La Cosa invisible: análisis de «¿Qué era eso?» de Fitz-James O’Brien.


La Cosa invisible: análisis de «¿Qué era eso?» de Fitz-James O’Brien.




Hoy en El Espejo Gótico analizaremos el relato de terror del escritor irlandés Fitz-James O’Brien (1828-1862), ¿Qué era eso? (What Was It?, publicado originalmente en la edición de marzo de 1859 de la revista Harper’s, y luego reeditado de manera póstuma en la antología de 1881: Poemas y relatos de Fitz James O'Brien (The Poems and Stories of Fitz-James O'Brien).


«Tenía un brazo firmemente alrededor de una forma corpórea que respiraba y jadeaba, mi otra mano sujetaba con todas sus fuerzas una garganta tan cálida y aparentemente carnosa como la mía; y, sin embargo, con esta sustancia viva en mi mano, con su cuerpo presionado contra el mío, y todo bajo el brillante resplandor de un gran chorro de luz, ¡no vi absolutamente nada!»


Harry Escott, el narrador, espera que su historia «encuentre una cantidad inusual de incredulidad y desprecio». El incidente «increíble» ocurrió «el pasado julio» [de 1858, dada la fecha de publicación del relato], poco después de que Harry se mudara al Número. ___, 26th Street, Nueva York. La casa es una «residencia grande y señorial, rodeada de lo que fue un jardín, pero que ahora es solo un recinto verde para secar la ropa». Fue construida por un renombrado comerciante de Nueva York que cometió fraude bancario y huyó a Europa. Los cuidadores de la casa han informado «ruidos antinaturales», puertas que se abren y cierran «sin agencia visible», muebles que se reorganizan solos durante la noche, pies invisibles que suben y bajan las escaleras. Estos rumores, por supuesto, han desanimado a los potenciales compradores [ver: Casas como metáfora de la psique en el Horror]

La señora Moffat, la casera de Harry de una pensión de Bleeker Street, ve la mansión abandonada como una buena oportunidad, y la mayoría de sus huéspedes se mudan con ella. Debido a su reputación de embrujada, la casa solo alberga huéspedes «valientes y filosóficos», de modo tal que solo dos huéspedes declinan mudarse. El resto disfruta de una espaciosa «morada de espíritus» y su agradable ubicación a orillas del río Hudson. Esperan ansiosamente encuentros paranormales, pero pasa el primer mes libre de anomalías. Nada sobrenatural se manifiesta. El mayordomo asegura que algo invisible apagó su vela, pero Harry atribuye este incidente a la embriaguez habitual del hombre.

Harry y su amigo, el doctor Hammond, a menudo van al jardín a fumar opio. Conversan sobre temas alegres y evitan cualquier alusión a lo sobrenatural para que la experiencia opiácea no se vea contaminada por el miedo. Una tarde de julio, sin embargo, «una extraña perversidad» arrastra sus pensamientos hacia un territorio más oscuro. De repente, el doctor Hammond pregunta: «¿Cuál consideras que es el mayor elemento de terror?» Harry ha experimentado muchos terrores mundanos, pero, ¿cuál podría ser «la encarnación dominante del miedo»? Confiesa que no lo sabe. El doctor Hammond siente que la respuesta puede estar en «algo que se combina en una amalgama antinatural de elementos supuestamente incompatibles».

Harry interrumpe la conversación y se va a la cama. Apaga la lámpara de gas y lucha por dormir. Antes de que pueda lograrlo, «algo» cae sobre su pecho. Manos huesudas se cierran sobre su cuello. Se produce un forcejeo terrible. El atacante es resbaladizo. Está desnudo y muerde con dientes afilados, sujetando a Harry «con manos ágiles y nervudas». Harry debe utilizar toda su fuerza para someter al atacante. Por fin lo lleva al piso y le ata los brazos con un pañuelo.

En este punto Harry está orgulloso de no haber dado la alarma, pero entonces enciende la luz y descubre que su enemigo [corpóreo, cálido y jadeante] es invisible.

Alarmados por sus gritos, los huéspedes se amontonan en la habitación. Todos menos el doctor Hammond reprimen la risa ante el aparente acto de mímica de Harry, sosteniendo algo que nadie puede ver. El doctor Hammond toca la nada que Harry indica y también la siente.

