Espíritus y entidades que se obsesionan con los vivos


Espíritus y entidades que se obsesionan con los vivos.




En términos paranormales hay algo peor que una casa embrujada, y es cuando un espíritu o una entidad no humana se obsesiona con una persona viva, llegando a seguirla constantemente, sin descanso, incluso cuando ésta decida mudarse a otro lugar.

Este fenómeno no es habitual, es cierto, pero sucede, y posee algunas características particulares que resultan muy interesantes de analizar.

Cuando un espíritu o una entidad se obsesiona con una persona viva, es importante descartar la posibilidad de que se trate de un fantasma, en esencia, un tipo indiferenciado de energía residual que queda impreso en un sitio determinado, y cuyo comportamiento, como si se tratara de una grabación, se repite como en un bucle (ver: ¿Los fantasmas son «grabaciones» impresas en la realidad?).

Aquí, en todo caso, los fenómenos que suceden alrededor de la persona varían notablemente, pero poseen un esquema que también puede analizarse por fases o etapas.

Este tipo de obsesión, por llamarla de algún modo, procede del deseo de la entidad de comunicarse con la persona viva; cuando eso no se logra, ésta puede mostrarse incluso violenta. No importa cuántas veces la persona se mude de domicilio a lo largo de los años. En realidad, importa poco que lo haga, la entidad la seguirá adónde vaya. En muy pocos días en su nuevo hogar, la persona advertirá que los fenómenos paranormales vuelven a producirse, y probablemente de forma más intensa que antes.

Repasemos, a grandes rasgos, algunas características de cada fase de la obsesión espiritual:



Fase primera: llamando la atención.

a- La persona nota que algunos objetos en su casa parecen haber sido movidos de lugar, sin que haya una explicación razonable. También se perciben olores indefinibles en ciertos lugares de la casa (ver: ¿Qué es ese olor?: entidades que se manifiestan a través del aroma).

b- En la segunda fase la persona puede oír voces, que casi siempre susurran su nombre. El tono de voz que se oye generalmente es infantil (ver: Escuchar fantasmas de niños que ríen y lloran en la casa).

En este punto, las mascotas de la casa pueden comenzar a tener un comportamiento infrecuente en ellas. No es raro que los perros y los gatos se quejen, se sobresalten sin motivo aparente, y orinen en sitios en donde habitualmente no lo hacen (ver: ¿Los gatos y perros pueden ver a los espíritus?).

c- Aquí, la persona comenzará a escuchar ruidos extraños en la casa, pero SIEMPRE en una habitación en donde no está. Por ejemplo, si está duchándose, quizás escuche ruidos inusuales en la cocina, o en el dormitorio. Los más comunes son los ruidos de puertas de armarios, alacenas y gabinetes que se abren y se cierran con fuerza.

Este fenómeno puede intensificarse enormemente, a tal punto que cuando la persona sale de una habitación, oye como si, detrás, alguien estuviese revolviendo sus cosas, muchas de las cuales pueden terminar en el piso.

Cada vez que la persona ingresa en una habitación en donde se produjeron estos sucesos se percibe una atmósfera saturada, como si el ambiente estuviese cargado negativamente (ver: Espíritus y «ambientes cargados»).


Fase segunda: contacto.

A medida que estos eventos se producen, y no de forma aislada, sino constante, la persona seguramente se pondrá cada vez más nerviosa. Esto solo consigue que las cosas empeoren.

a- Los olores en la casa se vuelven cada vez más nauseabundos, como si una ráfaga fétida de repente nos golpeara en la cara (ver: El olor de los ángeles, demonios, espíritus y fantasmas).

b- Se producen otros fenómenos asociados, que no corresponden exactamente al espíritu o entidad obsesionada con la persona viva, sino que más bien son algo así como un efecto colateral de su presencia en la casa (ver: Parásitos astrales y las «malas energías» e Infección Astral: casas tomadas por los espíritus).

c- El fenómeno de la Experiencia Aparicional, es decir, cuando la persona siente que no está sola, a pesar de estarlo, se vuelve algo constante. De hecho, es probable que la sensación lo acompañe en cualquier lugar de la casa, aunque en determinados sitios se percibe con mayor intensidad (ver: Sentirse observado: ¿paranoia o fenómeno paranormal?).

El contacto, en este punto, es cada vez más cercano, como si de algún modo el espíritu se hubiese pegado a la persona viva (ver: Entidades del Plano Astral que se «pegan» al aura).

Lo visual también comienza a experimentarse intermitentemente. La persona empieza a ver sombras que se mueven por el rabillo del ojo, e incluso figuras humanas que aparecen y desaparecen de repente.

Dormir tampoco trae demasiado alivio. Lo más frecuente es sentir que alguien nos sopla en la cara, justo antes de quedarnos dormidos (ver: Cuando algo invisible te respira en la cara). También puede producirse la sensación de que algo invisible te toca.


Fase tercera: Opresión.

A esta altura de los acontecimientos las cosas se vuelven realmente difíciles. No solo la entidad se percibe en toda la casa, sino que además se siente una atmósfera de enojo cada vez más intensa (ver: Cómo y por qué algunas entidades se «pegan» a las personas).

