Lord Byron: el primer vampiro moderno


Lord Byron: el primer vampiro moderno.




Los vampiros de la leyenda eran criaturas descerebradas, sin modales, que merodeaban las tumbas para roer tibias y, si tenían suerte, masticar algún pedazo de médula; o bien aventurarse a sus antiguos hogares para aterrorizar a sus familiares. La idea del vampiro que acecha a virtuosas señoritas para hacerlas sangrar, y hasta beber ese fluido profano como si se tratara de un nutritivo manantial del infierno, llegó con Lord Byron.

El renacimiento de los Vampiros como seductoras figuras aristocráticas, casi siempre decadentes, en un plano social más alto que sus modestos ancestros de orígenes folclóricos, como los Ghouls y otros engendros necrófagos, se debe exclusivamente a Lord Byron, y al Héroe Byroniano que él mismo creó y, en cierta medida, vivió (ver: Lord Byron: las deficiencias de un seductor).

Lord Byron mismo hizo la conexión entre su propio arquetipo del Héroe y el Vampiro en su largo poema: El Giaour (The Giaour), de 1813, en el que además demuestra una profunda familiaridad con las razas de vampiros del folclore griego (ver: Razas de vampiros). El Giaour es, a todas luces, un punto intermedio entre los antiguos y balbuceantes hematófagos y el Vampiro moderno: es un hombre violento, un paria social y ha sido maldecido. Ataca únicamente a su propia familia, no a doncellas indefensas, y finalmente queda privado de la vida en el más allá [ver: La marca de Lord Ruthven]

Además de estos elementos folclóricos, el Giaour también manifiesta algunas cualidades del Héroe Byroniano que volveremos a encontrar una y otra vez, hasta el cansancio, en el vampiro moderno: porta la complejidad de una figura romántica, su dolor, su angustia, su potencial para el bien (a pesar de ser una abominación), su dignidad humana y, sobre todo, un resignado dominio sobre su sufrimiento, lo cual lo reviste de una especie de grandeza divina.

Estas cualidades nacieron con Lord Byron, y dieron inicio al mito del vampiro moderno.

El propio Lord Byron se convirtió en el modelo de vampiros posteriores, sin embargo, no por El Giaour, sino debido a su conexión con la famosa noche en Diodati, Ginebra, en el verano de 1816, que también dio a luz al Frankenstein de Mary Shelley. Por entonces, Lord Byron escribió un cuento inconcluso, titulado: El entierro (The Burial). Más tarde, su antiguo amigo John Polidori (que también participó de la tertulia) reescribió descaradamente la historia y la completó, reemplazando al protagonista original con una imagen despectiva del propio Lord Byron como un vampiro atractivo, seductor, pero malvado.

El relato de John Polidori: El vampiro (The Vampyre), se publicó en de 1819 en la revista New Monthly Magazine. Inicialmente se le atribuyó su autoría a Lord Byron. Menudo revés para el rencoroso Polidori (ver: ¿John Polidori y Elizabeth Siddal fueron vampiros?).

Aunque el protagonista del fragmento escrito por Lord Byron, Darvell, nunca es identificado como un vampiro, algunas alusiones dejan en claro que esta era la intención de la historia. Darvell tiene muchas de las características del Giaour y otros Héroes Byronianos, como Manfred, y por lo tanto también de los vampiros modernos. Se lo describe como un hombre mayor, proveniente de una antigua familia, de temperamento mórbido e impulsado por cierto halo de misterio.

Cualquier similitud con la personalidad del Drácula de Bram Stoker no es casualidad (ver: ¿Drácula era menos inteligente de lo que creíamos?).

En este punto queda claro que Lord Byron entendía perfectamente la conexión entre la leyenda del vampiro y las antiguas deidades de la vegetación y la fertilidad, algo que se ha perdido irreparablemente en la evolución del mito literario.

La primera pista de ese ententimiento aparece temprano en El entierro: Darvell y el joven narrador llegan a un desolado cementerio turco, cerca de las ruinas del templo de Artemisa en Éfeso, donde era adorada como una diosa de fertilidad. Darvell revela que ha ido hasta allí para morir, y muere, efectivamente, cuando observa a una cigüeña llevando una serpiente en el pico. Darvell le ordena al narrador que lo entierre donde se encuentra la cigüeña. Recordemos que, tanto las cigüeñas como las serpientes, están asociadas tradicionalmente con el ciclo de la vida y la muerte. No solo las cigüeñas regresan al mismo nido cada verano, sino que durante mucho tiempo se las han asociado con el anuncio de la llegada de un bebé.