Finalmente, Harry y el doctor Hammond atan a la Cosa y demuestran que existe al dejarla caer sobre la cama, cuyo colchón y almohada ceden ante el peso de algo invisible. Todos huyen, dejando a Harry y Hammond solos con el Misterio.

El doctor Hammond razona que la combinación de invisibilidad y tangibilidad es lo que los abruma, y da algunos ejemplos banales. Atada a la cama, la Cosa lucha por liberarse. Eventualmente, Harry y su amigo traen a un médico para que la anestesie con cloroformo, lo que permite hacer un molde de yeso. El facsímil tiene la forma de hombre, aunque distorsionada, de menos de cinco pies, con un desarrollo muscular «inigualable». Su rostro es horrible, como «algo capaz de alimentarse de carne humana».

Se presenta un dilema: no pueden mantener a la Cosa en la pensión, pero tampoco pueden liberarla. Además, la señora Moffat los amenaza con demandarlos si no se deshacen de ella. Harry afirma que todo el asunto es responsabilidad de la arrendadora, pero la señora Moffat no puede encontrar a nadie que quiera intervenir en el asunto. Al final del día, Harry y Hammond se quedan con su prisionero que muere lentamente de hambre. La Cosa ni siquiera toca la comida que se le ofrece.

Harry y Hammond pasan quince días controlando la respiración y los latidos del corazón de la Cosa, que se debilita más y más. Su «terrible lucha por la vida» despierta la piedad de Harry, dejándolo sin dormir. Finalmente, una mañana, Hammond y Harry encuentran la Cosa sin aliento ni latidos. La entierran apresuradamente en el jardín y entregan su molde a un museo. Harry ahora emprende «un largo viaje del que quizás no regrese». Deja atrás esta «narración de un evento, el más singular que jamás haya llegado a mi conocimiento».


¿Qué fué eso? está repleto de referencias literarias [como El lado nocturno de la naturaleza (The Night Side of Nature) de Catherine Crowe], junto con la sugerencia de que, tal vez, leer sobre lo «oculto» no sirve de preparación cuando experimentas algo verdaderamente sobrenatural. Además, el propio narrador escribió un relato de fantasmas para la revista Harper's [donde se publicaría ¿Qué era eso?]. Otras referencias literarias son Wieland (Wieland) de Charles Brockden Brown; las historias de E.T.A. Hoffmann; y Zanoni (Zanoni) de Bulwer-Lytton, entre otras.

En el ensayo: El horror sobrenatural en la literatura (Supernatural Horror in Literature), H. P. Lovecraft señala que Fitz-James O’Brien «fue uno de los primeros discípulos de Poe». Su muerte prematura, dice Lovecraft, «nos privó de algunos relatos magistrales de extrañeza y terror, aunque su genio no era, hablando con propiedad, de la misma calidad titánica que caracterizó a Poe y Hawthorne». El flaco de Providence destaca que ¿Qué era eso? es «el primer cuento bien estructurado de un ser tangible pero invisible». De hecho, esta historia de Fitz-James O’Brien precede a El Horla (Le Horla) de Guy de Maupassant y La Cosa maldita (Damned Thing) de Ambrose Bierce por varias décadas [ver: Gente Sombra, el Horla, y el portal interdimensional de Maupassant]

El propio Ambrose Bierce fue acusado de plagiar a la criatura invisible de ¿Qué era eso?, y se defendió diciendo que esta es «sobrenatural e imposible», mientras que su Cosa [maldita] es científicamente plausible como un animal que evolucionó hasta adquirir un color invisible para el ojo humano. Pero lo cierto es que Fitz-James O’Brien también intenta explicar científicamente a su criatura, y lo hace utilizando los mismos argumentos que años después utilizaría Griffin, el experto en óptica de El hombre invisible (The Invisible Man) de H. G. Wells [a propósito, es interesante cómo Griffin descubre cómo eliminar el rojo de la sangre sin alterar sus funciones y propiedades para lograr una completa invisibilidad]. En ambas historias se emplea el ejemplo de un tipo de superficie que no refleja la luz, sino que la refracta.

