Psicología de Edgar Allan Poe


Psicología de Edgar Allan Poe.




La locura no procede del caos. Por el contrario, para sostenerse en el tiempo no puede prescindir de una construcción sólida que la respalde. La «locura» de Edgar Allan Poe responde a este mismo esquema, doblemente estructurado a causa de las necesidades estéticas de su búsqueda literaria [ver: E.A. Poe y la Locura como sublime forma de la inteligencia]

El vértice de la obra de Edgar Allan Poe se apoya en su obsesión por la muerte de la mujer amada. Ciertamente no se trata de un miedo irracional o infundado. La mayoría de las personas a las que E.A. Poe amó lo abandonaron o murieron.

El primer anillo que orbita en torno a este vértice está conformado por sueños, psicológicamente hablando, la satisfacción de un deseo reprimido, aunque en el caso de Edgar Allan Poe los sueños no existen salvo bajo la forma de pesadillas.

Podemos pensar que el gran paradigma onírico de Edgar Allan Poe se construye sobre la imagen distorsionada de su madre, Elizabeth, quien murió tras una agonía lenta y dolorosa cuando el poeta tenía apenas tres años de edad. Y no solo eso. Edgar Allan Poe la acompañó tenazmente en su lecho de muerte, percibió su aliento fétido, sus manos frías, sus mejillas pálidas, sus dedos lívidos y esqueléticos. Esta sería una imagen imborrable que retornará una y otra vez en su obra.

Según comenta Marie Bonaparte en su monumental obra: Vida y obra de Edgar Allan Poe (Life and Works of Edgar Allan Poe), la agonía de Elizabeth forjó en él una sucesión de fantasías edípicas combinadas con pulsiones necrofílicas, las cuales pueden apreciarse perfectamente en relatos como: Ligeia (Ligeia), El barril de amontillado (The Cask of Amontillado) y Berenice (Berenice), entre otros [ver: Berenice sin censura]

Pero el horror no concluye allí. La imagen de su madre agonizante forjó también el arquetipo de todas las mujeres que aparecen en su obra: pálidas, delgadas y de largo cabello negro. En líneas generales; mujeres que por su aspecto dan la impresión de estar al borde de la muerte.

En este sentido, los dientes ocupan un rol determinante en los relatos de Edgar Allan Poe como símbolo de muerte. Según Sigmund Freud, la extracción de los dientes es un signo de castración, probablemente como castigo por sus impulsos edípicos. Marie Bonaparte incluso va más lejos, y sugiere que los dientes en los cuentos de terror de Edgar Allan Poe representan una defensa biológica contra la posesión del cuerpo femenino.

El fetiche de los dientes en E.A. Poe puede apreciarse claramente en cuentos como Berenice (Berenice), donde el protagonista extrae las 32 piezas dentales de una mujer con macabra precisión; en los dientes ennegrecidos del caballo en Metzengerstein (Metzengerstein), en los labios resecos que se retuercen sobre los dientes del mesmerizado en La verdad sobre el caso de M. Valdemar (The Facts in the Case of M. Valdemar); y en el crujido siniestro de los dientes del enano bufón en Hop-Frog (Hop-Frog).

E.A. Poe nació en 1809. Ese mismo año desaparecía su padre; y en 1811 se produjo la muerte de su madre. Tanto él como sus hermanos, William y Rosalie, fueron separados. Desde entonces tuvo una educación clásica y pronto desarrolló una generosa capacidad para la creación poética. Vivió durante un tiempo en Inglaterra, lo cual le generó una fuerte certeza acerca de sus talentos al regresar a Norteamérica; donde amplió sus estudios en la Universidad de Virginia.

A partir de entonces su vida comenzó a desmoronarse nuevamente. Un romance fallido y los problemas adicción al juego de su padrastro, lo llevan a escapar hacia Boston. En 1827, ya instalado en su nueva ciudad, publica su primera obra: Tamerlán y otros poemas (Tamerlane and Other Poems), fuertemente influenciado por Lord Byron. Por entonces se ubicó durante algún tiempo en la casa de su tía, donde se enamoró perdidamente de su prima menor, Virginia Clemm, con la que contrajo matrimonio cuando ella cumplió apenas trece años de edad.

Si los sueños son una forma de concretar deseos, el sueño de Edgar Allan Poe era convertirse en un poeta reconocido. Sin embargo, debió recluirse en el relato de terror para subsistir económicamente. Su estatura poética no fue alabada en su tiempo. De hecho, los lectores se sorprendieron por su rara fascinación por la repetición aliterada, algo poco común, por no decir inexistente, en los versos de aquel período. El ejemplo más acabado de esta tendencia puede advertirse en el poema: Las campanas (The Bells).

