Historia de la Atlántida en la literatura


Historia de la Atlántida en la literatura.




Los elementos esenciales de la leyenda de la Atlántida son conocidos por todos: un continente desconocido, habitado por una civilización muy avanzada, que súbitamente se hunde en el Océano Atlántico como consecuencia de algún tipo de cataclismo.

La fuente original de esta leyenda es Platón, más precisamente los diálogos de Timeo y Critias, escritos alrededor del año 350 a.C. Allí, la Atlántida aparece como una parábola de la caída del ser humano, como podría serlo la expulsión de Adán y Eva del Edén en los mitos hebreos; esto es: el hombre que es expulsado de un sitio perfecto por una fuerza superior, en general como castigo por la transgresión de alguna norma.

Las primeras apariciones de la Atlántida en la literatura estaban más interesadas en describir los atributos de la sociedad atlante, habitualmente con conocimientos morales y científicos muy superiores, que en un estudio pormenorizado del cataclismo que la sumió en las profundidades.

En La Nueva Atlántida (New Atlantis, 1626), Francis Bacon retrata a los sobrevivientes de la Atlántida como fundadores de una sociedad utópica en el norte del continente americano; pero no fue hasta la llegada del clásico de Ignatius L. Donnelly: Atlántida: el mundo antediluviano (Atlantis: The Antediluvian World, 1882), que la leyenda de el continente perdido alcanzó la categoría de mito universal.

A contramano de las observaciones de Platón y Francis Bacon, quienes utilizaron a la Atlántida como subterfugio de parábolas ejemplificadoras, Ignatius L. Donnelly estaba convencido de que el continente hundido realmente había existido; y más aún, que éste era el verdadero origen de la civilización.

De hecho, la obra de Donnellý definió buena parte de las características del género: los atlantes, o al menos una parte de ellos, lograron evadir la catástrofe y establecerse en distintos puntos clave del mundo, fundando allí civilizaciones con asombrosas características en común.

Si bien la popularidad del continente perdido adquirió proporciones globales con el libro de Ignatius L. Donnelly, lo cierto es que la leyenda de Atlántida ya había sido utilizada en la literatura, por ejemplo, en la novela clásica de Julio Verne: Veinte mil leguas de viaje submarino (Vingt mille lieues sous les mers, 1870). Allí se encuentra una pequeña pero extraordinaria escena donde el capitán Nemo y el narrador exploran las ruinas subacuáticas de la ciudad capital de la Atlántida.

En paralelo a sus fuentes clásicas, la Atlántida literaria se nutrió de las ideas filosóficas y espiritualistas de la época, tales como la teósofía de H.P. Blavatsky, quien suponía, además de este continente perdido, otros reinos ancestrales desaparecidos, tales como Akakor y el continente perdido de Rutas, origen de una lengua en desuso conocida como Senzar; esta última descrita en Las estancias de Dzyan (The Stanzas of Dzyan).

Herederos de la tradición teosófica se encuentran novelas como Un habitante de dos planetas (A Dweller on Two Planets, 1894) y Filos, el tibetano (Phylos the Thibetan, 1897), ambas de Frederick Spencer Oliver, en donde el héroe recuerda una de sus vidas pasadas como miembros del gobierno atlante.

Algo similar ocurre en El romance de la Atlántida (The Romance of Atlantis, 1975), de Taylor Cadwell, donde se relata la historia de una mujer que, tras estudiar los sueños recurrentes de su infancia, descubre que en otra vida fue nada menos que la emperatriz del continente perdido.

Otros autores utilizaron la leyenda de la Atlántida como escenario de la aventura fantástica. Un ejemplo típico es la novela de C.J. Cutcliffe: El continente perdido (The Lost Continent, 1900), donde el narrador descubre un libro prohibido en las Islas Canarias, el cual lo pone tras la pista de la antigua civilización atlante.

Otra mención destacable podría ser El imperio escarlata (The Scarlet Empire, 1906), de David M. Parry, donde la Atlántida se encuentra preservada dentro de un gigantesco domo subacuático; aunque también hay que decir que su argumento funciona únicamente como sátira del socialismo. En la misma línea argumental se inscriben: El mundo sumergido (The Sunken World, 1928), de Stanton A. Coblentz, y Ellos encontraron la Atlántida (They Found Atlantis, 1936), de Dennys Wheatley.

Arthur Conan Doyle, creador de los relatos de detectives de Sherlock Holmes, también produjo un cuento sobre la Atlántida titulado El abismo de Maracot (The Maracot Deep, 1929), donde además del consabido cataclismo se observa toda una filosofía espiritualista (y espiritista) en los atlantes que lograron sobrevivirlo y fundar, por ejemplo, las civilizaciones maya, egipcia, azteca, micénica, entre otras.

En líneas generales podemos decir que la leyenda de la Atlántida en la literatura observa las características de la utopía, pero en ocasiones también se apoya en especulaciones parapsicológicas, muy de moda a comienzos del siglo XX, mediante las cuales se describe a los habitantes del continente perdido como sujetos con variados y extraordinarios poderes psíquicos.

El relato pulp también utilizó la leyenda de la Atlántida, y por tal caso la de cuanto continente perdido hallara en su camino, como por ejemplo, Lemuria, Mu, Thule, Hiperbórea, etc. Los autores que mejor desarrollaron este subgénero fantástico fueron: L. Sprague de Camp, Robert E. Howard —ciclo Kull de Atlantis—, Henry Kuttner —ciclo Elak de Atlantis— y Clark Ashton Smith.

También conviene hacer una mención especial a J.R.R. Tolkien, ya que en su ciclo de historias de la Tierra Media se habla de la Isla de Númenor, hundida tras un cataclismo, y que en la lengua quenya era conocida como Atalantë, «la sepultada».

En este punto, la leyenda de la Atlántida era ya un lugar común para todos, autores y lectores, con lo cual la ficción debió recurrir a ciertas astucias para asegurar su vigencia.

Después de todo, en la segunda mitad del siglo XX las profundidades del océano ya no parecían ser inexpugnables para la ciencia, con lo cual la posibilidad de que una civilización y su extraordinaria sabiduría pudiesen mantenerse ocultas bajo las aguas quedaba relegada a una áspera hipótesis multidimensional.




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