Significado de las primeras pesadillas recordadas de la infancia.


Significado de las primeras pesadillas recordadas de la infancia.




Hoy en El Espejo Gótico analizaremos las primeras pesadillas recordadas de la infancia.

Es probable que la mayoría de nosotros no tengamos un recuerdo claro de lo que soñamos la semana pasada, pero seguramente tenemos grabado uno o varios sueños y pesadillas producidos en la primera infancia. ¿Porqué estos sueños infantiles han quedado grabados en nuestra memoria? Porque se produjeron en el amanecer de la conciencia. A través de estos sueños y pesadillas hemos sido iniciados en una nueva dimensión de la realidad [ver: 6 preguntas fáciles para decodificar tus sueños]

Soñamos mucho antes de tener la capacidad de verbalizar esas experiencias; sin embargo, en un momento determinado de la infancia, entre los 3 y los 4 años, la mayoría de las personas tenemos sueños específicos [o una serie de sueños recurrentes] que por alguna razón se graban a fuego en la conciencia y permanecen accesibles en la memoria durante el resto de nuestras vidas.

Los sueños infantiles juegan un papel vital en el desarrollo: abren las puertas de la conciencia a un sentido más amplio. El niño se vuelve consciente de tener experiencias emocionales y sensoriales en un estado diferente al de la vigilia; lo cual expande [a veces aterradoramente] su sentido de posibilidad existencial.

Para Sigmund Freud, las primeras pesadillas de la infancia son realizaciones bastante brutales de deseos reprimidos, mucho menos elaboradas e ingenuas que los sueños de realización en los adultos. En otras palabras, es mucho más fácil observar cuál es el deseo o impulso reprimido en un sueño infantil que en un sueño adulto, donde la elaboración es más compleja. Para Carl Jung, en cambio, los primeros sueños son grandes sueños arquetípicos, revelaciones fugaces y crudas de la sabiduría archivada en el inconsciente colectivo. En este sentido, tienden a ser estáticos, pasivos, cuando se trata de sueños agradables; pero aterradores cuando se manifiestan en pesadillas de persecución [ver: Significado de soñar con ser perseguido]

Cada una de estas teorías está de acuerdo en que los sueños de la primera infancia son cruciales para el desarrollo de la conciencia; y por vagos e inconexos que parezcan, siempre tienen un motivo, que puede definirse como un escenario o una situación recurrente que expresa las preocupaciones del soñador. Lo interesante de los sueños infantiles es que pueden ser simbólicos, pero también directos, sin disfraz.

Por lo general, los personajes más recorrentes en las primeras pesadillas recordadas de la infancia son familiares del soñador, aunque es más probable que el niño sueñe con animales y seres imaginarios que con personas reales. Otra característica llamativa es la frecuencia de agresiones físicas, casi todas dirigidas contra el soñador [o de la amenaza de una agresión física] en la mayoría de los primeros sueños recordados. Esto contrasta con los sueños adultos, donde la agresión suele ser más verbal y dirigida por el soñador hacia otros personajes del sueño. Los niños, en otras palabras, se sienten más vulnerables físicamente y lo expresan en casi todos sus sueños.

Los escenarios de las primeras pesadillas recordadas de la infancia tienden a ser menos menos familiares y más fantásticos, más alejados de la realidad cotidiana ordinaria que los sueños adultos. Los motivos suelen encuadrarse en las siguientes categorías:

a- Simulación de amenaza: el soñador es amenazado y perseguido por una persona, animal o criatura [ver: Monstruos poco conocidos que nos visitan en sueños]

b- Infortunio: el soñador tiene un accidente, lesión o problema inesperado.

c- Amenaza familiar: el soñador es parte o testigo de una amenaza a un miembro de la familia [soñar que alguno de los padres muere es típico]

d- Fuerzas elementales: el soñador está solo en un entorno extraño y se enfrenta a fuerzas elementales de la naturaleza.

e- Cumplimiento de deseos: el soñador imagina algo agradable y deseable. Puede ser algo banal, como obtener la bicicleta que se le ha negado en la vigilia, o bien más profundos, como recibir la visita de un familiar o mascota fallecida.

f- Místico: el soñador tiene un encuentro [positivo o negativo] con un ser o poder sobrenatural [en los ambientes de crianza religiosa suele ser una visita angelical]

g- Volar: el soñador vuela, flota o desafía la gravedad de otra manera [ver: Significado de soñar con volar].