Es decir que Lord Byron, que conocía ampliamente la cultura romana y griega, debe haber sido consciente de que las serpientes, debido a su aparente capacidad de regeneración, fueron consideradas como un símbolo, no solo de fertilidad, sino también de curación e inmortalidad. Esta imagen del retorno cíclico queda representada en el anillo que Darvell le entrega al narrador.

—En el noveno día del mes debes arrojar este anillo a los manantiales de sal que desembocan en la bahía de Eleusis. Al día siguiente, debes esperar en las ruinas de Ceres.

Ceres es el equivalente romano de Deméter, la diosa griega de la vegetación y la fertilidad. Eleusis fue el lugar de celebración de los Grandes Misterios de Deméter, que duraba nueve días, conmemorando la búsqueda de Deméter de su hija, Perséfone, cuando esta fue secuestrada por Hades para ser la reina del inframundo. Los Misterios de Deméter, entonces, celebraban el regreso cíclico de Perséfone desde inframundo y el consiguiente renacimiento de la vegetación.

En su «adaptación» del fragmento de Lord Byron (para emplear un término generoso), Polidori completa el vínculo entre el Vampiro y el Héroe Byroniano al renombrar a su personaje principal: Darvell, en Lord Ruthven; porque ese era el nombre que Lady Caroline Lamb le había dado a Lord Byron en su novela Glenarvon (Glenarvon), donde la autora lo retrata como un frío e impiadoso seductor de virtuosas doncellas, por un lado, estableciendo de algún modo los parámetros del vampiro moderno en términos de depredador sexual, y por el otro contribuyendo a la imagen pública de Lord Byron, que ya era considerado un inescrupuloso seductor.

Pero Polidori, que por rencor odiaba a Lord Byron, también menosprecia a su alter ego literario, Lord Ruthven, de modo tal que su adaptación de El entierro omite todas las alusiones míticas que asocian al Vampiro con las diosas de la vegetación y la fertilidad, con excepción de un detalle, también oportuno para el desarrollo del vampiro moderno: Lord Ruthven renace a la luz de la luna.

La imagen de la serpiente se repite en la versión de Polidori, pero solo como una metáfora del engaño y la astucia de Lord Ruthven, no en términos mitológicos, y quizás para darle mayor énfasis al poder casi hipnótico que el personaje ejerce sobre el Aubrey, el narrador de la historia, en quien podemos encontrar al propio Polidori.

Superficialmente, el vampiro de Polidori sirve como advertencia sobre los peligros de entablar una amistad con hombres fascinantes pero malvados, como Lord Byron. Pero, al abstenerse de proporcionar asociaciones entre el Vampiro y el Mito, Lord Ruthven es despojado de su verdadera identidad; sin embargo, lo que queda de él en esta versión (su atractivo personal, su poder sobre las mentes de los demás y su porte aristocrático) es suficiente como para perfilar las características del vampiro moderno.

De este modo, la historia de Polidori estableció al Vampiro como una especie de Antihéroe, cuyas diabólicas intenciones quedan ocultas bajo un aspecto encantador (ver: Antihéroes en la ficción, el cine y la vida).

Sin embargo, sin el conocimiento público de que Lord Ruthven era en realidad una representación de Lord Byron (y todos lo sabían, de ahí el éxito de la historia), el mito de los vampiros literarios nunca se habría desarrollado tal como lo conocemos.

Por otro lado, sin Polidori es posible que nunca hubiésemos sabido del fragmento de Lord Byron: El entierro, que a su vez restaura la ascendencia divina del Vampiro como señor de la muerte y el renacimiento. Además, la representación de Lord Byron como vampiro (o del vampiro como Lord Byron) estableció el modelo clásico para el vampiro moderno en términos de rebelde, sofisticado, seductor, que rechaza los dictados de la sociedad, y hasta es contrario a la naturaleza y la religión.




Vampiros. I Taller gótico.


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