Si a su frustración como poeta le añadimos una marcada predisposición a la melancolía, descubriremos que sus primeros poemas tienen un objetivo claro: reflejar sus romances fallidos. No obstante, detrás del velo que recubre esos amores inconclusos es posible detectar la presencia ominosa de su madre. Los primeros ejemplos en este sentido son: Al Aaraaf (Al Aaraaf), Sueños (Dreams) y Espíritus de los muertos (Spirit of the Dead).

Si seguimos la línea de razonamiento de Marie Bonaparte, una guía aconsejable en este laberinto, E.A. Poe era en definitiva un hombre atormentado por el espíritu de su madre muerta, y todas sus búsquedas, ya sean literarias o amorosas, tienen como propósito reemplazar aquella ausencia.

El amor en la vida de E.A. Poe siempre es un amor sublimado, desproporcionado, a tal punto que su único punto de comparación objetiva es la muerte. Incluso él mismo aborda esta necesidad al sostener que su poema más conocido: El cuervo (The Raven) originalmente iba a ser interpretado por un gorrión, ave más generosa con la aliteración, pero que de ninguna forma podría ser un enviado de los abismos para informar al protagonista sobre la muerte de la mujer que ama.

En este sentido, el cuervo cumple una doble función. La primera, y más evidente, la de ser un mensajero de la muerte; y la segunda, encarnar el obsesivo tono azabache del cabello de su madre, que el propio E.A. Poe describió a menudo como raven-black hair.

Siguiendo este razonamiento. El cuervo y Ligeia son obras antagónicas. En la primera E.A. Poe reafirma la idea de que su madre ya no regresará, mientras que en la segunda el retorno es una posibilidad todavía latente [ver: Mi esposa nigromante: análisis de «Ligeia»]

Virginia Clem también fue una figura central en su vida, así como Sarah Helen Whitman, otro de sus amores secretos. En cierto sentido, su muerte prematura la emparenta directamente con su madre. De hecho, a pesar de la diferencia de edad entre ambos, E.A. Poe buscó alterarse poéticamente a sí mismo para obtener un doble beneficio: acercarse a la edad de su amada y retroceder hacia la niñez, y en consecuencia hacia su madre. Esta «alteración» generacional puede advertirse en unos versos misteriosos de Annabel Lee (Annabel Lee), dedicado a Virginia:


«Ella era una niña y Yo era un niño
en este reino junto al mar.»


De ningún modo E.A. Poe era un niño cuando conoció a Virginia, pero si cuando murió su madre. Así mismo, la muerte prematura de Virginia la coloca en un nuevo plano idílico, inmortal y eternamente joven.

Conviene añadir que E.A. Poe tenía graves problemas con el alcohol; hecho que sumado a los apremios financieros agudizó su tendendia a la depresión y la melancolía.

Estos ingredientes, y muchos otros que por cuestiones de espacio no abordaremos, conforman una personalidad brillante y atormentada. Sus relatos de terror, recordemos, compuestos más que nada por necesidades económicas, son siempre una expansión de los temas que propone en su obra poética.

Si volvemos sobre la idea de que los sueños son un vehículo inconciente cuyo objetivo es concretar un deseo, vale recordar que la venganza es uno de los deseos mejor resguardados por la psiquis. En este sentido, E.A. Poe se «venga» en reiteradas ocasiones, casi siempre en relatos escritos en primera persona, como en El corazón delator (The Tell-Tale Heart) [ver: ¿El asesino de «El corazón delator» es mujer?], por ejemplo, o Morella (Morella); donde sus protagonistas manifiestan un comportamiento que solo podría calificarse de obsesivo-compulsivo; hombres racionales en su mayoría que se siente agraviados por incidentes externos banales.

Los grandes escritores, aquellos que dejan marcas indelebles en sus lectores, siempre escriben acerca de lo que realmente conocen. Edgar Allan Poe conoció la locura, la alienación, la frustración, lo macabro, lo siniestro, la pérdida; cuestiones que volcó con maestría a través de personajes complejos cuya fuente primaria no es otra que una mirada implacable sobre sí mismo.




E.A. Poe. I Autores con historia.


El artículo: La psicología de Edgar Allan Poe fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

2 comentarios:

Karen Pearhigh. dijo...

Agradezco por este articulo y todo relacionado con este maravilloso autor, gracias a esto he podido hacer un trabajo relacionado con Edgar Allan Poe bastante enriquezido

Anónimo dijo...

Muy buen artículo para quiénes nos encanta su obra. Gracias por esta buena información.



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