«La guerra final»: David H. Keller; relato y análisis.
La guerra final (The Final War) es un relato de terror del escritor norteamericano David H. Keller (1880-1966), publicado originalmente en 1949 y luego reeditado en la antología de 2001: Acólitos de Cthulhu (Acolytes of Cthulhu).
La guerra final, uno de los cuentos de David H. Keller menos conocidos, relata la historia del despertar de Cthulhu y sus extraños planes para invadir la Tierra [ver: Cthulhu: origen e historia según el canon de H.P. Lovecraft]
SPOILERS.
La guerra final de David H. Keller pertenece a los Mitos de Cthulhu de H.P. Lovecraft, aunque posee algunos matices que lo distancian notablemente del tono de los relatos clásicos del ciclo lovecraftiano. Aquí, Cthulhu comienza a urdir planes para invadir la tierra y exterminar a la raza humana. Para lograrlo elabora una estrategia descabellada que culminará en una guerra devastadora. Afortunadamente, un sujeto llamado Thompson logra descifrar algunas claves en el Necronomicón para detener a Cthulhu y enviarlo nuevamente fuera de los círculos de la Tierra.
La guerra final es un relato muy breve e inusual, y sus intenciones no son exclusivamente literarias. A fines de los años '40 del siglo pasado, la Sociedad de Ciencia y Fantasía de Portland realizó un concurso de ilustración que arrojó como ganadores diez piezas muy diversas, algunas de las cuales estaban relacionadas con los Mitos de Cthulhu. David H. Keller decidió escribir un relato breve agrupando algunas de esas ilustraciones, como homenaje. El resultado de este experimento es La guerra final, un híbrido descabellado que sitúa a Cthulhu en el planeta Saturno [una de las ilustraciones ganadoras representa al planeta anillado], quien está decidido a lanzar una ofensiva global contra la Tierra.
Sería injusto valorar La guerra final de David H. Keller por algo que no estaba destinado a ser, esto es, un relato consistente. Por el contrario, si acaso tiene algún valor además de engrosar el canon de relatos de los Mitos de Cthulhu, es lo absurdo de su argumento y el detalle curioso de la encarnación que utiliza el propio Cthulhu para manifestarse en nuestro planeta: una mujer.
Sin embargo, La guerra final es una historia tan floja, tan desatinada [vamos, asombrosamente mala], que uno siente que se está perdiendo algo. El relato se centra en una guerra entre la humanidad y Cthulhu, aunque de Cthulhu solo tenemos el nombre [ver: ¿Cómo se pronuncia «CTHULHU» en realidad?]. Aquí, el Primigenio vive en Saturno (?), donde construye un ejército de autómatas [Shoggots, probablemente] para apoderarse de la Tierra. En una movida estratégica incomprensible, Cthulhu toma la forma de una mujer hermosa y literalmente se debilita al tener el cerebro emocional de una mujer (?)
Nos parece legítimo incluir La guerra final en nuestra lista de historias de los Mitos, más como rareza que por su valor literario. Si eres fanático del horror cósmico, probablemente deberías leerlo porque es lo más cerca que estarás de contemplar el vacío de un universo caótico y sin sentido.
La guerra final.
The Final War, David H. Keller (1880-1966)
(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)
Thompson se sentó en su solitaria biblioteca leyendo un libro muy antiguo. Escrito en vitela, estaba encuadernado con la piel bronceada de un chino asesinado por un mago en Gobi. El hígado oriental no había logrado desbloquear el pasado ni dar ninguna información sobre el futuro. La piel, sin embargo, encuadernó un libro que estaba destinado a salvar a la humanidad.
El erudito había leído a menudo este tomo muy antiguo, en lo que hasta ahora había sido un esfuerzo inútil por desentrañar su secreto. Esa noche, en medio de su lectura, de repente vio la solución al misterio. Continuó leyendo durante la noche con un miedo creciente que se apoderó de su alma con garras heladas. Por fin se dio cuenta de la tremenda importancia del mensaje escondido durante tanto tiempo en el viejo folio. La vela, avivada por el aliento de la muerte inminente, parpadeó sobre su hombro. La muerte pendía de un terror flotante.
