La primera Vampiresa moderna: análisis de «La Novia de Corinto» de Goethe.
En el poema de 1797: La novia de Corinto (Die Braut von Corinth), Goethe introduce la figura del Vampiro como uno de los primeros agentes de su concepto de Weltliteratur [«literatura mundial»]; es decir, el Vampiro como un motivo que atraviesa todas las culturas y naciones. En este contexto, la Vampiresa de La novia de Corinto desafía la división cultural entre las religiones cristiana y pagana. En cambio, el poema se ofrece como una mirada universal sobre el encuentro traumático con lo insondable.
Esto significa que La novia de Corinto es uno de los primeros poemas en abordar seriamente la figura del Vampiro. Como sucede en Lenore (Lenore) [Gottfried August Bürger], Goethe evita cuidadosamente el uso de la palabra «vampiro», aunque él mismo se refería a La novia de Corinto como un «poema vampírico» [vampyrisches gedicht]. Dicho de otro modo, Goethe fue el primer escritor en hacer respetable la figura del Vampiro en la literatura [ver: Poemas de vampiros]
Ahora bien, La novia de Corinto de Goethe está inspirado en un predecesor clásico: Flegón de Tralles y su obra Fragmenta Historicorum Graecorum [aprox. 130 d. C.]. Allí se relata la historia del joven Machates y su novia no-muerta, Philinion, que regresa de la tumba para pasar las noches con su amado. Esta historia fue reelaborada por Goethe y trasladada al marco de la Ilustración. En términos filosóficos, La novia de Corinto puede verse como un alegato contra los aspectos ascéticos del cristianismo cuando se los contrasta con el dionisiaco joi-de-vivre del paganismo [ver: Carmilla, Lucy y Helen: el monstruo femenino como figura de resiliencia]
Por lo tanto, el relato de Goethe sobre el regreso a la vida de una chica muerta está muy lejos del motivo del «amor más allá de la tumba» de la literatura gótica, y también de la parafernalia macabra de los poetas de cementerio. Sin embargo, La novia de Corinto no se abstiene de brindar detalles siniestros. Varias líneas evocan o mencionan directamente el hecho de beber sangre, y lo que es aún más interesante, la búsqueda compulsiva de más víctimas de parte de la Vampiresa, algo novedoso para la época, y que se convertiría en un lugar común en la ficción vampírica posterior [ver: El cuerpo de la mujer en el Gótico]
Al igual que Lenore de Gottfried August Bürger, La novia de Corinto de Goethe a menudo se denomina como una balada, ya que muestra algunos de los elementos formales [aunque secundarios] de este formato; por ejemplo, la descripción de un solo episodio, un rápido desarrollo de los acontecimientos, mínimos detalles del entorno y el contexto, y un énfasis en los elementos dramáticos y la intensidad de la narración. Sin embargo, a nivel estructural, La novia de Corinto de Goethe no exhibe las características repetitivas y el uso del estribillo, elementos comunes de la balada tradicional.
Es decir que La novia de Corinto de Goethe es un poema inusual. Utiliza elementos del Gótico, pero no es un poema gótico; en este sentido, lo único cierto es que La novia de Corinto de Goethe es un poema germinal, una pieza extraordinariamente influyente para lo que solo unos años más tarde se convertiría en la ficción vampírica. Goethe y Bürger prepararon el terreno para que el primer Vampiro literario propiamente dicho brotara en inglaterra en 1819; según algunos, en El entierro (The Burial) de Lord Byron; o en su elegante plagio: El vampiro (The Vampyre) de John Polidori.
La novia de Corinto fue escrito después del famoso viaje de Goethe a Italia, y sus versos reflejan la nueva apreciación por el erotismo que el autor había ganado durante su larga estancia en Roma, probablemente leyendo a Flegón, cuyo libro recoge breves y jugosos relatos sobre personas deformes, hermafroditas, fantasmas y otros fenómenos sobrenaturales mezclados con leyendas y supersticiones antiguas y profundamente arraigadas en la cultura popular del siglo II d.C. En este contexto, La novia de Corinto alimentó a los críticos de Goethe, quienes lo consideraron un poema ofensivo.
