El entierro prematuro de George Birch: análisis de «En la cripta»


El entierro prematuro de George Birch: análisis de «En la cripta».




Hoy analizaremos el relato de H.P. Lovecraft: En la cripta (In the In the Vault), publicado originalmente en la edición de noviembre de 1925 de la revista Tryout, y luego reeditado por Arkham House en la antología de 1939: El extraño y otros (The Outsider and Others).

Resumen: un médico anónimo relata la historia de un paciente fallecido, George Birch, aportando además detalles del incidente que se han silenciado durante mucho tiempo. Al parecer, Birch no solo quedó conmocionado espiritualmente por aquellos hechos, sino mutilado físicamente.

George Birch, el sepulturero del pueblo de Peck Valley, no era un hombre particularmente preocupado por la dignidad de sus «clientes». No vacilaba en fabricar ataúdes endebles y, en ocasiones, era inexacto en sus mediciones, de modo tal que debía realizar maniobras vecinas a la profanación para encajar a los difuntos en ataúdes demasiado chicos. También descuidaba los entierros en el cementerio de Peck Valley, donde los muertos a menudo quedaban expuestos en la superficie durante los gélidos inviernos de la región. No era un hombre malvado, opina el narrador, simplemente «irreflexivo, descuidado... sin ese mínimo de imaginación que mantiene al ciudadano medio dentro de ciertos límites fijados por el buen gusto» [ver: Lo Subterráneo en la ficción]

El invierno de 1880 fue particularmente duro. Cuando por fin llegó el deshielo primaveral, el cementerio tiene nueve inquilinos nuevos esperando ser enterrados. Birch entierra a uno, pero no tiene prisa por trasladar al resto a sus tumbas. El Viernes Santo decide retomar el trabajo pendiente. Dejando a su nervioso caballo cerca de la cripta, busca primero el ataúd de Matt Fenner. El anciano fue bueno con él, y Birch trata de retribuírselo al proporcionarle un ataúd resistente. Otros inquilinos no corren con la misma suerte, como Asaph Sawyer, un hombre violento y vengativo, odiado y temido por la mayoría, quien recibe uno de los típicos ataúdes deficientes [ver: Las «familias extrañas» de Lovecraft]

Justo cuando Birch localiza el ataúd de Fenner, el viento cierra la puerta de la cripta. En la oscuridad ahora casi completa, Birch cosecha la recompensa por su negligencia: la cerradura oxidada se ha atascado y está atrapado con su silenciosa clientela.

Gritar no sirve de nada, ya que no hay nadie más que su caballo para escucharlo. Birch busca a tientas sus herramientas. Con martillo y cincel piensa escapar arrancando parte del larguero de ladrillo sobre la puerta. Pero, ¿cómo llegar hasta él? ¿Quizás utilizando los ocho ataúdes restantes? Birch decide apilarlos frente a la puerta, con el ataúd de Fenner encima para que sirva como plataforma de trabajo resistente.

Imperturbable ante la idea de lo que hay dentro de los ataúdes, Birch levanta una especie de Babel temblorosa. En la oscuridad debe identificar el ataúd de Fenner por el tacto; de hecho, lo coloca en la segunda capa superior por error, pero afortunadamente vuelve a caer en sus manos. Se sube a la torre y se pone a trabajar. La mampostería es menos flexible de lo que esperaba. Sigue trabajando hasta la medianoche, con los relinchos cada vez más excitados de su caballo sonando de fondo. Por fin, el agujero es lo suficientemente grande, pero justo cuando Birch intenta atravesarlo, el ataúd de Fenner, supuestamente robusto, se derrumba y lo arroja dos pies hacia abajo. Un hedor insoportable satura sus fosas nasales.

Finalmente, tan asustado como lo amerita su situación, Birch lucha por salir del ataúd y atravesar el agujero, pero algo lo detiene... algo que le sujeta los pies. Clavos o astillas son las únicas respuestas que sugiere su mente materialista, pero Birch grita mientras se suelta, casi desmayándose.

De alguna manera atraviesa el agujero, cae al suelo y se arrastra hasta la cabaña del cementerio. Birch convoca al doctor Davis, el predecesor de nuestro narrador. A Davis no le gusta la forma en que los tobillos de Birch han sido lacerados. Después de vendar las heridas, insta a Birch a convencerse que fueron los clavos y la madera astillada las que lo dejaron lisiado, tal vez de manera permanente, ya que sus dos tendones de Aquiles han sido cortados. Luego Davis va a la tumba y confirma sus temores.