—¡El mundo y todo lo que hay en él será destruido! —susurró Thompson—. Solo yo me doy cuenta del peligro. Soy el único que puede salvar a la humanidad. Pero solo soy un soñador. Los científicos deben ayudarme. Solo ellos pueden ganar esta guerra final.
Esa noche Thompson leyó sobre Saturno, el planeta distante, misterioso y amenazador; una tierra de altas montañas y de abismos tan profundos que las rocas que caen tardan años en llegar a su lugar de descanso final.
Leyó acerca de las cavernas excavadas en la roca por millones de esclavos desesperados que rezaban por nada más que la muerte para terminar con su tormento; sobre túneles iluminados por la fría luz de gigantes luciérnagas, cada una encadenado a un pilar, alimentada con setas mezcladas con fósforo; sobre ciudades habitadas por razas muy antiguas.
El libro describía a estos seres, no a hombres, sino a seres vivos con formas que solo el consumidor de opio podía imaginar. Monstruos inmundos y sucios que amaban y adoraban a un Dios del más allá. Este Dios, maligno, poderoso, iracundo, terrible en inteligencia, meditó durante una eternidad con un solo deseo: conquistar la tierra, hacer esclavos a los hombres y llevar sus almas a un lugar de tormento eterno.
Thompson continuó leyendo. Finalmente escribió la transcripción de una página. Su mano temblaba. Incluso mientras escribía, dudaba de su traducción del código antiguo.
«Saturno no contenta al Gran Cthulhu. La hermosa gente de Venus ha perecido; los hombres en la construcción de ciudades subterráneas, las mujeres en laboratorios de horribles experimentos genéticos. Los científicos de Mercurio se afanan en crear nuevas formas de destrucción mientras los ejércitos de Marte se preparan para la conquista de otros mundos.
«Cthulhu tiene muchas formas, pero generalmente asume la de un sapo gigantesco, con ojos hipnóticos, garras envenenadas y una inteligencia que desafía la comprensión de la mente terrenal. Los dioses menores de Saturno están controlados por este gran Dios. A la hora señalada visitará la tierra y la convertirá en un desierto. ¡Que tengan cuidado todos los que leen! Vendrá con naves espaciales, ejércitos mecánicos, venenos y armas obscenas. Si todo esto falla, él, al final, se transformará en una mujer hermosa y, a través de su seductora belleza, esclavizará y torturará sus almas.»
La vela parpadeó.
—Al menos —murmuró Thompson— nos han advertido.
Los terrícolas aceptaron la advertencia de Thompson. Las Naciones Unidas erigieron un gran laboratorio experimental en el desierto de Arizona. De gruesos muros se elevó un enorme cono, hacia el cielo amenazante de donde vendrían las fuerzas invasoras. Los astrónomos mantuvieron una vigilia de veinticuatro horas en busca de naves espaciales enemigas. Los científicos observaron el espectro de nuevos elementos de Saturno. Los biólogos perfeccionaron cultivos mortíferos y prepararon antisueros que protegerían en la guerra bacteriológica. Los químicos encontraron explosivos más poderosos que la bomba atómica. Se construyeron barcos aéreos propulsados por cohetes.
Pero Jenkins perfeccionó un invento final, basándose en una sugerencia de Thompson. Esto era tan novedoso en su forma, tan sutil en su uso y tan poderoso, que los dos hombres esperaban, si todo lo demás fallaba, que su invento ganara la guerra final.
Varios grupos ayudaron en la construcción de esta nueva arma, pero cada uno hizo solo una parte. Estas partes fueron reunidas, vitalizadas, convertidas en un todo perfecto por Jenkins, observadas e instruidas por el soñador, Thompson.
—Es la mano del Destino —gritó Jenkins.
Y Thompson respondió:
—¡Yo la llamaría la mano de Dios!
Mientras tanto, todo era actividad en Saturno. Allí, el Gran Cthulhu había perfeccionado a sus hombres máquinas. Con cuerpos metálicos, cerebros electrificados, esos trabajadores científicos podrían realizar en sus laboratorios de cavernas tareas que hubieran sido imposibles para los más grandes científicos de la tierra.
