«Espíritus y almas no-humanas»: Dion Fortune.


«Espíritus y almas no-humanas»: Dion Fortune.




Algunas corrientes teosóficas de principios del siglo XX, basadas en el pensamiento oriental, sostenían que existen distintos grados evolutivos en cada alma humana encarnada pero que, sin embargo, en ciertas ocasiones no es un alma la que se encarna en el cuerpo humano sino algo completamente diferente [ver: Avichi: personas que nacen sin alma]

Durante la concepción, si las condiciones son propicias, el alma puede ser desplazada de su curso por criaturas del Plano Astral [ver: Larvas y Parásitos del Bajo Astral], y ocupar el espacio del alma durante el proceso de reencarnación [ver: El Morador del Umbral: toda la oscuridad que acumularon tus reencarnaciones]

Se dice que estos sujetos, cuyo cuerpo es humano, presentan un alma o espíritu que no lo es. No necesariamente se trata de individuos malignos o inclinados hacia la maldad sino más bien de personas desagradables, erráticas, que no logran adaptarse del todo a nuestro mundo [ver: Entidades del Plano Astral que se «pegan» al aura]

Esta misma idea oriental de los Seres no-humanos encarnados puede encontrarse en las viejas leyendas medievales de sustituciones asombrosas, por ejemplo, aquellas sobre hadas llevándose a un niño humano y dejando uno propio como sustituto. A estos individuos se los conocía como Changelings, los «cambiados»: niños ruidosos, voraces, perturbados, que no lograban adaptarse a las costumbres humanas.

Más allá de estas rarezas, la creencia en espíritus y almas no-humanas se extiende a lo largo y ancho de todas las religiones y mitologías polarizados en el arquetipo de los ángeles y demonios.

A propósito de estas criaturas no humanas del Plano Astral que logran introducirse en nuestro mundo citamos un interesante artículo de Dion Fortune, extraído del libro: Magia aplicada (Applied Magic).




Los no humanos.
Non-humans, Dion Fortune.

Con este término nos referimos de forma general a toda clase de inteligencia sensible no encarnada en un cuerpo humano, lo que incluye esos espíritus incorpóreos que hablan a través de médiums, a los que denominamos Maestros o Adeptos del Plano Interior, los cuales, a pesar de ser espíritus humanos, no comparten nuestra vida humana, por lo que, para fines de clasificación, los agrupamos entre los no humanos. A veces establecemos contacto con seres que no se encuentran en cuerpos físicos.

En la literatura medieval se encuentran numerosos textos acerca de estos contactos, y lo mismo ocurre en la de la antigüedad. Hoy en día, entre las tribus primitivas, tanto de Oriente como del Nuevo Mundo, se cree también en esos contactos. En determinadas partes del folklore europeo, sobre todo del celta, se habla así mismo acerca de ellos. No obstante, el europeo medio se conforma con creer en un único no humano, y ése es el diablo. Existen, pues, numerosos testimonios relativos al contacto entre los seres humanos y los no humanos y, como dice el refrán, no hay humo sin fuego. Por tanto, tendremos que plantearnos la cuestión de si existen realmente esos seres.

¿Es posible comunicarse con ellos?. Y, en caso afirmativo, ¿Es aconsejable dicha comunicación en cualquier circunstancia, o sólo en circunstancias determinadas?.

Si planteamos la cuestión en términos de las otras fases de la evolución, no hay ninguna razón por la que no debiera haber otras formas de existencia al margen de la materia física sólida. Para la persona incrédula, y poco versada en esta clase de temas, no hay nada real salvo las cosas materiales, que se pueden palpar; pero cualquiera que posea un mínimo de experiencia en el trabajo científico sabe que hay fuerzas desconocidas de existencia a un nivel que no es el de la materia densa y consistente, y con las que podemos entrar en contacto con certeza absoluta. ¿Por qué no debería haber otras un poco más allá?. ¿Debemos limitarnos a lo que podemos ver, o podemos decir que hay más cosas en la Tierra y en el Cielo de las que conciben o sueña nuestra filosofía?.