Las simulaciones de amenazas son los motivos que aparecen con mayor frecuencia en las primeras pesadillas recordadas de la infancia, donde predominan el miedo, el peligro y una sensación de absoluta impotencia. Sin embargo, estas categorías no son excluyentes entre sí, pueden mezclarse, yuxtaponerse, porque cada experiencia onírica es única y subjetiva. Lo importante es cuál es la reacción del soñador ante la experiencia, ya sea un buen sueño o una pesadilla [ver: 10 pesadillas más comunes y sus significados]

La verbalización en la primera infancia no suele ser demasiado fluida cuando se trata de pesadillas. Un niño pequeño, a lo sumo, puede afirmar que tuvo «un sueño feo»; y no siempre es sencillo para un adulto determinar qué es exactamente lo que era «feo» en el sueño. Por supuesto, a veces es evidente [¡un monstruo me quería comer!], pero otras resulta imposible debido a la imposibilidad del niño de verbalizar la naturaleza de la amenaza. En cualquier caso, los primeros sueños recordados de la infancia se caracterizan por su intensidad. Dejando a un lado las diferencias de contenido, estos sueños constituyen una fuerte experiencia personal, y esta parece ser la razón por la cual permanecen grabados en la memoria [ver: 10 patrones universales para entender tus pesadillas]

En general, el hecho de contarle a otra persona el sueño que tuvimos la noche anterior mejora considerablemente su memorabilidad. Sin embargo, las primeras pesadillas recordadas de la infancia no dependen de ninguna interacción social posterior para quedar registradas en la memoria. El grabado más bien depende de la fuerza sin precedentes de la pesadilla misma, como si se tratara de una erupción espontánea de energía imaginativa dentro de la mente dormida del niño. Esto no quiere decir que necesariamente deba tratarse de un sueño espectacular en términos de entorno y acción. De hecho, muchas veces se trata de sueños aparentemente simples [ver: Cómo recordar un sueño olvidado al despertar]

Otro aspecto que colabora para que una pesadilla infantil quede grabada a fuego es su relación con algún tipo de conflicto intrafamiliar, que puede ir desde el divorcio de los padres a cuestiones de competitividad con hermanos. En general, estos sueños plantean una situación de amenaza externa a la familia; por ejemplo, animales agresivos [los niños tienen más animales en sus sueños que los adultos] o criaturas que acechan fuera de la casa, que se asoman por las ventanas o que están ocultas en algún sitio específico del hogar [ver: Significado de soñar con animales]. Estos sueños están inspirados en el temor fundado del soñador de que su familia está en peligro de ser destruida.

Los sueños funcionan un poco como los mitos, que son, a su vez, una especie de sueño colectivo. En todas las mitologías existen fuerzas primordiales, desordenadas y violentas, anteriores a los dioses, como los Titanes de los mitos griegos y los Jotuns de los mitos nórdicos. En sus historias, estos seres no parecen estar realmente vivos, sino que pertenecen a un mundo anterior, donde no había vida, solo movimientos ciclópeos que levantaban montañas y abrían océanos. Los griegos, y también los pueblos nórdicos, evidentemente tenían esta percepción, y aunque representaban artísticamente a estas criaturas [los Titanes y los Jotuns respectivamente], los hacían diferentes de cualquier forma de vida conocida. Un tipo de sueños involucra sentimientos muy similares a los que los griegos y los nórdicos sintieron hacia estas fuerzas primordiales.

Estos sueños son inusualmente abstractos, incorpóreos, llenos de una increíble hostilidad y magnitud. El soñador suele ser el único personaje presente, y el escenario tiende a ser ilimitado, fantástico, desprovisto de vida orgánica. La impresión primaria del sueño es una sensación de soledad existencial y la percepción de estas fuerzas antiguas que, en apariencia, son ciegas, pero en el fondo manifiestan una misteriosa intencionalidad. Curiosamente, estos sueños son mucho más frecuentes en la primera infancia que en la vida adulta.

Los sueños de fuerzas primordiales no necesariamente tienen grandes «efectos especiales», simplemente sitúan al soñador, completamente solo, en un escenario que contrasta por su inmensidad, como los campos de amapolas en los que sueña Dorothy en El mago de Oz. Casi todos los sueños de fuerzas primordiales producen sentimientos negativos; son, en su mayor parte, pesadillas intensas con una terrible sensación de vulnerabilidad e impotencia [sentirse pequeño e insignificante].