Detrás de ellos, controlando todas sus actividades, dirigiendo su genio inventivo, estaba el misterioso poder del Gran Dios. Hasta ese momento, había hecho realidad todos sus sueños. Su historia demostró que una guerra iniciada es una guerra ganada. Solo quedaba por conquistar la Tierra. Viviendo desde el principio de los tiempos, seguro de que nunca moriría, estaba impaciente por conquistar el último de los planetas. Día tras día, noche tras noche, condujo a los hombres de las máquinas que trabajaban incansablemente hacia su objetivo. Los químicos biológicos perfeccionaron una nueva y terrible forma de guerra.
—¡Destruiré sus ciudades! —Cthulhu se jactó ante los dioses menores—. Haré de su tierra un lugar desolado. Finalmente, en su desesperación, perderán el poder de resistir y buscarán solo la muerte, sin darse cuenta de que tomaré sus almas y las torturaré de muchas maneras obscenas a lo largo de una eternidad.
Los hombres de las máquinas finalmente completaron la nave espacial, la cual, lanzándose a través del vacío de los cielos, finalmente aterrizaría en la tierra y completaría su misión de destrucción. Hábilmente hecha, propulsada por cohetes, cada parte de su viaje había sido cuidadosamente planificada. No se había pasado por alto ningún detalle. La inteligencia hipnótica y todopoderosa del Gran Dios había dominado tan completamente a los hombres de las máquinas que el resultado final, la nave portadora de la muerte, fue una obra maestra de imaginación diabólica.
No llevaba tripulación. Una vez lanzada, iría directamente a la tierra.
Cthulhu no confiaba en nadie para iniciar su vuelo. A la hora señalada se dirigió al tubo que albergaba la nave y, por última vez, repasó todos los detalles de su construcción. Una vez más, trazó correctamente su curso para que aterrizara en el rico cinturón de maíz de los Estados Unidos.
Finalmente accionó el botón de arranque y el hermoso cilindro arrancó.
—Esos lamentables hombres terrestres ahora tendrán algo de qué preocuparse —les gritó a los dioses menores.
—¡Grande es Cthulhu! —gritaron ellos.
El largo cohete cilíndrico se acercó a la tierra, la rodeó y luego, deteniéndose sobre el valle superior del Mississippi, se desintegró, derramando su cargamento sobre la tierra negra. Llevadas por el viento, las pequeñas semillas esparcidas cayeron al suelo, germinaron de una vez y en un día crecieron completamente. Las plantas masculinas, desarraigadas, se arrastraron hasta las plantas femeninas y las impregnaron. Otro día explotaron los ovarios maduros, esparciendo semillas para otra generación.
Esas plantas no solo eran carnosas, sino que exudaban un vapor que mataba a todos los que lo respiraban y un jugo que quemaba y pudría la carne de todos los que las tocaban. Millones se esparcieron del campo a las ciudades, trayendo la muerte tan rápidamente que no pudo evitarse. Solo el desierto seco y sin vida era inmune. Allí se habían colocado las aeronaves, preparadas para cualquier eventualidad. Entraron en acción con sus chorros de llamas. Paciente y metódicamente, las plantas mortales fueron incineradas.
Finalmente todas fueron destruidas. El dios Cthulhu había fallado en su primer asalto.
Las ciudades fueron destruidas, pero lo mejor de la humanidad sobrevivió para luchar.
Cthulhu se preparó para un asalto que sintió sería el paso final hacia la victoria. Estaba seguro de conocer el alma de los hombres, sus deseos secretos, su fatal debilidad. Esta vez usaría no un moderno instrumento de guerra, sino el más antiguo conocido por toda la vida en todos los planetas. Estaba tan seguro del éxito que decidió ir solo, desatendido incluso por su dios menor más favorecido, ir a la Tierra y, sin ayuda, usar su poder mágico de tal manera que ningún simple hombre de la Tierra pudiera resistirlo.
Hizo que sus hombres de máquinas construyeran una nave globular con una sola abertura. Cuando la puerta circular estuviera abierta, un globo mucho más pequeño podía descender a la tierra guiado por un rayo de luz.
En este globo, el Gran Dios aceleró hacia la tierra en lo que estaba seguro que sería un viaje que terminaría en victoria.