La novia de Corinto de Goethe relata la historia del hijo de un ateniense que todavía se aferra a la antigua fe pagana. Llega a la ciudad de Corinto, a la casa de un amigo de su padre. La amistad entre estos dos hombres era tan intensa que, siendo jóvenes, prometieron casar a sus hijos en el futuro. Pero, durante la larga separación entre dos hombres, el amigo de Corinto se ha convertido al cristianismo, lo cual significa que toda su familia, incluida su hija, es ahora cristiana.
[«Y apenas el brillante cortejo de los antiguos dioses partió
la casa quedó en silencio.
Ya no se adora más que a un solo Dios
invisible en el cielo, Salvador sobre la cruz;
a quien nadie aquí le ofrece en sacrificio
toros o corderos
sino víctimas humanas en cantidad infinita.»]
Ya no se adora más que a un solo Dios
invisible en el cielo, Salvador sobre la cruz;
a quien nadie aquí le ofrece en sacrificio
toros o corderos
sino víctimas humanas en cantidad infinita.»]
A pesar de esto, el hijo del ateniente es bien recibido y agasajado en Corinto. Agotado por el largo viaje, se acuesta a dormir [vestido] cuando una hija de su anfitrión entra en la habitación. Es un episodio confuso. No queda del todo claro quien seduce a quién, pero definitivamente pasan la noche juntos. Desgraciadamente, la madre irrumpe en la habitación y los descubre:
[«Y el joven, en el primer momento de terror,
quiere cubrir con su velo a la muchacha,
esconder bajo el tapiz a la bien amada.
Pero ella se defiende y libera con prontitud,
como con la fuerza de un espíritu
su alta estatura
se yergue lentamente sobre el lecho.»]
quiere cubrir con su velo a la muchacha,
esconder bajo el tapiz a la bien amada.
Pero ella se defiende y libera con prontitud,
como con la fuerza de un espíritu
su alta estatura
se yergue lentamente sobre el lecho.»]
Resulta que la chica es la misma hija que le habían prometido al joven; pero, al convertirse al cristianismo, la madre comprometió a su hija con una vida de castidad. Aquí se nos informa que esta decisión mató a la chica, literalmente. Murió de pena. Ahora, descubre el joven, la chica ha regresado como un fantasma con rasgos vampíricos:
[«Una fuerza me arroja fuera de la fosa
para buscar los bienes de los que me despojaron,
para amar aún al esposo perdido
y para chupar la sangre de su corazón.
Y cuando éste muera,
buscaré a otros
y mis jóvenes amantes serán víctimas de mi deseo.»]
para buscar los bienes de los que me despojaron,
para amar aún al esposo perdido
y para chupar la sangre de su corazón.
Y cuando éste muera,
buscaré a otros
y mis jóvenes amantes serán víctimas de mi deseo.»]
El joven no sobrevivirá a su encuentro, y ambos estarán unidos en la muerte. El último verso de La novia de Corinto dice:
[«Escucha, madre, mi última plegaria:
levanta una hoguera,
abre la estrecha tumba donde me ahogo,
y da reposo a los amantes entregándolos al fuego.
Cuando la chispa salte,
cuando ardan las cenizas,
nos elevaremos hacia los antiguos dioses.»]
levanta una hoguera,
abre la estrecha tumba donde me ahogo,
y da reposo a los amantes entregándolos al fuego.
Cuando la chispa salte,
cuando ardan las cenizas,
nos elevaremos hacia los antiguos dioses.»]
De este modo, La novia de Corinto de Goethe reconfigura una larga tradición de vampiresas seductoras, la cual terminará de adquirir sus rasgos típicos con Carmilla (Carmilla) de Sheridan Le Fanu, considerablemente más encantadora que el Conde Drácula de Bram Stoker [ver: Drácula y las mujeres]. La Novia, sin embargo, también reabsorbe algunos elementos de las Lamias y las Empusas de los mitos griegos; no ya para devorar a sus amantes indiscriminadamente, sino para cazar a su antiguo prometido, el cual le fue despojado por haberla convertido al cristianismo [ver: Mina y Lucy: la ideología de género en «Drácula»]
Otro aspecto interesante de La novia de Corinto de Goethe, que más adelante pasaría a formar parte de los rasgos típicos de las Vampiresas en la ficción, es esta capacidad para atraer a su amante a una red de ilusión, como si la Vampiresa fuese capaz de elaborar una fantasía totalmente subjetiva para su víctima, la cual generalmente involucra un intenso placer sensual mientras ella bebe su sangre. Es decir, el placer como anestesia para que la víctima no se resista al ataque, sino más bien para que se entregue voluntariamente e incluso disfrute el proceso:
[«Ella es fría como el hielo,
aunque blanca como la nieve.
