Esos libros que vale la pena leer


Esos libros que vale la pena leer.




La imagen del lector consumido por la voracidad, rodeado de libros antiguos en una biblioteca desarticulada, con el gesto adusto, casi catatónico, se diría, responde a necesidades míticas que no se corresponden con la realidad.

Sin embargo, el lector apasionado acaso puede sentirse intimidado por la cifra de libros que nunca podrá leer; y no precisamente por ausencia de deseo, sino de tiempo, de vida.

Además, distracciones miserables como el trabajo, los hijos, la higiene más elemental, juegan en su contra; de tal modo que el tiempo real que disponemos para leer un libro es mucho más exiguo del que pensamos.

Hay incontables libros hermosos que nunca leeremos, esto es un hecho, razón por la cual el mejor lector posible no es aquel que aspira a abarcar la totalidad de la literatura, del mismo modo que un hombre sensato no invertiría su vida entera en conquistar a todas las mujeres hermosas que se mantienen prudentemente alejadas de sus manos.

Frente a esta imposibilidad se abren dos alternativas: o invertimos toda nuestra vida intentando reducir esa cifra de obras postergadas o bien nos dedicamos exclusivamente a los libros que vale la pena leer.

Este segundo camino, más simple en términos prácticos, presenta otras dificultades.

¿Cuáles son esos libros? ¿Cómo reconocerlos entre los inmensos bosques boreales y selvas amazónicas que excretan las imprentas?

Vivimos en una era donde todo tiende a medirse en términos acumulativos; no obstante, los placeres no pueden cuantificarse, justamente porque pertenecen al reino de lo subjetivo. En este sentido, pensar en los libros prescindiendo de la subjetividad y del placer es rebajar la experiencia de la lectura a un mero hábito.

Los libros sólo se acumulan en las bibliotecas, no en los lectores; a nosotros nos pertenece la subjetividad del autor, mezclada con la nuestra y la de nuestro tiempo. Nadie lleva encima todos los libros que leyó pero sí aquella alquimia que únicamente puede medirse por sensaciones, estremecimientos, por la íntima certeza de que el autor, cualquiera de ellos, nos ha susurrado un secreto al oído.

Ahora bien, si la vida es un recurso no renovable, y si solo disponemos de una vida y un tiempo para invertirlos en los libros que vale la pena leer, entonces debemos ser capaces de identificarlos.

Desde luego que sería inadecuado, y hasta absurdo, hablar aquí de títulos. La respuesta, en todo caso, debería provenir de otros lectores que hayan conseguido la perspicacia necesaria para advertir esas sensaciones, esos estremecimientos, ese secreto.

En esta ocasión, el lector sagaz es nada menos que Franz Kafka, quien los veintitrés años de edad definió la cuestión en los siguientes términos:


Si un libro no nos despierta como un puño que nos atravesara el cráneo, ¿qué sentido tendría leerlo? ¿Para sentirnos satisfechos? ¿Para que nos haga felices? Por Dios, también seríamos felices si no tuviéramos libros en absoluto, e incluso podríamos, de ser necesario, escribir nosotros mismos los libros que nos hagan felices. A lo que debemos aspirar, y también temer, es a los libros que se precipitan sobre nosotros como la mala fortuna, los que nos perturban de principio a fin, como la muerte de un ser querido, como el suicidio. Un libro debe ser como un bloque de hielo que rompa la continuidad del océano helado que tenemos dentro.




Libros extraños y lecturas extraordinarias. I Libros prohibidos.


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2 comentarios:

Poe dijo...

Bueno, en mi caso "Ensayo sobre la ceguera" de Saramago encaja perfecto con la descripcón del amigo Franz

Unknown dijo...

Todos los libros muy buenos de espejo gotico



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