Vuelve para susurrar con vehemencia la verdad al oído de Birch. Fue el endeble ataúd de Asaph Sawyer, del mismo tamaño que el de Fenner, el que Birch puso encima de la pila. Está abierto y Davis ha visto el cráneo de Sawyer, aplastado por las patadas de Birch. Lo que lo aterrorizó, sin embargo, fue la expresión en lo que quedaba del rostro de Sawyer, un gesto de venganza digno de un hombre cuya «furia podría vencer al mismo viejo padre Muerte».

Davis le dice a Birch que no lo culpa por darle a Sawyer un ataúd desechado, pero que fue demasiado lejos al «adaptar» el cuerpo para que entrara en él. Porque Fenner era un hombre pequeño, y Sawyer, alto, y Birch obtuvo lo que se merecía por hacer que el cadáver de Sawyer encajara al cortarle los pies por los tobillos.

En la cripta se basó en una sugerencia hecha en agosto de 1925 por Charles W. Smith, editor de la revista Tryout. El relato fue rechazado inicialmente por Weird Tales, Al parecer, Farnsworth Wright, editor de la revista, consideró que no pasaría los filtros de censura de algunos estados norteamericanos [ver: El Círculo de Lovecraft y la aristocracia de «Weird Tales»]

Cuando se publicó Los amados muertos (The Loved Dead) [en colaboración con C. M. Eddy, Jr.] en el número de mayo-junio-julio de 1924 de Weird Tales, se produjo una fuerte controversia. La edición fue prohibida al menos en Indiana, y tuvo problemas en todo el país. El editor de Weird Tales, Farnsworth Wright, se mostraría cauteloso con las historias que contenían temas socialmente polémicos durante años. Los amados muertos es la narración en primera persona de un necrófilo que huye de las autoridades mientras explica las raíces de su predilección por los cadáveres. El material resultó demasiado explícito para el público, y los intentos de Wright de evitar otra controversia provocaron que historias relativamente inocuas como En la cripta no fueran publicadas en 1925. Por sugerencia de August Derleth, Lovecraft reescribió los pasajes más escabrosos del manuscrito y el cuento finalmente fue aceptado por Weird Tales en 1931 [ver: August Derleth: el creador de los Mitos de Cthulhu]

La elección del narrador de En la cripta es típica de Lovecraft: un hombre altamente educado, esta vez un médico en lugar de un profesor, quizás porque resultaba más fácil situar a un médico en una zona rural como Peck Valley que a un erudito. De todos modos, el médico tampoco parece feliz de estar allí.

El doctor Davis comienza con un argumento contra el tipo de trabajo que realiza el sepulturero. Birch no se habría salido con la suya con sus prácticas laxas en la ciudad. La gente del campo de Lovecraft [excluyendo a los que conocimos en El color que cayó del espacio] siempre es un poco degenerada, como el anciano en El grabado en la casa (The Picture in the House), los ocupantes ilegales en El horror oculto (The Lurking Fear) y los habitantes del decadente Dunwich. En este contexto, Birch no puede contar su propia historia, tampoco el doctor Davis, el viejo médico rural que lo trata después de su «accidente» en la tumba; de modo que el narrador anónimo está mucho más distante de los terribles sucesos ocurridos aquel Viernes Santo de 1881.

Me pregunto a quién le está contando su versión de la historia, adornada con detalles difíciles de imaginar que un delirante y moribundo Birch hubiera confesado, incluidos sus propios pensamientos mientras se desarrollaba la acción. El narrador también es más crédulo de lo que uno espera, y jamás considera que Birch debe haberlo imaginado todo, quizás borracho hasta la médula. ¿Está escribiendo en un diario privado? Parece una suposición razonable.

En la cripta es una de las historias más conocidas de Lovecraft [y no precisamente de las mejores], junto con El extraño y algunas otras escritas en la década de 1920. George Birch, el incompetente empleado de pompas fúnebres a quien el autor describe como «laxo, insensible y profesionalmente indeseable; sin embargo, sigo pensando que no era un hombre malvado», básicamente es una advertencia sobre la necesidad de tener buenas relaciones con el cliente, especialmente cuando este no está vivo. Debido a que gran parte de la acción transcurre en la oscura cripta de un cementerio, la presentación sensorial es principalmente a través del olfato y el tacto, y solo más tarde a través de la visión. La referencia sutil a cosas repugnantes se convierte en referencia gráfica a medida que avanza la historia [ver: Lo olfativo, lo visual, lo auditivo y lo táctil en el Horror Cósmico]

¿Por qué Lovecraft sintió la necesidad de reescribir el relato para adaptarlo a las obligaciones editoriales de su tiempo?

