¿Leer o releer?
Sin ninguna muestra de culpa o de frustración, los niños adoran las historias que ya conocen de memoria. Nunca se cansan de oírlas. Saber lo que ocurrirá, cómo y cuándo, no es un obstáculo para el goce que la historia les produce.
Los adultos, en cambio, a menudo olvidamos el placer de releer. Después de todo, hay tantos libros para leer, tantos que culposamente ponemos en lista de espera junto con otros que han acabado de editarse, que sentarse a releer un viejo libro parece una pérdida de tiempo.
Este último razonamiento es matemáticamente inaplicable: aunque uno pudiese leer un libro por día durante un año no llegaríamos ni siquiera al 1% de las obras que se publican anualmente.
Por eso el lector inteligente, es decir, el lector que sabe lo que quiere y lo que detesta, suele ser también un relector furioso.
La relectura de nuestras novelas favoritas es una especie de ritual. Los ritmos y cadencias de ese rito no tienen nada que ver con la lectura, sino más bien con el reencuentro y el placer de redescubrir pequeños matices y detalles que nos siguen asombrando.
Para muchos la relectura de sus libros favoritos es una ceremonia que se cumple rigurosamente todos los años. Ese hábito, creo, es el mejor elogio que se le puede hacer a una obra.
Si captar la atención de un lector es difícil, cuánto más lo es lograr que regrese una y otra vez a las mismas páginas, que nunca parecen ociosas ni congestionadas; solo para advertir que la relectura es un sutil engaño al que nos entregamos con devota satisfacción.
Porque los libros no cambian.
Pero las personas sí.
Y nunca somos los mismos la segunda vez que abrimos un libro.
Quizás por eso es imposible releer el mismo libro. El que lo leyó antes fue otro, muy parecido a nosotros, casi idéntico, indistinguible para los demás, pero irreversiblemente otro.
Egosofía. I Libros prohibidos.
El artículo: ¿Leer o releer? fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com
5 comentarios:
Oh, creo que no puede ser más cierto lo que dices ni estar más clara y hermosamente explicado.
Y, vaya..., no sé si pasará realmente, pero alguna vez incluso ha despertado en mí -y supongo que también en ti y en otros- el triste pensamiento de que a menudo se lee únicamente para poder hablar más tarde sobre lo que se ha leído, por lo que debe leerse la mayor cantidad de libros posibles para así ser capaz de decir cuatro cosas sobre ellos y sentir que se sabe algo...
Por otro lado, he comprobado -y esto no es una mera suposición- que aquello con que la relectura va de veras ligada es con la poesía. Y es que ha de ser, diría, un gesto involuntario por parte del buen lector. El amante de la poesía no se quedará satisfecho habiendo hecho una o dos lecturas de un poema. La poesía debe ser, más que leída, releída.
Y bien, me callo antes de pecar de pedantería... xD
Gracias por vuestro tiempo y de nuevo felicidades por la lucidez de esta breve pero acertadísima entrada! :)
He leído The Call of Cthulhu unas cuatro veces. El horror cósmico me sorprende igual que la primera vez.
Aparte de un par de libros con los que ciertamente he disfrutado de su relectura, cuando realmente siento que releer es mucho más que volver a leer es con la poesía... Cada nueva lectura es diferente, y la emoción, la pasión, el deleite de descubrir la simbología de un verso, va más allá del simple acto de leer.
Me gustaba mucho, cuando era joven, releer la trilogía sobre la Guerra Civil Española de Jose María Gironella. Cada verano la volvía a empezar y me sentía en casa en Girona.
La desilusión que me llevé el día que por fin vi el río y la ciudad... Porque cada vez que la releía era más hermosa.
También releo mucho la Historia de Roma de Indro Montanelli.
Hay libros que no se acaban nunca.
Yo relectura del señor de Los anillos es casi un ritual para mí. También la relectura de los primeros libros de juegos de tronos fue fantástica. Con ganas de releer los de el archivo vde las tormentas ;)
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