Para ahorrar tiempo, daremos por sentado que es así, y pasaremos a estudiar la naturaleza de los no humanos. El esoterismo nos enseña que, aparte de la nuestra, existen otras líneas de evolución. Al igual que la luz y el sonido no ocupan espacio alguno en el aire que nos rodea, careciendo de peso o masa, esos seres no humanos ínterpenetran en la materia y es posible pasar a través de ellos, como a través de un fantasma. Son formas de consciencia diferentes de la nuestra. Podemos ver cómo un músico cae en éxtasis escuchando unos sonidos que a nosotros nos parecen inexpresivos o incluso molestos, y eso se debe únicamente a que su oído entrenado percibe calidades en los sonidos que pasan desapercibidas para los nuestros; pues, de modo parecido, hay modalidades de existencia diferentes de las nuestras y que ínterpenetran en ellas.

Entramos en contacto con esas otras modalidades de vida de tres maneras diferentes: primera, tenemos que empezar a percibir de manera distinta, y entonces descubriremos que nos estamos encontrando con seres que no sabíamos que existían, lo que constituirá una sorpresa tanto para nosotros mismos como para ellos; segunda: podremos establecer contacto con esos otros seres si existe alguien con capacidad de médium y que puede exudar ectoplasma; tercera: los ocultistas pueden poner en práctica operaciones mágicas destinadas a provocar la materialización de otras modalidades de existencia. Comprobamos, por tanto, que hay tres formas de entrar en contacto con esos seres, pero no debemos olvidar que se trata de un proceso fuera de lo normal para ambas partes.

Cuando un ser humano eleva su consciencia hasta los planos sutiles, se convertirá, por así decirlo, en un “fantasma” para los que viven en dichos planos. En consecuencia, cuando lo logramos, experimentamos una sensación de peligro y extrañeza, lo que se debe a que esos seres están asustados de nosotros y a la defensiva. Es diferente en el caso del ocultista ya iniciado, que se adentra en lo no visto con “cartas de presentación”, con lo que logra una relación fraternal. Entonces, la consciencia del adepto avanza a lo largo de caminos conocidos acompañado de sus credenciales, sabe cómo comportarse y la situación varía totalmente.

Pero esos viajes o incursiones no deben emprenderse alegremente y por cualquiera, pues podemos ofender gravemente a los seres de otros planos y vernos vigorosamente rechazados por ellos. La cuestión de la comunicación entre los dos planos se resuelve en el cambio de niveles de consciencia por nuestra parte y en la adopción de una forma substancial por la otra; pero es siempre esencial que ambas partes sepan qué es lo que están haciendo y observen determinadas precauciones.

Cabe preguntarse ahora qué clase de seres son ésos con los que se establece contacto. En primer lugar, los llamados muertos vivientes, que son aquellos con los que los espiritualistas entran normalmente en contacto cuando llegan al reino de lo no visto. El movimiento espiritualista comenzó aproximadamente al mismo tiempo que el ocultista y el de las Ciencias Cristianas. En el último tercio del siglo pasado se desarrollaron cuatro grandes movimientos: el Espiritualismo; las Ciencias Cristianas y sus aliados, el Nuevo Pensamiento, etc.; la Sociedad Teosófica, dirigida por Blavatsky, y la propia Tradición Esotérica Occidental, que conoció un notable resurgimiento, aunque sigue siendo menos conocida. Cada uno de estos movimientos tenía su propia tarea que realizar: los Espiritualistas, la de entrar en contacto con los espíritus de los muertos, todavía en contacto con la esfera terrestre.

La verdad es que, al margen de eso, no han hecho mucho más. Al igual que el ocultista que trabaja en una determinada línea no se sale nunca de ella, entrando únicamente en contacto con los seres que moran en la misma, el espiritualista se limita a un campo prefijado y su experiencia es limitada. Esos seres son Personalidades humanas. La mayoría de la gente sabe que la Personalidad humana perdura durante algún tiempo aún después de la muerte del cuerpo, pasa por una experiencia de purgatorio y de ahí a un cielo inferior, para descansar en agradables contemplaciones, y pasa luego a la Segunda Muerte, a la muerte de la Personalidad de esa encarnación, incluyendo la mente inferior, que se desintegra. A partir de ese momento, el Ser Superior queda libre y asciende durante algún tiempo al cielo superior, antes de reencarnarse.