Después de todo, En la cripta no es precisamente su material habitual; de hecho, no da impresión de que se hubiese emocionado mucho con él. Irónicamente, para una historia en la que la falta de sensibilidad reflexiva es el defecto imperdonable, En la cripta carece por completo de sensibilidad. Desde las primeras advertencias hasta el melodrama en cursiva del final, la historia depende casi exclusivamente de crudos efectos superficiales. Quizás es por eso que Lovecraft hace que su narrador de segunda mano se lave las manos diciendo que no es un «narrador de cuentos experimentado».

Lo más cerca que nos acercamos a la sutileza [y no demasiado] es en el uso casual de dos fragmentos de simbolismo religioso. La historia tiene lugar el Viernes Santo, presumiblemente para evocar imágenes de entierro y resurrección. Supongo que difícilmente podríamos tener al ciudadano más insensible del pueblo trabajando en Pascua, pero la connotación de la historia es tan pobre como la de Sawyer con su ataúd. Luego, la plataforma de escalada improvisada de Birch recibe el nombre de Torre de Babel. Muestra un poco de arrogancia aquí y un respeto insuficiente por lo sobrenatural, pero la Torre original refleja un exceso de celo imaginativo en lugar de un déficit. Nuevamente tenemos la similitud superficial, pero un ajuste pobre debajo.

El narrador dice que la mayoría de los sepultureros son «especímenes primitivos», con Birch como un ejemplo particularmente atroz. Ciertamente las personas que trabajan con la muerte pueden parecer bastante insensibles, pero en general son conscientes de la dignidad de sus «clientes». En cierto modo, la apreciación del horror es un signo de civilización, y Birch, por contraste, es un sujeto brutal [ver: Autopsias lovecraftianas: el arte de diseccionar lo innombrable]

Creo que vale la pena examinar más a fondo esta suposición: que el aprecio por lo extraño y lo espantoso es un signo de buena crianza, incluso de inteligencia, que a su vez alimenta la sensibilidad de seguir las restricciones de la sociedad incluso cuando nadie está mirando. La imaginación refuerza el tabú. Es una afirmación antropológica interesante, y posiblemente no del todo descabellada. Es cierto que el horror a menudo obtiene su combustible de la ruptura de un tabú: casi todas las historias de terror, incluso las leyendas urbanas, a menudo advierten contra la violación de reglas aparentemente arbitrarias. No dejes el camino, no salgas en determinada noche del año y, sobre todo, no juegues con cadáveres. Una de las funciones sociales del Monstruo es animarnos a permanecer dentro del círculo seguro de las restricciones tribales [ver: ¡No salgas del camino! El Modelo «Caperucita Roja» en el Horror]

Pero el miedo no es el único sostén de la civilización, y creo que ahí es donde En la cripta decae un poco. Un miedo básico basado en un tabú es, en última instancia, un miedo inspirado en la transgresión de una prohibición, y eso no es suficiente para sostener una historia; a lo sumo, sirve para dar la patada inicial. Es una versión rústica de Lovecraft, donde el horror se resume a un cadáver mordedor de tobillos; algo bastante lejano al horror de ese cosmos indiferente y sin sentido que veremos en los Mitos de Cthulhu [ver: Cosmicismo: la filosofía del Horror Cósmico]

Después de analizar una serie de historias sólidas de Lovecraft en El Espejo Gótico, llegamos a lo que podría llamarse un tímido homenaje [¿pastiche?] de Edgar Allan Poe [después de todo, lo de Birch es un auténtico «entierro prematuro»]. No obstante, En la cripta fue reeditado numerosas veces [quizás por la sencilla razón de que es bastante corto], tal es así que es una de esas historias de Lovecraft con las que primero se encuentran sus futuros fanáticos.

Lovecraft tiende a dedicar bastante tiempo a preparar la escena, porque el poder de su mundo proviene de las palabras, los olores y la arquitectura. Esta historia pasa páginas enteras hablando del propio Birch, pero el efecto [al menos para mí] lo transforma en una especie Scrooge o Grinch. Es un hombre bucólico y cascarrabias, pero además es un holgazán. Este es el punto clave: Birch se ha convertido en víctima de su propia negligencia, que a su vez no es otra cosa que el resultado visible de su pereza. 

Aquí está el primer indicio del tema de Scrooge: Birch está sembrando su propia cosecha. Él mismo creó una situación en la que ahora se ha quedado atrapado. Los «fantasmas» de su pasado están regresando para perseguirlo, pero eso es solo el comienzo.

