teoría, los espíritus se sienten atraídos por estímulos que son agradables para los sentidos, de modo tal que, para ahuyentarlos, se deben emplear olores nauseabundos. Para Agrippa, el incienso, el agua bendita, las oraciones, las ceremonias de exorcismo, los cánticos, «son invenciones de la vanidad clerical», y a veces pueden empeorar las cosas:
«Las ceremonias han sido instituidas originalmente para dar una forma externa a un acto interno; Pero cuando no existe el poder interno para realizar tales actos, una ceremonia no servirá de nada, excepto para atraer a los espíritus que desean burlarse de nuestra estupidez.»
Según Hartmann, trarames comienza a manifestarse en el momento en que los sentidos de la percepción interna se desarrollan. Es, en esencia, una exaltación de los sentidos, pero influye más en el sentido del oído: voces, música que puede ser escuchada por el oído interno, campanas invisibles. El trarames produce manifestaciones de un carácter subjetivo y puede «hablarle» a una persona de una manera que sea audible para ella pero inaudible para los demás. El evestrum, por lo general, presagia eventos futuros al causar visiones y apariciones.
El parapsicólogo Nandor Fodor imaginó una progresión en las manifestaciones sonoras: todo comienza con ruidos inarticulados aquí y allí, luego con voces que llaman por el nombre a las personas de la casa, pero esta energía disminuye en poco tiempo; en consecuencia, la pronunciación de las palabras se vuelve confusa, hasta que se vuelven sonidos sin sentido. La distorsión a menudo puede estar acompalñada por una increíble aceleración del habla, que anuncia el fin próximo de la actividad.
Cuando los golpes y ruidos extraños se deben al desplazamiento de objetos físicos, no suele indicar la intervención de una entidad inteligente. Parecería que la energía disponible sólo se dedica a producir ruidos tan fuertes y asombrosos como sea posible, y no mucho más. Son los sonidos más discretos los producidos por fuerzas [aparentemente] inteligentes, y son capaces de perdurar mucho más en el tiempo. Pueden variar desde golpes apagados hasta el crujido de cristales y vajilla rota, caída de sillas, tamborileo de dedos, puertas y ventanas que se abren y cierran violentamente. Se oyen pasos en los pasillos y en las escaleras, gritos, suspiros, sollozos, canciones y salmodias religiosas. Es frecuente que ante un golpe extremadamente violento en una parte de la casa se escuche una respuesta en otra habitación [ver: «¡CRASH!»: Sobre ruidos paranormales intensos]
Las personas que cultivan la fe católica tienen motivos adicionales para creer en estas entidades. El término spiritus percutiens [«espíritu que golpea»] está presente en varias bendiciones oficiales, sobre todo de iglesias y cámaras nupciales:
«Haz huir, Señor, a todos los espíritus malignos, a todos los fantasmas y a todo espíritu que golpea [Spiritum Percutientem]»
Por su propio nombre, el spiritus percutiens deja en claro que la Iglesia conocía estos golpes sobrenaturales, los reconocía y explicaba con la hipótesis Espiritista, es decir, creyendo realmente que eran espíritus.
Un método primitivo de comunicación a través del sonido es conocido como Tiptología [gr. typto, «golpe», y logos, «discurso»]. Quienes lo utilizaban limitaron sus comunicaciones a respuestas monosilábicas [«sí», «no», «no sé»] de acuerdo al número de golpes previamente convenidos. El mayor defecto de la tiptología consiste en la brevedad de las respuestas obtenidas. Un espíritu sencillamente no podía responder preguntas pertinentes como: «¿quién eres?» o «¿qué quieres?». Era necesario preguntar por descarte: «¿Deseas tal o cual cosa?» — «No.» — «¿Deseas tal o cual otra?» — «Sí» —; y así sucesivamente. Sin embargo, la entidad podía darle diferente énfasis a sus respuestas de afirmación o de negación mediante la fuerza de los golpes. De hecho, la intensidad de los golpes era interpretada como una expresión de la naturaleza de los sentimientos del espiritu: violencia [por la fuerza de los golpes], impaciencia [por la rapidez de la respuesta], enojo [por la repetición de la respuesta].
La tiptología se perfeccionó con la adopción de un método más amplio de comunicación, que podemos denominar alfabético. Este método consistía en designar una letra del alfabeto a un número determinado de golpes. De este modo podían obtenerse palabras, frases y comunicaciones más largas. Este modo de proceder era extremadamente tedioso, pero pronto surgieron varios métodos abreviados, así como otros novedosos, como el tablero Ouija, que ofrecían recursos menos limitados para la comunicación con los espíritus [ver: Ouija: errores frecuentes, peligros y consecuencias]
Consultorio Paranormal. I Fenómenos paranormales.
Más Consultorio Paranormal:
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