El sapo gigante saltó del pequeño globo cerca de las ruinas de una ciudad de Utah. Con grandes saltos se apresuró a viajar a Arizona. Allí, en un desierto de rocas volcánicas y cedros muertos, sufrió una metamorfosis que revela su bivalencia primitiva. Ahora el sapo se había ido, siendo reemplazado por un macho y una hembra como el hombre en sus sueños más locos nunca había visto; o una vez visto hubiera muerto de puro horror.
Macho y hembra vivieron durante el tiempo señalado en el desierto. La hembra, con un ojo, una cola larga, manos humanas terminadas en garras largas, cuando estaba sola, sacudía sus orejas de mula y llamaba en voz alta a su pareja. Tenía pantorrillas de hombre, muslos de oso, torso de toro y cabeza de diablo. Al escuchar la llamada de su compañera, galopaba hacia ella, rugiendo su apasionada canción de amor. En todos los sentidos, era el tipo de hombre que apreciaba este tipo de mujer.
¡Estaban enamorados!
Así vivieron en un jardín del Edén. Hubo mutua satisfacción, pero cuando la hembra se dio cuenta de su delicada condición, el macho supo que la luna de miel había terminado y escondió su cabeza en un agujero de roca y murió. Su alma, la mitad del Dios del Más Allá, simplemente pasó a la nueva vida que la mujer traía al mundo. Ella dio a luz a un bebé y luego ella también murió. Ahora el Dios estaba nuevamente unido en esta amenaza mortal para el mundo, una mujer hermosa.
Allí, sola en el desierto, se dio cuenta de su poder. ¿Qué hombre podría resistirse a sus encantos? Una vez en su poder, podría convertirlo en esclavo. Así, las mujeres siempre han tratado a los hombres, y ahora Cthulhu, como la Supermujer, mostraría a los hombres que eran simplemente pequeños animales para ser retorcidos alrededor de sus delicados dedos, succionados de toda sangre y sus almas enviadas al Infierno.
Thompson se había anticipado a la Mujer. Las últimas páginas del viejo libro lo habían preparado. Con la ayuda de Jenkins, había hecho una trampa. Solo había una pregunta. ¿Funcionaría?
La Mujer se deslizó sobre el desierto. Su hermoso rostro brillaba con la expectativa de la victoria. Sus encantadores dedos se movieron ante el ansia de desgarrar los cuerpos de todos los hombres. Dentro de ella, el Gran Dios resplandecía de satisfacción al pensar en todas las formas en que mutilaría sus almas. No se dio cuenta de que el hermoso cuerpo que había hecho para habitar tenía, en una pequeña circunvolución de su cerebro, curiosidad y un deseo de amor.
De repente, la Mujer vio una mano gigantesca surgiendo del desierto arenoso. Era una mano muy masculina con dedos cortos, rechonchos y poderosos. El dorso estaba cubierto de pelo; la palma era suave.
—¡Qué hermosa mano! —exclamó la Mujer—. Podría descansar en esa mano mientras las yemas de los dedos acarician mi hermoso cuerpo.
Se arrastró hasta la mano y se acurrucó en la palma blanda.
—Ámame, maravillosa mano masculina —ordenó.
Los dedos y el pulgar se cerraron sobre ella, aplastándola lentamente hasta la muerte.
Cthulhu gritó.
Ahora, en la tierra, no tenía dónde vivir. Su fracaso fue total. No podía hacer nada más que regresar a Saturno.
El hombre había ganado la guerra. La humanidad estaba a salvo. Una civilización más fina se levantó sobre las ruinas.
David H. Keller (1880-1966)
(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)
Relatos góticos. I Relatos de David H. Keller.
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El análisis, traducción al español y resumen del cuento de David H. Keller: La guerra final (The Final War), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com
2 comentarios:
Cthulhu convertido en una mujer. Y hasta una damisela en peligro, que es aplastada por una mano gigante.
Diría que es algo paródico, digno de ser adaptado a una historieta humorística, más que un relato perteneciente a los Mitos.
A Nyarlathotep no le hubiera pasado.
Hola! Antes que nada ¡gracias por haberlo subido!. Ahora viene la crítica: ¡QUE CUENTO ABSURDO!
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