No puede abrir la puerta de la cripta, por lo que decide adoptar el enfoque de un niño que quiere escapar de su cuna, de modo que apila todos los ataúdes para formar una especie de andamio:


[Y así el prisionero se afanó en el crepúsculo, levantando los restos inconscientes de la mortalidad con poca ceremonia, mientras su Torre de Babel en miniatura se elevaba poco a poco. Mientras montaba los ataúdes divididos, sintió su peso de manera muy conmovedora; especialmente cuando, al llegar al más alto, escuchó ese crujido agravado que denota el desgarro total de la madera. Tan pronto como apoyó toda su masa encima, la tapa podrida cedió y lo arrojó dos pies hacia abajo sobre una superficie que ni siquiera él quiso imaginar.]


Aquí se nota claramente una reescritura. Lovecraft rara vez se centra en lo repugnante, en cambio, prefiere elaborar tácticas psicológicas mucho más avanzadas; sin embargo, aquí se queda a mitad de camino, probablemente porque este es el punto de la historia que ha resultado controversial para los editores. En definitiva, los pies de Birch han atravesado el ataúd debajo y se han hundido en el cadáver de Asaph Sawyer. Siendo un cuento de Lovecraft, el lector espera que suceda algo extraño, algo inesperado, algo de otro mundo, pero esta historia es la excepción a la regla. Esta historia es puramente sobrenatural: el cadáver le agarra la pierna.


[Conoció el miedo por primera vez esa noche. No podía librarse del agarre desconocido que mantenía sus pies en un cautiverio implacable. Dolores horribles, como de heridas salvajes, le atravesaron las pantorrillas; y en su mente había un vórtice de miedo mezclado con un materialismo insaciable que sugería astillas, clavos sueltos.]


Birch en realidad le cortó los pies a Sawyer para asegurarse de que encajara en el ataúd, y el doctor Davis verificó que las marcas de los dientes en el tobillo de Birch eran idénticas a las que podrían haber dejado los dientes podridos de Sawyer. Para mí, este es el fantasma que aparece para mostrarle a Scrooge el camino correcto y, por contraste, los errores de su pasado. Ya sea que el pie de Birch se apoyara de casualidad en la boca del cadáver, o que este se animara sobrenaturalmente, presa de una ira de ultratumba, todo se resume a las decisiones que Birch fue tomando en su vida.

Hay otro personaje central en En la cripta: el caballo. Este parece tratar de decirle a Birch que lo que estaba haciendo era un error. Para mí, el caballo es el único indicador de que estamos en una historia de Lovecraft. No tiene sentido, ¿verdad? Dejame explicártelo.

Normalmente tendríamos un narrador poco confiable contándonos la historia. En algún momento se nos brindaría información dudosa, nunca una declaración directa del narrador diciendo que algo anda mal. En esta historia, en cambio, todo es bastante normal, excepto el caballo [una versión paralela del perro del Grinch, Max]. El caballo da indicios en cada etapa de que Birch no está haciendo las cosas bien. Cuando este llega a la cripta, el caballo relincha, patea y patalea, y pronto deja a Birch a su suerte mientras el hombre se aventura en el interior. No es hasta este punto, cuando el caballo se va, que empezamos a tener algo más allá de lo normal, y el caballo no se marcha hasta el final de la historia.

Lovecraft se mueve en una estructura donde siempre hay un Guardián simbólico. Si algo causa una ruptura con lo normal, el Guardián trata de evitarlo, casi nunca exitosamente. Son estos personajes, humanos o no, los que mantienen las cosas dentro de lo normal. En esta historia no sabemos con certeza si lo que le sucedió a Birch fue sobrenatural o no, pero lo que deja eso en duda es que el Guardián se ha ido. Una vez que este caballo se va, ocurre la locura.

La propensión de George Birch a enterrar a las personas en las tumbas equivocadas [y la queja de Joseph Curwen sobre las lápidas y el contenido de tumbas que no coinciden] nos recuerda que pocas personas parecen descansar en paz en el multiverso de Lovecraft.




H.P. Lovecraft. I Mitos de Cthulhu.


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El artículo: El entierro prematuro de George Birch: análisis de «En la cripta» fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

3 comentarios:

Alexander Strauffon dijo...

Muy, muy bueno.

Slendygamer1 dijo...

Hace una semana que no publicás nada. ¿Estás bien?

Sebastian Beringheli dijo...

Sí, aquí estamos de vuelta. Gracias por preocuparte.



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