Entre las primeras pesadillas recordadas de la infancia están los sueños de nacimiento. Para Sigmund Freud, la mayoría de los sueños son una especie de retorno imaginario a las condiciones uterinas de la existencia prenatal. A diferencia de los recuerdos explícitos, en los que los niños recuerdan eventos reales que ocurrieron durante su gestación y parto, los recuerdos implícitos pueden aparecer cuando una emoción o sensación física se parece a la experimentada en el momento en que se originó el recuerdo en primer lugar. Cuando los recuerdos se originan en niños en la etapa preverbal, más tarde pueden traducir esos recuerdos a través del lenguaje o, inconscientemente, a través de los sueños. Buena parte de los sueños de vuelo y de fuerzas primordiales poseen referencias a recuerdos de la vida prenatal.

Hay varias sensaciones asociadas de los sueños prenatales, pero hay un par de características tan recurrentes, arquetípicas, que todos seguramente las recordamos: moverse «en cámara lenta» [el aire es como el agua]; y sentirse atrapado en un lugar [ver: Significado de correr en cámara lenta en sueños]. La primera corresponde a recuerdos de la vida intrauterina; y la segunda puede ser un eco de la experiencia profundamente desagradable de las contracciones y ser empujado a través del canal de parto [ver: Significado de soñar con la misma Casa]

Sigmund Freud vio las pesadillas de la primera infancia como ejemplos ideales de su teoría de que los sueños son el cumplimiento de deseos instintivos. En el capítulo 3 de La interpretación de los sueños (Die Traumdeutung), describe varios sueños de niños que expresan el cumplimientos de deseos simples; pero lo más interesante del libro tiene que ver con el caso del Hombre de los Lobos. Sigmund Freud analizó el sueño que el paciente tuvo cuando tenía 4 años, en el que una manada de lobos blancos estaba sentada al otro lado de la ventana de su dormitorio. El niño se despertó gritando, asustado de la posibilidad de ser devorado por los lobos. Freud, en una de sus interpretaciones más extravagantes, argumentó que el sueño del Hombre Lobo era una expresión de la fantasía aterradora [pero emocionante] de ver a sus padres teniendo relaciones. Lo cierto es que la imaginación de los niños es capaz de un pensamiento más complejo y una mayor expresión creativa de lo que Freud pensaba.

Más allá de esto, es cierto que los sueños que involucran lobos, perros, o cualquier animal que amenaza con atacar y «comerse» al soñador, son un motivo recurrente entre las primeras pesadillas de la infancia. En general, no hay un ataque real en estos sueños, sino más bien animales [reales o fantásticos] que observan al soñador con avidez desde cierta distancia, o bien dentro del dormitorio, probablemente a los pies de la cama. En estos casos, la agresiva forma animalesca representa el despertar de nuevos deseos, impulsos y miedos que el soñador ve como una amenaza. Otra versión de este tipo de sueños es la presencia de algún tipo de entidad monstruosa debajo de la cama, u oculta en algún lugar de la habitación [ver: Esos monstruos debajo de la cama]

En Recuerdos, sueños, reflexiones (Erinnerungen, Träume, Gedanken), Carl Jung describió uno de sus primeros sueños recordados, que se produjo a la edad de 4 años. En el sueño, Jung descendió a una cámara subterránea en la que se encontró con un enorme falo sentado encima de un trono. La voz de su madre dijo: «Sí, míralo. ¡Ese es el devorador de hombres!», ante lo cual el pequeño Jung despertó aterrorizado. En el libro afirma que este sueño lo preocupó durante toda su vida [tenía 85 años cuando lo escribió], y que en cierto modo coloreó su noción posterior de que los «grandes sueños» ocurrían en la primera infancia [«A veces, un gran sueño es el primer sueño que podemos recordar.»]

Carl Jung estaba en lo cierto: los sueños más significativos en la vida de un individuo, los sueños con mayor carga de simbolismo arquetípico, y por lo tanto los que más se quedan grabados en la memoria, se producen con mayor frecuencia la primera infancia. En esta categoría de «grandes sueños» también se incluyen las pesadillas, como en el sueño del propio Carl Jung; sin embargo, los símbolos arquetípicos no siempre son evidentes en los sueños; de hecho, a veces aparecen de manera muy sutil y elusiva [ver: ¿Por qué no recordamos nuestros sueños?]

Curiosamente, la mayoría de los niños entre 3 y 5 años rara vez informan de un sueño cuando se despiertan, y cuando lo hacen, generalmente se trata de una imagen observada pasivamente de algo ordinario y mundano, con poco contenido emocional. Las pesadillas, en general, más que contarse se lloran, y no es mucho lo que puede deducirse sobre ellas, salvo que el soñador experimentó algún tipo de amenaza. Los niños mayores sí son capaces de contar sus sueños con mayor detalle, y estos contienen mayor actividad, variedad y complejidad temática. A partir de los 13 años, los sueños se vuelven similares a los sueños de los adultos en frecuencia, duración y estructura narrativa.