Los seres con los que entra en contacto el espiritualista son los que se encuentran todavía en el cielo inferior; y personalmente no creo que llegue a establecer nunca contacto con los que se encuentran en el superior. La tarea del movimiento espiritualista consiste en trabajar con los seres pertenecientes a esos niveles, ya que la misión que se le ha encomendado es eliminar la barrera entre los vivos y los muertos. El ocultista no debe, por el contrario, mantener ninguna relación ni trato con los llamados muertos vivientes. Sus contactos deben ser con los que hayan superado ya la fase de la reencarnación de la evolución, así como con otras modalidades diferentes de existencia que, por una razón u otra, resulten interesantes. Por tanto, el ocultista descubre que, cuando es capaz de funcionar al nivel de su consciencia más elevado posible, se encontrará con seres de órdenes distintos al suyo. Esos seres han sido ya clasificados.

Podemos considerarlos como los Elementales, y son de naturaleza completamente diferente a la de los humanos. Carecen de Chispa Divina, por lo que, al final de la evolución, se desintegrarán y dejarán de existir, a menos que sean capaces de desarrollar en su seno una naturaleza espiritual. Esos seres comienzan a existir de la siguiente manera: cada vez que se produce una serie de acciones y reacciones coordinadas y repetidas, se crea lo que podríamos denominar “pistas en el espacio”, que subsisten aun después de que hayan cesado las actividades que las crearon. Podemos compararlo con los círculos concéntricos en el agua cuando se agita: aun después de cesar esa agitación, continúan formándose círculos. Estas son en toda la naturaleza las bases sobre las que se funda la existencia de cualquier ser, y a partir de ellas se desarrollan las posibilidades de respuesta al entorno y de memoria.

De ese modo va surgiendo el difícil concepto de elaboración de una consciencia a partir de fenómenos naturales. Los Espíritus Constructivos, que operaron sobre los grandes fenómenos naturales desde el primer momento de su creación, son los Seres Angélicos. Se retiraron a los planos superiores, y dejaron que la conciencia Elemental llevase a cabo la modalidad estereotipada de reacción.

Pero permanecen y evolucionan, y los denominamos “las creaciones de lo creado”; es decir, seres cuya existencia se debe no a Dios, sino a las criaturas de Dios, que no tienen poder para dotarles de una vida inmortal. Cada vez que se encuentra uno en la naturaleza un sistema que reacciona como una unidad, una montaña, un bosque, un barranco, se encontrará con el mismo sistema de tensiones coordinadas en el fondo, y de ahí surgirán los pequeños espíritus de la naturaleza, los dioses locales o Devas, adorados por nuestros antepasados. La misma idea se encuentra tras la existencia de diferentes especies animales. Si tiene unos mínimos conocimientos de biología, sabrá que existen seres muy sencillos, unicelulares, a pesar de lo cual pueden tener no sólo una vida bajo su control, sino muchas.

Existen determinados períodos en su existencia en los que sólo son una mancha verdosa en una superficie húmeda, que sin embargo se descompone en innumerables seres diminutos; ésos viven durante algún tiempo por libre, y luego se juntan todos para formar una masa homogénea mucho mayor, llamada plasmodeum. ¿Qué pasa con la consciencia de cada unidad en estado libre?. También podemos tomar como ejemplo a las abejas, a la colmena como unidad, y no a las abejas por separado. Está claro que de la suma de esas diferentes unidades individuales surge una unidad de consciencia más compleja y superior. Lo mismo que las abejas, son los que llamamos “ángeles”.

Existe una curiosa doctrina ocultista que afirma que estos seres, cada vez más y más evolucionados, y más parecidos a las modalidades de consciencia con que estamos familiarizados, llegan a ser conscientes de que son almas perdidas, a menos que sean capaces de desarrollar una naturaleza espiritual. Buscan como iniciadores a los que cuentan ya con una naturaleza espiritual; así, el ser humano iniciado se convierte en iniciador del ser Elemental; los humanos los toman como discípulos y les ayudan a desarrollar sus “chispas” de consciencia individual. A cambio de estos servicios, los seres Elementales le prestan otros al mago. A estos seres Elementales se les conoce algunas veces como espíritus familiares; pero los que escribieron sobre estos temas fueron casi siempre sacerdotes encargados de ello por la Inquisición, por lo que mostraban bastantes prejuicios. No obstante, existe una cierta relación entre la gente que comprende la existencia de planos interiores y los seres de otros órdenes.