H. G. Wells intentó cubrir algunas dificultades secundarias de la invisibilidad. Descubrió que un hombre invisible necesariamente debe andar desnudo, lo cual no es óptimo para salir de casa, y que perdería parcialmente la invisibilidad cuando esté sucio, ensangrentado, e incluso cuando trague y digiera la comida. Fitz-James O’Brien no se ocupa de estas cuestiones.

Es asombroso que los elementos más inverosímiles de ¿Qué era eso? terminen siendo los más creíbles. En primer lugar, el testimonio proviene de un opiófago confeso. Es cierto, hay otros testigos, pero estos no se involucran demasiado. Además, las credenciales científicas del doctor Hammond se derrumban cuando este recurre a fenómenos asociados con el espiritismo. Por suerte, Fitz-James O’Brien abandona rápidamente esta línea de investigación. Harry y Hammond investigan a la criatura invisible como un ser material, no como un fantasma. Sus esfuerzos mentales combinados se limitan a los aspectos tangibles y externos de la Cosa, cuyo único rasgo extraño es su invisibilidad. Parece que no emite ningún sonido más que jadeos. No habla. No grita, pero es audible. Si emite algún olor, no se menciona. Lamentablemente, Harry y Hammond se abstienen de lamer a la Cosa para certificar si sabe a algo [ver: Lo olfativo, lo visual, lo auditivo y lo táctil en el Horror]

La actitud general de Harry y Hammond no es la habitual en este tipo de historias. No mantienen el misterio en secreto, dado que traen a otro médico para anestesiar a la Cosa y a un experto para hacer su molde en yeso. Luego donan el molde a un museo después de que la Cosa muere, pero entierran el cadáver. ¿No sería más lógico donar el cuerpo a una facultad de medicina u otra institución científica, donde se podrían haber tomado muestras y hecho una autopsia? [escribir la autopsia de un hombre invisible sería un desafío literario interesante] Es decir, no vacilan en involucrar a terceros, pero no buscan ayuda cuando la Cosa se rehúsa a tomar alimentos.

El título de la historia es pertinente, porque al final no se resuelve qué era la Cosa. Dado que atacó a Harry podemos suponer que es carnívora, o quizás hematófaga, pero no hay confirmación sobre esto. Esta es una observación personal y poco fundada, pero quizás se trata de un ser material de otra dimensión que fue atraído a nuestro plano por el estado mental alterado de Harry. Suena menos plausible ahora que releo esta última oración.

La conversación previa de Harry y Hammond sobre el horror y lo sobrenatural fue reconstruída por Lovecraft en Lo innombrable (The Unnamable), donde dos amigos discuten sobre si podría haber algo tan abominable, más allá de la comprensión humana, como para desafiar cualquier intento de nombrarlo [ver: Lovecraft y «lo innombrable»]. Al igual que Harry y Hammond, obtienen una respuesta ambigua pero emocionalmente convincente, descrita como «una gelatina, un limo, pero tenía formas, mil formas de horror más allá de toda memoria. Era el pozo, el torbellino, la máxima abominación». El ser invisible de Fitz-James O’Brien también es «innombrable». Harry y Hammond se refieren a ella como «la Cosa» y «el Misterio».

Supongo que para un inquilino neoyorquino de 1859 hay peores opciones que una casa embrujada, sobre todo si es «valiente y filosófico»; es decir, alguien que encuentra un placer morboso en especular sobre lo oculto. Fitz-James O’Brien menciona que hay dos inquilinos de la señora Moffat que no se mudan a la nueva residencia, un capitán de barco y un sujeto que ha vuelto del salvaje oeste, quienes presumiblemente ya han tenido suficiente horror en sus vidas. Pero, ¿dónde están los fantasmas en esta casa embrujada? La pregunta es pertinente para los inquilinos que han rentado una habitación con la esperanza de ver uno, y acaso un motivo para exigir un descuento. Pasa un mes y no hay reportes extraños, excepto la vela apagada del mayordomo alcohólico.

