El «Efecto Milton» y la simpatía por el diablo


El «Efecto Milton» y la simpatía por el diablo.




Aceptémoslo: nos gustan los Villanos en la ficción. No cualquier Villano, desde luego, sino aquellos con los que podemos relacionarnos; o mejor dicho, aquellos donde resuena algo de nosotros mismos (ver: ¿Quién es el villano de la película).

Esta Simpatía por el Diablo no siempre existió. Hubo un hacedor, y un primer Villano icónico que forjó a todos los que vendrían luego: el Satanás de Milton en El Paraíso Perdido (Paradise Lost)

La principal característica de este Villano al que podemos admirar es que no es completamente malvado. Para Milton, esto se representa el splendor primiero, es decir, la chispa divina, angélica, que aun resplandece en Satanás luego de ser expulsado del cielo.

Su atractivo no está perdido. No es el monstruo de lengua bífida y aspecto desagradable de la Edad Media. Su luz no está enteramente perdida.


...él, por encima del resto, se erigió como una torre; su forma aún no había perdido todo su brillo original, ni parecía menos bello que un arcángel, como cuando el sol que amanece mira a través del brumoso aire horizontal, despojado de sus rayos, o desde detrás de la luna en tenues eclipses crepusculares sobre las naciones, dejando perplejos a los monarcas. Oscurecido así, brillaba; pero en su rostro se veían las profundas cicatrices del Trueno, pero, bajo las cejas de intrépido coraje y orgullo, esperaba su venganza.


La tristeza por la derrota ante los ejércitos celestiales solo ha ensombrecido su esplendor. Pero el Satanás de Milton es obstinado. Ni siquiera la humillación de la derrota ha logrado atenuar el fuego rebelde que arde en su interior:


... sus ojos siniestros, que fueron testigos de una gran aflicción y consternación, observan con un orgullo obstinado y un odio firme.


Este es el Efecto Milton, a través del cual nos rendimos ante el magnetismo del Villano, su rebeldía, su nobleza, ante su entereza frente una batalla que sabe que no puede ganar, pero que acomete de todos modos. Porque también hay una gloria en el intento de una gran empresa, a pesar de la derrota (ver: La atracción por lo Macabro en la ficción).

Milton le confiere a la figura de Satanás todo el encanto de un rebelde indómito (ver: Antihéroes en la ficción, el cine y la vida) que no se encuentra en los mitos bíblicos, y que acaso se aproxima mucho más al mito griego de Prometeo. Con Milton, el Maligno definitivamente asume un aspecto de belleza caída, de esplendor ensombrecido por la tristeza y la muerte; es un ser majestuoso entre las ruinas.

De este modo, el Adversario se vuelve extrañamente bello, pero no como un engaño, una ilusión vacía, sino en términos de una belleza maldita que se volverá un atributo permanente en él.

Los últimos vestigios de la lúgubre figura del demonio medieval, han desaparecido. Un nuevo Villano ha nacido.

J.R.R. Tolkien conocía perfectamente bien el Efecto Milton, razón por la cual evita que el lector conozca en profundidad a Sauron (ver: ¿Cómo era el aspecto de Sauron en realidad?). Poco es lo que sabemos de él, solo que sus intenciones son maliciosas, y que es un ser oscuro, sin rastros de su antigua gloria y esplendor. De este modo, podemos sentir curiosidad por Sauron, pero nunca admiración.

El Satanás de Milton también es un Villano opuesto al Horror Cósmico, con sus colosales seres interdimensionales que están más allá de nuestra comprensión, que no comparten ningún sentimiento humano (ver: Horror Cósmico: qué es, cómo funciona, y por qué el tamaño sí importa). El Satanás de Milton, por el contrario, siente dolor, tristeza, odio, sufrimiento, rencor, y todo un abanico de emociones con las cuales podemos relacionarnos mucho más fácilmente que con la inalterable bondad divina.

El grito de rebelión del Satanás de Milton no es una inversión de valores, es decir, una glorificación del mal. El Adversario, aquí, expresa como ningún otro personaje hasta entonces las complejidades y ambigüedades de la naturaleza humana.

Schiller, con mucha más sabiduría, lo resume de este modo:

Automáticamente nos ponemos del lado del perdedor; un artificio mediante el cual Milton, el panegirista del infierno, transforma por un momento incluso al más suave de los lectores en un ángel caído.


Percy Shelley va todavía más lejos:

Nada puede exceder la energía y la magnificencia del carácter de Satanás como se expresa en El Paraíso Perdido. Es un error suponer que este alguna vez pudo haber sido destinado a la personificación popular del mal. El diablo de Milton, como ser moral, es tan superior a su Dios como quien persevera en algún propósito que ha concebido como excelente, a pesar de la adversidad y la tortura.


Pero si el Satanás de Milton es un rebelde que inicia una guerra que no puede ganar, sabiendo que será vencido, entonces Dios asume la figura de un ser frío, seguro del triunfo, quien además de no arriesgar nada, vuelca toda su superioridad sobre su enemigo, sin siquiera reconocer el valor en él.

El Efecto Milton es un asunto delicado en la ficción. Identificarnos con el Villano, con aquel que sabemos que será el Perdedor, es algo que hacemos naturalmente cuando las condiciones son apropiadas. De algún modo, reaccionamos ante el Villano de manera opuesta al Dios de Milton: con compasión, admiración, y el secreto deseo (a veces manifiesto) de que triunfe algún día.




Taller gótico. I Mitología.


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4 comentarios:

Daniel Milano dijo...

Excelente artículo! Schiller, Shelley, prosternados como torres caidas ante la majestad de Milton! El autor de 'Lost Paradise' nació ciego o lo cegaron sus visiones? Libro grandioso. E imprescindible, no sólo por su dimensión estética sino también como metáfora sobre el Poder y la Rebeldía. Cierro con una pregunta y una intimidad. En algún lugar del 'Silmarillion', no hay un intento de descripción miltoniana de Sauron? Mi villano favorito de chico: Enrique Sánchez de Monasterio, el único rival digno del Zorro aunque a veces quedara en ridículo...

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Lo que llamás Efecto Milton se ha acentuado en alguna serie, como Lucifer, con alguna base en historietas de Neil Gaiman. Donde se presenta al personaje como un antihéroe, disoluto, con un innegable talento musical, como alguien que castiga el mal. Y hasta enamorada. Se presenta como un rebelde contra un creador tiránico, abandonado por su esposa, que podría tratarse de Ashera.

Podría preguntarse si esa figura de villano no es una invención tardía. Ya que la serpiente puede no tratarse de este personaje, sino de una serpiente del Edén o de Lilith.

En el libro de Job, aparece un personaje entre la una asamblea de seres celestiales, como desafiante, un acusador que duda de la fe de Job.
Y no aparece como autor, propulsor de algunas masacres, papel que le corresponde al creador.

Y si los humanos fueron desterrados, pueden identificarse con este personaje.

Sebastian Beringheli dijo...

Coincido, en algún momento Tolkien describe el pasado de Melkor y Sauron con cierto aire de belleza, incluso de nobleza y majestad, pero se abstuvo de seguir ese camino. En todo caso, el tono es casi siempre condenatorio, reconociéndole un pasado divino pero dejando en claro en lo que se ha convertido. En cambio, Milton es un exégeta de la rebeldía luciferiana. Le reconoce un mérito que Tolkien no le da a sus maravillosos villanos.

Sebastian Beringheli dijo...

No he visto la serie, Demiurgo, pero por lo visto plantea un punto de vista interesante.



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