Y, con frecuencia, existe también una relación involucionaría entre personas dotadas de gran capacidad psíquica, pero sin preparación, que entran espontáneamente en contacto con otros seres. El resultado rara vez es positivo, pues el efecto que provoca es el de desequilibrarlas. Los seres Elementales son de naturaleza pura, y están compuestos únicamente por un Elemento, mientras que un ser humano es una mezcla de todos ellos. Representan, por tanto, un estímulo demasiado potente para el Elemento de nuestro propio ser equivalente al suyo, lo que contribuye a desequilibrar a un ser humano, a convencerle para que siga a ese Ser Elemental y para que abandone su forma humana de ser.

Se convierte en lo que se conoce como un “caso patológico”, o una persona poseída por los demonios. Se puede ver cómo el control mental se retira del vehículo físico. Esas personas se sienten “fuera de sí”, y sólo queda de ellas una cáscara vacía, carente de cordura. Cuando un mago invoca la aparición individual de un espíritu, se sitúa dentro de un círculo, traza un triángulo fuera de él y hace que aquél se manifieste en él; luego practicará el ritual de proscripción, y el espíritu retornará al lugar del que vino, a su propia esfera. Pero normalmente sólo lo hará para fines de investigación o para ayudar a curar un caso patológico. Debemos trazar la distinción entre el investigador serio y una persona que lo único que quiere es probar nuevas experiencias.

Actuando de la segunda manera sólo se conseguirán resultados negativos.

¿Qué otras formas de criaturas existen?. He mencionado a los Seres Angélicos, a los grandes Arcontes, a los espíritus constructivos que construyeron los distintos planos de la naturaleza en sus anteriores evoluciones. Todos ellos son manifestaciones de seres espirituales elevados, cuya forma de manifestarse es a través de la naturaleza. Se les clasifica de distintas maneras. Hablamos con desdén de los paganos, que rinden culto a muchos dioses, pero en todas las religiones se encuentra la figura del Ser que hay detrás de los dioses, del Padre de los dioses, de la Superalma, o una concepción sumamente abstracta de Ser Supremo. Los “dioses” de cualquier sistema religioso son esas fuerzas naturales, que en la religión hebrea se denominan Arcángeles y Ángeles. Se trata de seres espirituales que no han tenido nunca una encarnación material, que no han descendido jamás al estado de materia; según antiguas tradiciones, se les dio la posibilidad de elegir entre permanecer siempre en los planos interiores, sin ascender ni descender, o de bajar hasta las profundidades de la materia para poder subir luego a un plano
superior a aquel del que habían partido.

Unos, encabezados por Adán, o más bien por Eva, decidieron elegir una línea, mientras que los restantes optaron por la otra. Por tanto, las huestes angélicas son semejantes a nosotros, y si nos remontamos lo suficiente llegaremos a un tiempo en que hombres y ángeles eran la misma cosa. Así, y en determinadas condiciones, se puede entrar en contacto con esos seres angélicos; pero en la mayoría de los casos no establecemos contacto con el ser real, que es enormemente vasto, sino sólo con su rayo, con su emanación. Si fuese usted lo suficientemente rico como para ello, podría contratar a un gran cantante de ópera y hacerle cantar para usted, en su salón; mientras que si lo único que tiene es una radio, tendrá que conformarse con oírle a través de las ondas.

Cuando invocamos al Arcángel Rafael, no esperamos que aparezca él en persona, sino sólo sentir su fuerza, su rayo. Es lo mismo con las visiones de Cristo que hemos contemplado, con la Visión Mirífica: lo que vemos no es el ser real, sino sólo su emanación; aunque para fines prácticos se trata de lo mismo.