A pesar de sus antecedentes como soñador y opiófago, Harry actúa racionalmente. No se paraliza cuando es atacado en medio de la noche, sino que somete y ata a su agresor. Para muchos, esta podría ser la parte más aterradora de la historia. Me pregunto si Fitz-James O’Brien está recurriendo a la memoria emocional del lector en relación a los «terrores nocturnos» y al clásico demonio sentado en el pecho que intentaría retratar Fuseli en La pesadilla [ver: Los secretos de «La pesadilla» de Henry Fuseli]. De hecho, Harry solo se asusta cuando enciende la luz y no puede ver a su agresor. El resto de los inquilinos se niega a participar, pero no podemos culparlos. Se instalaron en la pensión para ver fantasmas, no para ayudar a atar a una criaturra invisible que eventualmente se muere de hambre, lo cual es algo poco fantasmal.

Me hubiera gustado encontrar una vaga conexión entre la Cosa y la historia de la casa, pero Fitz-James O’Brien dice que el propietario original huyó del país para evitar ser procesado por fraude bancario. ¿Acaso esta Cosa invisible tiene algo que ver con los excesos del capitalismo? [convengamos que, al menos, la mano invisible del mercado estaría cubierta]. Por otro lado, no sabemos si hay más Cosas por allí, tampoco si esta Cosa en particular es la versión estándar o desmejorada de esta especie, porque lo cierto es que es derrotada por un adicto al opio tomado por sorpresa en la oscuridad. De hecho, tal vez no es tan indefensa como parece; tal vez no come lo que le traen porque no lo necesita; tal vez lo que enterraron en el jardín no es una criatura famélica sino una completamente saciada que descansa hasta que sea hora de alimentarse de nuevo.

Fitz-James O’Brien es un continuador del sobrenaturalismo pseudocientífico de Edgar Allan Poe. La lente de diamante (The Diamond Lens) es un buen ejemplo, pero el más acabado es ¿Qué era eso?. La premisa en estas historias es la negación de alguna ley natural, por lo general, a través de la falta de reacción de uno o más de los sentidos cuando se les pone en contacto con un fenómeno anómalo; en este caso, el sentido de la vista es el que demuestra ser ineficaz. Los fantasmas y espíritus que pueblan la ficción suelen pertenecer a un grupo: se pueden ver, y a veces oír, pero no mucho más. Fitz-James O’Brien toma un camino novedoso: su «aparición» se perceptible por todos los sentidos excepto por la visión. Aquello de «ver un fantasma» ciertamente parece menos aterrador que tocar a uno que no puedes ver [ver: Toques espirituales]

La eficacia de esta historia depende de que el lector sienta la diferencia entre ver un fantasma translúcido asomándose desde algún rincón oscuro y sentir las contorsiones de la Cosa, su piel, sus músculos, mientras lucha desesperadamente por liberarse. Los métodos son los métodos de Edgar Allan Poe, las frases iniciales de ¿Qué era eso? se parecen mucho al comienzo de El gato negro (The Black Cat), pero la concepción es toda de Fitz-James O’Brien.

¿Qué era eso? también desarrolla un escenario donde la masculinidad [normativa] se expresa a través de la intelectualidad, por lo tanto, se opone a la masculinidad «primitiva», construída sobre atributos físicos. En este contexto, la Cosa es una amenaza contra la masculinidad intelectual. Aunque Harry y Hammond están aterrorizados por la criatura, su miedo no deriva de sus intenciones hostiles, sino del hecho de que es invisible y, por lo tanto, impermeable a la mirada inquisitiva del intelecto.

Después de superar el pánico inicial, Harry y Hammond comienzan a estudiar a la Cosa. Al final, su búsqueda de conocimiento se emplea para justificar la objetivación de la criatura, lo cual facilita la experimentación científica, el encierro y, finalmente, su exhibición póstuma como curiosidad circense.

La Cosa es una amenaza a las formas convencionales de conocimiento, por lo tanto, requiere una investigación para descubrir cómo hacerla cognoscible; o, en otras palabras, hacerla encajar en las categorías ofrecidas por la ciencia. Al pasar de la categoría de «monstruo» a la de «fenómeno», la Cosa se aleja a una cómoda distancia de lo que consideramos como «humano», lo cual facilita su objetivación y experimentación [ver: Los Monstruos y lo Monstruoso]

El «monstruo» es una criatura liminal, algo que no tiene categorías, una forma suspendida, si se quiere. El «fenómeno» existe fuera de nuestros conceptos básicos de definición. Ambos, sin embargo, se resisten a ser integrados a los sistemas de conocimiento establecidos, transgreden los límites culturales y, debido a eso, amenazan las formas aceptadas de comprender[nos] y definir[nos]. Esa amenaza, sin embargo, siempre es tomada como una buena ocasión para reafirmar la diferencia entre «nosotros» y «ellos». En este contexto, Fitz-James O’Brien plantea este inusual escenario donde se produce la domesticación del «monstruo» y, tras su estudio y experimentación, su transformación en un vulgar fenómeno de feria.