La inundación de su ardor
calienta su sangre fría,
pero ningún corazón late en su pecho.»]
aunque blanca como la nieve.
La inundación de su ardor
calienta su sangre fría,
pero ningún corazón late en su pecho.»]
Para entender a la Vampiresa de La novia de Corinto de Goethe primero debemos entender cómo la figura del Vampiro pasó del folclore a la literatura, y hacerlo implica observar cómo evolucionó el pensamiento desde la Ilustración hasta el Romanticismo [ver: Características del Romanticismo]. Entre estos dos se encuentra el movimiento literario alemán Strum und Drang [«tormenta e ímpetu»], concepto que encapsula los dos elementos principales del Romanticismo: «tormenta» enfatiza el poder sublime de la naturaleza en la inspiración del artista; el «ímpetu» enfatiza el papel de las emociones [o de la voluntad] en la expresión de la agitación presente en la naturaleza. En esencia, este movimiento argumenta que, si bien el hombre es capaz de tener y comprender opciones morales, su naturaleza emocional puede obligarlo a actuar de manera irracional [ver: Filosofía del Romanticismo]
Sin embargo, a diferencia del pensamiento de la Ilustración, Goethe ve este impulso irracional no como un problema, sino como uno de los sellos distintivos del carácter humano. En otras palabras, el ser humano es más «humano» cuando actúa de acuerdo a sus emociones.
Coincidiendo con el surgimiento de la novela gótica, Johann Wolfgang von Goethe escribió La novia de Corinto, donde estableció las bases para la figura de la Vampiresa en la literatura occidental, una figura que volverá a aparecer, ya con sus rasgos definitivos, en Carmilla y Drácula. Goethe revela gradualmente la naturaleza vampírica de su Novia; sin embargo, a diferencia de Bram Stoker y Sheridan Le Fanu, la protagonista femenina no recibe un nombre [tampoco el joven], y espera hasta el final del poema para revelar que está muerta. Si bien esta técnica sirve para aumentar el suspenso, un recurso común de la literatura gótica, La novia de Corinto de Goethe es más escurridiza que muchas vampiresas del género.
Desde la perspectiva del lector, la Novia atraviesa tres cambios de identidad: primero Goethe parece darle cualidades tradicionalmente fantasmales; posteriormente la separa de esta identificación y finalmente, a través de su carácter seductor y su sed de sangre, la define como un Vampiro. Sin embargo, Goethe y la Novia nunca usan explícitamente la palabra «vampiro» en ninguna parte del poema. Al igual que Wilhelm en el poema de Bürger, la Novia es una mujer que ha regresado de la muerte, no por haber sido mordida, sino por amor, o, mejor dicho, por haber sido despojada de su amor al ser convertida al cristianismo; lo cual es un giro inesperado [ver: El cuerpo de la mujer en el Horror]
Muy temprano en el poema, la Novia se le aparece por primera vez al joven en su dormitorio, justo cuando se está quedando dormido. No se mueve como una figura sólida, sino más bien como un fantasma, no caminando sino deslizándose o flotando:
[«Casi está dormido
cuando un huésped extraño
se introduce en la recámara
por la puerta abierta.
Al resplandor incierto de la lámpara ve avanzar
por el cuarto a una joven silenciosa y púdica,
cubierta de un velo y un vestido blancos;
un lazo negro y dorado ciñe la frente.
Cuando ella lo percibe
se azora y estremece
y alza blanca su mano.»]
cuando un huésped extraño
se introduce en la recámara
por la puerta abierta.