Algunas personas descubren marcas extrañas en su piel, como arañazos. Otras sienten un ardor súbito e inexplicable, como si algo los estuviese quemando, sobre todo en la zona del cuello. A veces es solo un pequeño punto rojo en la piel, del diámetro de un anillo; otras, como una delgada línea rojiza alrededor del cuello de la persona.

En estas instancias las personas acosadas por espíritus suelen recurrir a remedios caseros, como salinar los rincones y las puertas de la casa. Esto puede enfurecer aun más a la entidad, y los roces casuales, las brisas ligeras y frías sobre el rostro, pueden transformarse en algo mucho más físico.

Aquellas personas que son religiosas, o que creen en algún tipo de poder superior, suelen entregarse a la oración, lo cual no está mal en absoluto. Sin embargo, no es infrecuente que sientan algunas dificultades a la hora de rezar, como sentirse enfermo, mareado, o que sufran accesos de llanto sin ninguna razón aparente.

De hecho, uno de los síntomas frecuentes de Opresión Espiritual es sentir un aumento de la temperatura corporal cuando se reza. Estas personas apenas logran dormir algo por las noches. Una sensación de miedo, de tristeza, e ira, los acompañan durante todo el día.

Es importante evauar la reacción de la entidad, sobre todo si es adversa, a los elementos religiosos.

La Opresión no es otra cosa que apego, por cierto, malsano, que la entidad siente por la persona, de manera tal que cualquier acción que ésta tome para tratar de cortar el vínculo hará que las reacciones sean cada vez más violentas; no obstante, esa es una buena señal de que se está actuando correctamente.

En resumen: las cosas empeoran antes de mejorar.

Este nivel de apego hace que toda la situación dure un tiempo considerable, a veces meses, e incluso años. La entidad, en definitiva, está tratando de debilitar la voluntad de la persona para volverla más vulnerable. Cuando el proceso de apego concluye negativamente, es decir, cuando la entidad ha logrado su cometido, se necesitan ayudas externas, ya que la persona no podrá utilizar ningún objeto de protección espiritual sin sentir un dolor intenso.

Visto de este modo, parece difícil librarse de este tipo de entidades, y lo es, ciertamente, pero también es justo recordar que las personas vivas siempre tienen una ventaja que los espíritus, humanos o de otra índole, no poseen: y es precisamente el hecho de estar vivas.

Reforzar la voluntad, la verdadera fuerza interior de las personas, es un arma sumamente poderosa.

Es importante aclarar que el fenómeno de la Opresión Espiritual no se produce de un día para el otro. De hecho, la mayoría de las personas que aseguran padecer este drama personal sostienen que los sucesos extraños comenzaron a producirse alrededor de los seis años de edad.

Si no se trabaja fuertemente para erradicar a la entidad resultará muy difícil para la persona poder funcionar en el mundo real. Quienes sufren este tipo de ataques terminan siendo personas que viven aisladas, no saliendo de sus hogares durante más de dos o tres horas; y ni siquiera entonces se sienten completamente solas.

En cualquier caso, el alimento que estos seres obtienen de las personas con las que se han unido, o con quienes se encuentran en un proceso de apego, son emociones negativas, como la ansiedad, la ira, la frustración, el miedo, precisamente aquellas emociones que se intensifican durante cada interacción. Por eso es importante mantener la tranquilidad en todos los momentos en los cuales estemos intentando cortar el enlace (ver: El enlace entre el Vampiro y su víctima).

Parece elemental, y hasta absurdo, que sean las cosas más simples las que pueden derrotar a este tipo de entidades parasitarias, como ventilar las habitaciones de la casa, escuchar música, aromatizar los ambientes con tus fragancias favoritas. Cuando se sistematizan esas acciones, cuando se vuelven una rutina, algo casi ceremonial, las malas energías van perdiendo poco a poco su fuerza y su influencia sobre la persona.

Desde aquí, en El Espejo Gótico, no nos gusta demasiado brindar consejos generales, ya que cada caso es particular y debe ser analizado en detalle, pero estas acciones simples no tienen ninguna contraindicación, y su eficacia, al menos en las primeras fases de la Opresión Espiritual, es bastante alta.




Consultorio paranormal. I Fenómenos paranormales. I Parapsicología.


Más literatura gótica:
El artículo: Espíritus y entidades que se obsesionan con los vivos fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

3 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Y esas indicaciones son recomendable, sin necesidad de amenaza sobrenatural.

Anónimo dijo...

Disculpa, me llamó la atención el dato que mencionas acerca de que muchas personas comenzaron a experimentar opresión espiritual a partir de los 6 años. No le encuentro sentido a eso ¿Cuál sería el motivo?

Sebastian Beringheli dijo...

Quizás esa sea la edad aproximada en la cual empezamos a guardar recuerdos de manera más o menos consistente. Lo que sucede antes forma parte de una nebulosa de recuerdos fragmentarios. Simplemente es una presunción.



Lo más visto esta semana en El Espejo Gótico:

Análisis de «La pequeña habitación» de Madeline Yale Wynne.
Poema de Emily Dickinson.
Relatos de Edith Nesbit.


Paranormal.
Poema de Charlotte Mew.
Relato de Walter de la Mare.