Si bien ¿Qué era eso? no es un relato gótico, se apoya en el gótico, particularmente en el arquetipo de la Caída. Como en muchas reconfiguraciones victorianas de la literatura gótica, aquí el horror no necesita lugares exóticos; es doméstico, está entre «nosotros», invadiendo nuestros hogares. Para plantear este trasfondo de Caída, Harry constantemente evoca el pasado, por ejemplo, en la descripción de los jardines de la casa:


«La cuenca seca de lo que ha sido una fuente, y algunos árboles frutales harapientos y sin podar, indican que este lugar, en días pasados, fue un agradable retiro sombreado, lleno de frutas y flores y el dulce murmullo de las aguas.»


Este estado de ánimo, que no es exactamente nostalgia, empapa toda la literatura gótica, a veces como un delicado rocío [Cumbres borrascosas], otras como una tormenta [La caída de la Casa Usher]; y puede definirse vagamente como una sensación de «caída», es decir, de un pasado dorado ahora manchado por algo terrible [ver: El secreto de Madeline: análisis de «La Casa Usher»]. El jardín que evoca el Narrador de ¿Qué era eso?, de hecho, parece un recordatorio del Edén; un lugar que, «en días pasados», estaba «lleno de frutas y flores y el dulce murmullo de las aguas». Esta referencia bíblica parece irónica, dado que la fuente de terror en el cuento es un ser sensible que, tal vez, no es descendiente de Adán y Eva.

Fitz-James O'Brien escribió ¿Qué era eso? en el contexto de la crisis financiera y el pánico de 1857, pero creo que esto es menos importante que su recuerdo de la hambruna en Irlanda cuando era joven. Esta experiencia le permite cuestionar la integralidad de los cuerpos. En el centro de la historia hay un cuerpo [invisible], el cuerpo de una «cosa». Harry Escott lo llama «nuestro enigma», un acertijo público y diverso, porque lo cierto es que esta «cosa» no es un cuerpo integral, sino inarticulado: «manos desconocidas», «pies invisibles», «manos ciegas», «un cadáver en la oscuridad». El Narrador incluso aclara que esta es una historia de cuerpos más allá de afrits y ghouls, es decir, cuerpos tradicionalmente espectrales. A través del estado liminal de la Cosa, Fitz James O'Brien sugiere que todos los cuerpos, en mayor o menor medida, son espectrales.

A la pregunta planteada por el doctor Hammond: «¿Cuál consideras que es el mayor elemento del Terror?», las respuestas de Harry Escott [un cadáver en la oscuridad, una mujer ahogándose y un barco abandonado] en realidad no responden a la pregunta. No indican un «mayor elemento»; más bien ofrecen ejemplos de encuentros aterradores con cuerpos [el cadáver en la oscuridad y la mujer ahogándose] o la ausencia de cuerpos [barco abandonado]. La verdadera respuesta está en el cuerpo invisible que cae del techo. En el momento de la pregunta del doctor Hammond, Harry trata de imaginar «algo» más terrible de lo que su imaginación puede proporcionarle. El «mayor terror», por lo tanto, no surge de una proporción imaginable, sino de la frustración de las facultades imaginativas. La Cosa corporiza estos límites al presentar un cuerpo que no puede ser comprendido en su totalidad.


«Hammond y yo nos devanamos los sesos durante la larga noche para descubrir algún medio por el cual pudiéramos darnos cuenta de la forma y apariencia general del Enigma.»


Harry y Hammond primero pasan sus dedos por las facciones de la Cosa. A partir de este conocimiento aproximado, consideran que el cuerpo tiene forma humana. Piensan en otro método, quizás dibujar su contorno, pero lo descartan porque no ofrecería más que su forma superficial. Finalmente usan yeso para darles un «tosco facsímil del Misterio». Esta reproducción, sin embargo, solo les da el molde exterior del cuerpo, revelando sus características a través del espacio negativo en el yeso. Este negativo le permite al Narrador declarar: «parecía como si fuera capaz de alimentarse de carne humana». De este modo, Harry imagina las posibles acciones de la Cosa e interpreta sus motivos como inhumanos: una cosa con forma humana que podría alimentarse de humanos.