Necesitamos comprender todas estas cosas. No nos estamos ocupando de una forma antropológica real, sino de modalidades de consciencia, y algunas de ellas son tan distintas de las nuestras que no es posible establecer analogía posible. No debemos pensar en estos seres como figuras de cuentos de hadas, sino como modalidades de consciencia incomprensibles para nosotros.

Pero, además de las expuesta, existe una numerosísima cohorte de formas de pensamiento, producidas por la consciencia humana, Elementales artificiales deliberadamente creados por los seres humanos. Duran más o menos tiempo, por lo que existe una auténtica legión de diferentes clases de seres, que no son ni ángeles ni demonios. La idea de que todo lo que no es físico debe ser necesariamente divino o demoníaco no es correcta. Los no humanos se parecen mucho a los humanos; es decir, que no son perfectos ni omniscientes, sino seres en evolución. Están por fin los seres que los seguidores de la Cabala denominan Qliphoth: son demoníacos, moran en el Reino de la Fuerza Desequilibrada, y comenzaron a existir antes de que se estableciese el equilibrio.

Se trata de diferentes modalidades de desarmonía, reforzadas por masas de pensamientos malignos desde entonces. Cuando se llega a lo No visto, hay pocas probabilidades de entrar en contacto con los seres divinos de cualquier esfera sin hacerlo también con los Qliphoth de la misma. No se atreva a iniciar o abrir un contacto superior con cualquiera de esas esferas a menos que sea también capaz de mantener cerrado el inferior.

Esta es una de las grandes verdades o principios de la vida espiritual; el adepto iniciado lo sabe perfectamente, y siempre se esfuerza por equilibrar esas dos grandes fuerzas. Al final, todos los reinos de la Tierra y de debajo de ella se verán redimidos. Nuestro Señor predicó a los espíritus encerrados en su prisión para redimirlos. Se trata simplemente de fuerzas situadas en un lugar que no les corresponde, y que en cuanto vuelvan a su sitio correcto dejarán de ser malignas. El adepto no debe maldecir a los demonios, sino cambiarlos de lugar para equilibrarlos. El adepto no habla jamás del infierno, sino de los reinos de la fuerza desequilibrada. El Árbol de la Vida nos permite recorrer los treinta y dos caminos o vías, que han sido hollados anteriormente y están, por tanto, claramente diferenciados, por lo que el adepto avanzará a lo largo de ellos, y se moverá entre los seres Elementales con precisión, sabiendo en todo momento dónde está y manteniendo su equilibrio.

¿Para qué fin útil sirve establecer contacto con estas fuerzas?. En primer lugar, el adepto necesita algunas veces hacerlo para eliminar algo que ha ido mal en un alma. También puede “abrir” una determinada esfera para, como hacen los cirujanos, poder operar y restaurar el equilibrio, devolviendo a su propia esfera algo que ha ido mal. Así mismo, puede operar las fuerzas de la esfera para devolver a las fuerzas concentradas de la misma a su propio ser, de forma que le sea posible trabajar con ella. En tercer lugar, probablemente tenga tareas especiales que sólo pueda realizar de esta manera.

En resumen, para proporcionar armonía, intensificar su propia naturaleza, y posiblemente por otras razones. Las condiciones en que se puede llevar a cabo la comunicación son difíciles. Conviene recordar que la espita que se abre debe cerrarse luego; pero de esa manera se pueden hacer cosas que, de no ser así, resultarían totalmente imposibles.

La comunicación con los seres no humanos por capricho o azar equivale a un auténtico crimen, y las consecuencias pueden ser desastrosas. Entonces, ¿Por qué no mantener estos conocimientos en secreto?. Porque se han difundido ya tanto que probablemente es mejor saber qué es lo que está ocurriendo. Si está uno chocando continuamente con cosas en la oscuridad, es mejor encender una luz para poder ver lo que ocurre y ponerlo bajo control. Estas fuerzas existen; se pueden manejar y controlar. Dado que hay ya tantos conocimientos al respecto, lo mejor es saber lo más posible acerca de ellas.




Libros de Dion Fortune. I Libros de parapsicología.


Más literatura gótica:
El resumen y análisis del artículo de Dion Fortune: Los no-humanos (Non-humans) fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

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