Esto parece sugerir que los sueños evolucionan paralelamente al desarrollo de la madurez cognitiva; sin embargo, la capacidad de soñar no depende de la capacidad de ser consciente. Además, la mayoría de los primeros sueños recordados de la infancia son breves, tienen pocos personajes, poca descripción y narraciones sencillas, no obstante, son ricamente emocionales, y por alguna razón quedan grabados en la memoria con mayor intensidad que los sueños de la vida adulta.

Algunos investigadores en psicología evolutiva deducen que estos sueños infantiles quedan grabados en la memoria por tratarse de simulaciones de amenazas, es decir, los primeros sueños recordados tendrían una función adaptativa: prepararnos para amenazas reales en la vigilia. Desde este punto de vista, los sueños son simulaciones de los peligros que nuestra especie ha enfrentado en su historia evolutiva: amenazas de animales salvajes, extraños [masculinos, sobre todo] y fuerzas naturales. A diferencia de Freud, quien vio las pesadillas como «fallas» en la función del sueño [porque las emociones aterradoras irrumpen en la conciencia e interrumpen el descanso], esta teoría sostiene que las pesadillas son contribuciones valiosas para las habilidades adaptativas de nuestra especie.

Si pensamos en nuestro entorno ancestral, tiene sentido simular encuentros violentos con animales, extraños y fuerzas naturales, y cómo escapar de tales situaciones. Por lo tanto, estos sueños se habrían incorporado como valores por defecto en el desarrollo de la consciencia. Es una teoría interesante, aunque permite algunas objeciones. En primer lugar, las pesadillas nunca se resuelven satisfactoriamente cuando se trata de una amenaza. Por ejemplo, tomemos un sueño ordinario donde somos perseguidos por una amenaza indistinguible. ¿Qué podemos aprender realmente de este sueño? ¿Qué es bueno correr cuando hay una amenaza? Parece un costo evolutivo demasiado alto para aprender algo que ya está instalado por defecto en nuestra psique.

Pero las simulaciones oníricas, en este contexto, no corren para permitirnos aprender a resolver una amenaza, sino para que estemos acostumbrados a la situación y, de ese modo, podamos reaccionar a tiempo. Por eso la simulación de amenazas estaría especialmente activa en los sueños de los niños, con su preponderancia de animales, agresión y victimización física. A medida que el individuo crece y adquiere conocimiento del mundo, estos sueños primarios de simulación de amenazas [es decir, de peligro para el bienestar físico del soñador] pierden importancia, sin embargo, aquellos sueños infantiles [generalmente pesadillas] permanecen grabados en nuestra memoria como valiosos activos evolutivos.

En este sentido, los sueños de simulación de amenazas no tienen que ver con el despertar de la conciencia, sino con su continuación, con el conocimiento de supervivencia acumulado durante cientos, sino miles, de generaciones de ancestros, que nos es transmitido y practicado en nuestros sueños. Según Carl Jung, este conocimiento forma parte del inconsciente colectivo de la raza humana, y continúa estando disponible fuera de los límites del tiempo.

Por eso algunos sueños nos producen emociones [dolor, tristeza, pero también alegría] mucho más intensas que las de la vigilia, precisamente porque contienen información que no es exclusiva de la vida del soñador. Quizás, desde una perspectiva más espiritual, podamos ver a los sueños como ventanas que miran hacia atrás en el tiempo, proporcionando evidencia de la experiencia humana desde su amanecer. Esta información puede permanecer fresca y disponible para los niños pequeños, pero solo por un corto período de tiempo, antes de que se los socialice dentro de un sistema de creencias que ve a los sueños como experiencias aisladas de la realidad [«fue solo un sueño»], y no como parte de una realidad más vívida y conectada con nuestros ancestros.

Para finalizar diremos algo sobre la importancia de prestar más atención a los sueños de la primera infancia. Para los padres, que son los primeros en responder cuando sus hijos se despiertan en medio de la noche llorando por una pesadilla, es útil saber que tales sueños son una parte normal del desarrollo emocional. El hecho es que los niños pequeños experimenten regularmente sueños y pesadillas muy intensas, y sean naturalmente curiosos acerca de ellas, hace que se requiera poco esfuerzo para las compartan con sus seres queridos, hacer dibujos o representarlas de alguna manera. Particularmente para los niños que están asustados por sus pesadillas, puede ser una experiencia tranquilizadora saber que otros también tienen esas experiencias. Para un adulto, hablar de un sueño de la infancia puede abrir conexiones no reconocidas y desbloquear recuerdos sepultados.




Diccionario de sueños. I Psicología.


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