«Si no me cree, convénzase usted mismo. Siéntalo, tóquelo.»


Solo el cuerpo invisible puede dar fe de su propia existencia; y es precisamente su existencia lo que responde a la pregunta del doctor Hammond. En este punto de la historia el lector es uno más de los huéspedes de la casa. Hemos ido a «ver fantasmas» [o a buscar una historia de fantasmas] pero nos hemos encontrado con algo diferente. Para retener a los huéspedes [y al lector], Harry trata desesperadamente de presentar su caso. Nos ruega que toquemos el cuerpo invisible. «Puedo darles una prueba evidente de que aquí hay un cuerpo sólido y ponderable que, sin embargo, no pueden ver». Pero los huéspedes se quedan en la puerta de la habitación, rechazan la prueba por temor a que sea cierta. Son testigos de los efectos de la Cosa [observan su peso sobre las sábanas y la almohada y escuchan crujir la cama], pero rechazan el acceso sensorial, el cual permanece inaccesible para el lector.

Los esfuerzos de Harry fracasan tanto con los huéspedes como con el lector, a pesar de que intenta verificar la existencia de la Cosa desde el inicio del relato, donde ofrece algunos «hechos» que probarán la verdad de la historia. Pero el lector no puede tocar el cuerpo, ni verificar ni presenciar sus efectos sobre la cama. En cambio, solo podemos presenciar los efectos de sus efectos, todos registrados en la narrativa: el chillido del doctor Hammond cuando la toca, el grito de los huéspedes y el propio asombro de Harry. Si el propósito del Narrador al contar esta historia es narrar «algunos hechos que sucedieron bajo mi observación», ¿qué nos queda al final? Solo la pregunta: ¿qué era eso?, porque la Cosa, al final, escapa no solo a la imaginación del Narrador sino a sus habilidades narrativas.

En este contexto, ¿Qué era eso? es una historia sobre el fracaso narrativo, ya que el propósito declarado de la narración es presentar el hecho objetivo del un cuerpo invisible. Harry promete hechos a sus lectores, siendo el cuerpo mismo la evidencia central de su caso. Sin embargo, este cuerpo permanece inaccesible para el lector más allá de sus descripciones. Solo se nos brindan pruebas extrínsecas. Pero Harry tiene el mérito de intentar narrar el cuerpo a pesar de que el lector no puede tocarlo. Apenas podemos presenciar la respuesta de alguien que toca el cuerpo, o los efectos secundarios de su interacción con su entorno, pero Harry no parece advertir que la narración fracasará. Al final, el lector sabe algo que el Narrador desconoce: su esfuerzo por narrar el cuerpo, por darle presencia, está condenado al fracaso.

Mientras el Narrador yace en su cama [«inmóvil como un cadáver»] dice que «algo» cayó sobre él; pero momentos después, cuando enciende la lámpara, exclama: «¡No vi absolutamente nada!». Hay una sorprendente yuxtaposición entre el «algo» y la «nada». ¿Como se puede ver «nada»? ¿Cómo se puede contemplar absolutamente? ¿Cómo puede no haber absolutamente nada?. Si las palabras de Harry se contradicen es por su relacionalidad. Mirar determina la postura de un cuerpo hacia otro. «Ver» es un intento de abarcar ese algo; «absolutamente» le da a esta acción una magnitud [en este caso, una magnitud imposible], pero la «nada» marca una ausencia que niega todo lo anterior. «En vano trata la imaginación de comprender la terrible paradoja», dice Harry, que no puede entender sus propios sentimientos en respuesta al cuerpo. ¿Cómo se puede concebir «algo» que es «nada»?

Respuesta: en comparación con su propio cuerpo, un «algo». Por eso Harry tantea la carnalidad del otro, registra su textura, revelando los vacíos, la «nada», en su propio ser. Así, el «mayor terror» de Harry proviene de la reciprocidad de «algo» y «nada», de su propio cuerpo y el cuerpo invisible. Es solo su razón la que no puede captar lo que su cuerpo sí puede sentir.