Al resplandor incierto de la lámpara ve avanzar
por el cuarto a una joven silenciosa y púdica,
cubierta de un velo y un vestido blancos;
un lazo negro y dorado ciñe la frente.
Cuando ella lo percibe
se azora y estremece
y alza blanca su mano.»]
Que la Novia se le aparezca al joven cuando este se encuentra entre el sueño y la vigilia, que ella aún no tenga voz propia y, además, que muestre una apariencia pálida, etérea, la conecta más con las representaciones tradicionales de fantasmas; sin embargo, podría decirse que su comportamiento vampírico [sed de sangre, sobre todo], más adelante en el poema, es más significativo que aquellos rasgos fantasmales. Estos rasgos son tan importantes que eventualmente pasaron a formar parte de las características comunes de los vampiros en la ficción.
La piel pálida de la Novia se mencionará nuevamente en las estrofas 7 y 14, creando una característica recurrente que se queda en la memoria del lector. Junto con su andar etéreo, su silencio, su piel pálida [que también se describe en el poema como «fría»], insinúan que ella no es del todo «normal», pero tampoco lo prueba realmente. Lo cierto es que Goethe crea una imagen dual con su Vampiresa. Ella es, a la vez, una encarnación de la belleza, un objeto sensual, pero no es completamente humana: es una figura liminal que está viva y muerta.
Esta, quizás, es una de las contribuciones más duraderas de Goethe a la literatura vampírica. Aunque la Novia parece ser simplemente un fantasma al comienzo del poema, al final se revela claramente como un Vampiro. En contraste con el Vampiro del folclore, La novia de Corinto de Goethe se inclina menos hacia las características de los vivos y más hacia un estado verdaderamente ambiguo entre la vida y la muerte. Dada la influencia de Goethe en escritores posteriores, sus elecciones conscientes sobre cómo representa a su Vampiresa no solo son importantes, sino decisivas para las posteriores representaciones de vampiros en la ficción.
Por supuesto, La novia de Corinto de Goethe es una obra germinal, es decir que su Vampiresa da inicio a la tradición del género, pero todavía comparte mucho con el folclore, las leyendas y supersticiones sobre vampiros de la Edad Media. Por ejemplo, tanto en el poema de Goethe como en Lenore de Bürger, las figuras del Vampiro, aunque son no-muertos, parecen seguir siendo parte de la comunidad, algo que contrasta con los vampiros posteriores, entre ellos, Drácula, quienes se caracterizan por vivir aislados de las comunidades humanas [ver: Bloofer Lady: la transformación de Lucy Westenra]
Por otro lado, la Novia es una amante bienvenida por su víctima, no un objeto instantáneos de miedo, como las tres vampiresas que atacan a Jonathan Harker en el castillo de Drácula [ver: La verdad sobre las tres Vampiresas de Drácula]. Esta característica de familiaridad entre el Vampiro y su víctima aparece con más fuerza en las baladas alemanas que en gran parte de la ficción vampírica británica, pero es una característica que volverá en los cuentos de vampiros posteriores del siglo XX. Recién cuando el Vampiro alemán fue traducido al inglés, este sufrió un cambio de identidad que hará que sea menos heimlich y mucho más unheimlich, sobre todo a medida que la procedencia del Vampiro fue desplazándose cada vez más hacia Europa del Este [ver: Lo Siniestro en la ficción]
[«¿Ya no te satisface haberme amortajado en un sudario
y depositado en la tumba?
Pero una ley que me es propia me impulsa
fuera de la fosa estrecha al duro manto de la tierra.
Los cantos salmodiados por tus sacerdotes
y su bendición no tienen efecto alguno.
El agua y la sal son incapaces
de extinguir los ardores juveniles
y, ay, la tierra no enfría el amor.»]
y depositado en la tumba?
Pero una ley que me es propia me impulsa
fuera de la fosa estrecha al duro manto de la tierra.
Los cantos salmodiados por tus sacerdotes
y su bendición no tienen efecto alguno.
El agua y la sal son incapaces
de extinguir los ardores juveniles
y, ay, la tierra no enfría el amor.»]
Goethe. I Taller gótico.
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