Fitz James O'Brien abandonó Irlanda en medio de la hambruna y la indigencia general. Su posición social lo protegió de experimentar en carne propia los peores efectos de la hambruna, pero no de sus fantasmas. Me pregunto si el encuentro del Narrador con el cuerpo invisible [y hambriento] no es una representación del encuentro con este fantasma de la hambruna. De hecho, sus primeras piezas poéticas tratan directamente sobre este tema. En La hambruna (The Famine) escribe: «como un lobo en busca de presas / Viene la hambruna en camino»; y luego imagina a las víctimas: «como los cuervos, el hambre enronquece, ronda alrededor del cuerpo sin vida, de un caballo con fiebre». El Narrador de ¿Qué era eso? dscribe a la Cosa como «desnuda», con «manos huesudas», pero su mayor interés está en su boca. Después de que Harry logra sujetar a la Cosa, esta comienza a morderlo con «dientes afilados». Desde su aparición en el relato hasta su muerte, la Cosa está hambrienta pero también indefensa, desamparada, como lo indica su desnudez y su escasa fuerza física [ver: La biología de los Monstruos]

Harry contempla qué debería hacerse con el cuerpo invisible atado a su cama. «¿Quién se encargaría de la ejecución de esta horrible apariencia de ser humano?», pregunta. En cambio, intenta en vano alimentar a la Cosa cuando reconoce los signos de la inanición: «Por horrible que fuera la criatura, era lamentable pensar en los dolores que estaba sufriendo». En efecto, la Cosa es como los esqueletos ambulantes de la hambruna, los ghouls, necrófagos que desentierran cadáveres frescos [y no tanto] para saciar su hambre. De este modo podemos reconocer a la Cosa como otra víctima anónima de la hambruna [ver: Ghouls: la historia secreta de los Necrófagos]

Los reportes de la gran hambruna irlandesa de la década de 1840 son escalofriantes. Nicholas Cummins, un magistrado de la ciudad de Cork, reportó que su edificio fue rodeado por «doscientos fantasmas de personas hambrientas» que clamaban por ayuda, cuyos «gritos demoníacos» resonaban por las calles. El aspecto de estas pobres personas, según Cummings, era el de «espantosos espectros», como si sus cuerpos fueran evidencia de la irrupción de lo espectral, de la muerte hecha piel y huesos en los vivos. Al investigar el tema nos encontramos recurrentemente con el término «espectáculo» [de la indigencia, del hambre, etc]; incluso hay referencias a la hambruna como creadora de una «nueva raza». Cummings habla «multitudes de criaturas degradadas» deambulando por las poblaciones, «criaturas que solo tienen un parecido distante y espantoso con los seres humanos, cuyos rostros idiotas se han endurecido en una mueca asentada de mendicidad, aullando por su presa, como animales monstruosos e inmundos».

Es evidente que estos horrores forman parte de ¿Qué era eso?. La Cosa no es un monstruo de las leyendas, sino la aparición repentina de la bestialidad latente en el ser humano. Si bien la Cosa asusta al Narrador por su carácter macabro, enfatiza su naturaleza a través de su acronismo. En ningún momento en el pasado, dice, ha existido algo así. Y, más adelante: «Esta cosa tiene un corazón que palpita. Una Voluntad que la mueve. Pulmones que inspiran y respiran». La Cosa es un ser humano, o mejor dicho, un ser humano que ha sido reducido a un estado de bestialidad por el hambre. Quizás aquel propietario que huyó luego de cometer fraude bursátil deba responder por el desastre económico que ha causado [ver: El Marxismo en el Horror: los pobres siempre mueren primero]


«Fue un funeral extraño, la caída de ese cadáver sin vista en el agujero húmedo.»


Entierran a la Cosa sin ceremonias y el terror llega a su fin de manera silenciosa, sin la violencia de la irrupción incial de lo extraño. Lo más inquietante, al menos para mí, es esta ansiedad posterior al pánico, el reconocimiento de la propia impotencia, el ser invisible y monstruoso que todos podríamos ser siendo enterrado en un agujero húmedo.




Taller gótico. I Relatos de Fitz-James O’Brien.


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